Partida Rol por web

Ruperto busca en su zurrón hasta que lograr dar con el yesquero, el cual manipula a ciegas. Durante unos segundos, los chispazos causados por el choque del eslabón con el pedernal iluminan la estancia muy brevemente, hasta que la yesca prende y se enciende la antorcha. Cuando Ruperto la alza, se ve a Roger por un lado, caído en el suelo boca arriba, y por otro la lanza que sostenía, que yace cerca de Simplicio. Por el suelo hay muchas mesas y bancos volcados; Roger ha debido tropezar con uno de ellos. Al fondo hay dos puertas cerradas: una tan alta como la de la entrada, pero algo más estrecha, en mitad de la pared; y otra más pequeña cerca de un rincón, por detrás de una mesa volcada. En el rincón opuesto hay una manta. Nada más hay aquí dentro.

Roger, con la luz de la antorcha consigue situarse y lamenta la torpeza que le ha hecho ir por los suelos. Desenvaina su preciado Coltell y se pone en guardia.

En voz baja dice: - Quizás mañana sea un buen dia para morir, mañana..., y no hoy.- Observa a un lado y a otro para cerciorarse de que sus compañeros están bien y para comprobar si tienen compañía. Se mueve lentamente intentando coger uno de los flancos del grupo respecto a las puertas. Aprovechando los momentos de silencio de los diferentes comentarios que se puedan hacer debido al encierro Roger para el oído a ver si descubre algún sonido que le dé alguna pista.

Si no ve un peligro inmediato recogerá la lanza de Simplicio para devolvérsela.

—Sin duda siempre es mejor mañana... mucho mejor mañana —dice mientras se coloca cerca de Roger.

No parece que Ventura esté pasando un mal momento, ni mucho menos que este atemorizado por la situación. Más parece que el encierro le vaya bien, que le divierta incluso.

—Mi buen Simplicio, a buen seguro que vos podéis derribar una de esas puertas sin ningún esfuerzo, no es así —dice mientras observa detenidamente cada rincón del lugar a la luz de la antorcha de Ruperto.

Roger se separa ligeramente da toda una vuelta sobre si mismo observando las paredes que lo rodean y vuelve a la posición inicial y sin perder de vista las puertas y alzando su arma dice:

-Jo, Roger fill d'Arnau...

Lanza una estocada baja y a fondo

-Una victoria ràpida necesito

Gira la hoja en posición plana y la baja hasta tocar el suelo

-i qui està ben preparat surt victoriós.

Levanta el arma  por sobre de su cabeza en posición vertical.

- Si un sap quan i on s'ha de lliurar una batalla,

y la baja formando una cruz con los brazos

- que la teva força i ardor no permetin mella a la teva arma,

Como un rayo, da un golpe sesgado como si partiera a un imaginario enemigo delante suyo.

- ni perdin tall al xocar amb les muralles de l'enemic.

Hace rotar el arma con giros de muñeca mientras con el otro brazo imita los movimientos del arma

- Si és així, l'enemic no estará ben preparat i sortiré victoriós.

Coge el arma con las dos manos y la pone apuntado hacia adelante, suelta su mano izquierda y estira el brazo izquiera hacia atras como si hiciera contrapeso del arma.

Acabado esto se observa un cambio importante en la tez de Roger, no hay duda, no hay temor, se ve determinación y confianza en si mismo. Aprieta las mandíbulas y frunciendo el ceño, tuerce la boca y murmura girandose a los compañeros:

- Nadie encierra a Roger como si fuera un pestoso. He pronunciado el juramento de mi familia y mis enemigos pagarán cara esta ofensa.

Mientras Roger sorprende con ese juramento y Simplicio, ya con la segunda lanza en su mano, se decide a actuar, Ventura inspecciona más a fondo la estancia, acompañado por Ruperto, que arrima la antorcha. En el rincón frente a la puerta pequeña, en el suelo, hay varias marcas seguidas en forma de circunferencia; es posible que ahí hubiera antes unas cuantas barricas de vino, como las que se suelen ver en las tabernas. Aparte de esto, parece como si hubieran apartado todas las mesas y los bancos para dejar algo más libre la parte de la habitación en la que está la manta. Por debajo de la puerta alta veis que entra algo de claridad. Solo se oye el ajetreo de los transeúntes proveniente de la calle.

Roger observa como Ventura acompañado de Ruperto inspeccionan la sala y extrema los sentidos para captar lo más mínimo que le llame la atención, ya sea un sonido, un movimiento de las puertas o un crujir extraño de alguna de las maderas del suelo.

- ¡Vaya hidepu el fraile! Dice contrariado Simplicio.

- ¿Cómo va la cerradura maese Ruperto?

Posa en el suelo la segunda lanza, con una tiene suficiente.  Saca del zurrón las ganzúas y las deja dentro de uno de sus bolsillos más a mano aun.
 Del morral saca 1 antorcha y la enciende con la ya prendida.
 Coloca la lanza en posición de ataque, y saca de la espalda su escudo y lo porta con la mano que lleva la antorcha encendida.

Decide dar una vuelta por la habitación, inspeccionando todos los huecos, marcas y paredes,  y dejando para el final las dos puertas opuestas a la de la entrada, donde decide pegar su oído en  ambas con intención de conocer detalles sonoros de  lo que ocurre al otro lado.

El examen de Roger y Simplicio no revela nada nuevo, a pesar de tener ahora más luz con la segunda antorcha. Tras el exhaustivo reconocimiento del lugar por parte de todos, llegáis a la conclusión de que os debéis encontrar en el interior de una taberna que, por algún motivo, fue abandonada. No se oye absolutamente nada tras las puertas del fondo.

- Si de mí depende, vamos a por las puertas del fondo. - Dice Roger en voz no muy alta, solo lo suficiente para que los compañeros lo puedan oír. - No me gusta estar encerrado sin hacer nada. Roger empieza a avanzar con paso lento pero firme hacia las puertas.

Escucho las palabras de Simplicio sobre la cerradura, pero decido que lo mejor es encogerme de hombros y decir— No es que la puerta esté cerrada con llave, es que parece que está atrancada de alguna manera. No hay nada que pueda hacer por ella. —Tras decir esto, pienso— Yo no les he dicho nada sobre las cerraduras, y he toqueteado la cerradura a oscuras. ¿Cómo lo habrá sabido?

Después oigo como Roger pronuncia el juramento. Espero que acabe, para decir— Bueno, antes de acabar con los enemigos de vos, Roger, creo que tendremos que encontrarlos. —Apunto a lo dicho por el curandero después de pronunciar su extraño juramento en una lengua que no conozco.

Tras esto, muevo la antorcha un poco por la habitación, intentando ver si hay algo más por la habitación. Oigo como es Roger el que dice que si por él fuese, iría por las puertas del fondo, a lo que le digo— Yo iría por la puerta tras las cortinas. Parece que se oye gentío...

Sólo me queda esperar a ver qué dice el resto y qué camino seguimos.

- o retrocedemos y salimos por donde entramos, osease por la calle, o damos un paso al frente, aceptamos nuestro destino y nos enfrentamos a las puertas cerradas.

mi voto es enfrentarnos a las puertas de enfrente. ¿ alguien me secunda?

- Mi voto claro es, adelante. - Se reafirma en lo dicho anteriormente.

- Alea jacta est!

Simplicio ordena a los demás que se peguen a la pared , porque él abrirá la puerta de la derecha.
Para lo cual, cede la antorcha a maese curandero, Roger

-Maese curandero, alumbrarme con aquesta luz, o al menos tomarla, pues no me alcanzan las manos para portar un escudo , abrir la puerta con tiento y portar lumbre. No perdáis tampoco del ojo mi otra lanza, pues os nombré lancero portador. Jeje.

-Si a Roger no le place, que otro faga esa labor.

 Apoya  su lanza  en la pared derecha, cerca de donde está la puerta y cerca de donde pueda cogerse fácilmente, e intenta abrir la puerta con todo el sigilo del que es capaz.

La puerta se abre fácilmente con un leve crujido, para dar paso a un pequeño patio interior con un viejo pozo en el centro. A la derecha y al fondo se alzan sendos edificios de madera de dos plantas adosados al muro; en la parte derecha de cada uno, una empinada escalera con tablas a modo de peldaños y dos troncos a cada lado que hacen de pasamanos suben hasta un pasillo voladizo con barandilla, a lo largo del cual veis, desde abajo, tres puertas en el edificio de la derecha y dos en el del fondo, y las mismas en las plantas de abajo; algunas de ellas están entreabiertas. La parte izquierda del patio la cierra un muro de unas cuatro varas de alto, que os separa de la calle.

Todo esto os confirma que el lugar está abandonado.

Simplicio ordena a los demás que se peguen a la pared , porque él abrirá la puerta de la izquierda.
 

Apoya  su lanza  en la pared izquierda, cerca de donde está la puerta y cerca de donde pueda cogerse fácilmente, e intenta abrir la puerta con todo el sigilo del que es capaz.

Ventura obedeció en primera instancia a Simplicio para que éste abriera la primera puerta, la de salida al patio. Ya con más luz el hombre toma algo de aire. Quizá no dejara entrever el temor que le rondaba pero lo cierto que es que ahí estaba y ese suspiro era un mínimo indicio de ello.

—Simplicio, hombre. No cree mejor entrar por esta puerta que ya tenemos abierta en lugar de arrastrar el resto cual mula —dijo mientras asomaba un tanto la cabeza por una de las puertas entreabiertas del edificio del fondo