Partida Rol por web

Escuchas el nombre de Lythrai en la negrura infinita del fondo y esa voz te resulta familiar. Jamás olvidarás cuando el avatar de una deidad se dirigió a ti. Llega el momento y te encuentras a muchos, muchos escalones por encima de la mercenaria y sabes por qué. Por el disco de negrura. Notaste algo al ser trasladados, algo en ella que provino del lugar en que tenía guardado el objeto.

Vuestros compañeros desaparecen. Sólo vosotros, dos desconocidos, para hacer frente a lo que allí ocurre. Tras la desaparición, dos perros se giran dispuestos a atacar mientras los sobrantes desaparecen. Fuera, escucháis al dragón acercarse.

Sin duda era ambiciosa, en el suelo de nuevo, y con una propuesta muy tentadora, pero que no le gustaba en absoluto. Si, le encantaba lo que le ofrecía, y veía carbonizada a su fiel sílfide... Pain, lo pagaría caro, muy caro... Pero no de ese modo.

- no le robaré a mi mata demonios el poder que ha obtenido - estaba orgullosa de Cisco, incluso si eso significaba perder a sílfide, o sus cosas - le ayudaré a cumplir sus sueños incluso sin un trato contigo, se lo prometí, en cuanto a liberarte... Incluso sin trato puedo intentarlo pero no es algo que pueda prometer, puesto que desconozco tu paradero. Incluso si no sano, o pierdo todo, me levantaré de nuevo y cumpliré mi ambición, pero no romperé mi promesa hecha con Cisco, si él te encontró y te quiere para él eres parte de sus sueños, mi ambición no desaparecerá mientras me asegure de intentar mantener lo que prometo.

Silencio. Apresuradamente, Cisco coge la roca y la estrecha entre sus manos con fervor. -¡Sí!- exclama aliviado. Tras ello te mira con superioridad. Claramente no es el Cisco que tú conociste. Esa piedra le ha cambiado. -Te curaré- sentencia como si aquello fuera una nimiedad

Segundos después, sin necesidad de la plegaria habitual a mi dios, Nickar está ilesa. No puedo hacer lo mismo con su ropa, que se va deshaciendo a medida que se levanta. Me quito la capa la arrojo hacia ella -Tápate. No es muy grande pero algo servirá. Ahora. Vamos a liberar a mi señor.- Apunta con ilusión -Está al otro lado de ese pasillo, tras un portón. Pero hay que tener cuidado con lo que esconden los muros ilusorios. Dos monolitos. Además, el suelo tras los muros de mentiras están llenos de runas explosivas eléctricas.- Sonrío con superioridad. -¡Vamos!- y comienzo a andar seguro de que ella me sigue.

Cisco no es el mismo. Esa piedra le ha cambiado. Estas segura de haber hecho bien al desecharla pero eso la ha desvuelto a sus manos, el cual ya no porta el símbolo de su dios ni ha hecho sus comentarios habituales.

Sonriendo parcialmente, Nicxar se alegraba por Cisco a la vez que se lamentaba de ver que era otro. No le importaba que se hiciera más arrogante o pretencioso, era parte de ganar poder, pero ese no era él, venderse por poder, justo lo que acababa de rechazar ella.

- me alegro de no haber prometido liberarle... Porque Cisco ese no es tu sueño... "Eras" el compañero más magnífico que he tenido, ¿a quien llamas señor? ¿No fue Kurtulmak el primero que te dio la oportunidad de obtener poder por ti mismo? Yo he intentado ayudarte a ser más poderoso por ti mismo, ese dios cuya piedra posees ¿te ayuda a ser más poderoso a ti? ¿O dependes plenamente de ella? Siempre vi en ti al más magnífico mata demonios, dragones, o lo que te propongas, pero ahora te ciega un poder que no controlas, ¿sabes si ese dios te permitirá conservar su poder cuando lo liberes? Dime el nombre de ese dios, porque ahora mismo no me apetece ayudarle, y más le vale ser alguien a quien quiera liberar...

Por lo menos tenía la seguridad de que la daga meteórica estaba bien recargada. Se puso la capa a modo de batín, y clavó su estoque y colocó la daga con su funda a su cintura, la única que por sus propiedades mantenía.

Tomó los vítores envenenados, que por ser metálicos también se habían salvado y los clavó en un lateral. Le supo mal por el veneno embotellado del despeñapresos, era un bonito regalo, pero no lo veía...

Se acercó a Cisco con calma esperando su respuesta, quería abrirle los ojos, que se despertara de ese falso sueño...

Caéis. Pese a la distancia, tanto tú como Sabueso no tenéis problemas para llegar al suelo sin sufrir daño gracias a vuestra agilidad o recursos arcanos.

Hexintón, por el contrario, no tiene tanta maña, pero se las arregló para transformarse en alguna otra criatura que absorbió el impacto. Para cuando os posáis a su lado casi ha vuelto a su forma original. Podéis distinguir sus ojos y el desprecio reflejado en ellos pero no dice nada.

-Andelor- miro a Pain sobre mis anteojos -Mi nombre es Andelor- sentencio con seriedad -Has venido aquí por algo o alguien. Igual que los otros. ¿Tan mal está la ciudad que sus habitantes ya consiguen bajar cuando les place?- niego con la cabeza. -A medida que mi mente distingue entre la maldición de los grilletes y la realidad actual, voy recordando quién soy y qué vine a hacer aquí abajo. Yo también tenía un cometido, una misión. ¿Qué o a quién buscas?- pregunto directa y abiertamente.

A medida que mi mente distingue entre la maldición de los grilletes y la realidad actual, voy recordando quién soy y qué vine a hacer aquí abajo. Yo también tenía un cometido, una misión.

Hazir alzaba las planchas como si fueran de papel una tras otra, y percibía que los perros cada vez se ponían más nerviosos y los rodeaban. Aún no atacaban, pero era cuestión de tiempo, y no de mucho, que se lanzaran a la vez. Las manos de Hazir no se apartaban de los cuchillos más que para alzar las planchas, y cuando por fin llegaron a una sala un poco más grande, volvieron al alfanjón. Estaba claro que los animales iban a atacar ya, por lo que alzó rápidamente la plancha... y notó que Honny le derribaba al momento, con su bastón corriendo implacable por su vientre. 

Aunque sabía algo sobre ellos, Hazir nunca había visto un dragón metálico más que en dibujos o en duplicados ilusorios, y siempre había querido ver uno. Por desgracia, parecía que iba a quedarse con las ganas, porque entre el estallido de hielo, el derribo y la pronta actuación de las dos mujeres no vio nada más que una luz blanca y un montón de perros furiosos. 

-Gracias por la ayuda-le dijo a Honny mientras se levantaba, desenvainando ya el arma. Sostuvo la hoja plana ante él, dejando que la anchura de la hoja, mayor que en las espadas norteñas, hiciese de escudo. El perro se estampó contra el acero de arena sin lograr morder nada, y Hazir se preparó para el contraataque justo en el momento en el que el plano cambiaba de nuevo. Solo tuvo tiempo de ver que los animales mordían a Yzlin y Dirkanian antes de que todo se volviera un remolino de colores y apareciera en otra parte. 

Hazir giró en redondo, mirando en todas direcciones y con el arma en la mano, lista para golpear. Pero no había nada que golpear, solo un laberinto enorme de escaleras y fosos hasta donde alcanzaba la vista... y la mercenaria no estaba. 

-¡Maldición!-gritó mientras la buscaba-¿Puedes encontrarla?-le dijo a Honny. Por toda respuesta, la no muy habladora mujer señaló hacia abajo... hacia abajo y muy lejos. Resultaba difícil calcular las distancias, pero sí tenía claro que no había sido un accidente: el disco, aquel maldito disco que no se sabía ni lo que hacía ni cuándo lo hacía, había separado a Lythrai de él. 

-Va a tocar correr-le dijo a Honny. Enfundó el arma rápidamente. No había recorrido los planos en busca de la mercenaria solo para perderla ahora. 

Hazir echó a correr todo lo que le daban sus poderosas piernas, empleando su velocidad sobrenatural de bárbaro. Tras tanto tiempo encerrado en espacios minúsculos, sentaba bien volver a correr al máximo, en un lugar enorme como aquel. 

Habíamos cerrado la pared de metal. Eso nos libró de morir congelados por el momento. Aquella sorpresa hizo que perdiera la concentración.

-Esto es realmente peligroso-

Iba a levantarme cuando uno de los perros apareció sobre mí. Sus faces buscaban mi cuello y, en acto reflejo, en el último momento, antepuse el antebrazo.

Sentía el dolor, pero mi mirada se dirigió a Hazir e Yzlín. Presentía que se alejaban, extendí el brazo libre hacia ellos pero más perros aparecieron y, de alguna forma, consiguieron anclarme allí. -Os buscaré- prometí para mis adentros.