Partida Rol por web

Cuando finalmente desaparecieron las náuseas y se retomó el control de la situación, se pudo comprobar que el escenario donde os encontrabais ahora era bien distinto.

Una hoja de cerezo se posó sobre vuestro cuerpo ensangrentado mientras comprobabais aterrorizados que el entorno se había convertido en un jardín exuberante donde un gigantesco palacio de corte oriental decoraba la dantesca imagen de lo que parecía ser un asalto.

Al examinar vuestro propio cuerpo entendisteis que de alguna manera os habíais transportado al Japón feudal, era fácil de distinguir ante elementos tan característicos en la arquitectura o las armas.

Estabais sintiendo un dolor punzante a la vez que una agonía, ¿estabais heridos? Parece ser que sí, y de gravedad. Podíais intentar entender la situación:

Frente a ustedes había cuatro hombres: dos de ellos vestían ropajes holgados de color negro mientras que un tercero portaba una armadura del mismo tono. Los tres amenazaban con sus armas (todas orientales, claro) a un señor que por sus ropajes más elegantes parecía ser un noble.

- Este será el final de tu Daimyato, Kashikawa – gritó el tipo de la armadura.

- Tus dos únicos samuráis van a comprobar lo que es perder su único propósito en la vida, sentir la vergüenza de no proteger a su señor – y dicho aquello insertó el filo de la hoja en la garganta de aquel tipo frágil cuya sangre emanaba cual cascada.

Comprendisteis rápidamente que  aquel que acababa de fallecer era vuestro señor, el Daimyo Kashikawa el cual acababa de ser asaltado por un grupo de insurgentes que con habilidad y sangre fría habían acabado con todos los allí presentes.

De repente, el hombre de la armadura se acercó a ustedes lentamente mientras limpiaba su katana… había que tomar una decisión rápida:

De la antigua Grecia al Japón Feudal, pasando, como no, por el mareo de la dichosa maquina, y para nuestra sorpresa en una situación peliaguda. No sabría decir donde estabamos, ni en que momento, pero si que entendía la circunstancia de la situación. Unos samurais matando de forma tan cruenta y despectia a un alto cargo del Japón Feudal.

Mi mente podía pensar miles de cosas sobre aquello, pero principalmente en mi mento solo había una pregunta "¿Estaba bien aquello?" seguida de otra muy parecida "¿Quien es el enemigo?"... Aunque realmente la importancia del asunto podría bien no estar en los personajes que nos rodeaban, sino en la importancia de lo que significaba la muerte del Daimyo frente a sus samurais y de la forma en la cual lo habían matado.

-Malditos... BASTARDOS - Cogí inconscientemente mi Katana y me levanté - No teneis orgullo, no teneis honor. Matar a un Daimyo en lugar de llevarlo a juicio, es deporable... Además de un error fatidico por vuestra parte, pues ahora probareis el frio de mi acero

Cuando dejé de abrazar a mi compañera me di cuenta de que nos encontrábamos en lo que parecía ser el Japón Feudal.

-Vaya cambio- pensé.

En aquel lugar se encontraban además varios hombres, uno de ellos parecía ser nuestro "líder" y otro de ellos el principal enemigo. A nuestro "líder" se lo acababan de cargar. En ese momento escuché como mi compañera, o la que debía ser mi compañera, insultaba al tipo que se lo había cargado. No ayudarla sería de ser un cobarde sin escrúpulos, así que me incorporé y le planté cara también. 

-Bien dicho, Evelyn- miré a mi compañera mientras desenfundaba mi katana.

-Ups, he dicho su nombre original- pensé, pero de poco importaba eso ahora.

Usando las fuerzas que os quedaban, apoyasteis vuestras armas en el suelo y os reincorporasteis. Aún las heridas emanaban sangre, pero no por ello ibais a quedaros de brazos cruzados. Sabíais que el programa os había introducido en un rol que era el de proteger a vuestro señor y ahora él está muerto ¿qué era lo único que quedaba? La venganza.

El hombre de la armadura sonrió, parecía que estaba orgulloso de la opción que habíais tomado.

- Así que aun sabiendo que no tenéis nada que hacer vais a intentar luchar contra mí… me parece honorable aunque también una estupidez – tras decir eso adoptó una postura de combate.

- Vamos, luchad hasta el final si es eso lo que queréis. El destino de vuestro Daimyo no va a cambiar pero al menos moriréis con honor –

De repente, en un rápido gesto el samurai de la armadura se abalanzó contra vosotros a una gran velocidad katana en mano. No se iba a andar con rodeos, iba directamente a matar pero desde luego usando técnicas que le permitiesen acabar con ustedes de una forma limpia.

El combate fue arduo, pero las heridas pesaban más de lo que le hubiese gustado a Clark y a Evelyn. Sus movimientos eran más torpes, más predecibles, en general más inefectivos frente a un adversario que estaba en plenas capacidades.

El hombre de la armadura, con un par de golpes devastadores, les hizo caer al suelo. Escupisteis sangre a la par que observabais como todo se tornaba turbio. Él se quedó dando vueltas alrededor vuestra mientras hacía chocar su arma con el suelo.

- Habéis luchado bien, incluso a pesar de vuestro estado… No me extraña que os hubiesen escogido como guardaespaldas del Daimyo pero es innegable que su futuro estaba ya sentenciado antes de que pudieseis hacer algo al respecto – siguió caminando a vuestro alrededor.

Se alejó un par de pasos y os examinó desde la distancia. Ambos estabais en el suelo, heridos de gravedad y ya sin esperanza.

- He tomado una decisión… vais a seguir con vida. No quiero daros una muerte digna del guerrero… Voy a dejar que viváis con la vergüenza de haber perdido a vuestro señor y vivir para contarlo. Os acabo de convertir en Ronins, en unos vagabundos sin objetivo… Ahora tan solo os quedarán dos opciones: o acabar ustedes mismos con vuestra vida o aceptar esa vergüenza. Sea cual sea ya no es mi problema – dicho aquello el hombre envainó su katana y se marchó.

Estabais vivos; no sabías si por voluntad del programa o de vuestras propias decisiones pero si aún permanecíais en el Japón Feudal es porque el sistema consideraba que aún teníais algo que hacer allí.

Os reincorporasteis lentamente, casi sin fuerzas, sabiendo que podíais haber muerto al igual que sucedió con el Daimyo, pero supisteis que había un propósito claro a esta supervivencia: teníais que reclamar la vida de aquel que había matado a vuestro señor ¿era venganza? Puede ser, pero motivado por la nobleza de ajusticiar al asesino.

Habíais perdido la cuenta de cuantos kilómetros os habíais arrastrado en búsqueda de ayuda, de una oportunidad por seguir adelante, hasta que finalmente un humilde pescador cuya piel pálida y complexión esquelética os tendió la mano.

- Por todos los dioses ¿qué os ha pasado criaturas? – con la poca fuerza que aparentaba tener os reincorporó. Usando como apoyo una caña de pescar de bambú el anciano os llevó hasta una pequeña choza cercana a una cascada. El lugar era paradisíaco y pensasteis incluso que el encuentro no fue casual.

En poco tiempo os visteis de estar al borde de la muerte a ser rescatados por un anciano pescador llamado Aoshi, el cual sonriente y afable os acogió en su casa y atendió las heridas.

- Reconozco estos cortes, habéis luchado contra alguien muy fuerte ¿eh? – adivinó de manera sorprendente.

- Tenéis suerte de seguir con vida, seguramente de no haberos encontrado ahora estaríais muertos… pero si la vida os ha concedido otra oportunidad será por algo, oh sí, estoy seguro – rió entre dientes.

- ¿Por qué no me contáis quiénes sois y qué ha pasado, amigos? Es lo único que voy a pediros a cambio por salvaros – desde luego ese hombre no parecía una amenaza.

Atacamos con toda nuestra rabia y energía a aquel samurai, pero parece que no fue suficiente. En apenas un par de movimientos nos volvió a tumbar en el suelo y nos dejó heridos de gravedad. Lo último que escuché de su boca fue que nos perdonaba la vida. Tras esto me arrastré con mi compañera en busca de ayuda, no sé cuánta distancia ni cuánto tiempo, hasta perder el conocimiento. Cuando volví a recuperarlo, me di cuenta de que tanto mi compañera como yo nos encontrábamos a salvo. Un pescador anciano que decía llamarse Aoshi nos había rescatado y acogido en su choza. Todo parecía idílico, excepto cuando aquel anciano nos preguntó que quiénes éramos y qué había pasado.

-¿Qué podemos ponerle como excusa?- pensé. Estaba claro que no podíamos decirle nuestros nombres reales ni nada de que éramos unos "viajeros del tiempo". Lo mejor sería inventarnos unos nombres falsos y seguirle la corriente.

-Mi nombre es Kazan Nimura. Tanto mi compañera como yo servíamos a nuestro señor el Daimyo Kashikawa, hasta que fue asesinado. El mismo tipo que lo asesinó fue el que nos hizo esto-

Era nuestra misión proteger al señor que acababa de morir y no lo sabiamos al llegar aquí, aunque pareciera obvio por las palabras que bailaban en el viento por gracia de su asesino... Pero si esa era nuestra misión, protegerle ¿Por qué cuando respondimos seguiamos vivos? ¿Por qué seguiamos en la maquina? Demasiadas preguntas sin respuestas iban formulandose en mi cabeza.

Lo único que sabía con certeza, es que teniamos que sobrevivir... y casi pensé que no lo contabamos cuando después de tanto tiempo encontramos a un viejo y amable pescador que nos trató a cambio de una absurda respuesta que apenas si pensé que pudiera tener relevancia en el momento en el que nos encontrabamos.

Dejé que mi compañero respondiera primero descansando de las heridas, pues a diferencias practicas, el cuerpo que tenía Clark parecía aguantar mejor - Kumiko, Saikano Kumiko. - respondi primero diciendo el nombre y luego en el orden japones de apellido y nombre. - Y es tal y como dice Nimura-san - Por suerte no se me olvidaba como se nombraba a la gente en aquella cultura asiatica tan antigua.

-Nuestro señor ahora yace muerto... y nosotros vivos. - mencioné haciendo clara observación de lo obvio, de lo que eramos. Ronin sin más.

- Seguro que hay más cosas que podríais contarme pero que por desconfianza no compartís, pero no os culpo… seguramente yo actuaría también así en vuestra situación – mientras hablabais el hombre se aseguró de que no os faltase ni comida ni bebida.

- Hay algo que puedo hacer por ustedes aunque no lo creáis… llevará tiempo, disciplina y sobre todo coraje. Pero os ayudaré a vengaros… aunque puede que desistáis durante el trayecto – no entendíais qué es lo que quería decir.

- Puedo entrenaros, haceros más fuertes, más atentos, más capaces para obtener lo que buscáis: vengaros de aquel que ha hecho tanto daño… pero no será rápido. Necesitaremos semanas ¡meses incluso! Y que no os engañen vuestros ojos… éste viejo pescador fue en el pasado una vieja gloria del shogunato... – rió de nuevo.

¿Como podría notar aquel viejo que le escondiamos cosas? Más allá de lo que eramos en esa epoca, no podiamos decir nada, y era extraño que nadie pudiera entender de donde veniamos o siquiera intuirlo. No obstante preferí no decir nada y tan solo mirar a mi compañero con clara confusión antes de que el anciano nos hiciera dicha propuesta.

Yo simplemente miré al suelo mostrandome triste - Mas bien lo que buscamos es recuperar el honor de nuestro damyo caido, más que pura venganza. Pero... si usted es capaz de entrenarnos y hacernos más fuerte... Sin duda aceptamos ¿Verdad? - acabé diciendo mirando a Clark

Sin duda alguna estabamos en otra epoca, así pues el tiempo que pasaría sería proporcional y no relativo, o al menos eso esperaba. Igual lo que a nosotros ha sido horas por ahora, en el mundo real nos hemos quitado los cascos en un solo segundo. Por ello quizás había que probar

Sinceramente no me hacía mucha gracia lo de estar entrenando durante meses como nos propuso aquel anciano pero, ¿acaso podríamos hacer algo mejor? Supongo que aceptar su propuesta sería lo más sensato, sino no se me ocurriría otra cosa que vagar por un Japón Feudal que no conocía y en el que en cualquier momento podrían ensartarme de nuevo con una katana.

-Sí, sí, claro que aceptamos- dije, mirando a mi compañera y asintiendo a la vez.

Sabiendo que en vuestra situación actual cualquier ayuda podía ser bien recibida y que puede que esto fuese una prueba más por parte del programa, aceptasteis de buen gusto la ayuda de aquel humilde pescador que igual encerraba más de un secreto.

Él, satisfecho con vuestra decisión, os dio una palmada en la espalda. Terminó de curar vuestras heridas y os explicó las instalaciones de su sencilla casa puesto que os ibais a alojar allí en las próximas semanas.

- A primera hora del día comenzará el entrenamiento… seré muy exigente ya que de no ver en ustedes el potencial necesario decidiré invertir mi tiempo en mejores cosas… como la pesca de la carpa – ahora el tono de voz era más serio, como la de un regio instructor.

Aceptasteis sus condiciones y fuisteis a descansar. Ahora llegaba el momento de enfrentarse a un duro entrenamiento que os permitiría plantarle cara al hombre de la armadura negra… o al menos eso es lo que esperabais.

La noche llegó, pero aún más rápido el amanecer. Con el primer cantar del gallo el anciano pescador comenzó a golpear vuestra puerta. Estaba esperando con una sonrisa afable aunque ojos más avispados podían hacer creer que era una sonrisa pícara.

- Buenos días amigos míos. Ha llegado el momento de comenzar… ¡seguidme! – el viejo hizo un gesto para que le siguierais, simplemente os llevó al exterior.

El lugar de entrenamiento era dicho patio donde un hermoso melocotonero decoraba la estancia como si fuese un jardín paradisíaco.

- Sacad vuestra arma guerreros. En esta primera semana de entrenamiento vamos a poner a prueba tanto vuestra fuerza como vuestra destreza… espero que no os burléis de este entrenamiento puesto que es más de lo que parece – acto seguido pidió que os acercarais a uno de los árboles frutales.

- De un momento a otro comenzarán a caer los melocotones ¿cuál será vuestro papel? Algo muy sencillo. Tendréis que cortarlos por la mitad de un solo golpe de vuestra espada. Tendréis que poner a prueba los reflejos, ya que el melocotón no puede tocar el suelo, pero también vuestra resistencia… porque como podréis ver aquí hay muuuuuchos melocotones… ¿estáis listos? – haciendo alarde de una agilidad que no parecía acorde a su edad, el viejo se encaramó a uno de los árboles y comenzó a agitar las ramas con su palo. ¡Los melocotones iban a empezar a caer!

Después de una larga noche descansando, en la que tanto mi compañera como yo nos repusimos al 100%, amaneció y allí estaba el anciano, despertándonos como si de un gallo mañanero se tratase.

-Ya voooooy- dije, molesto. La verdad que no me hizo ninguna gracia tener que madrugar tanto.

-Ya podría comenzar el entrenamiento algo más tarde- pensé.

El anciano nos condujo hasta un patio donde se encontraba un enorme melocotonero. Nos explico nuestra primera "misión". Consistía en partir con nuestra katana todos los melocotones que fuesen cayendo de aquel árbol, sin que tocasen el suelo. Iba a ser difícil, y desde luego iba a poner a prueba nuestros reflejos, pero no lo dudé y empuñé mi katana fuertemente al tiempo que el anciano agitaba el melocotonero.

No podía pensar en que clase de entrenamientos nos daría el anciano, pero había que hacerlo, y el hecho de despertar temprano no me molestaba. Por ello fui a dormir placidamente, aunque costara por las heridas, junto a mi compañero... Aunque no esperaba despertar TAN temprano. - Estos son horarios diferentes a los que acostumbro - mencioné antes de levantarme para empezar a cambiarme y responder a la puerta y las exigencias del anciano - En seguida señor.

Una vez estuve lista me dirigí con mi compañero al patio donde nos explicó el ejercicio junto al melocotonero el cual iba a ser nuestro objetivo, o más bien sus frutos. El ejercicio era simple, partirlo por la mitad cuando cayeran - ¿Ya están maduros? - Aunque incredula de mi pensé que caerían solos.

En cuanto el anciano se encaramo a lo alto del arbol y empezó a azotar las ramas, saqué mi Katana y traté de fijarme en los melocotones - Caen en vertical, es mejor un corte diagonal u horizontal... Aunque dejar que caigan en la hoja también es bueno ¿No? - Y entonces empecé a cortar como pude.