Partida Rol por web

Aún en la puerta, echa una mirada de pocos amigos al doctor, quería mantener aquella postura firme e intimidante. Luego dirige su atención a John. - ¿Te parece que nos separemos? Que dos vayan a ver a Terence, y que alguien venga conmigo a lo de Bale. -

Se acomoda la corbata, y antes de recibir respuesta, sale de la pequeña consulta de Richard, para echar una mirada al pueblo. 

Dwight había oído alguna que otra cosa sobre el párroco y su hijo en el funeral del primero, pero esperó a que Richard hablara, él sin duda sabría más.

-Si quieres te acompaño, Jules.... aunque me parece buena idea controlar a Terence.

En realidad, era la falta de pistas lo que hacía que mirara en todas direcciones, aún no tenían gran cosa y no era una buena idea cerrar posibles puertas.

-Un infarto. -Respondió el doctor. -Aunque fue muy repentino. Hace menos de dos semanas vino para su chequeo medico y estaba perfectamente. Uno nunca sabe...

Después el médico siguió a sus labores y dejó que los agentes se marcharan para encargarse de sus cosas.

-Un infarto repentino- repite Peter. Se anota mentalmente el dato aunque probablemente no signifique nada. Mira a su jefe que parece querer ir con Doc a lo de Bale, así que eso le deja a él para acompañar a la guapa pelirroja a interrogar al borracho del pueblo, Terence.

-Entonces yo iré con Salina a por el muchacho, seremos suaves con él, sólo para descartar cosas- tercia el joven -Te parece bien Salina?- le pide a su compañera, mirándola, sonriendo suavemente.

Apenas habían salido de la consulta del Doctor Stevenson y andado un par de metros, dividiendo la tarea, cuando se encontraron de bruces con Fred Willis, el ayudante de la Sheriff. Caminaba a toda prisa y al verles empezó a hacerles gestos con urgencia para que le siguieran.

-¡Agentes!. -Exclamó. -Les andaba buscando, tienen una llamada de teléfono desde Los Ángeles. ¡Rápido!

Salina iba a contestar un <<¡Qué remedio!>>, pero pudo contener a tiempo el suspiro, y se conformó con un escueto asentimiento.

-Sí...- Iba a añadir algo más, dando a entender a su compañero lo borde que era el chico, cuando apareció el ayudante.

Espero que no quieran echarnos el rapapolvo por no haber descubierto al asesino aún. No sería agradable...

A pesar de sus preocupaciones, la mujer no dijo nada, resuelta a no demostrar ningún tipo de debilidad, más delante de Fred. 

Cuando iban a ponerse en marcha, el ayudante Willis apareció en escena, buscándolos. Al parecer los buscaban por una llamada de Los Ángeles. La primera idea es que seguramente no sería algo agradable, y más viendo como les apremiaba para recibir la llamada.

-Gracias- le dijo al ayudante del sheriff- yo atenderé la llamada. Mejor darse prisa.

El agente siguió a Fred para ir a recibir la llamada.

Fred les condujo a toda prisa hasta la oficina del sheriff para que atendieran la llamada que tanta premura requería. Alguno de ellos pensó que se trataría de otra llamada de control de sus superiores, sabedores de como las gastaban con aquel caso, pero sólo les bastó con ver la cara de Patty Wilson, la secretaria de Joanne para desechar aquella idea.

Patty estaba al teléfono, con la cara muy blanca. Sin pronunciar ni media palabra, le entregó el auricular directamente al detective Dwight.

Al poner el teléfono en su oído escucha una voz familiar, una terrible voz familiar que no ha podido olvidar nunca: Arthur D. Lewis le saluda desde el otro lado del hilo telefónico con su susurrante voz:

-Hola detective John Dwight, cuanto tiempo, ¿verdad?. -John sintió un puñal clavándose en su espalda y recorriendo toda su columna vertebral hasta su cuello y sus hombros, ramificándose por todo su cuerpo convertido en un atronador escalofrío que sacudía cuerpo y mente.

No tenían nada sobre el caso, solo caminos que no le llevaban a nada. Hasta ahora, John recelaba completamente de la idea de que el asesino fuera el mismo que le amargó la vida... que lo convirtió en lo que es ahora. No tenía sentido, ni siquiera aún lo creía.

-No tanto tiempo como yo querría- dijo fríamente, intentando que el pavor que sentía no se reflejara*... no quería darle esa satisfacción. A pesar de eso dio un paso hacia atrás e intentó que sus compañeros no notaran su reacción ni su desprecio hacia aquel ser- ¿te han dejado hacer una llamada desde la cárcel?

Aunque algo en el tono de la voz de Lewis, esa confianza, esa sensación de dominar la situación era demasiado sospechosa para alguien preso. Pero no, eso era imposible, él se aseguró de que así fuera.

-¿Qué quieres?- dijo, intentando de nuevo no perder la compostura. Ya le había hecho suficiente daño.

Pero sabía que fuera cual fuera su respuesta, no sería nada bueno. Nunca ha salido nada bueno de Arthur D. Lewis.

Vieron palidecer a John nada más coger el teléfono, su rostro cambió completamente de la seriedad al terror. Pero el agente logró mantenerse firme y vencer sus miedos pasados y aquella sensación tan familiar que le decía que tirara el auricular y saliera corriendo de aquel pueblo de locos y mandara todo a la mierda otra vez. Pero no. Logró sobreponerse a eso. Ya había pasado bastante mierda por culpa de aquel hombre y no iba a darle la satisfacción de que supiera que todavía le afectaba. Tratando de sonar lo más relajado posible le plantó cara. Aún así, la tensión se notaba en sus palabras. 

El teléfono tenía un botón para el altavoz, John lo pulsó para que todos pudieran participar en la conversación o al menos escucharan lo que Arthur D. Lewis decía al otro lado. Porque sí, el que se encontraba al otro lado de la línea no era otro que el terrible Asesino de la Polaroid. Al escuchar la voz del asesino, Patty ahogó un grito y salió corriendo de la oficina.

-Detective Diwght...- Le reprochó con lenta parsimonia, como si saboreara el momento y la reacción que sabía que había causado en el agente. -Con los buenos momentos que hemos pasado usted y yo juntos. A veces todavía recuerdo esos viejos tiempos donde teníamos un contacto más... estrecho. -Incluso a través del teléfono se notaba que aquel hijo de puta estaba sonriendo.

-No les entretendré más allá de lo necesario. Solo les sugiero que busquen en la casa de Dios, ya que se les ha pasado una muerte por alto. Les he dejado una ofrenda en el cepillo. - Tras aquel breve dialogo Arthur D. Lewis colgó el teléfono, sin dar opción a réplica.

Peter se queda de piedra cuando el jefe les aclara de aquel modo, antes de poner el altavoz, que es el asesino de la Polaroid y no los de Quantico dando por culo. Eso le permite prepararse mentalmente para oír la voz de ese cabrón malnacido (ya podrían haberle dejado a él ocuparse de ese perro sarnoso, qué ganas le tenía, romperle todos los huesos es lo que tenían que haber hecho con ese monstruo!). Respira hondo tratando de calmarse, ese tipo siempre le sacaba de sus casillas, le volvía loco por completo, como en sus peores momentos a las órdenes del país.

"El párroco! Lo sabía! Ya me sonó raro cuando el doctor Stevenson lo nombró de pasada..." piensa para sus adentros, intentando morderse la lengua para no emitir ningún sonido mientras durara la llamada. "Todos pre-jubilados, muertes repentinas, claves en la comunidad, con propiedades, si no fuera porque suena de locos juraría que el asesino es una inmobiliaria intentando hacerse con el pueblo...". Se queda en silencio escuchando y tratando de no pensar en aquella voz del teléfono.

Un juego, para ese bastardo todo era un juego. y ellos eran sus peones. Dejó el teléfono con rabia, ya no tenía que fingir que le desagradaba aquel tipo.

-No debemos perder el tiempo, debemos ir a la iglesia.

Sabía que poder ser demasiado tarde, Lewis no los habría avisado de ser así. Pero al menos se encontrarían con una escena del crimen fresca y sin alterar. Sin embargo, eso no le suponía a John ningún consuelo. Cada muerte era puñalada para él.

Su rostro se mantuvo con una expresión dura, con cierto enfado al escuchar la voz de Lewis. Ese hijo de puta se estaba riendo mientras nos dábamos vueltas por el pueblo, sin recoger ningún indicio claro acerca del ejecutor de los crímenes. Ese hijo de puta estaba disfrutando de todo. ¿Realmente era un imitador y no el verdadero asesino? ¿Como era posible que el asesino supiera exactamente el lugar donde se encontraban, como habría accedido a esa información? 

Las palabras de John le despertaron de aquellas preguntas que le confundían, cogió las llaves del coche y se apresuro a dirigirse al auto del piloto.

- Vamos gente, no hay tiempo que perder.- Ni siquiera la idea de poder examinar un cadáver "fresco" y analizar la escena le alegraba. No había espacio para su macabro humor en ese momento.

Durante un momento el rostro de Salina mostró una mueca desencajada, que no tardó en poder ocultar. No le gustaba el rumbo que acababa de tomar aquel caso, pero la verdad es que gracias a la llamada habían conseguido el empuje que les hacía falta.

Carraspeando para llamar la atención, la mujer expuso:

-No creo que haya sido Lewis el asesino. Puede que me equivoque, pero...no lo sé, habrían notado su ausencia en la cárcel, ¿no? Según su llamada, lo que está claro es que el asesino debe ser alguien que haya ido a visitarlo a la cárcel, o mantenga un contacto muy estrecho con él. Sabe cómo actúa, y Lewis está informado de sus movimientos. Podría ser que quiera probar lo bueno que es su imitador...o puede que ni siquiera le guste que "lo imiten". Ir a la iglesia es importante, pero también tendríamos que saber quién ha ido a visitar a Lewis a la cárcel, o a quién llamaba. Estoy segura de que allí descubriremos información vital para el caso. 

Con la idea de Salina en mente, y otras muchas preguntas sin respuesta que rondaban las cabezas de todos ellos, se dirigieron hacía la iglesia. Cogieron el coche, pero la iglesia estaba cerca de la comisaría, como todo en Ashville, todo estaba cerca. Las preguntas se hacían más grandes conforme pasaba el tiempo desde que Lewis les había colgado: ¿Cómo sabía lo del párroco?, ¿cómo sabía siquiera que estaban en Ashville?. ¿Cómo le habían dejado llamar si estaba encerrado en un centro de máxima seguridad?. ¿Había tenido algo que ver con las muertes?. Y la más perturbadora: ¿Habría escapado?.

Hasta donde sabían, aquello era imposible. Arthur D. Lewis llevaba tres años aislado en un sanatorio de máxima seguridad, encadenado y con camisa de fuerza. Era imposible que hubiera escapado.

Llegaron a la iglesia, allí se encontraron con el nuevo párroco, un joven de unos 24 años recién salido del seminario, y con la viuda del anterior, una mujer de unos 55 años de edad y una amplia masa corporal. Ambos se preguntaban que querrían los agentes al entrar con tanta prisa.

Al final Peter se marcha con los otros tres hacia la parroquia, siguiéndole el juego al asesino de Lewis. Peter dudaba que se hubiera escapado del centro en el que estaba encerrado, se habrían enterado si fuera así, incluso en un pueblo tan distante como este. "Está claro que tiene a un pequeño jilguero cantándole al oído cositas malas".

Al llegar al sitio el joven se adelanta jovialmente, es mejor no asustar a la viuda por algo que igual no lo merece.
-Buenas! Disculpen la intromisión, somos los agentes del FBI- realiza las presentaciones de su jefe y compañeros de forma rápida y usando sus mejores dotes sociales para ello -Nos gustaría hablar con ambos acerca de lo que le pasó al anterior párroco si no les sabe mal...

-Y de paso nos gustaría echar un vistazo a la iglesia- continuó John- tenemos razones para pensar que puede haber alguien en peligro.

La frase del regalo sobre el cepillo podía ser en sentido figurado, pero también algo literal. Sabía que a Lewis le gustaba jugar, y dar pistas para frustrarlos y burlarse de ellos era algo de su estilo.

Al llegar a la iglesia, simplemente se mantuvo callado, junto al grupo. Con las manos en los bolsillos, y su mirada con el ceño fruncido inspeccionaba el lugar. No dijo palabra alguna, ya sus compañeros habían dejado claro a que venían. La llamada de Lewis le había tocado bien la moral, así que por ello prefirió no añadir palabra alguna, con el ánimo que traía no sería un gran aporte para tranquilizar a la pobre mujer.

El joven párroco se acercó a ellos con cándida cara de pazguato al presentarse como agentes del FBI y comunicar que podría haber alguien en peligro. El muchacho era joven, inexperto y lo más importante de todo, era tan ashvilliano como cualquiera de ellos por lo que estaba extremadamente perdido en aquella curiosa comunidad. Había llegado precipitadamente desde San Diego y lo único que había hecho era dar misas, día sí y día también, por el alma del difunto párroco.

-Oh... -Pronunció con la cara de susto y manteniendo la boca en la posición que le había dejado aquella exclamación. -Cla..claro que sí, pa...pasen...- Decía con un hilo de voz compungida hasta que le interrumpió la viuda.