Partida Rol por web

Después de algún tiempo, ya estando en manos de otros funcionarios, puedes volver a retomar el control de tu cuerpo. Pero el daño ya estaba hecho y por mucho que intentaras decir algo diferente, sólo recibías la instrucción de esperar. Tras algunos minutos, un hombre alto, con una gabardina, un sombrero de ala ancha anacrónico y una expresión seria, que olía a humo y a chamusquina, llegó finalmente.

Se presentó como "Angus", y era el representante de la Legión de los Pobres, encargado del registro y la introducción formal a la sociedad Estigia, que había sido asignado a tu caso.

—No suele haber muchos nuevos reclutas— dice encogiéndose de hombros.

Angus fue amable y comprensivo. Te explica como la Legión de los Pobres era quien cobijaba a todos los Wraiths cuya muerte era un misterio; a las almas disputadas por dos o más legiones, siendo una suerte de decisión salomónica; o a aquellos que nadie quería en sus filas. En consecuencia, sus números eran más bien reducidos, pero cada miembro tenía una labor muy importante.

También te ofreció su ayuda en comenzas esclareciendo la causa de tu muerte, si era lo que necesitabas. Te indicó la oficina central de la Legión en Londres, a donde deberías reportarte durante los próximos días para tu inducción y luego al menos una vez por semana por si había alguna labor en la que se te pudiera asignarte.

Con eso y algunas indicaciones más, te permitió dedicarte a tus asuntos. En particular, a buscar a tu hermana. Tras probar y visitar los lugares en los que viven, descubres que en casa de tus padres han hecho un velatorio en sus casas, en donde han asistido algunos amigos, conocidos, familiares, sólo falta tu hermana. Todos están en trajes oscuros y hay un aire de congoja en el ambiente.

En una habitación particular de la casa, puedes encontrar a tu hermana y un ataúd cubierto. En aquella habitación se lleva a cabo la tradición de la Shemira y en esta ocasión es tu hermana que está haciendo las veces de shomeret, la guardiana de tu cuerpo desde el momento del fallecimiento hasta el entierro. Tiene la mirada baja, y parece rezar silenciosamente, pero al entrar, puedes notar como su aliento toma visibilidad y cómo se abraza a sí misma para darse calor. Levanta la mirada y por un momento, Dalila pronuncia un muy débil. —¿Leah?— como respuesta.

Los soldados te conducen a un vagón, en un vehículo militar antiguo, y te conducen a otra ubicación. Allí, te dejan en un cuarto oscuro solamente iluminado por un cristal que emite una luz amarillenta y mortecina, y te dejan atado de las extremidades y el cuello sobre una camilla de hospital con suficiente fuerza. Y al cabo de algunos minutos entra un hombre con lentes, de mediana estatura, de cabellos grisáceos recogidos en una coleta, y ropas algo anticuadas.

—Mmm... Douglas Gibson... mmm, ¿sí?... mmm— dijo el hombre con voz serena, examinándote. —Vamos a proceder a examinar... mmm... tus testimonios. El general... mmm... quiere despejar algunas dudas. Coopera con nosotros y deja que tu sombra coopere y... mmm... todo será más sencillo. ¿mmm?— dice, mirándote por encima de los lentes y espera una respuesta.

Acto seguido saca una mordaza de un material duro que pone en tu boca, impidiéndote hablar. —mmm es una precaución. No quiero escucharte a ti. mmm... quiero escuchar a tu otro yo. mmm... ahora no escucharás nada, ¿mmm?— dice y luego te pone unos auriculares que bloquean el sonido bastante bien. Durante la siguiente hora, puedes ver a aquel hombre descubrir tu torso, moverse a tu alrededor, acercar la lámpara cristalina, mover la boca, y en algunos momemtos hundir sus manos en tu piel y extraer pequeños pellizcos de un material oscuro. La impresión que tienes es la de un cirujano concentrado en una vital operación. Y claro está, puedes escuchar las respuestas de tu sombra.

En un momento un soldado ingresa y dice algo, a lo que este extraño médico asiente. Pasa otros instantes hablando y tras varios minutos, se levanta, cubre tu pecho y te retira los auriculares.

—mmm... ¿no ha estado tan mal, mmm?— dice y luego se limpia las manos y mira hacia la puerta. —Tengo que atender un asunto relacionado con tu caso. mmm... volveré en unos minutos.— informa sin darte oportunidad a más, y te deja a solas con tus pensamientos allí.

Tras caminar varias horas por Londres desde un extremo hacia el edificio de la legión, en la Fundación te recibe un grupo de soldados. Alguien te reconoce y te llama por tu nombre, y tras mucho indagar internamente, antes de poder escucharte, te escoltan a un edificio cercano del sector, en dónde te dejan esperar en una salita pequeña y maltrecha, en lo que parecía un lugar abandonado, escoltado por dos de los legionarios armados. Ninguno responde a tus preguntas más allá de "Tenemos órdenes de traerte aquí, ahora cierra la boca", o respuestas similares.

Tras un largo rato, de una de las habitaciones al fondo del lugar emerge un hombre de mediano estatura, con cabellos blancos impecablemente organizados en una coleta, lentes, y un chaquetón amplio y anticuado. Te saluda con una pregunta —¿Eric Kutner mmm?— te pide que te pongas de pie y te examina de pies a cabeza.

—mmm... mi nombre es Elijah Ward, estoy a cargo de recibir tu testimonio. El general está... mmm... ocupado— dice mientras te invita a sentarte de nuevo y él toma un asiento cercano pero frente a ti.

Te mira un momento, como si fuese un psicólogo examinándote, y tras algunos instantes de silencio, habla él primero. —mmm... por favor, cuénteme todo lo sucedido desde su audiencia con el Anacreonte. A quiénes vieron, qué vieron, qué sucedió y su paradero en las últimas horas. ¿mmm?— pide con naturalidad burocrática.

Kutner acompañó de mal grado a los legionarios: respondía a sus indicaciones con gruñidos y monosílabos, mirándoles con abierto desdén.

Estaba jodido: jodido de mala manera, y además se sentía estafado y utilizado. Le habían lanzado como un perro de presa sin contarle toda la verdad.

Así que, ante las preguntas de aquel chupatintas, reaccionó con hostilidad.

—¿Dónde coño está Hertz? ¿Ocupado? — preguntó con una risita desagradable — No me jodas...  Bueno, me la suda: si no se molesta ni en recibirme, te lo contaré a ti.

—Mis camaradas y yo fuimos en busca de Frank. Frank — ilustró a su contertulio — es un chupapollas cobarde y traicionero, y se había comportado de manera muy extraña justo antes del ataque del Marqués: así que consideramos oportuno encontrar a esa rata para interrogarla. Preguntamos en el Puente, y unos legionarios nos dijeron que el gilipollas frecuentaba a una puta, a una tal Juno. Por lo visto, está colgado de ella.

—Fuimos a hablar con ella. La mera idea de que Frank trabajara para el Marqués hizo que se partiera el culo de risa: demasiado cobarde, decía. Pero nos hizo saber que en Crossbones Garden había un hijoputa, un sádico de mierda que se dedicaba a arrancarle las caras a la gente. Si le dábamos una lección a ese cabrón, quizá nos ayudara: como creimos que las cosas podían joderse, nos acercamos otra vez al Puente, y conseguimos un par de filos, sólo por si acaso.

Tamborileó con los dedos en la mesa, frente a él.

—En el cementerio, nos encontramos con el cabrón... estaba vestido como el Marqués, pero no era él. Era como una copia mala... como una de esas imitaciones baratas de los chinos, ¿sabes?

Observó al tal Elijah: parecía haber palmado en una época en la que los chinos aún no tenían fábricas.

—Meh, es igual. No era el Marqués, y le estaba jodiendo la cara a una pobre chica, a un... dron, creo que los llamáis. Ya sabes, de esos que van "en automático": el cabrón estaba encima de ella, con un cuchillo, arrancándole la jeta. Nos echamos encima de él, pero entonces la chica, el dron... empezó a cambiar. Se transformó en una especie de puto monstruo horrible, un bicho enorme y deforme.

En ese momento apareció el Marqués de verdad, y atacó al monstruo. Le llamó "espectro", y él le pidió piedad: se ve que sabía quién era. Nosotros intentábamos sacar de allí al puto desgraciado... al falso Marqués, ya sabes. Esa criatura se lo quería llevar, como si fuera a comérselo primero a él y luego fuera a jodernos al resto: hasta le corté al desgraciado la puta pierna por la que le tenían agarrado. El puto monstruo perdió el control, no paraba de gritar con varias voces algo de que nos iba a llevar al laberinto, con nuestras angustias...

—En ese momento perdí el control... creo que lo llamáis Tormento. Da igual: no es de tu puta incumbencia, ni de la del General. El caso es que me desperté a la orilla del Támesis, sin tener ni puta idea de cómo había terminado la pelea, ni de si mis compañeros habían sobrevivido, ni de qué cojones pasaba con el Marqués, ni el de verdad ni el de pega, ni con el puto monstruo de Crossbones Garden.

—¿Es esto suficiente para informar a Su Jodida Excelencia? — zanjó con sorna.

Cuando el general dio la orden de que le arrestaran, Doug estuvo a punto de resistirse y de intentar cumplir con lo que le había dicho a Leah durante el paseo, pero la confusión que le habían causado las palabras de la niña le costó unos segundos muy valiosos. Antes de poder sacar la daga ya le tenían reducido y, cansado y derrotado, se resignó a que se le llevaran. La versión que había dado, su versión, todo lo que había dicho, la jodida verdad… no había valido de nada.

«¿Y por qué iba a hacerlo? ¿Desde cuándo vale nada la verdad? ¿Y a qué coño ha venido eso? ¿Pensabas que ibas a poder convencerles? ¿Tú? ¿Recuerdas ahora de por qué eres un paria, gilipollas? ¡Estúpido! ¡Estúpido! ¡ESTÚPIDO!». Ni siquiera era la voz de Bull la que le decía todo eso, sino él mismo.

Lo peor era que ni siquiera estaba furioso. Él siempre había tenido la mecha muy corta, y ahora, de repente, esta ya no prendía. En lugar de cabreado, lo que estaba era harto: quería que le dejaran en paz, solo, y si eso significaba lanzarle al Olvido… pues joder, que le tiraran. No se había atrevido a reconocerlo en voz alta ante nadie, pero había visto en su muerte y aparente resurrección en Estigia una segunda oportunidad. No una forma de redimirse, pero sí de poner ciertos asuntos en orden… pero había sido una ilusión. La verdad, era una pena. Lamentaba mucho no haber podido ayudar a David.

Cuando el hombre apareció para hablar con Bull, Doug se limitó a apartar la vista y dejarse hacer. Si quería tratar con ese pedazo de mierda, él no iba a impedírselo. Debía ser uno de esos… ¿cómo se llamaban?, uno de esos tipos que podían apaciguar a las Sombras. «Pues buena suerte con esta», le contestó, mentalmente. «Te va a encantar».  No mostró interés ni siquiera cuando empezó a arrancarle pedazos de lo que fuera eso que le sacaba. 

Sigo sin poder creerme lo que ha pasado; yo no quería eso, no quería que culparan a ese hombre y que acabara como acabara. Aunque siendo sincera, después de haberlo hecho, prefiero que desaparezca por completo de este mundo y no tener que volver a verlo nunca más.

«Soy una persona horrible...»

Creo que podría haber conseguido algo mejor, y ahora tendré que vivir con el peso de una mentira y una traición que no estoy segura de que vaya a beneficiarme de alguna forma, solo en que al fin he sido útil. Sí, parece que lo soy. Estoy aquí, en la Legión de los Pobres, porque con mi suerte no podía tocarme otro nombre más apropiado, la desgracia es lo que merezco y nada es lo que tengo. No me gustan demasiado las condiciones que me imponen, parezco una criminal en libertad condicional, pero sí deseo esa ayuda que me ofrece, la posibilidad de saber por qué he muerto y qué razón me ha hecho perderlo todo.

Después de esa breve introducción, consigo dedicarme a mi primer deseo y uno que le he prometido a Hael; es difícil no pensar en ella como alguien completamente ajeno a mí tras lo que ha hecho. Yo no habría actuado así, pero ahora ya da igual, nada puedo cambiar y es el momento para hallar respuestas a todas las preguntas que he ido teniendo. Necesito hacerlo. Si pienso solo en mí, les he sobrevivido a todos ellos y les he ganado. Eso no me pasaba en casa... 

La Casa de Abbey Gardens, la casa de mis padres y la que siempre ha sido mi hogar; solo estar ahí me siento reconfortada y, no por el panorama, sino por una sensación difícil de explicar y de creer. Es como si ahora necesitara seguir ahí, en un lugar que siempre he tenido ganas de abandonar. No puedo evitar pensar en que todo este velatorio podría ser solo una fachada de cara al mundo, a la comunidad judía de Londres, y no lo que realmente querría yo. Da igual, si ellos creen que lo necesitan... y tampoco es relevante lo que yo quiera, al final, nunca lo fue en vida, así que menos en mi muerte.

Continuo caminando entre todos esos vivos, buscando a alguien en particular, a mi hermana. Y cómo no, la encuentro junto a mi cuerpo. Predecible. La observo con interés.

«¿Frío? ¿Aquí?» me pregunto. «Es raro».

Consigue sorprenderme al pronunciar mi nombre, cómo ha conseguido saber que estoy aquí. ¿De verdad eres tan especial, Lila? Hago una mueca, evidentemente me molesta que incluso muerta pueda sorprenderme. No debería, no puede ser tan malo tener un vínculo con mi pasado.

—Sí, soy yo —murmuro—. He venido a verte…

Suena tan extraño, nunca diría eso, y ni siquiera sé si puede oírme, quizás todo esto esté siendo una completa pérdida de tiempo. 

Dalila observó a su alrededor, suspiró durante un momento y luego sonrió nerviosamente. —Debe ser mi imaginación. Lo siento...— dice poniéndose de pie y dando un par de pasos hacia el féretro, y pone suavemente una mano sobre el mismo, guardando un silencio solemne.

Luego niega suavemente con la cabeza. —Ni siquiera te gustaban estas cosas. Donde quiera que estés, dudo que quieras gastar el tiempo visitando lo que dejaste atrás— dice y luego mira alrededor mientras un vaho se hace visible una nueva vez, y ella tirita un poco de frío. 

—Este clima está de locos.— finalmente se dice a sí misma volviéndose a sentar, y sacando su móvil para concentrarse en navegar un rato.

—mmm... entiendo— dice Elijah finalmente, mientras asiente. —Muy mmm...ilustrativo— e ignora tu última pregunta. Luego se pone en pie. —Hace algunas horas dos de vuestros... mmm... compañeros se reportaron al general Hertz. Mmmm... Doug Gibson y Leah mmm... algo— dice encogiéndose de hombros.

—Sin embargo, la versión de uno de ellos fue... mmm... levemente diferente a la que me acaba de relatar.— comenta con aire despreocupado. —Para hacer la historia más corta mmm... la historia que escuchó el general pintó a Doug Gibson como responsable de vuestra desaparición y la del cuarto miembro... mmm... entre otros crímenes. Tras interrogar a Doug Gibson, su historia... mmm...— dice y luego se detiene.

—Acompáñeme— dice y con un gesto, dos guardias se hacen a lado y lado, retirando cualquier apariencia de que su petición no tenía la cualidad de voluntariado. Te lleva hacia una sala al fondo de un pasillo amplio y hacia una puertecilla. —mmm por favor...— dice extendiéndote la mano para que entres primero.

En la habitación, amarrado en una camilla de aspecto vagamente médico, estaba Doug. No parecía estar particularmente de buen humor, pero tampoco parecía haber sido sometido a una tortura, su Corpus estaba intacto, aunque probablemente no tuviese muchas ganas de hablar. La única iluminación, al cerrarse la puerta, era una lámpara verdosa, y algunos objetos reposaban entre las sombras de lo que parecía una estancia en ruinas sobrepuesta a un extraño y anticuado consultorio médico.

La voz de tu sombra suena forzada y cargada de rabia. Pero se mantuvo relatando los hechos sucedido. Pudiste entender cosas como

—Siempre desconfié de la puta desde el principio—

—La puta niñata intentó escapar, puede sacar alas, si es que eso es normal.—

—Peter se escaqueó cuando vio a lo que nos enfrentábamos—

—Eric desapareció. Por mucho que nos hubiera gustado desquitarnos del poli, no tuvimos nada que ver—

Y más afirmaciones pasadas a través del lente de Bull y su nada amigable disposición. Sin embargo, parecía que aquello había dejado satisfecho al doctor, y tras algunos minutos en soledad, la puerta se abre, dejando entrar algo más de luz, y en esta ocasión, dos figuras se adentran en la habitación.

Primero, entró Ericy detrás de él doctor, quien no parecía expresar emociones. Cerró la puerta detrás de si, te lanzó una mirada, y sin más comenzó a hablar. 

—Vuestras versiones se alinean, lo cuál... mmm... en mi experiencia... mmm... es suficiente para probar que los hechos transcurrieron aproximadamente como lo habéis... mmm... relatado— dice mientras trae una silla e invita a Eric a que tome asiento.

—Mmm... le reportaré esto al general, mmm... lo cuál es positivo. Entiendo que vuestra misión es... mmm... era, darle vuestras impresiones con relación al Marqués. Si hay algo que queráis incluir... mmm... me aseguraré de recordarlo en mi informe...— dice y se acomoda los lentes.

—Con relación a la criatura de Crossbones Gardens... mmm... no tengo explicación... mmm... al menos no lógica a lo que habéis visto... mmm... pero no es buena señal, no. No hacéis mmm... un equipo tan terrible. De acuerdo a lo que descubriese... mmm... el general me ha autorizado para haceros una oferta— dice y él se acomoda junto a la camilla.

—Mmm... legalmente Douglas Gibson pertenece a la Legión Siniestra. Mmm... pero Eric Kutner pertenece a la legión Esquelética. Mmm... sin embargo, podemos negociar para que ambos pertenezcáis a la Legión y trabajéis para una división especial a cargo de mmm... investigar las muertes violentas de sus miembros... mmm... y establecer vigilancia al momento de solicitar justicia... mmm... respetando el Dictum Mortum— dice con lentitud.

—Douglas, mmm... tu temperamento y tu sombra son preocupantes, por lo que es mejor ir de a pares, con un veterano de la Legión como mmm... supervisor. Eric, tus talentos mmm... en vida, pueden ser útiles aquí. Es vuestra decisión. El general respetará lo que decidáis... mmm... ¿Queréis tiempo para discutirlo a... mmm... solas?— pregunta.

Eric estaba confuso; ¿Leah había mentido? ¿Por qué? ¿Qué cojones había pasado en el cementerio?

—Hey — saludó a Doug — No entiendo una mierda. ¿Me puedes explicar qué coño ha pasado? ¿Dónde están Leah y Peter? ¿Qué pasó con el Marqués, y con el otro gilipollas, el corta-caras?

Y, mirando de reojo a Elijah Ward, añadió en voz baja:

—¿Podemos hablar ahora?

Desde que había llegado a Estigia no habían hecho más que ponerle sobre aviso de su Sombra, del Marqués y de mil mierdas más, y los muy cabrones no habían dado ni una. El Marqués no les había atacado, al contrario, les había salvado el pellejo, y Bull… no sabía si la muerte realmente les había separado o si lo que se había disociado era su personalidad y estaba, por fin, loco como una cabra, pero tenía que reconocerlo: en los momentos de tensión, el cabrón había jugado en equipo. Así que lo que le dijeran ese puñado de fantasmas, podían metérselo por sus fantasmales culos. A partir de ese momento confiaría en sí mismo y en nadie más. Esta vez, de verdad.

La visión de Eric, al que creía dos veces muerto, le dejó un poco descolocado. Era raro, difícil de explicar, como otras tantas cosas últimamente. No se alegraba de verle, pero sí que se alegraba muy, muy poco de que hubiera sobrevivido. Si a Bull le reconocía lo que le había reconocido, entonces tenía que admitir que el poli era el único del grupo que no le había dejado tirado, o que no se la había intentado clavar.  

—Pues ya somos dos. Leah es una zorra mentirosa y ha intentado venderme. Y el psicópata... está con el general, creo —contestó, por una cierta deferencia que creía que Eric se había ganado. Después miró al doctor—. Y no, no hay nada que discutir. ¡Ni Legión, ni pollas en vinagre! Quiero que me soltéis y me dejéis marchar de una puta vez, hostias. ¿Tan difícil es de entender?

Harto, empezó a revolverse, intentando vencer las ataduras que le mantenían sobre la camilla.

Eric acusó la explicación sobre Leah como si le hubieran pegado un puñetazo en la boca del estómago. Su cabeza funcionaba a toda velocidad: si se negaban a colaborar, quizá se la jugasen. Seguro que se la jugaban. Por otra parte, no se veía capaz de convencer a Doug para que aceptara hacer el paripé hasta que les dejaran en paz... y a él tampoco le apetecía una mierda, qué cojones.

Se encogió de hombros con un gesto burlón.

—Yo es que estoy jubilado, ya no soy policía. Quiero mi puta pensión y hacer crucigramas en el parque, ¿sabe? Y aquí a éste le veo mayorcito como para tener que supervisarle. Casi que mejor le dejamos que se supervise él solito.

Mientras decía esto, se puso a soltarle una de las correas de los brazos.

Doug no sabía si el doctor se había referido a Eric como el “veterano” que tenía que vigilarle, pero las palabras de él así se lo hicieron entender… y eso le tocaba los huevos, y mucho. ¿Por qué no pillaban que solo quería estar solo? Cabreado, empezó a revolverse con más ahínco todavía.

—Mmm... es como dice Douglas. Peter ha desaparecido. Leah ha sido transferida a la Legión de los Pobres. El Marqués sigue allá afuera— comenta con absoluta naturalidad.

—Mmmm... no— dice el doctor sin detener a Eric. —mmm... vuestra pertenencia a la Legión no es opcional. Si no queréis hacer parte, mmm... simplemente iréis a pagar a las forjas— responde a Doug dice encogiéndose de hombros. Mira a Eric y se encoge de hombros. —Mmm, si no acepta la oferta, no será vuestra decisión, será de la Legión Esquelética. Dudo que no quieran hacer uso de Wraiths con su mmm... experiencia.— Hace una pausa y luego niega suavemente con la cabeza— Mmm, es una lástima, el general tiene una buena impresión suya y para serle sincero mmm... podría ser la única posibilidad de Douglas de seguir existiendo.— responde el doctor.

—Estigia se mantiene porque todos contribuímos. Mmm... ¿recuerda su Tormento? ¿mmm... o la criatura que vieron? Sin Estigia, los Espectros estarían a cargo torturando almas eternamente. Mmm... es por eso que me dedico a ayudar a otros Wraiths con sus sombras. Todos contribuimos. Puede que no os guste todo esto... mmm... pero con el tiempo descubriréis que la muerte es la mejor oportunidad de vuestras vidas— comenta con aire paternal.

Un suspiro llega desde lugar que ahora ocupa Hael. 

—Tus padres están demasiado ocupados como para prestarte atención incluso ahora. Pero no te preocupes, corazón —dice, con calidez—. No importa que ellos te olviden, ahora me tienes a mí y yo cuidaré de ti. Con mi ayuda conseguiremos que seas tan útil y tan especial como tu hermana. 

La respuesta del doctor le llevó a fulminar sus intentos de liberarse con una última sacudida violenta, en vano. Doug pasó los siguientes segundos resoplando en silencio, sin mover nada más que el pecho y con los ojos bien fijados en él, sin parpadear, caliente como una sartén que acababa de ser apartada del fuego.

No es que no pudiera liberarse de las ataduras, no. Es que directamente era imposible escapar de aquel maldito montón de mierda que era Estigia en sí misma, en todo su ser. La sociedad y él nunca se habían llevado bien... pero al menos en vida habían tenido la consideración de apartarle en una prisión, con los suyos. Al otro lado del manto, la cosa era distinta. En el mundo de los muertos el escenario era para los cabrones como él, y lo único que querían los que mandaban era ordeñar su alma hasta la última gota, literalmente, en una especie de parodia siniestra de la sociedad de los vivos. Los muy hijos de puta iban a hacer buena a la Thatcher.

Y lo que el mamón había dicho de la forja… ¿significaba que pensaban convertirle en lingotitos, en un par de zapatos, en un jodido perchero? Negó con la cabeza, dejándose llenar por una nueva ola de hastío, apretando los labios con tanta fuerza que fácilmente podría haber cascado una nuez entre ellos. Después, calló. No porque se estuviera marcando un farol... sino porque estaba considerando seriamente el dejarse forjar.

Eric mostró una mueca de disgusto al escuchar al doctor, pero no respondió. En lugar de eso, aprovechó que Doug estaba más tranquilo para seguir liberándole de las correas, obrando con habilidad y en silencio. 

Cuando terminó, le miró a los ojos y sólo dijo una cosa:

—David.

Esperaba que aquel nombre tuviera el suficiente sentido como para hacer que Doug se aviniera a cooperar. También temía que el ex-presidiario le intentara arrancar la cabeza por mencionarlo, pues sabía que el nombre era importante para él, pero no en qué sentido. No obstante, tenía que intentarlo: si Doug no colaboraba, le transformarían en un cuchillo o en taburete, y a él le joderían igualmente pero en la Legión Esquelética. Él no ganaba nada, pero a Doug le iban a joder si nadie lo impedía.

Soltó las correas, se giró de nuevo hacia el doctor Elijah Ward, y se encogió de hombros.

—Lo mismo me da una Legión que otra. Si Douglas acepta, por mi parte no hay inconveniente.

Su respuesta era una de las posibilidades, que todo hubiera sido una pérdida de tiempo. Me quedo mirando a mi hermana, sin saber qué pensar. «¿Qué ha pasado exactamente?» me cuestiono mientras mis ojos se mueven al ritmo de sus pasos y veo lo que va haciendo. Me gustaría volverlo a «vivir» para fijarme mejor en lo que ha sucedido y vislumbrar así algo más, estar más atenta. Empiezo a caminar por detrás de Dalila y me coloco tras su hombro por observar como coloca la mano sobre mi féretro.

Encima tiene razón, esto me parece una pérdida de tiempo, pero también me gusta que me dediques estos instantes, hermana. Vuelve a sentir frío, uno tan visible que incluso da miedo. Los muertos están fríos, o eso creo, nunca he visto ninguno, solo que podría ser que la presencia de un wraith fuera lo que causara esos escalofríos que recorren tu cuerpo de vez en cuando; sin embargo, parece que hay demasiados wraiths en la Tierra de las Sombras para que no estés toda la vida temblando de frío. Algo no encaja. Vuelvo a ver como se mueve hacia su sitio, quejándose aún del frío.

Entonces, llega la voz de Hael precedida de un suspiro. Lo que dice es la realidad, pero eso no quiere decir que no duela. Yo no quiero que me olviden, quiero que reconozcan lo que era y lo valoren.

«Hael». Sigo mirando a mi hermana. «Yo no quiero que me olviden. Solo quiero que vean que también era una buena hija, diferente a Lila, pero con cosas buena y cosas malas, como todas las personas. Solo que con ella, no ven las cosas malas, porque no son evidentes...»

Me pongo delante de mi hermana y paso las manos frente a sus ojos; un experimento sobre lo que sucede entre un mundo y otro, uno que se basa en la prueba y error.

—Lila, Lila, Lila… ¡Lila! —la llamo repetidas veces, alzando la voz en la última de ellas—. ¿Oyes algo? ¿Me oyes? —me pregunto, volviendo a centrarme en la consciencia que hay dentro de mí.

«¿Sabes cómo puedo hacer que me entienda?» le pregunto. «Estoy pensando algo… pero no sé cómo hacerlo. Quiero mandarle un mensaje, quiero hablar con ella».