Partida Rol por web

Durante unos instantes valoró sus opciones. De buena gana cargaría contra la puerta para echarla abajo pero en esta ocasión ni era procedente ni creía que fuera suficiente su poca fuerza para tirar abajo la gran puerta. Meditó un instante y miró a Ruperto, seguro que él podía abrirla, pero rápidamente descartó la opción. ¿Cómo podría justificar ese hecho?

—Nada —dijo después de chasquear la lengua—. Por aquí no hay nada que rascar. ¿Por dónde entrarán los sirvientes a esa torre?

Ya sabía la respuesta así que sin mediar más palabra se puso en camino a las cámaras de los sirvientes. Si estos prestaban servicio en la torre seguro que tenían un acceso desde ahí y si no seguro que ellos sabían por donde entrar.

Con Ventura a la cabeza, bajáis de nuevo los escalones y os dirigís a las cámaras de los sirvientes. Seguramente allí os encontraréis con Roger, el cual visteis que se alejaba en esa dirección.

Al entrar dejáis la puerta abierta, ya que el interior está en penumbra para vosotros que venís de fuera, donde el sol está pegando fuerte y castiga vuestra visión. Contempláis el mismo cuadro que en la cena de hace dos días: todos los criados están sentados comiendo en dos mesas alargadas, formadas por tablones dispuestos sobre caballetes. Veis caras conocidas, como era de esperar: Sancho el cocinero con sus dos hijas, el malhumorado José el herrero, el criado que criticó a uno de los soldados caídos de la torre vigía, y también algunos de los criados a los que habéis preguntado alguna dirección y los que acaban de descargar la piedra. El mulero, por cierto, está sentado con ellos. El que no está es Alberto, el mozo de cuadras que metió la gamba aquella noche e hizo enfurecer a José el herrero; os lo cruzasteis hace poco en el patio de armas, cuando se dirigía a la perrera.

Todos os miran como a la expectativa. Sin embargo, las miradas que os dirigen no son las mismas que el primer día, cuando mostraban curiosidad en su mayoría; ahora lo que veis en ellos es recelo.

Roger debe haber entrado en la zona de las habitaciones, ya que no se encuentra entre los criados.

En ese momento oyes las voces de tus compañeros provenientes de la entrada del edificio. Tal vez te hayan seguido para recuperar también sus cosas, pero no ves que estén entrando en la zona de las habitaciones donde tú te encuentras, al menos por ahora.

Roger recoge todas las pertenencias de sus compañeros y se dirige a su busca, pero al oir los gritos se detiene y para el oido esperando localizar y entender lo que se oye para decidir su siguiente acción

Simplicio, sin mediar palabra, hace un ligero gesto de saludo a los comensales, y sigue su camino intentando obviarlos.

Al entrar en la zona de las habitaciones te topas de repente con Roger, que estaba parado en el vestíbulo escuchando a los comensales, cargando con todas vuestras pertenencias.

De pronto, cuando intentabas aguzar el oído, Simplicio hace acto de presencia en el vestíbulo y te ve inmediatamente, cargado con todas las pertenencias.

-Bienhabido seais maese Simplicio, aquí teneis todo lo vuestro- Dice Roger y le alarga sus pertenencias y armas a Simplicio.- Yo por suerte ya tengo lo que más necesitaba en estos momentos. Y orgulloso muestra su Coltell colocado en su cinto de la forma que habitualmente lo ha llevado hasta el día de hoy.

Roger recoge el resto de pertenencias y pregunta a Simplicio: Que eran esas voces que se han oido?, y por cierto, sabeis que es esa bolsa? No recuerdo haberla visto antes - Y Roger le señala una bolsa de cuero del tamaño de un melón.

Simplicio agradece a Roger la gentileza con un breve movimiento de cabeza, y lo saca de la habitación de los comensales, en dirección a donde creemos que estaría la puerta de enlace a la puerta.

Simplicio se queda quieto entonces, pues, si se encuentra allí algún acceso a la torre del homenaje, desde luego no está a la vista, ya que lo único que hay son habitaciones como aquella que les han cedido, donde descansan y hacen su vida los sirvientes del castillo.

Entonces os dais cuenta de que había otro edificio destinado a los sirvientes al norte de este, que es el que está adosado a la torre. Si hubiera alguna entrada seguramente se encontraría en ese edificio, y no en este.

Sin decir nada, aparto la cabeza de la gente mirando al suelo. Nunca he soportado las miradas recelosas de la gente, y eso que soy un ladronzuelo. Seguro que si tuviese más templanza, me habría ido mejor en la vida. Es más, seguramente no estaría pasando este mal trago.

Así, me dedico a seguir a los demás sin decir nada, con la cabeza gacha.

-Que eran esas voces compañero? Ha ocurrido algo cuando os he dejado? - Insiste Roger a Simplicio mientras lo sigue hacia donde lo dirige con sus pasos.

Roger y Ventura ven cómo Simplicio se adentra en la zona de las habitaciones y sale al instante acompañado de Roger, que lleva encima las pertenencias de todo el grupo excepto las de Simplicio, las cuales ya carga él mismo.

Todos los criados os miran atentamente, pero la mayoría siguen comiendo. Os sentís mucho más extraños entre ellos que cuando llegasteis al castillo.

Simplicio con paso firme y dandose un aire de seguridad, se dirige hacia ese edificio. Ignora todo lo que pasa a su alrededor.

Satisfecho, no, enormemente satisfecho consigo mismo, Roger avanza con paso firme y esa media sonrisa de orgullo caracteristica de Roger, cuando sabe que cada cosa está en su sitio, como su imprescindible Coltell.

Al ver las caras de los sirvientes, les dedica una amable sonrisa, les desea buen provecho y prosigue la marcha tras Simplicio.

Mis pertenencias son escasas, ya que todo iba en mi morral, así que para no suscitar más sospechas, salgo del edificio. Ya me lo darán cuando salgamos. No quiero que me sigan mirando de esa forma. Parecen la mismísima Inquisición*

Ventura recogió sus pertenencias de manos de Roger y con un gesto afable le agradeció el trabajo. Inmediatamente se puso a inspeccionar las cámaras de los sirvientes moviéndose de aquí para allá como quien busca un objeto que ansía.

Si este edificio colindaba con la torre del homenaje quizá desde él podía accederse a ésta y Ventura quería confirmarlo. Las ideas comenzaban a escasear; necesitaba encontrar algo antes de empezar la obra o sus opciones comenzarían a esfumarse.