Partida Rol por web

Enciendo la antorcha a la primera y, bajo su luz resplandeciente, miro a mi amiga con una sonrisa. -Pandora- digo antes de abrazarla -Debemos seguir pero... ¡Ay madre!¡Ulfur! Mi explorador.- Miro en dirección al túnel por el que hemos venido recordando la criatura que nos ha hablado. -No puede ser...- quedo pensativa. Ahora que habíamos parado puedo poner en orden mis pensamientos. Creo ver un movimiento en la lejanía -¿Ulfur?- pregunto sin alzar mucho la voz, temiendo que fuera uno de esos desgraciados o incluso el bárbaro que tenía presa a Pandora.

Posicionó la daga ante ella, una daga que no le había servido antes, y que seguramente le ayudaría poco en ese momento, pero almenos procuraría no ser tan torpe como la última ocasión. No sabía quién les miraba, aunque le molestaba que Aya no le hubiese respondido sus preguntas, hasta hace poco, creía ser el único monstruo en aquel mundo, y presenciar tantas anomalías le mantenían el corazón tan acelerado como tenso. Aquellos días estaban siendo una pesadilnsolo comparable al día en el que mataron a su madre y los posteriores en los que tuvo que aprender a vivir del bosque.

Su pulso aún temblaba, amenazar a alguien con matarlo le seguía horrorizado.

    Siento el dolor de mil demonios al oír el crujido de mis huesos soldándose de nuevo para retomar a su sitio. Estaba claro que por suerte no me había llevado la peor parte de la carga y que tal vez no era prudente retornar a la otra forma pero conservarla supondría ser más pesado y por tanto más lento. Hice girar mi brazo mientras mi cuello restallaba guiado por la luz que acababan de encender aquellas dos.

   -Sí joder y suerte que tenéis de que sea sí.- Respondí con una voz cavernosa que incluso a mi me sorprendió por lo poco humana que resultaba todavía, al menos era una pega menor. -Se puede saber por qué coño habéis parado, cuanta mayor distancia de por medio pongamos entre ellos y nosotros mejor, les hemos cogido ventaja pero eso no durará demasiado, así que ya tendréis tiempo de sobra para poneros al día cuando salgamos de aquí, vamos.- 

    Me adentré en su campo de visión blandiendo aún mis armas, sentía cierta curiosidad por saber algo más de aquella por la que nos habíamos jugado el cuello ¿Pandora? Eso creía haberle oído decir a Aya, al menos tenía el coraje para tratar de defender a las dos, aunque viendo su éxito anterior en el manejo del cuchillo, lo mismo habría dado un mondadientes. La sobrepasé sin prestarla mayor atención, pasando a colgar mi maza del cinto para ofrecerla otra antorcha que encendí con la de Aya.

    -Si los oís o veis venir antes que yo, avisadme. Solo espero que esta gruta lleve al exterior y no al campamento de los amigos que acabamos de dejar atrás.- Escupí tratando de aclarar la voz que ya empezaba a recuperar su sonido habitual, como lográsemos salir de allí se me iban a acumular las tareas pendientes.

Tragó saliva, se suponía que era amigo de Aya y eso solo agrandaba sus dudas.

- según me dijo Rorj... Lleva al exterior... Era su ruta de escape - decía sin saber seguro si responder ayudaría de algo, comenzando a caminar con firmeza, estaba acostumbrada a la oscuridad por lo que algo de luz hacía de sus pasos un sendero seguro libre de piedras, si Aya le seguía, pisando donde ella, no tendría problemas en caminar tampoco.

   -Bien.- Gruñí a modo de respuesta posando mis ojos carmesíes por un momento en la chica. -Pues aceleremos el paso, afuera podremos decidir que será lo próximo que haremos.- Dejarlas en un lugar seguro, regresar con los norteños o desaparecer sin más poniendo toda la tierra de por medio entre este páramo y futuro campo de batalla y desaparecer por un tiempo, en fin, ya decidiría sobre la marcha, cómo siempre.

No pude decir que respirara aliviada cuando Úlfur apareció. Sí lo hice cuando terminó de cambiar de forma. Yo estaba asombrada, pero más debía estarlo Pandora. -¿Qué sentiría ella al ser la "siempreperseguida" cuando realmente era yo la..."

Aparté aquellos pensamientos mientras seguimos caminando. Ya no escuchábamos el eco del combate ni los gritos por lo que rompí el silencio. -Una Bruja de la Tierra.- Sentencié antes de mirarle -Eso llaman a las que son como yo antes de tirarlas por precipicios o ahogarlas bajo el agua. La tierra es resistente al fuego, pero no mucho. No nos queman hasta después de habernos "roto"- suspiré apartando recuerdos dolorosos -El broche de chamán lo encontré en un cadáver- expliqué a Úlfur quitándole importancia. -Mentí porque sabía que aquellos bárbaros sólo respetaban la magia chamánica. Yo... tengo cierta conexión con mi bosque. Nunca había podido hacer nada fuera de él... hasta hoy. Tampoco había probado.- Me di cuenta que estaba siendo demasiado habladora en un momento que no convenía. Podían estar siguiéndonos. Callé de pronto.

Observé el camino y me di cuenta que la gruta natural dio paso a una galería excavada con adornos geométricos que se extendían en una franja horizontal a ambos lados. No tardamos en llegar a unas escaleras ascendentes. -La superficie no debe estar lejos- pensé los cien primeros peldaños, al llegar al primer recodo. Pero no. Más escaleras. Perdí la cuenta cerca de los 800 y, aunque resultaba cada vez más evidente que no nos seguían por el absoluto silencio que nos rodeaba, tampoco apreciábamos que esas escaleras tuvieran fin hasta que hicimos otro de los veinte recodos que ya habíamos pasado. Una luz se perfilaba arriba, tras el último tramo.

Las escaleras terminan en un corredor que se encuentra iluminado por un hilo de sol. Éste se filtra a través de una grieta en la roca que, al examinarla de cerca, es una puerta que simula un montón de rocas más pesadas de lo que en realidad son. Abrir la puerta os cuesta bastante y os recibe el frío del exterior. Pandora, que sólo viste un sensual aunque demasiado fino camisón, siente el frío calarle hasta los huesos. Sus pezones se marcan en la tela y todos su cuerpo se cubre de piel de gallina.

-Necesita abrigo. En el campamento tengo mantas- apunta Aya y sus ojos se abren como platos. Como si ahora hubiera recordado al resto del grupo que la acompañó con Úlfur a rescatar a Pandora. Salió corriendo para mirar desde el punto en el que os encontrabais. Muy alto en las montañas, pero en la cara Norte, al otro lado. Eso suponía un problema.

    No pude evitar soltar un ligero gruñido de reprimenda al escuchar levantar la voz a Aya, no era el momento de hablar, por otro lado... En fin, no podía decir que no sintiera algo de lástima o comprensión por ella, aunque viendo las pintas que nos gastábamos su "amiga especial" y yo la conversación que saldría con esa arrancada amenazaba con finalizar con dos crías con la mirada nublada rememorando lo jodidas que habían sido nuestras infancias y sin vino ni tiempo para gestionar algo así opté por acelerar el paso los siguientes minutos para dificultar que se diera ese supuesto caso.

    Ignoraba cuanto más tiempo pudo llegar a pasar hasta que alcanzamos la salida, demasiado bien trabajada como para ser usado de manera anecdótica, eso reforzaba mis temores de lo mala idea que era el no poner tierra de por medio lo antes posible con la gruta, lo que me llevaba al otro gran inconveniente... La muchacha de los cuernos.

    Sin ropa de abrigo ni tener del todo seguro donde nos encontrábamos, exponerla al frío de la montaña tenía demasiadas papeletas de acabar siendo una sentencia de muerte para ella y luego estaba el asunto que acababa de mencionar Aya, joder, esto iba a salir de puta madre.

    -El campamento... si claro...- Murmuré en voz baja, aunque perfectamente audible para ellas. -Con respecto a ese asunto, qué tienes exactamente en mente, Raedrik prácticamente me pidió ser partícipe en rajarle el cuello a esta en cuanto te dieses la espalda y no tengo del todo claro hasta que punta Elfo estaría al tanto, así que a no ser que pienses robarlas o inventarte una mentira como que los bárbaros nos vieron y por eso tuvimos que dar un rodeo hasta volver al campamento, dudo que sea buena idea, ya que incluso si picase el anzuelo nuestros siguientes días se resumirían en andar haciendo el imbécil y velando por tu amiga a escondidas hasta que el resto se decidiera a dejar de buscarla y bajásemos a alguna de las ciudades fronterizas.- Gruñí de nuevo y el ruido subió de intensidad cuando noté como el frío me provocaba un escalofrío al dejar los brazos expuestos al viento de la cima por quitarme el abrigo que pasé a arrojar sobre Pandora cubriéndola casi por completo. 

    -Dicho esto, os ayudaré de la mejor forma que consideréis pero no me apetece mancharme las manos por matar a un capullo como Raedrik, será un imbécil pero por desgracia ese delito no lleva la pena capital, si lo prefieres puedo llevarte hasta ellos, diles que desaparecí y que lo mejor será que deis la vuelta, yo podría llevarme a tu amiga a salvo a través de las tierras de los bárbaros y dejarla al otro lado del paso, ahora, necesitamos más ropas de abrigo y dar con un refugio antes de que el frío se nos lleve por delante a los tres, así que trataré de orientarme lo mejor posible antes de que eso ocurra.-

Pandora no dijo nada, se sentía tan confundida con lo expuesto por Aya que no sabía que decir. demasiadas cosas extrañas como para asimilarlas con facilidad. En su interior había una lucha por entender algo, sueños, secuestros, verdades inalcanzables, y ahora se supone que íban directos a un grupo que se suponía que iba a buscarle, ¿Para? ¿Matarle? En su pequeño cuerpo comenzaba a acumularse una tensión que no comprendía, como si en cualquier momento algo fuera a estallar.

- puedes venir con nosotras - sentenció - si me quieren muerta que tengan el valor de hacerlo ellos mismos...

No sabía por qué decía aquello, era como si algo le diera fuerzas. Pandora devolvió con calma el abrigo de Uldur - te lo devuelvo. Que no crean que ayudaste a quien debías matar.

Seguramente no le daba miedo el frío, quizás basada en sus recuerdos, recordar la muerte de su madre le ofrecía un cierto alivio al sentir el frío. Ya no disponía de aceite con el que hacer un fuego, pero sus contraídas pupilas tocadas por el sol le hacían sentir una seguridad que no comprendía.

    Solté un bufido de impaciencia por aquellos estúpidos comentarios, aquellas muestras de arrogancia e inconsciencia me enervaron de más y mi primer impulso me llevó a dar una respuesta demasiado brusca.

    -Sácate la cera de los oídos y atiende a lo que te acabo de decir y a la posición en la que te encuentras. A nadie le va a hacer falta alguna de venir a matarte si pretendéis salir de aquí por vosotras mismas, estáis en las putas montañas del norte rodeadas con nieve, suerte con encontrar referencias sin conocer esta tierra o llegar a algún refugio que os proteja de lobos y otras fieras antes de que anochezca. Además, acabo de decir que mi interés es llevaros a las dos.- Mis ojos se encendieron con un fuego amenazante antes de que me diera cuenta de mi error. Me había dejado llevar por la situación, aquella cría no tenía la culpa de todo lo que acababa de pasar, podría considerársela el centro de ello pero no era su culpa ni su decisión el haber acabado en aquella posición. Me llevé la mano a la frente y resoplé perdiendo mi mirada en el firmamento.

    -Disculpa, no tienes la culpa de esto, ha pasado demasiado en poco tiempo y aún estoy tratando de ajustarme a ello.- Bajé la cabeza y regresé la mirada a Aya, esperando a alguna clase de respuesta en ella, aunque aún así me decidí a continuar. -Quédate con el abrigo, te puedo asegurar que hagamos lo que hagamos no va a llevarnos cinco minutos y ya te lo pediré de vuelta si siento que me hace falta pero atiende mejor a lo que acabo de decir. Si vamos al campamento es para dejar a Aya con ellos, es la que menos problemas tendrá de los tres si regresa y dice que me he largado, los tres estaremos a salvo y nosotros podremos irnos hacia el paso o, incluso si optamos por ocultarte y presentarnos los dos, podré recuperar el abrigo antes de aparecer ante ellos. En cualquier caso, siento que lo más sencillo sería encontrarlos, hacernos con más ropa de abrigo, con o sin su permiso, y marchar hacia el paso y mejor aún si logramos hacernos con parte de los víveres, cazar debería de ser nuestra última opción ya que supondría un gasto de fuerzas y tiempo del que tal vez no disponemos.-

    -Aya, estoy dispuesto a ayudaros a las dos si aceptáis la mano que os tiendo pero, independientemente de lo que sea que escojáis, tenemos que ponernos en marcha ya, en esta época del año las horas de luz no sobran y dormir al raso no es aconsejable. Así que o rodeamos la cima y regresamos al campamento o nos la jugamos con todo de camino hacia el paso.-

Se colocó bien el abrigo, sabía por experiencia que huir de perseguidores era una acción eterna, nunca se detenían y cuando lo hacían era para ceder esa persecución a otro. Alguna vez había dado la cara ante sus perseguidores mostrando claramente sus cuernos, jugando a recitar palabras y frases religiosas que afectarán a los creyentws y les hicieran pensar que atacarle era demasiado peligroso.

Todas las religiones protegen en algún verso al malvado, y ella tenía le gustara o no ese papel - huir siempre es agotador te lo aseguro... Llevo años haciéndolo, desde que mi madre se sacrificó por mí - entendía su malestar, pero huir no era un problema para ella, lo sería para él - puedo quedarme a un lado, pero si no regresáis los dos como mínimo, acabarás en la misma espiral que yo, perseguido sin descanso, solo el miedo logra que dejen de hacerlo un tiempo, hasta que alguien que se cree más valiente toma el relevo.

Comenzaron a caminar, no le preocupaban mucho las reprimendas, quizás no entendía que si no le veían le perseguirán por traidor o por desertor, para ella en cambio nada cambiaría, seguirían dándole caza a menos que alguien concreto necesitara su capacidad de crear medicinas y tratar heridas o enfermedades.

    Enarqué una ceja con un gesto de perplejidad ¿Acaso la faltaba un hervor? A que venían ahora aquellos comentarios, ya podía tener cariño Aya a aquella mocosa porque de lo contrario no veía mucho motivo para arriesgarse por ella.

    -No me hagas reír hablando de lo que no sabes ni me vengas con victimismos. Lo único que me ata a los otros dos es haber aceptado hacerles de guía, si pretenden venir a por mi por pensar que los he dejado de lado, que tengan suerte al tratar de cobrarse su venganza.

    Y no me jodas, no sobreviví a lo que he pasado todos estos años para acabar pasando una vida con miedo, si huyes por un tiempo acabas aprendiendo el modo de no dar facilidades para ser perseguido, bah, mira, es igual.- No iba a perder más tiempo con sus estupideces, volví a mirar a Aya, parecía que era la única con la que aún podría razonar. -Aya, hacia el campamento o el paso, tú decides.-

La precaución se mostró en el rostro. No era momento para discutir. -Tenemos que ir a lo seguro.- Dije mirando a Úlfur. -A ambos les pagué la mitad cuando los contraté pero quién realmente me ha ayudado has sido tú. Ulf. Si nos va bien, nos acercamos al campamento en nuestro regreso. Si no nos pilla de camino, vamos directamente al paso.- Había hablado con la razón pero seguí sería y preocupada pues tanto a uno como al otro les pedí ayuda, les pagué y ahora voy a dejarles a la interperie, a merced de los bárbaros y sin guía. Pero la supervivencia es lo primero.

La mirada de Úlfir fue de unos Montes lejanos al sol que brillaba teniente tras nubes oscuras para luego analizar las cercanías de la salida. Ocultas en la nieve encontró algunas indicaciones rudimentarias pero legibles.

Cuando comenzó a andar el explorador pareció resuelto, orientado en la buena dirección.

No tardais en encontrar el descenso. Éste discurre con una pendiente suave de fácil tránsito pero azotado por un molesto viento norte a sur que os da en la cara provocando que entorneis los ojos.

El viento cesa, el sol ilumina un claro de aquel lado de la cordillera montañosa. Aya inclina la cabeza -¿Qué es eso?- pregunta con curiosidad. Manchas negras sobre la blancura. El viento trae susurros de voces enérgicas y el estruendo de pasos. -Un ejército- aquella visión era terrorífica, no tanto por la magnitud (que es suficiente para suponer un serio problema a los norteños) sino porque habían cruzado el desierto de hielo, el mar helado del que jamás ninguno de los que en él se han adentrado volvió... (Salvó Rørj el desterrado y quizá algún que otro bandido)

Aquella hazaña requería equipo, artefactos mejores que los barcos de madera que serían estrujados por los bloques de hielo y un profundo conocimiento de las corrientes para evitarlos. Aquel ejército no era más que la avanzada de algo mayor.

Las tiendas que se aprecian debían ser generosas en dimensiones. Las armaduras relucían al sol, si te fijas con detenimiento, podías ver una mirada de colores iridiscentes y lo exótico de sus formas dejan claro que no son del reino de Próspero, de los bárbaros, ni del imperio del este. Quizá ni siquiera humanos. -Vienen de más allá del Norte-

-Los cuernos de Pandora, la forma terrible de Ulf o mis poderes de la naturaleza van a ser los menores de nuestros problemas si esas criaturas llegan al paso antes que nosotros-

No entendía de táctica militar. Aquel grupo se estaba asentando y no avanzando. Aún así, serán una seria amenaza para los bárbaros. -¿Y si estos no los detienen?¿Y si no se conforman y siguen llendo al sur?-

    -¿Ulf?- Repetí para mis adentro esbozando una sonrisa socarrona, bueno por lo menos alguien parecía entender lo que trataba de decir así que de inmediato abrimos la marcha, aunque tenía mis serias dudas de lo que sucedería si lográbamos llegar al campamento, no me gustaba dejar a su suerte a aquellos dos pero si de mi dependiera partiría en dirección al paso sin volver la vista atrás... maldita fuera la falta de equipo.

    -Pero qué demonios.- Ni si quiera pude controlar hacer aquel comentario en voz alta cuando me quedé absorto ante aquella escena, una fuerza militar de semejantes proporciones venida del mismo norte y en tierras bárbaras, llevé la manos hacia los pergaminos, pero de qué carajos iba todo aquello en lo que estaba metido el puto exiliado, sabía que algo así solo podía significar una cosa y de inmediato volví la mirada hacia Aya y la chica maldiciendo para mis adentros el no poder hacer nada para advertir a Lokbar ni a sus gentes de lo que se les venía encima.

    -Olvidaos del campamento, debemos de dirigirnos al Paso de inmediato antes de que ellos lo ocupen y nos dejen aquí bloqueados, no me gusta forzar la marcha pero necesito que lo hagáis, no podemos permitirnos perder ni un solo momento hasta que logremos alcanzarlo ¿De acuerdo?- Quería preguntar si acaso sabían algo de aquello, porque necesitaba encontrar alguna lógica a la existencia de semejante fuerza de ocupación, de dónde venían y que pretendían porque tenía mis serias dudas de que alguien que desafiara a los elementos para cruzar el desierto de hielo y atacar a los norteños en su propio terreno fuera a detenerse ahí una vez lograse el éxito.

La joven tiflin siguió de cerca al tal ¿Ulf? Al parecer tenía la muchacha más resistencia de lo que cabía esperar pues ni siquiera cuando aquel tipo dijo de apresurar el paso se quejó - Aya ¿Podrás seguir el paso? - dijo con una amable sonrisa ofreciéndole su mano para que se apoyara en ella.

La muchedumbre que veía era irreal y le hizo pensar que era imposible que aquello ocurriera solo por ella, no porque fuera humilde en este caso, esque si se enteraba que había tal movilización por ella entraría en un auténtico círculo de paranoia, pero lo peor era no poder explicar aquella situación. Semejante ejército se movía por un terreno indomable ¿Para que? ¿Por el secuestro de una endemoniada? ¿Por una bruja? ¿Por un poblado bárbaro? Puras especulaciones sin sentido que le provocaban cierta ansiedad.

Se podría decir que cierta paranoia ya se había apropiado de ella, Rorj dijo... - se supone que me habían secuestrado para que las supersticiones asustaran a algunas personas que querían atacarles - por lo que su presencia no era ningún secreto para nadie... Ulfur dijo que querían matarla además...

No pudo evitar entrar en la espiral de paranoia que temía, tragó saliva, ya no intentaba huir de aquella absurda posibilidad, su2 mente pasó a fingir que era imposible. Que otra razón habría e incluso que si no era así debía ser fruto de una casualidad. Comenzó entre pensamientos a respirar más rápido, ansiedad; un pensamiento de que ella solo quería vivir tranquila le invadió pero de algún modo sentía que vivir sin problemas sería poco probable para ella.

Apresuró el paso tratando saliva de nuevo, tirando ligeramente del brazo de Aya.

Los temores de los presentes eran fundados. Algunos grupos se desprendían del grueso del ejército camino de las montañas. Era muy probable que vigilaran los pasos y rutas para entender a los habitantes de estás tierras antes de la invasión.

La resolución de Úlfur da muestra de su capacidad como explorador. De vez en cuando alzaba el rostro, miraba las montañas, el suelo o cualquier otro detalle que a Pandora y a Aya se le escapaban y, segundos después, retomaba el paso a buen ritmo que tanto Pandora como Aya lo mantuvieron la mayor parte del tiempo.

El terreno de montaña inexplorado dió paso a un paisaje más familiar. Aquel que, aunque aún lejano, correspondía a las tierras de los bárbaros, las tierras de la Leidang de Lokbar. Las tierras que los bandidos atravesaron con Pandora.

Un grupo de cinco bárbaros habían acampado cerca de una improvisada cabaña al cobijo de un grupo de árboles que los protegían del viento del norte, ahora a vuestra espalda. El fuego era pequeño pero habían recogido suficiente leña para avivarlo cuando fuera necesario. Habían cazado varios conejos que ya estaban despellejados sobre una roca junto al fuego. Sus armas descansaban cerca de ellos, cada una al alcance de su dueño y mantenían el escudo a su espalda. Si bien, el campamento estaba sumido en un extraño silencio y, mientras os acercáis, nadie se mueve, ni un gesto, ni un sonido, ni alzar la vista para otear las cercanías.

Úlfur fue el primero en detenerse, aún estáis muy lejos de aquella escena como para que represente una amenaza sobre vosotros. Había que dar un rodeo pero, al datos la vuelta veis algo acercándose a paso lento.

Un hombre sobre su montura. Al principio créis que se trata de un bárbaro de aquellas tierras pero no. La montura es un lobo enorme de pelaje pardo con grandes fauces y cabeza ancha. El jinete viste una extraña armadura completa con casco incluído, lo que mantiene su rostro oculto. Tiene el arco desenvainado. Apunta a Úlfir directamente eludiendo a las mujeres.

Un jinete más apareció tras este. Seguido de otro y otro y otro... Uno de ellos se adelantó aún más. Éste no llevaba arco sino jabalinas. Un total de seis jinetes de lobos en perfecta formación. En contra de los bárbaros de estás tierras la disciplina y el entrenamiento militar que mostraban sus acciones era dolorosamente evidente y todo su equipo (exótico a vuestros ojos) es de exquisita factura y calidad.

La superioridad era evidente. El líder, el de la jabalina, habló con frases cortas, firmes y contundentes. Un jinete guardó arco y flecha y descendió de su montura, acarició al lobo y ambos se os acercaron. El animal adelantó el hocico cuando estuvo lo suficientemente cerca de Aya. No reaccionó al olerla. Gruñó cuando olfateó a Pandora y mostró los dientes con Úlfur marcando el territorio en la distancia.

El soldado asintió y dijo algo en esa lengua extraña. Recordaba a la hablada en el encuentro bajo tierra hacer horas pero era más refinada, más rica y completamente marcial. Otro jinete desmontó y se acercó a su compañero. Ambos señalaron a Aya y Pandora y posaron sus manos sobre la silla de montar. Querían que subieran a sus lobos.

Cuando entendéis sus intenciones de llevarse a las chicas y vuestro rostro reflejó la negativa los arcos se tensaron aún más y el líder alzó la lanza. Todos apuntaban a Úlfur. Al explorador le hicieron el gesto para que se alejara. Les era más útil relatando lo sucedido, avisando a los pueblos del peligro. No querían matarlo pero no dudarán en hacerlo si hay complicaciones.

Mi voz no salía. El nudo de mi estómago casi me impide respirar. -Nos quieren a nosotras- susurré a Pandora no queriendo pensar en qué pasaría si nos negamos. Me aventuré a girarme y mirar a Úlfur, luego volví la vista al jinete más cercano que me extendía su mano de forma casi cordial. Parecía educado. -Quizá...- empecé a decir pero el líder emitió otra orden que calló mi voz. Nadie se movió. Salvó por los lobos parecían esculturas de hierro con una intrincada orfebrería desconocida para mí. Su bajo escapaba de los yelmos con cada respiración. Di un paso dudoso hacia ellos. No quería cargar con la culpa de que matarán a Úlfur por defenderme, o a Pandora. Y no veía otra opción, al menos durante el día.