Partida Rol por web

—Aceptaremos toda la ayuda que podáis ofrecernos —dijo la sacerdotisa, caminando hasta ponerse a la altura de la Jezzara y depositando su mano en el hombro. La drow volvió a gruñir—. Como ha dicho Jezzara llevamos un mes luchando sin parar y los que quedamos estamos exhaustos, al límite de nuestras fuerzas. ¿Sois entonces los famosos Escudos de la Rastra?

La sacerdotisa no podía dejar de tener esa sensación funesta, la sentía pegada a la piel, como la humedad del ambiente o la resina pegajosa de los árboles que la rodeaban. De todas formas, era mejor ser precavida, pero no hacer una bola de algo que solo había sido un sueño y sucedecería dentro de unos días, o no sucedería. Lo pero era el recuerdo de la maga, su cuerpo destrozado de forma horrible; podía aguantar los destinos funestos, pero soñar con la muerte de alguien era lo que más le revolvía las tripas. No se iba a acostumbrar a algo así.

Cuando llegaron al claro, Berenice observó la escena con el estómago del revés y tuvo que cerrar los ojos un momento. Inspiró hondo y dio un paso hacia delante.

-Saludos, Doncella Oscura. Yo soy Berenice, oráculo de Selûne. Sí, somos los Escudos de la Rastra -le dijo a la sacerdotisa-. ¿Necesitáis ayuda divina? Puedo restablecer vuestras heridas y aplacar el dolor. ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué está sucediendo?

Sintió ganas de contárselo todo, pero tal vez, los restos de una batalla con cadáveres aún frescos no era el mejor lugar. Miró en derredor antes de que la drow le contestara, buscando alguien a quién poder salvar de la muerte.

Supongo que Savi os ha hablado de nosotras, dijo Rya. Una débil sonrisa se abrió paso a través de la máscara de preocupación.

Es tal y como dice, añadió. La sonrisa se desvenació de su rostro. Fuerzas inicuas atacan el Valle, y cada día temo más que no sean coincidencias aisladas.

El conjuro que se le había escapado entre los dedos antes de la reunión con sus amigos había sido como una premonición funesta. Savinian había informado de los drows que estaban atacando directamente a bandas de aventureros, y ellos habían encontrado otros elfos oscuros aliados con las mesnadas de Kazok y sus mercenarios, siguiendo la información de Galatea. Berenice había hablado de sueños que, en lugar de mostrarle el futuro, le habían mostrado un pasado en el que un imperio mágico de poder inmenso caía al desgarrarse la Urdimbre, y del sacrificio personal definitivo que la antigua diosa de la magia había tenido que hacer para repararla. Justamente, aquel día, Rya sentía cómo algo fallaba dentro de ella, en aquella parte de su ser que estaba entrelazado con la Sagrada Urdimbre.

Me llamo Rya, se presentó. Hechicera y guerrera de Mi Señora de los Misterios. Os ruego que escuchéis antes el relato de nuestras pesquisas y batallas de estos días, pues conocerlo ayudará a que nos entendamos mutuamente.

La paladina descendió de la grupa de Sésperis y dedicó un minuto a ordenador sus pensamientos antes de hablar.

Vinimos al bosque hace dos jornadas, buscando indicios sobre los ataques de lobos de dientes ennegrecidos en los alrededores de Velarburgo, explicó. Encontramos el Círculo de los Cedros profanado, y tomado por una horrible planta que había transformado los cadáveres de varios de los druidas en marionetas.

Desde allí, seguimos las pistas hasta una caverna tras una catarata. Nos enfrentamos a mercenarios humanos y drows aliados. A una dríada corrompida, un druida llamado Kazok y sus mesnadas, añadió. Conseguimos acabar con la dríada, pero tuvimos que retirarnos para evitar la derrota.

Tratamos de seguir a uno de los mercenarios que servía a Kazok, un licántropo lobuno, pero el rastro nos fue esquivo. Acudimos a la Colina Aullante a pedir ayuda a los licántropos selunitas, pero en su lugar, encontramos a otros licántropos, malaritas. Fue entonces cuando decidimos venir al Calvero. Temíamos que hubierais sufrido un destino similar a los druidas de los Cedros y los seguidores de la Doncella Lunar, concluyó. Reconforta mi corazón que no sea así.

Por primera vez desde que se había reunido con el resto de Escudos, Galatea sintió algo de alivio. Y ni si quiera fue por ella, sintió alivio genuinamente porque Savinian no se hubiera llevado un disgusto. Aunque la situación de los eilistreitas no era para tirar cometas al viento pero... era mejor que lo que habían ido encontrándose hasta ahora.

—Los licántropos de Selûne aun pueden salvarse—matizó las palabras de Rya—. Los malaritas derrotaron a su Alfa y al ser más numerosos se quedaron con toda la manada, pero si siguen vivos dudo mucho que estén a gusto con la situación.

Habían atacado todos y cada uno de los lugares en Velar que podrían suponerles un estorbo. Y lo que más la enfadaba era que les había salido prácticamente todo bien. De hecho, coincidía con Rya en que parecía que al valle entero le hubiera dado por volverse loco; estaban pasando cosas raras por todas partes y era difícil que fuese todo casualidad.

—Yo soy Galatea—dijo omitiendo el apelativo, probablemente no era lo que mejor iba a sonar en toda aquella situación—. Es un alivio que al menos no hayamos llegado tan tarde para echaros una mano a vosotros. ¿Cuántos s... ?

Áscalon ladró en ese momento, se sentó junto a la druida y se puso a mover la cola, mirando a Zilvra con las orejas amistosas en alto y respirando con la lengua fuera. Galatea hizo girar los ojos en redondo, suspiró y le palmeó suavemente el cuello.

—Y él es Áscalon.

Así es. La manada de Colina Aullante no tenía por qué estar perdida para ellos.

La dragonnel había agachado las patas, y a pesar de su largo cuello, tenía la cabeza a la altura de la de la paladina. La observaba fijamente, en silencio. Era capaz de hablar, como había descubierto el día que la conoció, mucho antes de que aparciera en Ciudad de Harrowdale causando el pánico. Raramente elegía hacerlo.

Ella es Sésperis, de Cormanthor.

Jezzara asintió con gravedad.

—Conocemos el destino que han sufrido nuestros aliados de Colina Aullante y del Círculo de los Cedros. Hemos acogido en nuestra congregación a los que han podido escapar de uno y otro bando y hemos luchado junto a ellos todo este tiempo. Contra el Pueblo de la Sangre Negra y contra los drow de una casa huida de Maerimydra —replicó la drow, y bajó la mirada para hurgar en el suelo con su bota—. No estamos tan seguros de que los licántropos que queden en Colina Aullante sigan siendo de los nuestros, o puedan salvarse. Creemos que les están dando... lo que sea que mancha de negro los dientes de los lobos y les hace volverse ferales.

Volvió a trabar su mirada con la de Rya.

—No conocíamos la existencia de la dríada corrompida y del druida de las Cavernas de la Catarata —reconoció—, ni sabemos cómo encajan en todo lo que está sucediendo. Si se han estado escondiendo quizá sea una pieza esencial del rompecabezas.

—¿Y mi padre? ¿Lo habéis visto? ¿Está bien? —preguntó Savinian.

Zilvra negó con la cabeza con suavidad cuando Berenice le ofreció su ayuda, y volvió a negar cuando Savinian hizo su pregunta.

—Desaparecido, pero eso no quiere decir que le haya pasado algo malo —respondió la sacerdotisa de Eilistraee—. Desaparece tan a menudo como tú.

Savinian soltó una risotada.

—¡Yo creo que se ha echado una amante! —dijo en un tono ligero que trataba de enmascarar la zozobra y la ansiedad.

—Entonces, ¿qué vais a hacer vosotros?

Galatea casi se atragantó con su propia saliva al oír aquello.

—¿Ha habido supervivientes?—dijo siendo incapaz para fastidio suyo de tapar del todo el ribete esperanzado en la pregunta—. Me... gustaría hablar con ellos. ¿Podéis llevarme adonde están?

Alguien, por amor de Selûne, ¡alguien había logrado escapar de aquella pesadilla! El corazón se le había disparado tan repentinamente que sentía el rugir de la sangre en las sienes... esperanza mezclada con culpa. Porque de nuevo no pudo evitar pensar en Felinal, en lo mucho que querría reunirle con su manada para que dejara de sentirse solo, y la incertidumbre de no saber si aún podía hacerlo fue como el afilado aguijonazo de un arbusto de corona de espinas.

Pero tenía que pensar en la parte buena de aquello, en que algunos se habían salvado, en  que quizá aun pudieran encontrar respuestas, quizá pudiera incluso aún encontrar a su hermana. Lo último le dio vértigo pero se las apañó para simplemente quedarse de pie y coger mucho aire disimuladamente.

Hasta que Savinian preguntó al menos, que fue cuando frunció ligeramente el ceño. No, no pensaba dejar que su amigo se tragara el sabor a hiel. Porque sabía que se estaba tragando el sabor a hiel. El mago siempre era la nota ligera que suavizaba las cosas pero no preguntas por algo si ese algo no te importa. Y él se había molestado en intentar aliviar su ánimo cuando ella se había sentido exactamente así.

Se acercó a él y le rodeó los hombros por detrás dándole unas palmaditas suaves en el hombro.

—Lo encontraremos—dijo añadiendo un apretón disimulado—. Para asegurarnos de si eso es verdad, o si por el contrario lo que está es dándole de bofetones a alguno de esos besarañas.

Se esforzó por sonreírle ligeramente. La última referencia sólo iba a entenderla él.

—Si podemos ayudaros a vosotros y rescatar lo que quede de la manada de la luna tendremos más posibilidades. Aun podemos darle la vuelta a esto y echar a todos esos desgraciados de Velar—respondió a Jezzara volviendo a adoptar un tono más serio—. Examiné antes a uno de esos lobos cuando nos atacaron y la porquería negra que les mancha los dientes huele como un hongo o una seta. Cilantro tenía unas setas en la cabeza que además también estaban por toda la cueva en la que nos enfrentamos a ella, los perros de sus lacayos también tenían los dientes negros. Es sólo una teoría pero creo que podría estar relacionado. Y si resulta ser así, haber acabado con ella son buenas noticias.

Se pellizcó la barbilla con una mano.

—Aunque sigo sin tener muy claro cómo encaja Kazok en todo esto. Malar y él destruyendo el equilibrio de este lugar, atacando al propio Círculo... a vosotros, y a la manada de la luna. ¿Con qué propósito? No sé qué pretende pero me repugna que se haga llamar druida.

Y a Velarburgo, añadió. Si no hubiera sido por los ataques de lobos a las granjas, probablemente habrían llegado más tarde, cuando tal vez no hubiera más esperanza para el bosque que purgarlo de todo mal y confiar en que se recuperaría por sí solo.

Se acercó a Gala, pero no se atrevió a alimentar sus esperanzas. La existencia de supervivientes era una noticia que devolvía calor a los espíritus helados, y deseaba que una de ellas fuese quien el corazón de su amiga anhelaba. No podía hacer más que rezar, aunque ni siquiera Mystra podía deshacer lo que ya había sucedido.

Si tu padre es la mitad de capaz que tú, seguirá con vida, dijo a Savinian. El drow no estaba allí, y la esperanza era para los que no podían confirmar sus temores.

Volvió en su memoria, con la conversación, a las Cavernas de la Catarata.

Los poderes de Kazok eran los de un druida, dijo, que se había enfrentado a él en la gran caverna. Comprendía muy bien los sentimientos de Galatea. Ella se avergonzaba de quienes usaban la magia con fines corruptos, para dañar y destruir a los inocentes, y  como guardiana de la Urdimbre, era su trabajo enfrentarse a ellos. No le dejaremos seguir abusando de esos dones.

¿Crees que esa Cilantro era la fuente de la ponzoña negra? preguntó a su amiga. Lo había insinuado la jornada anterior, pero no lo había dicho de forma tan directa hasta ese momento. ¿O que la corrompieron con los hongos?

La paladina trataba de visualizar la batalla. Los mercenarios y Aedelwulf vigilaban el acceso principal, y los elfos oscuros llegaron de las cuevas al este, al otro lado de la barricada, y la puerta que habían cerrado en sus narices cuando estaba a punto de atrapar a los rufianes.

Doncellas, Savi. ¿Hay túneles de la Infraoscuridad bajo el Bosque? preguntó. Los drows nos atacaron desde una parte de las cavernas que no llegamos a explorar. No imagino que se hayan fortificado entre la entrada y los muros. Ha de haber una cuarta entrada, desde las profundidades, hacia la gruta.

Berenice no tenía mucho más que decir, salvo lo aportado ya por todos sus compañeros.

-Por si eso no fuese poco, Selûne me ha enviado una visión -comentó, mirando a la sacerdotisa en particular-. Y es que he visto como una manda atacaba un pequeño pueblo no muy lejos de aquí, dentro de varios días.

—No harán daño a nadie si les paramos los pies antes—dijo Galatea armándose de paciencia para volver a repetir aquello pues no quería sonar hastiada o alguna cosa así. De nada servía adelantar acontecimientos de algo que no podían ni saber si iba a pasar. Ya bastante malo era el panorama tal y como estaba como para agregarle incertidumbre. Y ya habían resuelto ir a Roble Muerto una vez terminasen allí. Lo único que podían era hacerlo lo mejor posible ahora, en el presente. E intentar restarle ominosidad al futuro con ello—. De hecho es un motivo más para pararles los pies. Pero los problemas de uno en uno.

Asintió a Rya cuando ésta le preguntó.

—No lo puedo asegurar todo al cien por cien pero parece razonable pensar que sí—respondió—. Si tanto los lobos de la manada de Malar como los perros que estaban con Kazok y con ella tenían esa asquerosidad negra que huele a hongo en los dientes, y tanto la cabeza de Cilantro como la caverna estaban cubiertas por las mismas setas, pueden ser éstas la fuente de esa locura feral; parece que la produzcan cuando se comen. En cuanto a ella, no sé qué lleva a una dríada a torcerse tanto, pero al menos la quitamos de en medio. Eso debería ser bueno «Sólo espero que tenga la decencia de quedarse muerta» Y ahora que los mencionas... lo de que los drow de esa casa pudieran también tener algo que ver con los que vimos empieza a ser preocupante.

Esperó por tanto a que los elfos oscuros presentes respondieras a la pregunta que Rya había hecho. ¿Les había dado a todas las fuerzas malévolas de los alrededores por juntarse a hacer una fiesta o qué demonios estaba pasando allí?

Savinian palmeó con suavidad la mano que Galatea le puso en el hombro, en un mudo gesto de agradecimiento. Las Doncellas Oscuras escucharon las nuevas que traíais y vuestras teorías con preocupación.

—Todo el Valle de la Rastra está atravesado por túneles de la Infraoscuridad —asintió Jezzara—. De modo que sí, por lo que decís apostaría que sería posible llegar a las Cavernas de la Catarata por una ruta inferior si lográsemos encontrar el pasadizo adecuado. También apostaría a que los drow que os encontrasteis allí tomaron precisamente ese camino. Y que lo tengan vigilado.

—Los drow a los que nos enfrentamos no son besarañas —puntualizó Zilvra—. Hemos tenido noticias de Maerimydra fue arrasada por un ejército de demonios y gigantes de fuego porque Lloth no contestaba las plegarias de sus sacerdotisas y que las Casas que vivían allí se desperdigaron en todas direcciones...

Savinian golpeó el puño contra la mano abierta.

—¡Por eso las sacerdotisas no daban la cara en el Cormanthor, su diosa oscura las ha abandonado! ¡Qué buenas noticias!

—... pero estos sí que tienen magia: arcana y divina. Si adoran a Vhaeraun, a Ghaunadaur o a algún otro dios no hemos podido determinarlo. Pero me resultaría extraño que dirigieran sus plegarias a Malar, el Señor de las Bestias no es muy popular en la Infraoscuridad. Parece más bien algún tipo de alianza cuyo hilo conductor aún no hemos discernido.

»Y por supuesto, nuestra casa es vuestro refugio. Podéis ir allí cuando gustéis.

Debemos aclararlo, dijo Rya. Si la dríada era la fuente, hemos hecho a este mal un gran daño. Si no, solo hemos acabado con una poderosa enemiga. Una entre muchos, pensó, mas no lo dijo.

La batalla en la Caverna de las Cataratas se repetía una y otra vez en su mente. Si hubieran sido más astutos, más cautelosos, podían haber detenido a Kazok allí. Lo habían tenido al alcance de las manos, y no solo se había escapado de ellas, sino que había estado a punto de cortárselas. Cuando volvieran, si el druida no había encontrado otro refugio, estaría preparado para ellos.

Han encontrado otro patrón, razonó. Uno con intereses en la superficie. Para Rya, ninguna diferencia había entre Lolth o cualquier otra deidad maligna, si sus seguidores se deleitaban con el sufrimiento de las buenas gentes de los Reinos. ¿Hay entre vosotras alguien capaz de encontrar ese túnel? preguntó a las mujeres drow.

Galatea arqueó ligeramente las cejas. ¿Lloth en silencio mientras sus lacayos perdían contra Eilistraee? Primero la Urdimbre inestable y ahora aquello. Lo primero la preocupaba, de lo segundo tenía la misma opinión que Savinian. Es más, por ella como si la oscura diosa no volvía a manifestarse... pero no dejaban de ser cosas realmente inusitadas. ¿Qué sería lo siguiente?

—Sí, yo tampoco creo que dirijan sus plegarias a Malar, pero desgraciadamente será por deidades malignas que puedan estar escuchándolas—suspiró. La teoría de la alianza con hilo conductor desconocido le parecía bastante factible—. Y no quiero ser ave de mal agüero pero mentiría si dijera que no desconfío de que resulte que no les haya abandonado y se trate de alguna de las retorcidas argucias de la Reina Araña en las que considera totalmente normal y aceptable "sacrificar a los suyos" o alguna demencia así. Pero da igual, sea lo que sea, todo el tiempo que permanezca en silencio es más que bienvenido.

Se encogió de hombros y alzó las manos en un gesto desconcertado de aceptación. Selûne la librara de intentar entender la lógica de una de las diosas más sádicas del panteón.

Rya habló en ese momento y ella asintió a su afirmación sobre Cilantro. Estaba prácticamente segura de su teoría sobre las setas, pero confirmarlo siempre era mejor. Y desterrar cualquier remoto atisbo de duda, una sana práctica.

—Os lo agradecemos—respondió a la invitación de Zilvra.