Partida Rol por web

Bebió un largo trago de la petaca. Sonreía como si aquello fuera una charla divertida en una fiesta.

—¿Sabes lo que diferencia a los listos de los tontos? Los listos buscan en los ángulos muertos. Busca el tuyo y vuelve a repetir el proceso mental.

Te doy dos pistas: estás obviando algo fundamental en toda escena de un crimen y no estás teniendo en cuenta que pueda ser verdad que les esté ahorrando un problema a tus viejos.

—Creo que tengo más de un ángulo muerto —susurró casi para sí mismo tratando de imaginar qué querría decir. ¿Y qué se busca siempre en una escena del crimen además del arma y el cadáver? Tal vez si falta algo. Pero sin conocer la escena anteriormente cómo saber algo así. A no ser que el sillón vacío no fuera casual. Entonces faltaría el cuarto invitado que se marchó por su propio pie y por tanto debió matar a los demás.

Volvió a pensar en la posibilidad de que se tratara de una especie de logia. Si esto era así tal vez no habría nada casual, ni siquiera el número de sillones, o mejor dicho, menos que nada el número de sillones. Pero todo aquello no eran más que conjeturas sin fundamento.

No era verdad que no tomara en serio que Mariam quisiera ahorrar un problema a su padre y su tío. Tal vez se había dado cuenta de algo que suponía en verdad una diferencia, algo que haría que no solo estuvieran dispuestos a dejar que Nikita investigara, sino que haría que se implicaran ellos mismos.

—¿Alguna idea de quién era o es el propietario de la casa?

Pero antes de que respondiera la miró a los ojos con una expresión seria.

—Tú los conoces bien y sabes que no son gente a la que se jode. Porque sigo sin entender que lo que has hecho tenga sentido. No quiero adivinanzas, ¿vale?, dime por qué debemos mentirles.

—Es un sitio que te encantará. El campus lo construyeron los italianos en los años treinta. Después de la Segunda Guerra Mundial los americanos lo renovaron con las ideas de algunos de sus mejores arquitectos. Se presta a la horizontalidad.

Además, si la gente de nuestra isla tiene fama de ser amable, en el campus la concordia llega a empalagar, la verdad. La palabra para la Universidad de Atlaneva es Estimulante. Allí hicieron mucha mella las ideas de la Bauhaus alemana sobre la escuela-taller y se tiene una concepción muy pragmática de las cosas. La rivalidad con la Universidad de Erythrai está dando paso a una colaboración con programas de intercambio y visitas muy interesantes. Tu eres… Historiadora del Arte ¿No?

- Disculpad... ¿esto es así siempre? - preguntó Adam interrumpiendo bruscamente la conversación.

Y la realidad es que aquello era del todo inusual para él. El clima... el ambiente relajado... gente desconocida que te recibe con los brazos abiertos y bebidas frías... La idea de que iba a un sitio a estudiar se podría decir que le había estado rondando la cabeza a lo largo de las más de veinte horas de viaje. Pero había otra idea. Una pequeñita voz que se escuchaba al final. Como si alguien hablase bajito en una fiesta atiborrada de personas pero con una claridad y una determinación tal que nadie fuese capaz de ignorar su mensaje.

No estudias... te estudian. 

Aquello de una Universidad especializada en asuntos paranormales suponía casi un camelo. Algo irreal. PEro allí estaba. Él. Adam Dyer. El chico raro de los Dyer.

- Quiero decir... ¿exactamente qué se hace aquí? Perdonad la cortada de rollo por mi parte y espero que nadie se lo tome a mal pero... ¡¿qué puta mierda es esta?! Una Universidad para estudiar asuntos paranormales me parece, por definición, lo menos normal que pueda existir. Pero llego y todo es como un spa de lujo. Vosotros... joder, vosotros sois listos, encantadores, atractivos... Y yo no sé que hostias pinto aquí. ¿Cómo se estudia aquí... con electrodos en las pelotas? Porque si no no entiendo que se nos tenga a cuerpo de rey.

Adam se puso en pie y caminó en derredor... erráticamente. Se había alterado.

- Y, joder... me apunto a todo. A la cena, al cine forum... incluso a las descargas en los cataplines para que todo este complejo maravilloso siga aceptando a alguien como yo. Pero... joder, aquí tiene que haber gato encerrado.

- De puta madre, Adam... ahora es cuando saltan sobre ti y te arrancan el corazón por haber descubierto su siniestro plan. - pensó el chico para si.

Se quedaron plantados en sus asientos, mirándole en silencio. Fue la chica delgada la que tras unos segundos se levantó y se acercó a Adam buscándole la mirada con sumisión, acercándose como si él fuera un perrito famélico y gruñón a quien quisiera atraer con palabras cariñosas.

—Oye Adam, no te enfades. Estamos de relax, tío… ¿De verdad piensas que soy atractiva?

Miró a los demás y luego a él, movió una mano como abanicándole.

—Da igual, eso da igual. Esto… Esto no es la facultad, sino un Colegio Mayor. Aquí cada uno estudiamos una cosa. Yo soy bailarina, Etna estudia arte y es dibujante y Nebo estudia arquitectura y es deportista de élite. Juega en el equipo de rugby de la Universidad y es una estrella.

—De hecho los vecinos de terraza siempre son de estudios diferentes. Lo hacen así para fomentar la cultura y el intercambio de conocimientos, y todo eso. Pero vamos, de electrodos en las pelotas nada, tío. Aunque me has dado una idea, no todo va a ser coaching…

Además, seguro que la gente de tu facultad no son tan atractivos como nosotros.

—Lo que desde luego no soy es inteligente. Soy una discapacitada intelectual leve. Estoy diagnosticada y todo. En serio.

Nebo intervino sin abandonar el tono tranquilón.

—Concetta, no tienes por qué ir diciéndolo por ahí a la mínima ocasión. Eso no importa, es como tener los pies grandes, o las manos pequeñas.

Y luego miró a Adam.

—Anda tío, siéntate y seguimos hablando, que estoy deseando saber si también te reíste de la peli, o eres de esos que no se pueden reír con las pelis serias… Vamos, anda. Por favor.

Adam abrió los brazos en cruz y resopló. Se sentía abatido. El cansancio era tan grande que no se tenía casi en pié. Se sentía mareado... quizá por el calor o las bajas presiones pero su cuerpo no se estaba adaptando bien. La humedad le hacía traspirar en cantidades descomunales... y su ritmo respiratorio no iba sino a peor. Quizá no era un problema climático, después de todo. Quizá estaba sufriendo un ataque de ansiedad. Los ojos comenzaban a parpadear mientras intentaban evitar pequeñas lucecitas que destelleaban ante sí. 

- Joder... - dijo resoplando como si hubiese subido un millón de escaleras. - Joder, joder, joder... qué puta mierda de primer día. - concluyó.

Casi trastabillando llegó de nuevo a su silla y se sentó como pudo. Respiró pesadamente y tragó un par de bocanadas de la saliva más densa que nadie pudiera imaginar. Hasta que recobró un poco el resuello.

- Lo... lo siento... de verdad... joder... Que mierda.

El chico alcanzó como pudo su vaso de té helado y lo apuró de un trago mientras seguía intentando disculparse.

- Respondiendo a tu pregunta, Nebo. - continuó cuando buenamente pudo. - No... no me reí en esa peli. Ni en esa ni en ninguna. No me río. Nunca. Esto es lo más divertido que he hecho... jamás. Creo. Tomarme un té con unos desconocidos majísimos es lo más genial que me ha pasado. Lo siento mucho, chicos... de verdad. Pero os ha tocado el compañero de terraza "rarito". Ya me jode.  

La mirada indescifrable de Frida sólo espoleaba las ganas de Bryony por ir más lejos y sumergirse en su piel. Se preguntó en un pequeño instante si cuando tuviese un orgasmo seguiría así de seria y ahí nació en Bry el deseo de ver su rostro transido por el placer, contemplar sus labios jadeantes y sus mejillas sonrojadas.

Estiró el cuello, ofreciéndoselo, cuando se puso tras ella, y una de sus manos fue hacia atrás para enredarse en sus cabellos. Un sonido casi ronroneante vibró en su garganta cuando la mano de Frida se coló bajo su vestido. Su espalda se arqueó por instinto, pero sus manos no dejaban de buscar el contacto, una en la nuca de Frida, la otra recorría su pierna, dibujando círculos, en busca de algún tipo de abertura en su kimono.

Bediviere observó aquel intercambio, un tanto confusa, aunque tomando buena nota de todo lo que decía. Tenía entendido que Sento e Isa no se conocían de antes, y sin embargo bromeaban con confianza. Y no sabía si estaba equivocada o si aquel era el carácter asteropense- Debo confesar que no me veo a mí misma cantándole una serenata a nadie. Y no pretendo tampoco que me la canten. -dijo, encogiéndose de hombros- Es decir, lo respeto y todo eso, es vuestra costumbre, pero... Ufff. No, no es lo mio. -comentó, sin poder evitar pensar que era mejor que su casero no estuviese flirteando con ella. No quería tener problemas. 

- Aunque tengo una duda al respecto- confesó- ¿Qué ocurre con la serenata cuando por ejemplo un hombre le confiesa su amor a otro? O cuando pasa eso entre dos mujeres. -preguntó, antes de añadir- Y por cierto, ¿vosotros os conocéis de antes?

Besaba su cuello con parsimonia concienzuda, como si chupara sistemáticamente un helado, cuando la mano de Bryony entró entró en el kimono como si hubiera atravesado una nube. Sintió la piel de su cadera y la textura de la braga del bikini.

Para entonces Frida ya le chupaba el lóbulo de la oreja. Pudo oír su respiración, distorsionada por la cercanía, respondiendo a su ronroneo con un jadeo. También subió la mano hacia su pecho y apartó la copa izquierda de su sujetador con el pulgar, acariciándole, de paso, el pezón.

Un estremecimiento la recorrió entera cuando Frida se coló bajo el sujetador. La piel de su vientre se puso de gallina y por un momento Bryony marcó los dedos en su cadera. Se retorció entonces hasta que sus bocas se encontraron de nuevo y se recreó en el sabor de sus labios, suaves y jugosos. El cerebro de Bryony se había desconectado, dejando a un lado cualquier pensamiento formado. En su lugar sólo quedaba una nebulosa rojiza, llena de impulsos y sensaciones. 

Mientras la besaba fue girando más, hasta quedar de rodillas frente a ella. Recorrió su pierna bajo el kimono con las uñas, desde la cadera hasta la rodilla y luego al revés, hasta llegar al borde del bikini, con el que empezó a jugar. Su otra mano se deslizó por el cuello de Frida, hasta la clavícula y de ahí siguió el borde de la prenda, buscando alguna lazada, botón o broche que lo mantuviese cerrado en su lugar. Quería llenarse los ojos con su piel antes de saborearla e intoxicar todos sus sentidos de ella.

Soltó una risilla aireada.

—Tardaré en averiguar quién es el verdadero dueño. He de hacerlo todo sin dejar huellas electrónicas y eso es cada vez más difícil. Tengo mis métodos pero son lentos.

Hizo un gesto con la mano para volver al tema del ángulo muerto.

—El ángulo muerto universal es uno mismo. No te has tenido en cuenta en tus razonamientos y yo creo que no debemos de dejar de lado la pregunta ¿Por qué tu? ¿Por qué precisamente un chico con el don, el día de antes de entrar en la primera promoción de estudios esotéricos se topa con ese sitio? Eso también es lo que has obviado en la escena: su descubridor. Es un factor clave de toda escena de un crimen.

Le dio un cate al cigarro con el índice tirando la ceniza en el suelo.

—Joder, Niky, un siglo sin que nadie entre y de repente se convierte en el caramelito de un joven curioso. Eras el puto invitado a la fiesta ¿No te sentiste así?

El chico miró a Mariam con interés renovado. No era la respuesta que esperaba pero le pareció que tenía sentido.

—Entonces después de todo sí sospechas que hay algo sobrenatural —conjeturó—. Ni las ratas ni las arañas estaban invitadas, solo yo. O solo alguien con algún tipo de don al menos —Se acomodó en el banco de piedra con la vista perdida hacia el mar—. Se me ocurren entonces dos posibilidades: que quisieran ocultarlo para siempre y hayan conseguido que lo esté ochenta años por un tema de probabilidades o que, como parece que tú sospechas, en realidad hay algo como una llamada.

Nikita trató de rememorar las sensaciones que precedieron a su entrada en la casa. Es cierto que le había llamado la atención por encima de las otras pero no tuvo la impresión de que fuera más allá de sus propias inclinaciones. Recordó también que había pensado en la urraca como una especie de “señal” pero había sido como una broma y un poco tomada por los pelos.

—Si hubo algún tipo de llamada fue algo muy sutil —comentó devolviendo la atención sobre Mariam—. A veces cuando estás cosas quieren llamarte no lo son tanto.

Volviendo al tema de su pregunta, añadió:

—Piensas que si mi padre comprende esto no me permitirá investigar. ¿Has valorado que tal vez tendría razón?  —sonrió al decir esto. Después volvió a mirar a la mujer, esta vez con un gesto diferente. Había un brillo de preocupación en sus ojos.

—No tuve miedo al entrar allí, no más allá de la aprehensión de ver los cadáveres. No al menos hasta que empecé a recordar otras experiencias —la miró como si esperara que comprendiera sin decir nada más. Al fin continuó—. Tú eres policía y pensarás que ya lo has visto todo en la vida. Pero te aseguro que no es así —no había ningún tipo de orgullo en aquella frase—. Debes pensar también si quieres seguir con esto.

Le entró una áspera risa de fumadora y le pasó la mano por la cabeza, sacudiéndole el pelo.

—Qué sabrás tú de la vida, niño.

Suspiró como con melancolía.

—Lo que no quiero es que tu padre le venga a tocar los huevos a la persona equivocada. Y créeme, en cuanto crea que te están jodiendo, entrará con todo.

Se encogió de hombros.

—Necesitamos tacto, al menos hasta que conozcamos el vecindario ¿OK?

Nikita suspiró a la vez que Mariam. Pensó que ella sabría mucho de la vida pero poco de la muerte —o de las cosas que rondan entra la una y la otra. En cualquier caso no tenía ganas ni le pareció la ocasión de tratar de ilustrarla con lo poco que sabía él, al menos no por el momento.

Sonrió de forma un tanto amarga al pensar que no tenían ni la más mínima idea de en qué se estaban metiendo. Al menos comprendió al fin por qué la mujer había preferido dejar a su padre a oscuras. Tenía razón en que lo que fuera que encontraran allí podía ser problemático para Michele y lo último que quería es que él terminara pagando por su don. Y eso precisamente era lo que había ido a hacer allí al fin y al cabo: tratar de comprenderlo. Mirándola se preguntó de pronto por qué no había intentado tirárselo nunca. Tuvo la intuición de que, si no lo estaba todavía, había estado enamorada de su padre.

—Ok —asintió a su último comentario. Volvió a observarla tratando de evaluar hasta qué punto teatralizaba su rollo paternalista o lo veía de verdad como a un crío.

—Ser el invitado en un lugar así no es muy tranquilizador... —Fantaseó con que el sillón vacío estaba allí para él y sintió como se erizaba su piel—. Antes de volver supongo que será mejor esperar a ver si algo se mueve y averiguar quién es el dueño de la casa, ¿no?

Volvió a mirarla arrepintiéndose de haber llamado a Achille —necesitaba su ayuda y al fin y al cabo aquello era la escena de un crimen—, sin embargo no podía dejar de pensar que la metía en la boca del lobo.

Recordó entonces que alguien más conocía la historia si es que algo de lo que había dicho en el coche era verdad.

—¿Sabe algo ese tal boss del que hablaste con mi padre?

Un nudo cedió, abriéndose el kimono. El vientre de Frida se movía al son de su respiración. Sus pezones, carnosos, muy oscuros, estaban erectos.

Lordoseó abriendo un poco las piernas y acarició el cuero cabelludo de Bryony, invitándola a acercarse a su sexo. Luego puso la mano en su mentón tirando un poco hacia arriba para mirarla a los ojos. Su rostro seguía serio, pero era una seriedad distinta. Ahora parecía frágil.

Las palabras de Giulá inflamaron el pecho de Ingvild con el deseo de comenzar ya las clases.

—Me encanta. Lo que uno aprende en la práctica no encuentra sustituto en la teoría.

No sólo pensaba en la universidad, sino también en su propia vocación. 

—Sí, soy historiadora del arte, y también artista. Una rara combinación en estos días, a decir verdad. Es ridículo, pero en algún punto parecen profesiones enfrentadas. Supongo que me gusta conciliar, aunque muchos sostengan que la palabra que mejor describe mi trabajo es "provocador". 

Todavía recordaba con cierto rencor las críticas que uno de los periódicos de Londres había publicado respecto a sus exhibiciones. Rencor prematuro, pues había sido una excelente publicidad para conseguir un mayor número de clientes, en general deseosos de recorrer los museos y galerías con una actitud irreverente.

Buscó en el celular y les mostró la crítica de sus tours en un oscuro periódico de arte londinense, donde la portada mostraba a uno de los retratos de una de las reinas de Inglaterra con un grafitti en rojo que rezaba "Slaver".

—A eso me dedicaba, esencialmente. Es muy gracioso cuando acuden personas que ignoran la naturaleza de la exhibición. Pero en estos días estoy tratando de dejar de hablar y escribir sobre arte para realmente hacer arte.

Una tímida sonrisa que contrastaba con la desfachatez de sus exhibiciones aleteó en sus labios. Y es que cuando hablaba de sus ambiciones artísticas Ingvild podía ser bastante reservada.

Ambos sonrieron cuando vieron la muestra en el móvil.

—Guay.

Y tras un par de segundos de silencio Tono suspiró como con un silbidito y habló.

—Ser provocador tenía sentido hace un siglo pero hoy en día la provocación es ortodoxia.

Su prima hizo un gesto con la mano como si apartara humo de su cara ante lo que el primo se encogió de hombros con cara de resignación y se explicó mejor.

—Hicieron de nosotros consumistas primero y turistas después. Turistas existenciales. Y para conmover a los somnolientos hace falta sockearlos cada vez más fuerte, hasta que el propio shock sustituye a ese click que ocurre con la contemplación. El sistema lo digiere todo y lo convierte en banal. Y el arte no es la excepción. Sobre todo el arte.

No digo con eso que lo tuyo no sirva. Seguro que has sacado de la inopia a más de uno. Pero cuando veas que el sistema te está digiriendo y que empiezas a formar parte de él, no te apures y simplemente cambia de rollo.