Partida Rol por web

Berenice no le dio importancia a que el búho se aposentara en su cabeza, ver a Rya y a Morann juntas de nuevo le llenó los ojos de lágrimas y le salió un suspiro. Bajó a Oswald de su cabeza y lo estrujó contra su pecho como si fuese un peluche.

-Ay, qué bien que hayamos vuelto a tiempo... Ups, perdona.

Liberó al pájaro y le arregló un poco las plumas, mientras lo depositaba en su hombro de nuevo.

-¿Al elegido de Mystra? -exclamó la selunita con los ojos como platos-. ¿Por qué? Se encuentra bien, imagino... Bueno, eso no es lo importante ahora. Quiero decir, sí que lo es, ¿a quién se le ocurre? El tema es, ¿dónde está todo el mundo? Tenemos que salvar Harrowdale de un peligro inminente -gimoteó.

—¿A quién se le ocurre? —repitió Morann, y sacudió la cabeza—. A quienes. Le atacó todo un batallón. Está bien, claro, es imposible matar al viejo. Y no se puede decir lo mismo de sus atacantes, tengo entendido que El despachó a la mayoría de ellos, pero le hirieron y le forzaron una contingencia. Y ahora la emblemática torre del Sabio del Valle de la Sombra yace en ruinas. Es como ver caer un símbolo.

Se quedó unos instantes en silencio.

—Si me preguntáis, creo que buscaban algo en el interior de la torre. En el sótano tiene guardadas un montón de cosas que es mejor que no salgan a la luz.

Parpadeó rápidamente, como si volviera al aquí y al ahora con las preguntas de Berenice.

—Pues no lo sé. Los Burgueses se han reunido de urgencia después de comer, y han decretado el toque de queda poco después. Nadie puede entrar o salir de su casa, salvo que tengan su autorización expresa. A mí me han dejado moverme porque ya tenía una cita, para contarles lo de Elminster, pero no han soltado prenda acerca del motivo del estado de alarma —dijo la joven delgaducha, tragó saliva y tomó a Rya por los antebrazos—. ¿Tiene todo esto algo que ver con los secuestradores de magos? ¿O con lo que sea que le está pasando a la Urdimbre? Tú también lo has notado, ¿no?

EDITO: Añado un par de frases al final, que se me habían quedado en el tintero.

Os despedisteis de Elaven y os plantasteis en el El Pixie Agresivo en un par de minutos, siguiendo la jarana y la música. De tanto en cuanto, se oía un ruido sordo, como si una veintena de personas estuvieran pateando el suelo al unísono, y después gritaran: ¡eh! Mara abrió la puerta y desde el exterior contemplasteis el espectáculo. La taberna estaba abarrotada, y los parroquianos estaban en pie, alzando sus jarras en dirección a una docena de mujeres que bailaban coreográficamente. La mitad de ellas estaban subidas en la barra donde se servían las bebidas, la otra mitad, danzaban en el suelo. Todas ellas, sin excepción, eran pelirrojas, aunque sospechabais que la mayoría llevaban pelucas. Iban vestidas escrupulosamente de rojo, ataviadas con vestidos sin mangas y faldas de tul que movían con gracia al compás de la música, revelando seductoramente sus medias de seda de color carmesí. Eran Las Melenas en Llamas, una compañía itinerante de bailarinas y sacerdotisas de Sune.

Giraron vertiginosamente, y aporrearon el suelo con los altos tacones de sus botas de cuero rojo. Las que estaban encima de la barra saltaron al suelo, y la taberna entera brindó en su dirección. Las sacerdotisas de Sune se mezclaban entre los clientes cuando Mara entró al interior, cerrando la puerta tras de sí.

La música y la algarabía reinante en el salón llegaba al clímax cuando localizaste a un tipo que encajaba con la descripción que Galatea te había dado de Aedelwulf. Bailaba con torpeza con una de las Melenas en Llamas, debido al tabardo de cota de anillas y un inmenso espadón a la espalda. Su pareja de baile le hizo descender al suelo súbitamente, sujetándole por la espalda. Sus ondulantes cabellos escarlata se desparramaron sobre el rostro. Ella sonreía y jadeaba, con la respiración entrecortada por el frenesí del baile. Él parecía sorprendido de que fuera ella la que dirigiera el baile. El símbolo sagrado de Sune se le escurrió del canalillo y quedó colgando entre ellos.

Se besaron, y cuando miraste en derredor comprobaste que Aedelwulf no había sido el único que se había besado con una Melena en Llamas. Las sacerdotisas de Sune, diosa del amor y la belleza, se habían besado con todos sus parejas de baile, y este hecho había levantado unas cuantas miradas asesinas de las parejas de aquellas personas que estaban casadas en la sala.

La Sunita dedicó a Aedelwulf una reverencia y, sin soltarte la mano, otra en dirección al público. Los parroquianos aplaudieron enérgicamente y las Melenas en Llamas se dispersaron, mezclándose entre el gentío que abarrotaba El Pixie Agresivo. Todo el mundo volvió a lo suyo, unos comentaban excitadamente lo que acababa de ocurrir, mientras que otros volvían compungidos al lado de sus enfurruñadas parejas.

El jefe de los mercenarios abarcó con la mirada la sala, y siguiendo su mirada localizaste a otros cinco tipos con armaduras de cuero claveteado. Sus hombres, sin duda. Después, se dirigió a la barra a pedir una bebida para él y para su pelirroja acompañante.

El gesto de Galatea se petrificó en una involuntaria mueca de espanto cuando aquella puerta al infierno del masoquismo colectivo se cerró tras Mara: alzó ligeramente el extremo del labio superior, formó una línea recta con las cejas y abrió mucho los ojos

—El cómo alguien puede divertirse ahí dentro escapa a mi comprensión... 

Susurró aquello con un agudo hilillo de voz que de no ser porque su estupor era totalmente auténtico habría resultado hasta cómico.

Mara pidió una cerveza y, mientras se la traían, observó lo que había, acodada en la barra. La mirada de "clienta aburrida que mira a los parroquianos mientras espera su bebercio" esperaba que fuera una buena excusa para echar un vistazo por la sala y tomar nota mental de las armas y armaduras de Aedewulf y su pandilla. Y si llevaban algo raro, como objetos mágicos o algo, también. Pero dudaba que eso fuera a ser de mucha utilidad. Los Escudos ya se habían encontrado con él, y dudaba que hubiesen cambiado mucho su equipamiento. En realidad, lo que quería era escuchar si decían algo entre ellos, o planeaban algo. Pero por lo visto, hoy no tenían planes de contar sus planes supersecretos donde ella pudiera oírlos. Hoy lo que querían era divertirse, especialmente con las sunitas allí.

Y verlas con ellos tampoco le hacía mucha gracia por otras razones. No sabía mucho de Aedewulf, pero lo que sabía no la llevaba a confiar en que tuviera una mano gentil con las mujeres. O que aceptara no como respuesta con facilidad. No estaba segura de cómo evitar que hiciesen de las suyas en el pueblo, pero si al menos pudiese advertirle a la chica que estaba con él que tuviese cuidado...Y luego se le ocurrió que podía matar dos pájaros de un tiro.

Por suerte, llevaba consigo su ropa repipi (pañuelo de seda incluido) y algo para escribir. Una vez que llegó su cerveza, se fue a un rincón para tomarla en paz. Y para poder sacar con disimulo el pañuelo y garabatear en él "Ese hombre es un licántropo peligroso. Dile que lo esperas en diez minutos detrás, bajo los árboles junto al aserradero, sal y corre al templo de Chauntea. Yo me ocupo de él".

Acabó de escribir, apretó el pañuelo en el puño, se acabó su cerveza de un trago y se acercó a dejar la jarra vacía a la barra, junto a la chica y Aedewulf. Se acuclilló en el suelo como si fuera a recoger algo (aunque dudaba que Aedewulf le prestara atención) y, abriendo el puño, dejó el pañuelo más visible en su mano. Y luego tocó el hombro de la chica para llamar su atención, con una sonrisa.

-Oh, querida, creo que se te ha caído esto-con un gesto de los ojos, le indicó el mensaje del pañuelo, procurando que su cuerpo estuviera entre el pañuelo y Aedewulf y, cuando se hubo asegurado de que lo había leído, lo dobló por la mitad para esconder lo que había escrito y se lo puso en su mano-. Ja, es bien bonito, seguro que lo hubieras lamentado si no lo hubieras encontrado. Pero las mujeres tenemos que ayudarnos entre nosotras, ¿eh?-le dijo, dándole unos golpecitos en el brazo.

Esperaba que le hiciera caso. Incluso si no mandaba a Aedewulf a los árboles, al menos le habría advertido de que lo evitara. Salió de la taberna despacio. Parándose de vez en cuando para saludar a algún viejo conocido, o felicitar a alguna de las chicas por su baile. Haciendo el tiempo suficiente para asegurarse de que Aedewulf la dejaba ir sin problemas.

Pero tampoco podía demorarse mucho. Tenía que salir del local antes que él, y sacar a Galatea y Savinian de allí antes de que los vieran e ir al lugar de encuentro. Esperaba que Aedewulf no estuviera muy decepcionado si las chicas que lo esperaban eran otras.

Qué prodigiosa batalla debía de haber sido para concluir con la destrucción de la torre de Elminster. No era la torre de uno de esos magos soberbios que erigían moradas como falos larguiruchos tratando de penetrar los cielos, sino un edificio de madera y roca de tres alturas y numerosos anejos improvisados, de apariencia más humilde que las mansiones de los mercaderes más ricos de los valles. Sin embargo, los conjuros tejidos en su estructura eran tan potentes como numerosos.

¿Se llevaron algo? preguntó. ¿Qué se sabe sobre los asaltantes?

Los males no se conformaban con azotar el Valle de la Rastra, sino que se habían extendido por todas las Tierras de los Valles, y se creían lo bastante fuertes como para enfrentarse a Elminster. Si estaban tan confiados, o eran necios, o su poder era temible. La herida en la Urdimbre eran tan reciente que Rya no podía imaginar que el asalto hubiera sido improvisado, sino que los asaltantes eran, o estaban aliados, a los responsables de lo que estaba sucediendo con la magia. Eso la hacía pensar que no eran necios. Si lo que sucedía en Velar y con los drows de Maerimydra era mera coincidencia de desgracias en un mismo espacio o algo más, no tenían forma de saberlo aún.

Rya se llevó una mano al pecho. Lo he sentido, dijo, sin poder evitar una mueca de dolor, como si me hubieran arrancado de cuajo un pedazo del alma. Pero hemos estado demasiado ocupadas en Velar. El bosque está en peligro. Malaritas y drows malignos han exterminado a los druidas y mancillado el círculo de los Cedros. Han corrompido la manada de Colina Aullante con una sustancia que los vuelve locos, y tienen a las doncellas del Calvero de Sombralto bajo asedio. Y sus planes no acaban en el bosque, añadió. Creemos que están aquí, acechando.

No sabemos aún si todo guarda relación, añadió, si son los mismos quienes nos están atacando desde dentro y desde fuera. Pero es serio, todo ello.

Savinian soltó una risita, con la mirada perdida en los muslos de las Melenas en Llamas.

—No tengo ni la más remota idea... —dijo en un tono exagerado que sugería lo contrario de lo que decía.

Aedelwulf y la sunita te echaron una mirada de pocos amigos por haberles interrumpido el coqueteo. Ella enarcó una ceja cuando le tendiste la tela y fue a protestar. Al fin y al cabo, ¿quién querría tocar siquiera un pañuelo que no era suyo? No obstante, hubo algo en tu tono que la hizo detenerse durante un latido de corazón, el suficiente tiempo como para que bajara la mirada y leyera el mensaje que habías escrito en él. Intuiste por el rabillo del ojo que Aedelwulf movía la cabeza, inclinándose para ver por encima de tu hombro de qué estabais hablando. La Melena Roja se recuperó de la sorpresa inmediatamente, cogió el paño y lo cogió con desparpajo. No sabía qué hacer con él, puesto que su falda no tenía bolsillos, así que lo hizo un gurruño en su mano.

—Gracias, nena —dijo, y ni corta ni perezosa, te depositó un beso en los labios. Acto seguido te guiñó un ojo y volvió a lo suyo, como si no existieras—. ¿Por dónde íbamos? Ah, sí, me ibas a contar aquella anécdota con el mago thayino...

Esperando que accediera a cumplir su parte del plan, dejaste atrás la algarabía y saliste al exterior de El Pixie Agresivo.

Mara salió de la taberna pocos minutos después. Explicó brevemente que había visto a Aedelwulf coquetear con una de las Melenas en Llamas, y que le había pasado un mensaje a la sunita para avisarle de lo peligroso que podía ser el líder de los mercenarios. Su plan, aclaró, era que la pelirroja atrajese al hombre lobo a un callejón cercano con el pretexto de intimar. Pero no se encontraría a una Melena en Llamas en el callejón, sino a ellos.

De modo que tomasteis posiciones en el callejón, dispuestos a saltar sobre Aedelwulf. Para exigirle respuestas o para darle una paliza, aquello estaba por ver. Sin embargo, no fue él quien apareció en la entrada del callejón, sino la mujer, que vestía escrupulosamente de rojo. La sunita localizó a Mara con la mirada y caminó a grandes zancadas hacia ella.

—A ver, ¿de qué va todo esto? —le preguntó, con un tono más alarmado que exigente—. ¡Varias de mis hermanas están con sus hombres! Si son licántropos, tenéis que ayudarlas. Yo no me he atrevido a ir a hablar con ellas, sentía la mirada de ese tipo en el cogote.

La selunita estrujó otra vez a Oswald, que definitivamente buscó un lugar mejor donde posarse, porque ya no podía aguantar más tanto achuchón.

-Es terrible todo lo que está sucediendo -murmuró-. ¡Y todo al mismo tiempo! ¿Cómo no vi venir nada de esto? Soñé con el ataque de unos lobos, pero nada más, nada sobre ese ataque a Elminster. Si lo atacan a él, ¿qué vamos a hacer nosotros? -como ya no podía estrujar al búho, retorció la manga de su túnica que, por otro lado, estaba manchada de barro y salpicada de sangre por debajo de la armadura-. ¿Dónde se encuentra ahora? ¿Fue herido? Por Selûne, espero que no lo hayan mordido unos licántropos. Creémos que hay una manada oculta entre nosotros... -lo dijo en voz baja, no quería alarmar a nadie-. Tenemos que hablar con el consejo. ¡De inmediato!

¿Qué vamos a hacer nosotros? Rya miró a Berenice con intensidad

Lo que sea menester. Luchamos porque es justo, no porque la victoria sea segura, sentenció. Y, Mystra mediante, porque es de justicia, tendremos la victoria. 

—¿Tenías que decirle necesariamente que es un licántropo, Mara?—masculló Galatea con desmayo cuando su compañera les contó aquello—. ¡La idea era intentar averiguar algo si se podía, no sembrar el pánico!

Lo que faltaba era que se corriera la voz de que había licántropos por ahí justo cuando ellos tenían que irse urgentemente ¡Y más con como estaban los ánimos tras los ataques de los lobos! Esperaba que aquello no fuera a explotarle en la cara.

Lo cierto es que había pedido a Elaven que le contara de la presencia de Aedelwulf sólo a la Madre Segadora por eso. Y para que ella, que conocía mejor las leyes de ciudad, aplicara su buen juicio; si necesitaba avisar a los Jinetes de que lo vigilasen o era mejor no hacer nada mientras no hiciera nada, o lo que fuera. ¿Pero ahora qué?
No le gustaba la idea de esperarle en un callejón oscuro como si fueran matones pues por nada del mundo quería que aquel bastardo les retrasase, o les hiciera gastar recursos, o peor aún: hiriera a alguien del pueblo sólo por represalia.

Aunque llegados a aquel punto, de perdidos al río. Miró a sus dos compañeros.

—Intentemos no buscar pelea, ¿vale?—dijo, con la sensación de un ligero regusto a hiel por ello—. En cualquier otro momento estaría encantada de retorcerle el pescuezo pero ahora concretamente le puede salir muy caro al valle. Dentro de lo malo igual podemos intentar averiguar por qué hizo lo que hizo en las Cavernas; si ha venido aquí a tomar cervezas en lugar de volver a que Kazok le de una patada en el trasero, puede que le interese "tregua" para poder seguir haciéndolo. 

Cuando fueron al lugar que Mara les indicó, se seguía sintiendo incómoda. Quizá diría algo en la línea de "no buscamos pelea" en cuanto le viera asomar las narices para evitar reacciones hostiles aunque cuando en vez de las narices de Aedelwulf lo que apareció fue la sunita, estuvo a punto de darse tal palmada en la frente que se habría oído en medio pueblo. Bendito Seldarine, ¿es que no podía salirles nada bien?

Aguardó no obstante a que Mara respondiera ya que era la interpelada, aunque esperaba que pudiera convencerla para que se calmara y se marchase de allí dejándole el asunto a ellos... porque como Aedelwulf la encontrase en su compañía la pelirroja podía entrarle por el ojo malo. Y eso sería un problema gordo.

Me gustaría decirle algo yo también pero ya que le ha hablado directamente a Mara pues me espero a que conteste ella primero, tampoco quiero acaparar la escena.

Morann asintió cuando Rya describió cómo había vivido el desgarro de la Urdimbre.

—Si así nos sentimos nosotras, no quiero ni imaginar qué sintió él. Su conexión con la Urdimbre va más allá de nuestra comprensión. Sin ir más lejos, albergó en su interior la esencia de Mystra durante la Era de los Trastornos. Lo que para nosotros es debilitante, para él (y para las Siete Hermanas) podría ser letal. Circunstancia que, por supuesto, aprovecharían los atacantes.

»No sé nada más de lo que os he contado. Esta misma mañana he recibido el mensaje de mis amigos del Valle de la Sombra. Ellos saben que fui aprendiza de El, así que supusieron que estaría interesada en saber lo que había pasado —dijo, y os miró a una y a otra—. Puedo devolverles el mensaje, e investigar esos detalles, pero llevará unos días recibir una respuesta.

Abrió mucho los ojos y se llevó las manos a los labios cuando le hablasteis de los licántropos malaritas.

—Entonces el toque de queda es por eso, ¿verdad? Por los licántropos infiltrados en Harrowdale Town —dijo con desmayo, y volvió al regazo de Rya—. Sé que no voy a convencerte de que tomemos el primer barco de tu madre y huyamos de aquí. Pero por favor, ten mucho cuidado. Está bien luchar por tus ideales, pero también tienes una familia aquí a la que volver.

Morann alzó los ojos brillantes y depositó un beso en los labios de Rya.

Un guardia bajó ese momento por las escaleras, pero dudó un momento al ver la escena que se desplegaba ante sus ojos. Carraspeó para llamar vuestra atención.

—Señoras, los Burgueses las recibirán cuando ustedes estén dispuestas.

Y aun así, él prevaleció. Hazlo, por favor, dijo Rya, cuando Morann se ofreció a actuar como intermediaria con sus amigos en la Sombra. Tenían las manos llenas con lo que sucedía en la Rastra, pero lo que supieran de los acontecimientos en los valles vecinos podía serles de ayuda, si estaba conectado. Con discreción.

Llegó en ese momento uno de los guardias con una convocatoria a consejo que sonaba paciente cuando la situación merecía urgencia. Alguien, en alguna ocasión, le había dicho que el proceder metódico y prudente era útil cuando el tiempo apremiaba, pues se desperdiciaba más tiempo en los errores connaturales al actuar precipitadamente que en la manera más pausada de obrar. Un consejo que a Rya parecía sabio, aunque difícil de poner en práctica.

¿Estás lista, Bere? preguntó a su amiga. ¿Nos acompañarás, cielo? a Morann.

Berenice se sumió en sus pensamientos tras lo que expresaron Rya y Morann acerca de la Urdimbre. Ella no tenía ni idea de magia arcana, pero sabía que si su conexión con Selûne se cortaba, probablemente caería de nuevo en la locura. La diosa había sido artífice de sus visiones, de su caída en la locura, había sido su maldición y su bendición al mismo tiempo. Podría haberla odiado por haberla utilizado como una herramienta y sin embargo, jamás había pensado tal cosa; estaba orgullosa de ser parte de ella, y tranquila por no estar chiflada de verdad.

Cuando llegó el guardia, no se dio cuenta hasta que Rya le habló.

-Estoy lista. Pero no sé si ellos lo van a estar para escuchar lo que vamos a decir -murmuró. Estaba cada vez más hundida en su propia desesperación, pero tenía que hacerse oír. Era una oráculo de Selûne, tenían que tomarla en serio. Un poco, al menos.

-Yo tampoco quiero pelea, pero sabiendo lo que planean en Harrowdale, no me fío de que no tengan planes también para aquí. Y además, algo de pánico puede ser adecuado, en las circunstancias. Tarde o temprano van a ir por todo el Valle. No saber lo que pasa sólo los va a convertir en presas fáciles-Le dijo a Galatea, encogiéndose de hombros.

¿Había tomado la decisión correcta? No lo sabía. Si se había equivocado, tendría mucho tiempo para recriminaciones más tarde. Ahora mismo, sólo podía seguir adelante.

Se acercó a la Eldreene.

-Escucha, esos tipos son mercenarios, que no tiene mucho de malo. Pero también son asesinos. ¿Sabes los druidas desaparecidos? Pues no están de retiro espiritual, los han matado esos tipos, y no sabemos si están aquí para gastarse el dinero que les pagaron por eso y celebrar el trabajo o para celebrar y porque luego les han encargado más trabajo en este pueblo. Pretendía preguntárselo a solas si lo mandabas para aquí, porque hacerlo en medio del bar iba a pillar a bastante gente en medio. Pero en todo caso, son peligrosos, y tú y tus chicas deberíais tener cuidado de no quedaros sólas con ellos. Aunque si tienes alguna idea de cómo conseguir que nosotros nos quedemos a solas con Aedelwulf, nos sería bastante útil, la verdad. O si les has oído decir algo de los planes que tienen.

Morann asintió, y cuando fue a responder a Rya fue interrumpida por el guardia.

—Solo vosotras dos. Por orden directa de los Burgueses —le interrumpió, alzando una mano—. Señorita, por favor, salga a la puerta donde uno de mis compañeros le atenderán.

A continuación, hizo un gesto con la cabeza para que la acompañárais escaleras arribas.