Partida Rol por web

Chenaro vio con resignacion como el alborotado pueblo partia en medio de la noche en busca de la sombra con capa sin ningun control ni dirección, sin duda se notaba la falta de mando en aquel pueblo.

Debemos parar a esa gente antes de que se sobrepasen como bien dice Bras , debemos interrogar al desconocido para saber de verdad que hay detras de esto-secunda el caballero tras ver como el pueblo euforico se va en busca de lo que parece vengaza-Si lo ajustician  podriamos perder cualquier pista valiosa.

- Estoy de acuerdo -contestó a Chenaro un poco asombrada al ver la reacción de las gentes. No tenían ni idea de quién era el malhechor. "Una capa parda" ni que no hubiera gente por los caminos con una capa parda. Aquello era una locura- ¡Pero si no saben ni quién es!

Moraima hizo tentativa de salir de la Iglesia y dar un grito a los aldeanos, pero la realidad es que entre la euforia y el hecho de que ella fuera una mujer y pagana, no creía que le hicieran mucho caso.

Miró a sus compañeros con apuro, la verdad es que aquello escapaba de sus manos, pero como no lo parasen, aquellos pueblerinos guiados por la ira iban a apalear al primer viajante que apareciera por el camino. Dio un paso de nuevo hacia la puerta, pero sin atreverse a salir.

- ¿Qué hacemos? -dijo un poco apurada a sus compañeros.

El padre Simeón se santiguaba, andando de un lado para otro ante la descabellada idea de los aldeanos de aquella idea. ¡Valgame Dios! -exclamaba-. ¿Y ahora qué? -se preguntaba-.  Y entonces algunos de vosotros os ofrecísteis a encontrar a aquel tipo de escasísima descripción, a quien, al menos, Bras y Moraima habían divisado un rato antes, pero no habían llegado a atisbar siquiera su rostro.

No se preocupe, padre, yo quedaré con vos. Estaremos aquí alerta, en la iglesia, y si no os importa, la mula y el caballo las resguardaremos en el zaguán del templo -añadió Jimeno, como requerimiento-. Asi, si ocurre algo, haremos tocar la campana para avisar a los desperdigados... Después vuestro pagador os habló algo más retirado, en grupo. Tened cuidado... al mínimo peligro tratad de regresar, la noche confunde las formas, y es sabido por todos. Prefiero que no os pase nada a vosotros que a cualquiera de los que viven aquí, pues a razones no se han avenido... -dijo finalmente-.

Y tal que así, que con palabras de cuidado y alerta también por parte del padre Simeón partísteis hacia la dirección en que Bras y Moraima habían visto huir al tipo (yendo hacia el noreste del pueblo, una vez el monte de las ruinas hubiera quedado atrás). Ni un alma se oía en Vencemoza, pues todos los vecinos se habían esfumado ya: eso sí, a lo lo lejos pequeños puntitos incandescentes de antorchas o candiles avanzaban lentamente por la seca espesura de baja altura.

* * *

Tras unos quince minutos caminando por la estepa árida y baja (Simeón os había entregado candiles y cirios para poder marchar bajo las estrellas) escuchásteis un rumo no muy lejano. Parecían sonidos de pisadas, pero no veíais cerca ningún tipo de iluminación. La única vegetación aparte del matorral eran árboles aquí y allá, encinas diseminadas un par o tres decenas de varas de unas a otras. Pero la oscuridad era un malicioso enemigo, si cabe. En poco más de unos segundos, notásteis que las pisadas no eran sino muy rápidas, y que no podían ser causadas por ninguno de los aldeanos (o cualesquier otra persona). Enseguida se aproximaron cuatro lobos desde la oscuridad de un claro próximo. Sus intenciones no parecían ser muy inocentes, y tal vez anduvieran hambrientos, pues no era común que una pequeña manada atacara a grupos grandes. ¡Pero así fue! Ahora érais su presa.

—Vive Dios que aquestos lupinos poco normales son— musitó Bras viéndolos acercase con aquel donaire, con números que no iban a su favor. Apenas pudo fijarse en si estaban en los huesos pues la luz de los candiles era escasa, más tomó nota de comprobarlo si lograba dar matarile a alguna de aquellas bestias

Tensó entonces el arco y en cuanto vió que uno se le acercaba decidido a propinarle severa dentellada soltó la flecha y volvió a repetir su acción para asegurarse de dejarlo seco ahí mismo.

Chenaro vio a la bestias acercarse y rodearlo , pero no se asusto ni le temblo el pulso a la hora de empuñar su espada para un caballero como el aquello no deberia ser un problema

malditas bestias  alejaos de nosotros o os despellejare - les dice enarbolando la espada intentando golpear a todos los lobos que se le han acercado

Cándido se sobresaltó al ver aquellos animales salvajes - que ilusos hemos sido... salir de noche por zonas que desconocemos, pero bueno... menos mal que tenemos un cazador y un escudero con nosotros - pensaba para sí mismo mientras intentaba escabullirse poco a poco hacia atrás. No tenía armas con las que defenderse y tampoco quería malherir a aquellas pobres criaturas que solamente buscarían comida, aunque parecía que la intención de arrebatarles la vida se palpaba en el aire. Buscó una rama lo suficientemente tosca como para poder hacer una roma antorcha.

- Solo necesitamos ahuyentarlos, el fuego los asustará - dijo al grupo - espero... seguramente nos hayamos colado en su territorio sin querer y estas pobres criaturas de dios solo están defendiendo su lugar, o buscan algo de comer. Si hemos de quitarles la vida, que así sea, pero si podemos ahuyentarlas Dios lo verá y nos recomensará por nuestra buena acción.

La intención de Cándido era hacer una antorcha con la que asustar a aquellas bestias. - Necesito una rama... ¿a ver donde hay una?, rasgaré un trozo de la manga del hábito para la cabeza y luego la prenderé con el aceite de uno de los candelabros que nos han prestado en el pueblo. - pensó mientras se ponía manos a la obra.

Moraima, asustada, dio un paso atrás, buscando con su espalda el resguardo de un árbol. Buscó con la mirada una rama grande con la que poder defenderse en el caso de que alguno de los lobos se acercara.

Se giró hacia el padre Cándido "¿Ahuyentarlos?" aquellas pobres fieras parecían demasiado famélicas. No debían haberse separado de los aldeanos, pero ahora era demasiado tarde para lamentarse. Así que simplemente esperó apoyada contra el árbol y con la rama aferrada entre sus manos para intentar golpear a las fieras en caso de que alguna se acercara. Repasó mentalmente lo que tenía para poder curarles cuando acabara aquella refriega. Poner sus cosas en orden la ayudaba a mantener la calma, al menos así evitaría ponerse a gritar o salir corriendo, cosa sabía que solo atraería a aquellas fieras.

Pero entonces las palabras de Cándido calaron en ella, "¡Fuego! ¡Bendito fuera! ¡El padre tenía razón!" Arrancó una manga de su vestido y empezó a envolver la rama que había encontrado. ¿Quién llevaba el candelabro? Echó un vistazo al grupo.

-¡Ay que se nos escabechan y almuerzan padre! ¡No es tiempo para humanidades con estos alimañosos!

Elvira, sierva honrada de pueblo, no veia a que tantas cuitas con los lobos.

Turno 1:

Bras fue el primero en actuar. Sin dilación alguna tensó una felcha y después la disparó, a pesar de la poca visibilidad de la noche*, contra el primero de los lobos (L1)**. Un crujido se oyó en la noche, y todos vísteis que el cazador había colocado un disparo certero en la cabeza del animal. La flecha había entrado por la boca del mismo y sobresalía por su cráneo en la parte superior, matándolo al instante:

Daño: 10 (sin protección) (x2 en cabeza): 20 puntos.

El animal no dijo nada, sino que su cuerpo cayó fulminado e inerte en el suelo polvoriento del claro. En ese instante, el caballero Chenaro, viéndose acorralado por dos de los canes salavajes*** trató hacer un barrido con su espada, que se vio incapacitado en su éxito, dadas las circunstancias, y acabó cortando el aire...

Acto seguido, ambos lobos (L2 y L3) contraatacaron, mordiendo al caballero de Castellot, pero sólo uno de ellos logró hendirle los dientes en la pierna. Suerte que llevaba sobre sí la coracina, y la dentellada no atravesó el metal ni llegó a la carne:

Daño: 1 (-5 por coracina)(/2 por pierna): sin daño.

Por otro lado, otro de los animales salvajes se fue contra Bras, y tras saltar sobre él no logró alcanzarle, por suerte. Entonces Elvira se fue contra otro de los lobos, y trató de golpearle con sus propias manos, lo cual parecía en realidad digno de admirar (tal vez por lo osado o por lo sorprendente). Sin embargo su puñetazo erró en mitad de la noche, al igual que su intento de aturdir a cualquiera de los cánidos****.

Por último, tanto Chenaro como Moraima trataron de hacerse a un lado*****, y cada uno intentó prender unas ramas que habían tomado con trapos cercanos, para hacer una improvisada antorcha cada uno. Suerte que Simeón os entregó a cada uno un candil, cirio o velita, y ello podría ser la diferencia entre llevarlo a cabo o no. Sin embargo, parece que la suerte no estaba del lado de la curandera y el clérigo, pues aunque estuvieron prendiendo las telas y las ramas, ninguna antorcha pudieron avivar...

El combate se sucedía, y los lobos, pese a contar con uno menos, no parecían amedrentarse.

La dentellada de la mala bestia le pasó muy cerca, aprovechó el cazador que tenía al lupino a escasos palmos que no dudó en apuntar y soltar la flecha.