Partida Rol por web

La única forma práctica de moverse por Coscarla era a pie. Eso en sí mismo no representaba un problema en las calles principales que, aunque repletas de basura y escombros abandonados, eran lo bastante anchas como para acoger a mucha más gente que en la actualidad. Fuera de estas amplias calles, los callejones laterales y los puentes entre los bloques eran una cuestión distinta, y muchos estaban anegados de viejos desperdicios, de escombros calcinados de los incendios de los Apagones o de cosas peores. El suelo allí era traicionero y nunca se sabía si se iba a poner el pie en un nido de alimañas o si el montón de harapos sobre el que se acababa de pasar accidentalmente no era sino un desahuciado enloquecido.

La Plaza Sur hacía de centro de esta porción de la División Coscarla, y de ella salían diversas calles amplias, pobladas por bloques habitacionales, así como edificios singulares como la comisaría, un achaparrado fortín de rocormigón de tres pisos de altura. La característica más singular, y casi única, de la plaza, era una estatua de granito de cinco metros de altura de un felino alado. Debía de tener miles de años de antigüedad y le faltaba la cabeza, un testamento a la época en la que esta región fue toda ella una gran hacienda noble.

Ocupando la zona de la plaza situada más lejos de la comisaría, se encontraba una desharrapada extensión de tenderetes, casetas ambulantes, cocinas al aire libre y puestos de venta de montones de chatarra que suponía en estos momentos la zona de comercio abierta de Coscarla Sur. Alrededor de una cincuentena de habitantes del distrito, junto con reclamadores, escoria y un puñado de engreídos matones de bandas se encontraban allí congregados para hacer negocios. Los bienes a la venta no eran más que cosas como menaje familiar mal reparado, ropas llenas de parches, o raciones de comida suplementadas por alimañas cocinadas apenas comestibles. No parecía que pudieran obtener nada más útil que lo que ya llevaban encima, aunque no sería mal sitio para obtener información.

Viendo que debían pasar por allí para llegar a su destino, Leonid acabó por unirse al resto del grupo, dejándolos parejos con el otro.

El Bloque Habitacional 7-17 era un edificio rectangular de diez plantas decorado con ventanas arqueadas rodeadas por filas grabados de blasones en forma de escarabajo. Se encontraba a unos treinta minutos andando desde la plaza, pudiendo identificarlo por los restos de las señales de carretera que no han sido arrancados o incinerados. A pesar de tener una apariencia general desordenada, desde fuera parecía encontrarse tan en buen estado como cualquier otro de la zona.

En el interior, las puertas de la entrada principal habían sido arrancadas, y buena parte del vestíbulo había sido destrozado y rapiñado de forma concienzuda. Las puertas del ascensor estaban abiertas de par en par, dando a un negro vacío, por lo que la única forma de subir era utilizar las escaleras decoradas con murales dañados en los que se podían ver trabajadores felices y activos, representaciones estilizadas de nobles de la colmena dispensando dádivas desde las alturas e iconos de los poderosos de la ciudad. Aparte de algunos sonidos ahogados desde detrás de puertas cerradas, el edificio entero parecía estar vacío, silencioso y carente de actividad.

Tanto el habitáculo de Saúl como el de Lili Arbest estaban en este bloque, cada uno en un piso distinto. Debían elegir a cúal ir primero, o si se dividían de nuevo para investigar ambos a la vez.

Había estado yendo muy lento, por lo que cuando se giró y vio que el grupo, al fin, se movía, Leonid sonrió para sus adentros, satisfecho. Viendo como se dividieron, decidió equilibrar los números y siguió, de cerca, pero separado. Inmerso en sus propias cavilaciones, llegó por detrás de los tres a la construcción que debían investigar. Oculto tras la máscara, su atención fue más allá de lo meramente mortal. Daba la impresión de ser un maniquí, pero, realmente, estaba atento a todo, con su ojo, sus oídos y su alma. 

Beatrix se aseguró de que el bloque habitacional fuera, en efecto, el que andaban buscando. Miró a sus compañeros y acto seguido, tanteó en el interior de su gabardina el contorno de su escopeta. No es que dudara

—Deberíamos echar un vistazo al habitáculo del fallecido —sugirió—. Cuanta más información tengamos antes de visitar a la hermana, mejor. 

Naya se pegó al flanco de la calle donde hubiera mayor cobertura mientras fluia cautelosa por el asfalto, intentando no pisar nada que fuera sospechoso de hacer mucho ruido. De momento circulaban por la calle más amplia y aunque tenía la ventaja de evitar las trampas de los callejones, ellos estaban más expuestos, pero de momento no debería haber nadie pendiente de su presencia ¿no?

Observó la estatua quebrada de la plaza de soslayo pero tampoco le dió mucha importancia. Estaba más pendiente de otras cosas.

Antes de adentrarse en el edificio alzó la mirada hacia lo alto en un intentó quedarse con la ubicación de las ventanas que daban a la estación, tal y como Graham habia sugerido para la idoneidad del refugio que fueran a ocupar, ya que algunos bloques de apartamentos podían ser autenticos laberintos en su interior. También le vino bien para intentar saber si había ventanas tapiadas, si tenían algún sistema de persianas o no, cristales rotos, etc...

La joven miró a su compañero en espera de alguna indicación. Ella no entendía de medallas ni rangos, para ella solo había una persona en la que confiaba para seguir sus directrices.

Durante la corta travesía desde la estación de tránsito hasta el bloque habitacional, tanto Leonid como Beatrix pudieron percatarse de que a las patrullas de dos agentes del Magistratum, la ley local, que paseaban ocasionalmente por la plaza se les dejaba un espacio anormalmente amplio para que pasaran.

También pudieron observar de que sólo parecía haber dos formas viables de entrada o salida de la División Coscarla: el intermitente servicio de transporte en el que habían llegado, y una única salida principal a la red arterial de la colmena, a través de la cual pasaban de forma muy infrecuente vehículos pesados de transporte y algunos destartalados autocarruajes de cuatro ruedas. Había otras porciones de la División Coscarla aún habitadas y funcionales, pero todas ellas estaban a decenas de kilómetros de distancia a través de los escombros de los bloques habitacionales abandonados y desolados.

Nada más poner un pie en el interior del bloque habitacional 7-17, el sentido disforme de Leonid pudo alertarlo de que en aquél desolado lugar permeaba en el ambiente un sentimiento definido de temor. Algo aterraba a los pocos habitantes que seguían llamado hogar a aquella ruina, pero no había inidicio alguno de qué podía ser.

Había estado en silencio todo el rato hasta ese momento, ese momento en el que el enmascarado olisqueó el aire, soltó un gruñido y luego acabó con una suerte de carcajada que murió rápidamente con tal acidez que pareció corroer el metal cercano - huele a miedo - dijo mirando hacia arriba - yo voy a ver el habitáculo del difunto, no se me da bien la gente salvo que la tenga atada a una silla - dijo tras ello y entró.

Tras la decaída de hace un par de minutos y la subsiguiente administración de medicamentos con el fin de aplacar su paranoia. Vantes-013 se encontraba como nunca antes, relajado como quien a lo largo de su vida tan solo se dedicara a disfrutar de los placeres de un planeta paraíso de forma indefinida, hasta el día de su defunción.

Los últimos datos de sus sistemas de mantenimiento habían detectado un incremento del buen humor tras administrar toda una serie de correctivos a su cerebro semi-robótico, estaba alegre y casi rozaba el júbilo en ciertos momentos de la caminata a través de aquella ruina, de aquel fósil hecho trizas que reflejaba un pasado brillante sobre una superficie sucia y oxidada. Aquella parte de la ciudad hedía a óxido y tristeza, la tecnología sollozaba en silencio e imperceptible para el resto, pero no para él.

Toda esta información quedo recopilada de forma que no afectara al estado de ánimo del usuario, tan solo quedaba almacenaba y codificada para su posterior uso. Fragmentada en un código indescifrable y lo suficientemente complejo para no poder acceder a él sin el conocimiento adecuado, sin la habilidad de los hijos de la lejana Marte, para abrirse paso a través de su laberíntico sistema.

000110-Que cantidad de declive por todos lados, casi se escucha al Omnissiah lamentando tanta perdida. El mantenimiento y restauración de esta zona podría costar más de lo que en su momento les pudo haber supuesto el precio de su construcción. Que gran perdida y a su vez que gran minucia en comparación a las grandes perdidas de tecnología que hemos sufrido a lo largo de las eras.-011000

No se dio cuenta pero de haber tenido unas facciones de carne y tendón, habría sonreído. Estaba tan sumido en lo que parecía ser una especie de procedimiento de contención predeterminado para evitar más achaques, que resultaba desconcertante la forma en la que su voco-emisor denotaba un tono de felicidad y excitación contra todo pronóstico. La tristeza de aquel lugar era palpable, pero este tecnosacerdote estaba curado de espanto (o al menos se había encargado de que así fuera) y nada podía afectarle.

001110-Creo que no nos han/hemos presentado, soy Vantes-013. Espero que tengan en consideración que estoy aquí para recoger muestras/pruebas y para atenderles en caso de que sufran algún tipo de herida menor/grave. Pero quiero que sepan que también puedo ofrecer apoyo en momentos de hostilidad/disparar a los objetivos hostiles.-010000

Creyó sonar profesional, determinado y a punto para la acción. Pero en el fondo solo estaba químicamente reprimido hasta tal punto en el que se creía lo que decía, de tal modo que de no ser por la experiencia más que aparente de sus acompañantes, se lo habrían creído y todo. Apuro el paso y quedo al mismo nivel y ritmo que el resto de sus compañeras de equipo, solo que un poquito por detrás por si comenzaban "las hostilidades" y sus sistemas no le reprimían lo suficiente como para esconderse detrás de algún contenedor, alucinado de nuevo con genestealers genéticamente modificados por su antiguo mentor.

001000-Las damas primero/delante.-010100

En su retina biónica comenzaron a descargarse protocolos de reacción ofensiva y primeros auxilios en zonas de guerra como si de una cascada de binario se tratara. Vio a Leonid acercarse hacia ellos, así que decidió alzar el antebrazo con la palma extendida en señal de saludo, aunque era de lo más atípico para los de su culto.

Paso a paso, mi mirada iba recorriendo el camino por venir y sus aledaños, sin obviar por supuesto la retaguardia. Pasos sencillos pero seguros, mientras en un momento dado y con sencillez una de mis manos golpeo suavemente con los nudillos la parte superior del pecho de Lille, practicamente a la altura de la clavicula. En la mano, un par de pitillos de Ilho, en respuesta a la peticion de antes que no habia podido cumplir.

Tras eso y con una mirada seria y atenta, volvimos a ponernos en marcha.

El lugar era… como cualquier suburbio abandonado de una Colmena. La sutil diferencia era que este en algun momento habia sido importante. Las calles permitian el movimiento, las principales al menos, los callejones eran trampas mortals donde no sabrian en que mierda habias puesto la bota hasta que esta no saltara para morderte el culo.

Alcanzamos la entrada del edificio, mi mirada recorrio la fachada y al bajar me encontre con los ojos de Lille sobre mi, asenti quedamente a sabiendas de que esperaba y roce la hebilla de mi cinturon para que tuviera claro que estabamos en terreno hostil. No habia nadie en quien confiara mas que ella.

Con sutileza deje mi mano sobre la empuñadura de mi maza, mientras iba caminando detras de Katherine y de Lille. Mis ojos se movian de un lado a otro, observando mas alla de las decoraciones y fijandome en aquellos puntos que serian perfectos para una emboscada, o para contrarestar una. Gajes del oficio.

Pasos lentos, claros, marcados en cada Escalon, tras haber dejado atras el ascensor como el pozo oscuro que era.

Unas cuerdas y tendriamos una via de escape oculta a simple vista… si nadie mas habia pensado en ello.

Los ruidos podian ser de cualquier cosa pero alertaban de “vecinos”… peor para ellos.

Me concentre tras aquello en encontrar algo que llamara mi atencion, sobretodo en la busqueda de un lugar donde poder asentar nuestros culos una temporada.

Mientras nos adentramos en el edificio, baje el tono de voz, pero dejando que mis compañeros me escuchasen.

Parece ser que la policía tiene una reputación. Los ciudadanos se mantienen alejados de ellos, lo cual me hace pensar si es que alguien está poniendo especial dureza en hacer cumplir la ley... o por contra están metido en todo esto y prefieren tenerlos lejos.

Mire un poco a nuestro alrededor.

Apenas hay movimiento, ni circulación, ni de pasajeros ni de mercancías...

Alguien parecía querer tener a Coscarla aislada, incluso en medio de la misma Colmena.

Katherine caminó junto con los demás por las derruidas calles de Coscarla mirando hacia todos lados, más preocupada por asegurarse de que nadie los intente emboscar en el camino que otra cosa. Generalmente cuando caminaba por un territorio hostil lo hacía intentando ceñirse a los edificios lo más posible, ir despacio y en sigilo, fijándose que nadie la vea dentro de todo lo posible, era la naturaleza de la caza. Aquí caminaban abiertamente, como haciendose pasar por transeuntes normales, y eso la hacía sentir expuesta. Veía a la poca gente que había en la calle o sentía los ruidos de los habitantes de Coscarla y algo le decía que podían notarla, que sabían que ella no debía estar aquí. Cada vez que sus ojos se encontraban con los de alguien tenía la certeza de que sabían quién era o al menos qué no era.

—No me gusta, no pasamos desapercibidos. — Dijo claramente nerviosa, un poco paranoica. —Creo que saben que no deberíamos estar aquí. — Susurró luego a los demás. Era la primera vez que hacía este tipo de cacería, los nervios la delataban.

Cuando entran al edificio la cosa no mejora. —Agarremos uno de los departamentos de los pisos medios. — Comenta la teniente mirando una de las puertas de donde salían ruidos acallados. —Es bueno estar en altura para vigilar, pero también tenemos que pensar en que es más dificil huir cuanto más alto estemos. — Además de eso, lo mejor sería un departamento con cara al norte.

Cuando Leonid anunció sus intenciones, Beatrix sonrió. «Está claro que ninguno de estos era de los chicos populares de la Schola...». Después, cuando el tecnosacerdote empezó a hablar, le miró con cierto escepticismo. Nunca había trabajado con uno, no tan directamente, y cada vez tenía más claro que le iba a costa acostumbrarse. Dirigió la sonrisa que el comentario del otro le había causado hacia él, sin estar segura del todo de si Vantes-013 todavía era capaz de interpretar expresiones faciales. 

—Con un poco de suerte el Emperador, el Omnissiah y todos sus santos imperiales y espíritus-máquina nos sacarán de aquí sin que haga falta pegar un tiro o coser a nadie —comentó casualmente, con sobrada irreverencia y cinismo hacia ambos credos, sin darse mucha cuenta. Estaba algo más relajada de lo que lo había estado hasta el momento—. Cuando hayamos terminado podríamos intentar averiguar si el Magistratum sabe algo de utilidad. Si es así, es bastante probable que ni siquiera sean conscientes. Y si queda algún pictograbador sin desguazar en este nivel —y se volvió para mirar una vez más al omnissiano, pues entendía que si esa posible pista concernía a alguien, ese era él—, estaría bien conseguir las grabaciones. 

Las palabras de mi breve discurso no fueron ni elocuentes ni convincentes, o tal vez no logré expresar con claridad la lógica de mis pensamientos. Quien categóricamente dejó sin efecto mi argumento fue el mismo que luego se lanzó solo hacia el mercado, con una mezcla de impulso y necedad que me dejó perplejo. No logré saber a qué se dedica, pero si tengo claro que prefiere trabajar solo, lo cual le agradezco. Sólo me preocupa que quienes me acompañan desestiman la razón con tanta prisa.

Al menos el resto nos dividimos de un modo equilibrado, muy parecido a mi propuesta original, pero sin reconocerlo. Decido entonces acompañar a la Teniente, nuestra supervivencia depende de su sensatez, y me agrada saber que el Arbitrador la acompaña. La joven de pelos coloridos también se suma, su idoneidad en este territorio hostil y podrido hasta sus cimientos se vuelve mucho más útil para los demás que mi escaso talento. Me sorprende que la señorita Mont no proteja a la Teniente como prometió, pero tal vez la otra Arbitradora necesitaba quién le cuide las espaldas. 

Los sigo de cerca con las manos libres, no tengo nada que anotar sobre este sitio, nada que guardar en mi memoria. Iría si pudiera con los párpados cerrados para que esas imágenes decadentes no se grabaran en mi retina. Mis ojos no se quedan quietos de todos modos, observan como siempre, buscando lo que es inalcanzable. Aquí escondido puede haber otro. Morirás de nuevo, Telum. Tu sangre bañará estas calles.

La estatua del felino alado capta mi interés, es lo único bello que observo, aún decapitado emana algo de civilización que desentona con el resto del lugar. La criatura ocupa el centro de la plaza sur en la que la Teniente decidió que vayamos. Katherine y Graham hablan, dicen cosas sensatas, no tengo nada que objetar. Es más, no tengo el menor criterio para juzgar si es acertado o no lo que sostienen, salvo por el razonamiento expuesto que me seduce. Asiento afirmativamente hacia la teniente, pero no en demasía, para evitar exponer los símbolos carmesí de mi cabeza.

Sin embargo no comparto la perspectiva que parecen tener sobre nuestro objetivo - Arbitrador, por qué cree que la policía podría estar involucrada en el caso? Teniente, por qué le preocupa que llamemos la atención de algún infeliz? No encuentro fundamento siquiera para pensar que más de un puñado de personas estén asociadas a la cirugía de la víctima, pude que los herejes sean tan sólo un par. Su crimen es abominable hasta para los pobladores de esta letrina, con que uno los delate sería la muerte de todos los demás, sinceramente dudo que haya muchos cómplices de tal macabra actividad - reflexiono en voz alta, y me volteo hacia la más silenciosa, cuyo criterio tal vez sea más acertado que el de nosotros tres en este asunto.

Mire al hombre con una ceja enarcada. Parte incredulidad y parte hastío. - ​​​​​-Las calles tienen oídos, así que si vas a dirigirte a mi, hazlo por mi nombre.

Había que ser estupido. Meterse en este lodazal, hablando sobre nuestras profesiones. Gran forma de reventar nuestra tapadera.

Mis palabras de antes debían haber dicho suficiente, pero no parecía ser el caso.

El ciudadano corriente respeta y teme a la policía en igual nivel. Esta gente le tiene pánico. La distancia no refleja respeto alguno, sino temor por lo que puedan hacer.

El sistema ha fallado, cuándo eso ocurre, hay dos tipos de gente. La que se aferra a su convicción y deber... y la que busca sacar todo el beneficio posible del cadáver. - A partir de ahi podía seguir sacando sus conclusiones.

Durante la corta travesía desde la estación de tránsito hasta el bloque habitacional, Telum pudo percatarse de que, tal y como había podido advertir Graham, a las patrullas de dos agentes del Magistratum, la ley local, que paseaban ocasionalmente por la plaza se les dejaba un espacio anormalmente amplio para que pasaran.

Sin dar demasiada importancia a la advertencia de Leonid sobre el ambiente del edificio, el grupo se dirigió directamente hacia los aposentos de Saúl, teniendo que ascender a pie por las maltrechas escaleras piso a piso, tardando unos diez minutos más en llegar hasta el correcto. No vieron a nadie en ningún momento, pero indicios aquí y allí revelaban que seguía viviendo gente en el bloque, solo que nadie se atrevía a dejarse ver.

No tardaron en dar con el habitáculo, donde se encontraron con que la puerta estaba entornada, y el cierre roto. Al cruzarla, pudieron ver que la habitación no era más que una cámara sencilla de ocho por ocho metros, con un baño y una única ventana abovedada, un patrón sacado de las PCE que se repetía hasta la saciedad en las superpobladas ciudades colmena del Imperio.

Un movimiento llamó su atención. Haciendo un pobre esfuerzo por tratar de ocultarse tras la cama situada en una esquina, se encontraba una mujer de apariencia asustada, acuclillada y envuelta en un gabán demasiado grande para ella, aferrando una mochila contra su pecho, y una pistola láser de modelo civil en la otra mano. No quedaba duda alguna habiendo visto su pictoimagen en la placa de datos que les habían entregado. Aquella era Lili Arbest.