Partida Rol por web

Pelayo, que se había mordido la lengua al escuchar las palabras de Potencio ahora sonreía. Cierto es que pese a ser noble no le gustaba ser identificado como tal y menos para obtener un trato favorable al que, desde luego, Potencio no tenía derecho. Pero su fiel Damián se estaba comportando e indagaba acerca de ello con buena labia.

-Mi buen tabernero cualquier cosa que nos podáis decir será de ayuda y sé agradecer la amabilidad al igual que un buen vino-elogió la bebida intentando soltar la lengua del tabernero.

La mujer de don Ramiro era buena. Salió de este mismo pueblo, y cuando éste la vio, se enamoró, y ella de él, siendo ámbos muy jóvenes... -respondió el hombre, mas sólo en cuestiones de la mujer, nada de lo del señor-. A veces venía al pueblo a ver a su familia, que poca le queda aquí en Montepenares...

El hombre llenó los vasos que puso con la jarra que había sacado, pero lo hizo un poco a regañadientes (visible por su rostro), puesto que no quería decir nada del tal Brisco. Y vosotros aún no teníais ni idea de quien era ese tipo.

Viendo que no podíamos sacar nada más en claro del tabernero, intervine:

-Sería buena cosa dar la nota a don Ramiro, ya que ese Brisco es su familia et dice en ella que es fideputa. Algún resentido ha de haber en la familia por ese tal, que si es fideputa ha de ser bastardo, et los bastardos son siempre problema en las nobles familias; que quien no sale de noble coño no duerme tranquilo en noble cuna.

Tienes razón... en cuanto a lo de dar nota a Don Ramiro. Quizás él pueda aclarar un poco todo esto-afirmó el caballero,aunque no muy contento con la manera de hablar de sus compañeros que parecían auténticos rufianes, terminándose la copa de vino, tras lo cual limpiose el bigote.

¡NO!,  Ejem... quiero decir -interrumpió el tabernero-, creo que no es buena idea, señores, "irle con ésas" a don Ramiro. Brisco, que le dicen "el Joven", es el sobrino de don Ramiro... Es un hombre... -le costaba como contar estas cosas- entrado ya en años, aquí se le conoce bastante -se refería en la aldeíta de Montepenares-. Le cuentan muy holgazán y mujeriego, ya saben; pues suele pretender a las mozas del pueblo...

Y pareciera que la cosa se ponía más interesante.

Se dice por este pueblo que, El Joven, en los últimos tiempos, mientras el señor Ramiro se ausentó por los asuntos de guerras, estaba muy cerca de doña Luisa, la difunta esposa, mientras el esposo estaba fuera en sus menesteres... ¿Entienden lo que les quiero decir? Hasta esos rumores habrán llegado a sus oídos -los de don Ramiro-, mas no me gustaría a mí recordarme los pasajes con la mi esposa de "cuerpo presente"...- O casi. Por lo visto el tabernero no sabía aún que el cuerpo no había desaparecido del depóstivo, y era normal, aún era muy temprano y de mañana-. Brisco vive, al sureste, saliendo de Montepenares, en un pequeño palacio de campo...

El tabernero se sirvió una copa para él, como resignado.

PNJOTIZADO

¿"Mujeriego"? ¿Eso había dicho el hombre? Aquella semana no estaba teniendo yo más cosa en la cabeza que las mujeres, fruto de mi obsesión, y en estas lides a contracamino sorprendíame de nuevo con cuestiones de faldas... Y mi cabeza sólo pensaba en una cosa...

Pelayo le dio un pequeño pescozón a su escudero.

-Levanta el trasero muchacho que ya tenemos a donde ir. Muchas gracias por las indicaciones quizás será mejor hablar con Brisco directamente y evitar molestar a Don Ramiro que bastante tiene-dijo el caballero con una sonrisa tras su barba.

PNJOTIZADO

¿Qué hacemos entonces? -dije dándole un último sorbo de vino al vaso-. ¿Vamos a ver a ese Brisco o volvemos al castillo? -Sin duda si contaban del tal Brisco como mujeriego no eran sin duda porque las mozas de Montepenares debian ser como las de Vencemoza, y asi estaba yo, echando en falta algo...-.

Damián se rascaba el sitio donde su señor le había dado es pescozón bien merecido. - Lo... lo siento, mi señor.- Pidió disculpas ruborizándose. Entonces, recuperando la compostura, dejó el vaso sobre una de las botas que servían de mesa. Pensádoselo mejor, recuperó el vaso, lo apuró hasta la última gota y volvió a depositarlo en su sitio.- Digo yo que mejor ir a por el tal Brisco, como bien dice mi señor. Aunque todavía no sé bien qué le diremos.- Recordando algo que había dicho el tabernero, pero temeroso de volver a entrar en temas de índole de la carne, comentó mediante indirectas.- ¿Creéis que Brisco y la Señora de Don Ramiro...? Ya sabéis... Si tan mujeriego era y el del castillo se fue a guerrear tanto tiempo... Vale que era su tía, pero bien pudiera ser su tía política, sin vínculo de sangre, en ese caso, bien pudiera haber yacido "sobrino y tía" en el mismo lecho y hacer... bueno, lo que hacen un hombre y una mujer en... en... - Lentamente se dio cuenta que se estaba yendo por los cerros de Úbeda, así que, sonrojado, como siempre, se calló.

-Tú mandas, zagal -dije, con una sonrisa maliciosa; demasiados golpes se llevaba el pobre chico por nada-. Iremos a ver al tal Brisco si a vos os paresce adecuado -añadí, con sorna, pero no para reírme de él, sino con él-. Et todo eso que diziedes que pudo fazer et desfazer, que nos lo diga él mesmo.

Salisteis de allí, dando cuenta de lo que bebísteis con el dinero que os pidió el tabernero (3 dineros*). Por lo visto el tal Brisco era sobrino de don Ramiro y aquello no eran sino palabras mayores. La dirección era sureste, osea que habríais de internaros más profundamente en aquellos territorios murcianos infestados de castillos y vasallos del todo fieles y leales al gran Rey Sancho, el Bravo...

Salísteis de Montepenares y tomásteis una vereda principal, muy marcada por el paso de carretas, monturas y pasos. Aún recordábais la cita de aquel fragmento de papel: " ... preguntaos quien la mató... Mejor preguntádselo a Brisco, “el hideputa”. ¿Acaso aquel tipo tendría algo que ver? Por lo visto si, fuera o no el autor del... ¿asesinato? ¿No había acaso hablado el médico con el bueno de Jimeno? ¿No le había contado que los criados la encontraron muerta en su alcoba tras dejársele el corazón de mover? Era nítido pensar que algo no encajaba del todo de esa historia con claroscuros, y "para más inri" en medio la disputa política en la que territorialmente andábais imbuidos...

En éstos pensamientos anduvísteis un rato, algunos más y algunos menos, o tal vez en algunos otros, y no tardásteis ni diez minutos en vislumbrar una pequeño palacio en mitad del territorio, rodeado de buenos árboles. No era del todo una fortaleza, como la de su señor tío, pero el tal Brisco no vívía en cualesquier emplazamiento:

Con una casa como ésta no me extraña que sea mujeriego el susodicho. Las mozas siempre han mirado más por lo que un hombre guarda en su bolsillo que por lo que guarda bajo los calzones.

En fin que si ese Brisco se las tenía con la Señora, podía haber pasado allí cualquier cosa. Desde celos de uno y de otro hasta magia o algo peor...

El joven miró la casa de arriba a abajo y de abajo a arriba.- Pues si de dineros va la cosa, el Brisco no anda muy corto.- Algo había que no le acababa de gustar.- Oye Potencio, Tariq. ¿Cómo encontrasteis el dichoso papel? No sé. Hacer una acusación alegre como de asesinato al sobrino de un señor por una nota anónima encontrada en una tumba… nos va el cuello en ello…- Comentó. Aún así no pudo evitar poner la mano en el pomo de la espada, pues estar cerca de ese palacete sin duda alguna atraería miradas de guardias armados.

Pelayo torció el gesto al ver como Damián hablaba con el moro y el otro desarrapado. No eran hombres de bien y sus lenguas eran tan sucias como sus ropas y aquello no era lo que más le convenía al joven mozo. Por otro lado el muchacho parecía estar espabilando pues sus suspicacias hacia los demás eran mucho más agudas de lo que se esperaba de un muchacho de su edad. El caballero se alegraba de pensar que quizás parte de ese ingenio se lo había transmitido él mismo en sus andanzas y el muchacho se estaba convirtiendo en un zorro.

-Eso querría saber yo también... o quizás no...-dijo mirando a los dos hombres.

- ¿Una nota cualquiera? si casi nadie sabe leer y mucho menos escribir. Estaba allí en medio sin más. Es todo muy extraño, no digo llegar ahora, entrar y pasar a cuchillo al fulano, pero al menos tener unas palabras con él a ver qué pasa. Todo sea en aras de ayudar a nuestro hospitalario Señor.