Partida Rol por web

La aislada casona solitaria en la que el viejo teólogo y erudito Ort Seam realiza sus estudios y educa a sus alumnos está algo apartada de los pueblos y aldeas limítrofes. Y esto es así, sin duda, para proporcionar la tan necesaria intimidad que requieren sus actividades académicas, a fin de evitar molestas interrupciones que rompan la concentración o interacciones sociales no deseadas…

Se diría que el viejo Adepto ha buscado intencionadamente aislarse del mundanal ruido, escogiendo un paraje tan apartado y discreto como le fue posible, persiguiendo el grado justo de aislamiento… pero sin correr tampoco los riesgos de vivir realmente alejado de la civilización, en tierras salvajes que no estén sujetas a la ley y el orden.

A media jornada escasa de viaje está la ciudad de Drom, a orillas del Lago Helby, una especie de gigantesco remanso en el curso del río del mismo nombre, mientras la aldea de Olbeup apenas dista unas horas de camino… y en menos de dos jornadas puedes plantarte en la capital, la ciudad-estado de Galin, a orillas del Lago Guredo.

En cuanto a las otras culturas vecinas más cercanas, las tierras salvajes de la vecina Basim, en dirección este hacia las montañas Mislari, están habitadas por el rudimentario pueblo de los hsunchen basmolis, los hombres león, prácticamente asimilados hoy día por la civilización segureña, por más que aún mantengan los viejos rituales ancestrales… y desde luego en la actualidad están más interesados en alquilar sus servicios como mercenarios que en amenazar el comercio que enriquece toda la región gracias a la antigua Ruta de los Príncipes Mercaderes que comunica todo Occidente con Maniria y el Paso del Dragón. Y algo más al sur están los hsunchen praloris, el pueblo del alce, tan manso y sereno como su animal totémico, ocupando las llanuras y bosquecillos que constituyen el tramo final de la ruta comercial hacia la ciudad de Handra, en las costas del Mar de los Lamentos y ya parte de Maniria.

Los uz de Halikiv están demasiado al norte y los tanisorianos con su autoritaria Iglesia Rokari demasiado al oeste para suponer ningún tipo de peligro...

Así que no hay ningún tipo de amenaza potencial sobre esta región y eso la ha convertido en el lugar idóneo para que el Adepto Hechicero proveniente de tierras lejanas escogiera asentarse aquí…

Cuando os enterasteis de que el Adepto Seam iba a aceptar nuevos discípulos, la noticia no os sorprendió demasiado, todos sois conscientes de que su economía, la vuestra al fin y al cabo, no está en su mejor momento desde hace ya… demasiado tiempo.

Atrás quedaron los años de la fama, de todo el renombre académico y las verdaderas colas de ansiosos compradores, dispuestos a pagar pequeñas fortunas para aprender el nuevo hechizo de Resistencia al Sonido que vuestro maestro había desarrollado investigando por su cuenta, de forma independiente a cualquier Universidad de Hechicería. Fue una empresa casi épica, si eres consciente de las dificultades de trabajar en solitario, claro que son muy pocos quienes saben ver eso.

Pero en realidad ya tanto da todo eso, pues hoy en día el conjuro se ha difundido demasiado, puede obtenerse a partir de demasiadas fuentes… y Ort Seam no logra suficientes beneficios únicamente a partir de la comercialización de traducciones de libros y documentos en Nuevo Peloriano o Raliano (realizadas casi siempre por vosotros mismos, sus aprendices, que así aportáis vuestro granito de arena) como para mantener su pequeña escuela aislada del mundo. Claro que hay quién dice que podría cobrar por cada hechizo que realiza en favor de las gentes de la aldea de Olbeup, como hacen ciertamente algunos hechiceros independientes, o bien recibir diezmos recogidos por la Iglesia Galvosti, si realizase una función religiosa reconocida. Pero no, él siempre se ha negado tozudamente tanto a una cosa como a la otra. Pretende ser un simple erudito. Y así le va…

De modo que cuando Adler comentó discretamente a sus compañeros que estaba prevista la llegada de varios aprendices nuevos en esta misma estación, todos tuvieron claro que hasta el último de ellos sería de buena familia, hijos de aristócratas o burgueses, capaces de costear una cuantiosa matrícula que sanease las sufridas cuentas. Está claro que se acabó la época de recoger huérfanos de las calles o hijos de labriegos…

El Maestro os ha hecho trabajar de lo lindo las últimas semanas, limpiando de trastos la buhardilla de la vieja casona y convirtiéndola en una habitación doble, apartada del resto.

Al principio, por supuesto, os sorprendió bastante que no forzase un poco más el espacio de vuestro propio cuarto comunal de los aprendices (la celda, si hacemos caso de la siempre afilada lengua de Mirkan) introduciendo otra litera más y listos. De hecho ya os ha avisado de que va a unirse a vosotros un nuevo aprendiz y lo ha instalado el último espacio libre de los viejos camastros, pero vamos, aunque no estéis precisamente amplios, una tercera litera hubiera cabido bastante bien…

Entonces es cuando Alandrel, el de siempre, oyó el rumor: algunos de los nuevos aprendices iban a ser chicas. Habría mujeres viviendo bajo vuestro propio techo. Y jóvenes, eso seguro. Y listas. De tierras lejanas. Exóticas.

El revuelo que se ha levantado en la casa no puede compararse con nada que hayáis visto antes, para consternación del pobre Ort Seam que empieza a dudar de que todo esto haya sido buena idea…

La entrada del primero de los nuevos alumnos de produce de una forma un tanto precipitada, aunque queda perfectamente claro que se trata de alguien importante, con toda probabilidad algún aristócrata de la corte.

En primer lugar les llamó la atención la llegada de un carruaje privado, con un escudo familiar labrado en la puerta... no pintado apresuradamente, como ocurre a veces con los nuevos ricos, los mercaderes que son momentáneamente bendecidos con un golpe de fortuna y quieren imitar a los poderosos… sino en verdad tallado en la misma portezuela de madera, de roble avejentado y ennegrecido…

La llegada del pesado carruaje y su guardia personal de cuatro hombres a caballo interrumpió las lecciones y tareas académicas de la mañana… cosa que agradaba muy poco a Ort Seam, pero de su afable reacción pudieron deducir que sin duda esperaba la visita y que deseaba recibir con la mejor disposición a los convidados.

Y además, qué demonios, a estas alturas todos estaban en ascuas, especulando acerca de cómo sería el nuevo aprendiz del maestro…

Cuando se descorrieron las pesadas cortinas del carruaje asomó un rostro serio y de gesto adusto, aunque saludó con exquisita cortesía y al abrirse las portezuelas y descender demostró pertenecer a un hombre enjuto pero de porte regio, vestido con unas galas como no habían visto nunca, incluso cuando pretendían ser funcionales para el largo viaje en lugar de ostentosas y sobrecargadas. Uno solo de sus guantes debía valer una pequeña fortuna.

Tras el hombre taciturno descendió un joven que tampoco parecía precisamente el paradigma de la alegría. Guardaba la compostura y poco más, pero su gesto era una mezcla de incredulidad y desdén hacia lo que veía…

Entonces los dos visitantes mantuvieron una breve charla con Ort Seam y éste les invitó con grandes aspavientos a acompañarle al interior de la gran casona. Se encerraron en su despacho personal, en la llamada Sala de Magia y departieron allí durante algo más de una hora.

En la entrevista a puerta cerrada te has sentido en todo momento ignorado, de una forma patente y ofensiva. Parecen estar negociando tu futuro como si fueras ganado, como uno de los malditos halcones de cetrería que tanto aprecia tu padre, o uno de sus sementales purasangre, algo valioso que hay que cuidar con tiento y mimo… pero que no tiene voz ni voto en su propio futuro.

Y que le haga entrega de esos tres cofres cerrados para que cargue contigo es lo más insultante de todo…

La verdad es que la furia interna que te embarga, apenas disimulada y contenida, te ha impedido seguir la conversación atentamente, aunque han llegado a tus oídos algunos detalles interesantes, como que por lo visto el maestro con el que te están dejando en tu exilio es también originario de la ciudad de Uton y por tanto viejo conocido de tu progenitor, que ha contactado con él a través de la Iglesia Galvosti.

Deduces que estuvo vinculado a la Universidad Galvosti de Uron, pero no te puedes imaginar qué pudo inducirle a dejarlo todo atrás y venir a retirarse a estas perdidas y olvidadas tierras de Galin.

Porque esto sólo puede ser el retiro de alguien que quiere ser olvidado…

Entretanto, mientras los hombres de armas desmontaban y conducían a sus caballos al abrevadero del establo pero permanecían fuera en todo momento, los dos sirvientes que conducían el carruaje empezaron a descargar cuatro pesados cofres. Uno de ellos quedó en el rellano del recibidor, los otros fueron trasladados directamente al propio despacho en que se producía la entrevista privada.

Luego, finalmente, todos salieron al exterior de nuevo, el hombre de porte aristocrático le dio una única palmada en el cuello al muchacho, con la mano aun enguantada, a medio camino entre la cordialidad y una suave amonestación… subió de nuevo al carruaje y dio orden de partir sin más dilación.

No hubo más palabras de despedida. Y un pálido y rígido muchachito que apenas debía rondar la quincena quedó en el patio, a las puertas de la gran casona de campo, mirando con rabia contenida cómo se alejaba todo su mundo, dejándole atrás sin remisión…

El viejo te contempla inmóvil y con gesto neutro. Guarda silencio unos instantes como si, respetuoso de tu circunstancial angustia, quisiera dejarte tu tiempo para recomponerte… como mínimo ha tenido la decencia de no mostrarse compasivo o condescendiente, no podrías soportarlo.

Y finalmente te hace un gesto con la mano convidándote a entrar en el que será tu nuevo hogar:

- Mordecai Grobton, se bienvenido a mi humilde morada – dice muy serio – No es un palacio, sino un lugar de estudio y erudición. Considérala una suerte de retiro espiritual… y espero que enriquecedor.

Cuando vuelven al recibidor, el Adepto Ort Seam se dirige a todos vosotros para hacer las presentaciones:

- Este joven es Mordecai, de la familia Grobton de Uron – comenta – Pero aquí no utilizamos ni títulos ni rangos nobiliarios, pues los estudiosos de la obra divina y la ciencia hechicera no los necesitan…

Todos sabéis de las excéntricas ideas de vuestro maestro con respecto a los méritos ganados por uno mismo y los que considera atribuidos inmerecidamente, aunque esperáis que no abunde en eso ahora…

- Y estos serán tus nuevos compañeros – completa las rápidas presentaciones – Mi buen Adler, el aplicado Mirkan y el pequeño Alandrel, que debe tener tu misma edad, aunque ya lleva bastante tiempo con nosotros – y añade no sin cierta candidez – Espero que pronto lleguéis a conoceros bien y que deis oportunidad a que surja la lógica camaradería entre compañeros de estudios…

Mirkan compuso su sonrisa de chico bueno y obediente para el maestro. El chaval no parecía gran cosa físicamente, pero lo que sí parecía era un guaperas adinerado, lo que iba a hacer esfumarse cualquier posibilidad que el feo de Mirkan pudiera tener para con las chicas que se rumoreaba vendrían a engrosar la lista de estudiantes de Ort Seam. Seguía siendo el más feo del grupo.

Echa un vistazo rápido a Adler, el mayor de todos los aprendices y al que respeta sinceramente, y al ver que no toma la iniciativa, se decide a hablar él.

- Bienvenido, Mordecai... nos alegramos de tenerte con nosotros -miente hábilmente Mirkan bizqueando incontroladamente con su ojo izquierdo cuando fija la vista en sus ropas. Si le parece al maestro, podemos enseñarte las dependencias de la casa y las obligaciones cotidianas...

- Si si id haciendo vosotros mismos mientras yo me ocupo de algunas cosas que tengo pendientes...

Con cierta premura el anciano maestro desaparece rumbo a su despacho.

Adler sonríe un tanto desconcertado ¿en qué se va a convertir su preciada escuela? Decide darle al recién llegado el beneficio de la duda y se alegra de que Mirkan tome la iniciativa.

- Sí -dice, como saliendo de un sueño, todavía perplejo por la exhibición de poderío económico que ha acompañado el ingreso de Mordecai- Vamos a mostrarte la casa. Y ya que has decidido hacer el papel de anfitrión, no te privaré de ese placer, Mirkan.

Compone una sonrisa irónica mientras concluye, mirando de reojo a Alandrei y buscando con cierto disimulo a la alada mascota del Maestro.

- Adelante, condúcenos.

"Me pregunto cuánto tardará Alandrei en intentar asustar al jovenzuelo", piensa.

Alandrel se ha mantenido en silencio mientras el maestro y sus dos compañeros mayores hablaban con el joven Mordecai. Manteniendo en su rostro, en todo momento, una sonrisa congelada, a todas luces forzada, con la mirada clavada en el recién llegado, como si estuviera intentando decirle: "¡huye, no dejes escapar ese carruaje!", sin embargo, solo un simple: - bienvenido - escapa de sus labios con un tono tembloroso.
Al desaparecer el maestro y comenzar la visita a la casa, Alandrel busca la cercanía con el nuevo aprendiz y, asegurandose de que Mirkan no le escucha, le susurra al oido - Tranquilo, cuando estemos a solas te contaré la verdad. Pero ahora deja de mirarles directamente a los ojos, sobre todo a este - concluye señalando con el dedo la espalda de Mirkan. Después camina en silencio a su lado, mirando al suelo, acariciandose una pequeña cicatriz que tiene en la cabeza, como si estuviera recordando un suceso de su pasado.

El Buho observa al recién llegado con una mirada profunda, como examinándolo bien a fondo...

Mordecai observa como se aleja el carruaje de su padre con las lágrimas asomando tímidamente en sus ojos.

Se gira secándose los ojos y tratando de mantener la compostura, mientras el maestro le presenta a los demás. Los otros alumnos del maestro comienzan a hablar con él, pero se limita a dedicar unas miradas de desconfianza a sus nuevos "amigos". Cuando Alandrel le susurra, no llega a tener muy claro si trataba de meterle miedo en el cuerpo, o sólo burlarse de Mirkan, pero le mira de reojo y hace un esfuerzo por sacar tímidamente su maliciosa sonrisa durante un par de segundos. En ningún momento dice nada. Parece conmocionado, triste y enfadado por el hecho de haber sido "abandonado" en éste lugar, pero desde luego lo que NO parece, es asustado.

Al entrar en la casa detrás de Mirkan, un búho suelto subido en un armario observa su entrada. Entonces pronuncia sus primeras palabras.

- ¡Vaya!, un búho. Un búho real, ¿no?. -dice concretando- Veo que no tiene correajes. ¿Está domesticado? -dice señalando hacia el ave sin mostrar temor ninguno, como si estuviera acostumbrado a relacionarse con las aves. Probablemente haya sido introducido en el arte de la cetrería, algo muy popular entre los grandes señores.

Mientras mira al buho, de repente oye una voz... una voz cálida y tranquila que a Mordecai le parece que proviene del Buho... pero éste no ha movido el pico...

"Bienvenido, estarás muy bien entre nosotros..."

Mordecai echa la cabeza hacia adelante, como si tuviera chepa, y abre inconscientemente la boca mientras mira al Búho con desconcierto. Mira a los aprendices y les pregunta- ¿Ese búho me ha hablado o es un truco de magia?

Parece sorprendido, aunque por un momento piensa que nadie más lo haya oido y se esté volviendo loco.

Con esa voz dulce y acaramelada* y con un tono de comprensión, continúa... "Sí muchacho, he sido yo, Laer... 

ya nos iremos conociendo... nada debes temer y sí mucho que aprender..."

- Pero... los buhos no hablan. -sacude la cabeza, mira con desconfianza al buho, y luego a Alandrel.- Si es alguna broma, vais a tener que esforzaros un poco más, porque yo no me asusto de un pájaro parlante. -vuelve a mirar al búho y tras meditar un par de segundos,- "Puede que no sea una broma. Por si acaso, es mejor ser cortés. No conviene enfadar al viejo, ya que voy a estar aquí un tiempo."- finalmente se dirige al ave de forma escueta.- Hola, soy Mordecai. Ya... nos veremos, supongo.

Tras la breve interrupción del búho, mira al joven bizco y le indica con un gesto que continúe la visita por la casa, que ya iba por la mitad.

Durante el recorrido, Mordecai observa el mobiliario y el estado general de limpieza del lugar. Varios suspiros de desaprobación durante la visita indican claramente que no le gusta su nuevo hogar. No obstante, no le queda más remedio que adaptarse al sitio.

Cuando finaliza el recorrido, hace la pregunta que seguramente alguno ya esperaba- ¿Dónde está el personal de servicio?

Probablemente la pregunta obtenga como única respuesta algunas carcajadas. Después se dirige a subir el cofre con sus pertenencias hasta la habitación de los aprendices.

Tras hablar el chaval, el buho mueve la cabeza asintiendo y resultando obvio que le ha entendido...

"Nos veremos mucho, efectivamente"... vuelve a oírse de nuevo y, de nuevo, si saber exactamente de dónde ha salido...