Partida Rol por web

Había llegado el día, las noticias no dejaban de hacer eco de aquel multitudinario secuestro que había involucrado a más de una veintena de rehenes incluida la hija del presidente. Lo peor es el hecho de que se han atrevido a amenazar con hacer explotar una bomba química con el potencial de aniquilar a toda la población en un radio de dos kilómetros.

Las calles están evacuadas, los servicios especiales están preparados pero… ¿Cuál era realmente vuestro papel en aquella historia? para el gobierno estaba claro: Resolver la situación empleando la tecnología más avanzada.

¿Eráis unos conejillos de Indias? Sí.

¿Vuestro éxito repercutiría en el modo por el cual se entrenaría a las fuerzas especiales? Evidentemente.

Firmasteis un contrato de confidencialidad, ni siquiera vuestras familias podían saber en qué proyecto estabais embarcados y puede que el futuro de las fuerzas especiales tal y como se conocen hoy en día dependan del resultado del asalto perpetrado por “Caronte”, el grupo terrorista más temido en occidente.

Ahora os encontrabais en la sala neutra, un habitáculo blanco, inmaculado, esterilizado. Allí portabais los uniformes del proyecto, una ajustada malla de color gris y blanco con el logotipo de un águila imperial bordado en negro: IMPERUS.

Muchos creerían que formar parte del proyecto significaba que estabais en la élite de este cuerpo secreto, sin embargo la realidad era que el perfil que buscaban los científicos y directivos no era el del “súper soldado”, sino de la persona con la genética más adaptable, con la mentalidad más abierta y con todo un potencial por descubrir.

Una vez finalizada la fase de esterilización entrasteis en la “cámara oscura”. Allí es donde estaríais por primera vez en contacto con “La barca”. Así es como se conoce al dispositivo que saca a la luz todo el potencial.

“La barca” no es más que un casco hecho de una aleación impronunciable y que una vez adaptado al cráneo del sujeto saca a la luz ese potencial oculto del cerebro, aquella que va a permitir que una persona aparentemente ordinaria pueda hacer grandes cosas.

Luego de un larguísimo tiempo de pruebas físicas, malditas y extenuantes pruebas físicas, algunas mentales, un pequeño encuentro con la psicóloga que se suponía vería que mi mente estuviera sana (se encargó de otras cosas) y de no saber muy bien porque estaba realizando todo aquel insufrible entrenamiento… me llevaron al fin a donde se cocía todo el asunto. Luego de ponerme unas ajustadísimas mallas que destacaban bastante mis atributos, me rociaron con mil productos y quien sabe que, terminé frente a la famosa Barca. Sin duda era impresionante, digno de alguna frase como la de Armstrong al pisar la Luna o cuando firmaron el acta de independencia.

-Debería haber aprovechado la última sesión con la psicóloga- el casco que debo usar parece algo futurista y claustrofóbico como poco, capaz de darme cáncer cerebral con toda seguridad. Mi rostro gira hacia un lado, viendo que no soy el único embutido en un traje apretado, una hermosa dama aparece y, debo ser honesto, le queda mucho mejor el atuendo-. ¡Holaaaaa!- sonrío, evaluando su rostro, su posición, su forma de caminar y postura. Es el ABC de cualquier estafador, conocer a la víctima antes de que ella siquiera comience a hablar. Luego recuerdo que no estoy en uno de mis trabajos y que probablemente me irradiaran con algo toxico que me dejará estéril o en el peor de los casos: impotente-. Me llamo… emmm- ¿Qué nombre les había dado? Averiguaron bastante, pero no el verdadero-. Cooper, Brian Cooper. ¿Con quién tengo el placer de… viajar?

Cualquier cosa con tal de no pensar en lo que significaba ese experimento. Porque era eso. Un experimento en el que las cosas podían salir muy mal y termine babeándome en el suelo. Somos la última esperanza de una ciudad en peligro y bla, bla. En realidad es todo por la malcriada hija del presidente, que no sé si es malcriada, pero seguro lo es, que tenemos que hacer ese raro acto para aprender a desenvolvernos. Me leí todo el expediente pero no se puede fingir cierto conocimiento científico que no poseo, así que solo pude deducir un poco de que se trataba. Nunca me gustó meterme en algo que no conozco.

Fue realmente excitante llevar a cabo todas aquellas pruebas que la empresa la obligaba a dar todo de sí misma para superarlas, aunque sabía a ciencia cierta que de haberse relajado un poco las habría pasado igualmente, pero quería demostrar hasta donde era capaz. No le asustaba el hecho de convertirse en un sujeto de experimentación, pero sí que se sentía un poco nerviosa por eso de ser desconocido y tal, y que si algo salía mal, podría pasarle algo, pero eso es algo que jamás admitiría.

Soportó aquella lluvia de purificación y se adentró en la sala que se abría frente a ella vistiendo un traje de malla que para su gusto estaba demasiado ajustado. Centró la mirada en “La barca”, aquel dispositivo del que no había dejado de hablar y la razón por la que habían probado sus capacidades con tanto esmero.

Fue entonces cuando escuchó el saludo por parte de quien sería su compañero. Creyó habérselo cruzado por los pasillos cuando estaba realizando las pruebas, y lo recordaba porque era imposible que ese tipo pasara desapercibido por su actitud. Daphne se cruzó de brazos, y le miró de reojo y con pasividad. — Daphne Brown — respondió con brevedad volviendo la mirada hacia el casco futurista con el que sería capaz de perfeccionar sus habilidades, o eso decían que hacía. — Y esto es mucho más que un viaje, tómeselo en serio. — terminó de decir con sequedad y dedicándole una mirada severa.

Una vez que “La barca” se acopló, una fugaz sensación de mareo os inundó. Era como si os hubiesen montado en una montaña rusa que daba vueltas y vueltas sin tener un final claro. Notabais incluso como si vuestras articulaciones se desplazasen de su posición original, todo ello en unos intensos 5 segundos que parecían no acabar.

De repente, todo volvió a su lugar. No había fatiga, ni náuseas, ni confusión. Tan solo estabais ustedes en una habitación blanca, impoluta y estéril.

Había dos elementos muy característicos:

Por un lado existía justo al final de la casa una puerta la cual a diferencia del entorno estaba hecha de metal. Encima de ella a modo de letrero había un discreto cartel con la palabra “Caronte”.

El otro elemento característico era una mesa larga, como si fuese de comedor. En ella había varios elementos fácilmente reconocibles:

Un sombrero de vaquero. Era de color marrón y parecía de buena calidad.
Una katana japonesa, perfectamente adornada con motivos orientales.
Una bandera pirata, se podía comprobar como la calavera estaba bordada de manera basta.
Un escudo griego, fácilmente reconocible por la simbología típica de la cultura clásica.

La pregunta ahora era… ¿qué debíais hacer? Si buscabais respuesta alzando la voz la única respuesta era el silencio. Algo os hacía pensar que lo que había sobre la mesa eran objetos importantes y que la puerta de metal era lo más parecido a una salida ¿pero cuál era la decisión correcta sobre cómo interactuar?

-¿Y qué es?- pregunté sin alterar mi sonrisa, como si yo supiera algo más que ella no, como si alguien me hubiera contado un pequeño secreto que solo yo sabía-. Le puedo asegurar… que sé perfectamente a lo que nos enfrentamos- mi rostro se volvió serio, confiado, con cada musculo de mi rostro perfectamente acomodado para no dar dudas de ese sentimiento. Practicar frente a un espejo era una actividad que ayuda mucho a los actores y, saltando algunas diferencias, lo soy. Aunque la verdad no tengo idea de que me espera o a ella, solo quiero parecer confiable.

Pero mi juego fue interrumpido cuando nos llevaron al fin a la Barca. Estaba nervioso, no voy a mentir, era como intentar algún nuevo “juego” del que no sabías saldrías parado. O algún trabajo especialmente peligroso, donde tu víctima era alguien de recursos y podía hacer que te castren solo por dar un ejemplo. Aunque esto era peor, pues no sabías de donde vendría el golpe. Esperaba mil cosas, pero no eso. Era como si me despedazaran lentamente, estirando cada parte de mi cuerpo, comprobando si se rompía o seguía en su lugar. Apreté los dientes con fuerza, dejando que mi mente viajará a otro lado, un lugar sin dolor y donde todo el mundo me ama… por suerte el dolor terminó, sintiéndome normal.

-Primero las damas- dije con toda la galantería que pude al comprobar que estábamos en una habitación, aburridamente blanca, con cuatro objetos en una mesa y una puerta detrás. Todos esos objetos me llamaban la atención, pero no quería ser partícipe de algún error y esa joven parecía ser capaz de… otras cosas que no sean engañar al otro.

La respuesta de aquel payaso, a juicio de Daphe, la irritó pero no lo exteriorizó. Mantenía un rostro serio y sereno, con una pasiva mirada clavada en su interlocutor. Si era verdad lo que le hacía entender...¿Cómo diablos le habían dado a él una información tan valiosa? La mujer alzó el mentón con orgullo antes de contestar. - Me alegra saberlo, así no habrá riesgo de muertes innecesarias- se atrevió a fingir también que sabía muy bien qué era la barca, sus capacidades y sus riesgos. No iba a permitir parecer más ignorante que él.

Cuando se colocó aquel dispositivo no fue capaz de reprimir su sorpresa y algunos quejidos por la fatiga y el dolor que sentía. La sensación de que su anatomía estuviera siendo manipulada de tal modo, desviando sus articulaciones de donde debían estar la agobió, por suerte duró poco hasta que se adaptó. Suspiró de alivio y carraspeó momentos antes de levantarse y contemplar lo que le esperaba frente a sus ojos.

Sus ojos enfocaron la puerta, el letrero y los objetos que descansaban sobre la larga mesa. Miró a Brian cuando le pasó el marrón a ella, sin creerse por pura desconfianza hacia él, su galantería.

- Si te dan miedo las responsabilidades, mal vamos- no le gustaba tener que escoger ella sola porque no sabía a qué se enfrentaba pero si así lo quería, no repartiría con él sus méritos. - Muy bien - cogió el sombrero de vaquero y acercándose a Brian se lo colocó sobre la cabeza haciendo entender sin hablar que de momento le demostraba que solo servía de perchero. - Vamos- y sin esperarle pero a paso lento fue hacia la puerta.

Estoy casi seguro que la habitación bajó un par de grados con su contestación, como si fuera la reina del hielo. Me gustan los retos, pero no dije nada, solo asentí con la misma seriedad que ella reflejaba en su rostro. Parece bastante joven, aunque tiene la seriedad de una anciana y el andar seguro de un militar. Hay cierta inocencia en su rostro, difícil de ocultar, pero que el ceño logra disimular bastante bien. Estoy seguro que eligió entrar al proyecto por voluntad propia, quizás para contentar a un padre sobreprotector o un superior. Oh mierda, no le gustó que le hiciera elegir

-La verdad, me da lo mismo- afirmé observando los objetos como si fueran simples juguetes y los estuviera prestando para que Daphne jugara con ellos-. Nos entrenaron para estar preparados para cualquier tipo de situación, sea cual sea- enarqué una ceja, viendo como ella iba directo al sombrero vaquero, el cual fue colocado justo sobre mi cabeza. Lo acomodé mejor sobre mi cabeza, lamentando que no hubiera un espejo por allí-. De seguro me queda genial- apoyé un dedo sobre el sombrero, sonriendo de costado y soltando un “madame”-. Me encanta la seguridad que imprimes a tus pasos y decisiones, da total confianza a uno de que, cuando las cosas se tuerzan, estarás allí para volverlas a su cauce- mis ojos estudian su rostro, buscando alguna reacción. ¿Busca aprobación? ¿Emociones? ¿Es una sádica que solo quiere romper cabezas? Si vamos a trabajar juntos, mejor que comience a conocerla o esto durara muy poco

En verdad estaba sudando mientras mis manos trasteaban con los cables de la bomba, esto no era como en las películas donde podías cortar un cable cuando restaban unos pocos segundos de la detonación para dar más emoción, ahí nos estábamos jugando la vida… o eso parecía. No parecía una simulación, sino algo real y tangible, la muerte nos sobrevolaba y en el último instante, cuando debía manipular la bomba, apreté los dientes esperando lo mejor… Y así fue.

-¡JA!- el grito seguramente sobresaltaría a mi compañera, pero era mi forma de soltar la tensión al ver como el contador se detenía del todo y oímos pasar al tren a salvo. No solo acabamos con un montón de bandoleros a disparo de revolver, sino que también evitamos un desastre de magnitudes colosales. Se sentía bien ayudar al prójimo de vez en cuando.

Antes de poder decir nada, la sensación de ser despedazados volvió, para colocarnos una vez más en esa habitación blanca y pura, listos para la siguiente aventura.

-¡Ahora yo, ahora yo!- dije acercándome a la mesa con los diferentes objetos-. Hemos aprendido mucho de esta aventura, sobre todo a que esperar de ambos- le sonreí, notando que mi cuerpo era el mismo de siempre-. Soy el encantador del equipo y tú el brazo fuerte.

Estiré mi mano sin mirar, aun con la sonrisa en mis labios y tomé la bandera pirata, soltando un:

-Tengo alma de pirata…

El grito de Brian celebrando su éxito la hizo dar un buen bote, y abriendo los ojos descubrió como el artefacto no  había estallado, que todo había salido bien y el tren pasó de largo con total normalidad. La mujer se llevó la mano al pecho como si quisiera tranquilizar de esa manera su corazón desbocado y por un instante esbozó una sonrisa sincera pues el momento lo merecía después de que lograran superar la prueba impuesta.

Le cogió de sorpresa las náuseas y la fatiga que se apoderó de ella una vez regresaron a la sala de antes, pero la sensación de triunfo continuaba en su interior. Ahí se veía de nuevo, con aquellas mallas y en frente de la mesa en la que ahora le faltaba el gorro de vaquero. Dirigió su mirada hacia el hombre, que con gran entusiasmo decidió que ahora le tocaba decidir a él.

— Yo no lo llamaría encantador…pero vale… — Tenía labia, eso nadie podía negárselo y era un gran beneficio para el equipo porque Daphne no tenía buenas habilidades sociales, y su inteligencia era la que cualquier ser humano podía tener, sin haberla entrenado como entrenó su cuerpo para el combate. Así que sin haberlo planeado, se compenetraban bien. — Veamos lo que nos depara esto…

No sé cómo, simplemente pasé de estar en cubierta a estar tragando agua salada mientras intentaba bracear hacia arriba. Las olas me empujaban cada vez más hondo, sumiendo todo en la oscuridad. Solo los incontables rayos en la superficie me permitían distinguir el arriba y el abajo, revelándome que me hundía cada vez más. Pronto el dolor en mi pecho fue insoportable, intenté gritar, desgarrar la superficie del agua para llegar a la superficie… pero la oscuridad me envolvió.

Desperté o reaccioné en la sede Imperius, en la misma habitación aburrida de siempre. Pero esta vez solo. Al parecer ella aún continuaba con su trayectoria. Espero que lo logre, aunque luego se vuelva egocéntrica y vanidosa. Observé las cosas en la mesa.

-Mejor la espero a ella- me acosté en el suelo, apoyando mis brazos tras la nuca. Merecía una buena siesta. Al menos hasta que ella llegara y pudiéramos elegir otro destino. Pronto me quedé dormido, soñando con una hermosa pelirroja que corría en una playa y yo debía atraparla.

La fatiga se fue intensificando cada vez más y más, lo que le hizo ganar un poco de esperanza. ¿Era de verdad La Barca que por fin se la llevaba? ¿O era un síntoma de la hambruna y la sed que estaba pasando? El temblor de su cuerpo no cesó ni después de volver a la impecable sala blanca. Cuando abrió los ojos se los tuvo que volver a cubrir con sus propias manos y emitió un ligero quejido. Había pasado demasiado tiempo presa de la más absoluta oscuridad y la iluminación del lugar le molestaba con creces. Aún sentía la angustia y el miedo que había experimentado en lo que consideraba que fue los peores días de su vida y sin embargo allí donde se encontraba Brian no había pasado ni un cuarto de hora.

— ¿B-brian? — Preguntó con un hilo de voz a la par que conseguía adaptarse a la iluminación de la sala y lo vio allí tumbado en el suelo. Ni si quiera miró la mesa donde le esperaban los siguientes destinos, quiso evitarlo, como si de pronto se le hubieran quitado las ganas de continuar pero solo necesitaba un poco de tiempo. Necesitaba centrarse y recordar que todo formaba parte del programa a pesar de que lo que había sentido allí dentro era muy real. — ¿Estás bien? ¿Cuándo te sacó el programa? ¿Durante la tormenta o nos separaron justo después? — Quiso saber pues no sabía si el programa los podía llegar a separar para continuar la aventura en solitario, cosa que no quería volver a repetir pero eso no lo admitiría aunque sus manos le siguieran temblando.

La llegada de Daphne me despertó, tengo el sueño ligero aunque no lo parezca, así que me levanté de donde estaba. Con solo verla me di cuenta que no la había pasado nada bien y eso que estoy seguro que no pasó mucho tiempo desde que fui expulsado. Le tendí la mano, sonriendo tranquilizador.

-Me ahogue- dije moviendo mi mano libre como no dándole importancia-. Bastante real por cierto… es parte del entrenamiento- aseguré-. Así no sientes el miedo a la muerte, la enfrentas de frente- le sonreí otra vez, quiñando un ojo-. Lo hiciste muy bien. Yo no pude sostenerme en esa endemoniada tormenta- había sentido que me ahogaba, incluso cuando llegué tenía la sensación de la sal en mi garganta, aunque fuera solo producto de mi mente. No sé qué le ocurrió, pero seguro que quiere tomarse un tiempo-. Tomémonos un tiempo, no sé si estoy listo para otro viaje tan pronto.

Solo nos quedaban dos objetos y luego la gran misión. Aun no entiendo como sobrevivir a una tormenta nos podría preparar para enfrentar a unos terroristas locos.

 En el ejército se había enfrentado a la muerte en algunas ocasiones pero no tenía comparación morir de un balazo que ahogado o de hambre y sed. Luchó por recomponerse completamente para no seguir mostrando ni un segundo más aquella fragilidad. La situación la pilló por sorpresa, no pudo prepararse para ello. — Estoy bien — Miró su mano y luego a él, dejando constancia de que no necesitaba ningún gesto de apoyo o consuelo. No era buena aceptando ese tipo de gestos. Realmente le bastaba con haber regresado y que todo estaba igual que siempre, pero sí que agradeció su sugerencia de tomarse un tiempo antes de volver a viajar.

Asintió con la cabeza mostrando esa conformidad y se apoyó en la mesa. — Escogí mal — reconoció — por una mala elección me quedé en las puertas del éxito — chasqueó la lengua. — No supe descifrar unas inscripciones que había en la entrada de una gruta y me equivoqué al escoger qué hacer. Lo pagué caro — resopló y le miró — Seguro que tú las hubieras descifrado, se te da bien esas cosas. — miró de reojo las katana que reposaba en la mesa, así como el escudo griego. No sabía cuál le apetecía menos de las dos.

Pasé la mano que le ofrecía por mi cabello, fingiendo que no noté que le molestaba que hubiera visto como le afecto aquello. ¡Es que no puedo evitarlo! Veo a alguien e inmediatamente sé que le pasa por la mente o al menos adivino con cierto margen de error lo que piensan o sienten. Me giré y di un par de pasos por la cámara, paseando mi mirada por su aséptica superficie. Seguramente es una forma de mantener la mente en blanco, permitiéndote captar mejor la imagen de tu yo en el otro lado.

-¿Un mensaje oculto?- mejor no hacer mención a hecho de que me extraño terriblemente al quedar sola del otro lado-. Me gustan los acertijos. La vida es un acertijo- murmuré eso ultimo filosóficamente mientras jugueteaba con una moneda inexistente en mis manos-. Uno no puede lamentarse por lo hecho, se debe aceptar lo bueno y lo malo, aprendiendo de ambos- me encogí de hombros, paseando la mirada por el techo… aunque no lo distinguía, podría tener cien metros de alto o solo tres-. De los errores, a veces, surgen cosas buenas… O esa es mi filosofía cuando las cosas van muuuy mal.

Y las cosas suelen ir muy mal cuando intentas jugársela a medio mundo, uno más peligroso que le otro. Supongo que la culminación de toda esa vida, era esto: una sala blanca, objetos aleatorios, mundos jamás vistos por mis ojos y todo para rescatar a una “princesa moderna”.

No se percató del movimiento de disimulo de Brian, estaba todavía demasiado afectada por lo vivido como para estar pendiente de sus gestos. La mujer asintió con la cabeza a su pregunta. — Sí, el cual me resultó indescriptible. — resopló cuando le oyó darle aquellos recordatorios propios de quien hubiera tenido un mínimo de experiencia en la vida. Ella conocía muy bien la teoría pero le costaba demasiado llevarlo a la práctica ya que nunca se le había dado bien encajar los errores, ni los fracasos. Le costaba demasiado ver el lado bueno de lo negativo. — Por culpa de algunos errores pueden morir personas. — fue lo único que replicó. Igualmente le envidiaba un poco por su forma de pensar, saber encajar bien los golpes a la moral y conseguir verlos como nuevas oportunidades.

Le preocupaba que terminaran del entrenamiento sin estar lo suficientemente preparados para la verdadera misión que le habían encomendado. — En fin, mejor que no perdamos más tiempo… De momento me gustaría evitar la katana, seguro que nos meten de pleno en la era Edo… — Se levantó y se desplazó hacia la mesa para coger el escudo griego. — ¿Estás de acuerdo? — Qué cosas, antes ni se le hubiera pasado por la cabeza preguntarle. 

-Algunos errores traen cosas buenas- murmuré, aunque era casi algo para mí que para ella. Era joven, inexperta, pronto se daría cuenta que la vida te saca más de lo que te da, sobre todo a una determinada edad… no es que lo supiera yo, aún estoy en la flor de mi vida y tengo tanto que ofrecer que resulta un pecado pensar en el paso del tiempo.

Daphne se recuperó o hizo dé cuenta de que estaba lista, yo solo asentí confiado mientras la seguía hasta la mesa donde solo dos objetos permanecían en ella. Cualquiera de los dos que eligiera, nos traería una gran prueba a superar, así que la elección me daba más bien igual. Me sorprendió mucho que pidiera mi opinión, quizás comienza a apreciarme. No la culpo.

-Por supuesto- hice un gesto con la mano, como si no importara a donde fuéramos-. Los griegos hacen los mejores vinos y me gustaría visitar un templo de afrodita- levanté un dedo como si recordara algo-. Recuerda lo que te dije sobre la técnica para mantener tu forma- mi sonrisa era amplia y mis ojos brillaban de expectación… ¿Lo logaría de esa forma? Solo había una forma de saberlo.

La chica no respondió, quería evitar entrar en un bucle sin fin pues sabía que sería lo que ocurriría se tenía en cuenta que ambos tenían modos de pensar bien diferentes. Aunque sentía curiosidad de si hubieran podido llegar a algún tipo de conclusión en común o quedar en tablas de alguna manera si hubieran tenido más tiempo.

— Dudo mucho que tengamos tiempo para hacer turismo en la antigua Grecia — no se sorprendió que Brian quisiera visitar el templo de afrodita dado su picaresco carácter. Ella sin duda visitaría la de Atenea — Ni de beber, aunque eso me sorprende. Después de haber probado el “Ojo del Diablo” pensaba que no darías trago alguno en mucho tiempo. Aun te sale humo por las orejas. — Comentó con cierto aire jocoso a la vez que tomaba entre sus manos el escudo griego y se aproximaba hacia la puerta. Se volvió hacia él alzando las cejas en el momento que le recordó la técnica para mantener su imagen. Con el pequeño trauma sufrido se le había olvidado. — Eh… sí, lo voy a intentar — Quería ponerse a prueba y comprobar si sería capaz de hacer lo que Brian hacía con aparente facilidad. Y tras concentrarse un poco en su propio cuerpo, facciones y rasgos de su rostro, atravesó la puerta.