Partida Rol por web

Había pasado el medio día cuando llegasteis a las puertas de San Miguel de Aralar. Después de un largo camino, después de dormir al raso soportando el frío de la sierra y después de la breve lucha de aquella mañana las, apenas, cuatro casuchas de San Miguel parecen un buen lugar donde descansar un rato y comer un poco de liebre y saborear un tinto antes de buscar a las brujas.

Las dos prostitutas se separan de vosotros y os dan las gracias una vez mas. Después se dirigen a la posada que hay en la placita del pueblo.

Mis señores -dijo a sus compañeros-. No estaría de mal que nuestro cuerpo no se acostumbrara demasiado a dormir sólo en el campo y en la pradera, que es menester dormir bajo techo y sobre pluma, o al menos sobre paja, para blandir bien las espadas como hoy lo hemos hecho.

Se fijó en las prostitutas y su camino, y, aún agarrándose el cinturón, señaló con una mano a la taberna donde iban.

Por ello propongo comer bien en ese sitio, o al menos lo que tengan y dormir dentro si tienen alcobas. Además... cada vez vamos acercándonos más... y cada vez más habrá rumores y saberes acerca de las brujas que podamos conocer... ¿qué os parece?

Asiente Artal a las palabras de su camarada, y se echa a la espalda de nuevo sus bártulos, ahora que las prostitutas ya se alejan con su carro. Tantea instintivamente bajo sus ropas el paquete con el libro, pensando en que ya están bien próximos a cumplir los designios de su amigo el Alquimista, consultando por fin con las misteriosas brujas.

- Debemos preguntar discretamente por las tales Birutia, Indarr y Sorguiñak, no sea que nos metamos en algún lío por andar en tratos con ellas. No sabemos lo famosas o infames que son aquí estas tres... señoras.

La posada, que por cierto ni siquiera tiene nombre pues es la única que hay en San Miguel de Ararlar, es una casa de madera que tiene dos pisos. Pese a que parece grande por fuera, lo es solo a lo alto pues dentro el espacio es mas bien escaso. Nada mas entrar hay cuatro mesas con sus taburetes de madera y al otro lado una alargada tabla. Al otro lado de la tabla hay un tabernero de bigote hirsuto limpiando un pichel de latón. Se pueden ver tras el un par de barricas de vino, al menos sabéis que eso no falta. Mira con desconfianza a las dos prostitutas, que se han sentado al rededor de una de las mesas. En el lado derecho de la sala hay una cabeza de jabalí y bajo esta empiezan las escaleras que suben al piso de arriba.

La posada está ahora medio vacía, además de las prostitutas solo hay tres hombres mas sentados en una mesa que miran a los recién llegados, y mas aun a las recién llegadas. Parecen leñadores o artesanos, aunque por el tamaño de sus brazos parecen mas lo primero que lo segundo.

Se secó el sudor con la manga y recogió el saco con sus cosas antes de despedirse con un gesto seco de las dos mujeres. La visión de la taberna consiguió elevarle el ánimo.

- Buena idea. Unos buenos tragos de vino no vendrán nada mal y si encontramos un camastro donde dormir calientes mis huesos lo agradecerán. De paso agucemos el oído y seamos precavidos con lo que hablamos de esas brujas.

Cuatro parroquianos y las dos prostitutas son los únicos que se encuentran dentro. Mirando a su alrededor con recelo, Alvar se dirigió al posadero.

- Necesitaremos alojamiento para esta noche si dispone de sitio libre para dormir. Pero para empezar una buena jarra de vino y algo para que mis amigos y yo podamos comer nos vendría muy bien. -Dijo apoyando las dos manos en la tabla que le separaba del posadero.

El hombre se fijó en godesteo y sonrió. Respondió rápidamente casi sin mirar a Alvar, dejando el pichel sobre la tabla.

-Por supuesto mi señor, tendréis las habitaciones que necesitéis. En el piso de arriba tengo tres, estas dos...-se mantuvo un segundo en silencio, tratando de decidir como llamarlas- "mujeres" iban a pasar la noche también en una de ellas pero les cederé a vuesas mercedes todas las habitaciones para que estén mas cómodos. Decidme lo que necesiteis y haré lo posible por ofrecéroslo si está en mi mano.

Notasteis como a la mujer le cambiaba la cara pero cuando estuvo a punto de alzar la voz contra el posadero su hija la cogió del brazo y la hizo callar con una mirada. Al fin y al cabo lo último que querían eran problemas y por dormir en las cuadras no les pasaría nada.

Apoyando la idea de ir a visitar la posada y recargar energías, se encamina animado con la idea de poder dormir sobre una cama algo decente.Una vez allí, deja en el suelo sus bártulos, desperezando su cuerpo.Echa un vistazo rápido a la posada, observando a la mujeres, saludándoles amablemente desde la lejanía.

Mientras su amigo hablaba con el posadero, este revisaba todas sus pertenencias, cerciorándose de que todo estaba en orden y no le faltaba nada.Revisa su oro, percatándose como le miraba el tabernero.Sincéramente, prefería darle su oro a aquellas pobres señoritas, pero tal cual estaba su cuerpo en esos momentos, necesitaba un cómodo lugar para dormir y recuperar su forma por completo, pues aún sentía de vez en cuando algún escalofrío por la fría noche vivida, tosiendo también alguna que otra vez.

En esos momentos se debía en seguir su código de caballero, o vigilar que la gesta era cumplida debidamente, pues si no lograba descansar no podría hacer frente a los posibles peligros que se encontrarán durante en el camino.No obstante, podría dejar dormir a las mozas con él o con alguno de sus compañeros, sin embargo no se fiaba del criterio de dos señoritas que acababa de conocer, pues quizás también se dedicaran al hurto, y lo último que deseaba es que desaparecieran todas sus pertenencias y las de sus amigos.

Miré a mis compañeros mientras me acercaba a la barra y hablaba al posadero.

De momento sírvanos lo que el señor le ha pedido -dijo refiriéndose a Álvar- que luego en cuanto hablemos con más cautela le diremos lo que necesitamos para pasar la noche en esta su posada, gracias.

Fadrique pensó que era mejor decidir previamente con sus compañeros cómo pasaría la noche. Sin duda alguna éste soldado era siervo de Dios y por supuesto de su familia, incluída su esposa. No sería menester para la misión y los ojos del Altísimo retozar con unas mujerzuelas (ni siquiera dormir con ellas) y mucho menos para el compromiso que guardaba con su mujer. Fadrique se acercó a sus compañeros como en corro, mientras el posadero hacía su trabajo, y les comentó.

Señores, no pienso dormir con éstas damas -dijo refiriéndose a las prostitutas. Sin duda que nos deben un favor que no queremos tener de vuelta como buenos caballero que somos y tal y como voluntad es nuestro acto, pero no me fio de "dos de la calle" con la cuestión que tenemos entre manos... concretamente con aquello que Artal lleva en sus alforjas de cintura... Por mi que duerman en una habitación, aparte, pero no con ninguno de nosotros, ¿os parece bien?

- Si le hiciera caso a este cuerpo que pide hembra, bien que yacería yo con las dos si hiciera falta... -dijo el aragonés- pero no es momento, no. Ya habrá tiempo de darle gusto al cuerpo con buen vino y alegres mujeres cuando veamos cumplida nuestra tarea.

Y dicho esto, se dispuso a perparar los pertrechos para acomodarse en la habitación que le posadero les idicara.

Haciendo el corro con sus amigos, se prestaba animado a escuchar las palabras de estos, y sus sabias y seguro útiles propuestas.

-Veo que aún no perdisteis vuestros lúcidos pensamientos, querido Fradrique- como pensaba, no era el único que tenía la idea de ver desaparecer sus pertenencias por una máno callejera aunque fuera amiga.

-Teneis razón Artal, momento no es de mojar el cimbel.Opto por la idea de Fadrique, dormir en una habitación todos a pesar que apretados estaremos, bien caliente dormiremos y más cómodamente yaceremos que durmiendo bajo el abrazo de la madre noche- dejó clara su opinión, pues sin duda pensaba que era la más adecuada, pues tampoco veía justo que las señoritas tuvieran que dormir en un pajar.

- Por mi parte estoy de acuerdo, antes el deber que el placer. -Miró de reojo a las dos mujeres todavía receloso de ellas.- Llegado el momento y una vez terminado nuestro encargo que cada cual haga lo que más le plazca. No me gustaría despertar de una borrachera para descubrir que el libro ya no se haya donde debiera. Mujeres y vino seguirán esperándome cuando hayamos entregado el dichoso libro.

Deshizo el corro para volver a acodarse en la barra.

Esperando aún que les sirvieran y tras haber acordado el cómo dormir durante esa noche, Fadrique comenzó a mirar de reojo a los tipos de la otra mesa. También al tabernero, una y otra vez. Luego volvió a dirigirse hacia sus compañeros.

No estaría demás comenzar a preguntar por las brujas que buscamos, ya sea a este tabernero o a esos tipos de allí -dijo inclinando la cabeza en la dirección donde estaban sentados-; y mejor ahora y en presencia de unos vinos, pues las lenguas se desatan en caliente... ¿no creéis?

En lo que debatíais sobre como dormir, si yacer con las mujeres de baja reputación o cederles una habitación el hombre os trajo unas copas con vino. Un tinto algo afrutado que desprendía un buen olor. También trajo una ristra de salchichas bien frescas, pan y medio queso de fuerte olor. Siempre con sus mejores sonrisas.

La prostituta al escuchar que decidiais dejarles una habitación os lo agradeció, sin llegar a levantarse de su mesa y acercarse a vosotros.

-Mil gracias mis señores, sois muy amables pero no podemos seguir contrayendo deudas con vuesas mercedes-les dijo desde la mesa- dormiremos en el establo que seguramente el tabernero pueda acomodar para que pasemos las noches-dijo tratando de ser cortés.

No sería menester que luego, muy de mañana -les dije a las mujeres-, partáis como quien ve venir el diablo. Esperadnos al menos al desayuno, ¿os place?

No os preocupéis por nosotras mi señor, aunque si queréis nuestra compañía no tendréis que esperar al desayuno-le dijo con descaro a lo que el tabernero respondió con un aspaviento pero no interrumpió vuestra conversación.

Me ofendéis, ciertamente -dije-, que no habría yo de liberaros de nuevo por tales pagos carnales.

En esos momentos, Fadrique dio un último sorbo de aquel vino. No quería abusar, sino ser prudente, pues incluso ahora se auspiciaban en un lugar más ajeno que cualquier noche de campo.

Escuchaba en un segundo plano la conversación de Fradrique y la mujer María, saboreando el vino y paladeando los manjares que les sacaba el tabernero, pues eran muchas las energías que necesitaba recargar tras el trayecto recorrido y el que faltaba por recorrer.No puede evitar atragantarse ligeramente al escuchar las últimas palabras de Maria, recomponiéndose a los pocos segundos y mirando con desaprobación a la mujer, negando con la cabeza de manera rotunda.

-Por favor, mi señora, acepte nuestra gratitud y que Dios le bendiga, no nos debe nada, sólo viva bajo el amparo de nuestro Señor y no caiga en la tentación del maligno- lo único que el pedía eran cosas fáciles de cumplir en el día día, algunas más que otras...

Tras decir lo que pensaba y quizas lo que también pensaban sus amigos, se dipone de nuevo a llenarse del placer con los manjares tradicionales de la tierra, sin quitar ojo de encima a los pueblerinos que allí les acompañaban, sentados en una mesa.Godesteo siempre ha sido un hombre de justas, un noble caballero fiel a la ley y a su Dios, no obstante, el recorrer mundo, le había endurecido como hombre, y a veces no podía evitar armar barullo o provocar fácilmente una pelea. es decir, también tenía su lado camorrista cuando se metía en una taberna o posada y la gente le molestaba.Por ello, siempre procuraba alejarse del populacho que podría sacar su lado más oscuro.

En otras circunstancias ni le hubiera pasado por la cabeza rechazar tan agradable ofrecimiento, pero conocía demasiado bien las consecuencias de dejarse llevar en demasía por todo tipo de placeres, y no sólo los carnales, estando en alguna misión, por lo que a las malas había aprendido a separar trabajo y divertimento. Y aquel trabajo en concreto requería tener todos los sentidos en alerta.

Así que al oír a la descarada mujer no pudo evitar torcer el gesto con desagrado, y a punto estuvo de dar una mala contestación, pero optó mejor por dar un trago al vaso de vino, no sería bueno montar ninguna bulla en aquel momento, sobre todo sabiendo lo necesitados que estaban de información.

- Deberíamos empezar a preguntar a estos si saben algo de las brujas... -susurró a sus compañeros mientras miraba a los parroquianos allí reunidos.