Partida Rol por web

Le doy un golpe a Jack en la mano.

-¡No le des eso al niño! Se lo meterá en la boca. Dale una pistola descargada, que al menos es grande. -le dejé al niño en los brazos, con una mirada de advertencia.- Ni se te ocurra.

Seguí arreglando la hélice.

Agarré al especimen y dije:

-Si tuviésemos de sobra le dejaría, pero sólo falta que llegue quien no debe. ¿y si lo baño? está sucio.

Terminé de arreglar la hélice, y cuando escuché a Jack sobre bañarlo le quité al bebé de los brazos.

-¿Acaso no escuchaste a Fonçinho? Yami quiere matarle, y el peligro viene del agua. -le di un suave capón.- Madre de los infiernos...

Me senté a su lado a descansar con el bebé en brazos. Era raro, y no me refería a su aspecto.

-Tiene unas manos pequeñas... -musité para mi mismo. Me agarró el dedo con sus pequeños deditos y tuve una extraña sensación.- Jack, quiero comentarte una cosa... -lo había ido dejando... Y siempre se hacía el dormido.- Yo quiero algo serio... Me hago mayor, y quiero algo estable.

Mirar al bebé me hacía pensar que, tal vez, en el futuro, yo quizás quisiera tener uno... O al menos, una familia.

-¿Qué piensas?

-Que el niño está sacando tu lado materno. -lo señalo y le comento con una gran sonrisa- ¿cómo puede estar orinando si aun no ha bebido?

Ato dentro de un trozo de tela varios casquillos de bala y se lo doy al monstruo.

-Toma un sonajero Nathan Junior. -lo muevo para que suenen los casquillos- ha salido a su padre, jajajaja

En otro momento la broma me habría hecho gracia. Pero no en ese momento.

-Lo digo en serio. Llevo varios meses queriendo decírtelo, pero esquivas las preguntas como a la peste. ¿A dónde coño va todo esto, Jack? Porque creo que me merezco saberlo.

Nathan había arreglado la hélice y la conversación se remontaba a los aires. Cuando apenas llevais un minuto en el aire, el dirigible empieza a perder altura, como si la gravedad aumentase por instantes. El río parece atraerles de forma irresistibles, y sus supercifie es más amenazadora que nunca. Hierve, gruesas volutas de vapor de agua ascienden hacia vosotros, mientras el curso del rio parece el cráter de un volcán en plena erupción, como si el cauce estuviera lleno de magma fluyendo a toda velocidad hacia la presa. De cuando en cuando, tentáculos de agua de tamaño de montañas se elevan buscándoos.

Pero el viento os favorece soplando desde popa y haciendoos avanzar hacia la colina que es vuestro objetivo a toda velocidad, y elevandoos de nuevo por los aires cuando parecia que el río desatado va a devoraros.

Conseguís llegar a la colina y aterrizar, atais el dirigible, ya que es vuestro único medio de salir de aquella selva, veis la cabaña del hechicero, donde debéis dejar al pequeño, pero entonces de la cabaña salen cuatro zombies de los soldados muertos, aun llevan las lanzas Yamirogami atravesandoles el pecho

Ya estaba bastante cansado de esto. Caminar ya se me hacía pesado, y ahora esto. Cuatro zombies...

-¿Cómo se mata algo que ya está muerto?

Esquivé de nuevo la conversación mientras le decía:

-Pues en las películas es de un tiro en la cabeza. -le digo rascándome la coronilla- ¿sabes disparar con una mano o necesitas las dos?, porque tu hijo igual es un estorbo ahora mismo. O eso o los descuartizamos con el machete, porque lanzallamas no creo que llevemos ninguno encima.

Solté un gruñido. Hice un esfuerzo, que me pareció sobre humano, para sacar la pistola.

-No, puedo hacerlo con una mano.

Doy tres tiros, apuntando lo mejor que puedo.

Voy pegando un disparo a cada uno y en cuanto finalizo vuelvo al principio como una máquina de escribir.

-Perfecto entonces.

Nathan disparó a la cabeza del primer zombie, dio tres disparos certeros, pero aún así necesito esos tres tiros para matar a uno de los zombies. Jack cogio ambas pistolas y empezo a disparar a la cabeza a los zombies, consiguió matar a unos de ellos, e hirio al otro, solo quedaban dos, uno de ellos se dirigió hacia Jack y le mordió en el costado arrancandole parte de la carne. El otro se dirigió hacia Nathan, pero éste consiguio esquivarlo

El zombie mordió a Jack, haciéndome pensar en las cientos de películas de terror, dónde, si te muerden, te conviertes en uno de ellos... Sólo podía esperar que estuviera equivocado y sólo fuera una invención del cine como tantas otras. Descargué el cargador sobre la cabeza del zombie, esperando matarlo de una vez por todas.

El monstruo me mordió y le disparé a quemarropa un tiro en la cabeza apartándolo de mi, noté como la mordedura palpitaba, me había infectado, y la única solución que se me ocurrió fue apretar la herida con el cañón del arma ardiendo para cauterizarla.

Al parecer la suerte hizo que esta dejase de palpitar y acabase con la infección...

Miré a Nathan y le dije con voz hueca:

-cereeebros...

Fruncí el ceño.

-Sí, ya sé que necesitas un cerebro. Anda, quédate aquí fuera por si viene alguien -dije antes de meterme dentro de la cabaña. Miré a mi alrededor, buscando a alguna señal de algún Yamirogami.

-Déjame darle un mordisco al cabezón, seguro que tiene un cerebro grande y jugoso, jajajaja -dije riéndome-

Recargué las pistolas y desencasquillé una en el marco de la puerta viendo a ver que pasaba.

Investigo la estera en busca de alguna pisada o similar. Me siento en cuclillas para examinarlo mejor, aunque sin dejar de mirar por si aparecen más zombies... O más plantas, o más monstruos.

-Jack, ¿has pensado alguna vez en dedicarte al humor? No lo hagas, te arruinarías.

-Alguna vez me lo planteé, pero la gente no entiende mis chistes, sólo tu. En el juego de Mario comerse un champiñón rojo te da energía, si me como a tu hijo igual también recupero, jajaja

Fruncí el ceño y seguí buscando algo que llamase la atención en aquel maldito lugar. Devolver al Bebé y marcharse, ese era el plan... Cuanto antes lo hiciera, antes podría irme a casa.

-Muna mbeam beo in a dhiaidh ach seachtain... -gruñí antes de continuar.

Nathan disparó al zombie que tenía en frente, matándolo, Jack apunto a quemarropa al zombie que le acababa de morder, solo necesitó un disparó para acabar con su vida.

Estais entrando en la cabaña, pero justo antes de entrar, una ráfaga barre el suelo a vuestros pies, es el inconfundible traqueteo de un fusil M-16. Quien abre fuego contra vosotros desde el borde de la pequeña meseta no es otro que el capitán Rumeu. Su uniforme está destrozado, y todo él parece cubierto de sangre. Se prepara para soltar nuevamente una nueva ráfaga

No pude mover la mano a la pistola. Corrí con la criatura en brazos para ponerme a cubierto dentro de la cabaña. Me asomo para ver a Jack.

-¡Jack!