Partida Rol por web

Bediviere escuchó aquel intercambio sin intervenir, disfrutando a sorbos del vino blanco fresco y notando cómo la brisa marina acariciaba su piel. Cada vez que alzaba su copa con la mano izquierda, la pequeña pulsera de cuero negro con dijes que llevaba puesta tintineaba, entrechocando momentáneamente los ornamentos entre sí, provocando en ella el asomo de una sonrisa muy tenue. También, se podía entrever una evidente cicatriz lineal, perpendicular a la línea de su muñeca, de unos seis o siete centímetros, que si bien no parecía reciente relucía, con un color más pálido, sobre su piel clara. 

Los dedos de su mano derecha tamborilearon, un par de veces, inquietos, sobre la mesa. Sentía la necesidad de encenderse un cigarro. De fumar mientras disfrutaba del vino y de la brisa. Suspiró, lentamente, sin que pareciera haberse fijado en la mirada característica de Sharif, volviendo la vista hacia el mar. 

La pregunta de Nikita parecía haberla sacado de su propio hilo de pensamientos, a juzgar por el ligero fruncimiento de cejas con el que viró el rostro hacia el chico, como si no lo hubiese escuchado bien. Pero sí, lo había escuchado- Vengo a la Facultad de Estudios Esotéricos.-respondió, paseando la mirada, brevemente, por los integrantes de la mesa, quizá tratando de calibrar sus opiniones al respecto- ¿Y tú?

Antes de que la chica contestara —le pareció apaciblemente abstraída—, Nikita no pudo evitar mirar su otra muñeca. Igual que en la izquierda, pero algo menos intensa, una cicatriz de iguales características marcaba su piel superpuesta al trazado de su vena.

El chico desvió momentáneamente la vista hacia la mesa. Se preguntó qué habría podido llevarla a algo así cuando comprobó que Bediviere sí había escuchado su pregunta. Levantó la mirada de nuevo hacia sus ojos y antes de contestar asintió leve y lentamente con la cabeza.

Su imaginación no trabajaba con ninguna imagen concreta. No la conocía y no podía hacerlo. Sin embargo creyó llegar a cierto entendimiento cuando escuchó su respuesta. Apartando momentáneamente los fantasmas propios le sonrió y miró con mayor intensidad, como si llegado ese momento hubiera caído una barrera invisible entre las miradas de ambos. Al menos él lo vivía así.

—También yo —confesó e hizo una pausa buscando observar la reacción de ella. Después la sonrisa sincera y espontánea volvió a su rostro—. Y no tengo ni la menor idea de lo que nos vamos a encontrar… —comentó mirando momentáneamente a los demás y devolviendo después la atención sobre la chica.

—Por los conejillos de indias de la Facultad de Estudios Esotéricos —dijo y sirvió algo más de vino en los vasos que estuvieran vacíos o casi—. Deseadnos suerte.

Bediviere lo contempló, parpadeando un par de veces, con cierta sorpresa. Hubo también cierto alivio, en su expresión. Algo que no habría sabido explicar. Quizá el simple hecho de no saberse un islote a la deriva, en aquella conversación de gente entusiasta que quería comerse a trozos una vida de la que ella sólo tomaba sorbos, y a veces bocados más grandes. 

Prestó mayor atención a sus rasgos. Era joven. Seguramente más joven que ella. Había leído alguna vez que la gente que carecía de uno de los cinco sentidos desarrollaba capacidades sensoriales más agudas en otros aspectos, y no sabía si su entrada en la Facultad de Estudios Esotéricos pudiera tener algo que ver con eso. Desde luego, no era algo que fuese a preguntarle. Al menos no en ese momento. 

Notó que la miraba intensamente, tal y como ella posaba sus pupilas de aquel color gris verdoso, como el cristal desgastado de una botella, sobre él. Era como si se volviesen a saludar. Pero sin hablar, y sin tenderse la mano. O al menos ella lo habría explicado de esa manera. 

- Por los conejillos de indias. - dijo, levantando su copa, y dando un sorbo al vino, volviendo a posar la mirada sobre Nikita- Yo tampoco tengo la menor idea de lo que vamos a ver allí. Sólo espero que valga la pena haber cruzado medio mundo por algo que al final... Es seguir una corazonada. Aunque tampoco es que dejase grandes cosas atrás, además del trabajo. 

Se podía respirar la curiosidad y la incertidumbre acerca de qué diantres iban a ser esos estudios. De hecho, tardaron un poco en hacer mofa de eso. Fue Sharif.

—Pues lo siento mucho por vosotros, de verdad, pero hoy he oído en la radio que han nombrado decana a La Bruja Alala.

Nikita, al igual que cualquier asteropés mínimamente noctámbulo que se preciara, sabía perfectamente quién era ese personajillo infame. Una señora cuyos rasgos parecían haber crecido más allá de su cara a base de inyecciones de silicona que echaba las cartas a los incautos en las televisiones locales a altas horas de la madrugada.

Todos rieron pero no se explayaron más. Enseguida Irene hizo suya la sensación de incertidumbre.

—Seguro que sucedería algo parecido con el primer curso de Bellas Artes que se hizo en una Universidad. Tendrían el arte como un oficio, no como una ciencia, supongo…

Y Sento.

—Pues imaginad la Arqueología, que al principio eran un puñado de saqueadores poniendo dinamita en las ruinas en busca de tesoros.

Sharif aprovechó el comentario de Sento para apuntillar.

—¿No sigue siendo más o menos eso?

Kosmos se unió a las risas mientras servía los primeros "zeccas" y unas "latas" junto con otra botella que sudaba de frío.

—Me viene el caso de un cónsul estadounidense que tras oír leyendas en las que se describía el sacrificio de doncellas ricamente ataviadas en el cenote de Chichén Itzá compró los terrenos por 75 dólares, lo drenó y vendió todas las ofrendas ilegalmente en USA.

Bebió un buen trago.

—Pero aunque ahora guardamos un poco mejor las formas es verdad que parte de nuestro trabajo es fastidiar ritos, no sé lo que pensarán vuestros profes de nosotros.

Nikita sacó el móvil y tras buscar una imagen, se la mostró a Bediviere.

—La señora decana —comentó enseñándole el rostro de una mujer que parecía tener dos longanizas por labios y un perro muerto por peluca —Si nos da un discurso de bienvenida a ver quién tiene los huevos de sentarse en primera fila.

Escuchó los comentarios de todos con una sonrisa mientras daba las gracias a Kosmos y tomaba el bocadillo que le correspondía.

Volvió a observar a la chica. Habría querido decirle que valdría la pena, que él tenía la misma corazonada, pero pensó que de poco le serviría un comentario así de un desconocido. Se preguntó si trataría de alejarse de lo que la había llevado a buscar la muerte y habría ido allí para encontrar una salida diferente. Resultaba tranquilizador al menos que las cicatrices parecieran antiguas. Por no resultar invasivo no quiso preguntar cuál era el trabajo que había dejado.

Respecto a su propio caso, no es que hubiera cruzado medio mundo precisamente, sino más bien la isla. Aunque a veces unos cientos de kilómetros podían bastar para proclamar una voluntad parecida.

La verdad es que todavía no sentía haber dejado nada atrás ni estaba seguro de poder llegar a hacerlo en algún momento. Respecto a las expectativas, saldrían de dudas pronto.

—Mañana empezamos así que ya te contaré —respondió al último comentario de Sento. Ahora que ya estaba claro que no bromeaba sobre la arqueología, aprovechó para preguntar.

—¿Puedes contarnos en qué estás trabajando?

Bediviere escuchó, un tanto extrañada, sin entender del todo la broma, hasta que Nikita le enseñó una imagen de la mujer en el teléfono- Vaya...-dijo, esbozando cierta expresión de disgusto- ¿Y a qué se dedica esa mujer? Además de a intentar escapar de la edad que pone en su carné y asustar niños por la calle.-preguntó, agarrando su propio bocadillo, dándole un bocado comedido, tapándose los labios mientras masticaba y finalmente mirando a Sento, pendiente de su respuesta. 

Rió secamente antes de contestar a la pregunta.

- Nada de Mediana. Runner. De alguna manera hay que compensar un vicio con otro. Ademas los hobbits son inobjetablemente Ingleses y yo, según el canon de Tolkien, soy grande hasta para una enana.

Le alargó uno de los estilizados pitillos de su propia cosecha. Picadura de tabaco tropical y papel italiano con filtro.

- Toma relájate. Quizás un par de caladas te mejoren el animo - extendió la llama de su zippo plateado para encenderselo. Tuvo que alzar algo los brazos - disfruta de esta exquisitez mientras pueda ofrecértela, por que no pude pasar mucho por la aduana. Cuando se acaben estos - agitó la pitillera - va a tener que ser el producto local.

Aspiró la primera calada dándole tiempo a que él atacara la suya propia.

- ¿Como empiezo el compadecimiento? ¿Lo quieres real o solo civilizado? - preguntó sin mucho tono rijoso. Le echo un vistazo a la pelirroja, que parecía haber decidido capturar al chaval de los cascos como su siguiente victima, o lo que fuera

- Familia ¿Um...? - lo contemplo con un mohín clemente - ¿Ella no quería venir y a ti te han endiñado el típico 'Victor cuida de Azia' cuando ella no quiere ni saber del tema?

¿Oh?... - alzó sus cejas tanteante - No es de mi incumbencia y podemos cambiar a temas mas amenos como culturizarme de Astérope. O hablar de bichos. O Rugby. O fumar en silencio.

- Por cierto que el agradecimiento iba en serio - sonrió bajo el ala de su sombrero, confesando la sospecha de que no era tan tonto como ella - algo debías saber de por donde caía el colegio mayor, y... - cruzó los brazos para fumar mejor - aunque fuera para escapar un rato, a mi, me vale.

Se arrepintió de sus palabras de inmediato. Tenía el beneplácito de la chica para pintarla, pero ¿se atrevería? Considerando los resultados con su última modelo, Ingvild lo dudaba mucho. En todo caso, si su compañera insistía, evitaría utilizar la cámara, pese a la tentación que no hacía más que crecer en su interior desde los últimos meses.

Tienes que controlarte. La acabas de conocer y ya estás por contarle todo. Suspiró, aliviada de que Giulá hubiera cambiado de tema sin prestar mucha atención a su propuesta.

—¡Muchas gracias! —tomó las llaves analizando el llavero de cuero— Así que, ¿Go Atlantós? —preguntó con un leve dejo de ironía.

No detectó ninguna mascota en el escudo, y tampoco sabía si era algo típico en los equipos de rugby como en los de fútbol americano, pero la cultura universitaria de Ingvild se limitaba a una escuela de arte repleta de snobs, donde un deporte tan brutal como el rugby estaba fuera de lugar por prosaico y salvaje.

Estaba cansada, pero no quería desairar a su compañera. Estuvo a punto de tomar el Abraxas y poner Black Magic Woman; aquella canción siempre le relajaba. Sin embargo, a último momento se decidió por otro disco psicodélico contemporáneo al de Santana, que le producía un efecto sedante similar.

Un brillo divertido pasó por los ojos de Bryony. Su madre nunca había tenido problema para darle a ella su opinión, la quisiera o no, pero le hacía gracia saber qué era lo que le había contado a su amigo-barra-examante. En realidad, su opinión tampoco le parecía demasiado relevante, Elisabeth era una científica, al fin y al cabo. Tenía en mucha más consideración la de su padre. ¿Qué pensaría él del ex de su esposa? 

Estaba dándole vueltas a eso cuando se cruzaron con el Ferrari y movió la cabeza y la postura para seguirlo con los ojos. Había leído sobre aquello, lo del gusto por los cochazos de Astérope, pero una cosa era leerlo y otra verlo. Ella tenía carnet por pesadez de sus padres, pero nunca había tenido coche propio. En el centro eso era un engorro y el metro una fuente inagotable de personas pintorescas, así que tampoco había querido uno. Ahora esperaba que la comunicación entre la facultad y Sassanova fuese buena, porque no tenía un plan B. 

Volvió a mirar a Remo cuando él hablaba de los vampiros y se rió con su símil, aunque también asintió, dándole la razón.

—Existen, sí. Pero tengo la piel demasiado dura y sus colmillos no la atraviesan. 

Frunció el labio superior, como enseñando los colmillos, se rió otra vez y se recolocó en el asiento con cierta impaciencia. Se moría de ganas de ver su casa nueva y conocer a Frida. Si era maja luego se la presentaría a sus amigos, les había prometido que harían una videollamada antes de dormir.

—Claro. Busca mi canal de Vimeo. Es la_sombra_de_la_libélula. Ahí puedes ver cosas y si prefieres ver pinturas, en el perfil hay un enlace a mi portfolio. 

Contempló el perfil del hombre mientras conducía y tras un segundo le lanzó una pregunta.

—¿Y tú a qué te dedicas? A lo mejor me lo han contado alguna vez, pero te confieso que si es así, se me ha olvidado. 

Adam apretó un poco el paso. No es que quisiera alejarse del autocar, pero sí necesitaba tomar un poco de distancia. Aquellos asientos repletos de gente voceando le ponían nervioso. Muchas veces, su madre bromeaba sobre su escaso don de gentes que, llevado al extremo se convertía en una verdadera aversión por sus congéneres. "Es que soy un poco asperger..." solía responder él con acidez. Pero no era así. Simplemente se agobiaba. Sentía que rodeado de gente que charlaba, si se quedaba callado y decidía no participar en la conversación, los demás pensarían de él que era estúpido. Pero es que generalmente las conversaciones de la gente de su edad no le parecían en absoluto interesantes. ¿De qué podría haber hablado en ese autocar... de los Ibis?

Con este pensamiento en la cabeza, Adam se encontró a si mismo contemplando la laguna. El paisaje era evocador. Naturaleza en plena efervescencia. Y eso, que lo dijera un canadiense era mucho... en el Gran Norte Blanco hay naturaleza para aburrir. Pero esta otra naturaleza parecía más llena de vida. De esperanza. Mientras que los bosques que circundaban Richmond eran profundos y antiguos, todo alrededor de aquella laguna parecía manar vida y juventud. Era hermoso.

- ¿Y la chica...? - pensó Adam para sí. Había salido del autocar y parecía seguirle aunque no tenía claro si era así o si simplemente quería también tomar distancia.

El chico la buscó con la mirada y, por supuesto la halló. ¿Y ahora...? Hablar o no hablar... he aquí la cuestión.

- Si la chica se acerca y la ignoro seré un imbécil. Si le hablo y ella no tenía intención de hacerlo en un principio seré un... ¿acosador? En serio, tío... eres un drama. Échale huevos...

- Hola... - saludó como si fuera la primera vez que la veía. - Muy bonita tu canción de antes... 

Bebió un buen trago para generar expectación.

—Bueno, yo me dedico, sobre todo a espantar cocodrilos y bucear en ciénagas.

Tomó un platito de sardinas en escabeche y lo mostró con ceremonia para volverlo a dejar en su sitio.

—Desgraciadamente aquí no se dan las condiciones ideales para conservar la carne humana en escabeche como ocurre en los pantanos de esfango del norte de Europa. A veces, en las salinas de Trieste, pescamos momias interesantes... Pero normalmente, como en este caso, encontramos objetos que escupen las marismas.

Y lo que pescamos hace tres meses mola un montón.

Al principio pensamos que era una armadura porque sorprende su parecido con una "panoplia" -un equipamiento militar- micénica del siglo XV antes de Cristo. Al igual que ésta, incluye una coraza de láminas de bronce y un casco de colmillos de jabalí.

La panoplia micénica -conocida como la Panoplia de Dendra- era una protección muy incómoda, desde luego, pero cuando hemos analizado la nuestra nos hemos dado cuenta de que no permitía movimiento alguno, de hecho, parece una jaula para hundir condenados en el pantano.

Creemos que es del período Atlante tardío, en torno al tercer milenio antes de Cristo. Queremos afinar en la datación, porque está muy cerca del colapso y nos puede dar pistas sobre ritos sacrificiales en épocas de desastres naturales y decadencia cultural*.

Nikita escuchó atentamente a Sento. Esa pausa inicial tan estudiada había dado sus frutos y lo que contó no le defraudó lo más mínimo. Que la armadura que habían encontrado no tuviera ya un cuerpo tal vez sería decepcionante para los arqueólogos —encantados imaginaba cuando encontraran una momia—, pero a él le pareció que el hecho de que no la hubiera tenía algo más misterioso. Aunque con toda probabilidad sería porque el tiempo y el mar habrían acabado con todo rastro, pensó que podría haber estado vacía desde su inicio, que a lo mejor no era tanto una jaula para un condenado como algún tipo de objeto más simbólico. Aunque, ¿qué podría ser simbólicamente más poderoso que un sacrificio humano?

Pensó lo mucho que le habría gustado a Eleonora escuchar aquello y las muchísimas preguntas con que bombardearía a Sento y se encontró a sí mismo pensando en contárselo, aunque, ¿qué excusa tendría para llamarla? Tal vez si la encontrara casualmente alguna vez podría hacerlo. En fin.

—Si hubiera contenido un cuerpo, ¿quedaría algún tipo de rastro después de tanto tiempo? Quiero decir, ¿estáis seguros de que hubo alguien dentro en su día? La verdad que sería una muerte bastante horrible…

Y con todo no tan arcaica si pensaba en los cadáveres que podrían haber hundidos no muy lejos de la costa con un peso atado en los pies.

- Supongo que en vuestro gremio lo llamáis momias de manera genérica. Pero si hablamos de tierras húmedas de contenido acuoso estanco en teoría no se habría producido una momificación, sino una saponificación, creando las grasas corporales una cubierta grisácea y dura que salvaguarda los órganos internos durante un tiempo, al igual que los huesos.-dijo, tras escuchar a Sento- Es algo que se produce en zonas de terreno arcilloso, agua estancada e incluso en zonas inferiores de fosas comunes, debido a las condiciones de humedad y estanqueidad, que son propicias. Eso explica que en esas zonas pantanosas de las que hablas sí que se conserven mejor los restos humanos-explicó, para todos, tomando un sorbo de vino blanco- En las zonas de mayor corriente puede producirse un proceso parcial de saponificación pero, es difícil que se conserve un cadáver igual de bien. Y supongo que menos todavía durante miles de años.-añadió, encogiéndose levemente de hombros, percatándose de que aquella era la intervención más larga que había hecho, desde que se hubiese sentado a la mesa. 

Se frenó de repente, como si Adam la hubiera pillado haciendo algo malo o como si hubiera roto algún tipo de hechizo de invisibilidad que no había fallado nunca antes.

—Era una canción idiota.

La brisa olía a mar. Se levantó las gafas muy despacio hasta ponérselas de diadema. Lo miró muy fijamente un par de segundos hasta que entornó un poco los ojos, como si mirara una lámpara.

Luego le enseñó un pie, levantando un poco la pierna y el camal de su pantalón. Un zapato bicolor de color chocolate y arena, de esos de claqué, con un poco de tacón.

—Ahora que me has cortado el rollo no sé si estarte agradecida por haberme ahorrado un año de cárcel.

—Siempre quedan al filo de bajar a segunda división, pero son unos payasos y tienen la simpatía de los aficionados. Zamco, mi —se tomó un segundo para decidir cómo llamarlo— amigo es delantero. Vivíamos juntos hasta el mes pasado y has heredado sus llaves.

Se encogió de hombros.

—No creas que te va a romper la columna vertebral o algo así por ocupar su habitación. Era mi mejor amigo desde mucho antes de que nos diera por experimentar con la vida en pareja y sigue siéndolo… Lo tendrás que aguantar mosconeando por aquí. Es como un niño grande.

Se soltó el pelo en un gesto rápido.

—Por cierto, tenía pensado ducharme ahora pero creo que tras nosecuantas horas de vuelo quizá te apetezca más a ti. Lo que quieras.

Sento celebró el comentario de Bediviere mostrando de nuevo las sardinas con una mano y dando una palma después.

—Lo malo para nosotros los arqueólogos asteropeses es que el calor, por lo general, no da tiempo a los ácidos de nuestros pantanos para que saturen los tejidos de los cadáveres lo suficiente como para que se conserven en escabeche, como ocurre con las "momias de las ciénagas" del norte de Europa.

Tenemos más suerte con las momias en las minas de sal del desierto…

Es difícil saber si hubo alguien allí dentro, se han hecho análisis y nada. Cinco mil años son mucho tiempo.