Partida Rol por web

-Tranquila cariño. Está todo controlado. El marqués está ya en su habitación para poder recuperarse. Al parecer no han podido matarlo. No te preocupes, quizá mañana esté recuperado del todo, pero por hoy necesita descansar.

Emil se separó de Xerine, y le miró a los ojos. Estaba tranquilo al respecto, pero se le notaba nervioso por un tema aparte. Y, aunque trataba de ocultarlo, no se mostraba tan cariñoso con Xerine como el día de ayer. Algo había dentro de él.

-Supongo que tardaremos un rato en ir a comer, y... bueno, mientras tanto creo que deberé hacer algunos interrogatorios, para ver qué es lo que han visto los que estaban en la casa. No me gustaría perder a los culpables.

¿Tienes alguna idea de quién ha podido ser? ¿Has visto algo especial?

Aaron empezó a subir, no sin dificultad. Su cuerpo le dolía más de lo que hubiera deseado, cada brazada era mucho más de lo que su mente podía soportar. Pero aún así, luchando contra su propio cuerpo fue capaz de elevarse hasta la salida. Cuando su cabeza estaba cerca del hilo luminoso que entraba, elevó una de sus manos que se posó contra la superficie que hacía de tapón.

Estaba fría, parecía metal. Haciéndo fuerza consiguió retirarla lo suficiente para poder sacar su cuerpo de aquel pozo. La luz inundó su retina. Estaba libre.

Bueno, o al menos en parte. El lugar donde se encontraba ahora era realmente lóbrego. Una luz tenue iluminaba el lugar, que no era más que una pequeña cueva de unos dos metros de ancho por cinco de largo y poco más que 2 metros de alto. Se podía llegar fácilmente al techo con la mano.

La luz que tintaba el lugar de rojo era emitida por dos velas que estaban encendidas cerca de la pared. El pozo estaba justo en la esquina inferior derecha, por lo que al salir, Aaron vio de frente aquellos cirios. Entre ellos, había una imagen horrenda.

Un cuerpo mutilado, atado de pies y manos pendía del techo, con una herida abierta en el vientre, de la cual caía una sola gota de sangre, más o menos cada segundo.

glup glup glup

Ese era el sonido desquiciante.

Justo encima de las velas, debajo del cuerpo, estaba la imagen de un cuervo gigante, casi con apariencia humana, como si el plumaje fuera en realidad una capa que cubría el cuerpo de un ser con los brazos en cruz, y allí donde estaban los ojos, un brillo purpúreo hacía su aparición, que, al iluminar las gotas de sangre al caer, hacían de la escena una visión horrible.

Más arriba, en el único sitio donde parecía que se elevaba un poco más el techo, había un pequeño hueco luminoso, por donde el aire estaba mucho menos viciado que en el interior.

Al parecer, ahí arriba estaba el exterior. La salida, la libertad.

Aaron, dolorido y agotado, se acercó al hombre-pajaro y curioso y algo atontado por el dolor le pregunto

-¿quien eres tu? ¿donde estoy?¿por que me has encerrado?

Luego miró al hombre que colgaba del techo y sangraba, e intentó ver si lo reconocia, quizá fuese alguien con quien se habia encontrado alguna vez...

Ese sitio era horrendo... demasiado dantesto para la mente de Aaron, una parte de él le decia que corriese pero, otra le decia que, ese hombre emplumado, podria alcanzarlo si quisiera, a si que no valia la pena huir de él... además, alguna idea de lo que estaba pasando le iban a la cabeza, tenia varias opciones pero la que mas le convencia, era que  a quien tenia delante era a los cuervos que el mismo habia invocado, los cuales le habian castigado por huir... pero su ojo no estaba en su sitio, por lo que el pacto si habia sido sellado.

Lo que mas se preguntaba era que en el caso de que tuviese razón, ¿estaria allí solo mentalmente mientras descansa su cuerpo en otro lado?¿O por el contrario si estaba allí, en el mundo de donde venian las invocaciones? Ninguno de ambos casos le parecian muy favorables.

Había lanzado una moneda, y elegido la cara. Por desgracia, había salido cruz

Era harto improbable, desde luego. El veneno de la cobra blanca fallaba solo una de cada cinco veces. Era su mejor arma, y la había malgastado para nada. Por otra parte, ese disparo debería de haber matado al Marqués, donde el veneno no había servido. Y, aún habiendo sobrevivido a los dos ataques, todavía quedaba el desangramiento, y el problema añadido de no tener material médico ni a personal cualificado en la mansión, que Xerine supiera. No, solo había una explicación pausible a lo ocurrido: El destino jugaba en contra de Ghost Note

Ahora, tenía un problema. La idea de rematar a Guido era atractiva, desde luego, pero demasiado arriesgada. Demasiadas posibilidades de ser cazada, ahora que le estarían vigilando, demasiadas posibilidades de que el Marqués despertara en medio de sus delirios y la delatara. Por otra parte, quizás Emil estaba mintiéndola para cogerla desprevenida. Quizás el Marqués ya estaba muerto, y el capitán de la guardia se limitaba a tirarse un farol para ver la reacción de Emil. Pero Xerine no se acababa de creer esta posibilidad. Emil no había tenido tiempo, ni razones, para desconfiar de ella, excepto por el hecho de que aún no la conocía demasiado bien. Y la música estaba bastante segura de haber encandilado al capitán de la guardia con sus encantos

N-no... No he salido de la habitación en toda la mañana. Oí algunos golpes abajo, y luego el sonido de un cristal rompiéndose, pero lo achaqué a alguna torpeza de Albert. Luego, cuando ya me había olvidado, escuché un grito, y ya me asusté. Cuando intenté bajar a ver que ocurría, el mayordomo se puso en medio. ¿Quién ha podido hacer semejante acto?

Tenía claro que aquella era la última vez que hablaba con Emil en condiciones de cortesía. Casi le dio pena. Aunque no sentía nada por él, en cierto modo le gustaba, y le molestaba tener que renunciar a él. Habría sido tan fácil hacerse con la isla, na vez tuviera sentado a su títere en el asiento del Marqués...

Pero si lo que decía era cierto, y Ghost Note no estaba dispuesta a quedarse para comprobar si lo era, no tardaría en descubrir su traición. Por desgracia, no creía que se lo tomara tan bien como a ella le gustaría. Así que solo le quedaba una opción: Correr, esconderse, y esperar a que llegara el barco. Sabía como sobrevivir a la interperie, y burlar la vigilancia de un par de mercantes despistados sería tan simple como poco satisfactorio. Si la pillaban, aún podía ofrecerles dinero: La gente hacía cualquier cosa por un par de monedas de oro...

El problema era aguantar una semana sin que Emil y el resto de perros de Calvacanti la encontraran. Eso iba a ser un problema

Émil se separó de Xerine, y comenzó a andar hacia las escaleras, mirando en ocasiones a Xerine. Se le notaba a la par cansado y apesadumbrado. Tenía en mente todo el trabajo que se le venía encima. Tendría que interrogar a los aldeanos, puede que alguno supiera algo. Peinar la zona, buscar pistas. Era mucho trabajo.

Y pensar que pretendía pasar el día con su "conquista".

-Xerine, quédate en la habitación, hasta nueva orden. Ahora mismo esta casa no es segura.

Y comenzó a bajar las escaleras.

Aaron miró fíjamente sobre las velas. Allí estaba una imagen de un hombre-cuervo. El tiempo en el pozo le estaba empezando a trastornar, veía cuerpos humanos, o seres vivientes donde no los había. Tenía que salir de allí cuanto antes.

El aire se sentía cargado, había un olor a muerte que ahogaba.

Gracias a la poca luz de las velas, Aaron pudo ver como, él también estaba sangrando poco a poco por el pecho. Allí, cubriendo gran parte de su torso había una cicatriz, en apariencia lograda a base de pequeños cortes que luego harían un dibujo al curar. No estaban del todo curados, y en algunas partes pequeñas pústulas goteaban sangre y pus, pero allí estaba, en su pecho, la imagen del hombre-cuervo.

Además, esa imagen tenía algo macabro. Aaron empezó a sentir como que era una marca... ¿mágica? su poder era absorvido por aquel dibujo como si de un sumidero se tratase, le era mucho más dificil controlar a los seres superiores que llamaba.

Aparte de la nada enorme que habitaba en ese lugar, Aaron encontró algo que le llamó la atención. Un pequeño colgante esmeralda se encontraba apoyado en la vela de la derecha, con una cadena de plata que caía por el suelo, manchándose de la sangre del hombre que ¿agonizaba? en el techo de la habitación.

Era un colgante precioso, y de él emanaba un aura extraña, un aura que no sabría decir si era buena o mala, un aura que le sorprendía hasta el propio Aaron. No sabía si era poderosa, si era débil, si era dañina o si era beneficiosa. Pero lo cierto es que emitía algo que resultaba curioso.

Además, se podía leer en uno de sus costados, un pequeño texto grabado con mucho cuidado. La verdad es que la joya parecía muy delicada, muy cara. Alguien que solo con un gusto estupendo podría haber tallado y grabado. Era muy extraño encontrarla en un lugar así.

Para F.E. mi leal soldado.

Esperó hasta que Emil desapareciera de su vista. Luego tomó una decisión

Le habría gustado rematar al Marqués. Pero no debía dejarse llevar por sus caprichos. Así que cogió las mantas de su cama, e, intentando hacer el menor ruido posible, las ató con cualquier otro tipo de tela o cuerda que encontrara, creando una cuerda más grande. Por último, ató uno de los extremos al armario. Ella no pesaba demasiado, así que probablemente aguantaría

Acto seguido volvió a equiparse con sus cosas. El bolso no tenía un espacio ilimitado, así que sacó el collar, los pendientes, la pulsera y el anillo, y los dejó en la maleta para hacer hueco a su pequeña libreta y a la pluma y tinta. Al fin y al cabo, no se iba a llevar ni el perfume ni su ropa elegante, así que esos pequeños accesorios solo desentonarían con el resto de la imagen. A partir de ahora tenia que cambiar el rol de dama por el de campesina, y a una campesina poco le iban a servir esos objetos. En cambio, la libreta siempre podía venir bien, para recordar lugares y detalles, o para pasar notas a otra gente. El pañuelo podía servir para entablillar alguna extremidad rota, o para vendar alguna herida, además de sus múltiples usos de higiene. El espejo le podía ayudar a mirar por las esquinas sin miedo a ser disparada, y a tener vigiladas ciertas zonas sin necesidad de moverse. Por último, el estuche de maquillaje podría servirla como pequeño aderezo a su nuevo "personaje", una vez hubiera salido de aquella isla, eso sin contar los múltiples usos que podría darle a lo que había oculto en él...

Solo se permitió un capricho: El violín. No lo tocaría, por supuesto. Al menos, no hasta que saliera de allí. Eso solo delataría su posición. Pero, de alguna manera, no podía concebir el irse sin él

Dejó una nota, escrita con su libreta, sobre la cama, un último intento de excusarse ante Emil, y de dejar un pequeño cabo abierto por si el capitán decidía rebelarse contra su señor... Algo harto improbable, pero no perdía nada por intentarlo

Esto no tendría porque haber sido así. El Marqués intentó hacerme daño, y yo respondí. Espero que lo entiendas, y que comprendas que, mientras él siga vivo, nunca podremos estar juntos

Tuya, Xerine

Vigiló que abajo de su ventana no hubiera nadie, y luego comenzó a descender, ayudada por la cuerda improvisada que había anudado, el bolso colgando de un brazo, la caja del violín agarrada como bien pudo con la otra mano. La distancia no era mucha, pero prefería evitar cualquier riesgo

Xerine se descolgó con suma delicadeza por la improvisada cuerda hasta que sus pies tocaron el suelo. Había bajado con inusitada facilidad a pesar del montón de aperos que llevaba, el violín no fue un impedimento aunque a priori lo pareciera, para el descenso.

Estaba... ¿libre? ¿Donde iría, la descubrirían? ¿Podría encontrar el pueblo? Tendría un trayecto largo, y quizá peligroso, cruzar el bosque no es nunca una tarea fácil. Y menos si no estás totalmente segura de dónde es tu destino.

Quint se sentó en el suelo y escuchó con atención la "historia" de Faliar. Por una vez el método indirecto le había servido para conseguir saber lo que quería, aunque lo que escuchó le descolocó bastante.

-Por lo que dices, en verdad parece que no eras un santo. Si tu magia solo sirve para destruir y matar, es muy posible que en el pasado hicieras cosas terribles...

El cazador de brujas se levantó y escudriñó pensativo a su compañero.

-Sin embargo, todo poder tiene dos caras. Incluso el poder más malvado puede usarse para el bien, y con el poder más benigno se pueden realizar actos innombrables. Eso me lo enseñó un viejo amigo, un sacerdote que tal vez podría ayudarte. Él también es un... mago.

Se acercó lentamente a Faliar y el apoyó su mano sobre el hombro.

-¿Sabes qué opino yo? Que tal vez fuiste una mala persona en el pasado, pero alguien decidió darte una segunda oportunidad. Quiero decir... ¿Tus heridas no fueron sanadas junto con las mías tras ser derrotados por Émil? Me parece que los dos tenemos una misión en esta isla, amigo.

- Eso he pensado yo. Hay algo o alguien ahí arriba que o bien ha optado por darme otra oportunidad, o bien se divierte mucho a mi costa. Y creo que es la misma persona que puso el pasaje en mi bolsillo. Alguien me quiere en esta isla, y tengo que averiguar por que.

Tras esto, Faliar se levantó

- Y para ello, creo que haríamos bien en averiguar el origen de esa voz. Tal vez nos ayude a atar algunos cabos sueltos. En esta isla suceden cosas raras, y no creo que se deban solo a la presencia de un noble demasiado estricto y su perro faldero.

Quint asintió complacido al oir las últimas palabras de Faliar.

¡Bien! ¡Ya era hora de que alguien más empezara a preocuparse de qué está pasando aquí!

-Sí, vayamos a ver. LLevo un rato escuchándola, así que mejor saber de quién se trata antes de que nos descubra.

La voz de la chica empezaba a sonar mucho más de cerca, según seguían su camino. Salieron del bosque siguiendo esa pista, persiguiendo aquella dulce voz. Tenía algo especial, una voz tan clara y bella dentro de aquella isla llena de pesadumbre y desilusión.

Empezaron a andar por una pequeña granja, hasta llegar a una preciosa cabaña de la cual salía la voz, justo en ese momento, la voz se apagó, y la puerta se abrió. 

Detrás de ella apareció la dama que habíais visto en el cementerio, salía entonces de su casa. Después de entonar su bella canción.

-Oh... vosotros otra vez. ¿Qué hacéis aquí? ¿No ha dicho Émil que no podéis acercaros a la aldea?

Las palabras de Catherine no sonaban del todo seguras. Tenían un tinte de ironía evidente, y más que echaron estaban preguntando los motivos por los que allí continuabais. Pero, tampoco se la veía realmente interesada, era más bien una simple fórmula de cortesía. 

Según te acercabas a la voz, un sentimiento de paz te inundaba. La chica que estaba cantando te trasmitía una sensación realmente positiva. Como si vuestras almas fueran afines.

Según te acercabas a la voz, un sentimiento de inquietud te inundaba. La chica que estaba cantando te trasmitía una sensación extraña. Muy extraña, como si vuestras almas fueran opuestas.

- Emil no es nadie para decirnos por donde podemos o no podemos ir, y menos aún para prohibirnos acercanos a escuchar una voz tan maravillosa como la tuya

No sabía que le ocurría; normalmente no era tan directo. De hecho, en aquellas situaciones es cuando solía hablar de forma entrecortada. Pero algo en aquella mujer le hacía sentirse seguro y tranquilo.

- Mi nombre es Faliar; nos vimos el otro día, pero no tuvimos ocasión de hablar. 

Quint ya conocía esa sensación: la tenía desde que había conocido a Faliar en la Dama, y aún no se había acostumbrado a ella. Cuando vió su procedencia, recordó haberla sentido también en el cementerio antes de la "priemra ronda" contra Emil.

-¡La que faltaba! -Masculló entre dientes. Antes de acercarse a al chica, informó a su compañero de lo que sabía acerca de Catherine.

-Faliar, intenta ser respetuoso. La chica es la hija del sacerdote muerto. No me acuerdo de su nombre, pero la última vez que hablé con ella no quiso contestar a ninguna pregunta acerca de lo que está pasando aquí.

-Sí, creo que os recuerd... ¿qué? ¿Una voz tan...?

Cat se avergonzó y sus claras mejillas tornaron rosadas después del comentario. La joven de largos cabellos dorados sorió ante tal comentario. Hacía mucho que nadie hablaba con ella. También porque ella lo evitaba.

Sus ojos azules penetrantes, hacían del hecho de mirar su cara una experiencia maravillosa. La chica era realmente bella, y aunque debía rondar los veinticinco años, no aparentaba más de diecinueve.

-Muchas gracias caballero. Nadie suele alabar mi voz. Aunque normalmente, nadie tiene tiempo para escucharla en esta isla.

-Am, y no soy su hija. Caballero.- Catherine escupió estas palabras como si se hubiera sentido ofendida. Se veía que trataba mucho mejor al mago que al cazador de brujas.-Me trataba como a tal, pero no tengo ningún lazo de sangre. ya me hubiera gustado, pero un hombre tan pío como Scott no podía tener hijos.

- Pues es una lástima; con esa voz podrías ser una artista de éxito en el continente. Supongo que en esta pequeña isla no habrá muchas oportunidades para la gente con tu talento.

Las palabras le salían solas. Se sorprendía a si mismo de su atrevimiento; aunque sabía que las mujeres le encontraban físicamente atractivo por los comentarios que había escuchado de alguna moza de taberna o mujer mayor poco vergonzosa, no tenía ninguna experiencia tratando con el sexo opuesto, o al menos no recordaba haberla tenido. Desde que despertó en la taberna, la única mujer con la que había hablado más allá que unas pocas palabras era Xerine, y las cosas obviamente no habían acabado bien. Se sentía extraño; la belleza de la muchacha no era lo único que le atraía, era esa extraña aura que irradiaba la que le hacía sentirse tan tranquilo, confiado y en paz. Sentía que no quería separarse de ella nunca más.