Partida Rol por web

Bajo las luces de New York

New York, New York

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14/05/2013, 21:37
Nathaniel Scott
Sólo para el director

Notas de juego

Me comienzas el dia? 

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16/05/2013, 17:29
Director

Notas de juego

Te ando haciendo un macropost a lo Sherlock Style. Tardaré, pero prometo que vas a tener información a mansalva.

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16/05/2013, 17:32
David Stanford [Superviviente]

Notas de juego

Ok, i luv that. No hurry up.

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24/05/2013, 16:57
Director

Ya había caído la noche, y el frío se dedicaba a ningunear a la gente que lo desafiaba con bufandas y forros polares para patinar en la pista de hielo de la plaza. Que eran bastantes, a decir verdad: ni las bajas temperaturas ni las desapariciones habían conseguido borrar la sonrisa de un viernes a la gente. Por un momento David pensó en utilizar la palabra temerario, pero pronto se dio cuenta de que no era eso. No era un exceso de valentía o una falta de miedo, ni siquiera de conocimiento.

Eran mentes grises preprogramadas. Se sale los viernes. No importa que el mundo arda, que miles de personas estén muriendo mientras tú te pillas la cogorza de ese día. No importa nada salvo una rutina insulsa, una vida apagada que cuando se acabe, nadie querrá recordar.

Y allí estaba él, obligado a oír las risas ahogadas de las adolescentes, los gritos de ilusión de los niños y los susurros melosos de parejitas que se creían salidas de una comedia romántica. La ceniza del cigarrillo cayó al suelo, casi sin cámara lenta. En la otra punta de la ciudad su hija yacía en un ataúd, con una madre llorando a su lado y gente dando condolencias que no sentía. Un velatorio. Nadie se extrañaría de que no estuviese allí.

Siempre fue un impresentable. Un cabrón sin escrúpulos. Inserte cualquier otra retahíla aquí.

Él ya se había despedido de Clare, y sabía que no podría soportar los comentarios apersonales y los ritos sociales sin sentido de cubrir de compasión a la familia. Lo único que le había hecho plantearse su existencia había sido apoyar a su mujer, pero nada podía recoger los restos rotos de una mujer que ha perdido a su hija. Quizás, solo el tiempo. Él podía hacer algo mejor. Le habían dado la oportunidad de vengar a su hija.

Tras él, su coche. Ese no era precisamente un sitio fácil para aparcar, y las luces de emergencia brillaban de manera intermitente. Estacionado. El guardia de la zona no tardaría en darse cuenta de que llevaba ya un buen rato con el coche allí parado y le obligaría a marcharse, pero Isabella no se había dignado en aparecer aún.

David iba a soltar aire con resignación cuando la pequeña figura de la chica se recortó a lo lejos. Completamente de negro rodeada de luces de colores, con gesto imperturbable entre tanta vomitiva felicidad. El escritor hubiera jurado que había algo de asco en su cara, aunque quizás solo estaba extrapolando sus emociones al resto. Isabella hizo un sencillo gesto con la cabeza a David, una manera de asegurarle que le había visto, pero no aceleró el pasó.

¿Estás listo?- preguntó de manera retórica, pues ya iba directa a abrir la puerta del asiento del copiloto. Estaba claro que odiaba la ciudad: no había más que verla. Espero que lleves la cartera…

La idea era dar una vuelta a la ciudad en coche, con el gesto en gasolina que eso implicaba. Isabella olisquearía el ambiente en busca de algún olor que determinase la presencia de no muertos. Al parecer ese olor existía, y bastante mierda le había contado y se había tragado como para ahora protestar por algo así.

Si eran vampiros, buscarían al asesino de Clare. Si eran ghouls…Isabella haría su trabajo. Ese era el pacto.

Notas de juego

Se que te prometí un tochopost, pero estoy pendiente (aún) de unas reacciones de jugadores. En cuanto pueda, avanzaré esa cuestión. No te veas obligado a responder a esto si no tienes mucho que añadir, que se que andarás hasta las trancas de trabajo. Es un "se que estás ahí, baby"

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24/05/2013, 17:19
Daniel

Hacía muchísimo frío, pero a nadie parecía importarle que ya hubiera caído la noche. La pista de hielo reflejaba los brillos de colores de las luces de navidad, y la gente desfilaba con gracia y torpeza por el hielo. Era viernes por la noche y eran muchos los que habían decidido empezar el fin de semana con alegría.

No era el caso de Edward ni de Ulysses. El joven abogado miraba con nerviosismo su teléfono. Charlmers no había dado respuesta a su mensaje. Ni buena ni mala. A lo mejor estaba jodidamente ocupado o a lo mejor había pasado algo, pero Bradley conocía la ley en estos aspectos: si has avisado a tu jefe y no se digna en establecer contacto contigo, es por algo. No cuestiones al Jefe. Amemos al Jefe.

Ulysses, por otra parte, miraba con nerviosismo a todo. El hombre llevaba a cuestas una mochila deportiva que su mujer le había llenado de ropa. Incapaz de mentir ni de preocupar a su mujer había optado por un punto medio, diciéndola que marchaba con unos compañeros unos días al norte, a pasar un fin de semana. Era la primera vez que salía de la gran ciudad y hacerlo con unos completos desconocidos no ayudaba demasiado.

Por suerte Daniel no tardó en llegar con una gran ranchera de un tono gris anodino y azulado. Las luces de estacionamiento brillaron por unos momentos, antes de que abriese la puerta y se bajase a recibirlos.

La imagen hubiera hecho que Edward se hubiera echado a reír si no fuese porque ese hombre era su conductor y compañero durante las próximas a saber cuántas horas. Vestido con unos pantalones caquis militares y un chaleco de caza, Daniel era el típico arqueólogo de biblioteca que el ejército se lleva con él en una novela de Dan Brown. Lo peor es que lo levaba con total y natural dignidad.

Que Dios le pillara confesado.

 ¿Estáis listos? Preguntó fingiendo indiferencia, aunque la sorpresa y alegría de ver que ambos habían acudido era más que visible. Aunque pronto su gesto cambió al de una sorpresa absoluta, y aceleró con nerviosismo el cargo de las maletas al coche, obligando a Ulysses y Bradley a subir con rapidez.

¿Habéis visto eso?-preguntó una vez dentro, bajando el tono de una manera absurda teniendo en cuenta que estaban dentro.

Señalaban a un coche algo viejo, junto al cual esperaba un hombre fumando y mirando al resto de la civilización como si lo único que se mereciesen fuese un tiro de escopeta. Ulysses no supo reconocerlo, pero el ojo crítico de la sociedad newyorkina del abogado pronto lo identificó como David Stanford, escritor y actor de una serie basada en su vida. No tenía mucho mérito, teniendo en cuenta que su careto estaba por gigantescos carteles por todo el centro de la ciudad, pero Edward recordó otra cosa.

La supuesta entrada a su blog. Eso era lo que parecía interesarle a Daniel, que sonrió cuando apreció el gesto del joven abogado.

- Quizás Stanford sepa algo sobre las desa…

Pero una joven apareció en la escena, subiendo al coche del escritor. Si querían hacer algo tendrían que darse prisa, y parecía poco probable que les diese tiempo a bajarse del coche y golpear su ventanilla.

Si querían averiguar algo…tendrían que seguirle.

¿Qué hacemos? Preguntó el conspirador a la pareja. Estaba claro que su curiosidad era infinita, pero sabía por qué estaba aquí. Entendería que prefiriesen poner rumbo fijo hacia donde estaba Ned, pero aquello sonaba a una oportunidad que no se iba a repetir…

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24/05/2013, 17:59
David Stanford [Superviviente]

 

La vida de David Stanford fue bastante vívida en sus últimas horas. Tras despedirse convenientemente de su hija, con media hora de luto particular anclado a una silla mientras le sostenía la mano, el hombre salió de allí y le pidió a Jean Luca que llamase al mejor tanatopractor que conociese en todo el jodido país controlado por la polla del presidente negro. Que convirtiesen a su Clare en la mujercita cadavérica más jodidamente bella de todo el hediondo cementerio.

Fue a su casa y entró con las llaves. Su mujer no estaba dormida, claro, sino autocompadeciéndose en el sofá con unos cuantos vasos de té vacíos delante y una infusión en las manos. La cara y las pintas con las que llegó el dramaturgo lo decían todo. Aquel hombre daba pena tan sólo con verlo, y cuando le dijo a su mujer "se ha ido, déjalo salir", la mujer comenzó a golpearle el pecho mientras lloraba histérica, culpando a su marido de todo.

Y tenía razón, en cierto modo. Era culpa de David haberla educado de forma libertina, dándole un modelo paterno que sólo sabía hacer la O con un canuto, cepillarse modelos y escribir mierda en la máquina de escribir. Uno al que habían condenado por corrupción de menores y tantas veces por agresión, alteración del orden público y desacato a la autoridad.

Una vez la mujer se hubo calmado y se aseguró de que no iba a cortarse las venas con una cuchilla de afeitar, llamó a su agente. Que paralizase todo en relación a su serie de televisión, que no le dijese una mierda a la prensa y que estuviese pendiente de sus cuentas personales en la red. No esperaba encontrarse una mierda, pero si lo había, él no tendría tiempo para averiguarlo. Si Charlie encontraba algo útil, que le llamase.

 
 

Por la mañana fue a comisaría a explicar todo en relación a los nuevos acontecimientos relacionados con su hija. Al parecer Thomas Jackson, por desgracia, ya no llevaba el caso. Le importaba un comino teniendo en cuenta que esos incompetentes no iban a ser más listos que un puñado de muertos ambulantes.

Explicó lo que ponía en su blog, obviando la parte de Isabella y los colmilleros. David era capaz de cualquier cosa por ajusticiar la muerte de la niña y meterle una estaca por el culo al responsable, pero poner aquello en conocimiento de los maderos sólo hubiese actuado en su contra. Y en la de su reputación, su fama, y su perfil psicológico.

Sin embargo, cuando dijeron que el informe forense de Clare no coincidía con lo que el padre testimoniaba, el dramaturgo sólo pudo levantarse del asiento, asir por las solapas de la camisa al oficial de policía y endosarle un puñetazo en plena mejilla, dejándolo viendo estrellas en su firmamento.

Le arrestaron tras defenderse y devolverle la ostia, y el dramaturgo tuvo que pasarse dos horas profiriendo improperios con la mano acusando desde el otro lado de sus barrotes, para aburrimiento del guardia de seguridad de turno. Charlie pagó la fianza a expensas de que tirasen o no los cargos por "enajenación mental transitoria" o los atenuantes circunstanciales.

Sea como fuere, la prensa no estaba de su lado, para muestra la radio. David apagó esa mierda mientras iba en el coche de su agente vuelta a casa, pagándose en las cuatro putas de cada esquina. Ese gilipollas de Mike se merecía que fuese al estudio de grabación a hacerle una visita amistosa, pero no tenía tiempo y en bastantes apuros estaba ya el escritor como para meterse en más fregados por puro consumismo emocional.

 
 

Tras comer con su agente, le pidió que informase a Clare de cuando sería el velatorio, algo de lo que debía haberse encargado Luca. Él no iba a asistir, pues iba a buscar al "bastardo inconsciente que se ha metido con el padre equivocado". Pensaba cargarse a ese hijo de puta, dijese lo que dijese Isabella. Ahora, a la luz del día, los que ardían a esas horas se veían bajo otro cristal.

Le había dicho a su mujer que, efectivamente, formaba parte de las desapariciones que asolaban la ciudad, y que alguien estaba intentando taparlo. Obvió determinadas partes como el río y la mano, rezando para que Charlie consiguiese bloquearle el acceso a esa información hasta que pudiese darla por vengada.

David condujo fuera de Nueva York, a ver a su abogado y al notario. A firmar un documento de voluntades anticipadas en caso de que falleciese. En ello legaba sus posesiones a su esposa, a su hija, y regalaba ciertos efectos personales a su agente. Daba ciertos agradecimientos a determinadas personas y les hacía entrega de determinados borradores que lucían en su dormitorio, ocultos, para que los vendiesen o publicasen si querían. Entregó a su hija Rebecca los derechos de sus obras, en regencia de Clare hasta que cumpliese los veintiuno. Y por último descargó sobre Katherine Aldridge su epitafio.

Llamó por el camino de vuelta a un par de snobs acomodados para los que había trabajado, asegurando que, de tapadillo, se había encargado de que el notario diese recompensa a quien matase al asesino de Clare hija y de David, en caso de que este segundo también muriese en acto de heroicidad imbécil y suicida. Y David había trabajado con negratas de la industria de la música que habían salido del Bronx. Y con un par de mafiosos y barrigudos proxenetas de alto copete.

Si la vida jodía a David, David jodería a la vida.

 
 

Y a la séptima hora, Dios descansó. Mientras las amigas de su esposa, su ex-pareja y sus compañeros de trabajo de la oficina de arquitectura la hacían compañía y daban el pésame, David se sentía a la expectativa. No podía hacer nada. No podía lidiar con los vampiros en soledad, pero sí encargarse de que su sangre estuviese lo bastante caliente cuando se las viese con ellos. El hombre cargó en su coche un bate de baseball, una botella de tequila y su zippo favorito. Un regalo para el asesino. Y porque no tenía los cojones ni la monstruosidad necesarias para pillar unos alicates y arrancarle los dientes.

Se metió un par de líneas de polvo blanco por la nariz y se echó la siesta sobre el vientre de su prostituta favorita. La señorita T, a falta de decir más por ser totalmente irrelevante en su cruzada santa de la mano de una bruja ancestral. Cuando terminó se presentó en casa de Charlie a ver cómo iba todo, claramente con el subidón de las drogas, que no se molestó en desmentir. El velatorio era esa noche, así que perfecto para sus planes con Isabella.

Le pidió que buscase una "tumba bonita", con un ataúd de esos que valían unos pocos miles de dólares. Llamó por teléfono a Lew Ashby para ver si podía contratar a su escultor. Sabía que el rockero tenía construida una bonita estatua para poner sobre su tumba. Una con él utilizando una guitarra como palo de golf, con un miembro sobredimensionado asomando bajo una falda escocesa. Quería algo más sobrio y noble para su hija, pero quería algo. Y David se encargaría de cubrir ese tipo de detalles, pese a lo malparido que pudiese ser en determinados momentos.

 
 

Poco antes de caer la noche y dejar que Isabella se levantase de su tumba, David hizo por fin lo que no podía dilatar más. Aparecer en vivo y en directo en su casa, atestada de gente. Se hubiese bebido hasta el agua de los floreros para aguantar a tanto gilipollas sin tener balas, salvo porque Charlie, Anne, Clare, Becca y Sam se lo impidieron, obligándole a sonreír de forma cínica y no insultar a quien veía allí con intenciones no aviesas. Alguno se sentía verdaderamente mal por lo ocurrido, aunque otros eran la hipocresía en verso. 

Despachó los pésames, redirigiéndolos  a su esposa y a su hija. Habló con la segunda, procurando que, pese a todo, tampoco fuese a pegarse un tiro por aquello. Le costaría dos imperios romanos escalar aquella montaña de tiempo, pero lo haría. Era una chica fuerte. Podría superarlo, con el tiempo, aunque toda su vida sería "la niña que había perdido a su hermana". Quizás, si la suerte estaba del lado de David, sería "la niña que tenía una hermana zombie al tercer día", o "la niña con padre que se movía con el corazón parado", a lo Piratas del Caribe: El Cofre del Hombre Muerto.

Sea como fuere, se marchó de allí con viento fresco cuando las siete comenzaban a apartarse para dar paso a las ocho. Luca llamó diciendo que venía el coche fúnebre para allá con la niña, así que el hombre se despidió de todos frente a las miradas de decepción, pena, comprensión, y repulsa de los invitados. "No me jodáis, todavía tengo asuntos que solucionar". Hubiese dicho "Yo al menos muevo el culo en lugar de compadecerme y dedicarme a llorar en una causa como una comuna hippie de marihuana pasada", pero su hija y su esposa estaban ahí, y era exactamente lo que estaban haciendo. Algo comprensible, la verdad.

 

Se despidió de su agente con un abrazo, dejando que este se encargase de las pesquisas del funeral, el trabajo y los fans. Menudo peso había dejado sobre los hombros de la bola de billar por cabeza. El hombre pegó una escapada rápida a las afueras y subió una foto de si mismo al borde de un precipito, con un paraje fácilmente reconocible. Lo justo y suficiente para que lo ubicasen en otro lugar. Algo que no engañaría a nadie a largo plazo, y menos a la policía con las cámaras en la autopista, pero valdría para que no le viesen venir.

Volvió con el motor rugiendo en quinta marcha, frenando sólo en los radares que ya se sabía al dedillo con tanto ir y venir de otras ciudades como Los Ángeles, y estacionó el coche con un par de pelotas en plena calle central, poniendo las luces de freno. Esperó allí, fumando, ignorando en su yugular los gritos de los niños patinando y al gilipollas que besaba a su novia mientras aún podía ver una mancha de carmín dos tonos por debajo del tono de su novia, justo en el cuello de la camisa. Valiente gilipollas por haberle quitado las gafas.

Cuando la vio llegar, el hombre no hizo nada. No hasta que le alcanzó, momento en el que soltó el cigarrillo de entre los dedos y lo dejó caer, pisándolo bajo la suela.

- Más que todos estos- dijo soltando humo alrededor, aprovechando que podía, a diferencia de Isabella, respirar perfectamente.

La nebulosa se formó a su alrededor como un anillo, evaporándose conforme se acercaba al resto de mortales. No dejaba de ser bello, a su manera. El momento de ver a la cuasi milenaria superviviente al lado del neófito vándalo que estaba dispuesto a meterse de lleno en la arena de los adultos. Aunque le fuese imposible ganar siquiera el primer combate.

- La última vez que oí eso fue en boca de una prostituta- le espetó de forma mordaz ante el comentario de la cartera-, pero sí, y bien prieta. Como mi pantalón cuando se le acabe la suerte al tío que buscamos.

David sonrió y metió la primera marcha, danzando. Bajó la capota del vehículo y las ventanillas, dejando que el aire comenzase a rodearles mientras calzaba la segunda en la caja de cambios, pasando de largo por un semáforo en ámbar.

- Joder, y yo que pensaba que tus bragas no iban a oler a nada- comentó cuando le escuchó decir todo aquello sobre el olor a muerto viviente-. Bueno, haz lo que tengas que hacer con tus dotes de sabuesa milenaria. Yo te voy poniendo las baldosas amarillas, Oz.

Notas de juego

 

Pues eso, ailovyu tú, Señorita Mort. Creo que ya iba tocándome dar un poco el callo por ti.

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28/05/2013, 17:30
Edward Bradley

Bradley le daba vueltas a la cabeza mientras esperaba, con la cara enterrada en su cálida bufanda comprada en rebajas. ¿Por qué no contestaba su jefe? Tampoco es que la ausencia de respuesta le agobiara, pero era algo desconcertante. Ante la pasividad del jefazo, sólo quedaba irse de excursión a los lagos.

Cuando de repente apareció Daniel con una ranchera azul y un atuendo propio del compañero tonto de Indiana Jones (el que muere al principio de En busca del arca perdida, ése), a Edward le costó no echarse a reír. Con un esfuerzo sobrehumano, contuvo la jocosidad que le habría deparado un incómodo viaje.

Una vez dentro de su vehículo, y dispuestos a salir, pudieron ver a David Stanford a lo lejos, con su típica actitud de "lo tengo todo, el mundo me debe aún más de lo que tengo, que os jodan". A Edward le traía sin cuidado lo que pudiera hacer la estrellita con su vida, pero Daniel había comentado algo sobre un blog, y que pudiera saber algo sobre las desapariciones. Ulysses no parecía haber reconocido a Stanford, y el conspiranoico de Daniel pedía consejo. Había que actuar rápido, porque el actor se montaba en su coche ya.

Daniel, sólo te diré que si esto fuera una película, ahora diría: "siga a ese coche".

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29/05/2013, 11:45
Ulysses Brown

Por la cabeza de Ulysses desfilaron antiguas películas de serie B y se vio por un breve instante inmerso en una de ellas. Breve instante porque la ventanilla de la ranchera de Daniel le devolvió a una realidad un tanto ridícula y alejada del momento: viejo, barrigón, una mochila cargada de bocadillos... No, no era precisamente el héroe de película que iniciaba una persecución a toda velocidad por los callejones de Manhattan... pero qué diablos, había venido a la aventura y ya, nada más llegar, se le presentaba justo en sus narices.

- Señores...que se nos escapa!! Vamos a por él!

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29/05/2013, 17:43
Director

David arrancó el coche, con un plan sencillo: recorrer la ciudad y estar atento a los gestos de Isabella para portarse como un buen chofer. Una tarea desesperantemente lenta cuando vas ciego de cocaína y venganza, pero la chica centenaria había sido clara...aunque ante la estampa actual, lo mismo hubiera dudado de que no fuese una puta tarada más.

Con la ventanilla bajada y el aire frío de la ciudad golpeándoles de manera cruenta a toda velocidad, arremolinándose en el interior, Isabella llevaba la cabeza fuera, abriendo de vez en cuando las fosas nasales como un perro de caza. Algún gilipollas pitó, apunto de arrancar a la ghoul la cabeza con el retrovisor...o eso creían ellos. Lo más probable es que tuvieran un desperfecto en su perfecto Mercedes que no poder explicar al mecánico.

Me lo rompió la cabeza de una chica. No, no estoy de broma.

Poco a poco, el tiempo fue pasando y los coches desapareciendo, pero Isabella seguía allí impretérrita. David empezaba a dudar de que aquello fuese a valer de algo, de que no fuese una puta cámara oculta riéndose de él cuando lo vio. El rostro de la chica se torció de una manera casi cómica, como alguien que abre la nevera para encontrarse un par de huevos en mal estado. Sin embargo su cara mostraba preocupación y, aunque David se percató de que miraba a Central Park, la chica no hizo ningún comentario.

Hubo más respuestas: una en uno de los muelles del puerto y otra en un edificio industrial remodelado de esos que ahora eran la comidilla artística de la ciudad. Isabella le aseguró que allí había vampiros, haciendo que el escrito frenase prácticamente en seco. Hizo falta que la ghoul enseñase los dientes para conseguir que volviese a arrancar: la chica quería un mapa completo de la ciudad.

La escena se repitió en una nave industrial abandonada, aunque recalcó que sería un follón entrar ahí. Demasiados vampiros como para poder tener una oportunidad de dialogo. Por las palabras de la chica parecía convencida de que podría aniquilar a todos los presentes, pero que en un diez contra dos, nadie tiene la decencia de responder preguntas antes de cargar.

En realidad, Isabella torció la nariz más veces de la que admitió: probablemente más de las que David se dio cuenta, y eso que el escritor no le quitaba ojo. El problema estaba en que su capacidad olfativa era tan grande que la zona que cubría con cada gesto de asco era demasiado amplia para que David le pusiera cara al edificio exacto donde sacar la escopeta. Y eso era un problema.

Sin embargo hubo una reacción que no podía pasarse por alto. En el distrito de oficinas, Isabella le pidió a David que acelerase con gesto sombrío. Probablemente hubiera palidecido si no fuese porque...bueno, porque probablemente era imposible. Pese a pisar el freno, David tuvo que hacerse  un lado de la calle y esperar a que Isabella se bajase a velocidad vertiginosa para vomitar. La imagen era verdaderamente grotesca: la joven, poyada contra una pared, derramando una mezcla de fluidos orgánicos que tenía que ser lo más parecido que existía a un cachorrito pasado por la licuadora. Nunca había sido demasiado melindres, pero por una vez se alegro de estar a suficiente distancia para no ver las formas sólidas que abandonaban el estómago de la zombie.

Fue entonces cuando se dio cuenta.

Hasta ahora había estado demasiado pendiente de ver que rastro no muerto encontraba la deliciosa nariz renacentista que llevaba en el coche. Ahora, que había poco más que hacer que esperar a que echase su desayuno viviente, David se percató en un vehículo que venía tras él. Hubiera sido mera paranoia si no fuese porque en ese puto lugar no había nadie más. Las oficinas estaban cerradas, y solo los agentes de seguridad merodeaban por aquellos desiertos parajes de cemento y cristal.

- Tiradas (2)

Notas de juego

(IN PROGRESS)

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29/05/2013, 18:16
Daniel

Daniel no se lo pensó dos veces y arrancó tras el coche del escritor. Aunque quizás, si hubieran sabido el largo rodeo que les esperaba, se lo hubiesen pensado.

El coche de Stanford se dedicó a vagabundear por la ciudad. No parecía tener rumbo alguno, lo que hacía que no fuese un comportamiento demasiado normal. Al fin y al cabo, su hija había muerto recientemente según la prensa. Debería estar con su familia. Aunque conociendo su fama de impresentable, no resultaba tan rara la imagen del hombre ignorando al mundo y gastando gasolina como un condenado.

Lo que no era tan normal era su acompañante. Los hombres no lograron a ver demasiado sus rasgos, aunque era una joven pálida de pelo oscuro, facilmente discernible porque hizo todo el viaje con la cabeza fuera, asomada por la ventanilla. De vez en cuando se dirigía al conductor pero el resto del tiempo se limitaba a mirar a su alrededor, escudriñando.

Más allá de lo extraño de la imagen, no pasó nada interesante durante horas. Hasta que entraron en el centro de oficinas de la ciudad. Solo las luces de las farolas les acompañaban, y Stanford aceleró solo para frenar unos metros más adelante. La puerta del coche se abrió con brusquedad y la chica salió pitando, vomitando con violencia en una esquina algo alejada.

- Tiradas (3)
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29/05/2013, 18:24
Director

Y entonces todo se volvió demasiado macabro. Edward y Ullyses siguieron a la chica con la mirada, solo para comprobar horrorizados que aquella reacción no era normal. 

La imagen era verdaderamente grotesca: la joven, apoyada contra una pared, derramando una mezcla de fluidos orgánicos que tenía que ser lo más parecido que existía a un cachorrito pasado por la licuadora. Su vomito tenía un tono granate totalmente insalubre y Ullyses comprobó con horror como pedazos sólidos salían de su boca proyectados contra el suelo. Trozos de carne sin digerir, completamente roja. Pequeños trozos de hueso que relucían en el charco orgánico que se formaba poco a poco a los pies de la joven.

El estomago del trabajador del metro amenazó con hacer lo propio, mientras que el abogado había palidecido como una hoja de papel de fumar al ver el tono oscuro de los fluidos digestivos de la chica, ajeno al resto del horror, y apartó la vista con puras nauseas.

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29/05/2013, 18:33
Director

Pero la cosa no había acabado.

El pecho de la joven comenzó a moverse de manera exagerada, como si fuese un animal devorando el aire. Con lentitud, su gesto se giró hacia su coche. Ni Daniel ni Edward se habían percatado, y solo Ullyses pudo verlos.

Unos ojos azules que refulgían. Literalmente. Las pestañas tocadas por una suave luminosidad azul, los párpados dotados de un aire siniestro y surrealista. Unos ojos fijos en ellos, devorándolos con la mirada.

Ulysses tuvo miedo. Y lo peor de todo, es que no supo por qué. 

Lo que si que sabía...era que les habían visto..

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29/05/2013, 18:37
Director

Notas de juego

Tenéis un único post de reacción. La respuesta, salvo que se solape con las acciones que yo he narrado de manera coherente, no debería ocupar más de treinta segundos ya que las acciones van a ser simultaneas. Si considero que se excede el tiempo, puedo incluir acciones de PNJ o de otros PJs antes de que concluyan.

En caso de acciones que pudieran anularse entre sí, tiene predilección el que postee antes.

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29/05/2013, 19:02
David Stanford [Superviviente]
Sólo para el director

David no daba crédito a todo aquello. Toda la puta jodida ciudad de Nueva York estaba llena de vampiros. Aquella estampa era sencillamente vergonzosa, y él no podía sino agachar la cabeza y aceptarlo como un cordero rodeado por lobos tras las vayas. ¿Qué demonios podía hacer él, un simple humano, al respecto? Ni siquiera era experto en artes marciales, un químico pirómano o Vlad el empalador. Era un maldito dramaturgo. Aunque bueno, uno que había puesto a la cabeza de su futuro asesino. Eso era cierto.

Guardó silencio, fumando, mientras observaba a Isabella hacer su trabajo. La pregunta era cómo distinguir a su objetivo de los demás. Esperaba que no estuviese buscando solamente a un vampiro en solitario para interrogarle a las bravas, o el bueno de David tendría grandes problemas. Como si nos tuviese ya.

Verla vomitar no ayudó. Sintió miedo en sus carnes al imaginar algo que diese ganas de vomitar a Isabella. Una puta muerta de novecientos años, para exponer al lado de un faraón egipcio dentro de un museo. Fuese lo que fuese debía de ser algo capaz de estremecer los cimientos del universo de David Stanford, sumiéndolo tras una camisa de fuerza en las paredes de un psiquiátrico. O algo que le diese otro Best Seller. Unos auténticos "Pilares de la Tierra".

Y entonces, el coche. Quién. El resto de respuestas vendrían dadas. Si era algo tras Isabella, podía darse por jodido, o por inútil. Pero esperaba que no, que no fuese algo relacionado con sus nauseas. Pero si era algo relacionado con él iba a enfadarse mucho más de lo que ya estaba. Como fuese un maldito acosador paranoico iba a meterle una ostia contra el capó de su coche.

No sacó el bate de baseball del asiento trasero. Eso hubiese sido innecesario y estúpido teniendo al lado a una mujer sacada del cementerio que era capaz de matar a cuatro hombres en tres segundos. Sólo le hubiese dado problemas si se trataba de algún policía de paisano asegurando que no se las estuviese dando de justiciero. Y sólo le hubiese asegurado la muerte al instante en el caso de que fuese un maldito no-muerto cazando al cazador.

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29/05/2013, 19:17
David Stanford [Superviviente]

David Stanford iba enfundado en sus zapatos, con unos pantalones vaqueros y una camisa. El hombre pulsó el botón de las luces de emergencia, dando a entender que había detenido el vehículo, y abrió la puerta del conductor. ¿Qué iba a hacer, pedirle a Isabella que volviese al interior y ponerse a acelerar intento perder a sus perseguidores?

Eso sería una tontería. Podía ser la policía de incógnito, vigilándoles. O podían ser hermanos de aquellos a quienes perseguían, y no sabía hasta qué punto tendrían ciertas facultades para perseguir vehículos, así que no siquiera lo intentó. No teniendo a Isabella. Estar a su lado era tener al lado el comodín por antonomasia. Era tener un joker en una timba de poker. Confiaba en su talento si las cosas se tenían que poner físicas, o si había que frenar a alguien.

El hombre salió de allí sin cazadora, dejándola en el asiento trasero, y se enfrentó a la noche. Cerró la puerta del vehículo y miró sin contemplaciones al vehículo que le había estado persiguiendo. Se quitó las gafas de la camisa negra, con un par de botones desabrochados, enseñando vello en el pecho, y se las puso sobre los ojos, ocultando un tercio de su expresión facial para darle un aire impermutable e inescrutable.

Avanzó, dejando caer el cigarrillo a medio consumir que tenía entre los dedos. David se había pasado medio viaje fumando, con el cigarrillo asomando por la ventanilla abierta. Como si le importase una mierda la multa del policía de turno. El vicio era mayor que pagar al estado, y Dios, necesitaba meterse alquitrán en los pulmones.

Se enfrentó a las luces delanteras del coche tras dedicar una mirada a Isabella, echando el hígado sobre la acera. Ya terminaría. Y seguramente le dijese algo. David, por su parte, no hizo nada. Saludó al vehículo que les perseguía con la mano, tocó el capó con los nudillos, saludando, y se acercó a la ventanilla del conductor.

- ¿Qué?- dijo en tono seco, alzando las cejas-, no es un día para sea lo que sea, así que vamos al grano. Por qué me sigues.

Era una pregunta. Pero el tono no era el de una. Era el de una orden. Y a juzgar por la actitud del dramaturgo, se esperaba cualquier cosa, pero se esperaba una respuesta a la pregunta. El ex-novio celoso de alguna mujer de la ciudad o de cien kilómetros a la redonda. Un fan a la zaga de un hombre que había dejado un espléndido rastro de migas de pan. O lo que de verdad pudiera llegar a interesarle. Sea como fuera, estaba seguro de que ese alguien sabía las actuales circunstancias de David en relación a internet, a la prensa y a su familia. Pero seguro que no sabía el verdadero estado de su hija, de su acompañante, o de por qué estaba dando vueltas a la ciudad en su coche.

Un coche clásico, con dos años, al que le faltaba el faro delantero derecho desde que lo compró. Se había acostumbrado a llevar la luz rota desde su anterior vehículo, así que nada más salir del confesionario destrozó el cristal y la bombilla con un bate de baseball.

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29/05/2013, 20:19
Katherine Aldridge

Las palabras de Donna hicieron que un montón de ideas, cábalas y confabulaciones rondaran por la cabeza de Kate. -¿Ese cerdo de Señor?. -Preguntó como si todavía no se creyera lo que había dicho Donna. -¿Crees que lo de su hija es chantaje para que lo venda?. -Kate se preguntaba si de haber aceptado trabajar para ese hombre cuanto le hubiera costado dar con la hija de Chalmers, tal vez quisiera a quedar como un héroe para Ronald y que así la culpa no recayera sobre él. Pero otra vez argumentaba sin pruebas. -Todo son conjeturas, maldita sea...

Al llegar al hospital Donna decidió esperar a Kate en el garaje y no quería subir con ella. -Vale, pero ven a la sala de espera al menos. - Le dijo tratando de convencerla, no quería que se quedara allí sola en un oscuro y solitario garaje por muy temprano que fuera. Una vez se quedó sola volvió a mirar el móvil y releyó el mensaje, aún no era el momento. Dirigió sus pasos hacía recepción para averiguar en que habitación tenían a Jack.

Tras unas breves indagaciones, convenciendo a la recepcionista para que le dejara ver al vagabundo, Kate logró saber el número de habitación de éste y sin perder ni un segundo se dirigió hacía allí. Las cómodas deportivas que se había calzado aquel día, para facilitar sus movimiento por si tenían que correr en aquella misteriosa fábrica, chirriaban sobre el pulido suelo del hospital como si de un jugador de baloncesto de la NBA se tratara. Sobre todo al doblar una esquina, momento en el cual el chirrido era más agudo y estridente. Una abuela enferma que paseaba con su gotero le llamó la atención como a una chiquilla de quince años, pero Kate no se dio cuenta, tenía prisa y le preocupaba el estado en que podía estar su amigo.

Al verle con aquella mejora tan evidente, las heridas casi subsanadas y la hinchazón aligerada, sintió un alivio tremendo. Todavía tenían que tenerlo enchufado al gotero pero la mejoría era evidente. Suspiró de alivio y no pudo evitar sonreír. -¿Cómo que qué hago?. Pues he venido a ver que tal estabas, no sabes el susto que me diste la otra noche. - Cuando se desparramó en sus brazos cuan largo era, Kate pensó que se iba a morir allí mismo, recordó la angustia que sintió en ese momento y negó con la cabeza para abroncar al vagabundo. -En que líos te mentes. He leído esa carta, sí. Y quería hablarte de eso. ¿Cómo recibes esas cartas?. ¿Cuántas has entregado?. - La periodista por defecto profesional no había terminado de soltar una pregunta cuando ya había formulado la siguiente.

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29/05/2013, 21:07
Edward Bradley

Lo que en un principio podía haberse visto como una jugada interesante, incluso aventurera, se convirtió en un auténtico coñazo con el paso del tiempo. ¿A qué coño juega Stanford? Estaba dando vueltas a lo tonto por la ciudad. ¿Nos habrá descubierto? ¿Intentará perdernos?

La situación dio un giro drástico cuando la acompañante de Stanford decidió salir del coche a echar hasta su primera cena. Una escena bastante desagradable, que hizo a Bradley cavilar un poco. Puede ser toda una gastroenteritis, pero también algo más. ¿Ira drogada? Es más, ¿la habrá drogado Stanford? Tiene fama de excéntrico, desde luego.

El clímax final llegó cuando Stanford salió de su vehículo para dirigirse hacia la ranchera. Eres el puto amo, ahora nos ha descubierto, pensó Bradley mirando de soslayo a Daniel, y no lo dijo en voz alta por... ¿y por qué no decirlo?

Eres el puto amo, ahora nos ha descubierto. Mira, si pregunta algo, estamos investigando algo relacionado con su entrada en el blog. Yo hablaré. No nos interesa comprometernos más de lo necesario, no sabemos por dónde puede salir el pirado este, y tampoco queremos que nos tome por chalados. También es importante que no nos contradigamos en nada... Daniel, tú y Ulysses escuchad mientras me encargo de él. - concluyó el abogado, pensando en la típica situación en la que los propios clientes se echaban piedras a su tejado metiendo la pata hasta el fondo. La suerte estaba echada.

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29/05/2013, 21:40
Director

La entrada de blog de David incluía un escaner de esta carta:

Lo siento.
Sé que me esperabais para la cena pero ya no importa. Estoy muerta papa. No se cuando me encontrarán y dejo a tu criterio lo que le digas a mama puede que no pase nunca o que ya haya pasado y mi nota no valga de nada
Pero tiene que valer de algo tienes que ser fuerte porque se que ella no podrá.. Tienes que salvar a Alex. No se merece esto y sé que tu tampoco pero ambos teneis vivir. Y creo que os llevaríais bien. Está en una granja donde nos encerraron con mucha más gente en jaulas como animales. Una niña un hombre de traje y cara torcida y una mujer pelirroja. Solo sé que está en las afueras de la ciudad. Recuerdo un sol hazle caso y ve de dia con fuego y herramientas.
Sé que lo harás porque en el fondo siempre has sido un buen padre.
He estado muy tiempo fuera de casa del flujo familiar. Me daba rabia que todo el mundo me señalase como la hija de David Stanford pero no por tus hechos sino porque me despojaba de toda identidad. Quise ser todo lo que tú no y ahora soy un cadáver. Por eliminación tu vas por buen camino.
Ten cuidado papa. Siempre te ha querido y siempre te querrá.
Clare, Orgullosa Stanford.

...y hablaba de la desaparición de su hija y de como la policia pasaba una mierda de las desapariciones, mencionando un bar, el Lumiere, de pasada. Una entrada posterior dice:

Nuevas noticias. He decidido que a estas alturas me importa aún más una mierda que me algún meapilas malfollado me tache de alterar el orden público o menospreciar el loable trabajo de la policía. En el fondo tienen razón, reconozco que a mi me costaría estar comiendo donuts todo el santo día. Aunque se parezcan vagamente a un seno o una vagina, no tienen nada que ver.

Cedo, regalo, pago u ofrezco al que descubra la identidad del secuestrador, ahora asesino, el 65% de los beneficios de generen a partir de hoy Book&Fuck, Good guys are dinosaurs, y Living in a hell, así como un 15% de lo que produzca mi próxima novela. Una que seguramente publique en relación a este secuestro, aunque no podréis masturbaros demasiado con ella salvo que os ponga cachondos la necrofilia y los polvos moribundos.

No es algo que en realidad fuese a extrañarme a estas alturas sabiendo que internet debiera ser una herramienta para comunicarnos, expresarnos y hacernos libres pero que habéis convertido en un purgatorio sin puntuación ni gramática. Es peor que el WhatsApp, que si bien sigue siendo una forma de proto-lenguaje cavernícola y de pseudo-comunicación anodina, al menos está libre de pornografía infantil y onanismo compulsivo a lo chimpancé.

Desde luego ese hijo de puta, sea quien sea, ha conseguido metérmela por detrás. Estoy viendo a mi hija en la mesa de operaciones de un forense, y la verdad, nunca pensé que tocarme las pelotas pudiese dolerme tanto. Generalmente es una sensación placentera. Cada vez hay menos cosas que me la pongan dura. Menos mal que aún hay fans agradecidas que me envían fotografías.

Hemos vuelto a la edad media con barberos sangradores flebotomianos, así que por mi puede aparecerse en la calle la santísima inquisición negra para rapearle la boca y el culo al monstruo que me ha quitado una de las pocas cosas que me hacía sentir orgulloso de formar parte de eso que aún os dignáis a llamar Humanidad.

Incluye dos fotos de lo que parece una marca de una vía hinchada, supuestamente del brazo de su hija muerta, y una reflexión sobre cadáveres que aparecen desangrados en rios.

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29/05/2013, 21:57
Ulysses Brown

Ulysses permaneció callado, tal y como Edward había sugerido. Además, ¿tenía saliva en la boca para poder despegar la lengua y poder articular alguna palabra? Sus ojos estaban a punto de salir de las órbitas observando cómo Stanford se dirigía hacia ellos en tono más que amenazador y pensaba en la posibilidad de que al quitarse aquellas gafas que le cubrían los ojos, también apareciese una mirada celeste, fría y penetrante, como la de la chica que vomitaba hasta el extremo en el callejón.

Imaginar que aquello podría suceder de un momento a otro le hacía correr auténticos ríos de sudor frío y viscoso por la frente, sudor que le entraba en los ojos, le escocía y le hacía sentir un dolor lacerante que no podía evitar...porque no quería cerrar los ojos... o no podía...

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30/05/2013, 23:43
Edward Bradley

Bradley esperó a que Stanford estuviera a la altura de la ranchera, y cuando se acercó lo justo, esperó a que el celebrity espetara un poco su ira fría. Desde luego, estaba en su derecho, dadas las circunstancias. Cuando vio que no iba a interrumpir a David, comenzó a hablar.

Entiendo que no esté de humor, y que la actitud de aquí mi amigo Fitipaldi  - dijo señalando a Daniel, su glorioso conductor - pueda parecer algo sospechosa, pero sólo queríamos preguntarle alguna cosa en torno a cierta entrada de su blog. No quiero meter el dedo en la yaga, pero ha desaparecido gente, gente cercana a nosotros, y toda información que tengamos nos puede ayudar a salvar vidas.