Los prisioneros parecen malnutridos y deshidratados. Y por su mirada perdida, parecen tan idos como estaba el agorero con el que hablaste en el festival de la primavera.
Eres un insensato, dijo Rya. Te rindes a nosotras, pero nos provocas. ¿Te arrepientes de tu cobardía y buscas que te matemos? Dilo ahora y nos daremos ese gusto.
La paladina no alteró el rostro durante la descripción del malarita. Sabía el tipo de monstruos con el que se enfrentaban desde que vieron lo que habían hecho los invasores en el Círculo de los Cedros. Lo que dijo de Vakennis solo aumentaba su determinación, si era posible, de detenerla. Por las buenas gentes del bosque de Velar y Velarburgo, por el Valle de la Rastra, y ahora, por los elfos de Cormanthor. Mystra estaba de su lado, y ante Ella, la garras de Vakennis no tenían poder.
¿Crees que no hemos contemplado brutalidad semejante? ¿Crees que no los hemos derrotado? Sois obscenos, pero no provocáis más que lástima. Os regocijáis en la adoración a un dios despiadado e ignoráis la verdadera luz que brilla frente a vuestros ojos.
Descendió de la grupa de Sésperis y se acercó a las jaulas. Mantener la compostura ante el sufrimiento de otros era más difícil que ante los delirios de un viejo malvado. Se forzó a hacerlo.
Bere, ¿se puede hacer algo por ellos?
Berenice era demasiado impresionable, pero su voluntad era fuerte, de modo que solo pudo tragar las amenazas del chamán.
-Otros menos bondadosos que nosotros, por ejemplo, vosotros mismos, habrían colgadas vuestras pieles en la caverna antes que parlamentar. Aún conservas la vida, pero el manantial es tóxico; si no mueres por nuestra mano, no sobrevivirás mucho más viviendo aquí -comentó la celestial señalando la cueva. Su resistencia hereditaria a los venenos le permitía no sentir dolor por el aire tan cargado del manantial sulfuroso, pero dudaba que los demás aguantasen mucho más-. Moriréis todos, tarde o temprano, y no habrá caza gloriosa para vosotros ni para ti.
Se acercó a las jaulas y comprobó el estado de los prisioneros. Estaban en el mismo estado que el agorero de la plaza de Velarburgo. Cogió aire con fuerza y lo expulsó con lentitud.
-Está más allá de mi poder -respondió a Rya, apesadumbrada-. No puedo hacer nada por ellos. En la Casa del Arpa Cantora podrían ayudarles, en Harrowdale. Pero habría que trasladarles a todos. No pueden valerse por sí mismos, están desnutridos y deshidratados. Han perdido el juicio.
Bien sabía ella lo que era perder la cabeza y no saber nada de lo que sucedía a su alrededor, desconectar completamente de la realidad. Le cayeron lágrimas, no había mucho tiempo para detenerse en menudeces cuando toda la ciudad podría ser convertida en licántropos, pero Berenice conjuró agua en un cuenco y repartió agua entre los prisioneros. No tenía comida para ellos, lamentablemente.
Lanzo un crear agua de nivel 0, o dos si fuese necesario, para dar de beber a todos los prisioneros.
No tengo raciones de comida, si alguien tiene que me acompañe xD
—Sí, sí, sí... sois muy malos, y muy rudos, y muy sangrientos, y rompéis cosas, y matáis gente y bebéis sangre. Y rudeza, y romper cosas, y sangre por todas partes. Ya nos lo sabemos—Galatea agitó una mano como quien está cansada de una especie de monotema insufrible—. Y hablas de hacerle cosas feas a elfos porque hay elfos delante y así seguro que les haces enfadar. Felicidades, eres un genio. Ahora cállate, por los dioses.
Estaba harta de aquella maldita manada en Cormanthor como para tener que seguir oyendo sus tonterías aquí. No le iba a quitar la razón ni a Rya ni a Mara; la primera ya se había encargado de recalcarle al chamán lo ridículo que era y la segunda lo que pensaba hacer si seguían tomándoselas a broma. No sería Galatea quien la detuviera desde luego; les habían concedido una sola oportunidad de irse de allí con vida en parte porque iban con prisa en parte porque no estaban obsesionados con "la gloria de la caza" como ellos. Si la valoraban o no, era cosa suya, ella al menos no creía en segundas oportunidades para aquel tipo de gente.
Olfateó el aire por inercia cuando llegaron junto a los prisioneros.
—Me temo que no podemos llevarlos a todos así ahora... —suspiró tras oír lo dicho por Berenice. Aunque cuando vio la reacción llorosa de su amiga, le dio unas palmaditas en el hombro:—. Pero volveremos. No desesperes aún.
Si Berenice creía que en Harrowdale podían ayudarlos aún había esperanza. Y también seguían teniendo la pista de aquella misteriosa "aliada" o incluso de los micólogos que habían mencionado las eilistreitas. No estaban sin opciones. Entonces se fijó en algo, y alternó la vista entre un prisionero que pareció reaccionar al ver a Mara y y ella. Aplanó ligeramente las orejas con pesar.
—¿Es... tu amigo el Jinete Gris?
No le importaba cómo de poderosa creía el chamán que era Vakennis. ¿Creía que iban a retarla en duelo singular? ¿Mandarle una convocatoria para presentarse con padrinos y testigos a dirimir sus diferencias? Aquello Había dicho que Vakennis era una alimaña, y esa era la consideración que le iba a dar. No le importaba si se necesitaba venenos, trampas, o un escuadrón de arqueros para matarla. Lo único que le importaba era que no volviera a levantarse. Especialmente después de ver lo que le habían hecho a Caden. Esperaba que Berenice tuviera razón. Lo esperaba con todas sus fuerzas, porque de una forma u otra, no iba a dejar que pasara así lo que le quedaba de vida.
Asintió a la pregunta de Galatea y tomó un par de segundos para intentar poner en orden sus pensamientos. Siempre había sido lenta en procesar sus emociones cuando algo como eso ocurría. Eso era bueno, le impedía desmoronarse inmediatamente, le permitía seguir actuando. Pero no estaba segura de poder ser realmente racional en aquellos momentos. O si quería serlo.
-¿Si fuera tu hermana en esa jaula, la dejarías ahí?-Le preguntó a Galatea, mirándola a los ojos. Y realmente no sabía cual era la respuesta. Harrowdale estaba en peligro. Pero ¿iba a abandonar allí a Caden?¿Después de todos los años juntos, lo que habían compartido, iba a darse la vuelta y abandonarlo para que siguieran torturándolo?-Las llaves-ordenó al chaman, extendiendo una mano hacia él.
—No te he pedido que lo hagas—respondió Galatea, que no tenía muy claro a qué venía aquello—. Sólo te he preguntado si es él, Mara. Dirige tu amargura hacia el culpable de esto, no hacia mí.
No estaba enfadada pero ella ya tenía suficiente con llevar todo el día haciendo lo propio como para andar sumando más. Y estaba bastante segura de que los demás tampoco se sentían precisamente indiferentes.
—Y no he dicho que quiera dejarlos ahí, he mencionado en voz alta el problema que tenemos—añadió—. Si a alguien se le ocurre un modo de solucionarlo, desde luego soy toda oídos.
Los malaritas que acompañaban al chamán rugieron para contestar vuestras palabras de desafío, pero el chamán no dijo nada. En vez de ello, cogió las llaves de un pitón clavado profundamente en la pared. No se las dio a Mara en la mano, empero, sino que las arrojó al suelo con desprecio para que tuviera que agacharse a recogerlas.
En otro momento lo juegos del chaman hubiesen logrado irritarla, pero ahora mismo había cosas más urgentes de las que preocuparse. Recogio las llaves del suelo y fue a abrir la jaula de Caden. Se arrodilló junto a él y cogió su mano para reconfortarlo.
-No te preocupes. Todo irá bien.-Mintió, mientras intentaba que se tranquilizara.-Quizás podría llevarlos hasta el camino. Podríais avisar en Velarburgo de lo que está ocurriendo para que vinieran a por ellos.-Aunque sabía que la idea era casi imposible. No tenían tiempo para ayudar a sacarlos del bosque si querían llegar a tiempo a Harrowdale para alertarlos, y tendría que tener mucha suerte para poder sacarlos ella sola de un bosque como el de Velar.
—Podemos decírselo, aunque la última vez que pasé por Velarburgo no daban abasto con los ataques de los lobos. No tengo claro que puedan prescindir de algunos Jinetes Grises que enviar. Y Velar de por sí ya es un bosque muy peligroso sin estar invadido por incursores drow y bandas malaritas como para llevar a doce personas en este estado hasta allí...
Galatea le susurró aquello a Mara pues sabía que el resto del grupo podía oírla a través del conjuro pero ella no. Y tampoco le daba la gana de hablar de sus planes abiertamente delante de los malaritas.
Se rascó una mejilla con gesto pensativo y observó como la mujer hablaba con aquel pobre hombre. Se le caía el alma a los pies pero no había mucho que pudiera hacer por el momento. Si tan solo el Círculo aún siguiera en pie... Los druidas de los Cedros conocían aquel bosque, podían desplazarse por él más rápido que nadie.
Pensar aquello la hizo sentir un regusto amargo.
—Alguien tiene que avisar también al Calvero del plan de Vakennis ¿Quizá podríamos llevar a tu amigo con ellos temporalmente?—aventuró—. Y explicarles de paso la situación que hay aquí a ver qué pueden hacer.
No quería dejar a aquella gente allí... y desconocía si los eilistreitas contaban con alguna suerte de estancia en la que pudieran mantener a los doce prisioneros contenidos a salvo sin tener que estar pendientes de ellos. Ya tenían suficientes dificultades con las incursiones drow. Aunque al menos mientras Vakennis estuviera centrada en Harrowdale, no les atacarían desde la Colina Aullante... algo era.
Suspiró con fastidio.
—No se me ocurren muchas más opciones.
No le gustaba la idea de dejarlos atrás, pero simplemente no tenían opciones. No si querían poder evitar una masacre en Harowdale.
Asintió a Galatea y ayudó a Caden a salir de la jaula, una mano en su espalda y la otra sujetando la de su amigo.
-Se me dá mejor golpear cosas que tener ideas, no tengo alternativas que ofrecer.
Y si no detenían a Vakennis en Harrowdale, ni Caden ni el resto del Valle estarían a salvo, no importaba donde estuviesen. Vakennis tendría su ejército, y ya no sería posible pararla sin reunir otro que le hiciese frente.
-Entonces, será mejor que nos pongámos en marcha cuanto antes.
¿Y a los demás? preguntó Rya. ¿Crees que quedará algo de ellos cuando volvamos?
Rya era capaz de racionalizar, de entender las dificultades de escoltar a una docena de personas desnutridas y desquiciadas por el peligroso bosque, y todo para conducirlos a un destino que ni siquiera era cierto, cuando la urgencia de la amenaza de Vakennis y los suyos se cernía sobre Harrowdale Town. Desconocían qué podía hacer la congregación del Calvero por ellos. No podían contar con el Círculo, si es que quedaba de él algo más que la hermana de Galatea. Las ciudades estaban demasiado lejos. Racionalizar y entender, y reconocer la urgencia, empero, no la acercaban a aceptar la necesidad de dejarlos atrás para atender a la verdadera amenaza. Era cruelmente pragmático, indigno.
Si no podemos dejarlos en un lugar seguro, tenemos que llevarlos con nosotros.
—No, no me fío. Contaba con poder llevarlos al Calvero también—Galatea se fiaba más de las víboras autóctonas de Velar que de cualquier malarita—. Pero seguimos teniendo que avisar a Harrowdale, y a Velarburgo de esto... ¿Quizá si nos repartimos? ¿Alguna sugerencia concreta en mente?
Berenice se ocupó de los prisioneros lo mejor que pudo, dadas las circunstancias. Les ofreció agua fresca, curó heridas aquí y allá, pero sus mentes estaban destruídas y no había manera de arreglarlas allí.
-¿Tenéis cuerda? Vamos a sacarlos de aquí -pidió la selunita, mientras ayudaba al amigo de Mara a salir de la celda donde se encontraba encerrado-. Los llevaremos al Calvero, es el lugar más cercano, atados unos a otros para que no se escapen -susurró-. No saben donde estan, ni quiénes son, hay que guiarlos y el bosque es muy complicado para las que no solemos frecuentarlos -dijo, mirando a Galatea-. A lo mejor yo podría ir a Harrowdale a avisar, volando por encima de los árboles. Seré rápida. Rya podría escoltarlos al Calvero. No sé, Mara, ¿por dónde has venido tú? Imagino que a caballo. ¿Y si vas a Velarburgo?
A Berenice le daba vueltas la cabeza, tratando de pensar un plan viable para hacerlo todo a la vez. Lo que resultaba imposible, por supuesto.
-Vayamos al Calvero -propuso a Rya-. Que nos guíe Galatea a través. O Aleera. Si quieres, claro -dijo con la boca pequeña-. Mara y Savinian pueden ir a Velarburgo. Y nos reuniremos todos en Harrowdale en unas horas. Rya y yo volaremos hasta allí cuando todos estén seguros. ¿No?
Rya, Sésperis, Berenice y/o Aleera/Lobete --> Al Calvero con los prisioneros --> Harrowdale volando
Mara, Galatea/Ascalón, Savinian y/o Aleera/Lobete --> A Velarburgo a decir cómo están las cosas --> Harrowdale
Una varita de vigor menor para Berenice
Una varita de vigor menor para Galatea
-Yo tengo una cuerda. -Le dijo, dejándole a Caden a Berenice y arrodillándose en el suelo para rebuscar en su mochila-. También traje conmigo raciones de viaje para cinco días. No será mucho para repartir entre todos, pero al menos se echarán algo al estómago antes de empezar la caminata.
Sacó las cosas de la mochila: las raciones y la cuerda de seda y las dejó en el suelo de la cueva para que Berenice las viera.
-Dejé el caballo a la entrada. Y el chico no parece pesar mucho, así que imagino que bien podrá con los dos en el viaje de vuelta. Podremos dar la alerta en Velarburgo de lo que está pasando, para que estén sobre aviso, y coger caballos de refresco.
Miró a Caden, y luego a Rya y Berenice. No quería dejarlo, pero esperaba que pronto pudieran reunirse de nuevo, y en mejores circunstancias.
-Cuidadlo bien. Lleva protegiendo el Valle desde antes de que nacierais. No se merecía esto.
A Caden ya le había ayudado yo a salir de la celda, así que supongo que Berenice le ayuda desde el otro lado.
Y sí, sé que Savinian es más viejo que Mara. Pero Mara no lo sabe.
Galatea pensó durante unos instantes. En verdad no le hacía ninguna gracia tener que dividirse, pero tampoco es que contaran con muchas más opciones, cuanto menos opciones idóneas.
—Bien... tened cuidado—dijo un poco a regañadientes. Miró a Aleera de reojo, de pronto se daba cuenta por qué no le hacía ninguna gracia tener que dividirse—. ¿Qué haréis Garm y tú? ¿Os quedaréis a ayudar en el Calvero?
Quería hablar con ella sobre el Círculo, pero allí delante... simplemente no.
En otras circunstancias, Savinian habría contestado a la tajante solemnidad de Mara con algo a medio camino entre una broma y un coqueteo. Sin embargo, el drow estaba tan preocupado por la situación como vosotros para lanzar una chanza frívola al aire.
—Bueno, no te creas... —es lo único que le salió decir al mago, apenas un murmullo no a través del conjuro, sino casi para sí mismo.
Caden, por su parte, no pudo articular nada coherente: solo balbuceos inconexos. Parecía vagamente consciente de su penoso estado, porque se puso a lloriquear.
—Es lo mejor que puedo hacer para ayudar —gruñó Aleera, visiblemente frustrada y disgustada—. Garm y yo solo les ralentizaríamos en el viaje de vuelta, y hay muchos asuntos urgentes que resolver. Pégale una paliza a Vakennis de mi parte y... que no te maten.
Mientras me decís si tenéis algo más que decir (¿Esti?) voy preparando los encuentros aleatorios la siguiente escena.
Nadie merece algo así, se dijo la paladina. Asintió, mirando a Mara a los ojos. Cuidaría de Caden, y de todos ellos, fueran quienes fueren, incluso a costa de su propia vida.
Cogió las llaves y comenzó a abrir las jaulas. Le costaba mantener la paciencia y no desembarazarse de la rabia aplastando las cerraduras a golpes, pero no quería asustar a los prisioneros. A cada uno les iba pasando la cuerda alrededor de la cintura, sin ajustar el nudo más de lo necesario para que no pudieran escurrirse como lagartijas y salir corriendo.
La travesía por el bosque sería dura para esos doce, y difícil para ellas, al cargo de su protección, mientras la imagen de lo que podía suceder en cualquier momento en casa las atormentaba. Ojalá pudiéramos volar directas hasta casa. Pero no podía dejarlos; no eran menos dignos de ayuda que sus familias y amigos.
Galatea tenía una sensación de vacío bastante desagradable en la boca del estómago. Hasta hace unas horas era presa de la incertidumbre de no saber qué le había pasado a su hermana y a penas había terminado de sacudirse la ansiedad, no quería volver a separarse de ella tan pronto. Pero era justo lo que tenía que hacer.
Sabía que la falta de ceremonia era tan solo la peculiar forma de ser de Aleera preocupándose por alguien, aunque no podía dejar de pensar en lo que debía haber sentido cuando ella simplemente no había estado ahí durante el ataque al Círculo. Era toda la familia que le quedaba y de no ser por Garm...
Por los dioses ni siquiera sabía cómo iban a apañárselas para detener la locura que Vakennis pretendía desatar en el valle.
—Las palizas que sean necesarias—respondió finalmente empujando toda aquella molesta distracción hacia una esquina de su mente—. Y...
Miró de reojo a ambos lados y tras un instante de duda, se acercó a decirle algo al oído y cuando terminó le acarició la cabeza al lobo negro para despedirse también de él.
—(Élfico) Lo mismo te digo—susurró—. Pienso restaurar los Cedros y quiero que seas tú quien me ayude.