Partida Rol por web

El paso apresurado de Nikita se detuvo junto a la puerta al ver el Mercedes. Siguió sin acercarse, aturdido aún, hasta que vio a Mariam bajar para cambiarle el asiento. Definitivamente se había metido en un buen lío y no acertaba a imaginar qué podía haber llevado a la mujer a llamar a su padre.

Lo besó y se puso el cinturón, tratando sin conseguirlo de que su nerviosismo no se transparentara en su gesto terriblemente serio. El camino hasta el mirador no fue largo pero se lo pareció, inmerso como estaba en aquel tenso silencio. Sin embargo la cosa no mejoró cuando al fin habló su padre.

La mirara de Nikita pasó de éste hacia Mariam y después se perdió en las vistas a través del parabrisas. Sintió su rostro enrojecer tanto de vergüenza como de rabia. ¿Por qué lo había llamado? ¿No podía sencillamente haber ido a decirle si es que estaba loco o qué? Sentía que le habría sido más sencillo hablar con aquella desconocida quien poco le importaba lo que pudiera pensar de él que sacar el tema de sus visiones ante su padre. Pero quisiera éste escucharlas o no ahora tendría que hacerlo. Él había preguntado.

Su primer impulso fue disculparse, pero no, no lo haría. En ese momento se le antojó como una muestra de debilidad y se tragó esas palabras junto a su saliva, áspera como una píldora.

—*Para mí sí lo hay —acertó a empezar al fin mirando a su padre a los ojos—. Si no lo hubiera visto no habría dicho nada. Era tan real como que ahora te estoy viendo a ti —se forzó a sostenerle unos instantes la mirada y luego se giró hacia Mariam—. Por eso he venido hasta aquí, señora Daquino, para comprender qué es lo que he visto toda mi vida —Se estaba poniendo emocional y no le gustó, así que respiró hondo y buscó un enfoque que sonora más neutro, más profesional—. Tal vez esa escena no esté allí ahora, pero la hubo en algún momento. Esa gente murió allí o la asesinaron…

Y no supo cómo seguir dando al traste con su intento de sonar profesional.

¿Por qué había tenido que llamar a su padre?

Mariam tiró aire por la nariz y habló, mirando por el retrovisor a los ojos de Michele.

—Si el boss te cede la última palabra en este asunto es porque no quiere contrariarte ni fastidiar al chaval.  Lo que le dije a él te lo repito a ti: la diferencia entre lo que ha visto tu hijo y lo que he visto yo es cuestión de agudeza. No se lo ha imaginado. Yo sólo lo huelo, pero sé que está ahí.

Se giró hacia la ventanilla.

—Sabes que no puedes protegerle de quién es, Miche.

Michele miró a Nikita, su mirada fue cambiando poco a poco, relajándose.  

—¿Te apetece investigar con Mariam un poco? ¿A ver qué pasó allí?

Ante la intervención de Mariam, Nikita guardó silencio. No le pasó desapercibida la referencia al "boss", pero no era el momento de entrar en ese tipo de detalles y guardó la pregunta para más adelante —si es que había un más adelante para él en aquel asunto.

La mirada de su padre pasó del retrovisor hacia él y como si también Nikita fuera un espejo, la suya se relajó a la par que la de Michele.

A su pregunta, el chico respondió sin palabras, solo un lento asentimiento de cabeza y una mirada en la que la tensión inicial daba paso a una mucho más desarmada pero no por ello débil. Había decisión pero no retadora, como si un tinte de resignación o más bien aceptación quisiera encontrar también su reflejo en las pupilas de su padre. Pensó que Michele no se oponía porque prefería que Mariam lo tutelara en todo aquello y no se aventurara a volver a la casa por su cuenta, cosa que seguramente terminaría haciendo y él lo sabía. En todo caso agradeció que no le pidiera simplemente alejarse de aquel sitio. Sassaneva no era Morrisley, estaba lejos de casa y de su control y su padre también comprendía eso.

No se atrevió a añadir nada más que un "gracias" dirigido a Mariam. Luego pasó brevemente la mirada sobre su padre incapaz de encontrar las palabras que querría decirle.

Su risa era ruidosa y caótica. Casi parecía que tenía que esforzarse un poco para detenerla.

—¿Cómo que no te pareces? ¡Claro que sí! Ten en cuenta que estás acostumbrado a tu imagen especular y no es lo mismo. Además… La actitud. La actitud lo es todo. Mira Ripley. Con otra actitud sería una señora común y corriente…

Comentaba que había un cine fórum en el colegio mayor -sesión de cine los martes por la noche, con debates que se solían alargar hasta altas horas de la madrugada- cuando llegaron los otros dos vecinos de terraza.

El chico mediría un metro noventa y era atlético, con las manazas y los pies enormes, la cara un poco larga y el pelo rizado y moreno. Vestía un bañador rojo un poco desteñido y llevaba la típica bolsa de playa de tela con el asa de cuerda de la que sobresalían toallas y unas gafas de buceo. Junto a él iba una chica tan distinta a él que parecía como de otra especie. Por su tamaño –mediría uno sesenta y era delgada- y su color, moreno. El chico era tan blanco como Adam pero tirando a rojo por el sol. Ella llevaba la mínima expresión de un bikini, color mandarina.

Etna les presentó mientras el grandote se servía y se tomaba de un trago un vaso de té.

Ella habló con una voz melodiosa, muy dulce, un poco añiñada.

—¡Qué bien, un chico! Ahora somos dos para dos. Podríamos ir un día a la semana a cenar por ahí ¿Los martes?

Etna le dijo que los martes no, que había cine fórum y que para la semana siguiente hablaría con un tal Raúl para pedirle que pusieran una de Fritz Lang, entonces Concetta cambió y propuso la noche de los miércoles.

La voz del grandote era lenta pero aguda para su tamaño.

—¿Y qué película de Lang? Yo propondría “La Mujer del Cuadro”.

Sencillamente Adam no se lo podía creer. No solo estaba allí, a plena luz del día... tan a gusto... casi tomando (y disfrutando) del sol mientras picaba minibocadillos, bebía té helado y hablaba sobre Fritz Lang con unos desconocidos. - Vale... el avión se ha estrellado en el despegue y estoy en el cielo. - bromeó para sí sin que su rostro evidenciase la conversación interior que mantenía.

Etna era fantástica. Realmente interesante y espontánea. Amable, sí... pero no con aquel espíritu manso de la gente de Richmond. Aquel lugar... aquellas personas... rezumaban cultura. Viajes, vivencias, museos, música... No era posible que Adam estuviese allí. Hacía rato que no pensaba en huir... que no sentía el irrefrenable deseo de estar solo. De hecho... era muy curioso pero desde que había puesto un pié en Astérope no "sentía" nada de lo que normalmente le hacía retraerse. Nada de voces, susurros, colores, auras o ecos... Era como si hubiese estado acompañado desde el día de su nacimiento por alguien que no parase de hacer ruido y que, de pronto, conforme había puesto un pié en la isla, este hubiera decidido dejarle en paz. Enmudecer. O quizá, en el mejor de los casos, morirse. 

Pero, si sus voces y percepciones eran la causa de su estancia allí y ahora no los tenía... ¿eso implicaría que ya no podría estudiar allí? Era una sensación angustiante.

- Mejor El Ministerio del miedo. - apuntó a Nebo. - Por lo menos para mí. En lo que se refiere a Lang respecto del género del cine negro creo que es la más completa. 

Y ahora intervenía en la conversación y corregía a sus contertulios con seguridad, aplomo y decisión. ¿Acaso Adam se había desprendido de la sombra que flotaba sobre él?

Michele le pidió a Mariam que dejara solos y ella bajó del coche y se encendió un cigarro.

El padre habló al hijo girándose hacia él.

—¿Mañana es tu primer día de clase? ¿Qué tal tus compañeros de piso?

Estaba a punto de colocarse el cinturón cuando su padre pidió a Mariam que saliera del coche. Nikita respiró hondo sitiéndose a medio camino entre anhelar aquella conversación y desear quedarse solo cuanto antes.

—Sí, mañana —respondió volviendo a mirarle a los ojos—. Parecen buena gente —Se preguntaba si aquello era el preludio de algo más o solo quería romper el momento de tensión.

Él mismo no sabía si sacar de nuevo el tema o en caso de querer hacerlo qué decir exactamente. Habría querido encontrar unas simples palabras, algo sencillo, sincero y directo, la frase o pregunta perfecta.

—Y el piso está bien. Le dije a mamá que le enviaría algunas fotos, pero lo haré cuando lo hayamos pintado por completo.

Llevó la vista un instante a sus manos. Le costaba tenerlas quietas y evitar apretar unos dedos con los otros.

Sonrió.

—Tus hermanos ya se están pensando qué fin de semana se van a venir contigo.

Sabes que me es imposible decirle a Vera que no.

Levantó un poco una ceja cerrando un poco el otro ojo. Un gesto teatral, burla de una fingida resignación.

—Bueno, ahora baja. Volved dando un paseo. Yo enfilo ya para la autovía, que mamá me va a hacer tragar la cena aunque sean las doce de la noche.

Y señaló con la cabeza la puerta invitándole a su hijo a salir del mastodóntico coche.

Nikita sonrió ante el comentario sobre sus hermanos.

—¿Hay alguien que pueda decirle que no?

Después recuperó el gesto serio asintiendo a la orden de su padre. Sin embargo tardó un par de segundos en cumplirla.

—Dale un beso a mamá —dijo al fin.

Pero antes de cerrar la puerta asomó la cabeza al interior una última vez. Miró a Michele de nuevo a los ojos. Sentía su corazón latir con fuerza.

—Papà, fidati di me.*

Y se volvió a despedir con un gesto de la cabeza.

—Bueno… Si quieres ir a alguna fiesta de ricachos tienes a la compañera de piso ideal. A Giulá la invitan a los sitios más alucinantes. Semana sí, semana también. Y tiene amigos famosos. Franca y Evo Sozza son muy amigos suyos. Por darte un ejemplo.

Mientras su primo comentaba la amistad de Julietta con la pareja formada por la cantante de "Canzone" más famosa del mundo —algunos la llamaban la Madonna Asteropesa— y el poeta Nóbel de literatura asteropés, Ingvild notó que la risa de Giulà no era porque su primo estuviera mintiendo.

—Sí, tengo una amiga que es modelo y a veces me pide que la acompañe a algunas fiestas y es muy, muy interesante ese mundillo, la verdad. Ya te los presentaré, Ingvild. A Evo y Fran. En esta temporada no viven muy lejos de aquí.

—Tengo maría. Tendremos que buscar un dealer local. Seguro que la Uni venden.

Sígueme, s'et plau*.

Atravesaron el salón y subieron una escalera hasta un cuarto con un enorme ventanal con vistas al mar. Tenía una mesa grande con un ordenador, un montón de libros en una estantería, como diez cajas de la mudanza apiladas, una cama grande, un armario, un vestidor, un cuarto de baño propio y un techo con una ventana cenital por la que pasaba la luz tamizada.

Abrió el armario, que tenía el material que había mencionado abajo. En una esquina había una estatua de bronce de estilo africano que representaba a un leopardo de grandes colmillos sentado sobre sus cuartos traseros, tamaño real. En el suelo había una alfombra persa.

Frida sacó un cofre de madera labrada con una bolsita de hierba y toda la parafernalia y se lo ofreció para que liara ella, excusándose con que se le daba fatal.

Tras pensárselo pasándose la mano lentamente por el cuello se acercó mucho a Bryony y observó su rostro de muy cerca para acabar hablándole con su tono grave y aireado por un lado, cerca de su oído.

—Eres muy… blanca.

Sento asentía dando el tema por zanjado pero Isa quiso ahondar más.

—Mis padres me advierten, de vez en cuando, que si lo que quiero es estudiar psicología para comprenderme a mí misma estoy cometiendo en un error. Ellos creen que los psicólogos no tienen la llave para problemas del tipo existencial, si acaso algunas técnicas para ayudar a otros que caen en dinámicas "enfermizas". Pero que si busco respuestas vitales seguramente me llevaré una decepción. En cambio, yo no pienso como ellos, yo creo que todo se puede reducir a entenderse a uno mismo.

Como ella también quiso café Sento dejó la comida que habían comprado en la bolsa, para más tarde. Ella movía las manos dubitativa, como sin encontrar los gestos adecuados.

—Uno mismo es la persona más cercana que uno puede encontrar para entender a los demás. Está claro que no es el mejor plan estudiar la licenciatura en psicología como si fuera una terapia a los problemas psicológicos de uno pero éstos sí que ayudan a entender las maneras de ayudar a los demás…. ¿No crees?

Cerró un puño y luego desplegó su índice, señalando al aire, como para enfatizar.

—Lo digo porque creo que estás en la misma onda que yo. Lo que sea que te ocurre con respecto a este tema. lo que te ha traído hasta aquí… Esa es la pregunta, las preguntas que te haces, y son tuyas y muy tuyas… Las respuestas que encuentres es posible que no sean sólo tuyas, sino algo que puedas compartir ¿No crees?

La joven apenas pudo mantener la compostura ante aquella revelación.

—¿De verdad? ¡Oh, por supuesto, me encantaría! —se arregló el cerquillo con una ansiedad comprometedora— Prometo no ponerme muy cargosa en su presencia —añadió rápidamente como para contrarrestar su evidente entusiasmo.

No era que la perspectiva de conocer a famosos y andar de juerga en los ambientes más exclusivos le resultara especialmente interesante, pero tal vez pudiera sacar provecho de las circunstancias. La presencia de cualquiera de esas ilustres personalidades en una de sus exhibiciones podría darle un gran impulso a su incipiente carrera como artista. Por el momento consideró prudente cambiar de tema para mostrar cierto desinterés.

—¿Y qué me cuentan de la universidad? ¡Muero de ganas por empezar!

—Oh, fantástica... Es la que menos me gusta de ese tío pero da igual, es genial. Si quieres la propongo para la semana que viene. Y aunque no quiero adelantar nada al debate… Pienso que…

Tomó la jarra y habló con ella en la mano.

—La fotografía, la perspectiva: la sombra. Pero también el simbolismo… No sé, creo que en la peli hay algo más que la obra de Greene, como si Lang hubiera escondido algo, o descubierto algo que no es tan obvio en el libro. Me reí con la novela, pero en la película lo hilarante se convierte en pesadillesco. No sé si es que Lang te pone más en la piel del autor o qué.

Concetta miraba con una sonrisa al borde da la carcajada. No como si lo entendiera y le hiciera gracia el contenido, sino como si le hiciera gracia y le causara cierta fascinación la forma en la que hablaban.

—Pero, chicos ¿Es una peli de miedo? ¿Cómo te puedes reír de una peli de miedo?