"El mundo no es sólo lo que puedes ver... ni siquiera lo que puedes sentir o percibir. El mundo es mucho más que eso. Mucho más de lo que cualquier mente es capaz de albergar" Era una frase que mi maestro se afanaba en repetirme, cada vez que me desviaba del camino. 

Desde aquella experiencia en la montaña, algo en mí había cambiado, como una flor que se marchita, y no puede volver a brillar como fue, y no puede, sino florecer de nuevo, mutada, distinta...

Mis preguntas eran incómodas para mis maestros, y recibí algún que otro castigo por insubordinación. Pero por más que lo intentaba, nadie jamás me daría respuestas a lo que quería saber. A lo que había acontecido en aquel pueblo, años atrás, con el gigante que había mencionado mi presa de mi anterior aventura.

En aquella pequeña franja de tiempo, había entendido algo que había roto todos mis esquemas. Y es que los héroes de cuento matan. Y cuando lo oyes en una Oda de Juglarías, o lo ves en una obra teatral, es divertido e incluso excitante, pero cuando lo haces con tus propias manos, entiendes la irreversibilidad de aquel hecho. Aquello que estaba vivo, ya no lo estaba, y nada ni nadie podía cambiar aquello... ¿O sí?

Las preguntas sobre la irreversibilidad de la muerte me buscaron tantos problemas, que tardé sólo un par de meses en dejar de buscar sobre ello.

No obstante, aquella experiencia se quedaría conmigo. Ya no veía las flores, ni a las personas del mismo modo en que siempre las había visto. Las había dado por hechas, sin considerar su fugacidad. La fragilidad de sus existencias. Y, de repente, ya no veía la belleza de un árbol, sino el tiempo que le quedaba para perecer. Aquel viaje oscuro me dejó tantas noches sin dormir que perdí la cuenta. Tanto era así, que mis profesores volvieron a regañarme, y yo no tuve más remedio que encerrarme en mi habitación y meditar un poco.

Aquello no sirvió de mucho, así que me evadí leyendo historias, buscando a buenos y malos en los cuentos. Pero por mucho que los buscaba ya no los podía encontrar. Los buenos no eran tan buenos, ni los malos, tales. Aquello me hundió en una amargura mucho mayor de lo que jamás imaginé posible.

Un día, meses más tarde, Jon se acercó a la casa. Estaba preocupado. Tanto que ni siquiera hablaba de chicas, algo muy raro en él. Me comentó que llevaba casi tres meses sin verme, que no había ido a la fiesta del pueblo para agradecernos que devolviéramos a los niños a salvo, y que eso le dejó turbado. Se llevó bastante tiempo intentando averiguar cómo llegar a entrar en las ruinas en las que vivíamos, y cómo buscarme. Quería preguntarme si estaba bien y por qué no había vuelto a buscarle. Su gesto me conmovió lo suficiente para contarle mi experiencia en la montaña, con los ojos empapados en lágrimas. Yo ya no le veía de la misma forma, ahora su rostro joven se tornaba viejo y decrépito, y casi podía ver el reloj que pendía de su cabeza. Él, con el rostro entristecido, dijo una frase que se quedó grabada en mi alma:

-La gente muere, Ezon. Pero si sólo les observas hacerlo, te pierdes todo lo que hay en medio.-Le miré a los ojos cuando me dijo tal cosa, y me reí de la cursilada que derrochaba aquella frase, tan impropia de su amigo, Jon. Él me respondió dándome un puñetazo en el hombro, fingiendo enfado, pero luego también se rió.

Obviamente, aquello no fue suficiente para calmar mis pesares. Pero fue un buen comienzo, que llevó a un segundo paso, al salir de los claustros y aventurarme, de nuevo en el pueblo.

Las madres de los dos chicos rescatados me alababan al pasar, aunque ellos les habían dicho a todos que yo no quería matar al gigante. Al parecer, eso de poco importa, si al final el resultado es el mismo. Anduve a casa de del padre John, y una vez allí pregunté por los niños. 

El tercer paso fue apuntarme a una de las noches de chicos en la tasca del pueblucho, donde por primera vez bebí una cerveza, y por poco vomito del horroroso gusto que dejaba en la garganta. Esa misma noche, una de las mozas del pueblo se interesó por mí, y yo hice lo que Jon me había enseñado a hacer, tratar de encandilarla. Aunque no salió bien, y acabé siendo reemplazado por un hombre, al menos, diez años mayor que yo. Aquello no me importó en absoluto, fue incluso divertido.

El cuarto paso, un año más tarde, tras un entrenamiento terriblemente largo y duro. Caminé hacia el lago y me senté en el borde, mirando cómo había crecido en los meses anteriores, de torrenciales lluvias. Necesitaba soledad, o eso había pensado. Sin embargo, Sohm y Jon aparecieron por allí, y me preguntaron por las magulladuras de mi cuerpo, resultado de mi entrenamiento.

Por supuesto, no dije nada incriminatorio, aunque mi excusa no fue suficiente para Jon, que se lanzó al lago en bomba y empezó a salpicarme agua como loco. Yo, con algo de furia, al principio le respondí de igual modo, aunque poco tardé en darme cuenta de que no era furia, aquello. Con el paso de los minutos, Discerní que me estaba divirtiendo, de veras. Y mi estrés se diluyó en el agua.

Unos meses después, traté de superar mi miedo al agua, y caminé por el lago hasta la zona que me cubría. Aquello no salió bien, y acabé empapado y avergonzado, mientras volvía con el resto de herméticos, que ni siquiera preguntaron por lo que había ocurrido.

Daba igual, me imaginaba que lo sabían igualmente.

Cuando terminó el segundo año, a finales de la primavera, apenas había rastro de aquella espina que se había clavado en mi ser. Aquello no era más que apariencia, pues había aprendido una lección incalculable. Pero la ayuda de mis amigos había conseguido espantar las nubes negras, y había dejado una cicatriz, que bien mirada, era incluso hermosa. 

En esa época, con los 15 años cumplidos, Jon me presentó a su novia, que resultó ser la misma chica que me había rechazado un año atrás. La situación quedó como un encuentro simpático, aunque ella no ocultó su escepticismo para conmigo en ningún momento. 

A mí tampoco me gustaba demasiado.

Sólo pasó un mes antes de que Jon viniese a buscarme en la casa del panadero, un día en el que iba a por unos recados que se me habían encomendado.

-¡Es un infierno! ¡Es tan mandona que siempre estamos discutiendo!-Me dijo, en susurros. Y entendí que estaba aterrorizado de que alguien pudiese escucharle y contárselo a ella.

Le quité importancia, entre risas, y quedé con él aquella noche en el lago, para que se relajara un poco.

Y aquella noche debió ser lo mismo de siempre. Pero no lo fue.

Él, frustrado con la vida, saltó al agua de cabeza, y se la golpeó con una de las rocas del fondo. Al principio parecía estar bien, pero de repente se mareó y se hundió en la charca. 

Nunca había sentido tanto miedo en mi vida. Ni siquiera cuando las zarpas del gigante estuvieron a punto de hacerme añicos el cuerpo.

Sin pensarlo mucho, me lancé al agua, y agradecí a todo lo sagrado que consiguiese alcanzarlo sin perder pie. Lo saqué del agua, hecho un manojo de nervios, pensando que aquel era el fin. Pero tras unos segundos, abrió los ojos, y yo, aliviado le abracé con júbilo. Él me devolvió el abrazo, agradecido. Se llevó una mano a la cabeza y me preguntó si me había lanzado al agua a buscarle. Ante mi sí, se quedó asombrado, sonrió y se metió conmigo:

-¡Vaya, entonces el agua no te da tanto miedo como decías!-Tiró de mi brazo y eso me hizo caer a la orilla del lago.

-¡Pero qué haces!

-¿Qué más da? ¡Ya estabas mojado!

Me quedé mirándolo, allí con las manos hundidas en el fango de la orilla, y él me devolvió unos ojos verdes intensos, titilantes a la luz de la luna.

-¿Seguro que estás bien...?-Respondí, confundido.-¡Ayúdame a levantarme!

-¿Tú también me das órdenes?-Suspiró-Bueno... pero por ser tú...

Al agarrarle de la mano, tiré para que cayera al agua, y acabamos los dos revolcados en el fango, riéndonos a carcajadas.

-¡Pero serás...!-Chilló fingiendo enfado, y peleó conmigo, dejándome inmovilizado, boca arriba, mirando a la luna.

Pasaron mucho minutos, en completo silencio, roto por los cánticos de los grillos. Ninguno dijimos nada. Nos quedamos allí, pensando.

Y recuerdo que me intrigaba mucho lo que estuviese pasando por su cabeza. Pero no le pregunté.

-Voy a enseñarte a nadar, Ezon-Me dijo, sin saber por qué.

Y me llevó a la parte profunda, del lago, aguantándome con los brazos para que no me hundiera. Me dejó flotando, boca arriba, y me enseñó el truco para no hundirse.

Y cuando me agarró de nuevo para llevarme de vuelta a la orilla, me apartó el pelo de delante de los ojos, y plantó sus labios sobre los míos.

Entonces sentí aquello de lo que este mismo Jon me había hablado en sus historias de años atrás.

Tras aquello, algo inexplicable se formó entre nosotros. Y ya no eran extrañas las veces que quedábamos a solas en el lago, para repetir lo mismo que había acontecido, mientras nos preguntábamos por las cosas que habría más allá del valle, más allá de aquella isla que llamaban su hogar. Jon me comentó su sueño de ser un guerrero fiero de algún Jarl cercano. Yo, le confesé sobre la magia y lo que estaba aprendiendo. Y pronto me propuso que nos fuésemos de aventuras juntos cuando consiguiera aprender el arte del hacha.

Me pareció tierno que él aún no hubiese visto lo difícil que era arrebatar una vida. Pero en la calidez del momento, le dejé soñar un poco más...

Pasó el tercer año, en el que conseguí centrarme de nuevo en mis estudios. Jon se prometió con Mary, la hija del molinero, y estaban esperando a su primer retoño. Con 16 años, ya iba siendo hora. O eso me dijeron todos en el pueblo, cuando les mostré mis reticencias al respecto. Sohm, el mediano, también estaba tonteando con otra chiquilla del pueblo. Y el pequeño, que me decía no entender mucho de lo que hablaban sus hermanos, me recordó mucho a mí mismo, hacía sólo tres años.

A finales de aquel año. Jon contrajo nupcias, tuvo a su retoño, Ezzary, y comenzó sus trámites para iniciar su instrucción militar. Me lo contó todo, durante varias noches de aquellas en las que compartíamos momentos en el lago. Que habían acabado siendo encuentros más salvajes que plenamente platónicos. Y finalmente, se marchó hacia un pequeño marquesado cercano.

Vlví a mis quehaceres diarios, algo distraído. No me sorprendió en absoluto que aquel día mi maestro me llevara a pasear.

-Bueno, maestro, eso depende. ¿Es un hombre muy bestia, o una bestia de verdad?-Reí entre dientes, y él me reprendió con una mirada seria-Es sólo una broma... Sería una técnica Intellego, con una forma Animal. Para la manzana, una técnica Creo, con forma Herbam. Para los recuerdos, Un poco de Muto, con Mentem, debería bastar...-Hice una pausa-Esa es fácil, maestro, en el valle aldeaño SIEMPRE está lloviendo-El hombre me golpeó con firmeza, pero no muy fuerte, en la rodilla-¡Auu! ¡Vale, vale! Debería ser una técnica Intellego con Auram...-Me volví a quejar del dolor punzante en la rodilla-¡Y por fin, mi pregunta favorita!-El hombre amenazó de nuevo con el bastón-¡Vale, vale...! Podríamos usar Muto Animal, para cambiar las características físicas de su cuerpo, para que fuese más ligero que el aire...

Incliné la cabeza. ¿Ese último estaba bien? ¡Maldición, aquello siempre había sido más difícil de lo esperado!

Tu Maestro te mira con una cierta dureza pero a medida que respondes sus facciones se relajan y finalmente sonríe abiertamente antes de palmearte el hombro.

Perfecto muchacho. Y yo que pensaba que tanta afición a la jodienda te había ablandado el cerebro. Parece claramente satisfecho con tus respuestas. Muy bien pensado lo de hechizar a la vaca para convertirla en aire liviano. Poco ortodoxo, pero me gusta. 

Mientras descendeis de vuelta a la Alianza tu Maestro te mira. Has cambiado mucho desde el niño inconsciente que le siguió a través del bosque. Pero parece ser que una nube oscura te sigue ahí donde vas, mientras te ve bajar con paso ligero se te queda mirando desde la distancia. Cuando miras por encima del hombro te das cuenta de que los años también han pasado para tu Maestro.

Capitulo V: Los primeros hechizos

Una vez dominados los rudimentos de la Teoría Magica avanzas con facilidad hacia las siguientes lecciones. Aunque sigues teniendo muchas tareas que cumplir aprovechas tus ratos libres así como las estaciones que se te asignan para ello para estudiar y tratar de comprender mejor las Artes.

Asimismo empiezas a ayudar en el laboratorio. Ahí descubres que los magos pueden inventar sus propios hechizos y no solo memorizar aquellos que ya existen. Descubres por lo tanto que con tiempo, conocimientos y algo de suerte un mago puede crear hechizos que hagan realidad sus más disparatadas fantasías. O resuelva los problemas más intrincados. Aunque claro está los hechizos más poderosos requerirán de magos poderosos para lanzarlos e incluso inventarlos.

Tras recibir algunas estaciones más de instrucción se te encarga que demuestres lo aprendido diseñando tu primer hechizo. Una vez lo hayas diseñado podrás utilizar un laboratorio como los que hay en tu Alianza para crearlo.

Pero tus estudios se ven de nuevo interrumpidos cuando eres llamado ante el Concilio, la reunión de magos de la Alianza.

Joven Ezon, escucha con atención. Te dicen con semblante serio Hay una pequeña labor que este Concilio ha decidido confiarte para que puedas demostrar tu ingenio y tus capacidades arcanas. Verás: el thane de Calder ha enviado colonos a establecerse en un valle cercano. Las gemelas bufan en muestra de obvio desagrado Estos colonos proceden de las tierras bajas y no de las highland, no conocen nuestras antiguas tradiciones. Sus herramientas de cruel hierro hieren a los antiguos arboles. Y ahora planean algo terrible. Existe en ese valle un antiguo menhir colocado ahí en los tiempos de los antiguos reyes elfos. Retirarlo afectará a las antiguas promesas y la antigua ley. Queremos que lo evites. Piensa la manera de evitar que derriben el menhir y crea al menos un hechizo que te ayude en esa tarea.

Y con un guiño tu Maestro este termina su explicación Estoy seguro de que saldrás con éxito de este encargo muchacho. Al fin y al cabo eres astuto como un zorro.

Entonces... ¿No le pongo el círculo de protección al Menhir, sino que le tiro el conjuro estando yo cerca? Pero... Siendo así... Cuando yo no esté cerca, el conjuro ya no tiene efecto ¿No?

Pon el Circulo de Protección, lo otro era solo para que practicaras seleccionar Alance, Objetivo y Duración.

Me sale 15 + 3 (Afectar a aquello que pueda ver) + 2 para que afecte al grupo de colonos + 4 para que dure un año.

Tengo malas noticias :D Los numero como se indicaba son magnitudes (1 magnitud = 5 niveles) por lo que el nivel es 15 +3 (equivalente a 15 niveles) +2 (equivalente a 10 niveles) +4 (equivalente a 20 niveles) 6 Nivel 60. ¡Pedazo ritual te has marcado!

Volviendo a la idea del Circulo de protección este sería

Base 15 +2 (Alcance Toque) +0 (Circulo) +2 (Anillo) Nivel 35.

Pues ya lo tienes, ahora solo te quedaría narrar tu aventura y lanzar el hechizo. Para lanzar un hechizo se tira VITALIDAD+Tecnica+Forma+Aura del lugar+1d10 vs Nivel del hechizo.

Haz la tirada para ver si logras ese 35 (cuenta que el claro del menhir es un poderoso lugar mágico con un Aura de 7) o al menos un 25 para lanzarlo aunque te cueste algo de fatiga...

Si no lo logras tu Maestro acudirá a tu rescate