Partida Rol por web

Ciudad de la Orilla Solitario. Hora de Akodo.

El pescador te mira embelesado y un brillo destella en sus ojos. Deja su tarea un segundo y se postra ante ti. Te informa de que los capitanes están en su mayoría en la aduana o en la taberna del puerto. Quizás alguno en los barcos.

Te alejas del hombre mientras observas los barcos que hay. Al menos una docena. Tardarás un rato en encontrar a todos los capitanes.

 Asiento al escuchar su respuesta, con mi habitual sonrisa amable. Parecía estar claro que yo le interesaba, aunque apenas nos conocíamos. La verdad es que a mi me empezaba a pasar lo mismo con ella, aunque no era habitual en mí en fijarme en alguien tan joven de esa manera... Aunque de momento no creo que fuera más alla de mera atracción física, por su aspecto de hermosa muñeca, junto al su carácter, mas que el mero hecho de estar enamorándome realmente... Aunque nunca se podría saber lo que el futuro nos tenía reservados a los dos.

 - Me sorprende que tu padre lleva a una jovencita tan encantadora de un lugar a otro, cuando debería de estar buscándole algún marido, ¿o acaso estás ya prometida?.

 Intenté que mi tono sonara lo más casual y despreocupado posible, hasta que no la conociera mejor, sería lo adecuado no dar ningún reflejo de mis confusos sentimientos.

Aldea del Arce Rojo. Hora de Shiba.

Takako sonríe ante lo inadecuado y atrevido de tu pregunta, aunque jugueteando con su pelo marrón caoba, te contesta:

-No, aún no. Mi padre a pesar de su posición siempre ha querido para sus hijos lo mismo que el pudo tener, la capacidad de elección. Aunque aún soy joven, ya me he ido fijando, buscando a quien pueda ser mi futuro marido.

El canto de los pájaros, el brillo del cielo y la suavidad de la hierba sobre la que te sientas, así como la suave brisa que mueve y refresca todo, hacen del momento algo áun más mágico. Que encanto de mujercita.

 La verdad era que me gustaba esta mujercita, pese a su juventud, tenía muy claro lo que quería, lo cual, a mi parecer, era algo digno de admiración. Tratando de mantener una actitud que no demostrara todavía mis intenciones, le pregunté cordialmente:

 - ¿En serio?. ¿Y que es lo que buscas en un futuro esposo, si no es demasiado atrevido por mi parte preguntar?. La verdad es que a mí siempre me ha costado imaginar que es lo que las mujeres buscáis en un hombre, supongo que es porque soy demasiado torpe para poder imaginarlo.

Mientras hablaba, no perdía de vista como ella seguía jugueteando con su pelo marrón caoba, mientras yo seguía disfrutando de este mágico momento que se me ofrecía, olvidadas ya todas mis anteriores preocupaciones.

Aldea del Arce Rojo. Hora de Shiba.

La sonrisa de Takako vuelve a ser ocultada por el abanico que lleva. Desde luego es una delicia.

-¡Oh! Sois muy atrevido, Ashitaka-sama. -Contesta divertida.

Y con un rápido movimiento se levanta y corre alejándose de ti, mientras se rie. Esta vez a carcajada limpia, mirando continuamente hacia atrás. Como esperando que la persigas.

Te levantas y te dispones a ir tras ella.

 Devolviéndole de buena gana la risa, corro detrás de ella, divertido por la situación, dispuesto a alcanzarla y estrecharla en mis brazos, para agacharnos y poder ocultarnos entre la maleza, libres de miradas indiscretas que nos pudieran molestar:

 - No tan rápido, Takako-sama...

 Sabía que, gracias a mi entrenamiento, podría alcanzarla sin problemas, aunque tampoco, pese al deseo que ardía en mi pecho por ella, quería obligarla a nada contra su voluntad... Solo quería abrazarla y tenerla a mi lado.

Aldea del Arce Rojo. Hora de Shiba.

Takako es más rápida que tú y se interna entre los árboles. Tú, alegre, la sigues, pero la pierdes de repente. Toda la felicidad inicial desaparece. Te paras y comienzas a llamarla a gritos. Comienzas a preocuparte.

La carrera te ha dejado exhausto, deberías buscarla, pero decides sentarte unos instantes antes.

En ese momento, de entre los árboles se escurre una figura. La figura es pequeña y grácil, apenas te da tiempo a verla antes de que te robe un beso. Un beso rápido e inocente, pero que impregna tus labios con su sabor.

Takako vuelve a salir corriendo, retándote a atraparla.

Tras el susto inicial, el calor de la pasión vuelve a inundar tu ser y corres tras ella. Es veloz, la condenada. Piensas entre risas.

Cuando llegáis al poblado, ambos reducís el ritmo por el qué dirán. Pero andáis veloces, vigilandóos ambos.

Takako alcanza la puerta de la casa, y justo antes de entrar, se detiene un poco, hasta que estás a escasos metro de ella. Te sonríe y entra en la casa.

Entras tras ella, y ves como se acerca a su padre y le da un beso en la mejilla. Tu padre está con él. Ambos te saludan. Takako pide permiso para ir a su habitación para prepararse para prepararse. Apenas puedes mantener la compostura por la falta de oxígeno tras la carrera.

 Les dedico una reverencia a los dos hombres, mientras trato de recuperar el aliento, para luego hacer otra hacia el padre de Takako, en señal de gratitud:

 - Sin duda vos sois Asahina Eiji-sama, el hombre que me curó y con el que estoy en deuda. Os debo mi gratitud, señor, y espero poder devolveros la gentileza que tuvisteis conmigo en el futuro.

 Mientras espero su respuesta, me pregunto que estará haciendo exactamente Takako en estos momentos, y si tendremos ocasión de volver a estar a solas antes de partir.

Aldea del Arce Rojo. Hora de Bayushi.

El hombre te mira y sonríe.

-Así es hijo, yo soy quien te curó. Creo que ha sido una suerte para los dos, ya que este fatal desenlace me ha servido para reencontrarme con mi viejo amigo Aoshi. -Dice en referencia a tu padre. ¡Mi padre y él se conocen! -Vete a limpiarte si lo deseas, cenaremos esta noche todos juntos. -Con una sonrisa pícara y un brillo en sus ojos te dice. -Creo que ya has conocido a mi hija, ¿verdad?

 Asentí, un poco nervioso, aunque hice un buen trabajo para disimularlo, como me han enseñado, mientras respondo la pregunta de nuestro anfitrión:

 - Si, mi señor, he tenido un agradable conversación con ella. Con vuestro permiso, voy a lavarme, como tan gentilmente me habéis sugerido, y me prepararé para la cena, la cual esperaré con ilusión.

Vuelvo a hacer una reverencia a cada uno de los dos hombres mayores, esperando a que me permitan ausentarme, para luego ir a bañarme. Mientras estoy en camino, me pregunto que tipo de relación tendrán los dos y a que tiempo se remontará.

 Después de ir a mi cuarto, a por una muda limpia y todo lo que pudiera necesitar para bañarme, me apresuré a ir al lugar destinado al baño. Mientras me metía en el agua, mi mente vagó, pensando en la dulce Takako.

Aldea del Arce Rojo. Hora de Bayushi.

Tras el baño relajante y una vez mucho más limpio, te preparas con esmero, intentando sorprender a Takako.

Te diriges al salón donde los sirvientes ya han comenzado a poner la comida sobre una gran mesa baja. Tanto tu padre como Eiji están charlando amigablemente. Tal y como te dijeron, compruebas que su tono es distendido y que se trata de antiguos camaradas.

Cuando te ven, ambos te invitan a sentarte junto a ellos. Por primera vez, desde que hiciste el gempukku, te sientes realmente un adulto al sentarte en la mesa con ellos y al hacerte partícipe de la conversación.

Un rato después, cuando el hambre comenzaba a apretar, aparece Takako. Si antes te pareció hermosa, ahora está radiante. Sin duda la espera ha merecido la pena. Tu reacción no pasa desapercibida para nadie.

 Me incorporo y le dedico a la hermosa jovencita un saludo cortés, tal y como determina el protocolo pertinente, mientras la saludo cortesmente:

 - Me alegro de volver a veros, Takako-sama.

Espero su respuesta y que se siente, antes de volver a sentarme en mi sitio.

Aldea del Arce Rojo. Hora de Bayushi.

Takako luce espectacular. Tu corazón palpita con fuerza. Se dirige hacia el lugar situado entre tu padre y el suyo, dejándote justamente enfrente de ella. Mientras se sienta Takako te agradece tu cumplido.

-Muchas gracias, Ashitaka-sama. Vos también estais esplendoroso. -Su comentario te hace sonrojarte. Te preguntas cómo demonios una niña puede sacarte los colores tantas veces. Como viene siendo habitual por lo que has experimentado, tu color facial no pasa desapercibido para vuestros padres, que discretamente se miran y esbozan una discreta sonrisa.

-Y bueno, hijo, -dice Eiji. - ¿qué ha sido de tu vida en estos últimos años? La última vez que te vi no levantabas más que una katana puesta de pie.

 Me dirijo a nuestro anfitrión y le respondo, con toda la educación y cortesía que merece:

 - Bueno, Eiji-sama, me temo que no hay mucho que contar, he estado entrenando el estilo Bushi desde que tengo memoria, aparte de, como a todo samurái, he pasado por el gempukku. Aparte de eso, mi vida ha sido bastante aburrida... Hasta lo que pasó con aquel falso monje.

 Mi mente se ensombrece al pensar en ese asesino tenebroso y sus pobres víctimas, pensando en cuantas habrían sido antes de que nos lo encontrábamos.

Aldea del Arce Rojo. Hora de Bayushi.

La cara de Eiji se ensombrece.

-Ya veo, hijo. Pero piensa en las cosas buenas. Tu padre y yo hemos vuelto a encontrarnos y tú estás a salvo, que es lo más importante. Ahora debes de concentrarte en tu futuro, por lo que me ha dicho tu padre os dirigís hacia las conversaciones de paz entre el León y el Escorpión. Iremos con vosotros. Yo también he sido invitado. Además, espero que des buena conversación a mi hija.

El tono de Eiji ha resultado divertido en su último comentario. Sin duda, Eiji disfruta haciéndote enrojecerte.

La cena se desarrolla con normalidad, escuchando sobre todo historias de juventud de Eiji y de Aoshi.

  Asentí mientras escuchaba con atención las sabias palabras de Eiji, entonces. tratando de disimilar el rubor que me había causado su último comentario, le respondí con cortesía:

 - Sera un placer, Eiji-sama.

 Entonces, mientras escucho con atención las historias de juventud de Eiji y de mi padre, mirando sonriente a Takako de vez en cuando, para preguntarles:

 - ¿Y como os conocisteis, si no os importa la pregunta?.

 Me imaginé que sería, dado que todos eramos del mismo clan, en algún tipo de reunión entre nuestras familias, o puede que sencillamente se conocieran de toda la vida...

Aldea del Arce Rojo. Hora de Bayushi.

Ambos samuráis te miran, se miran y comienzan a reirse. Uno al otro van cediendose el "honor" de contar la historia de cómo se conocieron. Finalmente, tu padre toma la palabra y te responde.

-Lo cierto es que nos conocimos en el Campeonato Topacio. En una pelea. Cada uno en un bando. -No puede evitar reirse a carcajada limpia, que Eiji acompaña.-Cuando uno es joven a veces hace tonterias por mujeres, y por una llegamos a las manos. Al final lo único que nos llevamos ambos fueron unos buenos golpes. De la chica, nada de nada.

Me dirijo a la aduana pasando la orden de la búsqueda de esos collares ante todo el tan buscado por la dama Daidoji, pregunto por todos los capitanes de barcos de transporte o pasajeros. Estoy decidida a encontrar esos objetos hurtados, por el honor de la grulla.

Al tenerlos nombres de los capitanes, voy preguntando a ellos por las mercancías así como por los pasajeros, por si tienen algunos mercaderes viajando en sus barcos.

Vamos alguna pista algún indicio algo que nos permita encontrarlos como sea... necesitamos encontrarlos. No puedo decaer mis compañeros tampoco lo harían.

Tardo el tiempo necesario para hacer todas mis preguntas y que los de aduana revisen los cargamentos de salida buscando esas joyas.

 La idea de que mi padre pudiera darse de golpes con otro por una mujer me sorprende tanto que, por unos breves instantes, me quedo con la boca abierta y los ojos como platos, aunque, afortunadamente, logro reponerme a tiempo y le respondo:

 - Oh... vale... Supongo que siempre te había imaginado como un tipo tranquilo y sereno. Me cuesta verte como un jovencito peleón.

 Me tapé la boca, tratando de disimular mi sonrisa, mientras mis ojos, brillando de hilaridad, buscan los de Takako, esperando compartir con la mirada el momento de diversión.

Ciudad de la Orilla Solitario. Hora de Hida.

La noche te sorprende cuando terminas de hablar con el último capitán. Has estado visitando a todos los capitanes, ya estuviesen en sus barcos o bien en la taberna o la aduana. O mienten bien o realmente no saben nada. Te sientes realmente frustrada. ¿Habrá salido ya el ladrón de la ciudad o seguirá en ella? Te preguntas mientras te diriges de vuelta a los barracones.

La noche es oscura y las calles están desiertas. No tienes problemas para encontrar el camino de vuelta no obstante. Recorres la ciudad pensativa, dando vueltas a cada detalle, pensando en qué se te pasa por alto.

Por fin llegas al barracón. Es tarde y estás cansada. Aunque no has comido en condiciones desde el desayuno, apenas unas bolas de arroz en la comida, decides irte a dormir. Sólo te queda un día para investigar antes del festival, y ni siquiera entero, ya te tendrás que organizarte con tus compañeros para el mismo.

Te quitas la armadura y dejas las armas en el armero. El sueño te llega pronto.