Partida Rol por web

Ian da también una vuelta a la granja. Finalmente vuelve a la parte delantera. Los golpes se siguen oyendo detrás de la puerta. No responden a ningún patrón y os dais cuenta de que son constantes, no paran, pero no son regulares, o mejor dicho, son regulares pero no son rítmicos.

Me retiro un poco de la puerta y animo al resto a venir conmigo con un gesto de la mano. En voz baja, digo mirando a Ian.

-Esto tiene mala pinta. No me parece prudente llamar, porque ninguna persona cuerda aguantaria golpes continuos. ¿Crees que si te ayudo, puedes echar un vistazo por la ventana, para ver el interior de la casa, y entonces entramos por la puerta trasera de madera?

Al llegar a la parte en la que propongo asaltar la casa, le doy un par de golpecitos a mi arma.

Sí, Walter, aúpame... de hecho dí la vuelta por si entraba por la parte trasera*... -le respondí-. A ver qué hay dentro. Sue, en la parte de atrás hay una camioneta roja... Cabríamos los cuatros. ¿Podrías ir, por favor, a mirar si hay llaves? -recordaba cómo unos minutos antes, en el taller, me había dejado entrar en el coche para hacer un puente, pero al final no pudo ser-. Tal vez tenga llaves, no me he fijado mucho. Mientras, si te parece, voy vigilando con ayuda de Walter -le dije a la mujer-. Luego miré a Walter.

Cuando quieras, vamos a esa ventana. Me temblaba un poco la barbilla. Cada vez tenía más conciencia de que esos seres de película estaban tan "vivos" como nosotros. La situación era totalmente grotesca y letal.

Mientras Sue va a la parte trasera a buscar las llaves, Walter aúpa a Ian hasta la ventana. Fuera todo permanece tranquilo, por suerte.

Llegas a la ventana y das un vistazo, ves un pasillo cubierto con una moqueta de flores y cuatro puertas a la derecha, las cuatro están abiertas, pero el ángulo no te permite ver qué hay dentro. En la parte izquierda ves las escaleras descendentes al piso de abajo. No se ve a nadie.

Sue busca las llaves hasta debajo de las alfombrillas, sin éxito. Exasperada, cierra la puerta de la camioneta al salir de un portazo y observa alrededor, sin hallar nada de interés. Este lugar parece abandonado desde hace bastante tiempo. Sería mejor volver con los demás.

Dicho y hecho, la periodista vuelve sobre sus pasos con ligero caminar, mirando alrededor para que nada la pillé desprevenida 

En voz baja, con el pie de Ian en mis manos, le susurro.

-¿Ves algo?

Tras elevarme despues de que Walter me aupara, me agarré al alfeizar de madera, y traté de escudriñar el interior.

Pues... ugh... veo..., espera... un pasillo cubierto con una moqueta de flores y cuatro puertas a la derecha. Creo que... las cuatro están abiertas, pero no veo que hay más allá de ellas. En la parte izquierda veo las escaleras que bajan al piso de abajo... Creo que arriba no hay nadie. Pero no me atrevería a asegurarlo... -resoplé, aquel análisis visual no era trágico, pero tampoco nada esperanzador-. Walter -mirando hacia abajo-. Voy a colarme por esta ventana... ¿porqué no vas tú por la trasera? ¿Y si nos encontramos dentro? -le propuse-.

Sue vuelve con el grupo con cara de malas noticias:

-​​​​​​-Nada de llaves, pero diría que nadie vive aquí desee hace bastante. Eso quier decir que, o hay...ellos aquí o que ese golpeteo es producido por el viento o algún tipo de alimaña. Hasta que no entremos no sabremos, supongo.

Ian empuja la ventana primero y luego se da cuenta de que abre en sentido inverso, hacia fuera, tiene que hacer algo más de fuerza de lo que le gustaría, vamos que tiene que forzarla para abrirla a un lado. La ventana no es muy grande pero el bueno de Ian cabe perfectamente, de aparcacoches a asaltante cuasi-nocturno, pues el anochecer lo tenéis prácticamente encima.

Te cuelas en la casa y te arrastras a través de la ventana hasta que pasas del todo y te pones en pie. Ves las escaleras a tu izquierda y las puertas a la derecha, estás en el primer piso. Ves medianamente bien pero te das cuenta de que el piso de abajo está casi a oscuras.

No quieres preocupar a los demás, especialmente a Sue y a Bobby, pero la quemazón que sientes en la espalda, te recorre todo el cuerpo. Ya caminando notabas cómo te invadía, ahora estás sudando, notas el sudor y cómo la ropa se te pega al cuerpo. Estás casi seguro de que tienes fiebre, te duele la cabeza y notas los oídos taponados. Te cuesta respirar y notas el pulso acelerado, ya no sabes si por todo lo que estás viviendo, por la carrera, el bosque, la preocupación, la pelea, el no saber qué pasa... todo el grupo depende de ti, al fin y al cabo. No puedes abandonarlos, no puedes rendirte, no puedes enfermar. Utilizando toda tu fuerza de voluntad sacudes la cabeza y te juras a ti mismo que no les dejarás solos.

Nadie parece percatarse, pero tú sí. Walter tiene muy muy mala cara. Está sudando a chorros y le notas muy blanco. Te recuerda a la vez que tu amigo Carlos se puso enfermo y estuvo varios días sin volver a la escuela, sudaba y la profe dijo que tenía una fiebre muy alta y que tenían que llevarle al médico urgentemente.

Bobby se da cuenta de que su hermano está palideciendo y sudando más de la cuenta.

- ¿Te encuentras bien, Walt? Estás blanco -dice, preocupado-. ¿A que sí, Sue? Tiene mucho calor, está sudando. ¡Pero yo no tengo calor! -se mira las rodillas peladas por debajo de las bermudas caqui de pinzas de los scouts-. ¿Tienes fiebre, Walt? Carlos tuvo fiebre y la seño dijo que tuvo que estar unos días sin ir a la escuela. ¡Te tienes que quedar en casa! ¡Tenemos que encontrar a un médico! A lo mejor esta es la casa de un médico...

El pequeño empieza a ponerse nervioso, porque para él, su hermano es otro pilar en su vida y nunca enferma o muestra debilidad.

Sue se fija en Walter al oír las palabras del pequeño. Había olvidado durante los últimos minutos lo de la herida en la espalda de su novio.

-Walter, ¿Te encuentras bien? Ven, deja que vea esa herida, puede que se te esté infectando.

¡Me cago en la p***! -susurré al mirar escaleras abajo-. Me sentía en una auténtica película de terror. Miré a un lado y a otro, tratando de coger algo entre mis manos (un jarrón, un cuadro, algo que pudiera lanzar...). Entonces, antes de bajar, sentí enferma curiosidad de saber lo que había en las cuatro habitaciones a un lado de las escaleras... Entonces me encaminé hacia la primera, lento, muy lento, tratando de que no chirriaran los tablones del suelo...

En el tramo del pasillo en el que estás no hay nada que agarrar. Tan sólo la moqueta de flores y las paredes de madera oscuras y desnudas. Te asomas a la primera de las habitaciones, abajo se sigue escuchando el ruido, en el piso de abajo toc toc toc toc... entras muy despacio y ves una cama encajada en el interior de un cabecero metálico de color verde. La cama tiene una colcha de flores en tonos rosas. Está hecha y vacía. A la derecha de la cama hay un armario de madera, entreabierto, se ven varias camisas blancas y amarillas colgadas y unos pantalones negros. A la derecha del armario hay una pequeña mesa, que hace las veces de escritorio y una silla. Y detrás una ventana con la persiana echada que da a la parte delantera de la granja. Sobre la mesa no hay papeles.

Parecía no haber ningún descalabro ni disaguisado en aquella habitación. Comprobé que todo estaba bien, a priori, y seguramente sería la habitación de alguno de los hijos que habitaran allí. El caso es que traté de pisar con cuidado, no quería que chirriaran las tablas de la habitación. Me acerqué entonces al armario para inspeccionar en su interior. Tal vez habría más que ropa en él. Quizá hubiera algo que me sirviera para golpear: no tenía ganas de volver a patear un zombi...

Bobby empieza a ponerse visiblemente nervioso porque Ian no vuelve...