Partida Rol por web

Astérope

Tercer día

Cargando editor
25/12/2020, 17:48
Casa de Bryony

No había posibilidad de equivocarse de casa, por la música, que se oía desde la carretera. Habían un montón de coches aparcados en las cercanías, aprovechando cualquier hueco.

El horizonte sobre el mar estaba negro y por allí se veían las estrellas aunque cerca de la casa el cielo parecía mantenerse todavía anclado en la última hora de la tarde. Era una construcción muy moderna, de concepto abierto y horizontal, que reunía maderas tropicales con piedra, cristal, hormigón y acero. Aprovechaba una suave ladera que llevaba a la playa para crear dos plantas y distintos espacios amplios, poco recargados pero de líneas muy cuidadas.

Al llegar una verja abierta, y se entraba, sin más, por la "parte de arriba", con la piscina iluminada por unos focos de su interior. Cuando llegaron, ya parecía haber mucha gente.

Estaba muy bien iluminada. Tanto por dentro como por fuera caminar por allí era relajante para la vista. Había camareros de camiseta clara y pantalones oscuros repartiendo bebida y jóvenes como ellos reuniéndose en grupos mientras que a esa hora, recién caída la tarde, a la espera del disc jockey sonaban música tranquila, sutilmente psicodélica en la órbita de la canzonne moderna.

Notas de juego

La música en la Natilla :-)

Cargando editor
25/12/2020, 17:57
Nikita Pontecorvo

Una vez a solas en su habitación, Nikita cogió el móvil y se echó sobre la cama. Debía responder al mensaje de su hermano y se quedó unos instantes pensando cuál sería la mejor forma de hacerlo. Si se había propuesto ir no iba a poder evitarlo aunque Sharif lo tirara del coche en marcha, eso lo sabía bien, de modo que esa batalla la tenía perdida de antemano. Decidió pues concentrarse en ganar la guerra y de paso poner al enemigo a trabajar para él:

Demá nhi-ha festa (manzolana, dj, pissina...)1

Mira a ver cómo te lo montas para que Verochka se quede en casa o en vez de eso nos iremos a tomar un helado.

Sabía que iba a provocar un duelo de titanes pero que con Elio motivado tendría alguna posibilidad. Y aunque siempre podía terminar jugándosela el muy cabrón —ir con Vera, dejársela a él e intentar ir por su cuenta a la fiesta, por poner un ejemplo cualquiera— esperó que su hermano prefiriera no cabrearlo demasiado para futuras escapadas a Sassaneva.

No parecía un buen momento para recibir visitas de casa, eso desde luego. Pero al menos en la fiesta se suponía que estarían seguros y quién sabía cuál podría ser la situación más adelante...Dejó caer sobre el colchón el brazo que sostenía el móvil y soltó un bufido. Si pretendía que ese fuera un pensamiento algo alentador no lo había conseguido. En cualquier caso no tenía sentido seguir dándole vueltas a todo lo ocurrido sin posibilidad de llegar a ninguna nueva conclusión, al menos por el momento. También sentía que la cabeza empezaba a pesarle después de haber dormido unas cuatro horas en total en los dos últimos días.

Nikita respiró hondo tratando de dejar la mente en blanco. Después se quedó un momento mirando hacia la puerta de la habitación y luego de nuevo al techo. Poco a poco una sonrisa un tanto alelada se dibujó en su cara. Desde luego que no todo lo que había pasado había sido malo.

***

Las retadoras palabras de Bry cuando apostó que la juzgaría al ver su casa empezaron a cobrar sentido. El lugar era tan pijo como la casa de su tío Achille. La madre de Bryony, según había dicho, trabajaba con la Yumeko del King’s College y creía recordar que la madre de su compañera iba a ser profesora suya, pero que se ganara tanta pasta con la física no lo tenía claro. O sí, quién sabía. Con el potencial de aquella máquina era muy posible que hubieran muchas empresas implicadas sin ir más lejos. O tal vez eran algo más que meras investigadoras y ocurriera como con el padre de Branwen... En cualquier caso, y aunque no había ido a eso, de pronto se le antojó que no estaría mal tener los ojos abiertos por lo que pudiera encontrar que le pareciera sospechoso, aunque si algo lo era no pensaba que fuera a estar a simple vista, la verdad. Comprobó si tenía noticias de Sharif o algún otro mensaje nuevo en el móvil y entró en la propiedad.

Conforme se acercaba a la casa el volumen de la música empezó a resultarle molesto. Había traído la funda para guardar sus audífonos y aunque estaba acostumbrado ya a tener que retirarlos cuando iba de fiesta, aquello siempre hacía complicado comunicarse con la gente, al menos con la que no sabía o no tenía en cuenta cómo hablarle. Nikita los retiró de su cabeza; con aquel ruido de fondo no iba a poder entender a nadie de todos modos. Ya preguntaría a Bryony dónde podía dejarlos.

Dispuesto a dar un primer vistazo deambuló en busca de sus compañeros.

Notas de juego

1. "Mañana hay fiesta (casoplón, dj, piscina...)" en asteropés (todo el mensaje lo escribe en asteropés).

Cargando editor
25/12/2020, 23:10
Bediviere Lafayette

La puerta a sus espaldas se cerraba, sin hacer a penas ruido. La miraba, quieta, durante un momento, mientras se llevaba una mano a los labios, acariciándolos someramente antes de apretarlos en una fina línea, chasqueando acto seguido con la lengua. 

Bajaba, lánguida, las escaleras, casi aferrándose a la barandilla. Empujaba la puerta principal del edificio con pesadez, y se llevaba una mano a los ojos, maldiciendo por lo bajo, al notar cómo el sol le daba de lleno en la cara. Llevaba la misma ropa que el día anterior, y ni siquiera se había maquillado antes de marcharse, para volver a casa. Masculló algo ininteligible, mientras tomaba el camino del paseo marítimo, procurando evitar el tramo de las casas viejas por el que había ido el día anterior. 

Se detuvo, un instante, apoyando los brazos sobre el muro que lo bordeaba, y se encendió un cigarro. El primero del día. Dio una profunda calada y suspiró, de puro alivio. Cerró los ojos, sintiendo cómo la brisa marina acariciaba su piel, y revolvía su pelo, mientras la pequeña dosis de alquitrán que sostenía entre los dedos se consumía en cenizas. Dio una segunda calada, y sacó su cartera del bolso. La abrió, y su expresión se contrajo. Su dedo pulgar acariciaba la superficie rugosa de la funda transparente en donde iba su carne, y una foto. Una nueva calada ardiente, que casi quemaba sus pulmones, la hizo toser mientras trataba de erguirse. Café y fluoxetina, se dijo, pensando también en darse una larga ducha de agua caliente al llegar.

******

Había dormido gran parte de la mañana, se había dado una buena ducha y había comido con Sento, de un humor sustancialmente mejor del que tenía cuando había entrado por la puerta. Había revisado su teléfono, unas tres veces a lo largo de la tarde. Algo relevante en alguien que solía ignorar aquel condenado aparato en el fondo de cualquier bolso.

Había empezado a arreglarse temprano y con calma. Escuchaba Joy Division, metida en el inmenso vestidor de su habitación, mientras revisaba entre su ropa. Fruncía el ceño, al mirarse al espejo un par de veces, hasta que lo que vio le pareció como mínimo, decente. Se maquillaba entonces, usando un delineador muy marcado, y el color Exorcismo de Kat von D sobre los labios. 

La impresión que le pudiera haber dado la casa en la que vivía Bryony quedó mermada por el hecho de haberla acompañado hacía escasos dos días a buscar abrigo y comida, después de su encuentro con la striga en medio de ninguna parte. Debía admitir que cuando aún no era noche cerrada, las dimensiones eran aún más relevantes.

Entró, con un cigarro en la mano, y vestida con una falda corta de cuero y una camiseta negra a rayas, más bien transparente, que dejaba a la vista de manera sugerente, el sujetador oscuro que llevaba puesto, y el tatuaje que adornaba su costado, en forma de molécula simple de un compuesto químico. Se preguntó si podría encendérselo dentro mientras miraba alrededor, frunciendo el ceño al acordarse de cómo Bryony la había llamado amargada la noche anterior. Sólo esperaba que no fuera la suya, la primera cara conocida que se encontrase. 

Notas de juego

El modelito en cuestión

Cargando editor
26/12/2020, 01:00
Bryony J. White

Outfit.

Salvo un rato por la mañana en que había estado hablando por videollamada con sus padres, sus amigos de Londres y algunas personas más, Bryony había dedicado el día a preparar la fiesta de esa noche, con la que estaba absolutamente entusiasmada. Estar ocupada con eso la había ayudado a no pensar demasiado en las cosas raras que habían pasado la tarde anterior ni en la striga que tal vez les seguía la pista. 

Para cuando la gente empezó a llegar, ella y Frida ya habían comenzado la juerga brindando con una bomba de eme, por el éxito de su primera fiesta juntas. Un rato después caía la tarde y Bry estaba sentada junto a la piscina, con los pies dentro del agua. En la mano tenía un mojito de vodka y lima, del que iba dando sorbos por una pajita negra. 

Llevaba una especie de vestido de gasa negra, totalmente transparente, que más parecía una especie de camisón o combinación que una prenda pensada para ser usada de ese modo. Llegaba hasta las muñecas, cubriendo sus brazos, y hasta el cuello, donde un borde de encaje lo rodeaba. De largo, quedaba un poco por encima de las rodillas. Un bordado de encaje negro en el frente ocultaba en parte sus pechos, aunque seguían siendo distinguibles. Lo poco discreto del vestido delataba que la única prenda interior que llevaba era la parte de abajo de un bikini negro, tipo culotte alto, hasta la cintura. Iba descalza y tenía el pelo suelto, cayendo descolocado a ambos lados de su rostro. Labios de color cereza y ojos delineados con khol negro. 

Estaba pendiente a medias de la gente que ya había llegado. Al principio se había dedicado a saludar a cada uno de los que entraban, pero después de los primeros diez lo había dejado correr y se había limitado a disfrutar de la fiesta. Había estado charlando con algunos y conociendo a los compañeros de clase de Frida, pero en ese momento estaba sola, con una sonrisa fácil en los labios y la mirada alternándose entre los invitados que pululaban por allí y las ondulaciones hipnóticas que hacía cada movimiento de sus pies en el agua. 

Cargando editor
26/12/2020, 10:00
Branwen Glyndwr

En un momento sutil entre haber hablado, haber escuchado a Bediviere completar lo que a ella no le salía, y terminar por oír a Bryony ¿mortificando? a la sureña, le dio las gracias sinceramente a la Americana sin voz pero si con los labios.

No alcanzaba a dar de si, más por cansancio y eso que aguantar era una cosa en la que tenía callo. Pero se rindió con una sonrisa agotada mientras llenaba el estómago de su último cucharadon de tiramisú. Anoto el teléfono del novio de la Profe casi por castigo en la moleskine.

No os voy a mentir. No esperaba la Universidad tan intensa. Bien Intensa. Pero... - hizo un gesto en el medio de la excitación y el agobio - que me aspen si me echo atrás.

Se desperezó y dejo el plato a un lado perfectamente limpio de dulce antes de pedir un taxi.


Amaneció con el sol, justo como si el cuerpo le respondiera con los viejos hábitos a las nuevas circunstancias. Habrían sido cuatro o cinco horas de sueño, no más, pero no se sintió pesada ni cansada. Ni siquiera por sus pensamientos. Con revelaciones truculentas y todo, se sentía dispuesta y optimista.

Enseguida se puso en marcha, ojeando lo que tenía que comprar mientras se aseaba (era una digna pupila de Deian en esas cosas) y casi tenía listo el pedido cuando se terminó de duchar (prueba de humedad del móvil superada).

Como en cualquier localidad civilizada recibió su portátil de currelo al final de la mañana. El ‘Otro’, el Bueno, iba a tener que tardar un poco más. Ya solo encontrar todas piezas había sido divertido. Como también conseguir el modelo de móvil para su detector de seguridad, en las especificaciones y la cantidad necesaria.

Lo estrenó en shorts y camiseta pegada a la ventana para empaparse de la luminosidad del medio día, escribiendo con tranquilidad los bosquejos del trabajo sobre el I Ching que debían entregar el lunes, borrador que envió en copia a los demás para ir discutiendo, puliendo y mejorando.

No quiso estropear la tarde con más seriedad profesional y se relajó revisitando los primeros capítulos de la temporada de Tennant de ‘Doctor Who’ en la app de la BBC. Aunque su persona favorita de la serie era Missy nunca se cansaba de cualquiera de los arcos y los cambios de doctor. Seguiría por siempre siendo muy poco aficionada a la ciencia ficción, pero de alguna manera la tele pública había podido meter una cuñita en su corazón.

Estaba a mitad del suspense de Reinnete cuando por fin Deian le llamó. Casi justo a tiempo para pedirle consejo. De reojo le dedicó un largo mirar a los atuendos que tenía preparados. El especial, que había planeado para su mayoría de edad, y el más informal que podía considerársele, para ella, más clásico. Clavó sus ojos en el primero.

Sería evidente que estaría yendo a su guardarropa mejor, pero realmente sentía que debía empeñarse hasta el fondo con ello. Aunque quedaran dos meses largos para ello.

Hasta la moderación necesita moderación. Y con el chorreo que habían llevado los dos últimos días se había dado cuenta de que no pensaba del todo igual. 

Era una sensación de avance sin guía, una carretera en la oscuridad que podía adivinar por los coches que circulaban por ella con las luces encendidas, se había dicho al predecir. 

Se había ido preguntando a ratos si era la adultez. No creía que fuera a percibir esa sensación como una huella palpable, hecha a surcos, pues no todas sus emociones evolucionaban a la misma velocidad, pero ahí estaba.  

Se ayudó de los consejos de su tío con el maquillaje mientras hablaban. Bien lo necesitaba. Que será ¿La segunda o tercera vez que hago esto? Tendría que un día preguntar por consejos a las chicas. También de vestuario.

Fue precisa y precavida. Lo cierto que se divirtió. Las bromas de su tío, sobre su habilidad y las anécdotas de sus novias la animaron sobremanera. Los dos sabían cuando levantar al otro aun cuando no supieran ni preguntaran todas las causas.

El resultado era efectivo en su simplicidad. Algo de sombra en los ojos, algo en las mejillas de color, un chocante carmín rojo oscuro con trazas de negro. Sus colores. Lejos de los de su ‘Casa’, el viejo chiste familiar.

Se recogió el pelo antes de enfundarse el vestido. Se anudó la martens buenas y finalmente sonrió al teléfono completamente lista. Si el mundo no entendía que para ella esto era lo espectacular, que le diera lo mejor, y se dejara de romper mierdas, que ya había sido suficiente de guardarse erizos en los bolsillos. Dame una noche. Por favor.

Se despidió con un beso y se arredró a coger el taxi que le estaba esperando, mini bolso en ristre (en algún lugar tenía que guardar la moleskine, el móvil y las gafas por si acaso, que las lentillas eran traicioneras).

Cuando el amable taxista (era asteropes después de todo) la dejó en la puerta, regalo en una mano y nervios en la otra, inspiró y exhaló con calma con tanta concentración que lo impresionante de la casa de Bryony se quedó desplazado. Se alisó los dragones en el estampado de la falda y se lanzó a entrar. Su último pensamiento fue si en la sensación de transferencia que de vez en cuando en su vida había experimentado hoy ella iba a hacer de emisor, como al revés había sucedido en el pasado.

El penúltimo fue pensamiento fue sobre Adam, y bueno, ese regusto en general de entusiasmo atropellado sin una pizca de certeza sobre la posibilidad, ya se sabe, de que algo pudiera pasar.

Notas de juego

Este es el out fit (preferí usar el de la actriz porque me parecía más pegado al PJ) En vez de los motivos florales de la falda lleva modelos estilizados del símbolo de la derecha, pero en rojo y negro)

Cargando editor
26/12/2020, 16:02
Adam Dyer

Adam declinó amablemente la oferta de Nikita para pasar la noche (o, mejor dicho, lo que quedaba de esta) en su casa. De buena gana lo habría hecho pero allí parecía que ya había quien iba a pasar la noche y le parecía mejor opción que él mismo. Se despidió con una sonrisa cansada, se disculpó repetidas veces por sus también repetidas salidas de tono y prometió devolver la ropa limpia, planchada y en perfecto estado de revista. 

Cuando el chico entró en su cuarto allí en la residencia de estudiantes, le pareció que había salido del mismo hacía seis meses. Pero no... realmente no habían sido ni seis horas, pero aquello estaba tal y como Nikita y él lo dejaron, esto es; puertas y ventanas selladas con caminitos de sal y, en general, un aroma flotando en el aire similar al que tiene que haber en la escena de un crimen. Faltaba la marca de tiza en el suelo indicando dónde había caído el cuerpo. Y, claro, de estar, este cuerpo habría sido el suyo. La parte positiva es que tenía una larga tarea por delante. Era de madrugada y sabía de buena tinta que sus compañeros de terraza estarían aprovechando aquel viernes por la tarde como debía de hacerse... completamente al margen del hecho de que el velo entre el mundo terrenal y el de los muertos estaba más débil que nunca. Tanto que más que un velo parecía más una red para pescar atunes.

Adam organizó su cuarto... hizo la cama, revisó que Bry y las demás chicas no hubiesen jugueteado con el cajón de su ropa interior y, finalmente, recolocó la sal para que aquellas barreras construidas a base de místico cloruro sódico no permitiesen que nada que no tuviera que entrar, entrase y, por añadido, que nada que no tuviera que salir, saliese. Se cambió de ropa y vio que, junto a la ropa prestada, tenía una buena montaña de ropa que no había lavado. Sabía por alguno de los flyers que le habían dado a su arribada, que el colegio mayor disponía de lavandería de esas de monedas y el instinto le indicó que, si bien podía equivocarse, era probable que dado que esta no debía contar con personal propio, quizá funcionase las veinticuatro horas del día*. Y, vaya, las cuatro de la mañana era tan buena hora como otra cualquiera para hacer la colada. No le fue difícil encontrar el cuarto dispuesto para ello con sus máquinas lavadoras y secadoras... y una maquinita pequeña para cambiar los billetes a monedas. El tambor empezó a girar conforme Adam accionó los mandos ofreciendo a este un efecto hipnótico que hizo que el milagro llegase en forma del dulce abrazo de Morfeo. A las diez de la mañana del sábado, Adam despertó hecho un ovillo en las sillas del cuarto de lavandería. La colada hacía horas que había terminado y él, aunque tenía el cuerpo hecho un siete, se sentía descansado y, paradójicamente, con una sensación cercana al optimismo.

El resto del día lo pasó surfeando el filo de la duda ir o no ir a la fiesta, ese era el dilema. Porque él no era de ir a fiestas. Básicamente porque nunca le invitaban pero, que demonios, tampoco iría aunque le invitasen. Pero eso era allí en Canadá... ahora estaba en la otra punta del mundo. Se esperaba que fuese. Le habían invitado expresamente. ¿Expresamente? Bueno... había recibido un mensaje genérico. Eso no era como haber recibido una carta lacrada ni nada parecido. Por otro lado, Bry había insistido en que no aceptaría excusas y mencionó la transformación en "Capitán Tentáculo" como ejemplo de ello. ¿Acaso Bry estaba especialmente interesada en que asistiese? Cuando la cosa parecía que iba a ser una reunión en una casa parecía apetecible pero ahora que se hablaba de un centenar de personas, canapés, camareros, DJ y un larguísimo etcétera, resultaba abrumador. Por no hablar del tema piscina. Adam era canadiense... un lugar frío de narices y, ni siquiera en pleno verano, era muy amigo de las playas o las piscinas. De pequeño sus padres le habían apuntado a natación pero desde entonces no había vuelto a necesitar un bañador, ergo no tenía. Y, en caso de tener... ¿acaso iba a ir a una fiesta en bañador? ¿O iba a ser tan cutre de llevarlo debajo? Santo cielo... no pensaba mostrar su tripa al respetable ni por todo el oro del mundo. Así que bañarse no era una opción. Ergo ir a una fiesta piscinera no lo era tampoco.

Decidido... te quedas en tu cuarto. —sentenció no sin cierto disgusto.


Al atardecer se presentó en la dirección indicada de esta guisa. Con calzoncillos debajo del pantalón. Nada de bañador... eso ni pensarlo. Todo tenía muy buena pinta y, sin embargo se sentía como pez fuera del agua. Claro que el haber ido tampoco indicaba que se tuviese que quedar mucho rato.

Notas de juego

* Todo esto de la lavandería es un canteo que me permito a cuenta de que Cusa me diga si me he pasado de frenada, en cuyo caso, se quita y listo.

Cargando editor
26/12/2020, 23:18
Josean

Sintió a alguien a su lado y luego el agua removerse lentamente como si un pez hubiera pasado junto a sus piernas.

Sentado junto a ella había un un chico indefinidamente joven luciendo un look rococó que bien podría haberse visto en algún video de madonna. Su maquillaje y su ropa eran de una confección fina pero parecían decolorados, más por el paso del tiempo que por el uso. Eso y su extrema delgadez le hacían parecer como un muñeco que alguien hubiera sacado de un armario.

A pesar de que llevaba un bigote que podría no ser falso, su voz era de mujer.

—Anadiomena, aiotis, caliglutos, calipigia, porni, praxis, sosandra.

Cargando editor
27/12/2020, 02:17
Bryony J. White

Al notar que había alguien a su lado, Bry dejó por el momento su contemplación de las ondas del agua para saludar a quien fuese. Sus ojos brillaron con cierta fascinación cuando cayeron sobre la figura de aquel joven, su sonrisa se estiró, encandilada por su imagen, por su voz meliflua que decía palabras que no sonaban a ningún idioma que ella conociese, por todo su look.

No estaba segura de si se trataba de algún compañero de clase de Frida, alguien con ínfulas de poeta maldito y dadaísta, o si se lo estaba imaginando. El eme no debería provocarle alucinaciones, pero no era precisamente la primera vez que tenía experiencias extrañas tras consumirlo.

Hidromurias, salvajes ambonios, sustalos exasperantes —le respondió, diciendo cosas sin sentido ella también, era gíglico o algo así, parte de un pasaje que Puck recitaba a veces cuando estaba muy borracha. Al tiempo, su sonrisa se iba ampliando más y más. Luego se pasó al asteropés—. Hola. No era una fiesta de disfraces, pero me encantas. Soy Bryony —saludó, ofreciéndole la mano—. ¿Tú?

Cargando editor
27/12/2020, 17:18
Idris Faiek

El administrador del grupo de WhatsApp de la clase se le acercó con una copa en cada mano y una sonrisa.

—¿Cuál quieres, la que parece ron con cola o la que no se parece a nada que conozca?

Tenía puesta una camisa ceñida, un pantalón de pitillo y unos zapatones rojos.

Cargando editor
27/12/2020, 17:19
Farhiya Braganza

A los pocos metros de caminar entre gente se topó con Farhiya, la chica de las gafas tintadas romboidales —en clase había dos chicas con las gafas tintadas raras, ambas orientales, la japonesa a la que llamaban "Toto" y Farhiya, también asiática, pero más bien morena.

Tenía los ojos grandes, la nariz gordita y los labios gruesos. No demasiado como para que llamara la atención, pero parecía como si cupieran de milagro en su pequeña cara. Las gafas de alguna manera daban armonía al conjunto de rasgos.

Llevaba una camisa negra y brillante, sin mangas, con el cuello estilo mao y una minifalda de cuero corta con la que lucía unas larguísimas piernas y unos botines de tacón corto.

Le sonrió y le mostró un porro sin encender y un mechero que llevaba en la otra mano.

—¿Necesitas fuego? Hay una bandeja con porros de marihuana.

Cargando editor
27/12/2020, 18:54
Bediviere Lafayette
Sólo para el director

Bediviere saludó, con un ademán de esos que hacían que uno alzase ligeramente la barbilla mientras reconocía al otro. Observó a la chica dedicándole un vistazo rápido, entrecerrando ligeramente los ojos enmarcados en delineador. Fijó la mirada brevemente en sus larguísimas piernas, esbozando una leve sonrisa de medio lado, y se llevó el cigarro a la boca, para acercarse y dejar que Farhiya se lo encendiese, ofreciéndose acto seguido a encenderle el porro a ella. 

Menudo sitio, ¿verdad?- dijo, mientras daba la primera calada, con aquella satisfacción siempre presente del primer instante de consumo que mataba el ansia de su hábito- Farhiya, ¿no?-preguntó, confirmando su nombre. No se le daba bien recordar las caras de la gente. Aunque la suya era peculiar. 

Cargando editor
27/12/2020, 19:33
Branwen Glyndwr

Lo primero que le sorprendió es creer estar dentro del tocadiscos de Deian, envuelta por el sonido, con tan buena claridad que creyó que estaban tocando en directo.

Estaba grabando una nota de audio para enviársela a su tío, cuando la voz familiar de uno de sus compañeros la atrajo mientras se acercaba.

- Hola, Idris - le devolvió la sonrisa con simpatía - pues dado que con el ron con cola ya sé con lo que me enfrento, voy a atreverme con lo misterioso - amplío la sonrisa tomando el vaso con agradecimiento - Aunque ¿No es demasiado valiente? Deberíamos conocer ya nuestro veneno y todo eso.

Miró el alrededor abarrotado de una buena vibra, a su parecer y se lo tradujo de vuelta a su compañero mejorando más aún la sonrisa.

- Va a ser más fácil decir quien no esta que quien ha venido. Hemos venido todos lo de clase, seguro ¿Verdad? - preguntó mirando los pies de muchacho lo último - Por cierto si eres de bailar, te pido un turno - dijo antes de tantear un sorbo pequeño del espirituoso que le habían ofrecido.

Cargando editor
27/12/2020, 23:19
Billie

Aquello todavía no era una aglomeración pero ya se iban haciendo corros. Nikita supo que sonaba un rap italiano cuando vio el cambio en el sutil baibén bailongo de la gente. Era algo que solo los sordos sabían: todo el mundo baila, siempre, al son de la música que suene. Aunque crean que no lo hacen.

Un brazo surcó el aire como una voz lo hace en el silencio. Era una mano estilizada de dedos muy largos y piel muy clara, de una chica de pelo liso color beige claro. Vestía suéter marrón claro de hilo muy fino con un enorme escote, pantalones muy cortos y zapatillas converse blancas.

—[Hola Nikita ¿Cómo te va?]*

Al menos en ese primer instante, no la reconoció.

Cargando editor
27/12/2020, 23:47
Nikita Pontecorvo

Deambulando solo por el jardín, viendo los corrillos de la gente y sus sutiles movimientos al ritmo de la música, Nikita se sentía en cierta forma invisible. Era una idea absurda, pero al igual que un niño pequeño juega a que no lo ven cuando se tapa los ojos, el hecho de no oír nada mientras todos los demás hablaban o escuchaban la música le hacía sentir, a modo igualmente de juego, que en realidad estaba en una especie de dimensión paralela. Se entretuvo viendo los grupos que se formaban, los labios que se movían mientras la gente charlaba o se saludaba o el cambio en sus movimientos según el ritmo de la música, cuando de pronto un brazo agitándose en el aire llamó su atención.

Nikita miró perplejo a la chica unos instantes pensando que se habría equivocado hasta que leyó en sus manos de dedos largos cómo le saludaba y llamaba por su nombre. Automáticamente le sonrió. Era agradable encontrarse con alguien con quien poder comunicarse así y mientras respondía a su saludo levantando la mano, se quedó observando su rostro. Trataba de reconocerla y de que su vista no se desviara de sus ojos oscuros a la piel pálida que dejaba a la vista su generoso escote.

Notas de juego

Tirada en la Natilla (éxito).

Cargando editor
28/12/2020, 00:36
Josean

—¡Mi ropa no es un disfraz! ¡Ni mis palabras inventadas!

Se encogió de hombros.

—Cité de memoria algunos epítetos subidos de tono que podrías compartir con Afrodita, espero. Anadiomena "la que sale del mar". Aiotis o ¿Baiotis? Bueno eso venía a significar "la de orejas pequeñas". Caliglutos "la de los hermosos glúteos". Calipigia "bella fogosa". Porni "la puta, en el sentido no pecunario del término . Praxis "folladora" y Sosandra "salvadora de los hombres". Claro.

Abandonó por un momento la sonrisa.

—Ahora que he oído tu voz tendría que añadir más, como Urania, "la celeste"

Dirigió una mirada rapaz a su alrededor.

—Bonita fiesta ¿Verdad? Ah, me llamo Josean.

Soltó una risilla que terminó fingiendo un carraspeo.

Cargando editor
28/12/2020, 00:55
Bryony J. White

Cuando el joven protesto, al principio a Bryony le dio un acceso de risa, pero enseguida se corrigió y le dedicó una mirada de disculpa, sin perder la sonrisa. 

Pero cuando a continuación le explicó qué era lo que había dicho, le brillaron los ojos y se le entreabrieron los labios con cierta fascinación. 

—Es una fiesta genial, ¿verdad? —respondió, halagada y también un poco acelerada por el eme—. Es la primera que hago aquí y es enorme, hay de todo. En mi casa del SoHo no podía hacer fiestas tan grandes, no habría cabido ni una cuarta parte de toda esta gente. Pero no me importa porque tenía libertad. Aquí también, claro, pero es distinto. Allí tenía independencia también y eso aquí todavía no del todo. Sólo por fuera, pero por dentro... —Frunció los labios y se encogió de hombros. 

»Qué bonito eso que me has dicho antes, muchas gracias. Sonaba como poesía o como... chocolate derretido. Pero ahora que sé qué significa me gusta aún más. Tu voz también es preciosa. ¿Cantas con ella? Pareces una obra de arte tú entero, ¿me dejarás que te dibuje?

En algún punto de su cerebro era consciente de la extrañeza de la situación, pero en ese momento eso sólo lo hacía más excitante. Se le escapó una risa cantarina, aquella era tal vez la persona más peculiar que había visto en su vida y estaba encantada.

—¿Te puedo hacer una pregunta un poco rara? —Pero no esperó confirmación antes de seguir—. ¿Estás aquí de verdad? ¿Te puedo tocar?

Cargando editor
28/12/2020, 08:25
Billie

No llevaba audífonos y por cómo hablaba no era nativa en ese lenguaje así que o bien era muda, o bien era alguien que lo había aprendido.

—[Es normal que no me recuerdes, yo era una niña de tres años la última vez que nos vimos. Y te he reconocido porque te vi en una foto con tu tío Achille. Soy Billie, Billie Ellison]

Cargando editor
28/12/2020, 09:03
Nikita Pontecorvo

En el momento en que las manos de la chica terminaron de deletrear su nombre, el pulso de Nikita se aceleró. No pudo evitar que por un instante su sonrisa se congelara mientras observaba sus rasgos confirmando lo que decía. Recordó esa naricilla suya puntiaguda y el color imposible de su pelo —¿era rubia o pelirroja. Ella jugaba más entonces con Elio que con él, sobre todo porque Nikita no paraba quieto por aquella casa, explorando por todas partes.

Al poco su sonrisa volvió a ser natural aunque su corazón seguía acelerado. Con todo lo sucedido en los últimos días tenía la impresión de que nada ocurría por casualidad y no sabía cómo encajar que Billie Ellison estuviera allí. Afirmó con la cabeza a la chica mientras pensaba que era su tarea averiguar por qué la encontraba ahora precisamente, si tal vez ella traía algún mensaje aunque ni siquiera lo supiera. Al mismo tiempo que se recriminaba haberse puesto tan paranoico. En cualquier caso no parecía muda ni que la lengua de signos fuera para ella excesivamente familiar, así que prefirió hablarle.

Billie… No te había reconocido sin tus coletas —quiso bromear y se acercó a darle un par de besos—. Si me hablas despacio puedo seguirte bastante bien, pero hazlo como prefieras. Pero dime, ¿cómo estás? ¿Y tu familia?

¿Aún tendrían aquella casa?

Cargando editor
28/12/2020, 09:39
Farhiya Braganza

—Sí, y tú Bediviere ¿no?

Dio una buena calada al porro y siguió hablando tras tirar una bocanada de humo.

—¿De donde ha salido ese nombre? ¿Tiene algo que ver con Bedivere, el caballero de la tabla redonda?

Cargando editor
28/12/2020, 10:41
Bediviere Lafayette
Sólo para el director

Bediviere asintió, esbozando una suave y breve sonrisa- Mi madre es una apasionada de la leyenda artúrica. Y cuando estaba embarazada, buscó uno de los múltiples grafismos empleados para referirse a Ser Bedevere en los textos de la versión francesa, algo que le sonase un poco más femenino. -explicó- Se supone que es quien devuelve la espada Excalibur al lago al fallecer Arturo, en la mayoría de las versiones.  -añadió, dando otra calada, y frunciendo ligeramente el ceño al darse cuenta de que había sonado exactamente igual que su madre, dando toda aquella información excesiva y pormenorizada sobre su propio nombre. 

- Farhiya tampoco es un nombre muy común, ¿no? -dijo, apartando el cigarro hacia un lado, entre los dedos, exhalando- ¿Proviene de zona francófona? ¿Hablas francés?