Partida Rol por web

- ¡maldito comadreja deja de sangrar! ¡¡Es una puñetera orden!! ¡¿Me oyes?! - ya sin la amenaza que ejercía Hazir de matar a aquel hombre, la tiflin pudo dedicarse a intentar tratar mejor a alguien próximo a la muerte, nada pudo hacer por Ascario, las cabezas no volvían a su sitio solo por coserlas, y no sabía bien que había hecho aquel hombre para que le quisieran muerto, no parecía el tipo de persona que mereciera morir sin más, por lo que entendía que si era importante para comadreja éste actuara de aquel modo, Nickar ni si quiera lo conocía, simplemente pensó que tirar a la basura una habilidad como la suya sería una lástima, y quiso probar algo que ni siquiera sabía si serviría de algo.

- ¡¿estúpido no escuchas las órdenes?! ¡He dicho que abras tus malditos ojos! - seguramente pensó que si fallaba al frenar el sangrado, podía utilizar algo que no se le daba mal, ordenar altiva a otro de sus siervos lo que debía hacer. Incluso rasgó la manga del abatido para intentar bloquear el sangrado de algún modo, descamisándolo para crear la mayor venda improvisada posible y usar parte de la misma como colchón que presionara ligeramente el tajo.

- ¿sirve de algo esto? Nunca he logrado sanar a nadie con mis propias manos, e incluso creo que he provocado daños mayores a quienes he intentado ayudar... Si tuviera otra poción se la incrustaría de hacer falta por la garganta, pero sin ella (...) solo unas manos acostumbradas a envenenar, Eli si aun estuvieras aquí todo sería más sencillo - perdida en pensamientos hacía lo que podía, esa niebla no se lo ponía fácil, y se negaba a ser burdamente atrapada por ella, por lo que esperaba poder estabilizar pronto a aquel tipo.

    El envenenador se le había escapado, el forjado casi pudo llegar a volver a sentir la presión en sus sienes producto de la rabia del mismo modo que lo había hecho Socar en el pasado. Sacudió su pié haciendo que las astillas de la madera carcomida saltasen en todas direcciones un hecho al que nadie prestaría atención ahora, especialmente cuando la guardia terminase de echárseles encima y lo pero era que la mayor parte de lo que pudiera pasar a partir de ese momento ya no estaba en sus manos.

    Volvió la mirada atrás una última vez, si Daebius no lograba terminar el ritual su única oportunidad residía en el noble y los Fonn'Aster. Sacudió a los insectos e, ignorando la niebla tóxica y la presencia del terrible hechicero, volvió a dirigirse a la salida con pasos pesados, ahora él sería el guardián de la misma. 

   Con la mirada puesta en el exterior comenzó a distinguir algunas figuras, sin llegar a identificar del todo a la mayor parte de ellas, daba igual, no tenía tiempo para gastar en esos detalles. -¡Quissani, Comandante, llevaros al resto y alejaos de la taberna todo lo que podáis! ¡AHORA!- El no usar los nombres o números de los reos era algo intencionado, la guardia roja no destacaba por estar formada por un grupo de camorristas descerebrados, pero cuanto menos pistas pudiera dar sobre las verdaderas identidades de aquellos a los que se dirigía mejor. -¡Cuando la tormenta pase regresad al lugar en el que nos reunimos por primera vez!- 

   Volvió la espalda y dando un paso atrás cruzó su lanza frente a él para bloquear el paso a todos lo que trataran de salir de allí, si lograba verlos antes de que se le echaran encima, tal vez tuviera la oportunidad de arrollarlos para entorpecer su paso. Al forjado no le preocupaba nada más en aquel instante, si su final era ese, al menos lo haría dando una oportunidad al resto tratándose de redimir por haber fallado en su cometido.

Hazir luchó por mantener algo de racionalidad en medio de la tormenta de ira en la que se hallaba sumido. No podía dejar ir la sharkandir, pero tampoco podía permitirse abandonarse a sí mismo a una lucha descerebrada, pues necesitaba analizar la situación que se encontrara en la taberna. Por ello trató de congeniar como pudo al Hazir noble y racional y la bestia furiosa que despertaba la sharkandir, mientras corría a través de la niebla tóxica. Aquello era como mantenerse de pie sobre la cofa del vigía de un navío en plena tormenta, pero Hazir tenía experiencia en ello. Corrió hacia la puerta de la taberna.

La mercenaria podía arreglárselas, e Yzlin estaba estabilizada ya, por lo que dudaba que tuvieran problemas inmediatos, sobre todo ante aquellos cobardes que se retiraban ante la cercanía de la guardia roja. El aviso del paralizado Grook no supuso mucha sorpresa, ya sabía que estaban ahí luchando. Iba a entrar ya cuando casi se dio de bruces con el muro de acero que era Socar, que se había colocado en la entrada, a todas luces tratando de impedir que algo o alguien saliera.

-¡Quissani, Comandante, llevaros al resto y alejaos de la taberna todo lo que podáis! ¡AHORA!

-¡Cuando la tormenta pase regresad al lugar en el que nos reunimos por primera vez!- 

Hazir le esquivó en el último momento y se detuvo a su lado, con el alfanjón aún brillante con la sangre de Comadreja alzado hacia la puerta. 

-¿Qué demonios está pasando ahí dentro? ¿Qué ha pasado con Roriarkas y Daebius?

Nadie más se acercaba tras Yzlin y Lythrai, de modo que sus últimos recursos para tratar de defenderse no fueron necesarios. No sólo eso, sino que su ligero cuerpo fue de ayuda en esa ocasión, permitiendo a sus aliadas cargar con él sin dificultad y alejarse a toda prisa del Grosero. Fortuitamente, los tres que fueron a buscar a la reina Azur, se encontraban juntos de nuevo. Pronto su visión comenzó a aclararse, la niebla se disipaba y se notó de nuevo en control de sus músculos. Regresó al suelo en cuanto le fue posible, lo que inevitablemente planteó la cuestión de qué hacer a continuación.

Se encontraban rodeados, la aparición de la niebla era prueba de ello. Sería difícil eludir a la Guardia Roja, e incluso si lo conseguían, no podrían hacerlo eternamente; la rapidez con la que habían actuado y aparecido ante la primera señal de problemas, hablaba por sí sola respecto a lo vigilado que se encontraba el lugar. Habían cumplido su objetivo: Yzlin estaba con vida y fuera de peligro, Comadreja yacía desangrándose en el suelo con el esternón perforado, y ante su caída, sus lacayos no habían continuado el combate. Llegados a ese punto, tratando de huir no conseguirían más que empeorar la situación.

Por otro lado, no le pasó inadvertida la advertencia de Socar. ¿Qué demonios estaba ocurriendo ahí dentro? "Alejaos todo lo que podáis", "el lugar donde nos reunimos por primera vez"... Obviamente él no tenía ni idea de qué lugar se trataba, pero más importante, el forjado parecía estar más convencido que él de que podrían huir. Y de que era una buena idea intentarlo. Respecto a alejarse, sus razones tendría para instarles a hacerlo y no le parecía una buena idea ignorar su advertencia.

- Tal vez debamos alejarnos, pero... no tan rápido, ¿os parece? - dijo mirando alrededor, tratando de discernir dónde se encontraban los miembros de la Guardia Roja que habían acudido. Alejó las manos de su cuerpo mientras lo hacía, dando a entender que sabía que estaban por ahí y que no pretendía intentar nada. Al mismo tiempo aflojó el paso sin dejar de estar atento a lo que ocurría en el interior de la niebla, hasta que tras unos instantes, frunciendo el ceño, observó la herida de Yzlin. Evaluando si el poder curativo de Cisco Había sido suficiente.

- ¿Estás bien? O mejor dicho... ¿seguirás estándolo cuando esa magia se desvanezca?

    Sin volverse hacia Hazir, el forjado respondió, había una nota de crispación es su voz acerada por lo apremiante de la situación.

-¡No hay tiempo! Hernst nos ha traicionado, Daebius y Roriarkas están tratando de terminar el ritual. Si no lo logran y la Guardia Roja os captura por lo que habéis hecho nada de esto habrá servido para nada.- Giró levemente la cabeza hacia la espalda. -Marchaos de una vez, poco o nada podréis hacer ya aquí, os daré todo el tiempo que pueda.- 

Hazir gruñó. Por desgracia, el forjado tenía razón: ya no se podía hacer nada. Tenía cosas que hacer en el interior del Grosero, pero iban a tener que esperar. No sabía qué clase de ritual estaba intentando Daebius o Roriarkas, pero si dentro estaba Pain, Hernst y no sabía quién más, no era probable que lograran ya no terminar el ritual, sino simplemente sobrevivir. Le fastidiaba dejar ahí a Socar, retirarse de una lucha no era su estilo en absoluto y menos estando sumido en la sharkandir, pero apretó los dientes hasta hacerlos chirriar y se dio la vuelta. 

-Buena suerte-le gritó mientras corría ya. La iba a necesitar. Dudaba que pudiese con todos si querían salir, pero era su decisión. 

Corrió a toda velocidad de nuevo hacia la mercenaria y la ex medusa, y las apremió a las dos, agarrándolas e impulsándolas a correr. 

-¡Hay que irse! ¡Ya!-gritó, sin casi detenerse. 

Un pulso en el ambiente. Así lo describieron cuando sucedió. Roriarkas consiguió terminar el ritual en el último momento, exhalando un suspiro. Aquella armadura se iluminó tenuemente. Un éxito. –Diablos, ha funcionado y yo aún sigo con vida- Se lamentó en silencio entusiasmado y desilusionado a partes iguales. En ese mismo instante, en el exterior, Comadreja exhaló el último aliento pese a los intentos de Nickar por salvarlo, la tiflin estuvo con él hasta el final y los ojos del contrabandista perdieron la chispa fundidos con su mirada. Roriarkas y Comadreja no descansarán en paz. Sus almas volverán a encontrarse en Necrópolis...

Dos respetables perecieron en aquel lugar, en aquel momento que quedó suspendido en el tiempo. En el interior, Herst se desvaneció saliendo de la posada como un cobarde, regocijándose de un éxito que no era suyo. Saboreando las posibilidades, esquivó a Hazir mientras Socar emergió del agujero y ocupó con su cuerpo el ancho de la puerta. Interponiéndose, sin saberlo, entre Krishnarj y su objetivo: “El Envenenador”.

Ugeus “La Plaga” se materializaba imponiendo su aterradora voluntad dentro de la estancia. Los escarabajos dieron paso a la carne muerta, tendones retorcidos y huesos ennegrecidos apenas cubiertos por girones de tela. Ahradiel, el elfo arquero, veía desde los tejados demasiado fáciles muchos de los posibles objetivos que se disponían a huir mientras Miraria (hija de Herst) se teleportaba fuera de la niebla para interponerse en la trayectoria que seguían Lyth, Yzlin y Grook motivados por Hazir, la joven con el arco tenso y dos flechas dispuestas en él sostuvo la mirada del quisashi. Resultaba evidente que La Guardia Roja llegaba bien armada y dispuesta a cumplir su cometido.

En ese instante suspendido, algo se estremeció, un chirrido que podría confundirse con el alarido de una mujer y su onda expansiva dejó a todos en silencio durante un segundo. Sólo Pain reconoció el grito oculto tras el sonido, lo había escuchado antes, en un momento ebrio de furia sangrienta. Una de sus víctimas asesinadas.

Serge y Suscinda no perdieron detalle de todo cuanto sucedía en el interior, sin interferir. Vieron aquella extraña armadura alzar una mano temblorosa, la vieron contorsionarse en ángulos imposibles, la vieron apartar de un empujón al sorprendido y paralizado Daebius y de una patada el cadáver de Roriarkas que ya ha sucumbido al veneno del traicionero Herst, la vieron despertar.

Socar, desde la puerta se giró para observar a aquel ser alzarse. Durante unos segundos de todas las aberturas emergió con furia vapor blanco que apartó la niebla en torno suya, rodeándola de una atmósfera tenue. Se levantó, contorsionada por un dolor que poco a poco iba remitiendo (o que se tornaba soportable). Alzó sus manos, interponiéndolas ante lo que sería su rostro, carente de rasgos, ojos o boca. No percibía su entorno como un ser normal y la ausencia, el vacío interior, provoca que las emociones se sientan como un eco lejano de la vida que una vez fue. Aquella cosa despertó con hambre, un hambre extraña. Las luces de su rostro se tornaron naranjas, cerró los puños, se curvó y comenzó a absorber a su alrededor. Primero fue la niebla a una velocidad desmedida. Pero no era suficiente. El primero en sentirlo fue Daebius, liberado ya de la parálisis su rostro mostró el horror. Su artefactos arcanos perdieron todo el brillo que poseían. Como si se tornaran a un espectro de luz en blanco y negro. –Está absorbiendo la magia-.

Ugeus, un ser revivido por pura esencia nigromántica sintió cómo se debilitaba. La magia del druida de plaga era divina, pero su despertar fue arcano. La transformación de su cuerpo se detuvo y los últimos escarabajos que quedaron se desprendieron del cuerpo, inertes, convirtiéndose en cenizas. En torno a la armadura se iba generando un área de magia muerta que se ampliaba y la momia sintió, después de muchísimo tiempo, la amenaza de la muerte definitiva. Algo para lo que no estaba preparado. Se convirtió en arena negra (su forma más veloz) y se filtró rápidamente huyendo de aquel lugar extraño.

Mientras tanto, la armadura, de alguna forma, detectó la mayor fuente de magia arcana allí (Neyderrad, el mágico de guerra). En un parpadeo aquella criatura formada por fragmentos de portales se encontraba encima del drow, dejando un vórtice cerrándose en el lugar donde se encontraba. El mago machacado no era consciente en principio, hasta que la magia le iba siendo arrebatada. Despertó con un estremecimiento, la boca abierta para gritar sin emitir sonido. Un nuevo vórtice y ambos desaparecieron dejando al Grosero sumido en la confusión y con áreas de magia muerta en forma de corona circular.

En el exterior, tras Miraria, se abre un portal del que emerge una figura conocida para algunos...

Ahradiel, Hazir, Lythrai, Yzlin, Grook y Nickar.

Ibrahin sale del portal con decisión, como si supiera cuál es la situación. Coge el ala del sombrero mirando hacia aquellos que ya conoce a modo de saludo y les hace un gesto para que pasen a través del portal. La soldado de la guardia roja, consciente de que hay algo a su espalda, va a girarse con velocidad pero el recién llegado hace un gesto aún más rápido y la joven pierde el contacto con el suelo alzándose en el aire muy por encima de ellos. -Una vía de escape-

Mira al fondo y conjura otro hechizo, esta vez para trasladar el cuerpo de Comadreja y, por extensión, a Nickar que aún se encuentra sobre el cadáver.

Ahradiel lo ve todo desde lo alto del edificio en el que se encuentra.

Hazir

Temeroso por lo que pudiera pasarle a Miraria alzas la vista y la ves agarrarse a una cornisa -Estará bien-. El portal está abierto apenas a tres zancadas de las tuyas. -Es ahora o nunca-

Ahradiel

-¡Ibrahin! El líder máximo de La Aguja en persona- Era de esperar que, por la muerte de Comadreja, algún lugarteniente de la sociedad secreta se presentara allí. Pero jamás esperarías que fuera aquel tipo en persona. Destensas tu arco pues debes tomar una decisión importante. Disparar al líder de la aguja, o descolgarte en una proeza de agilidad hasta el portal por el que están cruzando Hazir, Lythrai, Yzlin y Grook¹

Socar

Alguien llega hasta la entrada de la taberna tras la desaparición de Ugeus, pero no se trata de un miembro de La Guardia Roja, sino el mismo Ibrahín van Tassenick, líder de la sociedad secreta conocida como La Aguja. Uno de los gobernantes de Arkhania. -Ahora- pronuncia a alguien con el que, obviamente, está conectado mentalmente.

Serge

Vannegar ha mantenido la conexión mental contigo en todo momento, observando a través de tus ojos, compartiendo sus pensamientos con los tuyos y, al igual que tú, memorizando lo sucedido siendo imparcial. Hasta que alguien llega al Grosero desde el exterior y su mente traslada a la tuya su identidad: Ibrahin Van Tassenick, líder de la sociedad secreta de Arkhania conocida como La Aguja que opera en los niveles inferiores. Uno de los gobernantes. Sociedad a la que Comadreja pertenecía, pero hay un dato más que te resulta revelador. Es hermano de Padre. El vampiro amo de toda la estirpe de Arkhania es Valtus Van Tassenick.

Ishrad, Pain, Serge y Socar
Alguien llega a la puerta de El Grosero. Socar no permite ver con claridad su identidad pero es seguro que no se trata de un miembro de la Guardia Roja.

Sobre el forjado, en el techo y fuera de las zonas de magia muerte generadas por La Armadura se abre un portal. -Una vía de escape- y con un gesto, el recién llegado hace levitar a Socar, Daebius, Pain y a sí mismo.

Ishrad y Serge

La salida está ahí, al alcance de vuestra mano. Podéis elegir quedaros y hacer frente a La Guardia Roja o seguir al recién llegado por el portal abierto.

Ese grito... Me estremecí al escucharlo, al recordar. ¿Cómo era posible? ¿Qué habían despertado esos necios? Y lo que era peor, ¿qué recordaría? Había sentido la magia desvanecerse, me había quitado mi premio y había hecho huir a Ugeus, pero no se había fijado en mi. ¿Podía ser ella? Apenas la recordaba, no era más que otra víctima. ¿Sería la misma? Encontraría las respuestas, y si al final no me gustaban, acabaría con aquella creación. Yo no dependía en absoluto de poderes arcanos, no estaba a su merced, y no daría la oportunidad de que se convirtiera en cazadora y no en una presa. Además, cuando yo mataba a alguien... debía quedarse así. Lo contrario era un insulto.

Desaparecido el nigromante, la niebla y todo lo demás, apenas quedaba nada allí. Nada para mi. Y sin duda no era el momento de enfrentarse a un ejército. Sin oponer resistencia, dejé que aquellas energías me llevaran al portal, mi salida. Y aguardé. Me preparé. Pronto volvería a correr la sangre.

La muerte de comadreja fue lamentable, era de esperarse que tras ella apareciese alguno de los lugartenientes de la aguja, o tal vez algún general de alto rango, pero el mismísimo Ibrahin? si no estuviese tan sorprendido quizá hubiese dicho algo, pero entre la frustración de observar como Neyderrad desaparecía y el asombro por las zonas de magia muerta en el área me habían dejado un poco atónito, afortunadamente mi cuerpo logró reaccionar suficientemente rápido, su presencia era algo que simplemente no podía ignorarse fácilmente y tenía más oportunidades de sacar algo si le acompañaba a que si le disparaba, destensé mi arco y descendí casi por mero instinto hacia el portal, confiaba en que, una vez la conmoción se hubiese pasado, Ugeus y Miraria pudieran controlar los resquicios de cáos que quedaban, a mi me concernía averiguar que pasaba del otro lado.

El corazón me dio un brinco cuando Miraria apareció delante nuestra.

-No estás en condiciones-

-Han muerto dos respetables, puedes ser la siguiente-

-Uuuuuh-

La idea del peligro y el caos no parece tan divertida cuando lo único que te separa de la muerte es la magia de tu compañera. -No estoy como para prestar batalla- susurré a Lythrai y Grook, los más cercanos mientras la arquera y Hazir sostenían la mirada. -¿Qué hay entre estos dos? ¿Será cierto el rumor que contaban de ellos en El Grosero?-

En cualquier caso, la escena poco duró. La seguí con la mirada mientras se alzaba, temerosa de que puediera resultar gravemente herida. Por ella, por Hazir, porque es la hija de Herst. Afortunadamente conserva la gracia de una gacela.

Tras estar segura de que Miraria no resultaría lastimada, me fijé en el recién llegado. -¿Quién es?- me preguntaba. Debía ser alguien importante si podía abrir un portal directo a Arkhan. Pero, pese a las dudas, es la mejor opción. No hizo falta mediar palabra con mis compañeros. Comencé a andar hacia la abertura mágica sin dudarlo.