Partida Rol por web

-Lo mejor sería repartir- dijo uno de los soldados -¿Insubordinación? Debe elegir el de más alto rango- contestó otro -Yo soy un mercenario, no un soldado. Me la trae al fresco lo que pienses.- La tensión aumentaba por momentos. El guardián que sostenía el plato lo dejó en el suelo y se quitó el casco muy lentamente acercándose al que se había identificado como mercenario. No medio palabra. Sin previo aviso estrelló el casco contra su rostro siendo éste el acto que desencadenó la pelea. Soldados contra mercenarios. Usaban sus propias manos y sus armaduras. Uno de ellos cogió de los pelos a otro y lo estrellaba repetidas veces contra su pecho, contra la dureza de su coraza. El guardián golpeó con el casco al mercenario hasta matarlo. Sólo tres quedaron en pie y fueron lo suficientemente rápidos como para golpear al resto con el fin de que ninguno se volviera a levantar.

Lythray y Lisa dieron buena cuenta de la comida no dejando ni las migajas. Gohozor e Yzlín aguardaron pacientemente. Todos los reos presenciaron el espectáculo con diversión, sintiendo el viento azotar con violencia haciendo crujir el maderamen.

Por la intensidad de la lucha, los dos que quedaron habían perdido el apetito. Uno tenía un labio rajado y seguramente le escocería al comer.

Amontonaron los cuerpos junto a los barrotes que lindaban con vuestro espacio y, después de relajarse, repartieron el plato a medias. Dandoos la espalda comieron en silencio en la medida en que podían debido a sus heridas.

Cuando reinó la tranquilidad os percatásteis de que, sin duda, habían aumentado la velocidad del navío llevándolo al extremo de su resistencia. En algún punto de la tarde recogieron el velamen y aprovecharon las corrientes arcanas para deslizarse. Las sacudidas dieron paso a los temblores, una sensación extraña, como un vértigo, algo diferente a lo que cualquiera había sentido hasta ahora.

El capitán volvió a aparecer.

Había escuchado el revuelo desde mi camarote pero no iba a bajar hasta que se hubieran tranquilizado. Compruebo que, previsiblemente, han sido los guardias -He ganado- dije -Arriba hacemos apuestas sobre qué celda se peleará por la comida. Tras haceros la visita por la mañana lo supe.- Sonreí. Llamé a dos marineros. -Sacad a los guardias que quedan y llevarlos a cubierta. Han cometido un delito y deben ser juzgados- Dije hablando con contundencia. Luego me dirigí a los guardias -espero que hayáis disfrutado de vuestra última comida- y salí de la estancia.

Los tres guardias se revolvieron pero varios marineros se sumaron a la tarea. Una encomienda que desde su punto de vista parecía divertida. Se les veía que disfrutaban de aquel momento, que era algo esperado y muy deseado.

Sacaron a los guardias sin miramientos y los llevaron a cubierta dejandoos solos.

Sin perder un segundo me lanzo a los cuerpos amontonados a nuestro lado de la celda. Registro sus bolsillos, sus bolsas (si las hubiera) y todo aquello que alcance buscando cualquier cosa que nos pueda servir.

Uno de los guardias lleva un llavero. Las llaves pero con el grueso alambre que las une podré hacer una de las ganzúas. Quito también un cinturón y tres bolsas de cuero que introduzco en mi celda. De pronto escucho que llegan más guardias por lo que salto hacia atrás y reparto los objetos entre mis compañeros para que me ayuden a ocultarlos. Doy una bolsa a cada uno quedándome con el cinturón y el llavero.

Los marineros nos miran pero guardo silencio mientras veo cómo se van llevando los cuerpos.

1)

Al abrirla llega hasta tu nariz el inconfundible olor de tabaco de liar también papel de arroz y tres ramitas yesqueras. También tiene en su interior cuatro piezas de plata y una de oro.

2) 

Al abrir la bolsa encuentras en su interior un espejito de acero pulido. Además descubres en el fondo dos piezas de plata.

3)

Al abrir la bolsa descubres en su interior tres velas blancas y una vara de madera. Detectas rápidamente que la vara está tratada alquímicamente.

Tras la marcha de los marineros, Lisa exhala un suspiro de alivio y comienza a deshacer el llavero para convertirlo en una de las dos ganzúas que necesita.

Ni se inmutó cuanto los ocupantes de la otra celda se mataron entre ellos por una comida. Humanos incapaces de ver a medio plazo. Ellos no eran prisioneros de verdad, en cuanto hubiesen llegado al destino los hubieran liberado y hubiesen podido comer hasta reventar. Humanos, incapaces de pensar más allá del momento preciso.

Pero ahora si estaba interesado en el capitán. ¿quién era en realidad para permitirse matar soldados? Estaba claro que si lo había hecho es porque sabía que no iba a sufrir las consecuencias y para ello tienes que ser alguien imprescindible para tus amos.

Permaneció sentado con sus pensamientos sin mostrar ningún interes en los cadáveres ni en sus posiciones. No iba a poder ocultar nada por lo que no tenía sentido cogerlo.

Me sorprendo cuando Gohozor no coge ninguna bolsa, pero no por ello me iba a arriesgar a que los marineros las vieran y registraran toda la celda. Cojo dos bolsas y las coloco detrás de mí. Permanezco sentada fingiendo curiosidad al ver cómo los marineros recogen los cuerpos. Luego cuando se marchen podremos poner en común lo que hay en ellas y ver si algo nos es de utilidad.

Le encantó presenciar en primera fila la pelea entre los guardias, pero sin duda lo que no se esperaba es que todo hubiera sido una trampa del traicionero capitán. ¿Qué demonios? ¿Podía hacer eso? ¿Podía 'ajusticiar' sin más a los subalternos de su empleador sin consecuencia alguna para su negocio? ¿Quién era esa comadreja realmente? ¿Cómo podía permitirse algo así y salir indemne de ello? En aquel barco, la máxima autoridad era él, pero... ¡no cuando el barco bajase a tierra firme! ¿¡Entonces!?

No tenía la respuesta. Pero realmente, no le parecía que a su empleador le hiciera gracia la calidad del servicio. Sin respuesta alguna, sólo cabían teorías. Tal vez aquel era el único barco volador conocido del continente. O del mundo. Así que le gustara o no al cliente, tenía que conformarse con que el 'paquete' llegase a destino, pero solo se le garantizaba el paquete. O tal vez, tampoco siquiera, y si ellos hubieran sido los que se peleasen les habrían ajusticiado a ellos...

"Así que... 'ajusticiarlos' ¿eh?" murmuró Lythrai, algo turbada por el devenir de los hechos. "...Algo me dice que el nombre de este barco tiene todo que ver con el método..."

Los cuerpos de los soldados tenían cosas interasantes, como bolsas, armaduras, armas... Una lástima que no pudieran saquearlos, pues los marineros llegaron y se los llevaron. Síp, no pudieron ni tocarlos. No es que Lisa hubiera sido la más rápida y se hubiera llevado unas cuantas cosas, como tres bolsas que repartió. No señor. :P

Los marineros se marchan y los cuatro presos, a solas en la bodega, os ponéis en corro con las tres bolsas abriéndolas para descubrir lo que esconden.

Al mismo tiempo, el viento trae algunas voces de cubierta. Los tres supervivientes gritan, son acallados. Una voz solemne parece rezar un sermón en una lengua que no conocéis (con muchas eses y emes) -Sisharium, rezos esiumm alzorum...- al mismo tiempo, pero algo más lejana, se escucha la voz del capitán hablando con los tres soldados en un tono autoritario y amenazador -Por el dominio que ejerzo en este barco soy la máxima autoridad...- parece dictar sentancia pero vuestra atención está más puesta en los objetos al ver el relucir de las monedas en el interior de las bolsas...

Sólo Lythrai e Yzlin

1)

Al abrirla llega hasta vuestra nariz el inconfundible olor de tabaco de liar, también contiene papel de arroz para hacer los cigarros y tres ramitas yesqueras. En el fondo encontráis cuatro piezas de plata y una de oro.

2) 

Al abrir la segunda bolsa (la de Lythrai) encuentráis en su interior un espejito de acero pulido. Además descubre en el fondo dos piezas de plata.

3)

Al abrir la tercera bolsa en su interior hay tres velas blancas y una vara de madera. Detectáis rápidamente que la vara está tratada alquímicamente.

Miro los objetos pero estoy distraída. Mi atención se debate entre proyectar un uso futuro para los objetos que hemos encontrado y las voces que llegan desde el exterior.

-6 piezas de plata y 1 de oro no dan para sobornar a un guardia- Pienso en voz alta -Aunque quizá sí a algún preso allá donde vamos- cojo el espejo pulido y lo observo con manos temblorosas sin atreverme a mirar mi reflejo. Poco a poco lo voy girando hasta que finalmente lo veo. -No estoy tan mal- pienso. Hacía años que no me veía y, en contra de mis temores, no me desagrada lo que veo. -Me gusta esto y puedo guardármelo por aquí- digo mirando a mis compañeros -Por supuesto, si me cedéis os lo dejaré siempre que lo necesitéis- continúo sin apartar mi mirada del reflejo, observando mis ojos dorados con brillos azules -Pronto podré petrificar con la mirada-

Salgo del ensimismamiento sacudiendo la cabeza y devolviendo el espejo al montón de objetos -creo que podemos dividir los objetos en dos. El tabaco y las monedas nos servirán para ganarnos algún favor con otros presos. Las ramitas, las velas, la vara alquímica y el espejo podría venirnos bien para...- bajo la voz aún más -...una fuga futura, distracciones y demás.- Y tras una breve pausa lanzo la sugerencia -repartámoslos entre todos en la medida que podamos esconder los objetos. ¿Os parece?- y antes de lanzar de nuevo la mano hacia el montón, dejándome llevar por la avaricia, espero su opinión.

Miró la vara con codicia al mismo tiempo que con incertidumbre. Él tenía una de esas varas entre sus posesiones. ¿Sería la misma? No le extrañaría demasiado que los guardias se hubiesen repartido los bienes de los presos. O tal era sólo el destino dándoles una oportunidad.

Poco importaba eso ahora. Lo importante era decidir si la reclamaba para si mismo o si la dejaba en otras manos. El sentido común le gritaba que la reclamara, que no se fiara de aquella gente. Podían estar en la misma celda que él; pero no tenían nada que ver con él. Sabía por experiencia lo voluble que podían ser los seres de carne. Debía reclamar la vara y si era necesario luchar por ella. Claro que de esa manera acabarían como los guardias de la otra celda. No iba a dejarla en manos de la ladrona, eso por descontado.

-Guarda esa vara como lo que es, Yzlin, una opción inmejorable para huir una vez en tierra firme- Por supuesto que la mantendría vigilada para que no se le ocurriera ninguna estupidez como usarla sin permiso -Los guardianas no será tan aplicados registrándote sabiendo que tus serpientes pueden morderles en cualquier momento.

Una esperanza. -¿Es eso capitán?¿aún jugando con nosotros?- porque a Gohozor le extrañaba que el capitán no supiese lo que llevaba los guardias cuando los encerró. Se quedó mirando hacia la entrada pensando en el siguiente movimiento. -Juguemos, capitán, tengo mucho tiempo.

Después de que Yzlin devolviera el espejo a la bolsa, Lythrai lo cogió y se miró un poco con él mientras oía a sus compañeros comentar el resto de objetos. "Podéis quedaros lo que queráis." dijo, devolviéndo el espejito a su bolsa. Después se encogió de hombros. "Me interesaba más la comida de antes, o las armas y armaduras de los guardias que se han llevado los marineros, que las baratijas que hay en las bolsas. ¿Qué tal si os lo repartís entre vosotros?" les propuso. "Me quedé el trozo de carne, después de todo." luego sonrió, y dirigéndose pícaramente a la gorgona dijo: "Mientras me dejes el espejo de vez en cuando, sobretodo en el momento en que decidas convertirme en piedra, por mí perfecto."

Sí. Hasta se permitió bromear con ello.

Les dejó a los compañeros que examinasen las bolsas y cogieran las cosas al gusto. "¿Y qué hace la vara?" inquirió, siendo que Gohozor había mencionado que era una 'opción inmejorable' para la huida en tierra firme.

Antes de poder responder a la pregunta de Lythrai escucháis pasos que se acercan. Ocultáis los objetos rápidamente, justo a tiempo. Encabezando la marcha aparece el capitán seguido de un grupo de marineros. Traen a los guardias y mercenarios que, sorprendentemente, caminan por su propio pie -aunque juraríais que alguno habría muerto en la pelea-.

También meten a los dos soldados que sacaron con el guardian que inició la pelea. Dejándolo fuera. Allí sólo queda un marinero que sostiene al guardián y el capitán.

Avanzo hasta el centro de la estancia y dirijo la mirada a los reos. Los analizo brevemente y luego sonrío. -Este hombre- señalo al único soldado que queda fuera -Ha luchado por su vida contra sus compañeros, incluso con esos dos arriba en cubierta- señalo a los soldados que están encerrados, tambaleantes. Hago un gesto para que el marinero me acerque el saco...
 

-¿Qué otra opción tenía?- sentencio furioso, atemorizado por mis actos y mirando con incredulidad a mis compañeros caminando sin rumbo dentro de la jaula... como ausentes. -Les maté por sobrevivir- digo confuso -¿Qué va a pasar ahora conmigo?-