Partida Rol por web

-Tanta cháchara non sirve de nada -dije, y entonces me acerqué a la puerta y golpeé con el puño varias veces-. Como es, anque adulterada, de noble sangre, sabrá el caballero entenderse con él. Et si se le muestra o non la dichosa nota, decididlo vos -le dije a don Pelayo.

Tanto hablar en vez de actuar me ponía enfermo, pues era señal de miedo, y no soportaba la cobardía. Además, aquel Brisco estaba bajo sospecha de haber robado una muerta, y por tanto tendría mucho más que temer el sospechoso que nosotros, los pesquisidores.

Tomando las riendas de una imperiosa iniciativa, "el Terrible" se adelantó mientras el resto discutía los pormenores que antes no habíanse discutido (cosa prudente, por supuesto). Sus nudillos golpearon la madera, bien cuidada, lisa y fina, la cual bien sería pagada de arrancada fuera e revendida; mas en los golpes de llamada, la puerta venció y abrióse: no estaba cerrada. Los resortes, hicieron mover a la misma hacia dentro y entonces Taric, primero, y luego el resto, vieron el interior de la modesta pero lujosa casa-palacio: aquello era un patio interior. Fue entonces cuando, permaneciendo segundos en silencios, el corazón y los sentidos os percibieron la soledad de la estancia, y probablemente de toda la casa. Nada más adentraros, vísteis más de cerca la bonita escena:

Una fuente en el centro presidía un jardín en torno a ella, con caminos de piedra para caminar y deleitarse mientras podía mirársela. El patio interior miraba al cielo, y en torno a él se disponía al resto de habitaciones que hubiera (pues veíais puertas a un lado y a otro). Lo cierto es que el tal Brisco, apodado como ya saben vuestedes por la anónima mano de algún o alguna tal, vivía hasta mejor que su señor tío, fuera en cuestiones de vivienda y lujo.

Pasé al interior, escamado por las soledades de aquel lugar solo digno de noble inquilino. Enseguida me abstraje de nuestro cometido y comencé a pensar en la posibilidad del robo, pues aunque abandonada, la mansión, con su fuente central manando agua, rezumaba vida, y por tal no era descabellado pensar que hubiera allí riquezas que afanar. Sonreí pensando en la posibilidad de que Tariq el Shadid pudiera volver a las andadas, comprar un barco y convertirse de nuevo en el azote de las costas murcianas. Y, perdido y abandonado a mi ensoñación, de nada más me supe apercibir.

- Vaya, vaya... es tal y como parecía desde fuera. Una señora casa, sí señor- intentó adoptar una postura y una expresión solemne como si realmente estuviese sintiendo la paz o la quietud del lugar, la espiritualidad del rinconcito con la fuente y demás, pero en seguida desistió. Era un gañán y no sabía apreciar ese tipo de cosas.

Embobado se quedó Damián, pues sabedor ahora que el Brisco era versado en artes amatorias, bien podía imaginárselo paseando con la mujer a conquistar por estos jardines, mientras la embelesaba con dulces palabras. Aunque si tanto dinero tenía, no le faltarían amantes.

-¿Por que no nos atiende nadie?-inquirió el caballero sorprendido que en un lugar tan notable no hubiese al menos un sirviente que los recibiese.

Damián quedose embobado, inútil, ¡estéril! (referente a sus sentidos, no los instintos...), pues pareciera que viera belleza en aquel jardín desmesurada, y no pudiera hacer otra cosa para despegarse de la situación que seguir como abstraído, como un bobalicón, como un niño que era... Ni el el caballero de Arbás ni el árabe vieron nada extraño, y menos oyeron ruido alguno. Sin embargo, algo le hacía tintineo en las pupilas del ladronzuelo, que fijábase bien por todas partes...

Miraste todo: el caminito empedrado, el jardín, la bella fuente con ciertos ornamientos; los postes, fachadas, asientos de exterior... ¡nada! Sin embargo, una de las numerosas puertas laterales que daban al patio no estaba cerrada del todo, sino que estaba abierta en una rendija. Justo en el momento de fijarte en ella, viste a través del fino hueco cómo una silueta avanzaba tras la puerta. No era acecho ninguno, sino que era alguien caminando por allí, tras la entrada aquella. No daba al interior de la vivienda, ni a ningún otro zaguán, ni a ningún sótano o habitación anexa: daba a una cuadra. Allí había alguien...

Damián observó algo. No podía decir qué todavía, pero intuía que algo no iba bien. Lentamente se acercó al objeto y lo miró con detenimiento, entrecerrando los ojos e intentando hacer memoria, pues hacía ya tiempo que no veía algo de semejantes características. Finalmente, y con la duda en la cabeza, no pudo más que girarse al resto para informarles del hallazgo.- Oye, esto…eh… ¿esto no son gladiolos?- Preguntó señalando la flor que tenía ante sus narices.

Levantó la mano para que el mocoso se callase

- ¡shhh! - dijo en voz baja -allí detrás de esa puerta he visto a alguien. Venid... -se acercó a la puerta y dio un par de toquecitos a la misma -¡Buen día! ¿se puede?

Mis sueños de gloria se esfumaron en un momento y, como era habitual en situaciones de peligro, disimuladamente saqué mis dos cuchillos y me acerqué por un ángulo donde quienquiera que estuviese al otro lado de la puerta no me pudiera ver. Luego puse mi espalda contra la pared, al lado de la puerta, preparado para sorprender al tipo si nos atacaba.

No sabían sus compañeros si de sarcasmo puro estaba henchido Potencio, pero como si pidiera permiso en una alcoba antes de entrar éste se metio por una de las puertas, la que daba a la cuadra del palacio. Y los ojos de los que allí adentrábanse quisieron ver algo de sorpresa; mas no eran ladrones entrando a birlar, ni era el "hermanísimo" de don Ramiro, ni siquiera ninguna criatura tal y como la de Vencemoza... era una chica como subiéndo a un caballo que allí había (daba saltitos con un pie metido en el estribo de la silla de la montura, uno tras otros, porque no era capaz de alzarse ante el buen y grande ejemplar).

Cuando os vio entrar, giró su cabeza, y su pie quedó apoyado en el estribo, y se sorprendió de ver a los cuatro allí plantados que, tras un sobresalto, cayóse para atrás; mas su pie quedó enganchado en el propio estribo y se lleno la espalda y el pelo de paja y barro que había en el suelo.

La mujer, con aire de campesina o a lo sumo villana, tenía pelo negro, piel dorada y labios gruesos, por no hablar de las piernas (las enaguas se le había bajados un poco por la caída) y las dos protuberancias que le asomaban en el pecho al quedar tendida y con el pie encajado en el estribo... Iba como con una especie de capa por encima, como aquellas usadas para el viaje, y el caballo parecía listo para salir.

¿¡Eh...!? -la mujer sorprendióse, mientras intentaba quitar el pie del estribo de la silla a toda prisa, pues al parecer, tenía visita-. Además, no sólo era atractiva sino tremendamente hermosa.

- ¡No estaréis intentando robar ese hermoso caballo al Señor! ¿Verdad? no me gustaría tener que dar parte al Alguacil Mayor, si es que hay alguno por aquí. ¿Podemos saber quién sóis vos y qué os trae por aquí?

Damián cambió su visión de los gladiolos por los turgentes pechos de la damisela caída en el suelo. Levantando la vista al cielo suplicando paciencia al altísimo, el joven lentamente se adelantó a sus compañeros, clavando la mirada a Potencio.- Está clarísimo que una mujer tan bella no tendría tales intenciones ¿verdad?.- Finaliza Damián a la vez que se acerca a la dama que está en el suelo y le tiende amablemente la mano para ayudarla a levantarse.

-Buen día señora, soy Pelayo caballero de la orden de Calatrava. Veníamos buscando al sobrino de Don Ramiro para conocerlo. Si me permite saber su nombre...-dijo el caballero cortesmente intentando no abochornarse con las palabras de sus maleducados acompañantes.

Aprovechando la distracción, escabullime y busqué una entrada alternativa al interior de la mansión. Me habría encantado quedarme allí a sobar un poco a la moza con la excusa de ayudarla a levantarse, pero no quería irme de aquel exquisito lugar sin darme un premio por los servicios prestados a don Ramiro.

Alguno me ha pedido un mapa de la casa. Aquí está.