Partida Rol por web

Beatrix miró sin dejar de sonreír en dirección a la ventana, y enseguida se levantó para ver si se veía algo desde ahí, con su expresión transformándose lentamente en una de concentración, cautela y disgusto. ¿Pero no les había ordenado que fueran discretos? Se olía que iba a pasar precisamente lo que no quería que pasara, que era verse arrastrada al combate, y exhaló un suspiro que en vano trató de disimular. Estaba claro que la esperanza de que el servicio de la Inquisición consistiera en algo más que disparar a pandilleros había sido un error, y que había cosas de las que un arbitrador no podía escapar. Era una pena, una verdadera desgracia, la verdad, porque se le daba realmente mal.

—¿Cuántos agentes de la Inquisición hacen falta para investigar un grito? —bromeó entre dientes, como si la situación fuera un chiste, intentando hacer pasar su aprensión por amargo sarcasmo.

Los enemigos se movían y Katherine seguía disparando, sabiendo que cubrir la retirada del equipo a una posición táctica era importante aún si sus disparos no pegaban. Una máxima en las batallas de infantería era que si uno seguía disparando y el enemigo se ponía a cubierto entonces suprimían la amenaza de forma parcial.

Las lecturas del Auspex no aportaron lo esperado, mi sed de conocimiento se enfrentó de lleno con mi instinto de supervivencia, curiosamente se trataba de lo mismo en realidad, porque saber a qué nos enfrentábamos nos hubiese sido de utilidad para continuar con vida. La lógica me ayudó a resolver el dilema, como me ayuda en tantas ocasiones, si las criaturas de ojos rojos eran realmente lo que temía entonces de poco serviría conocer su naturaleza pues nuestras armas no serían eficaces, en cambio si se trataba de cualquier otro ser habría tiempo de inspeccionar sus restos una vez que fuesen derrotados. Confío en que la decisión fue la adecuada y sostengo mi pistola hacia adelante. Confías demasiado, eso será tu perdición.

El aire se enrarce, la sensación me da escalofríos, un pedazo de asfalto se desprende y se pierde en la oscuridad. Las voces en mi mente guardan silencio, y eso me preocupa aún más. El brillo que ilumina a Leonid responde mi inquietud acerca del origen del fenómeno, aunque eso no me tranquiliza en lo más mínimo. Me esfuerzo en concentrarme en los ojos rojos que se acercan, habrá tiempo de hablar con el hombre de casco más adelante. 

Apunto hacia un par de ojos, disparo hacia dónde ilumino esperando detener su avace al menos. 

Con paso lento pero seguro, los ojos rojos siguieron avanzando hacia el grupo. El primero de ellos se adentró en la franja iluminada por el quimifanal de Telum, revelando lo que ocultaba la oscuridad. Se trataba de un hombre más alto que la media, a pesar de que caminaba ligeramente encorvado. Estaba parcialmente vestido con harapos y su cerúlea carne se contorsionaba y pulsaba de forma antinatural bajo su piel casi translúcida. Articulaciones y extremidades habían sido reforzadas con bandas de metal, y contra ellas empujaban unos músculos sobreabultados. Iba embozado en una burda máscara cosida con retazos de tela, a través de la cual relucían con un brillo rojo romo unos ojos augméticos implantados. Sin duda los otros debían presentar un aspecto similar.

La visión de semejante engendro habría puesto en fuga o paralizado a cualquier habitante corriente del Imperio, pero la Inquisición no los había elegido por nada. Leonid y Graham ya habían visto a las criaturas a través de sus gafas y habían aguantado, pero al ver ahora a qué se estaban enfrentando, también Telum y Katherine soportaron la visión sin titubear. La oficial habría visto cosas peores en sus campañas en la Guardia Imperial, pero quizás sorprendía un poco que el adepto del Administratum mostrara semejante aplomo ante algo tan alejado de su anterior trabajo habitual. Ambos dispararon con sus armas, pero pese a mantenerse firmes, ninguno logró dar en el blanco.

Quizás Naya hubiera podido ser el eslabón débil del grupo, pues los colmeneros no eran conocidos por su arrojo, pero la pandillera demostró las agallas que tenía cuando encendió su quimifanal y una criatura igual a la primera apareció frente a ella. Disparo de nuevo con alplomo mientras retrocedía, alcanzando en el muslo derecho al engendro, elevándose en el aire un olor a carne quemada.

Aun así, ambas criaturas, pues la derribada por Leonid tuvo que ponerse en pie, siguieron adelante. La de la derecha, renqueando tras el disparo de Naya, fue interceptado por Graham antes de que alcanzar a las féminas, pero el arbitrador tampoco tuvo éxito en su ataque. La de la izquierda, pero, se abalanzó sobre Telum y descargó uno de sus puños auménticos sobre el adepto, poco antes de que Leonid conjurara de nuevo sus poderes y una tubería arrancada de la pared fuera directa hacia el engendro, golpeándolo en la cabeza y tirándolo también al suelo, alejándolo de ellos varios metros.

Beatrix se aproximó a la ventana para ver si divisaba los haces rubí que emitían las armas láser, pero la oscuridad en la plaza era imperturbable. Los disparos debían de proceder de otra calle, allí donde se habían producido los gritos. Apenas había acabado de contar su broma la arbitradora, cuando dos disparos más siguieron a los primeros, acompañados esta vez por el de un arma de proyectiles sólidos.

La alta y fornida mujer miró de reojo al Sacerdote de Marte, y una semi-sonrisa se plasmó en su rostro al escuchar la respuesta de Beatrix. Indudablemente, aquel sujeto tenía algún tornillo estropeado porque discriminaba muy mal cuando hablar y cuando callar. 

Al escuchar los disparos en la quietud de la noche, la Hermana Mort se puso en guardia, desenvainando la espada sierra, pero sin activarla. Dejó que la arbitradora investigara la ventana, mientras ella tomaba posición de combate al lado de la puerta. Si alguien entraba con malas intenciones, se iba a encontrar una desagradable sorpresa. 

Levantó un dedo hacia sus labios, conminando al silencio al resto. Era mejor que, si había algún enemigo a punto de entrar, no le dieran pistas de a cuanta distancia se encontraban de la puerta o la posición relativa respecto a ellos. Tampoco sería buena idea salir en ayuda del resto, porque indudablemente aquel altercado era cuestión de los que habían salido a investigar. Si no eran capaces de manejar en lo que se habían metido de cabeza sin pensar, mejor que sus almas fueran al lado del Emperador. 

- 3 cosas atacando. piel transparente como papel de fumar. venir pa´ca cagando leches - dijo por el vox para avisar a los que se habian quedado dentro mientras avanzaba lo justo para evitar darle por error a Graham

Leonid, dejó por un momento sus intentos de consagrar su alma con el mundo disforme y optó por la opción mundana, la que le enseñó su tío, sacar el látigo y destrozar las espaldas de los esclavos de la mina. Echó hacia atrás el brazo derecho con parte de su cuerpo para coger más impulso y hacer que su látigo restallara sobre una de esas criaturas.

Los vox de mano de los tres chasquearon con estática cuando llegó una transmisión entrante — 3 cosas atacando. Piel transparente como papel de fumar. Venir pa´ca cagando leches — la voz de Naya iba acompañado de más disparos láser.

La mujer miró a Beatrix alzando una ceja, con una pregunta clara en el semblante. 

¿Vamos o no? 

Sólo con que la otra asintiera, la Hermana Mort abriría la puerta y encabezaría la marcha, con su espada sierra por delante.

Que Mort delegara en ella llenó a Beatrix de soberbia. Lo cierto era que no quería bajar pero, al mismo tiempo, sentía que no podía dejar pasar la ocasión de salvar el pellejo a alguno de esos idiotas. Al fin y al cabo, por mucho que su cognomen y su armadura dijeran que era una de los Adeptus Arbites, lo que en verdad era una conseguidora, una experta en convertir las desgracias en oportunidades. 

—Vamos —dijo en cuanto tomó una decisión—. Con cabeza, por favor. 

No habia tiempo para pensar. Una vez en medio del camino de aquel que buscaba llegar hasta Katherine y Lille, ya no hacia falta mas que eliminar la amenaza.

Coloque en posicion el escudo y con el arma activada, apunte y en cuanto vi un hueco, descargue mi maza sobre la criatura.

Con suerte podremos coger a uno vivo...

Aun asi eso no evito que mi arma cayera con toda la fuerza que mi brazo pudiera poner en ella.

Ante las palabras de la otra mujer, la Hermana Mort elevó una plegaria silenciosa al Emperador mientras abría la puerta y comenzaba a ir en dirección hacia sus compañeros, espada sierra en mano. Llevaba otras armas, evidencia de ello era el láser largo que llevaba colgando en la espalda, pero en pasillos estrechos y escaleras era casi mejor una buena espada sierra con la que acabar con el enemigo. 

Sus pasos rápidos pronto podrían dejar atrás a los otros dos si no se daban prisa en seguirla. 

Ahora que Naya estaba iluminando a esos enemigos Katherine posicionó su mira láser sobre uno de ellos y disparó un único disparo, sabiendo que la precisión que tendría ahora sería certera. Posicionada entre los mejores tiradores de su regimiento, hizo un disparo sin problemas al enemigo que ahora sí veía, dándole en la pierna izquierda.

Sin duda aquellos seres debían de confiar sobre todo en su aterradora presencia para capturar a sus víctimas, puesto que frente a un grupo decidido y entrenado como el suyo, estaban teniendo serias dificultades. Katherine y Naya dispararon sobre el enemigo trabado con Graham, causándole dos impactos más, aunque seguía en pie. El mazazo del propio Graham logró derribarlo por fin, pero no antes de que este tuviera oportunidad de asestarle también un golpe. En cualquier caso, aquél no volvió a moverse.

Quedaban los otros dos, uno de los cuales, aún envuelto en oscuridad, se lanzó también a por Graham, demasiado lento como para atizar al arbitrador. Telum se acercó al que seguía en el suelo, disparando una ráfaga de su pistola automática, pero el retroceso fue demasiado para el poco acostumbrado adepto, y las balas pasaron de largo al ser, que se puso en pie y volvió a acercarse a él. Leonid lo recibió con el restallido de su látigo, marcándole el torso con una fina pero dolorosa herida que pronto estuvo manando el líquido negro y aceitoso que habían visto antes en el edificio.

La transmisión de Naya provocó que terminaran de decidirse por bajar en ayuda de los demás. Dejaron atrás el habitáculo, recorriendo el interior del edificio desprovisto de vida, bajando piso a piso por las escaleras, pues no había energía para el ascensor y seguramente tampoco funcionara ya. Los disparos se seguían produciendo, en particular una ruidosa ráfaga de fuego automático de bajo calibre.

Sin luz que los alumbrara, apenas podían ver más allá del alcance de su brazo, por lo que el avance era lento. La única excepción parecía ser la hermana Mort, que disfrutaba de la ventaja que le otorgaban unas gafas de visión nocturna que se había puesto sobre los ojos.

Beatrix bajaba cada peldaño mentalizándose para lo que le esperaba abajo. No quería parecer nerviosa, pero aun así se aseguró un par de veces de que su escopeta estuviera preparada.

Vi los agujeros que el laer provocaba en quien estaba frente a mi y tal y como sentia sus garras atravesar la armadura y clavarse en mis carnes, mi maza bajo mandandole directamente al mismo averno del que hubiera salido.

La sangre mancho mi arma mientras  levantaba la vista para ver como uno mas venia a por mi.

Sin dudarlo me prepare para volver a golpear con toda la fuerza que el Dios-Emperador otorgara a mi brazo.

Leonid se sorprendió de que uno hubiera caido ya, algo le había dicho que eran bastante resistentes, por lo que, dejándose llevar por la sorpresa, erró estrepitosamente su latigazo contra la criatura que estaba trabado. Se castigó asi mismo por haberse permitido esa distracción y se centró en lo que debería.

Vantes-013 se quedó momentáneamente petrificado cuando Beatrix le recordó su anterior error, aquel agente tenía razón y el que ignorara aquel fallo le mortificaría el resto de sus días, acababa de quedar a kilómetros de distancia de la perfección a la que aspiraba. Aquello fue algo con lo que el tecnosacerdote no podía enfrentarse.

000000-Sagrado Omnissiah... perdoname...-000001

Comenzó entonces a tratar de encontrar una excusa lógica en su base de datos, en aquella extensa memoria que otrora le había ayudado, que ahora podría asistirle y aliviar el peso de conciencia. Cierto era que no tenía tanta experiencia como el resto de integrantes parecía poseer en lo que al trabajo de campo se refería, él era más de laboratorios, de analizar las pruebas y no ir a por ellas, de esos se encargaban otros. Aquel agente de la Inquisión le había metido en este fregado, sí, era su culpa, todo era culpa de los cachos de carne, no de él. Trato de convencerse a sí mismo de que no era culpa suya, de que aquella arbitres no tenía razón, pero no podía atentar contra la lógica, el tejido primordial de los hechos y las acciones, la sangre que recorría la realidad hasta el corazón mismo del Dios Máquina. No, aquello era culpa suya y echarle el muerto a otras personas no funcionaria, aunque lamentablemente tampoco solventaría ni mucho menos prevendría el ataque de paranoia que se avecinaba, ya casi se cernía sobre él.

Aquel repentino cambio gestó una mezcla explosiva entre la lógica casi mecanizada de su cerebro mejorado y sus sentimientos monitorizados. La maquinaria que se encargaba de prevenir los brotes quedo desactivada bajo un impulso subconsciente que hizo que su mente empeorara de su actual estado a otro brote de paranoia. Las alarmas sonaban dentro de su cabeza y la consciencia de Vantes se sumergió de nuevo en aquel lodo en el que se hundía de vez en cuando para dejar su carcasa en piloto automático.

010000-Tienes razón Beatrix, perdona sí...-011111

La disculpa automatizada quedo interrumpida cuando los receptores de sonido captaron los disparos desde aquellos huecos en los que hacía mucho que ya no tenía oídos. Las alarmas ante aquel suceso solo sumergieron más y más al pobre Vantes en su pasado ponzoñoso, en aquel pozo de brea que era su mente. Aquella noche tan oscura, la carencia de vida nocturna en las calles y ahora las muestras de violencia, aquello no era para el tecnosacerdote. Al menos, no en estos momentos.

010010-Disparos, disparos, disparos...-111110

La retalía de repetición que emergía de su voco-emisor carraspeaba al final de las eses, haciéndole parecer uno de aquellos servidores lobotomizados tan populares entre los suyos. Vantes-013 desenfundo su cañon de mano y recito una letanía en binario de mientras que seguía a sus compañeras fuera del apartamento, hacia las oscuras calles en las que una vez más, se estaba derramando sangre.