Partida Rol por web

En cuanto mis pies se posaron en el suelo observé el amplio espacio que nos rodeaba. Guardé silencio pues prefería la discreción, al menos por ahora, y caminé junto a Lythrai y Hazir. Hasta que entramos en aquel... 

Las tripas se me revolvieron y estoy seguro que si hubiera habido algo en mi estómago lo habría echado todo.

-Creo que he pisado algo- dije mientras alzaba el pie. De pronto escuché los improperios lanzados hacia Lythrai y, sobre todo, hacia la medusa. No podía creer... y tampoco pude ver quien. Intuí por la pelea de donde habían venido pero... -Voto porque vayamos a otro lugar- digo en el sitio, con la mirada fija en Amok, creyendo que saltará de un momento a otro.

    Atendí a la respuesta de Roriarkas. -Quizás tengáis razón, pero si esperáis salvar a alguno de ellos será mejor que nos demos prisa antes de que los conviertan en el almuerzo de alguien.- El que aquella unidad fuera una mera ilusión empezaba a ser bastante probable, a fin de cuentas no habían tardado nada en empezar a separarse, pues cuando volví la mirada al frente varios de ellos habían empezado a adentrarse en la taberna y unos cuantos más tenían intención de seguirlos adentro. También observé que aquella especie de diablesa se había acercado a la vez que la música se detenía, al parecer la melodía anterior era de su autoría, tampoco estaba sola, un hombre de aspecto peculiar la seguía y me había lanzado alguna especie de increpación.

   De haber podido habría sonreído ante aquel atrevimiento, quizás se creyera un lobo y aquella era su manera de enseñar los dientes, novatos, aquí los lobos eran despellejados vivos en los primeros días para después exhibir sus pieles como trofeos frente a otros reos, quizás otro se molestase en enseñarle aquella lección, pero aquel pobre intento de lance, si es lo que era, no iba a llegar mucho más lejos. Aparté la mirada de él y volví hacia Roriarkas. -Si lo deseáis podéis empezar las presentaciones con estos dos si consideráis que merecen la pena, yo me acercaré a La Grosería e intentaré evitar que esos canallas estúpidos de adentro hagan de las suyas más de la cuenta.- Aún costaba acostumbrarse a aquel eco metálico, pero ahora mismo eso daba igual, di un paso al frente para dirigirme hacia la entrada de la taberna sin apresurar el paso, Roriarkas era más veterano que yo y si intentaban alguna estupidez sabría arreglárselas, aún así no descartaba que intentaran algo y cuando pase a su altura me mantuve atento a cualquier señal que pudiera indicar que no me confundía en aquella suposición.

La taberna... algunos empezaron a caminar hacia ella, y yo les seguí, seguramente sería un buen lugar para ver que clase de gentuza había en la prisión. Gente util y gente inutil, como en todos lados, ahora solo me quedaba observar y ver donde podía ser util.

Pero antes debía vigilar a 635, no era su compañera ideal, pero por ahora, era lo que había y no iba a separarse demasiado, no con esa insolencia que le caracterizaba.

Al parecer aquel sujeto no era de los que se dejaban intimidar, pero tampoco le dio la sensación de ser especialmente agresivo, no podía fiarse sin más, pero casi llegó a pensar que tal vez alguna nota de su melodía había caído en el desafinado camino equívoco, ¿por que si no un ser que no daba muestras de agresividad iba a mofarse de su canción?

Vio como se ponía en marcha en dirección a... ¿Ella? ¿La apestosa taberna? No lo tenía muy claro y por ello le miró atentamente, sin lugar a dudas aquel ser era también extraño y a su vez interesante. Viendo tantos seres que jamás había visto, pensó que su sueño de comprar un pseudodragón podría llegar a ser posible. En aquel sitio nada aparentaba imposible.

Se fijó en que Ishad le vigilaba, casi parecía protector, y pese a no molestarle, no le gustaba del todo que lo hiciera por petición de terceros. Le miró y con una mueca ladeada de desconformidad le habló - tranquilo aun no querría atacar a nadie, pero no me gusta que se burlen de... del grupo.

Aun en el aire miró a Cisco - supongo que dormir con un ojo abierto se te dará mejor que a mi - bromeó para que el kobold también se relajara un poco.

Se acercaba con calma a la cantina, aunque sin entrar, solo para mirar de refilón desde una distancia prudencial a aquel hedor, por si sus compañeros llegaran a necesitarla.

Bueno… Una vez superada la náusea inicial, aquel agujero infecto le traía recuerdos de otras posadas de escaso lujo que había visitado en ocasiones anteriores, cuando el dinero escaseaba y no podía pagarse nada mejor. La nostalgia le invadía y Serge habría suspirado, si eso no hubiera implicado aspirar una gran bocanada de aquel aire enranciado y pestilente.

Pero el aroma no era el único de los encantos de aquel pintoresco lugar, ¡por supuesto que no! Los parroquianos hacían gala de una educación digna de un taburete de un burdel ultrabarato, con soeces piropos y abundantes peleas. A eso se le añadía las manchas de vómito, sangre y otras sustancias en las que el ladrón no quería pensar y a los únicos clientes de la taberna verdaderamente satisfechos: moscas casi tan grandes como su puño.

 -Un endroit charmant…

Si en ese sitio servían algo que pudiera catalogarse como alimento, desde luego que él no pensaba ni tocarlo. Lo mejor sería salir de allí antes de que los otros clientes decidieran atacarles o comérselos o algo peor. Y Esderian fue el primero en atreverse a proponer un cambio de aires.

 -Ciertamente mon ami, tal vez debiéramos buscar un lugar moins… concurrido. Yo os acompaño enseguida, excusez-moi un momento.

Porque quería comprobar una cosa antes de largarse de allí como alma que lleva el diablo. Sin mostrar miedo ni titubeo alguno, Serge Leblanc se acercó al tabernero ignorando en la medida de los posible a los presos veteranos que se encontraban bebiendo o peleando.

 -Disculpe, monsieur tabernero. Necesito saber dónde puedo encontrar una fuente de información fiable en este lugar.

Porque en las tabernas podías encontrar algo más que comida y bebida. Y lo que él más necesitaba en esos momentos era información.

La decepción de Hazir no podía expresarse con palabras. Tenía hambre, mucha hambre, un hambre brutal y terrible, y, sin embargo, en la única taberna que había por allí no parecía haber nada comestible. Habría preferido mil veces tener que enfrentarse a todos aquellos presos vociferantes que la decepción de ver que nada de lo que había allí era digno de llevarse a la boca. Hazir había estado en muchas tabernas mugrientas, pero sin duda esa era de las peores que había visto nunca. Comer algo de allí supondría estar una semana, como mínimo, en la inmundicia más absoluta. Apretó los dientes, frustrado, y se giró súbitamente. 

-Yo también me voy-respondió a Esderian-vamos a ver si hay otro sitio en el que comer. 

Salió de la taberna, siempre con la mano en la empuñadura del arma, y se encontró con que sus compañeros hablaban con un preso y una especie de golem metálico. Se acercó a ellos. 

-Buenos días. Me llamo seistres...-apretó los dientes hasta hacerlos chirriar-Hazir. Hazir Al-Tamsa-dijo, mordiendo con furia las palabras, declarando el nombre de su familia alto y claro, con furia. Suspiró y se relajó de nuevo, volviendo a su cortesía. 

-Estábamos buscando algún lugar donde comer algo, si es posible. La Grosería no parece el mejor lugar para hacerlo. 

Lythrai no borró su sonrisa cuando entró en la taberna. Ni siquiera cuando los clientes del bar les lanzaron al grupo y a ella todos esos improperios e insultos. No le molestaron especialmente: se imaginaba que eran amenazas vacías de borrachos y camorristas. Además, el ambiente le recordaba a aquella vez en una taberna en la que la camorrista fue ella misma. Esderian fue el primero en proponer que se buscaran otro local, y estuvo a punto de decirle un 'Oh, vamos, no es tan malo!' hasta que se fijó en los charcos de vómito, sangre, y vete tú a saber qué más cosas. "¡Eeeeewww...!" Y para completar la escena asquerosa, un nido de moscas allí arriba, que no que fueran clientes sino que directamente vivían y nacían allí.

Nada de lo que les pudieran servir allí sabría bien, y dudaba de que siquiera fuera sano. Sí, había cambiado de idea y estaba de acuerdo con que sería mejor marcharse de allí cuanto antes. El problema es que al ogro muy probablemente todo aquello le daria igual, y que incluso le gustara. 637, Lythrai, le pidió a Esderian con un gesto de mano que aguardase un momento. "Tienes razón, mejor será buscar otro sitio, pero..." señaló a Amok. "Este se tendrá que venir con nosotros. Hum..." miró hacia los lados, buscando a alguien del grupo con quizá mayor don de gentes que ella o el Guardián. Necesitaban un enfoque sutil, porque un desliz podría provocar una pelea o algo peor: tener que quedarse allí porque Amok no quería salir. Se giró a su compañera. "Seiscien... Joder. Yzlin. Yz." malditos fueran los números.

"¿Crees que podrías convencer al ogro de que esta pocilga... no merece la pena?" 

Jamás podría acostumbrarme a este lugar, pero ya había pisado algo por lo que sería un desperdicio salir. Lo que sí me pareció provechoso es preguntar en la barra ciertas cosas y al ver a Serge caminar hacia allí no dudé en seguir sus pasos. -Serge, te sigo- le digo después de evaluar las opciones y hacer un gesto a Lythrai y Hazir. -Nos vemos en unos segundos-

Mis pies pisaron zonas en las que mis botas se quedaban absolutamente pegadas y, tras ello, charcos peligrosamente resbaladizos. -Oh! Iuuuck, por todos los dioses, no mires abajo, no quieres saber qué es esta vez-

Me mantengo con la mirada firme en el posadero y, una vez allí, dejo que Serge hable.

El Grosero. Las palabras que llegaron hasta mí son tan agradables como la atmósfera que podíamos respirar. Ojalá todos los problemas fueran un lugar como este, pero no. Hacía algo más de una hora había muerto, ensartada por la guadaña de un no-muerto y, como consecuencia, tengo una marca en la frente, al igual que Amok.

Permanecí en el sitio mientras duraba la pelea al fondo, Serge y Esderian iban a la barra y Lyz y Hazir salían. Tras ello caminé hasta Amok cuyas aletas de la nariz se agitaban violentamente y me enganché a su brazo -Querido, no merece la pena- le dije para tranquilizarlo -Aquí no vamos a quitarnos estas marcas. Busquemos algo más digno de un líder ogro ¿te parece?- le dije acariciando su brazo. En aquel lugar el fuerte olor corporal de Amok podría incluso resultar agradable. Con mucha (muchísima suavidad) tiré de su brazo pero no mantuve la presión, me solté de él esperando que me siguiera y salí de allí.

El aire del exterior fue una bendición. Inspiré hondo y todas mis serpientes se agitaron. Percibí que algunos se estaban presentando y miré con suspicacia. -¿Cómo les sentará que haya llegado una medusa a su prisión?¿Habrá alguna otra?- Carecía de importancia.

En el momento en que sus ojos se posaron en los míos les devolví la mirada con fiereza. -Soy 640- les dije. Ahora mismo sólo quería ser un número más que de seguro olvidarían. Suficiente hablarían los presos prejuiciosos de la medusa como para que supieran mi nombre.

Me mantuve distante, pero atenta, cerca de Lyz y Hazir.

Los sonidos de la taberna llegaron hasta mis oídos como un mar de ruidosa agitación. Gritos, chanzas y palabrería que, incluso desde lejos, preveían problemas, problemas que podían desencadenarse de una manera demasiado rápida. Y lo cierto es que, incluso desde mi punto de vista, que solía estar muy por encima del de la gente corriente, era una estupidez; atreverse a amenazar, insultar o siquiera vacilar a un ogro en un lugar cerrado era, cuanto menos, de idiotas. O, por supuesto, de alguien muy borracho. Fuera como fuera, no iba a salir bien, y una vez cabrearan a Amok...

No terminé de hilar los pensamientos, pues me centré en aquellos dos prisioneros que tenía delante. El primero, el grande, hablaba con el otro como si yo no estuviera, como si ni siquiera me hubiera dirigido a él. Aquello me hizo cerrar los puños y fruncir el ceño, molesto: pocas cosas había que me enfadaran más que sentirme ignorado.

– ¡Eh! – gruñí en alto, dando un paso lateral para cortar el paso al reo 280 –. ¿Acaso la armadura te tapa los oídos? Te he preguntado si...

De nuevo, no pude acabar. Hazir, oportuno como era habitual, se acercó por detrás hasta nosotros, el primero de los que retrocedían de aquél tugurio. Y, el primero también, se presentó, dando su largo nombre de familia, como si eso importara algo. Mi respuesta, ante tamaña idiotez, fue un simple resoplido, haciéndome a un lado para no dar la espalda a nadie y controlar todo con la mirada, a la par que calmaba los ánimos por dentro, evitando convertirme en un simple matón, y manteniendo el silencio tras la interrupción.

    Al parecer al matón le había molestado no obtener respuesta, un detalle de escasa importancia, al menos hasta que otro de aquellos novatos se interpuso en mi camino, aquellos rasgos y aquel porte sumados a su nombre me hicieron pensar que podría tratarse de que debía de tratarse de alguien de alta alcurnia. Quizás los hubiera juzgado mal, quizás si hubiera algunos que merecieran una segunda valoración. La taberna podría esperar, volví a analizar más detenidamente a aquel hombre, había algo en el que me recordó vagamente a un pasado muy remoto.

    -Saludos, Hazir, soy Socar. Si en verdad valoráis a quienes os acompañan os recomendaría que los sacaseis de La Groseria cuanto antes, para esos rufianes sois carne nueva, varios estáis marcados y carecéis de la protección de un "Respetable".- Hable pausadamente, parecía alguien bien educado, pero solo era un primera impresión y quizás me equivocase de nuevo con este también, Roriarkas aún no se había pronunciado a mis espaldas así que decidí concluir mi explicación antes de esperar a ver como reaccionaban Hazir y sus compañeros. -Quizás tengáis un patrocinador afuera, pero a ellos les importa bien poco si morís aquí, tienen mano de obra de sobra y para ellos todos son sustituibles, así que si queréis pasar de los primeros días sería mejor para vosotros tratar de llamar poco la atención o buscar el favor de algún veterano que tenga cierta reputación, si pretendéis hacer alguna demostración de fuerza o actuar como si nada lo más probable es que terminéis desangrados en algún rincón olvidado o algo peor, aún así sentíos libres de seguir el consejo o no.- 

Hazir apretó los dientes manteniendo la sonrisa. Si bien los modales de aquella armadura eran de agradecer, no había respondido a su pregunta. Con voz desenvuelta y amable, respondió:

-Encantado de conocerte, Socar. Impresionante armadura. Te agradezco el consejo, sin duda es valioso enterarse de cómo funcionan las cosas por aquí. No suele dársenos bien lo de no llamar la atención, como puedes ver, pero haremos un esfuerzo. Ahora, si eres tan amable, me encantaría saber dónde coméis por aquí. ¿Hay algún lugar a parte de ese local tan poco recomendable?

Con un rápido gesto abro la gabardina de cuero marrón y ésta se alza levemente hacia atrás con un movimiento que atrae la atención. Socar da un paso al lado mientras avanzo y me coloco delante de Hazir, Yz y compañía -Bien hallados- hago una ligera reverencia con la cabeza. Soy consciente de su cansancio tras cruzar la ciudad y voy directo al grano -No hay lugar para aquellos que aún no han demostrado lo que valen- tajante y directo sostengo la mirada del noble extranjero. En mi rostro no hay desafío, sólo certeza -El Grosero es el único lugar al que podéis aspirar, por ahora.- Socar alza la vista y puede sentir como si una de sus cejas se alzase -Pero...- inicio la alternativa -si caminarais junto a uno de los respetables las cosas serían muy diferentes- Hazir y sus compañeros intercambiaron una mirada. Para alguien como yo no es difícil entender sus mentes -Aquí la capacidad es relativa. Siempre puede haber alguien más fuerte y la potencia no es siempre una garantía de éxito.- Señalo el pecho -Vuestro deseo debe salir del corazón- tras ello el índice sube a mi sien -Esa pasión se controla con el cerebro- y por último extiendo las manos hacia ellos cerrando los puños -Y luchar por conseguirlo. Sin una de los tres ingredientes...-

Miré su alfanjón atado al cinto -Mi nombre es Roriarkas y él, como bien ha mencionado, es Socar.- Sonrío para pasar la vista al resto de presentes -Los respetables son Hernst “el envenenador”, Virming “Comadreja” Davenrost y... yo.- Esta vez no hubo reverencia. Quería mantener mi mirada fija en ellos, en sus gestos, para saber qué sabían o qué sintieron cuando pronuncié estos nombres. -Y si estáis aquí Comadreja no tardará en llegar-

Ignoré al humano de los ojos lechosos y la medusa deliberadamente debido a sus marcas en la frente.

-Hay otro lugar en el que podréis encontrar comida- Les hago un gesto con la barbilla hacia una callejuela -Por ahí, tras la arcada de las tres gárgolas daréis a una plaza. El edificio que preside la plaza es el lugar en el que informan de las empresas que tendrán lugar en el exterior. Antes de salir los integrantes reponen fuerzas con un banquete. Quizá si conseguís la influencia suficiente podréis participar en el banquete.-

En ese momento sostuve la mirada del tipo de los ojos lechosos, de la medusa y del bruto que salí de la posada junto con un hobgoblin de aspecto desagradablemente astuto -Si pensáis en iniciar una pelea os lo desaconsejo. Está prohibido atacar a los recién llegados a no ser que ellos empiecen la pelea.-

Mientras Roriarkas habla en el exterior. En el interior Serge y Esderian no obtienen gran cosa. El posadero, gordo y grasiento escupe en la barra -¿Tengo cara de ser vuestro amigo?-

Las risas y las peleas se detuvieron. Estaba claro que ninguno de los dos iban a obtener información allí, al menos hasta que dejasen de ser "los nuevos".

Un grupo comenzó a formarse en torno a ellos con intenciones claramente hostiles pero dejándoles paso franco hasta la puerta. Poco a poco les presionaron para salir y, una vez fuera, varios de los que allí se encontraban salieron formando un semicírculo en la puerta. Dicho semicírculo se abrió de pronto y apareció un ser...

Pesado y contundente avancé hasta alcanzar el protagonismo digno. Miré al grandullón y negué con la cabeza -predecible y fácil- deslicé la mirada por los presentes sin poder evitar observar sus armas. Inspiré hondo, alcé y bajé los hombros en señal de calentamiento y crují la cabeza al inclinarla a un lado -Ha sido un error venir armados- gruñí.

Avanzo por el hueco que ha dejado Hologor y me coloco a su lado con una amplia sonrisa que estira mis cicatrices. -Yo entré con mis pertenencias, como vosotros y terminé con...- acaricié las marcas reavivando los recuerdos. Es justo que ahora ellos reciban lo mismo.

-Muahahaha, aparta- salgo por otro lado del semicírculo. -¿Dónde está la medusa? ¡Allí! ¡¡Amor mío!! jajajaja- Veo la mirada que me lanzan y mi boca queda batiente al ver el fabuloso alfanjón que cuelga del cinto del morenito. -Uau, mejor nosotros que ellos- afirmo con ilusión.

Enorme, otro ser aparece desde un lateral -Grr. Grrrr. Grrrr- gruñendo como si fueran ronquidos a causa de una reciente pérdida de nariz.

El cíclope es el más grande de todos ellos. El reo 463 el más gordo, pero sin duda el primero que habló, 487, es el más fornido.

Tras ellos una decena de parroquianos sin intención de empezar a luchar (pero que se unirían con gusto a cualquier pelea ya surgida) os miran con expresión divertida.

Doy otro paso -Yo primero- anuncio exhalando todo el aire en mis pulmones -¡¿Quién es el primero?! ...o primera jajajaj- Agito los brazos esperando un poco de diversión. Sé que no puedo iniciar una pelea pero si consigo provocarlos serán ellos los que den el primer paso. -No somos salvajes. Esto es a uno contra uno. ¡Vamos!-