Partida Rol por web

Miro a mi alrededor rápidamente en busca de un lugar donde poder situar a mi oponente en desventaja.

Esta vez tu golpe le pilla con la guardia baja y le alcanza de lleno el brazo del arma; de haber sido más fuerte, podrías haber sentenciado aquí el combate, pero en lugar de eso solo le causas una fuerte contusión que no llega a desarmarle.
-¡Raah! Pagarás por esto. ¡Muere!
Pero una vez más su lanza se estrella en tu escudo.

Mientras las columnas de humo subían hacia le cielo y las figuras de la serpiente y el guerrero lo iluminaban, de repente, todo paró y me encontré con el "fantasma" ofreciéndome lo que no debería tener, lo que debería ser mio, Felkenna, la que aun debería estar encarnada reposando junto a mi entre caricias mientras observásemos la guerra desde una colina a salvo de todos los peligros.

Sostenía a Loranda con mis manos, últimamente había perdido mucho peso* y eso me ayudaba junto a la rabia contenida desde hacía mucho tiempo.

Observé a la figura translucida con aquel rubí rojo como el fuego que absorbía la luz y dejaba que su sombra se ennegreciera un poco mas el suelo. Lancé mi mano mientras con la otra continuaba sujetando a Loranda en volandas e intenté arañar su piel tenebrosa cuando le arrebaté la piedra y la guardé en uno de los bolsillo interiores de la túnica, lo mas cercana a mi pecho, el sitio donde debería estar y ene l cual sintiese el pequeño golpe que un ladrón pudiese intentar arrebatármela y, lo miré con odio, con fuerza, con rabia cuando noté que mi mano atravesaba su incorpóreo cuerpo. Miré a los lados intentando localizar su cuerpo, no debería estar demasiado lejos, aunque era listo y a simple vistan no lo dejaría, y menos sabiendo lo que estaba pasando aquí:

-Así que tu eres el ente que a veces notaba que me vigila, debí sospecharlo antes. -  Escupí una flema roja al suelo, posiblemente me había mordido los carrillos por dentro de rabia, y luego lo señalé con mi dedo huesudo y tiznado de las cenizas- Ella -levanté unos centímetros a Loranda mientras retorcía la mano y apretaba su ropa aun mas a su cuerpo- le hizo daño en vida, y no tiene perdón, pero tú -señalé exageradamente- tú, tú - el tono de mi voz bajó- le has hecho daño en muerte, y eso también tiene su repercusión en todos los planos- crispé el puño de la mano que le señalaba- Algún día lo pagarás, y esta vez puede que no sea yo, sino ella -golpeé la túnica en la zona que había guardado la joya- yo no tengo ni idea del dolor que le has producido, y por eso será ella la encargada -hice una pequeña pausa- Swen, hijo de los vientos, reza a tus dioses paganos para que pueda ser encarnada lo antes posible, porque no respondo de sus actos en el momento que sea liberada de su cárcel de fuego.

Me agaché y cargué a Loranda sobre mi hombro como si fuese un saco de patatas.

-Ahora la dejaré en un lugar seguro, luego me iré. -comencé a caminar hacia el templo sin mirar hacia atrás-

Con pasos lentos debido a mi lastimosa carga, me encaminé hacia el templo.**

Erikand sonrió ante el comentario del guerrero parlanchín. Estaba claro que hablar no demostraba nada. Ahora si colocaba un par de golpes más, el combate finalizaría.

Empujé la puerta con el hombro que sostenía a Loranda dando un golpe con su bunda* y con largos pasos caminé directo al altar seguido de una nube de polvo y humo mientras la túnica ondeaba a mis espaldas. Las sacerdotisas se acercaban a nosotros y con una mirada fulminante hice que alguna se apartase sin preguntar. Al ver que alguna me seguía pausé el paso y les dije con voz tenebrosa:

-Apartaos todas, fuera, ¡FUERA TODO EL MUNDO DE AQUÍ!  -continué mi camino sin pausar ni ver las reacciones de nadie hasta que alcancé mi objetivo.

Con el bastón de la calavera barrí la piedra que utilizaban de altar lanzando botes perfumados, flores e inciensos al suelo, luego me dirigí hacia la punta de este y coloqué los cuartos traseros de Loranda y la dejé caer de espaldas sobre la pira. Su cabeza dio un golpecito que sonó como cuando golpeas a una sandía para ver cuan madura está.

Torcí el labio y volví a aplicarle una dosis de curación, acto seguido volví a darle algún bofetón para que recuperase otra vez la conciencia, y cuando me miró a la cara con su típica mirada de rabia la volví a agarrar del cuello y le dije:

-Escucha atentamente, porque sólo te lo diré una vez, "estimada Loranda" -chispas de baba salieron de mi boca al decir las dos últimas palabras- En breve me voy a ir, y te voy a dejar aquí con suficiente vida hasta que vuelvan los demás. -di una palmada sobre la piedra al lado de su cara cuando vi que se le cerraban los ojos- Ahora me voy a ir, y eso no significa que te perdone, ni que sea una huida, sino que puede que esté tomando carrerilla para volver en otro momento. -Tragué saliva y su sabor a hierro me gustó- no dudo que vaya a necesitar de tu cuerpo -sonreí- míralo por el lado bueno, volverías a tener brazos para que Felke pudiese empuñar las dos espadas otra vez, teníais mas o menos el mismo tamaño, así que procura no enfermar, y mucho menos morir. -puse una mano sobre su frente- espero que no haga falta que te ate las manos ** - me acerqué y besé su frente- ahora duerme y descansa, te esperan años duros, muy duros hasta que vuelva, y si no lo hago solo, tiembla- respiré unos segundos  le dije- felicita a Vehexa y a Kenvent de mi parte, así como felicites a Erikand por todo, y le recuerdes a Aldar que tiene mi arco y algún día volveré para recuperarlo, además de que estoy seguro que hizo trampas para cazar al cerdo spolita***. -me limpié los labios con el revés de la palma- y recuerda, ni una palabra de mas a nadie o ya sabrás lo que te puede pasar a ti y a los que te rodean.

La tapé con una cortina que había humedecido yo mismo en una tinaja de agua y volví a taparle la boca y la nariz hasta que perdió la consciencia, y fue el momento cuando la curé completamente.

Con pasos decididos caminé hacia la puerta lanzando todos los candelabros y velas hacia las cortinas y tapices que colgaban de las paredes prendiendo fuego a estos y causando bastante humo que comenzó a salir por la puerta del templo cuando abrí las puertas y me dirigí hacia un establo mientras gritaba:

-¡FUEGOOOO, EL TEMPLO ESTÁ ARDIENDO Y HAY HERIDOS DENTRO CORRED, NECESITAMOS AYUDA PARA SOFOCARLO!

Los aldeanos dela retaguardia comenzaron a correr hacia el templo para apagar el incendio, mientras yo monté en un caballo que ya no estaban vigilados por la confusión, y comencé a galopar hacia la puerta sur de la aldea.

Al verme los guardias la abrieron creyendo que me unía a las primeras filas y crucé el arco de esta sin mirar atrás y galopé seguido de una pequeña nube de polvo hacia la ciudad:

Esta túnica y mis insignias aun me pueden abrir muchas puertas, muchísimas, y eso es lo que voy a necesitar a partir de ahora...

Te fijas en los restos calcinados de una máquina de guerra detrás de tu oponente. Colocandote en la posición adecuada podrías hacer que perdiera el equilibrio si o empujaras hacia allí.

El salvaje charlatán baja un instante su escudo para soltar alguno d esus insultos, pero sus palabras nunca llegan a salir de su boca ya que tu maza se estrella contra ella con tal fuerza que sus dientes salen volando en todas direcciones.
El guerrero cae hacia atrás y cuando trata de evitar la caída descubre que su cuerpo no le obedece, justo un instante antes de perder la consciencia.

Al detectar los restos de una máquina de guerra destrozada detrás de mi adversario, se me ocurre una idea. Primero doy unos cuantos pasos laterales para encararme hacia los restos de madera y metal que yacen esparcidos por el suelo. Luego, sin bajar la guardia ni un segundo, obligo al soldado a retroceder unos pasos y, cuando lo tengo justo donde quiero, me abalanzo contra él con el escudo por delante. Si consigo empujarlo y hacerle perder el equilibrio, tendría una ventaja que podría decantar el duelo a mi favor.

Durante el tiempo que permaneci consciente hasta que me volvi a desvanecer, mi mente navegaba a ritmo vertiginoso. Me costaba comprender que estaba pasando, de pronto en mi mente se hizo la luz.

La espantosa bestia me habia mutilado, me habia arrancado de cuajo los brazos dejandome indefensa para el resto de mi vida. El espectro de Swen aparecio ante mi como un fantasma y pude ver que le ofrecia a Kilder el alma de Felkkena. Luego todo paso muy rapidamente. Fui testigo de los desvarios de mi compañero, mi mente recupero la lucidez y entendio lo mucho que estaba sufriendo. A mi me habian arrancado las extremidades superiores, pero a el le habian arrancado el corazon y aquello era peor que cualquier otra cosa, estaba completamente loco. A pesar del dolor que me provocaban mis heridas escuche sus amenazas y me dio pena. Nunca habia sentido tanta lastima por alguien. Yo me habia liberado el dia que mate a la perra lunar, pero el seguia siendo su esclavo y esto me causaba un pesar dificil de explicar. El pobre Kilder era un alma en pena y su voluntad estaba dominada por la puta a quien decapite, aun muerta lo dominaba.

Senti como su poder mejoraba mis heridas. Senti como la sangre dejaba de fluir para empapar la tierra. Pero me invadio una profunda tristeza al comprender lo desdichado que se sentia Kilder. Jamas seria dueño de si mismo. Se pasaria la vida pensando en ella y llorando su muerte. Que podia haber peor que eso?

En el momento en que cargo conmigo para llevarme al templo me alegre de haberla matado. Me senti completa y satisfecha. Me habia vengado tal y como queria, esa era la meta que me habia marcado en mi vida y la suerte me habia acompañado. Sin embargo Kilder nunca tendria sus caricias, ni sus besos, ni siquiera tendria su compañia. Yo habia conseguido lo que pretendia y el jamas podria hacerlo. 

Cuando me deposito en el altar rece por el, rece porque su sufrimiento acabara pronto, rece porque su tortura desapareciera y lo dejara descansar en paz. Apenas tenia fuerzas para hablar, tan solo lo mire mientras me tapaba la boca y la nariz, no habia reproches en mis ojos, mi mirada reflejaba la ternura que sentia hacia la persona que siempre habia cuidado de mi salvandome la vida en mas de una ocasion. Me di cuenta de que todo el resentimiento, todo el rencor y toda la sed de venganza que me habia guiado los ultimos años habian desaparecido; y me senti feliz por primera vez en mucho tiempo. 

El oxigeno dejo de llegar a mis pulmones y sin darme cuenta todo a mi alrededor se convirtio en oscuridad. 

-¡Raaghh!

Vehexa falla de nuevo su ataque; parece que el agotamiento está haciendo mella en ella, pero su defensa sigue siendo efectiva y cada vez que la espada de su rival se estrella contra el asta de hueso encantado de su hacha, cruje y pierde su filo lentamente.
Kenvent espera el momento propicio y se lanza contra su rival con el escudo por delante. Un golpe certero del lunar clava la espada en el escudo hasta que la punta asoma por el otro lado, pero el orlanthi no se detiene y golpea al lunar, que tropieza y cae de espaldas al suelo.

Me lanzo a por el soldado tumbado en el suelo dispuesto a dar el combate por terminado.

El oficial lunar cae de espaldas a resultas del empujón de Kenvent y ve como éste salta sobre él con tal furia que descuida completamente su defensa, dejándo que la espada del lunar se estrelle contra su armadura si más consecuencias; la espada de Kenvent se clava con tanta fuerza en el pecho del lunar que le atraviesa de lado a lado hasta clavarse en el suelo.
El rival de Kenvent ha muerto y el de Vehexa, viendose en inferioridad y con la espada a punto de quebrarse, opta por huir, dejándo a su comandanta sin más protección.

Las defensas del ejército lunar se han roto y los orlanthis están penetrando entre sus filas sin problema, acabando con un gran número de soldados que han visto rota su táctica y apenas pueden defenderse viendose atacados por todos lados.
Desesperado, el ejército lunar recurre al mismo truco que utilizó años atrás para crear la confusión en la aldea e invocan a una terrible bestia del caos; la tierra tiembla junto al templo de Orlanth y un monstruo bicéfalo parecido a un caracol gigantesco y terrible aparece destruyendo casas y devorando a cuántos se atreven a ponerse frente a él. Kilder prepara el más terrible d esus conjuros mientras Loranda le cubre, pero la velocidad y la fuerza del monstruo hacen que ésta caiga presa de sus dos enormes bocas y sea despedazada justo antes de que la magia de Kilder lo haga estallar, llenando la aldea de pedazos de gelatina, escamas y dientes.
Erikand ve la escena justo cuando termina de abatir a un rival especialmente correoso y en se momento comienza la retirada de los lunares. Cientos de guerreros lanzan sus armas y escudos al suelo tratando de escapar mientras los salvajes brolianos les cazan como a conejos.
En el cielo la serpiente roja lanza su último ataque, pero el guerrero de trueno la atrapa con una mano mientras con la otra deja caer su espada y la abre en canal, haciéndola desaparecer de inmediato mientras las nubes de tormenta cubren el cielo y comienzan a descargar su lluvia.

Los lunares corren en desbandada, muriendo bajo flechas, hachas y tridentes. Kenvent arranca la espada del pecho de un oficial lunar cuando una figura aparece frente a él.
Ahrrya se ha convertido en toda una mujer y viste una armadura ligera, blanca como la nieve y ribeteada en rojo, mostrando símbolos lunares. Al contrario que Kenvent, cubierto de sangre de varios hombres y con los ojos inyectados en furia, Ahrrya está completamente limpia y su expresión e stranquila a pesar de la derrota sufrida. Sin ningún esfuerzo desenfunda su espada y apunta con ella a Kenvent.

-Tio Kenvent. Sabes tan bien como ya que esto no ha terminado aún.
Ahrrya busca con la mirada a su padre. Garnath está lejos de allí, girando sobre si mismo con una espada en cada mano acabando con los lunares que huyen.
-Supongo que esta parte te toca a ti. Voy a enseñarte todo lo que he aprendido en estos años.
Ahrrya adopta una postura de combate típicamente lunar, con los brazos extendidos y sin portar escudo alguno. Ya era una buena espadachina de niña y no hay duda de que habrá mejorado en estos últimos años.

Vehexa se acerca a Kenvent y pone una de sus manos sobre su hombro - Honor y fuerza, esposo. Tuya es la ira de mis dioses. -Tras quedarse un momento mirándole a los ojos, se aleja a una distancia prudencial para seguir la batalla.