Partida Rol por web

¡Humpf! -Exclamo al levantar la cabeza del suelo, con el pelo enmarañado sobre la cara y un montón de polvo y gravilla callendo a mi alrededor. Me duele la espalda y una pierna, aunque reconozco que podría haber sido peor- Vaya, esto tenemos que repetirlo...

¿Repetir? ¡Casi nos matamos!

Hey, tranquilo, Dom... -Comienzo a ponerme en pie, pesadamente- Quien algo quiere, algo le cuesta, y tú querías esto.

Bueno, sí, reconozco que el coche le ha dado un buen golpe a ese tipo, que es a lo que hemos venido. La misión...

¿Que misión ni que ocho cuartos? Despierta, hombre, ¿has visto la cara de tu chica cuando hemos aparecido triunfales sobre ese carruaje? Impresionada, te lo digo yo. -Yo no la he visto mirar hacia nos...- ¡Despierta, hombre, mirarla! -¿Eso es un águila? Con esas alas a su alrededor parece un...- Puaj, un jodido ángel, sí, cómo los odio. Pero con esta hago una excepción, mira, incluso como ángel tiene su aquel.

Me pongo en pie y me sacudo el polvo, contemplando el campo de batalla que se despliega a nuestro alrededor. Copias cutres del enemigo, y a saber que otros engendros entreteniendo a la rubia y al negro. ¿Y esa de allí no es la señora de tu doctor?

Clea, ¿qué hace aquí? Aunque su figura parece incorpórea...

Bah, como sea, estoy cansado, estoy dolorido, y empieza a haber demasiada gente en esta fiesta.

Nos piramos.

Espera, ¿cómo que nos...?

Ni siquiera dejo terminar a Dominic, pues me teletransporto inmediatamente, reapareciendo a la espalda de la indígena, sobre el águila, agarrado a sus hombros, masajeándolos todo lo delicadamente que puedo mientras evito carne del pajarraco.

Y así es como debes trabajarme luego la espalda, ¿ves? Es que la tengo un poco dolorida, guapa. Pero tranquila, que sabremos compensártelo, sobre todo Dom. Por cierto, ¿cuando le vas a permitir cortejarte? Está un poco nervioso el chaval con ese tema... Huy, discúlpame un momento ¡¡BASTARDOS, ¿A QUÉ ESTÁIS ESPERANDO?!! -grito entre exasperado y divertido, invocando a mis pequeñas huestes.

Mi acierto no tuvo ni un segundo de cerebración, pues el techo se me había venido encima, emergí de entre los cascotes dando gracia a la diosa por mis poderes, aunque un tanto adolorido.

-¡Buen trabajo demonio!

Se había comportado haciendo exactamente lo que había esperado de él, entonces ocurrieron demasiadas cosas, Clea, Tornado junto a la mentalista. O nuestro querido enemigo quien se había dividido en copias o algo así.

-Maldita sea.- Mascullé librándome de las piedras.- ¡Tótem apoya a Tornado!

Confiaba más en poder hacer frente a mis oponentes, pues en honor a la verdad no sabíamos a que se enfrentaban los otros dos, y yo no estaba en condiciones de ayudarlo, Totem lo tendría más fácil. Dicho esto me centré por completo en nuestros numerosos oponentes.
Concentré energía en mi mano listo para tantearlos, en esta ocasión no era un disco como los que había estado lanzando, sino uno explosivo.

El movimiento de Shazael terminó precipitando el derrumbamiento del lugar, pero era necesario algo así. Willa me permitió mantenerme a salvo, mientras observaba impotente desde la altura como mis compañeros eran enterrados entre cascotes; por fortuna, no tardé en verlos salir, aunque algunos con algún ligero daño.

En aquel momento, en el que no podíamos ver qué había sucedido con Prometheus, varias copias deformes de este empezaron a surgir del suelo. Sin embargo, lo que más me sobresaltó fue el chillido de Willa, en el mismo momento en que notaba mis hombros siendo sujetados.

Como no podía ser de otra forma, se trataba de Shazael haciendo una de las suyas. Le escuché estupefacta, y es que me parecía increíble que hasta en un momento así se dedicara a perder el tiempo. Tras sus estúpidas palabras reaccioné.

- Corte… ¿Qué? – pregunté, lanzando un codazo hacia atrás, que por desgracia no conseguía acertar en su costado, pero que al menos logró que me soltara. – Yo si que te voy a trabajar el culo a punta pies… - dije amenazante, concentrándome nuevamente en que apareciera mi arco, mientras el demonio invocaba a sus criaturitas.

Las raíces luminosas emergieron rápidamente por mi mano, mostrando el majestuoso arma, y al ponerme en posición de ataque la flecha dejó mostrarse del mismo modo.

-Willa, ¡Cómete a una de esa alimañas! – ordené al combativo animal, siendo conocedora de que aquel era el tipo de vocabulario que la motivaba, mientras me disponía a lanzar mi flecha a otra de aquellas réplicas amorfas.

Sin embargo, la voz de Dawn hizo que pospusiera unos segundos mi ataque, al escuchar como me indicaba que apoyara a Tornado. Tanto Willa como yo desatamos nuestros ataques, antes de dirigir mi mirada hacia la lejanía.

Un tornado, nuestros compañeros, un bloque de hormigón que ascendía, y una llamarada… Me quedé sin habla un par de segundos, hasta que tomé la decisión de acudir en ayuda de mis compañeros.

-Agárrate fuerte. – le dije a Shazael, decidida, antes de dirigirme a Willa. – Llévanos allí, otra amenaza mayor nos requiere.

Una lluvia embravecida de ataques llenó los aires. Dawn arrojaba uno de sus discos luminosos, que estalló al entrar en contacto con el suelo, causando que dos de aquellos títeres de piedra se rompieran en añicos. Las rocas saltaron y rompieron algunos cristales de los vecinos, mientras otra caía sobre el capó de un coche, cuyo dueño movía marcha atrás tratando de alejarse del peligro. El hombre no perdió tiempo lamentándose y siguió poniendo distancia respecto a vosotros.

Sónica tuvo que buscar una buena posición desde la que gritar. El sonido que emitía era intensítimo, atronador, acompañado de una fuerza descomunal que volteó otros dos prometeos y los hizo pedazos.

Un ataque rotundo de enormes piedras os alcanzó entonces. Las criaturas os fijaron a los cuatro como objetivos. Sónica esquivó ágilmente las piedras, Dawn casi lo consiguió, pero acabó siendo alcanzado en el estómago, causando que se encogiera momentáneamente de dolor. Shazael recibió un impacto directo que le impulsó hacia atrás y casi le hizo caer del águila. Totem se agachó a tiempo para notar cómo un trozo de asfalto la intentaba peinar, pero lo malo vino después, cuando Willa era golpeada y perdía altitud durante un par de segundos. La montura se recuperó, pero se encontraba mareada y le costaba mantener el vuelo.

Los diablillos de Shazael aparecieron triunfantes en escena, pero al ver a sus incandescentes enemigos, recularon y acarrearon a la vez una de las grandes piedras en el asfalto, teleportándose al unísono sobre un esbirro. El sólido bloque golpeó de lleno la cabeza del monstruo y la partió en dos. Los diablillos cayeron entonces a tierra, pero giraron, realizando múltiples acrobacias, evitando así males mayores, ¡habían derrotado a un esbirro! La suerte estaba del lado de las ingeniosas criaturas.

Totem tomó por objetivo a otra de las construcciones de piedra, su flecha voló, certera, atravesando el corazón del espantoso títere. Con el corazón roto, el ser cayó, hecho pedazos, y las distintas piedras que lo componían rodaron por el suelo. Willa quiso imitar a su amiga humana, pero el enemigo pudo agacharse a tiempo para evitar sus garras. Willa emitió un chirrido de angustia, deseando haber sido más útil.

Mientras Totem y Shazael trataban de acudir junto a sus dos alejados compañeros, el suelo se agrietó a unos diez metros y una columna de piedra se irguió. Prometheus, el original, observó la escena, agazapado, atento a todo lo que ocurría alrededor y buscando un objetivo.

Psiónica observaba la escena desde lo alto, enfocando su mente hacia el rudo enemigo. Cuanto más musculoso era un hombre más fácil debía ser controlarlo, pensaba para sí, pero no era fácil de conseguir y recurrió a todas sus energías. "Thor" se quedó quieto entonces e inesperadamente extendió el brazo para golpear a uno de su compañeros, quien, sorprendido, fue impactado de lleno, pero resistió gracias a su mejorada resistencia.

- ¿Qué haces, subnormal? 

Preguntaba estupefacto, pues no entendía lo que sucedía. El tornado, en todo caso, había terminado, así que echó a correr y lo mismo hicieron los otros. El aire seguía arremolinándose, envolviendo un grupo de cubos de basura que se elevaron y fueron desplazados a gran velocidad hasta la mujer de cabello negro, que no tuvo tiempo para esquivar y fue golpeada en la cabeza, cayendo al suelo aturdida. Se levantó entonces y sus ojos brillaron de nuevos, con un rojo-odio intenso. Un nuevo rayo calorífico trató de acertarte, pero te moviste con rapidez evitando el contacto con el peligroso haz. La mujer sangraba y no se encontraba bien.

Carrie sonrió al ver que había controlado a su rival. Los otros dos nazis observaban la escena, incapaces de atacaros a distancia.

- Si noqueamos a la chica los tendremos controlados.

Dijo, percatándose de que era a ella a quien tenía que atacar con el musculoso, pero éste se movía con lentitud, tratando de rechazar el control mental. Psiónica se concentró, manteniendo su mente atada. El tipo seguía bajo su control y ella sonrió satisfecha. Por ahora, las cosas iban bien.

"¡Ahora sí!"

Me lanzo contra uno de ellos, el que ha sido golpeado por su compañero manipulado, abriendo fuego, pero apuntando a sus rodillas, no vaya a ser que se me vaya la mano y acabe matando a alguien.

"Tengo que mantenerlos alejados de Psiónica..."

- ¡Vamos! ¡Tu amigo lerdo no es tu problema aquí, sino yo! ¡Vamos!

La india es rebelde, eso lo hace más divertido. Me lanza un codazo que evito por poco y que me obliga a soltar sus hombros, justo antes de que las piedras vuelen a nuestro alrededor. Bueno, casi a través nuestro. Una me golpea y me hace caer hacia atrás, aunque logro aferrarme con las piernas y la cola incluso cuando el pájaro se bambolea por otro impacto que le ha dado.

¡¡Por el bien de Dominic, espero que hagas otras cosas mejor que cabalgar pajarracos!! -Le digo a la amazona, ignorando las quejas del humano. Sí, le molesta que hable así, y estoy seguro de que muy especialmente al tratarse de esta humana. Pero no puede hacer nada, ahora mismo. En medio de un combate no tiene huevos a encerrarme- ¡¡Me agarraré todo lo fuerte que pueda, cariño, espero que "nadie" se ponga celoso!! -Digo agarrándome a la cintura de la mujer, pegando mi cuerpo al suyo, disfrutando del contacto...

¡¡Shazael, demonio hijo de puta, mira a la derecha!!

Hago caso al humano, maldiciendo con una sonrisa. Cabrón afortunado, te va a salir bien la jugada. Quieres cortarme el rollo, y lo vas a lograr, porque si hay algo que me guste más que disfrutar del tacto de una buena hembra es regocijarme en la sangre de un enemigo. Y ahí aparece, sobre una columna de roca que se alza desde el suelo resquebrajado.

Mi enemigo.

Mi presa.

Mi botín.

Joder, lo que pienso fardar cuando me cargue a ese tipo. Y lo mejor es que mientras lo haga no tendré que escuchar el incesante martilleo de las quejas de Dominic. Que si no le digas eso a Tótem, que si no le toques eso a Tótem, que si no la agarres de ahí a Tótem... ¡¡Que agobiante!!

Bueno, en seguida nos vemos, nena, tengo trabajo que hacer. -Le digo a la chica de Dom dándole rápidamente un beso en el cuello, antes de soltarme y abrir las piernas, dejando que la inercia y la velocidad hagan su trabajo- ¡¡No te enfríes sin mí, nena!!

Me dejo caer hacia atrás, precipitándome al vacío. Estoy cansado, con la piel sudada, y el cuerpo me duele por los golpes recibidos. Pero nadie podrá decir que el capitán rojo rehuyó un combate que sabía ganado. Y, oh sí, este duelo lo tengo en el bote...

¡¡Bastardos!! -Grito a mis niños mientras caigo, señalando la posición de Prometheus- ¡¡Formación de horda alrededor de él, YA!!

Es sencillo. Los peques se teletransportan alrededor de la víctima, atacando desde distintas direcciones para despistar, y yo me incorporo para el golpe de gracia. Por ese motivo, apuro mi caída, efectuando el salto justo antes de chocar contra el suelo, para aparecer sobre Prometheus y lanzarle un tajo antes de desaparecer de nuevo y aterrizar en este punto con soltura.

Había logrado destruir a dos de esos seres con uno de mis potentes gritos y por un segundo saboreé la victoria del momento. Podemos ganarles, son muchos pero débiles.  O eso era lo que veía yo en esos momentos, porque quizá las cosas estaban siendo más duras para algunos de mis compañeros que para mí. Esa rata saldrá en algún momento de su escondite. Tengo que vengarme, no puedo dejarla en pie.  Me arrepentiría durante toda mi vida de no haber acabado con él cuando tuve la oportunidad. 

Casi como si un ente sobrenatural escuchara mis súplicas, el original volvió a surgir del suelo para atacar, aunque no tenía claro a quién sería esta vez. Shazael, el capitán rojo, se movió con rapidez a atacar al original que debía estar fatigado por todos esos golpes que había recibido gracias a nosotros. No me importaba realmente quién le diera el golpe de gracia, así que mientras él atacaba al verdadero yo volví a colocarme para lanzar otro grito sónico a sus clones, porque estaba la posibilidad de que esos bicharracos siguieran haciendo daño aunque Prometheus cayera inconsciente. 

Me había permitido un segundo de respiro para ver el resultado de uno de mis discos explosivos, y aquello había causado que me dieran con una de sus piedras en todo el estomago. Me llevé la mano al punto en el que me habían dado mientras alzaba la vista, estábamos totalmente superados, había enemigos en cualquier punto que mirara, y ni siquiera eramos suficientes para poner a los civiles a salvo, lo intentábamos lo mejor que podíamos, pero quizás no era suficiente...
Observé a Sónica, quien seguía luchando contra aquellas copias, aquello era lo principal.

-¡Bien hecho Sónica! Hay que quitarlos de en medio como sea...- Dije primero en un grito y después en un susurro.

Cargué otro disco explosivo, solo esperaba que el resto aguantara mientras quitábamos a todos aquellos enemigos de en medio...

Aquella lluvia de rocas no era ni mucho menos mortal, pero lo suficientemente molesta como para que la intrépida Willa se topara con las piedras y se viera afectada por estas.

-Tranquila, sólo es una pequeña dificultad. – traté de animar al animal, acariciando su cabeza, mientras esta continuaba esquivando.

A mi espalda Shazael se quejaba de las maniobras, subestimando mi capacidad y la de Willa, pero aún así opté por no replicarle; no era momento para sus tonterías, así que apreté los dientes y me dispuse al ataque. Willa falló, pero por suerte yo pude acabar con una de aquellas malas réplicas.

-A la tercera va la vencida. - traté de consolar a la águila, que debía haberse sentido herida en su orgullo tras lo sucedido, cuando Shazael dijo tener trabajo y sentí sus demoníacos labios en mi cuello.

-¡¿Enfriarme?! – le grité, permitiéndome un par de segundos de indignación mientras le veía bajar, para dirigirme nuevamente a mi invocación. – Dejemos este sitio, pon de nuevo rumbo a donde nos dirigíamos. – dije a Willa inclinándome hacia delante y señalando en dirección a donde Tornado y Psiónica se encontraban.

Totem abandonaba la escena, dejando en vuestras manos el resultado del combate. Once seres de piedra se alzaban contra vosotros, en el combate más multitudinario que habíais tenido hasta ahora. El suelo temblaba y el aire se agitaba, como si el mundo deveniera en un lugar caótico. El sonido atronador de Sónica recordaba los ecos del apocalipsis.

Tres de aquellas patéticas criaturas de piedra eran hechas añicos, dos por Sónica y una por Dawn. El número de enemigos se reducía a ocho, mientras el nazi que se autoproclamaba como Prometheus recibía la embestida del rondador escarlata, que se teleportaba cuando estaba a punto de teñir el suelo del rojo de su sangre. Un certero tajo causaba una nueva herida, que supuraba ardiente piedra fundida. Sus bastardos, mientras, habían tratado inútilmente de desviar su atención, con múltiples apariciones y varios insultos, que Prometeo había ignorado, concentrado en remontar aquél combate.

Sónica no vio venir dos grandes bloques de piedra. Fue golpeada desde dos direcciones diferentes y cayó, resbalando dos metros sobre el asfalto. El campo de fuerza le había salvado la vida, pero no impedía que el suelo le diera vueltas y durante unos segundos le costara mantener el equilibrio.

Dawn observó cómo la dama caía y recibía entonces un contundente golpe también en el hombro, que desviaba su vuelo unos metros sin causarle mayores preocupaciones. El héroe giró en el aire para esquivar otro pedazo de hormigón. Mientras, Shazael caía al suelo y rodaba como un artista cirquense, provocando que otras dos piedras pasaran cerca suyo sin rozarle.

Pero el líder enemigo no le iba a dejar salirse con la suya y el suelo bajo él se levantó, como si de una terrible mandíbula se tratase, cerrándose a continuación. Shazael impulsó su cuerpo hacia atrás con la agilidad de un consumado acróbata, pero su pie fue golpeado y sintió un dolor lacerante en sus demoníacos dedos.

Entonces, el séptimo Prometeo echó mano de algo inesperado: el coche que trataba de huir marcha atrás. Con facilidad, levantó el vehículo, impidiendo su huída y haciendo caso omiso al grito que el ocupante profería desde su interior. Tomó con ambas manos la parte inferior del turismo e hizo un impulso para arrojarlo hacia Dawn. El coche se elevó varios metros. El ocupante cruzó los brazos, tratando de no ver más y deseando que el airbag le salvara la vida milagrosamente.

Un águila gigante agitaba sus grandes alas, aproximándose al grupo. La cabalgaba Totem, arco en mano, quien oteaba la escena tratando de distinguir los detalles de aquél otro combate.

Psiónica y Tornado volaban sobre la carretera, enfrentándose a cuatro enemigos en el suelo. Totem reconoció al forzudo nazi y su compañero delgado. Dos hombres contra los que ya habían luchado en la casa de Elizabeth. Una joven de cabello negro y otro nazi castaño completaban el grupo. La mujer se alejaba de su compañero fortachón, quien, torpemente, trataba de alcanzarla con sus fuertes brazos. ¿Estaban luchando entre sí? La mirada de psiónica, quien flotaba inmóvil observando la escena, le hizo comprender que estaba manejando al luchador como una marioneta.

Tornado se abalanzaba cual kamikaze hacia uno de los oponentes, disparando alocadamente su revólver. El nazi, como los demás, corría en diferentes direcciones ahora que el huracán se había detenido. Las balas acertaron la pierna del oponente, pero éste ya no las necesitaba: su carne se consumió cómo papel ardiendo y una nube de humo negro serpenteó hacia el héroe, tratando de entrar en sus pulmones. Le hizo toser, pero resistió el intento de gasearlo.

La misma suerte corría Psiónica. El segundo nazi también se había transformado y había volado para envolverla en el oscuro gas, haciéndola toser enfermizamente. Carrie había intentado aumentar el control sobre su víctima sin ningún logro: No era fácil conseguir el control mental. Permaneció estática, moviendo los brazos como si eso fuera a liberarla de la nube de humo que la rodeaba.

Un rayo de calor, color sangre, golpeaba entonces el hombro de Tornado, quemando su carne y haciéndole gemir de dolor: Malik había sido herido esta vez. La joven de cabello negro miró alrededor, con los ojos aún en llamas, observando el águila majestuosa, cada vez más cercana. Sabía, por lo que le habían contado sus camaradas, que la chica nativa era una enemiga.

El gigantón enemigo sacudió entonces su cabeza y os dirigió una mirada cargada de odio. ¡Volvía a ser libre! Psiónica se lamentó y se preparó para continuar combatiendo. 

La caída es dura. Era lo que pretendía, sin velocidad es más complicado penetrar la dura piel de este cabrón. Pero al hacer un picado como este, también yo choco a gran velocidad contra el suelo. Bah, quédeme tuerto con tal de dejarle ciego, juajaja. La verdad es que logro rodar sin hacerme daño, y al alzar la mirada, aún en el suelo teniendo que emplear una de mis manos para ayudarme a sostenerme, veo con maliciosa alegría cómo esa lava ardiente mana de la herida causada.

Una más, una menos para tu muerte, malnacido...

El suelo tiembla bajo mis pies. Antes de tener tiempo para darme cuenta de lo que pasa, salto hacia atrás, justo a tiempo de ver cómo unas fauces de roca se cierran en el lugar que ocupaba. Una de esas estalactitas cabronas me golpea el pie, dolorosamente, pero la alternativa era, desde luego, mucho peor. Este tipo está acabado, pero se niega a aceptarlo. Los que están a punto de morir son los más peligrosos. Bueno, será mejor acabar con él cuanto antes, y pasar a otras cosas más... apetecibles.

¡¡Eh, mira allí!!

Ahora no, humano, estoy ocupado. No interrumpas a un demonio cuando está matando, es de pésima educación.

¡¡Esa no es la prioridad, Shazael!! ¡¡Mira, hazme caso!!

Tu novia está bien, Dominic, tiene un pajarraco enorme para cuidar de ella, podrá aguantar hasta que...

¡¡No hablo de Tótem, hablo de ESO!!

Me giro y miro en la dirección que me indica el pesado humano. Una de esas copias baratas alza entre sus manos un carromato, con un pueblerino dentro. Alzo una ceña, perdiendo la sonrisa, malhumorado. No necesito que me lo diga, oír su voz en mi mente, ya se cómo piensa este humano, y se lo que quiere.

¡¡Vete a la mierda, no puedes hablar en serio!! ¡¡Le tenemos donde queremos, Dom!! ¿¡En serio pretendes que pierda el tiempo...!? ¡¡MIERDA!! ¡¡Bastardos, entretened a este cabrón, en seguida vuelvo!!

Desaparezco inmediatamente, en una explosión sulfurosa. Por el azufre de mi hogar, filtrado a través del salto dimensional, pero también porque estoy sulfurado por esta estupidez. Por eso los humanos son inferiores, no ven las cosas con suficiente perspectiva. Maldita sea, esto es un puto error táctico. Pero en fin, hay que hacer concesiones a este "acuerdo" nuestro, supongo. Reaparezco en el asiento contiguo al del conductor del carruaje, sonriendo.

Hola gilipollas, deja de gritar y llorar, no me hagas arrepentirme de esto... -Le digo mientras le agarro con una mano y la cola- Y, por favor, ni se te ocurra llamarme "héroe"...

Una nueva explosión nos arrastra fuera del carruaje, regresando al punto de partida. Estamos en medio del campo de batalla, pero al menos no volamos en el interior de un proyectil. Odio que me arrojen desde una catapulta, ya he pasado por eso y no es tan divertido como parecía en un principio.

¡¡El carruaje es todo tuyo, "Cráneo Rojo"!! -Le grito con sorna, antes de fijarme de nuevo en el idiota al que acabo de salvar- ¿Aún estás aquí? Ya puedes empezar a correr, gilipollas, o la próxima vez puedes no tener tanta suerte...

Aquello me parecía bastante sencillo teniendo en cuenta todos los enemigos a los que nos enfrentábamos. Mis gritos salían disparados, destrozando a esos seres inferiores de piedra que no podían combatirlos, lo que me hacía sentir plena confianza en mis habilidades.  El problema estaba, como siempre, en el exceso de confianza en una misma: en una de esas veces que sentía el poder fluyendo por mis venas como si fuera la mujer más poderosa de toda la galaxia noté como dos enormes piedras caían contra mi cuerpo, tirándome al suelo.

Joder… esto no entraba en mis planes- la cabeza, cuando abrí los ojos de nuevo, me daba vueltas dispuesta a no detenerse nunca.  Me he vuelto a dejar llevar por las emociones, nunca aprendo- el combate quizá no era tan sencillo como esperaba. Me permití mirar a mi alrededor para evaluar la situación y entonces caí en la cuenta de la velocidad que tenía el demonio para salvar a un rehén que estaba dentro de un coche.  En ese momento me alegré de no estar sola enfrentándome a un capullo como este.

A pesar de lo mareada que me encontraba no podía permitirme el tomarme tiempo para reponerme, así que seguí el consejo de “la mejor defensa es un buen ataque” y lancé uno de mis gritos, en esta ocasión a Prometheus.   Lo cierto era que quería salir de allí en cuanto acabáramos con el cabrón de Prometheus, pero con tanto enemigo ridículo cada vez me parecía más complejo. 

Mientras nos acercábamos pude ver como mis compañeros estaban en apuros, y es que con cuatro contra dos, no podía ser de otra manera. De momento parecían arreglárselas, aunque no estaban saliendo muy bien parados.

-¡Willa, ve a por el grandote! – ordené al águila, que a pesar de lo sufrido continuaba con las mismas ganas de combatir que al principio.

Esta chilló en respuesta, ante lo que di un salto de su lomo para caer suavemente sobre el suelo. El grandullón me pareció la mejor opción, ya que ahora que se había visto libre parecía desatado y más lleno de rabia que ninguno; aunque no me pasó desapercibida le encendida mirada de la mujer sobre mí.

Por ello, y antes de que ninguno pudiera darme alcance, me arrodillé sobre el asfalto y cerré los ojos unos segundos, alzando mis manos y pidiendo ayuda a los espíritus entre susurros. No sólo aquí estábamos en inferioridad numérica, sino que atrás también había dejado compañeros luchando contra varios enemigos.

- Inspirarnos, ¡Oh, espíritus sagrados! Madres y padres, ancestros todos. Darnos la fuerza de lo justo, de la bondad. Ayudarnos, por favor.– abrí los ojos y me puse en pie, esperando que mi petición fuera escuchada y todos mis compañeros pudieran ser bendecidos por los espíritus.

El viento parecía arrastrar las palabras de Sora, conduciéndolas hacia sus compañeros.

- Inspirarnos, ¡Oh, espíritus sagrados! Madres y padres, ancestros todos. Darnos la fuerza de lo justo, de la bondad. Ayudarnos, por favor.

La plegaria de la nativa alcanzaba el mundo espiritual y sutiles energías se ponían entonces en acción, modificando el viento subrepticiamente, o dirigiendo vuestras manos hacia los lugares exactos donde había que apuntar. Como si una consciencia universal estuviera de vuestra parte.

Eso produjo que el rayo sónico de Laetitia, que a todas luces iba a fallar su objetivo, impactara de lleno en el pecho de su rival. El hombre descendió hasta tocar el suelo y allí permanecio, dirigiendo una mirada fatídica a la mujer afroamericana, pero cuando iba a vengarse de aquél ataque, cuatro diablejos le asaltaron.

- ¡Estás hecho una pena, vas a ser pasto de tiburón! - Gritó uno, y los demás lo continuaron. - ¡Eres duro, pero tienes menos sesera que George Bush! - Eso último confundió un poco a los otros tres. - ¡Es un payaso de este país! - Aclaró dándoselas de conocedor. - ¡Querrás decir con menos sesera que tu! - decía otro. - ¡George Bush es un supervillano, cabezón!

Ante la insistencia de las criaturas, Prometeo levantó el suelo, aprovechando que los diablillos se miraban entre sí con ganas de arrearse entre ellos. Enfiló a uno de ellos, propinándole tal golpe que lo lanzó dos metros volando hasta que golpeó una pared y cayó, temblando. Los otros diablillos se teleportaron en diferentes direcciones, buscando un nuevo curso de acción.

Dawn, mientras, arrojaba un gran disco luminoso, que surcaba el aire, produciendo un característico silbido, hasta explosionar entre las títeres de piedra. Uno de ellos aguantó el embite, mientras que el otro saltaba hecho metralla reventando coches cercanos y alejando algunos curiosos de sus ventanas.

Los hombres de piedra, entonces, siguieron con sus continuos ataques. Sónica se cubrió la cabeza con los brazos, cuando dos pedazos de hormigón la alcanzaban. A continuación tuvo que dar gracias, aunque no sabía a quién, pues el escudo de fuerza había resistido. Dawn hacía prácticamente lo mismo y Shazael recibía su propio impacto, pero giraba en el aire para minimizar el golpe y anulaba sus efectos por completo.

Prometheus entonces levantaba un oleaje de tierra que abría el suelo, desplazándolo a él sobre la cresta de aquella poderosa ola. El hombre se marchó en dirección a la otra zona de combate, en pos de Totem, Tornado y Psiónica, pues intuía que sus camaradas se encontraban allí mismo.

Dawn pareció entonces armarse de coraje.

- ¡Id tras él, los diablillos y yo nos ocupamos de estos seis! ¡Seguid tirando piedras sobre sus cabezas, diablillos!

Gritó a los tres que quedaban en pie, quienes miraron a Shazael no muy convencidos. Éste aterrizaba en ese momento y dejaba al civil en el suelo, quien, presa del terror, salía huyendo.

- ¡Los X-men están en New York, socorro!

Exclamó, confundiendo a Shazal con Rondador Nocturno...

Willa chilló, deseando enfrentarse a ese enemigo, a pesar de que el supervillano bien podría partirla en dos, pero tal cosa no la amilanaba.

Tornado se unió a ella, girando alrededor del nazi y tomando las piedras que éste mismo había sacado del suelo para arrojarlas hacia él. Pero el tipo las apartó a manotazos, hasta que una de ellas golpeó su frente haciéndole sacudir la cabeza. El tipo agarró el siguiente bloque de piedra y lo arrojó de vuelta, dando un duro golpe a las piernas del africano, que sintió el dolor atenazarle.

Totem invocaba entonces la gracia de los espíritus, quienes escuchaban sus súplicas y la ayudaban tanto a ella como a sus amigos. Sónica y los diablillos se aprovechaban de la circunstancia, a la par que Psiónica, que contenía el aliento gracias a la ayuda de los espíritus del aire. 

Willa se lanzaba entonces sobre el rostro del hombre fuerte del grupo enemigo, rasgando su rostro y haciéndole sangrar. El tipo gruñó en respuesta, enfurecido.

- ¡Estos putos extranjeros no nos dejan respirar! ¡No les dejéis tampoco a ellos!

Gritó, aunque sus compañeros ya trataban de axfisiaros.

La mujer que les acompañaba entonces arrojó el haz rojizo de sus ojos hasta el águila, haciendo que ésta graznara dolorida. Los espíritus habían desplazado el viento a tiempo para recibir un daño mucho peor.

Psiónica, finalmente, trataba de quitarse la nube de humo de encima usando sus poderes mentales, pero era inútil. Otro de los nazis hacía lo propio con Tornado, rodeándolo y haciéndole toser al principio, pero éste consigue alejarse. Carrie y Malik se reunían entonces, alejándose momentáneamente de las columnas negras gracias a sus poderes de vuelo, que seguían persiguiéndoles.

¿Quienes son esos? -Exclamo cuando el pueblerino grita algo de unos X-Men que andan por aquí- ¿Aliados o enemigos?

Son un grupo de héroes, pero lo dice porque te confunde con uno de ellos, que se parece mucho a ti, aunque él tiene la piel azulada...

Ah, ese Rondador que decían antes... -Escupo al suelo, sonriendo- Un tipo guapo, entonces, aunque dudo que cuente con mi estilo... ¡¡Eh!! ¿Donde se ha metido...?

Miro alrededor. Prometheus estaba aquí, cerca de mí, y ahora me disponía a continuar nuestro duelo. Cierto que es incómodo con tanto temblor de suelo, tanto resquebrajamiento de la tierra y demás, pero...

¡¡Eh!! ¿¿A donde crees que vas?? -Grito malhumorado, comprobando cómo el hombre volcán trata de escapar subido en la cresta de una ola de roca. Hundo los hombros, mirando hacia el cielo- ¿En serio me vas a hacer perseguirte? ¡¡BASTARDOS!! ¡¡Zafarrancho de combate!! -Shazael, Dawn les estaba pidiendo ayuda, y la van a necesitar por aquí... ¡¡Me importa una mierda, Dom!! Si quiere una tripulación que se reclute la suya, yo tengo un trabajo importante que... No son de ayuda con Prometheus, Shazael, ese gigante casi mata a uno de ellos hace un momento. Mierda, eso es cierto...- ¡¡Limpiad la zona, marineros, hasta que no quede una sola de esas copias!! ¡¡Quedáis al cargo del segundo de a bordo, "casco rojo"... ¡¡Y LUEGO VENÍS A BUSCARME COMO SI LA VIDA OS FUERA EN ELLO!!

Me despido en medio de una explosión de azufre, espadas en mano. Prometheus no va a escapar tan fácilmente, nadie escapa del Capitán Rojo, no es tan veloz como para que no pueda aparecer a su espalda y continuar la contienda...

-Creo que jamás le he tenido tanto asco a la piedra como hoy...- no solo estábamos mal en cuestión de números, sino que algunos de los aliados se marchaban a la otra batalla que se estaba librando. A nuestro alrededor seguían quedando esos seres de piedra que, si bien no eran excesivamente peligrosos, la verdad es que sus ataques podían llegar a fastidiar bastante si impactaban bien. 

Logré impactar contra Prometheus pero este siguió con la fuerza suficiente como para seguir atacando. Agradecí en mi interior que los diablillos hicieran frente a la gran masa porque sino yo misma me hubiera visto inmiscuida en un grave problema, pero no perdí mi tiempo en decirles nada. Al ver como uno de esos pequeñajos era golpeado con fuerza sentí bastante pena por su suerte, pero confiaba en que un impacto como ese no lo dejara sin fuerzas. 

Por suerte los ataques de aquellas torpes criaturas chocaron contra mi escudo porque sino no estaba segura de que hubiera podido contarlo. Suspiré mientras corría para posicionarme, dispuesta a acabar con más seres de piedra. Preferiría enfrentarme a ese bastardo, pero sino vamos a estar muy jodidos. Tenemos dos frentes abiertos ahora mismo, acabemos con uno de una vez por todas. Cargué otro de mis gritos sónicos para dañar a todos los enemigos que pudiera, confiando en que al menos alguno de mis nuevos compañeros haría mi misma labor.