Partida Rol por web

Aquello era ya el colmo. Desde que habían comenzado el viaje por tierras murcianas se habían cruzado con algunos engendros, pero lo de ese día sobrepasaba con creces todo lo que habían vivido. Volvió a preguntarse si no estaría soñando, en una de esas veces que se sospecha pero que no hay manera de despertar. Pero el fin no llegaba y la serpiente estaba dispuesta a merendárselos. Quizás la muerte le devolviera al mundo de la vigilia, pero incluso en sueños, si es que este era uno, no podía rendirse, tenía que luchar, abrirse camino en un mundo de muerte para conservar la vida.

Al grito de Jimeno, salísteis rápidamente de la ermita, cuyo tejado a dos aguas estaba siendo aplastado por el vientre de aquella enormísima serpiente, fruto sin duda de los avernos del mundo o más allá, ¡Santa Virgen! ¿Qué era aquello que había barrido a cinco de los soldados que os perseguían? Justo antes de que fuérais aplastados, el último centímetro de vuestra bota y pelo salió fuera, y la pequeña ermita se derrumbó del tremendo peso, formando un estruendo importante y levantando considerable polvareda... Acto seguido, haciendo aspavientos con las manos, tanto vosotros como los soldados se quedaron boquiabiertos contemplando aquella criatura que, en mitad de la Murcia aún castellana, parecía campar a sus anchas...

Mirásteis hacia arriba, y una larga lengua asomaba entre las fauces acompañada de dos hileras de dientes y dos colmillos que no parecian sino dos lanzas de más de vara...

¡¡A las armas!! -gritó uno de los soldados, el más decidido-. La serpiente hacía el rugido parecido al de cualquier gato, como provocando a sus nuevos adversarios...

Los ojos ámbar de aquel repti, amarillentos y oscuros, no pestañeaban, sino que focalizaban su presa, que erais... ¡todos! Su postura rígida, denotaba que iba a lanzarse contra cualesquiera de vosotros. Sus escapan parecían como moverse al compás de su largo y grueso cuerpo. Diez varas, sino más, distaba su cabeza del suelo en el que pisábais.

Iniciativas:

Tariq: 30
Potencio: 25
Soldado 5: 25
Soldado 4: 24
Soldado 3: 24
Soldado 2: 19
Damián: 19
Soldado 1: 19
Pelayo: 16
Reptil: 16

El reptil ataca a S4, envolviendo con su cuerpo al tipo.

El caballero calatravo se lanzó corriendo, espada en ristre, contra la criatura al grito de "¡PorSan Jorge!"...

Tariq echó mano de uno de sus cuchillos y lo lanzó a la enorme sierpe.

Aunque sus ojos no daban crédito a lo que veían, sus manos no dudaron en dirigir su filo hacia aquella bestia, como su mentor.

El truhán se lanzó con el cuchillo por delante

- ¡Su puta madre!

pero la primera de las cuchilladas...

Soldado1: Ataque y ataque
Soldado2: Carga
Soldado3: Ataque preciso a la cabeza y esquiva
Soldado4: Ataque y esquiva
Soldado5: Ataque recio

Resumen turno 1:

Tariq no se lo pensó, y como buen lanzador tomó su cuchillo y lo lanzó sin dilación alguna. La corta distancia* y lo grande de su adversario no hicieron que el filo se clavara sino en su vientre**. Aquel ente gimió de dolor como el mismo demonio, y el cuchillo clavado. Un lanzamiento completamente perfecto:

Daño (crítico): 12 (-1 punto de protección por Escamas): 11 PD.

Aquella bestia se tambaleaba, agitando desesperadamente su cuerpo para intentar desquitarse aquel filo penetrado en ella. Pero quedó bien engarzado entre las escamas, y nada pudo hacer. Tras ello, Potencio quiso hacer lo mismo, pero a base de cuchilladas. Sin embargo, el filo en su mano silbó fuertemente, más su pié trastabilló con una de las piedras de la rocosa cima, y su cuerpo cayo de bruces justo delante del vientre de la bestia... Nada más pudo hacer***

Luego de aquesto, el soldado 5 agarró con fuerza su espada. La punta teníala en el suelo, como si se estuviera preparando para un mandoblazo impoluto. Sin embargo, antes de actuar****, el resto de mesnada se le adelantó; por ende, el soldado cuatro logró darle un embite que poco iba a olvidar la bestia inmunda: una refriega a base de acero en el vientre:

Daño: 8 (-1 por Escamas): 7 puntos de Daño.

El siguiente de los soldados (3) se lanzó con pericia contra la cabeza de la serpiente, en uno de los lances en que la agachó. El enorme reptil recibió en su frente en tremendo tajazo:

Daño: 9 (/2 por A. Preciso, x2 en Cabeza) (-1 por escamas): 8 puntos de daño.

Luego d'ello, el soldado3 hízose a la carrera con la espada en alto, mientras sus compañeros atacaban. Embistió con carga también en el vientre. El acero viajó de arriba a abajo, y el tipo abrió en canal al terrible monstruo, haciéndole sacar los líquidos de su nauseabundo cuerpo y expulsándolos a presión...:

Daño: 12 (x1.5 de Carga) (-1 por escamas): 17 PD

...
...
...

Tripas, órganas y viscosidades negras, blancas y amarillentas, aparte de sangre muy oscura, se derramaron entonces, justo delante de la ermita ahora destruida, sus ruinas. El soldado que habíale dado muerte quedóse exhausto, soltó su espada y se arrodillo, fruto del cansancio y la fuerza empleada...

¡¡¡AGGHHHHH!!! -El enorme ser se dejó caer, con el vientre desparramado, en la cima de la colina rocosa. Golpeó la tierra y el lugar tembló unos instante, levantando una pequeña polvareda y haciendo caer cántos hacia abajo, rodando a raudales. Allí yacía con la boca abierta, el terrible ser. Ahora Tariq podía recuperar perfectamente su cuchillo... Las escamas de la bestia, ahora muerta, brillaban relucientes bajo el caluroso sol murciano.

Respiró aliviado el joven Damián cuando vio fenecer al fin a aquella enorme sierpe, gracias a la ayuda de los soldados de los que hacía poco huyera. Sin embargo, ahora que el peligro había pasado (en parte, al menos), lo más seguro era que debieran rendir cuentas ante los hombres del noble que seguro estaban buscándoles.

En vez de salir de allí huyendo, que es lo que cualquiera que tuviera algo de aprecio a su vida haría (porque seguro que aquel ahora manco Señor querría cobrarse su venganza con ellos), esperó en silencio mientras recuperaba el ritmo normal de la respiración y entre tanto reaccionaban tanto los soldados como su Señor y el resto de sus compañeros.

Se puso con dificultad de pie, tenía tierra y gravilla metida en la boca y el terciado quedaba a un lado. Se agachó y recogió el cuchillo mientras refunfuñaba algo ininteligible. Colocándose el cuchillo al cinto miró a la bestia y escupió la tierra al suelo.

- ¿habíais visto alguna vez algo así? ¿ de dónde ha podido salir? ¿es...mágica?

Tariq no guardó el cuchillo, a la espera de la reacción de los soldados. Los miró con el mismo recelo con el que debían ellos mirar a un moro en una zona fronteriza como aquella. La serpiente gigante les había hecho aliados en la batalla, pero una vez muerta esta, las cosas eran distintas, y tanto él como sus compañeros eran extraños en su tierra.

El caballero se giró sin perder tiempo con un ojo puesto en la bestia y otro en los yerros de los soldados. Pese a lo sangriento dle momento no parecía que la violencia hubiera terminado pese a todo.

¡Jamas vi cosa tal!-respondió a Potencio cuando le escuchó-. Damian, no te alejes de mi...-le avisó al muchacho esperando ver que ocurría.

Los soldados que os habían perseguido hasta lo alto de la colina rocosa, una vez muerta la tremenda serpiente ya yaciente, repararon en vosotros. Cinco de ellos, como ya dijimos, quedaron barridos por la criatura, mas los otros cinco levantaron sus espadas, dispuestos a deteneros por la fechoría de abajo (pues habían encontrado al señor de Calemón con las manos cercenadas...)

¡Ni un movimiento! -dijo uno mirando al escudero Damián-. ¡Soltad vuestras armas y no sufriréis la misma suerte que esa cosa! ¡Gran desagravio habéis hecho con suma felonía! ¡Tirad las armas, he dicho!

Los soldados parecían dispuestos a todo, como si el acabar con vosotros allí mismo fuera cosa cualquiera.

Damián se acercó a su señor don Pelayo, pero se detuvo a medio camino ante las palabras de los soldados. Tal como temía, no tardaron en volverse contra ellos y clamar justicia por su Señor. Veíase ya con medio pie en la tumba si acompañaban a aquellos hombres, pues estaba bien seguro de que la soberbia y la sed de venganza de su señor le cegaría en la impartición de justicia y pediría, como mínimo, sus manos a cambio del desagravio. Sin embargo, antes de lanzar al suelo su espada o echar a correr como quien ha visto al mismo Diablo (que, bien pensado, casi podría decirse que lo vio aquel día, entre la infernal sierpe y aquello que parecía un ángel), quieto como una estatua de mármol, dirigió su mirada a Pelayo, como suplicando una reacción lo antes posible.

Contrariamente a la orden del soldado, Tariq desenfundó el otro cuchillo mirándolo desafiante.

-¿De verdad queredes que tire mis armas, soldadito? -dijo, casi susurró, con una voz ronca.

Después de lo vivido aquel día, Tariq se creía tocado por una suerte de gracia divina, lo cual potenciaba su faceta arrogante, ya de por sí natural en él.

El moro de los cojones, por su culpa nos van a cortar el gaznate. ¿Pero es que no ha tenido suficiente combate por hoy?

En fin, que qué se le iba a hacer, no iba a dejar al moro solo, así que aprestó también su terciado y dijo - de tirar las armas nada malandrín... tiradlas vosotros. ¿De verdad no habéis tenido suficiente por hoy? ¿queréis más yerro aún?

Mientras lo soldados os miraban con cara de pocos amigos y al tiempo que le proferíais a éstos comentarios para no haceros desmerecer, algo interrumpió la escena, donde también yacía aquella sierpe... De no haber sido por este nuevo evento sólo Dios sabe qué hubiera acontecido al grupo de Jimeno de Arguilla y los soldados de Fadrique de Calemón. El primero de todos en darse cuenta fue el monje Agustino, que se hallaba, ya casi olvidado por todos, tras una gran roca, y que se dejó ver al aupare y mirar por la cuesta por la que tanto vosotros como vuestros perseguidores habíais tomado hasta esta altura.

Alguien viene... al galope -acertó a decir-.

Efectivamente, pezuñas de caballo comenzaron a oirse por la vereda que subía, a un trote suave al principio y luego más aprisa, mientras que unos y otros estábais enzarzados con las armas casi en alto y a punto de derramaros la sangre unos a otros... La cabellera de un hombre asomó, luego sus hombros y finalmente todo su cuerpo, a lomos de una montura marrón oscura...