Partida Rol por web

-Así es, podrá responder a unas preguntas concretas, hasta tres -explicó Berenice-. Pero hoy Selûne no me ha concedido ese poder, las preguntas tendrán que esperar al anochecer. 

Lanzó un suspiro y se puso en pie para sacudirse el barro de la túnica. Lo malo de llevar ropa clara es que la suciedad se veía enseguida, por algo debía permanecer en el aire.

-Seguir el curso del río me parece bien -manfiestó-. Su falta de símbolos o escudos también nos indica que puede ser un mercenario, alguien de incógnito, un simple aldeano o ninguna de esas cosas. A lo mejor no quería ser identificado.

Galatea observó como Felinal emitía una serie de gañidos y gruñidos tras olfatear el cadáver.

—Dice que no reconoce el olor, pero que puede oler diferente al estar muerto. Aunque sí que puede confirmar que los hombres que los atacaron llevaban colmillos como este, y tenían la piel igual de dura.

Con la piel estaba claro que se refería a la armadura.

Se volvió a poner en pie observando aún el cadáver. Con cada paso por el Círculo, con cada imagen, había sentido que el vacío en la boca del estómago se había hecho más y más grande. Cada vez que pensaba en las piedras sagradas manchadas de sangre, en el estanque destrozado repleto de cráneos, en todos los cuerpos desperdigados por todas partes, en el altar de Silvanus... era como darse de bruces contra un muro de irrealidad que lo había sustituido todo. Se sentía agotada mentalmente.

—Me gustaría que... es decir, no puedo dejar...

Se volvió a llevar la mano al rostro, tapándose la boca con ella y clavándose los dedos en ambos lados de la mandíbula.

«¡Piensa con claridad!» se amonestó haciendo un esfuerzo colosal por mantener la compostura en cuanto sintió que le volvían a arder los ojos otra vez. Se obligó a analizar lo que tenía delante.

—Va a anochecer en una hora aproximadamente—masculló al final tratando de ocultar la tensión en la voz lo mejor que pudo—. Creo que sería mejor que esperemos y le preguntemos lo que podamos a este... señor. Empezando por quién es. Y dependiendo de la respuesta, intentar sacar algo de los atacantes, o qué hacía él aquí, o algo así, con las otras dos.

»Aparte, preferiría hacer un campamento para pasar la noche aquí cerca y llevaros al río al amanecer antes de que nos pille la oscuridad buscando algo en medio del bosque. Velar ya es complicado de por sí como para atravesarlo en horas nocturnas.

Con la noche cercana, acampar allí era la opción razonable. Sin embargo, Rya se cuestionaba si lo razonable era lo mejor para todas. Era una analogía imperfecta, pero ella no se imaginaba capaz de dormir entre las ruinas profanadas de la Casa del Misterio, entre los cadáveres de los acólitos, desconociendo el destino de Morann y Llewan. O en las de la casa familiar en las afueras de Harrowdale.

¿Podrías dormir mejor en la otra punta de Toril? El dolor de la pérdida y la culpa de la ausencia perseguían a una a cualquier parte. Incluso a través del tiempo.

¿Quieres que hagamos algo con los cuerpos de los difuntos, Gala? Si al menos podían darle reposo a los cadáveres, tal vez el espíritu de su amiga pudiera tener algo de paz esa noche. No sé cómo son los funerales druídicos.

Parecía que sí que estaba todo tranquilo. Durante un buen rato, Kora había estado un poco alejada, vigilando el camino. Al ver que parecía que nada les amenazaba, volvió sobre sus pasos y escuchó la idea de acampar por las inmediaciones. No le hacía nada de gracia y un escalofrío recorrió su espalda; pero prefirió guardar silencio y dejar que fueran sus compañeras las que decidieran. 

Qué diferente iba a ser aquella noche de la pasada. Dormir otra vez sobre el duro suelo, sintiendo cada piedrecita que se hubiera colado debajo de su petate... 

¿Quieres que hagamos algo con los cuerpos de los difuntos, Gala?

Al escuchar las palabras de Rya, la mirada de Kora se volvió hacia los cuerpos de los elfos que les habían atacado. Tragó saliva y una pequeña mueca se formó en sus labios. No le gustaba nada la idea de tocar aquellos cuerpos... Empezaban a tener un estado avanzado de descomposición y a la joven le daba grima. Pero también era consciente de que para Galatea aquello era muy duro, y quizás si les daban un funeral... Tendrás que tragarte tus escrúpulos... Se dijo apartando la mirada de aquellos cuerpos y volviéndola nuevamente hacia la elfa.

—Gracias, Rya. La verdad... es que sí—Galatea dejó ir un largo suspiro. Negó con la cabeza cuando la mystrana expresó su desconocimiento sobre funerales druídicos—. No pasa nada. Sólo necesito ayuda para enterrarlos. El resto puedo hacerlo yo.

Agradecía de corazón a quien quisiera echarle una mano con la tarea, porque no quería obligar a quien no quisiera. Sería suficiente con una sencilla tumba para cada cadáver animado al que se habían visto obligados a dar reposo, incluidos los dos compañeros animales, en una zona existente cercana al Círculo. Un pequeño claro dedicado a los que ya no están.

De hecho, una vez terminado aquello, Galatea se dedicó ella misma a buscar una semilla por cada uno; un piñón de las piñas de los cedros que había por toda la zona, para plantarlo sobre cada pequeño túmulo. Les dijo a los demás que fueran preparando el campamento mientras tanto, ella iría enseguida.

«Caminad de la mano del Padre Roble por sendas seguras...  »

La tierra madre era el origen de todas las vidas y ahora, aquellos que le habían dedicado la suya, retornaban a ella en la muerte. Pero de esa muerte crecería otra nueva vida. El ciclo tenía que continuar en equilibrio.

Lo cierto es que necesitaba respirar durante unos minutos, sin tener que contener la tormenta de emociones que rugía en su interior para mantener la compostura. Una vez se aseguró de que todo el mundo estaba lo suficientemente lejos, se dejó caer sobre las rodillas, sentándose sobre los talones y se abrazó al cuello de su lobo.

—No puede estar pasando otra vez, Áscalon... —masculló apretando la mejilla contra el suave pelaje—. No puedo perder a toda la familia que me queda otra vez.

El lobo gañó aplanando las orejas con tristeza, estando sentado intentó rodearla con la cola y le lamió la mejilla a su compañera, como si con aquello pudiera "limpiar lo malo". En aquel caso, una lágrima silenciosa contenida durante demasiadas horas.

La sola idea de que cómo era posible que un Círculo entero hubiera sido emboscado de tal madera le resultaba abrumadora. Pero si seguía pensando en los posibles motivos de que a Aleera le hubiera sido imposible contactar con ella se iba a volver loca. No encontrarla ni a ella ni a Garm allí en principio le daba algo de esperanza, pero también terror de en qué situación podría encontrarse.

Quería pensar con todas sus fuerzas que seguía viva, necesitaba hacerlo para poder seguir adelante... aunque también sentía que si no se desahogaba aunque fuese un poco iba a explotar. Y no quería que los demás la viesen, en aquel momento sólo se sintió tranquila confiándole aquella debilidad a su compañero.

Savinian se había arremangado y había ayudado a Galatea a enterrar los suyos. No era el tipo más fornido, pero la fuerza física tampoco le resultaba crucial; lo importante era ayudar en aquella penosa tarea y estar cerca de Galatea en un momento tan terrible. Cuando acabó estaba empapado de sudor y manchado de tierra. Se quitó las gafas, secó el sudor de la frente y bebió un poco de agua, dejando que Galatea estuviera unos minutos a solas con Áscalon.

—Voy a ver cómo está —dijo al resto de sus compañeras.

Savinian podía ser sigiloso como una sombra cuando se lo proponía, pero cuando se internó en la maleza para buscarte fue haciendo ruido a propósito para que le oyeras llegar.

—Te he traído un poco de agua fresca —te dijo acercándote el odre. Se rascó la coronilla—. Si necesitas algo, cualquier cosa, estoy aquí para ti.

Iba a decir algo más, pero se arrepintió y cerró la boca. Era de la opinión de que las palabras sobraban en una situación así, era más importante simplemente, estar.

—Tú solo... pide.

Rya ocupó el resto de la tarde y los primeros momentos de la noche ayudando a cavar las tumbas.  Sin ayuda de una simple pala, empleando las manos y herramientas improvisadas, era un duro ejercicio. Sésperis, con sus garras, se mostró más apta que cualquiera de ellos, y fue gracias a ella que los trabajos no se prolongaron durante horas. Cuando terminaron, depositaron los cadáveres en sus hoyos y llenaron las tumbas con la tierra. El Círculo se había transformado en un cementerio. Sin embargo, sin la protección de féretros, los cuerpos serían asimilados rápidamente por la tierra y le entregarían nueva vida.

Cuando terminaron, Rya le dio un  beso en la frente a su  amiga y se marchó tras Savinian, dejando a Galatea para que realizara las exequias en la intimidad.

Aquellos acontecimientos habían dejado a Rya intranquila. La asaltaban imágenes de una masacre en el templo de Mystra, y Morann desaparecida.

¿Tienes noticias de Oswald? preguntó al drow, mientras se lavaban la tierra y el sudor, antes de que se marchara a buscar a Galatea.

Galatea escuchó venir a Savinian y en principio fue un alivio que Áscalon se hubiera encargado de limpiarle la cara. Aunque levantarse de golpe ahora como si no pasase nada sólo recalcaría aun más que sí pasaba algo, el mago no era estúpido. Así que simplemente se quedó acariciando el lomo de su lobo.

Tuvo sin embargo la excusa perfecta para ponerse en pie y sacudirse las rodillas en cuanto Áscalon oyó a Savinian acercarse, pues el animal fue a recibirlo moviendo ligeramente la cola como quien pregunta esperanzado "Tú arreglas esto, ¿verdad?". Trotó a su alrededor en círculos hasta que llegaron de nuevo a la posición de Galatea, que fue cuando retornó a ella mirándola de la misma guisa de la que lo había mirado a él. Ahora parecía que estuviese diciendo orgullosamente "¡Mira lo que he traído!".

—Gracias, Savi—respondió la elfa aceptando el odre. Le había salido la voz rasposa porque lo cierto es que tenía la garganta seca y no se había dado cuenta hasta ahora. Bebió un sorbo y se lo pensó antes de responder al ofrecimiento—. Me temo que lo que me gustaría pedir no puede ser... Ya estás haciendo todo lo que puedes, es a mí a quien le gustaría poder hacer más.

Miró el interior del odre antes de volver a taparlo. El detalle de venir a buscarla era encantador pero no sabía por qué automáticamente se contenía con los demás. Torció el gesto con fastidio.

—Lo siento. Aunque quisiera, realmente no tengo el corazón de piedra.

Savinian negó con la cabeza.

—No, el vínculo empático solo funciona hasta una milla —respondió a Rya—, y Oswald no tiene forma de saber que nos hemos ido al Bosque de Velar. Estará en Velarburgo cuando volvamos y nos confirmará que Morann está bien y a salvo, ya lo verás.

El drow se acercó a la paladina y le dio un suave apretón en el hombro para confortarla.

—Estos cobardes atacaron el Círculo porque estaba en medio del bosque, pero nadie se atreverá a atacar el Templo de Mystra, en medio de la ciudad, y menos aún a tu familia —aseguró con vehemencia—. Ellarian Dawnhorn hace un gran trabajo dirigiendo a la Guardia.

—Oh, lo sé. Si lo tuvieras yo no estaría aquí —dijo el drow—. Y no hace falta que te disculpes. No tienes que explicarme que estás dolida por lo que ha sucedido aquí, y preocupada por tu hermana.

Savinian se agachó para rascar distraídamente a Áscalon en el pecho.

—Pero aún hay esperanza —dijo, eludiendo mencionar explícitamente que no habías encontrado su cadáver entre las piedras ensangrantadas—, quizá nos la encontremos pegándole una paliza a quien quiera que hizo esto.

Áscalon le dio algunos lametones a la mano de Savinian cuando este se puso a rascarlo. Galatea por su parte emitió una especie de resoplido irónico por la nariz.

—Sería un poco hipócrita por mi parte no quererte cerca por ser un elfo oscuro—dijo—. Ya sabes, "todos son malvados" al igual que lo son "todos los licántropos".

No le gustaba llamar "drow" a Savinian; dicho de un elfo a otro, aquél término era despectivo y para ella había una diferencia abismal entre un eilistreita y un adorador de Lloth. Lo más irónico de aquello era que la animadversión que los elfos de la superficie sentían hacia sus parientes de la Infraoscuridad era archiconocida. ¡Hasta el punto de que muchos se sentían insultados si alguien llamaba "elfo" a un drow!

Se cruzó de brazos mirando un punto indeterminado entre las tumbas donde acababa de plantar los piñones. No podía negar lo que el mago acababa de decir con respecto a cómo se sentía, pero eso no quitaba que la incomodaba oírlo en voz alta.

—Me gustaría limpiar toda esa sangre del círculo de piedras, volver a santificar el altar... Sé que ahora no hay tiempo para eso, y sin embargo sigue en mi cabeza repitiéndose una y otra vez—confesó con un suspiro—. Supongo que se me puede sacar del bosque, pero no se puede sacar el bosque de mí.

Se sentía como si estuviese siendo egoísta pero no podía evitarlo; se había criado bajo las copas de Cormanthor, aquella inmensidad verde era su casa. El Círculo de los Cedros podría parecer un claro salpicado de piedras sin bordes definidos en medio de ninguna parte para cualquiera, pero a sus ojos era una segunda casa. Y estaba destrozada.

El último comentario del mago sin embargo, consiguió que esbozara media sonrisa.

—Eso estaría bien—dijo pese a saber que no podía llevar más de un mes haciéndolo. Aunque sí que era el tipo de situación en el que ya había encontrado a su hermana más de una vez: concretamente cuando pillaba a algún gracioso tratando de poner cepos para osos—. Es solo...

El gesto se le diluyó de golpe al caer en la cuenta de algo. ¿Tantos secretos tenía realmente? Savinian había ido allí con la intención de animarla y el fondo no sabía cuál era el origen de su preocupación.

—Nunca... os he dicho por qué, de no ser por aquel accidente, no os habría contado que soy una lythari, ¿verdad?

Kora ayudó en todo lo que pudo. Aunque quizás no se esmeró tanto como sus compañeras, ya que le horrorizaba destrozar sus manos arañando la tierra dura. Tanto sus delicadas manos como sus cuerdas vocales eran los instrumentos con los que se ganaba la vida, y le preocupaba la idea de que les pasara algo. 

Una vez estuvieron los cuerpos enterrados, Kora se dirigió a la zona donde iban a montar el campamento y procuró que Aurum se encontrara lo mejor posible. Le puso agua y algo de comer. Acarició al caballo mientras su mirada se quedaba prendida en algún punto distante y su mente volaba, sin ningún pensamiento fijo. Tras unos minutos su mente volvió al presente, suspiró y se volvió a mirar el sitio que habían elegido para pasar aquella noche. Apartó un mechón de cabello de delante de sus ojos y se dispuso a despejar aquella zona de piedras y guijarros para que pudieran extender las mantas y descansar más cómodamente. 

Mientras trabajaba empezó a cantar para sí, una canción en voz baja, tan baja que a no ser que alguien se acercara a escasos centímetros podía escuchar la dulce y triste melodía.

Tras ayudar con los sepelios y rezar unas plegarias a Selûne, Berenice se dio cuenta de que ya había anochecido. Observó la luna a través de los árboles, pero no veía su brillo. Mientras los demás llevaban su duelo de una u otra forma, la celestial se elevó en el aire para posarse en una de las ramas más altas y poder observar la luna. Se sintió tremendamente sola allí arriba, como supuso se sentían también allí abajo. Se quedó un rato mirando la luna, en cuarto creciente, apenas faltaban dos noches para que estuviese completa.

-Señora de Plata, guía nuestro camino en esta noche aciaga. Necesitamos descubrir el mal que consume este bosque, algo funesto acecha tras los árboles y no sabemos lo que es. Concédeme tu gracia para encontrar las respuestas que necesitamos.

Tocó el símbolo y lo apretó entre sus dedos. Ahora más que nunca necesitaba sentir la presencia de la diosa. Durante una hora, alzó sus oraciones al firmamento estrellado y solo cuando se hubo llenado de paz y serenidad, descendió de nuevo junto a sus compañeros.

Rya respondió a Savinian con un abrazo. Uno breve, pero capaz casi de partir costillas. Que Mystra te escuche.

La paladina se reprendió por el momento de debilidad. No era el momento de mostrar dudas y temores, sino fortaleza y seguridad para que Galatea, enfrentada a la corriente salvaje de la angustia desesperanzada, tuviera a mano una roca a la que agarrarse.

Savininan te devolvió la sonrisa cuando fuiste capaz de sonreír tú misma.

—La respuesta es evidente a alguien tan listo como yo —te dijo, llevándose un dedo a la sien—. Porque no te preguntamos si lo eras, por supuesto. Desde entonces se lo pregunto a todo el mundo. Ese era mi plan para descubrir si alguien formaba parte de la manada de Vakennis. ¡Lo pensaba preguntar con "por favor" y todo! Eso hubiera funcionado contigo, ¿verdad?

Savinian negó con la cabeza y rio entre dientes. Dio unas palmadas a Áscalon en el lomo y se levantó.

—No es algo que sea fácil de confesar, supongo. "Oye, por cierto, me puedo convertir en una bestia monstruosa y comerme a alguien después de despedazarlos con mis propias garras". La licantropía es algo que da miedo a la gente —dijo el drow. Él mejor que nadie sabía lo que el miedo provocar cuando añadió:—, y el miedo por lo que somos a veces los aparta de nuestro lado. No te culpo porque no nos lo contaras antes del incidente, si es eso lo que te preocupa.

Savinian lanzó un gruñido cuando Rya lo atrapó en su abrazo de oso.

—¿A mí o mis costillas partiéndose? —dijo en un fingido tono ahogado, tratando de quitarle hierro a la tragedia con humor.

Savinian rio entre dientes, como solía hacer él, con la sonrisa agradablemente provocadora de un sátiro. Volvió a colocar la mano en el hombro de la paladina en un gesto afectuoso. El drow bizqueó y tuvo que apartar los ojos de la paladina, pues su armadura luminosa le dejaba medio ciego. Se caló sus anteojos para tolerar la luz que desprendía su amiga.

—Seguro que nos oye. Ten fe —dijo, y cayó en la cuenta de algo—. ¡Ja! Yo diciéndole a una paladina que tenga fe. ¡Yo! Qué fácil es tener fe en una religión cuyos rituales consisten en que las sacerdotisas bailen desnudas a la luz de la luna, ¿no crees?

Amplió su sonrisa y le guiñó el ojo.

En ese momento, Berenice descendía de las alturas y escuchaba las últimas palabras de Savinian.

-Uh, yo no bailo desnuda a la luz de la luna... -respondió, antes de darse cuenta de que no se refería a Selûne, sino a Eilistraee. Se dio una palmada en la frente y acabó riéndose-. Vale, ya veo por donde vas. He recibido la bendición de la Dama de Plata y podemos hablar con el fallecido. Cuando queráis.

Se acercó al cadáver y lo preparó todo para poder conversar con su espíritu. No era el trabajo más grato del mundo, pero alguien tenía que hacerlo mientras los demás masticaban y digerían la tragedia. Berenice ya había visto tantas cosas parecidas en el pasado, que a veces sentía que era de roca.

Eso tiene que ser digno de ver, Savi, dijo Rya, de mejor humor, devolviéndole el guiño. Tienes que llevarme a verlo algún día. Aunque no va a ser suficiente para apartar a mi Señora de los Misterios de mi corazón.

Berenice había terminado sus oraciones y se posaba en el campamento. Por el día, a pesar de las alas, la mujer no parecía tan diferente de la que había sido una vez. Las noches en las que el brillo de Selune era diáfano, los destellos que arrancaba en sus alas y su cabello mostraban de forma nítida su reciente naturaleza. La paladina se la quedó mirando con la boca abierta, como una idiota, hasta que se dio cuenta y apartó la mirada, incómoda. Si hubiera descendido de entre las nubes a la plaza de Velarburgo, durante los festejos, hubiera atraído todas las miradas, y ninguno se hubiera atrevido a llamarla chiflada nunca más.

¿No esperamos a que vuelva Gala? acertó a preguntar, al darse cuenta de que la lytharii no se encontraba aún entre ellas.