Partida Rol por web

- ¡Quint! ¡Detente! ¡NO...!

Faliar quiso detenerlo, pero Quint ya se había lanzado. No le había dejado defenderse en ningún momento. De todos modos, el ya sabía que en cuanto Quint empezó a soltar toda su palabrería, Liana estaba condenada. Y si intentaba inspirar un poco de sentido común en el enloquecido muchacho, solo conseguiría ser el siguiente, y ya había acariciado la muerte muy de cerca como para arriesgarse de nuevo. De todos modos, se mantuvo preparado, listo para echar mano del hacha y del escudo por si Quint le diese por cargar contra él. 

- Bien Quint, nuestra lista de aliados se reduce... Tu impetuosidad casi nos ha costado la vida una vez, y ahora acabas de matar a Liana sin darle siquiera una oportunidad de defenderse. Sinceramente, por fea que fuese no creo que fuese una amenaza... Pero bueno, ya está hecho, y no se podía decir que me cayese bien... Especialmente después de ver "eso" -dijo señalando al colgante- Si "eso" era realmente suyo, es que había algo muy sucio en ella...

Intentó mantener una mirada tranquila, para evitar que el frenesí de Quint se volviese contra él. En realidad estaba deseando gritarle, llamarle loco y mandarlo al cuerno, pero la cosa estaba delicada. Físicamente era inferior a Quint, y además estaba débil. Y no podía confiar en su magia; Quint tenía algo que la anulaba, ya no le quedaba ninguna duda. Tenía que mantener la calma, parecer tranquilo y no dejar que Quint enloqueciese de nuevo.

- Pero antes de continuar, dime... ¿que vas a hacer conmigo? ¿Puedo confiar en que no me harás lo mismo que acabas de hacerle a Liana?

Quint limpió sus dagas en la sábana que cubría a D antes de guardarlas y luego se quitó un poco las manchas de sangre que habían salpicado su capa y armadura. Faliar parecía estarle recriminando lo que había hecho, pero entonces habló del colgante.

-¿Qué quieres decir con "eso"? -Dijo sacando el colgante y sosteniéndolo ante él- ¿Acaso sabes lo que es? ¿Puedes reconocer su magia o algo similar?

Sin embargo, Quint se dió cuenta que el colgante no era lo primordial. Ahora Faliar volvía a desconfiar de él, si es que en algún momento había llegado a estar de su parte, y aún tenían que encargarse de dos cuerpos y de encontrar un lugar seguro lejos del alcance de Émil.

Tiene miedo de mí. Aún no comprende lo que hago y por qué lo hago. Al menos no me ha atacado cuando le dí la espalda... Habría sido un gran problema...

-Sigues desconfiando de mí. Lo entiendo. No te obligaré a estar conmigo si no quieres. Pero...

El chico se acercó lentamente a Faliar y le puso una mano en el hombro.

-He visto cómo reaccionaste cuando Émil te atacó en el camino, y cómo luchaste contra él en la plaza. Aunque tu magia sea oscura y malvada, eres capaz de prescidir de ella y solo usarla cuando realmente la necesitas. Tu aún no eres un monstruo. Y yo solo cazo mostruos. -Quint levantó la mano del hombro de Faliar y la usó para señalar al bulto sanguinolento que solía ser Liana.

-Si quieres puedo ayudarte a conservar tu humanidad. Enseñarte a diferenciar dónde acaba el don y comienza la maldición.

-O si lo prefieres volverás a esatar solo en esto. Tú y la magia, siemre en disputa por el control hasta que uno devore al otro.

Quint tendió la mano a Faliar y le miró a los ojos. En la otra aún brillaba el colgate que había desencadenado todo lo sucedido.

-¿Quieres... venir conmigo?

Faliar relajó su posición, y suspiró aliviado

- No es que desconfíe, pero ponte en mi lugar: acabo de ver como le has metido una daga en la boca a Liana. Quieras que no, intimida.

Luego le dio la mano a Quint y asintió con severidad

- Me quedaré contigo, al menos mientras estemos en esta isla. Tenemos que colaborar si queremos sacar a Aaron de este lío y sobrevivir el tiempo suficiente hasta que llegue el barco. Que ocurrirá después, ya veremos. Tengo muchas preguntas que deben ser contestadas, y no sé si nuestros caminos seguirán juntos o se separarán cuando todo esto termine.

Soltó la mano de Quint, y miró a su alrededor, con bastante desagrado

- En fin, tenemos que hacer algo con este desastre. Yo no estoy en condiciones de cargar un cuerpo yo solo, así que si tengo que elegir, prefiero que nos llevemos a D fuera del pueblo, y no volver. Cuando descubran lo de Liana, ya estaremos lejos. Si, seguramente tu podrías decirle a los pueblerinos que era una bruja y todo eso; con esa cara, no les costará creerte, pero cuanto más tiempo perdamos, más posibilidades tenemos de volver a cruzarnos con Emil.

Faliar se acercó a la cama donde reposaba el cuerpo de Dieter, e intentó cogerlo por las axilas. Su gabardina se manchó de sangre, aunque poco le importaba; ya estaba lo suficientemente manchada.

- Ah, y acerca del colgante... líbrate de él. Entiérralo o lánzalo al mar. Tiene algo dentro, algo oscuro. No creo que sea buena idea que te quedes con él, o que intentes romperlo.

De pronto, empezaron a escuchar una voz subiendo las escaleras. Una voz femenina, tintada de miedo y pesadumbre. Era Miriam.

-¿Chicos, qué pasa? ¿Estáis bien?

Hablando en voz baja para que la tabernera no le escuchase, Faliar se dirigió a Quint

- Mierda... Tu entretenla, dile cualquier cosa, e impide que entre en el cuarto. Yo me encargo de esconder este desastre...

Soltó el cuerpo de Dieter, e inmediatamente cogió el cuerpo de Liana y lo metió dentro del armario. Sin embargo, había demasiada sangre...

¡Mierda! ¡No me acordaba de la tabernera!

Quint asintió con la cabeza a Faliar y se apresuró a guardar el colgante y salir de la habitación. Al hacerlo, procuró no abrir mucho la puerta para no dejar ver desde fuera lo que estaba pasando dentro.

-¡Regístralos! Ahora necesitamos todo objeto que nos pueda ser útil. -Dijo antes de avandonar la habitación.

Quint salió al pasillo y se dirijió hacia las escaleras al encuentro de la posadera.

-¿Hola? ¿Miriam?

 -Querido... he escuchado gritos ahí dentro. ¿Qué ha pasado? Estoy un poco asustada, comprende que después de lo que ha pasado hoy tenga un poco de miedo. No solo de vosotros, sino de Émil también. 

La voz de Miriam sonaba rota, como si no supiera realmente qué decir. Dudaba entre a quién debería ofrecer confianza, y qué es lo que tenía que hacer a continuación.

Quint intentó controlar los nervios. Tenía que calmarse e intentar aparentar que no pasaba nada. Nada a parte de que estaba cubierto de sangre...

-¡Oh! Gracias por preocuparte, pero no hace falta. Al menos ya no. Ya hemos visto que en el pueblo no queréis a los forasteros, así que nos vamos para no causarte problemas. Aunque tal vez puedas ayudarnos una última vez.

El muchacho hizo tintinear su bolsa del dinero.

-Te pagaré por tu ayuda, no lo dudes.

Faliar se limitó a coger las armas de D. En aquella situación, no se le ocurría que nada más pudiese ser de utilidad. Permaneció a la escucha, a ver que idea tenia Quint para alejar a la tabernera.

 -Yo... realmente... lo que quería pediros era eso. Tengo miedo chico. Mucho miedo. Normalmente Émil no se comporta así. Es mandón y bocazas, pero nunca lo habíamos visto tan sangriento. Siempre había sido como un niño egoista, creyéndose lo que no es... pero hoy ha dado mucho miedo. Por eso os quería pedir que os fuerais del pueblo... tengo... bueno... puedo daros algunas mantas o comida si queréis. La verdad es que visto vuestra habilidad, quizá seáis los únicos que nos podáis salvar de esto.

Miriam hizo una pausa.. antes de continuar.

-El padre Scott, siempre decía que no había que temer a las habilidades extrañas, que dependían de la persona que la usara. No os temo... no por ahora. Pero por favor... ayudadnos.

El chico respiró aliviado. Miriam parecía más que dispuesta a colaborar y, por tanto, de alejarse de la habitación por el momento.

-¡Mantas y comida! ¡Eso era lo que te iba a pedir! También un par de odres de agua y, si puedieras ir a conseguirnos unas mochilas y unos petates para dormir al almacén de Sally también nos serían de mucha ayuda. ¡Y una pala, ya puestos! Queremos enterrar a nuestro amigo. Él no tuvo tanta suerte como nosotros.

Mientras hablaba, Quint iba contando con los dedos de la mano las cosas que iba pidiendo y pensando en qué más podrían necesitar.

-¡Oh! Y aceite... ¡O brea, mejor! Queremos quemar las pertenencias de D para que le acompañen a la otra vida. Es tradición en nuestro pueblo natal.

¡Que no lo queremos para quemar cuerpos! ¡No te vayas a pensar mal!

-Y cuando vuelvas, antes de irnos querría hablar contigo. Verás, he intentado hablar con los demás habitantes, pero parecen muy reacios a contarme qué es lo que pasa en este pueblo exáctamente. Sin ir más lejos, a ese padre Scott... Le asesinaron, ¿verdad?

 No me llames pequeña Estuvo a punto de decirle. Pero se calló

¿Un arte que cualquier podría aprender? Un arte que podría estar a su alcance... Y permitirle hacer cosas como las que había hecho Emil. Ghost Note, convertida en una asesina única, capaz de usar oscuros poderes en su beneficio. Por otro lado... También era cierto que cualquiera podría venderle su alma al diablo. Necesitaba más información. ¿Que ganaría, su ambición o su instinto de supervivencia? ¿La desconfianza innata, o el ansia de poder?

Se guardó sus propios sentimientos para sí misma, y luego asintió, lentamente, permitiendo a Emil tocarla sin decir palabra. No la haría daño, podía verlo en sus ojos. Era arriesgado, pero más arriesgado era negarse y apelar a su furia o rechazo. No, Emil era ahora mismo la mejor bazar que Xerine podía jugar a su propio favor. Así que bajó sus defensas, y se preparó para sentir el contacto con el capitán. Expuesta. Indefensa

Faliar suspiró aliviado. Bien, al menos no descubrirían el desastre... por ahora. Su cabeza era un lío y se le pasaban muchas cosas por ella, pero ahora tenía que estar a lo que importaba: sacar el cadáver de Dieter de la posada y huir del pueblo, alejándose de Emil y sus guardias. Ya habría tiempo para las divagaciones después.

 La mano de Émil siguio su camino hasta encontrarse con la piel de Xerine. Su caricia era cálida, las lenguas eran inofensivas y al parecer cualquiera podría hacerlo. Siguió su camino hasta casi llegar a acariciar el cuidado pelo de la asesina...

Pero algo cambió de pronto. La piel de la dama empezó a resquebrajarse y a perder color. Lejos de saber qué estaba pasando el capitán de la guardia dio un paso atrás.

-¿Qué.... qué es eso? ¿Qué tienes en la cara?

Poco a poco, pedazos de ¿maquillaje? iban cayendo de la cara de Xerine, al mismo tiempo que se desvanecían en el aire con una pequeña chispa dorada. 

-Es... magia.-Dijo Émil con un tinte de miedo en su voz. 

Su dama, la que había estado en su bando mientras peleaba contra los brujos, también poseía esas capacidades, ¿la había estado engañando?

-¿Cómo? ¿Tú?

Temblando... acercó su mano hasta su estoque. No lo cogió, no quería hacer daño a Xerine, pero ese acto le había desconcertado. ¿Sería una trampa?

-Explícate....

 -Em... de... de acuerdo. Veré lo que puedo hacer. Pero no le digáis a nadie que os he ayudado... ¿vale? Temo cual sería la respuesta de Émil.

La embarazada bajó de nuevo las escaleras con cuidado, no sabía como lo haría. Si pediría ayuda a su hermano o lo llevaría en secreto. Pero al enfrentarse a Émil, esos chicos habían devuelto una brizna de esperanza al pueblo dormido.

Antes de desaparecer en el piso inferior, se dio la vuelta y les dijo:

-Si queréis hablar conmigo... será cuando vuelva. No se si podré deciros demasiado... pero lo intentaré.

¡Quítamelo!

Xerine, aunque no histérica, si parecía bastante nerviosa. Y no solo lo parecía: Lo estaba. ¿Qué nueva clase de sortilegio era aquel? ¿Qué la estaba ocurriendo? Comenzó a restregarse las manos por la cara, intentando que el maquillaje se quitara lo antes posible. Cuando este hubo desaparecido miró a Emil, con los ojos abiertos de par en par

 Yo... Yo...

Parecía confusa. No entendía que estaba ocurriendo, ni porque de repente parecía que ella misma tuviera alguna clase de poder. Casi parecía una jugarreta del destino. Casi...

No sé que esta ocurriendo, Emil. No entiendo porque me pasa esto. El único contacto que he tenido con esos brujos desde el naufragio fue con Dieter, que me regaló una flor, y con Liana, que...

Entrecerró los ojos, encajando las piezas

Que me maquilló

De repente, se llevó los brazos al costado, abrazándose a sí misma y temblando violentamente. Esta vez, por otra parte, no estaba fingiendo. Estaba realmente nerviosa

No... ¿No va a pasarme nada, verdad?

Por mucho que se frotara la cara, no cambiaba el aspecto que tenía... que aunque siguiera siendo totalmente bella y perfecta, ya no alcanzaba ese grado de perfección que poseía antes pero seguía siendo una niña con la carita de porcelana. Émil, no podía tener queja de la mujer que estaba conquistando, aunque él mismo tampoco era algo normal. 

Poco a poco esas pequeñas piezas de maquillaje fueron desapareciendo y quedó el rostro desnudo de Xerine, cubierto por una expresión de miedo. 

Émil, alejó su mano de su arma, se veía que la mujer no sabía lo que le ocurría, además había mencionado que podía haber sido culpa de Liana, una de las que estaban con los brujos. 

-Tenía que haberla matado cuando tuve el momento. Fue la única lo bastante sensata como para no enfrentarse a mi. Seguro que ahora ha deshecho el conjuro para que no confíe en tí. Dios... se merece un estoque entre las costillas.

Mientras decía esto, el soldado trató de abrazar a su dama. Las lenguas violáceas seguían a su lado y cubrieron también a Xerine cuando la abrazó. No dolían, no daban calor... símplemente estaban allí y parecían hacerla un poco más fuerte, reconfortarla.

Una vez la posadera desapareció por las escaleras, Quint se permitió el lujo de volver a respirar con normalidad. Tras tomarse un respiro sin acabar de creerse la buena suerte que habían tenido esta vez volvió a entrar en la habitación y cerró la puerta tras de sí.

-Se ha ido... Por ahora. Tendremos que sacar el cuerpo de la bruja antes de que vuelva. ¿Alguna idea?

Quint recorrió la habitación con la mirada en busca de algo que pudiera ser útil, pero solo se le ocurrió asomarse por la ventana.