Un instante de conmoción que desapareció con una respiración profunda, apretando la lengua contra el cielo de la boca. Dejó escapar el aire lentamente por la estrecha abertura entre sus labios. Tenía que haber venido antes, en el momento en que sintió por primera vez que la magia no respondía a su invocación. Antes, incluso. Tenía que haber confiado en ella. No podía culpar a Morann por haber evitado el templo. Le decepcionaba que no estuviese ahí para Llewan, pero ella no la conocía desde hacía tanto tiempo. Tampoco el sentido del deber que había aprendido Rya desde hacía muchos años.
Se hubiera quitado la capa para cubrir con ella a Llewan, pero su armadura debajo todavía brillaba como un pequeño sol. Recorrió el caos con una mirada, agarró una manta y la colocó sobre los hombros de la sacerdotisa mientras se agachaba. Plegó las piernas, se sentó de rodillas, frente a ella.
Llewan, dijo. Se mordió la lengua. La miró a los ojos. Lo he sentido también. He tardado demasiado y te he dejado sola con todo esto. Te pido disculpas.
Rya desvió la mirada un momento, pero no había lugares a donde pudiese huir en la habitación de Llewan.
¿Qué has averiguado?
—Sí, también eres bastante gilipollas—suspiró Galatea pellizcándose el puente de la nariz—. No lo demuestres más, por favor.
Tras escuchar la explicación sin embargo, sintió que se le revolvía el estómago. No sabía si tenía ganas de reírse, de darle un puñetazo a algo, de vomitar, o de las tres cosas a la vez por lo horrible y a la vez absurdo que resultaba ser todo. Y desde luego no sabía en qué otro mundo estaba aquel supuesto hombre maravilloso del que le había hablado Berenice, pero definitivamente no era en aquel.
—O sea, que no hay nada malentendible aquí. Es justo lo que parece: El tipo de escoria que se escuda en el "a mí me pagaron" como si eso le quitase la responsabilidad de lo que hace—resumió—. Y no, no me interesa tu obsesión por tapar orificios, pero visto lo visto igual a Kazok sí le interesa meterte algo a ti por alguno. Puedes preguntarle a él.
No podía quitarse de encima la amarga sensación de que las leyes de la ciudad supusieran un escudo tras el que se estaba escondiendo aquel desgraciado. En medio del bosque bien podrían haberse hecho un felpudo con él que nadie iba a objetar nada. Pero era lo que había en aquel momento. Así que se esforzó en pensar que las leyes de la ciudad también podían servir para que tarde o temprano no pudiera esconderse detrás de nada.
—Ahora la parte que viene es en la que te grabas bien lo siguiente: Hemos dicho que te dejaremos en paz. Y te dejaremos ahora en paz. Pero ni por un momento pienses que lo que has hecho contra los habitantes de los valles te va a salir gratis.
Miró a Mara e hizo un gesto medio de sacudir la mano como quien espanta una mosca imaginaria, medio de señalar a un lado con la cabeza para irse. Si Aedelwulf era listo, preferiría mantener el perfil bajo a llamar la atención en Velarburgo y darles una excusa para que pudieran partirle la cara, pero aun así quería terminar de asegurarse de que Elaven había informado a la Madre Segadora. Y que los Jinetes le tendrían un ojo encima.
Por más que lo odiara, en aquel momento no podían hacer mucho más. Tenían prisa. Pero eso no pensaba decirlo en voz alta.
Llewan sonrió con cansancio.
—¿Y qué ibas a hacer, exactamente? ¿Quedarte a mi lado y acercarme la pluma? La Dama de los Misterios te bendijo con el uso intuitivo de la Urdimbre, Rya. Y con sus dotes has logrado hazañas que han sido muy beneficiosas a las tierras centrales. Tu lugar es el campo de batalla, el mío, la biblioteca. El conocimiento teórico es el ámbito de mi especialidad. Porque es evidente que el proselitismo, no.
»Yo no he sentido nada1, pero me he entrevistado con todos los arcanos que han venido a la Casa de Mystra en busca de respuestas, en los últimos días, y ellos sí lo han hecho. Los efectos de los que me han hablado varían de uno a otro, según dónde y qué sortilegios han intentado utilizar. Los conjuros no se ven afectados de la misma manera. Aquí, en Harrowdale Town y a día de hoy, es prácticamente imposible lanzar ningún conjuro de Evocación, Transmutación o cualquiera relacionado con la luz. En sitios más alejados he oído que, simplemente, no duran todo lo que deberían.
»El resto de hechizos operan con normalidad, por lo que la Urdimbre sigue funcionado. Simplemente, está siendo suprimida de algún modo. Se parece a la creación de una zona de magia muerta pero modificada, por algún motivo. Y con algún propósito. Mucho me temo que aún no hemos visto todo. Esto va a empeorar.
»¿Qué has averiguado tú? Morann me dijo que fue tu nuevo grupo de aventureros el que descubrió que estaban raptando a magos por todo el Valle. ¿Crees que podría tener relación?
1: Por si no lo sabías, en las fuentes oficiales Llewan es clérigo, no tiene ni un solo nivel de maga. Y así lo he mantenido en la partida.
¿Qué hubiera hecho? Meterte la comida en la boca, llevarte a rastras al baño... pensó. Lo que hubiera hecho falta, Llewan.
El problema de la magia era tan grave como podía esperar. Si la situación con la manada de Vakennis no hubiera sido tan urgente, si no hubieran sacudido el avispero en Velar, habría sido su principal preocupación, pero ella era solo una mujer, e incluso con sus amigos, eran solo una banda de bienhechores aventureros. No podían afrontar todos los desafíos al mismo tiempo.
Un grupo de orcos intentó secuestrar a Pinna, una maga comerciante de Roble Muerto. La liberamos y les dimos una paliza. Fue uno de ellos quien nos contó lo poco que sabemos. Los contrató una mujer: humana, calva, con pendientes en el rostro, vestida con ropajes diferentes a los que llevamos los locales, enumeró. Quería que secuestrasen a magos, cuando más poderosos mejor, les dijo. El lugar de recogida es el molino de Lanfroe, y la señal, un candil encendido, por la noche. Sabemos que han atacado a Elminster en su torre, y que hay drows asaltando a aventureros... El bosque de Velar está bajo asedio por malaritas; es de allí de donde hemos venido, porque el mal que lo ha tomado ha llegado hasta aquí. Están pasando cosas por todo el Valle, por todos los Valles, supongo, y ninguna buena. No sé si todo está relacionado, pero estoy segura de que no todo son hechos aislados.
Dejar a aquel tipo allí se le atravesaba. Sus instintos le pedían que lo sacara del pueblo. Voluntariamente desde el principio o tras algo de persuasión. Pero también estaba segura de que aún menos Galatea quería dejarlo estar, y aún así lo hacía porque el coste que tendrían que pagar era más del que podía permitirse.
Maldita sea, ¿es que no podían los problemas venir de uno en uno?
Pero si allí no iban a hacer nada más, era hora de irse y no perder más tiempo. Se dio la vuelta y volvió caminando por donde había venido para reunirse con Galatea.
—¡Por los siete hechizos secretos de Mystra! —fue lo único capaz de articular Llewan.
La Señora del Misterio te preguntó por los detalles del panorama que habías esbozado, y cuando se lo diste1 miró alrededor desalentada.
—Debería prepararme para lo que está por llegar —dijo en un hilo de voz—. Descansaré un poco, y le rezaré a la Madre de toda la magia que me conceda hechizos para la batalla que se avecina. ¿Tú estarás bien?
1: para que no tengas que contar por enésima vez lo que pasa.
Deberías, asintió Rya. Que la ciudad sepa que la Madre de Toda la Magia vela por nosotros.
Descanso y plegarias era lo que necesitaba Llewan. Rya hubiera querido que la distracción de su trabajo no la provocase tan grave circunstancia, pero no iba a pedirle que se encerrase en el templo a escuchar lo que estaba cercano a suceder a través de los muros.
Mystra me protege, dijo con convicción. Todo saldrá bien.
Abandonasteis el callejón y os volvisteis a reunir con Elaven unos minutos más tarde. El selûnita os confirmó que Olavia se ocuparía de que los Jinetes Grises tuvieran vigilados a Aedelwulf y su banda de mercenarios para que no provocasen ningún problema durante el festival de la primavera. Tras despediros del hombre de la máscara de hierro, os dirigisteis como alma que lleva a Asmodeo hacia Harrowdale Town, sin parar siquiera a comer.