Partida Rol por web

 Vuestros pasos os llevaban por preciosos jardines, de vivos colores. Rosales se enredaban en pequeños enrejados de metal, prestando su grato perfume. El vivo colorado de las flores que de ellos surgía contrastaba totalmente con el blanco en el que estaba pintado el soporte. La estructura hacía un pequeño semicírculo, y en su centro una fuente regalaba el tranquilizante sonido del agua al caer. Una bella mujer, con sus manos elevadas cogía un pequeño cántaro, del cual rebosaba agua, cayendo a una serie de piedras, dejando ver lo cristalino del líquido elemento. Unos bancos colocados en el recinto, permitían el reposo de los invitados. 

 Me acerco a la fuente y  tomo un poco de agua y mojo  ligeramente tanto mi rostro como mis cabellos, observo a la fuente y contemplo la imagen.

-Deberían de probar el agua, esta realmente fresca

 No me cabe duda. Pero no quisiera manchar este precioso vestido que me ha dejado el Marqués

Sin mencionar el detalle de lo inadecuado que resulta beber de una fuente decorativa en un lugar como este. Por cierto, hablando de vestidos...

Xerine suspiró. Desde luego, ese no era su día. Quizás estaba ocupándose de muchas cosas a la vez, y su cabeza no le daba para más. Disculpándose ante sus dos acompañantes, volvió a la puerta de la mansión y llamó con algo de timidez

 - Si, lo prefiero. No me gusta ir por ahí a cazar pájaros...

Siguió a Aaron, a ver que deparaba todo aquello

 Liana caminó en silencio por el jardín culpándose de lo ocurrido mientras se dirigía con paso lento y pesaroso hacia el carruaje. Ni siquiera prestó atención a la fuente ni a sus compañeros, quienes se movían por el jardín ajenos a ella, sólo quería llegar a la posada y quedarse allí cuanto tiempo pudiera, encerrada en su habitación. Por su mente pasaba el inminente viaje, sería muy incómodo, pero tenía que hacerlo, no podía quedarse allí.

 Aaron y Faliar volvieron de su internada en el bosque. Parecía que la idea de buscar un cuervo no le había gustado mucho al joven guerrero, quien accedió de buen grado a la idea de buscar la pluma en la tienda. Después de un rato andando volvieron a la aldea, en dirección a la tienda, aunque, cuando estaban entrando, vieron a un joven de cabellos dorados por delante de ellos, volviendo también hacia la Aldea. Quint también volvía de donde quisiera que hubiera ido.

A la vuelta, pasaron cerca del cementerio. No era demasiado grande y a decir verdad tenía un aspecto realmente tenebroso. Era la zona de la aldea que más miedo daba mirar. Se podría decir que incluso los árboles estaban aterrorizados a su alrededor. Pero, lo más importante, y lo que más sorprendía de la imagen, es que sola, en medio del cementerio, arrodillada frente a una lápida, se encontraba una chica, de cabellos dorados y un traje blanco impoluto.

Además, a lo lejos se oía el carruaje de vuelta, al parecer ya traían a los que se habían quedado con el marqués. ¿Qué pasaría ahora?

 Quint volvió caminando tranquilamente desde la casa vacía hacia el pueblo cuando pasó al lado del cementerio. No era demasiado grande y a decir verdad tenía un aspecto realmente tenebroso. Era la zona de la aldea que más miedo daba mirar. Se podría decir que incluso los árboles estaban aterrorizados a su alrededor. Pero, lo más importante, y lo que más sorprendía de la imagen, es que sola, en medio del cementerio, arrodillada frente a una lápida, se encontraba una chica, de cabellos dorados y un traje blanco impoluto.

Además, a lo lejos se oía el carruaje de vuelta, al parecer ya traían a los que se habían quedado con el marqués. ¿Qué pasaría ahora?

 El carruaje estaba esperándoles en la puerta, y poco a poco y con la cara sombría fueron entrando. Xerine pidió de vuelta su traje, que le fue entregado tal y como lo había dejado. Le dejaron conservar el actual, siempre y cuando lo devolviera con presteza.

Émil estaba sentado en el pescante con aire triunfante. Puede que les hubieran bajado los humos a los invitados, y ahora fuera el momento de atacar, cuando tenían el corazón roto, o el orgullo dañado. Pero también puede ser que fuera otra cosa. La primera en subir, ayudada por el caballero, fue Xerine, y la chica se encontró dentro una sorpresa que de seguro no esperaba. Un ramo de rosas, recién cortadas la esperaba dentro del carruaje.

Émil sonrió, le guiño un ojo y, sin decir nada, ayudó a subir a los demás al interior. Subió al pescante, y se dispuso a conducir al grupo a la aldea de nuevo. Ahora le tocaba mover ficha a la dama, y esperaba haber hecho un jaque con su último movimiento. En absoluto suponía un jaque mate, pero al menos podía ser un movimiento ventajoso.

Tras largo tiempo en el interior del trasporte, Córvinus empezó a aparecer en el horizonte. Oculta entre las hojas y ramajes que cubrían el cielo al pasar por el bosque. Aunque el cielo ya estaba cubierto por sí solo, pues la tormenta no descargaba, y las nubes seguían allí, vigilando.

Cuando estuvieron a punto de entrar en el pueblo, vieron desde los cristales a Faliar, Quint y Aaron, casi juntos, observando el pequeño cementerio, cada uno desde un lugar. Parece que se dirigían hacia allí. El cementerio no era demasiado grande y a decir verdad tenía un aspecto realmente tenebroso. Era la zona de la aldea que más miedo daba mirar. Se podría decir que incluso los árboles estaban aterrorizados a su alrededor. Pero, lo más importante, y lo que más sorprendía de la imagen, es que sola, en medio de aquel infierno, arrodillada frente a una lápida, se encontraba una chica, de cabellos dorados y un traje blanco impoluto.

Quint se detiene al ver a la muchacha en un lugar tan oscuro y siniestro como ese. La tenebrosa visión le invitaba a irse lo más rápidamente posible de ese lugar y no volver nunca más. Sin embargo, al contemplar a la chica siente como una luz en su interior, una luz cálida y agradable que le produce calma y repulsión a la vez.

Es esta sensación... La tuve en la dama, cuando llegué a la isla, cada vez que Faliar se me acercaba y ahora cerca de esta chica. ¿Qué demonios es? Sin embargo esta es mucho más cálida y acogedora que las demás...

Cuando reacciona es demasiado tarde. Sin darse cuenta su inconsciente le ha hecho acercarse hacia la muchacha, sigiloso como una sombra, y ya se encuentra apenas a unos metros de la chica vestida de blanco. Parece que la chica no le ha visto, y por un momento se ve tentado a irse por donde ha venido. Pero no.

La curiosidad mató al gato, dicen... Pero yo no soy ningún gato, y lo que no te mata te hace más fuerte.

Con sumo sigilo se acerca hasta la par de la muchacha y se para a su lado, pero un paso detrás de ella para no llamar su atención y poder contemplar mejor la situación.

Veamos qué hace la chica aquí. En un pueblo no muere mucha gente... ¿Y si era amiga del cura? ¿De quién será la tumba?

Y desviando su mirada a un lado piensa:

Y ya de paso... ¿Qué aspecto tendrá?

Faliar miró a la chica del cementerio, y luego le restó importancia. Supuso que estaría visitando la tumba de algún conocido.

- Parece que vuelven los que quedaban en la villa. Aaron, yo que tú desaparecería ahora mismo, no sea que Xerine quiera agradecerte lo de la comida -dijo entre risas

 Al reparar en la chica, una agradable sensación inunda tu ser. Es como si cerca de ella te pudieras sentir bien, como si espantara los asquerosos fantasmas que nublan tu mente, y el aspecto extraño de esta isla. Esa sensación surge de lo más recóndito de tu alma, como si tratara de llamarte.

 Mientras habláis, veis que Quint también ha visto a la dama del cementerio, y casi sin quererlo se acerca a hablar con ella.

 Precisamente esa sensación es totalmente contraria a la que sientes cuando estás cerca de Quint. A su lado, tu alma se siente oscura, apartada, agitada... pero la de la dama es mucho más agradable, cálida y sincera.

Aaron sonrió ante la broma de Faliar, y entonces aligeró el paso, y dijo:

Tienes razón, además, he visto su estilo de lucha y es algo que da miedo, a si que demonos prisa en ir a por la pluma, después volvamos por esta zona, el cementerio parece ser un sitio poco visitado, haré el ritual por aquí, cuando no esté la muchacha, después de eso tu puedes volver a la posada, yo daré un paseo y iré mas tarde, cuando Xerine se haya ido a dormir.

Y rie mientras caminan. Parece que Faliar se preocupaba por él, desde que dejó su casa nadie solia hacer eso y era algo que, en una isla dejada de la mano de dios, Aaron agradecia enormemente.

 Quint estaba detrás de la muchacha, sin que esta se hubiera dado cuenta de nada. La chica, tremendamente hermosa, y con un perfume embriagador, estaba rezando sobre una tumba. Tus ojos acostumbrados a la escasez de luz te dicen lo que pone en ella.

En memoria de Scott Franz.

De pronto Quint cayó en un gran fallo de su plan: ¡No sabía el nombre del cura!

Pues así seguro que lo encuentro rápido. Bueno, al menos no está todo perdido. Tal vez hasta pueda hablar con la muchacha.

Con cuidado, Quint posó su mano sobre el hombro de la chica mientras comentaba en voz alta:

-¿Era una persona cercana? Sé lo doloroso que es perder a alguien así. Es como si te arrancaran parte de tí. A mí la experiencia me cambió para siempre.

 Tras el día que llevaba hasta el momento de entrar en el carruaje, se mentiría a sí misma si dijera que no le sorprendió gratamente el pequeño detalle de Emil Zolt. No había nada más clásico que unas rosas, aunque Xerine estaba totalmente de acuerdo con que su galán hubiera recurrido a esa antigua estratagema. Sabía apreciar a la gente que mantenía las tradiciones

Dirigió una sonrisa al capitán de la guardia antes de que este se sentara en el asiento del cochero, y luego recogió las rosas entre sus manos y aspiró su aroma, fiel al papel de dama enamoradiza siendo cortejada. Durante el viaje, habló poco con Dieter y Liana. Estaba lo suficientemente ocupada con sus propios pensamientos como para no buscar intencionadamente algún tema de conversación. Cualquiera que la mirara atentamente, tras los primeros minutos del viaje, podría deducir en su mirada un extraño matiz de aburrimiento o fastidio, como si, una vez pasada la emoción inicial por las rosas, el cielo grisáceo que amenazaba con descargar sus lágrimas sobre ellos hubiera conseguido minar su moral con facilidad

Cuando llegaron a Corvinus, contempló como los tres "desastres naturales" caminaban hacia el cementerio. Muy apropiado, al menos para ello: ¿Que mejor sitio para pasar el resto de la tarde que un cementerio? Se dio cuenta de que no le sorprendía demasiado

Faliar volvió a mirar a la chica una vez más. ¿Que tendría ella y que tendría Quint? Había percibido esa extraña "aura" desde la primera vez que lo vio, y se preguntaba si Quint lo había notado y por eso se mostraba tan hostil hacia él (aparte de la evidente exhibición de magia en el zepelín, claro). Estaba claro que el "cazador de brujos" tenía algo que ocultar, algo "oscuro".

Luego volvió a mirar a Aaron.