Partida Rol por web

Apocalipsis

Un nuevo hogar

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15/08/2010, 22:33
Yomara Doumbouya

Miraba los fierros retorcidos enajenada, se negaba a ver lo que quizá para otros era evidente. Fierros retorcidos, sólo eso eran. Había cientos de vehículos con iguales características que aquel en el que Oluchi y sus amigos viajaban, no tenía nada de especial, modelo, marca y color comunes y accesibles para cualquier bolsillo. No. No podía ser el de ella. No era el de ella.

Se alejó, no quería oírlos, no quería verlos, quería gritar, gritar con todas sus fuerzas, llamar a su hija... queria un abrazo, necesitaba un abrazo, pero no cualquier abrazo, quería el abrazo de la gente a la que amaba. Lo necesitaba.

Su mirada se perdió en el ancho mar y posteriormente en los restos del avión. ¿Y si Lance venía en ese vuelo? Apretó los ojos y negó con la cabeza.

-Los vuelos siempre se atrasan, siempre, él no venía allí... no venía, me tiene que estar buscando igual como yo lo estoy buscando a ellos... -se dijo.

Volvió la cabeza y al hacerlo vio al pequeño a apenas unos pasos de ella. Su mirada se enterneció mientras que sus ojos adquirían un tinte vidrioso. Quería llorar pero se contuvo y escuchó lo que Jimmy tenía que decir.

Notó la tristeza en la voz del pequeño, se sentía solo, desamparado, había perdido a su madre y, poniéndose en su lugar, comprendió que la pena y angustia que él sentía debían ser infinitimente mayores a las suyas porque se trataba tan sólo de un niño que no contaba con ninguna arma para defenderse solo en la vida.
Respiró profundo y se puso de pie, acercándose a él. Lo abrazó, en silencio, acariciando sus cabellos del mismo modo que acariciaba los de su hija cuando tenía la misma edad.

-Si tu madre y tú tuvieron ese sueño es por algo -comenzó a hablar con una serenidad que hasta a ella le sorprendió-. No parecen ser los únicos que han soñado con ella, eso algo tiene que significar -le frotó la espalda y dio un beso en la cabeza-... A lo mejor mi hija también vio a la madre Abigail en sueños y ahora está viajando a Hemingford... ¿no crees? -añadió esperanzada. Lance y Oluchi quizás estuvieran viajando hacia Nebraska esperando encontrarse con ella en ese lugar.

Se quedó en silencio, todavía cobijando al pequeño Jimmy entre sus brazos cual madre y es que, no importa si el hijo era propio o no, el instinto maternal es imposible perderlo.

-Yo te voy a cuidar, no soy tu madre pero te prometo que voy a cuidarte como si lo fuera -lo miró a los ojos e intentó sonreír. No mentía, lo cuidaría.

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16/08/2010, 22:50
Debbie Scott

Habían bastado tres días para que el grupo volviera a fragmentarse. Con la llegada del último día del año solamente quedábamos Amanullah, James y yo. No podía evitar pensar que de seguir así muy pronto la soledad se apoderaría de todos nosotros y con el solo hecho de pensarlo mi corazón se encogía, angustiado.

Por suerte James estaba ahí, el siempre tan inocente, generoso, cordial y por supuesto educado, su sola presencia bastaba para reconfortar mi existencia, la cual, en los últimos cuatro días yo misma había cuestionado en innumerables ocasiones. Los últimos días habían servido para conocernos mucho más y sin embargo el seguía comportándose de forma graciosamente respetuosa.

Mis labios se arquearon dibujando una sonrisa y revelando algunos de mis dientes, no por la agradable sorpresa del delicioso dulce, sino por el mero detalle que suponía.

-¡Si!, me encantan, ¡gracias! – Abriendo el tarro enérgicamente y habiendo degustado ya la primera cucharada, contesté a su pregunta:

Deberías! Sentencié -De hecho me molestaría que no me tutearas...

Continué con el helado, que por supuesto compartí con él, dejé que cada cucharada se derritiera en la boca antes de tragarla, la temperatura no era precisamente favorable para este tipo de dulce. Antes de acabarlo me levanté.

-Vamos James, tenemos que proseguir el viaje. No podemos relajarnos hasta encontrar ayuda... por cierto, recordé, ¿qué tal vais con esa radio?

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18/08/2010, 16:02
Erika Stevens

Erika asintió y se fue acercando con su abuelo al humvee y le sentó, quedándose ella fuera. Su aspecto no era el mejor, pero todos tenian dificultades con eso, así que no le dio demasiada importancia.

Parece que si.. que de los que han quedado, un buen puñado se han vuelto majaretas.
Dejando a su abuelo más tranquilo, fue a echar una mano con los quad o lo que hiciera falta, a pesar de estar cansada lograba sacar energía.

Aunque le llamó la atención descubrir que Tom era "lento", tan solo sonrió sin malicia.
Más o menos Tom, más o menos.

Dado que Stanley parecía llevar la voz cantante, se dirigió a él.
En fin... Cogió aire. Mil gracias de nuevo. Cualquier cosa que pueda ayudar... no tienes más que pedirlo. Mi hermano recibió un balazo y Howard una quemadura eléctrica de tercero en el pecho y ahora están bien. Se me da bien... Sonrió. Así que ya tenéis médico... otro médico, vaya. Era voluntaria y de emergencias en L.A., y en L.A. hay... había de todo, puedes apostar.

Si tan solo pudiéramos encontrar algo de equipo médico por lo que pueda pasar... Se acarició un poco la barbilla. Mira que nos pasamos tres días en L.A. reparando un Humvee con quitanieves y cargándolo de cosas, armas y de íbamos preparados para casi cualquier cosa, y nos sorprendieron.

Suspiró Y dejaron a mi perro tirado... antes le salvaría a él que a uno de esos lunáticos.
Apretó un puño. Su rostro no parecía acostumbrado a demostrar rabia u odio, pero la situación la estaba superando. Afortunadamente sabía quien podía solucionárselo.

Voy... a hablar con mi abuelo y mi hermano. Ellos no sabían nada de la visión aún... y creoq ue no la han tenido. Tengo algunas cosas que explicarles.

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18/08/2010, 21:48
Alex Silverstone

Sonreí al encontrar por fin una persona agradable, desde luego Erika lo parecía y era algo que echaba de menos, una persona que no pareciera que te podía arrancar la mano casi cada vez que abrieras la boca.

La sonreí a sus palabras, asintiendo y pensé que era bueno que lleváramos a una mujer como ella, pues sería de ayuda.

- Soy veterinaria y bueno, no es precisamente como ser médico, pero supongo que entre ambas podremos hacer un apaño.. A falta de pan.. y algo de equipo médico ya llevamos, nos pasamos por la consulta de un pueblecito y cogimos lo que pudimos, aunque tampoco era nada del otro mundo, pero al menos, algunas cosas las conozco y contamos con algunos medicamentos, jeringuillas, hilo de sutura y cosas para curas.. - Era mejor que nada, eso seguro, aunque seguramente los animales se me siguieran dando mejor que las personas, se quejaban menos y sólo tenías que preocupar de que tuvieran la boca cerrada.

Con lo del sueño asentí, pues yo sí que había visto a aquella mujer y si estábamos yendo a Nebraska era por insistencia, ya que seguramente Stanley hubiera escogido cualquier otra ruta hacia cualquier otro lugar.

- Deberíamos salir de aquí primero y luego hablar sobre todo eso.. sino igual tenemos algún que otro problema después..

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18/08/2010, 22:00
Erika Stevens

Erika había entrando en el vehículo, y respondió a Alex.
Pero en algo se parece lo que hacemos... que lo hacemos por pasión y vocación, no es asi? Sonrió a la veterinaria. Es raro encontrar uno de veterinaria que no lo haga por pasión, jejeje, al menos de los que he conocido.

Cogió aire mirando a su abuelo de reojo, cuya serena mirada debía estar aguardando, más que exigiendo, explicaciones.

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18/08/2010, 22:08
Alex Silverstone

Tuve que asentir a sus palabras, pues así había sido.

- Yo vivía en una granja de Wiskonsin y la única manera de poner trabajar allí que no fuera en el campo era licenciarse en alguna cosa, y no habías opciones si quería quedarme en aquel lugar a vivir que era mi idea..

No hacía falta decirla que ahora aquella idea sonaba como uno de esos ideales que tiene una persona y que jamás podrá cumplir.

- No conozco a ninguna persona que se haya criado en mi pueblo al que no le gusten los animales, los tractores y las escopetas.. - Esto era una especie de chiste, intentando restarle importancia a lo primero que la había comentado sobre mi hogar. No quería volver a deprimirme por algo que sólo podía recordar como era..

- Todos hemos perdido demasiado y las lágrimas se terminan secando..

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18/08/2010, 22:11
Arnold Becks

El abuelo se había limpiado las gafas con un trapo que tenía en el bolsillo, y había tomado unos minutos en intentar quitarse de encima el polvo del suelo, al haberse tirado a él para evitar la explosión. A veces miraba atrás, aunque él mejor que nadie sabía que solo habían dos tipos, y los dos tipos habían muerto. Pero no quería fiarse, porque quizá sus compañeros volverían, o habrían dado algún aviso por radio.

Escuchó con su hermano, en un segundo plano, la conversación con los extraños recién llegados, de los que no se fiaba demasiado, por simple precaución. Cuando Erika volvió hasta ellos, él se mantuvo en silencio, mirándola. Si quería explicar algo, lo haría ella misma. No quería presionarla.

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18/08/2010, 22:16
Kevin Stevens

Kevin no perdía detalle, aunque dadas las circunstancias se sentía desnudo sin un arma. Armas era lo que tenían aquellos tipos, los que en principio les habían salvado. La mujer parecía simpática, atenta. Luego tenían a un par de tipos bastante cortantes y secos, y un negro dentro del coche, que ni siquiera había hablado en todo el rato.

"Que bien", pensó "ahora le dan una petaca al borracho de Keenan". Si había alguien que no le terminaba de gustar allí, era Howard. Siempre mirando a su hermana, con esos aires de chusma de barrio bajo. Chusma como la que él, como policía, solía meter a empujones en la celda, aunque protestaran. Las cosas habían cambiado mucho, para bien o para mal.

-Erika -dijo él- ¿De que demonios estáis hablando? ¿Un sueño?

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18/08/2010, 22:24
Erika Stevens

Erika asintió a Alex y le pidió unos minutos con un gesto. Miró a los supervivientes de su familia, tragó algo de saliva y asintió a su hermano.
¿Recordáis... aquella conversación tan... surrealista que tuvimos Howard y yo al poco de recogerle? Y abuelo, aquellas... preguntas desubicadas, si la abuela conocía a una tal Abigayl... y todo eso?

Ve... veréis... cuando la inección llegó a L.A., me pilló durmiendo en la ambulancia de guardia, Corinne era la que estaba vigilando... bueno, pues el caso es que tuve un extraño sueño... Abigayl estaba en su granja de Nebraska, me hablaba como si me conociese y me dijo que viniese a verla con todos mis amigos y que huyera del "hombre oscuro", que apareció enseguida. Luego corrí por el maizal de su granja y desperté...

Y solo encontré viva a Corinne, que murió enseguida. El resto estaban muertos. Luego conducí hasta casa y el resto lo sabéis.
Cogió mucho aire. Tenia mucha confianza con ellos, pero esto estaba costando.
Sabéis mejor que nadie que no soy religiosa ni nada remotamente parecido, pero... bueno, la abuela, antes de... expirar, me dijo que Abigayl era un ángel... y que se alegraba de que me hubieran escogido aunque a ella no... creoq ue se fue muy en paz consigo misma, e hicimos las... paces.

Cogió de nuevo aire, esta vez recordando las palabras de la abuela, tratando de no sollozar.

En...tonces me inventé eso de la amiga en Nebraska y... aunque fuera una alucinación, Nebraska es lo bastante despoblado como para ser un buen sitio igualmente... Miró a Howard, y se le pasó por la cabeza que algún dia tendria que ayudarle con su problema antes de que él mismo se convirtiera, sin pretenderlo, en un problema.

Luego Howard y yo hablamos del tema, y el hecho de que Alex lo haya visto también... bueno... jeje... Rió breve y nerviosamente. Al menos no estoy loca, no...?

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19/08/2010, 10:10
Alex Silverstone

El sueño de aquella joven había sido exactamente igual que el que había tenido yo, y sino muy parecido y yo no creía estar loca, al menos, no después de lo que ya había visto, así que me pareció oportuno entrar en aquella conversación, aunque sólo fuera tratando de escudarla.

- Cuando se produjo el primer caso de infección en donde yo vivía, el doctor del puebo y yo acabamos en un hospital y nos hicieron muchas pruebas para descartar la enfermedad. Yo no había enfermado y el gobierno me secuestró y me metieron en unas instalaciones médicas usándome de conejillo de indias. Mientras estaba allí encerrada tuve ese mismo sueño y aquella mujer me dijo las mismas palabras y bueno, seamos sinceros, cuando sales de allí y descubres que todo el mundo está muerto por esa enfermedad serías capaz de agarrarte a un clavo ardiendo si no tuvieras otra cosa..

Ahora había desaparecido todo tono de broma de mi voz y tan sólo quedaba tristeza en ella.

- No sé lo que encontraremos en Nebraska, pero tampoco tenemos ningún lugar más al que ir, pues no queda absolutamente nada. Además, esos hombres intentan matarnos porque saben a donde vamos y eso puede significar que allí halla algo que nos ayude de verdad..

Me giré para mirar si estábamos todos en el coche y luego por la ventanilla bajadahablé a los que estaban fuera, usando un tono de voz un poco más alto pero sin llegar a gritar por miedo a otro encontronazo.

- ¿ Nos vamos ya?

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19/08/2010, 15:34
Director

Juntos, reemprendieron el viaje hace un destino incierto. En medio de un mundo muerto y derrumbado, el sueño de la madre Abygail era como un faro en la oscuridad, que seguía atrayéndoles como un imán. Verdadero o falso, era algo en lo que creer, algo que no era racional, que no podía explicarse con palabras, algo que se sentía muy adentro, en el corazón. Eso tenía un nombre, un nombre que la mayoría de las personas habían olvidado en el siglo en el que vivían: fe.

Montados en el humvee y los quads, los viajeros se sumergieron, en profundo silencio, en sus propios pensamientos, rememorando el pasado, extrayendo conclusiones y, sobretodo, pensando en el incierto futuro. Tras días horas, días de viaje, llegaron a Nebraska, que se les antojó una tierra hermosa y vírgen, comparada con la desolación industrial que habían dejado atrás.

El mapa estaba abierto sobre la guantera, señalando con rotulador aquel pequeño pueblecito del que hasta hacía poco no habían escuchado hablar: Hemigford Home. Stanley, al volante, no podía evitar pensar que quizá estaba conduciendo hacia un espejismo, una dolorosa quimera. ¿Merecía la pena seguir en aquel mundo, con aquella gente extraña, en vez de reunirse en la otra vida con sus seres queridos? Algo parecido pensaba el coronel, impetérrito en su puesto de artillero, recordando a su familia, de la que no había hablado a nadie, y a los muchachos de su unidad, que eran como su segunda familia. Para Brown, el viaje estaba siendo una especie de vuelta a empezar, una redención para toda su vida pasada.

Erika pensaba en todo lo sucedido, en la muerte de su abuela, en el sueño. Ella, más que nadie, dejaba que el corazón hablara, y sentía dentro, muy dentro de ella, la certeza de que la madre Abygail era tan real como los campos que recorrían, a izquierda y derecha, mientras conducían por la carretera. Howard no podía evitar pensar en como la recibiría la señora, si es que existía, y en el episodio de la aparición del señor Flag. Para Alex, era más sencillo, casi diáfano. Había cifado todas sus esperanzas en que ella fuera real, y no quería tener que destruir todo lo que había construído en su corazón.

 

Cuando llegaron a Hemingford Home, el pueblecillo se mostró tan vacío y lleno de muertos como el resto que conocían. Pero entonces, sucedió algo extraño. Impulsado por un entusiasmo incomprensible, Stanley tomó un desvío, un desvío hacia el campo, entre los árboles, hacia las pequeñas fincas de los alrededores. Como guiado por una mano que no sabía identificar, pero que llenaba su corazón de júbilo, siguió su camino, orientándose por los accidentes geográficos que había visto en su propio sueño: las montañas, el molinillo de viento en lo alto de la torre de metal, el camino... Todo se correspondía, para su sorpresa, con la realidad.

Y, entonces, todos pudieron ver el comienzo del maizal, el maizal de sus sueños, que estaba meciéndose lentamente al viento. Entusiasmados, siguieron a través del camino de tierra, a lo largo del cultivo, hasta que el corazón les dió un vuelco: la casa estaba allí, tal cual la habían soñado. Sin poder esperar más, aunque con la cautela propia de hombres y mujeres que habían visto y vivido lo peor, se acercaron a la casa, deteniéndose ante el solitario porche.

Hubo un momento de silencio, casi de decepción, cuando se encontraron el porche desierto, y cerrada la puerta de entrada. La mecedora de la madre Abygail estaba en su sitio, tal y como la imaginaron. Entonces, cuando el primero de ellos bajó del coche, sonaron los viejos goznes, y puerta y antepuerta se abrieron. Y de ella, surgió la mujer que estaban esperando, la mujer por la que habían recorrido un mundo postapocalíptico. La madre Abygail existía, y estaba allí, en el porche, mirándoles con una enorme sonrisa.

Notas de juego

Dije que iba a pausar la partida, pero creo que os merecéis llegar hasta este punto

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19/08/2010, 16:02
Abygail Freeman

Estaba allí, de pie, con su bata azul de margaritas blancas, sus medias oscuras, las zapatillas de andar por casa y el fular que se estaba poniendo al cuello. Sus manos, viejas y arrugadas, se estiraron hacia ellos con afecto, como si ansiara abrazarles. Su andar era torpe, y por un momento temieron que pudiera caer al suelo. Tuvo que apoyarse en una de las columnas del porche para bajar el primer escalón, y decidió quedarse ahí, por que era mucho más bajita que muchos de ellos, y le hubiera dado verguenza abrazarles desde abajo. Su voz, como todo ella, era idéntica a la de su sueño.

-Alabado sea el Señor -dijo, tapándose la boca.

Sus ojos brillaron con entusiasmo, como si ella misma se hubiera dado cuenta de que aquello era real, tan real como el maíz que hondeaba al viento, poco más allá.

-Habéis venido, hijos míos. Sois los primeros, pero mi corazón sabía que llegaríais sanos y salvos. Gracias a Dios, gracias a Dios...

Miró entonces a Erika, que se mantenía discreta en un segundo plano, y sonrió.

-Podéis acercaros, hijos míos. No temáis nada ahora. Erika, mi niña, Alex, mi luchadora, Stanley, no temas, Howard, mi valiente. Por favor, venid.

Parecía ansiosa por abrazarles, por calmarles, como una madre atenta y cariñosa. Toda ella transmitía una indescriptible sensación de ternura, paz y maternidad.

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20/08/2010, 00:33
Alex Silverstone

El paísaje poco a poco fue cambiando frente a nuestros ojos, pero lejos de ser como desconocido, como incómodo, ver el campo, las granjas, me hizo sentirme más como en casa y eso me hizo sentir agusto por un lado y sola, muy sola por el otro. Resulta increible como podía llegar a sentirme tan sola yendo con tantísima gente.

Apenas hacía nada estaba dando vueltas con mi vehículo a todas partes, recorriendo granjas con caminos que les resultarían incómodos hasta las cabras, aguantando ferias tan absurdas como la de la recolección de " lo que tocara recoger en esa época del año " pero era mi vida y ahora, de todo aquello, no quedaba absolutamente nada.

Lo malo de ir al volante era que no podía intentar dormir para no pensar, así que no podía evadirme de aquella sensación.

Aquel maizal.. yo había visto aquello, lo había visto en el sueño... ya habíamos llegado donde aquella mujer. Fue por donde estuve corriendo y donde me había sentido libre y al ver la casa, mi corazón latió con tanta fuerza como si tuviera quince años y estuviera delante del chico más guapo de todo el instituto.

- Lo hemos conseguido... - Pensé, aunque luego lo volví a repetir en alto. - Lo hemos conseguido!

Mi voz dejaba ver mi optimismo, olvidando todo lo mal que me estaba sintiendo al ver un paísaje que me traía tantos recuerdos.

Al bajar del coche, miré a aquellas personas que habían venido conmigo, sobretodo a Erika, quien por el hecho de compartir aquello, había sido la que más simpatía me había hecho sentir y como si no me resultara extraño que aquella mujer supiera mi nombre, me acerqué, pues todo lo que representaba era como una meta que me había impuesto y ahora, esperaba que el dolor que sentía pudiera desaparecer como por arte de magia.

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21/08/2010, 20:11
Howard Keenan

Howard regresó con el otro quad que Tom había encontrado a la mitad de la confesión de Erika. Siguió llevando el vehículo como si nada, incluso al verse aludido un par de veces. Notó que la enfermera le miró con ojos que querían decir algo, pero no logró descifrarlo. Esa pequeña dosis de whisky no había sido suficiente para calmar su sed de semanas, pero no se atrevía a pedirle la petaca a Price. Al final, todos estaban sumamente apurados por continuar con el viaje, en especial aquellos que habían tenido el dichoso sueño. Su razón de ser era recorrer la distancia que lo separaba de Nebraska y hallar a la anciana, y mientras más se acercaba, más pensaba que era todo una fantasía, una casualidad. Tal vez Dios existía, y era un jodido retorcido que en ese momento se descostillaba de risa al ver como sus ovejas iban de aquí para allá como si no tuvieran pastor. Antes de perder las ganas de seguir, tenía que llegar.

Howard estuvo a punto de estrellar el quad que le tocó conducir varias veces. El tiempo había hecho estragos con su cerebro, algo ayudado por la ingesta desmedida de alcohol, pero luego de unos momentos cercanos al dolor de los huesos rotos logró dominarlo. El hedor a muerte se fue disipando a medida que avanzaban hacia Hemingford Home, pues iban dejando las ciudades atrás. El aire era más puro en el campo, y fueron momentos de paz para el escritor. Hace rato había perdido sus adornos faciales, pero ya no le interesaba. El paisaje, las corrientes de aire acariciándolo y la ausencia de muerte tuvieron un efecto esperanzador en él, un hombre perdido. Tuvo tiempo de pensar, y lo usó para convencerse de que el mundo jamás volvería a ser como antes, para aceptar la realidad que deseaba ahogar en un río de bebidas. Sólo así podía empeñarse en empezar de nuevo.

Días de viaje después, Stanley tomó un desvío de la nada. Howard le siguió. Probablemente sentían lo mismo, una sensación de entusiasmo indescriptible. El hombre, ya no tan calvo, gritó. Estúpidamente, alzó los brazos en señal de victoria y emoción, el quad se desequilibró, pero retomó el control. Rió. Momentos después, el paisaje se iba volviendo más y más familiar. Él creía estar soñando de nuevo. Atravesó el maizal embelesado por el surrealismo de la situación. Al final del arco iris estaba su caldera llena de oro: el hogar de Abygail. Apenas apoyaron un pie en el suelo, la anciana se presentó. Howard sonrió.

¿Valiente? Menudo sentido del humor tiene la vieja...

El escritor avanzó sin temor. Le invadía el sosiego y la satisfacción de haber conseguido lo que buscaba, y el grito de Alex le hizo pensar que todos estaban igual de satisfechos. Se acercó a la mujer y dejó que le abrazara, aunque sin responder. Se separó y buscó sus ojos.

-Por casualidad, ¿no tendrá algo de beber?-

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24/08/2010, 07:54
Stanley Westen

Stanley se queda de pie en segundo plano, a un lado de los vehículos, como un niño asustado en una fiesta en la cual no conoce a nadie. Los demás parecen contentos, saludan a aquella mujer, aliviados, alegres de ver que aquello que habían soñado no era tan solo un delirio, cosa que Stanley también confirma, pero que no le llena tanto de jubilo, de aquella sensación extraña que le había invadido momentos atrás, mientras conducía, y que le hizo seguir su camino hasta aquella casa, aquel sitio que había visto en sus sueños, pese a no hablar con nadie con ello, y que ahora lo tiene confundido. - ¿Que es todo esto? - piensa - ¿Estoy soñando de nuevo? - se pregunta, barajando la posibilidad de que aun este tendido en la cama de aquel hospital, rodeado de moribundos, y eso hace que un leve temor comience a invadirle, como si esperara que en cualquier momento aquel hombre oscuro apareciera por entre el maizal, haciéndole despertar de nuevo. Pero no parece un sueño, y eso tampoco le reconforta - ¿Que clase de broma es esta? - se sigue preguntando en silencio, mientras mira la escena con las manos en los bolsillos. Aun siendo todo aquello real, no puede encontrarle sentido, ningún significado. No puede encontrarle justificación ni significado a aquella sensación de alivio que había sentido al llegar a aquel lugar.

Mientras pienso en todo eso, en silencio, no puede evitar echar una fugaz mirada a Price y a Brown.

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26/08/2010, 02:10
Director

Ian no podía quitársela de la cabeza.

Estaba en su coche, un lada niva blanco que había visto muchas carreteras, un coche fiable, robusto y resistente. Llovía en la salida a la carretera, en Nueva York, y las gotas de lluvia repiqueteaban sobre del parabrisas. Había apagado el limpiaparabrisas y el motor desde hace casi media hora, y ahora simplemente miraba al frente, sumido en sus propios pensamientos, mientras escuchaba la lluvia caer. Su mente se había abstraído, olvidándose de la enorme fila de coches que bloqueaban su avance, llenos de muertos por la infección, ahora muchos en remojo, y del control militar que le cerraba el paso al final del acceso, donde los soldados estaban tan muertos como el resto de la humanidad.

El reportero se tomó un momento para mirar el revólver que estaba en el asiento del copiloto, un largo y silencioso momento. Eso le hizo recordar otros tiempos, en Irak y Afganistán, cuando las balas zurreaban a lo lejos, y a veces siniestramente cerca. Pero también pensó en todo lo que había sucedido desde la noche de navidad. Como su madre enfermó, y como Kath le siguió en cuestión de horas. Se pusieron lívidas, como las decenas de cadáveres que había visto desde Virginia hasta Nueva York, y los centenares de la gran manzana. Los antibióticos no funcionaban, y los hospitales estaban colapsados. Al volver a casa después de ver en directo escenas que le recordaban a los días de la "liberación" en Bagdad, su madre ya había muerto, y Kath lo hizo en menos de 60 minutos.

Lo siguiente que hizo, desoyendo cualquier consejo del gobierno y los militares, fue coger su pase de prensa e ingeniárselas para viajar a Nueva York. A pesar de que era un hombre de recursos, las carreteras colapsadas le entretuvieron demasiado. Y cuando llegó, la ciudad estaba a punto de sucumbir... al completo. Buscó a Claire en el hospital, entrando en Nueva York como pudo. Y lo que vió, simplemente, le quitó el habla. Pasillos llenos de muertos, sin distinción: policías y guardias de seguridad, enfermos, familiares y personal del hospital. Claire estaba de espaldas, con la mascarilla todavía puesta, en uno de los quirófanos.

Cuando le dió la vuelta, vió que sus ojos eran como los del resto, y que era como una muñeca sin vida, fría y lejana. Entonces, Ian lloró. Y no solo por su muerte, si no por su desdicha. Había llegado tarde. Y no solo a Nueva York, a intentar salvarla, si no que comprendió que había llegado tarde en el pasado, cuando se separaron a su vuelta de Irak. No había estado allí para ella, para lo más importante que había conocido. Su ego le había podido. Y durante media hora, apoyado en la pared de aquel hospital, lloró su desdicha, hasta que no le quedaron más lágrimas que derramar.

Pasó por el piso entonces, como un autómata, cogiendo suministros de su propia nevera, nada convencido de lo que estaba haciendo. Afuera, el silencio solo se rompía con algún disparo lejano y esporádico. Eso le hizo recordar el arma, el revólver del 38 que guardaba en un cajón de la mesita de noche. Pensó que quizá le haría falta ahí fuera, fuera donde fuera que tuviera que ir. Estaba triste, deprimido, y comenzaba a preguntarse si su vida carecía de sentido, cuando la Humanidad al completo parecía haberse extinguido, o estar a punto de hacerlo.

Por eso no se molestó en buscar una vía de salida alternativa. Guiándose por la costumbre, tomó un camino que le llevó directo a la salida de la circunvalación, y se detuvo detrás del último coche de la inmensa fila. Y ahora, mientras miraba la pistola, pensaba en las ventajas del suicidio, dadas las circunstancias.

Pero algo atrajo su mirada, algo muy extraño. Un hombre con un sombrero de cowboy, y un gran bigote, corría protegiéndose de la lluvia con un plástico. Miraba a las esquinas y al interior de los coches, receloso. Estaba bastante empapado, y no parecía ir armado a simple vista. Entonces, a pesar de las gotas de lluvia que casi tapaban su visión por completo, creyó reconocer su rostro, y eso le hizo despertar, y luego blasfemar. Era el cantante de los DeathHeads, un grupo de heavy metal. El favorito de su difunta hermana.

La vida, a veces, nos deleita con sublimes ironías.

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26/08/2010, 02:35
Director

El mundo se había ido por el desague.

Eso habías podido ver desde tu loft de Nueva York, por que el ejército no te había dejado coger un jet privado, que queríais pagar entre varios artistas famosos, para salir de la ratonera. "No hay excepciones a la cuarentena, señor", dijo el militar. Luego su compañera te pidió un autógrafo, y a ti te dieron ganas de partirle la cara a la niñata gilipollas.

Lo que si hiciste fue acopio de víveres, y cerciorarte de que tus hijos estuvieran bien. Les querías, a pesar de todo, pero tus exs no dejaron que te acercaras a ellos. Y la última vez que te arriesgaste a ir a verles, te encontraste las calles llenas de muertos, y nadie contestó a la puerta. Una muchedumbre enferma y asesina se acercaba por el otro extremo de la calle, y no te quedaste a comprobar si realmente había o no gente dentro de la casa. Has pensado en ello, y te averguenza bastante tu comportamiento.

Ha pasado una semana, y no definitivamente no sabes racionar tu comida. Tampoco pudieron mandarte mucho, ni aún pagándola a precio de oro. Pero con tantos años de excesos, está claro que no sabes administrarte. Quizá no debiste comerte los filetes con salsa americana y nuggets fritos, día si y día también. Tu estómago comenzó a sentirlo, y también tu despensa.

La gente estaba muerta ya, la mayoría. El otro día te atreviste a salir, buscando cerveza, y te encontraste a un par de colgados armados, que quisieron matarte para robarte la mochila donde metiste las cosas de comer que te quedaban, pensando en salir de la ciudad, o explorar por ahí.

Sea como fuere, los víveres se han acabado, y los muertos comienzan a apestar. Estás casi seguro de que tus hijos y exmujeres han muerto, así como todos los compañeros de tu banda... así como todo el puto universo. No lo entiendes. ¿Por qué no has muerto? Quizá es que los viejos rockeros nunca mueren, o quizá es que la vida es así de puta.

Has comenzado a explorar las salidas de Nueva York. Hoy estabas mirando una, en una carretera de acceso que sale de Queens, y ha comenzado a llover. Todo está lleno de muertos, y estás delante de una enorme fila de coches parados, llenos de muertos que comienzan a pudrirse, frente a un control militar que ves a lo lejos, con los soldados también muertos y despanzurrados en el suelo.

La lluvia aprieta, y solo has podido conseguir un plástico, de un palé de ladrillos de una obra cercana. Tendrás que buscar un sitio donde cobijarte, al menos de momento.

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26/08/2010, 14:16
"Death" Johnson
Sólo para el director

La lluvia caía incesante sobre el plástico que cubría a "Death". Parecía que al final, el fin del mundo había llegado. Aquellas semanas, las palabras que tantas veces había escuchado pronunciar a su padre, volvían para atormentar su mente.Solo los justos y los rectos se salvarán. - Y una mierda!! Alguien se ha equivocado... y mucho. Desde los catorce años, había despreciado las opresivas y rígidas normas, que la religión de sus padres le habían marcado. Y ahora parecía que todas aquellas reglas de conducta no servían para nada. La muerte había azotado a todos por igual, creyentesy no creyentes. Y él había sobrevivido. Con todos sus pecados a cuestas, había sobrevivido a aquel Apocalipsis.

Caminaba bajo la lluvia, mirando a su alrededor, buscando algún refugio donde resguardarse de la tormenta. Llevaba la mochila con los víveres, y su bajo acústico a la espalda. Durante aquellos primeros días, había pensado mucho en sus hijos. No había sido capaz de hacer nada por salvarlos, ni siquiera había estado junto a ellos cuando murieron. Nunca había sido un padre modélico, joder. Pero los quería, y la idea de que estuvieran muertos, pudriéndose lentamente en cualquier rincón, le había llevado a la desesperación en varias ocasiones. Si hubiera tenido algo que meterse en aquellos momentos, lo hubiera hecho. Pero parecía, por alguna extraña razón, que alguien no quería que muriera. De momento.

Avanzó cauteloso, hacia el puesto de control, donde los cadáveres de los soldados cubrían todo el asfalto. Con cuidado, con la lluvia golpeando el precario plástico, caminó entre la fila de coches detenidos a lo largo de la carretera. Había cogido su bajo al salir de casa. Pero no había pensado en llevarse nada que le sirviera como arma. La última vez que se había cruzado con alguien vivo, habían intentado matarlo. Tal vez, aquellos soldados muertos, tuvieran alguna arma con la que poder defenderse. Aunque solo de pensar en buscar entre aquellos cadáveres, se le removía el estómago.

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26/08/2010, 17:55
Ian Mason
Sólo para el director

No es la primera vez que Ian siente que el mundo se desmorona a su alrededor, pero si en el pasado lo había experimentado de un modo figurativo, o metafórico, ahora es real. Jodidamente real. Todavía mantiene las manos apoyadas en el volante, y entre dos dedos sujeta un cigarrillo que se consume solo, olvidado por su dueño. La ceniza ha ido cayendo sobre los pantalones pero ni siquiera se molesta en sacudirla. Para lo que le importa.

Los ojos clavados en el parabrisas, a veces con la mirada perdida, otras viendo como una gota se une a otra, y luego a otra, y a otra más, formando una especie de riachuelo que compite con el de al lado para ver cual llega antes a la goma. Unos ojos cuyas retinas todavía se encuentran impregnadas por la visión de Claire. De su cadaver. La había cogido en sus brazos, reteniéndola contra él durante... ¿Minutos? ¿Horas?. Antes se preocupaba de esas cosas, el tiempo era un bien escaso, pero ahora dispone de todo el tiempo del mundo. Luego la dejó sobre una camilla vacía, en la sala donde los cirujanos se cambiaban de ropa y se preparaban para entrar en acción. Era la única que estaba vacía y luego cerró la puerta, como si sellara una tumba.
 
Le habría gustado darle sepultura, como a Kath, a su madre y a Lewis, en el jardín de casa, uno detrás de otro. Matthew nunca llegó a Charlottesville o también lo habría hecho. Pero aquí, en la Gran Manzana, ahora podrida... ¿Central Park? A ella le gustaba. Pero también le gustaba su hospital. Ahora descansará tranquila y en paz. Ya no hay problemas, ya no hay stress, ni preocupaciones, ni... En realidad ya no hay nada, sino millones de muertos. Y él es uno más. Aunque respire y pueda caminar, Ian sabe que está muerto. Muerto en vida. Condenado. Y no porque cabe la posibilidad de que algún francotirador le abata. Su espíritu, su alma, está muerta, y que el cuerpo no lo esté es tan solo una cuestión de tiempo. Porque, si no hay vida, no hay esperanza. Sus ojos se desvían un instante hacia el revólver que descansa a su lado.
 
-Y, al fin y al cabo, morir es fácil. Lo difícil es vivir. Pero ¿puede llamarse vida a lo que me rodea?. Es como si el infierno hubiera ascendido hasta nosotros. Ni Dante lo hubiera imaginado así.
 
¿Cuál era el título de aquella vieja película?. La de Charlton Heston, pasaba por algo parecido. ¿Era...? ¿”El último hombre vivo”? Algo así.
 
-Pero él tenía una causa para mantenerse con vida, y yo... ¿Qué me queda a mí?.
 
-¡Pero que mierda de autocompasión! – exclama, de repente, en voz alta.
 
Apaga la colilla en el cenicero y se inclina hacia delante, apoyando la frente sobre la parte superior del volante. Se conoce, sabe que está deprimido – no, hundido – y que es lo natural. Pero ha visto a gente pasarlas bastante más putas que él, hasta ancianos que lo han perdido todo, incluso niños que se han quedado sin brazos, o sin piernas, o... ¡Joder! No, no quiere volver a mirar el revólver. No quiere volver a pensar en eso, tiene que pensar en otra cosa. Pero ¿en qué?. ¿En qué hacer? ¿En cómo salir de aquí?.
 
-Jodidos militares... – susurra entre dientes - ... hijos de la gran puta. Espero que esto haya acabado con todos vosotros.
 
Las palabras salen amargas, destilando bilis, saben agrias en su boca. No por haberlas dicho se siente mejor, pero el pensamiento le insufla un hálito de vida. De rabia contenida. De fracaso autoasumido. Se echa hacia atrás en el asiento y enciende un nuevo cigarrillo que, esta vez, si fumará. Y con la extraña sensación de no saber si será el último o el primero de una nueva vida. Confuso, demasiado confuso y aturdido para despejar la incógnita.
 
El humo en el interior del vehículo crea extrañas figuras, serpenteantes hilos grises que se funden alrededor, dejando ver el parabrisas y sus juegos de agua. Y, entonces, parpadea. Ha visto algo. Algo... inusual, extraño e inesperado. ¡Ese hombre! Es más... ¡Un hombre!. Su primitivo instinto de supervivencia le hace buscar a tientas el revólver.
 
-Un momento. Yo conozco a ese tío. Pero ¿de qué?.
 
No le lleva más de unos segundos identificarle. No solo es famoso, sino que por casa habían CDS con su rostro. Incluso pósters, en la habitación de Kath.
 
-¡Eh! ¡Amigo! – grita abriendo la puerta del coche, intentando levantar su voz por encima de la lluvia.
 
El revolver, por si acaso, lo guarda en el bolsillo de la parka. No quiere asustarle, si es quien piensa, pero tampoco quiere tenerlo demasiado lejos. Por si no lo fuera.
 
-¡Eh! ¡Aquí! – repite Ian, que sale del coche y se apoya en la puerta, mientras grita de nuevo y agita el brazo izquierdo levantado.  
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27/08/2010, 19:14
Director

Las afueras de Boston se parecían demasiado a las afueras de Pittsburgh. De hecho, se parecían demasiado a las afueras de cualquier ciudad norteamericana por la que has pasado. Tantos días caminando, y ahora lo peor es la soledad y el cansancio. Los encuentros con personas vivas han sido cada vez más raros y fortuítos, y parece ser que el grueso de la población ha muerto ya por la infección, al menos en aquella parte del país. No has visto movimiento de aviones, ni ningún otro tipo de vehículo.

La comida en lata ha comenzado a agotarse. Caminar tanto te deja molida, y da mucha hambre. El hambre es indicativa de que necesitas comer bien, de que toda esa energía te hace falta. Antes no necesitabas comer tanto, incluso comías menos de lo que debías. No querías acabar como aquella chica del insti, Jessica, que parecía una marsopa humana.

Ante ti, tenías la típica y tópica fila de coches en un atasco, sazonada con accidentes de tráfico, llena de muertos al volante o en la carretera, muertos que a estas alturas ya apestaban y tenían gusanos en las cuencas de los ojos. Nada agradable para mirar, ciertamente.

Decidiste hacer un alto en una furgoneta vacía, cerrando la puerta para que no te llegara el olor a muerto, y sacaste una de tus latas, de rabiolis con tomate frito. Algo asqueroso, sobretodo para comer sin calentar. Pero solo tenías un mechero, y no querías malgastarlo en ese tipo de cosas. El pan de molde fue historia pocos dias despues de salir de Pittsburgh. Ahora, mientras comes con la cuchara el contenido frío y asqueroso de la lata, piensas en que tienes que arriesgarte a entrar otra vez en Boston, y buscar más suministros.

Una duda te asalta de repente. ¿Hacia donde vas? ¿Cual es tu verdadero destino? Cada vez que ibas más al norte, hacía más frío, y la cosa se volvía más peligrosa. Pensaste que quizá la infección no hubiera llegado a Canadá, pero es posible que como el tiempo empeore, te hieles de camino allí. Además, tu visita a Chicago fue desastrosa.

En medio del mundo desierto, te encontraste a gente, mucha gente. Quizá demasiada gente. Iban en varios vehículos, armados hasta los dientes. Acababan de sacar un camión con gente de Chicago, supervivientes, imaginaste, y estaban violando a una chica. Te escondiste, y volviste sobre tus pasos, asustada. ¿Quienes eran? Y lo más importante: ¿Por que estaban preparando un ferry en el puerto? ¿Querrían ir a Canadá?

Por un momento, piensas que deberías haber hecho caso a tu padre, y haberte sacado el carné de coche a los 16. Podrías haber recorrido más distancia sin tardar tanto, y sin terminar agotada. Tantos días, y te ha cambiado. Ahora pareces la teniente O'Neill, e incluso sabes que se está descuadrando la regla, por que ya te toca y no todavía no ha llegado. Sabes que eso es malo, y que cuando baje, te va a doler mucho. Y quizá será mejor que ese día encuentres un buen lugar donde quedarte quieta, tumbada en algo cómodo, y comiendo bien. O todo lo bien que puedes comer, dadas las circunstancias.

A veces te da por mirar los muertos, aunque procuras evitarlo. El otro día, soñaste en que se convertían en zombies, como en las películas. Y la verdad es que tal y como están ahora, se parecen bastante a los zombies de las pelis. Antes solías ver esas pelis con tus amigos, y la verdad es que te molaba el toquecillo gore que tenían. Ahora, si pillaras a George Romero por la calle, le pegarías un escopetazo en la cara. Por gilipollas.

Entonces, escuchaste un ruido, un ruido lejano. Bajaste la ventanilla, y pudiste escuchar mucho mejor. Era un ruido de motor, como de un vehículo y el que se produce cuando las ruedas circulan por la gravilla del arcén.