Partida Rol por web

Bajo las luces de New York

Northman Cafe

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06/12/2012, 18:18
Director

El café estaba bastante lleno de gente y no era dificil ver porqué: mantenia una encantadora estética clásica, de esta que hace las delicias de los turista de una ciudad. Olía a buen café. Y encima, situado en plena plaza. La decoración, el ambiente navideño de cientos de parejas patinando...todo se podía ver desde la cristalera del local si uno cogía un buen sitio. De vez en cuando salían flashes de las fotos, pero eso no le quitaba nada al particular encanto acogedor del local.

Prácticamente al lado de la temporal pareja por interés, que acababa de entrar, había una mesita para dos vacía. Mientras dejaban sus cosas pudieron ver un camarero joven que iba esquivando mesas y turistas para acercarles la carta del local mientras soltaba unos cuantos improperios en voz baja. Que probablemente serían mucho menos acogedores, encantadores y navideños. Pero mientras no le oyese el jefe...

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06/12/2012, 18:38
David Stanford [Superviviente]

David estrechó el brazo de Violet con la mano que no sujetaba materiales ardiendo. Sonreía, a sabiendas de como era esa mujer. Era como Dani, o, con mala suerte, la versión de Samantha dentro de diez o quince años. Aquello era un juego para trepar hasta la cima, y no eran los primeros pechos en intentar escalar a golpe de consumir las debilidades de los hombres. Por suerte, aquellas artes harían las delicias de Charlie, pero David estaba descalificado desde hacía más de veinte años. En el fondo daba igual lo que quisiese Violet, pues aquello no dejaba de ser un día típico más. Sólo que de normal el se quejaba y pataleaba como un niño pequeño cuando su agente le pedía que fuese a algún sitio por trabajo. Era extraño que Violet hubiese contactado directamente con él, pero había dado en el clavo. Una cosa era que a David le importase muy poco el desenlace de aquello, y otra muy distinta que no siguiese siendo un abejorro atraído por la miel.

Se volvió a llevar el cigarrillo a los labios por el camino, manteniendo las distancias físicas. No le importaba cuanto le sobase una mujer ni cuanto se arrimase, pero haberse convertido en un puñetero icono público le hacía tomarse algunas licencias para con la prensa. Aquello estaba demasiado concurrido como para que su mujer viese nada en el periódico donde David dedicaba sus horas a tratar con una tailandesa en lugar de a buscar a su hija.

- El placer es de los dos- apuntó cual pintor en su lienzo mientras caminaba hacia el local-. Pero has hecho bien. No quisiera acabar atado y con una manzana en la boca como si esto fuese el segundo plato de anoche- aquello tenía un sinfín de significados, pero era obvio que lo había mentado por lo sexual. Había cenado pavo relleno, por ser el día de acción de gracias, pero la típica estampa del cerdo con la manzana salía en todos los cuadros, y la vida de David sugería que esa clase de actos eran muy de su estilo-. Bueno, querida, aunque podría pasarme todo el día mirándote los pechos, creo que es hora de hablar de que nos centremos- el venía con un objetivo concreto, y aunque podía pasarse toda la tarde con una tailandesa, no solía ser una persona sumisa en el plano sexual, y tenía cosas vitales en que emplear su tiempo, para desgracia de su entrepierna y su mente de niño grande con gusto para el olor a mujer- El rodaje consume mucho tiempo, por desgracia- mintió, pues todos los de la serie estaban bastante ocupados con otras cosas gracias al bueno de David.

Entró en la cafetería y, sentándose en lo que parecía la mesa libre más cercana, pidió un café irlandés, con el correspondiente "por favor" por una cuestión de mera educación. Por el whisky y mantenerse despierto, básicamente. No se preocupó mucho por el asiento, pero prefería, por manías personales, tener visible la puerta. Al menos aquello olía a café, y no a frío como la calle o a feromonas como su casa.

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06/12/2012, 18:54
Violet

El camino hasta la cafetería fue bastante entretenido. Las picardías de David resultaban divertidas, un poco de color entre el blanco puro de la nieve. Violet dejó que hablase tranquilamente durante todo el trayecto, tenía la intuición de que al escritor le gustaba que le dejasen hablar para poder mostrar todas sus cualidades. Aunque pareció no mostrar ningún interés por los roces de Violet. ¿Era posible que aquella famosa bestia del sexo y el frenesí hubiera sido domada? Había escuchado que tenía una esposa, pero era difícil que un hombre cambiara tanto... Aunque también podía estar fingiendo.

El calor de la cafetería devolvió parte de su color al rostro de la muchacha. El señor Standford enseguida tomó asiento. Violet no esperaba que le ayudara a sentarse pero sí que al menos tuviera la deferencia de dejarle elegir asiento. Pero, evidentemente, era un error intentar aplicarle a David standford las conductas de un caballero. 

Su acompañante pidió un café irlandés. 

-Usted sí que empieza el día con... energía. Yo creo que voy a reservarme para esta noche -La verdad es que a David Standford no le convenía que Violet bebiese en aquel encuentro-. Un cappuccino, por favor. Y no escatimes con el chocolate -La joven pagó al camarero con un guiño para asegurarse de que cumplía con su pedido. 

Violet cruzó las piernas y apoyó ambas manos, juntas, sobre la mesa. 

-Vaya, Señor Standford, no esperaba que quisiera usted librarse de mí tan rápidamente -la joven oriental puso una mueca de fingida tristeza-. Intentaré robarle el menor tiempo posible, entonces -¡y así podré ir cuanto antes a por mi vestido!-. Ésto es un pase VIP para la gran apertura de Electrosand de esta noche -deslizó la invitación sobre la mesa hasta ponerla delante de su interlocutor-. Nos encantaría que asistiera. 

Justo en ese instante, llegaron los dos cafés. Violet tomó un trago del suyo y, al darse cuenta de que tenía algo de espuma en el labio superior, se la limpió con un dedo que después se lamió de manera inocente. Si el Señor Standford quería jugar a ser maduro y recatado, ella también podía hacerlo. 

-Bueno, ¿Qué me dice? -las pestañas de la chica revolotearon coquetamente. 

¡Qué pareja tan moderna hacían! Un escritor algo trasnochado y entrado en la cuarentena, y una joven y alegre muchacha tailandesa capaz de poner los pies detrás de la cabeza. 

 

 

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06/12/2012, 19:31
David Stanford [Superviviente]

David, haciendo lo que había venido a hacer, pegó un sorbo de su café cuando llegó. No le hacía reparos a muchos tipos de alcohol, pero tenía que reconocer que aquel era el que más le alegraba la garganta cuando necesitaba algo de alegría y color. Mientras tragaba, dejó el recipiente en su sitio y posó dos dedos, índice y corazón, sobre la tarjeta. Tenía las uñas bien cortadas, y limpias, pero naturales. No parecía darles ningún trato especial más allá de no mordérselas y cortarlas con tijera, si bien en sus dedos podía leerse el peso de las teclas de una máquina de escribir demasiado bien amortizada. Golpeó dos veces con un suave repiqueteo la invitación, para acto seguido sonreír ligeramente.

- Debo reconocer que eso me la ha puesto un poco dura- confesó con una sonrisa como totalmente desviada respuesta a la pregunta de la tailandesa, aunque no por ello menos predecible a poco que se hubiese visto a David en acción. Se refería, obviamente, a juzgar por como señalaba el hueco donde antes había existido un improvisado bigote de espuma, al hecho de quitárselo de esa forma-. No te puedo asegurar que vaya, porque está de moda ser un impresentable- mintió, pues ese adjetivo o sustantivo era bastante más que ambiguo en función de a qué aspectos de David hiciese referencia, aunque se refería al hecho de que todos los famosos tenían que parecer gente ocupada y exigente-, pero ya me he tomado la licencia de quemar mi número de teléfono en llamadas. Igual voy acompañado- aquello era obvio. David tenía un aquelarre de magos y brujas del espectáculo, que seguramente quemarían esperemos que de forma literal el local, pero acompañado se traducía en unas pocas personas que contaban como si fueran decenas, ya fuese por lo que consumían o la atención y espectáculo que generaban.

Recogió la tarjeta, poniéndola entre los ojos de ambos, para luego sacar la cartera y meter la tarjeta dentro. En aquella cartera podía verse, como era menester, el comienzo de lo que debía de ser el carnet de identidad del hombre, pero también una ristra de tres preservativos muy en discordancia con la fotografía de una niña de doce años, morena y encantadora, al lado de otra, la de su madre, una rubia de aspecto ligeramente liberal y nariz algo aguileña, aunque no por ello menos bella. Esa debía de ser su esposa, y la primera, su hija. Cerró la cartera mientras una tarjeta rosa se dejaba asomar, vete a saber de qué local o persona.

Mientras aquella piel marrón aterrizaba sobre la mesa, David volvió a despegar los labios.

- Cuando dices que nos encantaría que asistiera, doy por hecho que no te refieres a ti a tu vagina, sino al hombre para el que trabajas- apuntó sin perder la sonrisa, aunque aquello era una clara escupida de veneno. No quería importunar a la mujer, pero David estaba demasiado acostumbrado a este tipo de cosas como para perder la oportunidad de coger el bate y golpear el cristal de las apariencias. No le molestaba la situación, y de hecho le vendría bien pasarse por allí aquella noche, pero el señor Stanford no era la clase de persona que acostumbraba a hacerse el tonto cuando se trataba de negocios. Se le daba maravillosamente bien hacerse el tonto, pero si no era millonario era precisamente porque no acostumbraba a mantener los absurdos subterfugios que no engañaban a nadie. Aquellas borderías le habían costado más de un productor, pero, como le dijo a su agente, "a mi no me come la polla cualquiera".

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06/12/2012, 20:19
Violet

En una mesa cercana, una pareja de tortolitos comenzó a besarse. Besos tímidos al principio, más apasionados después. En un momento dado la mano del chico se deslizó bajo la mesa, acercándose peligrosamente a la entrepierna de la chica. Violet no pudo evitar sentir envidia. 

- Debo reconocer que eso me la ha puesto un poco dura.

Aquello la pilló por sorpresa. La alteró tanto que hasta estuvo a punto de derramar el cappuccino y a duras penas pudo disimular el sobresalto. Por fin David Standford comenzaba a comportarse como esperaba. 

-Vaya, y eso que no lo he pretendido -la joven sonrió, divertida-. Si llego a poner un poco más de ímpetu hubiera conseguido descorcharlo como a una botella. 

Violet había conseguido reponerse, se sentía más segura si sabía qué esperar. 

- No te puedo asegurar que vaya, porque está de moda ser un impresentable, pero ya me he tomado la licencia de quemar mi número de teléfono en llamadas. Igual voy acompañado.

Mmm, eso parece más un sí que un no. ¡Como le gusta hacerse de rogar!

-Señor Standford, déjeme decirle que, por muy grande que sea su pene, no puede considerarse que sea un acompañante -la joven rió ante su propia broma y tomó otro trago de su café. El camarero había cumplido con sus deseos y lo había cargado de chocolate. 

-Cuando dices que nos encantaría que asistiera, doy por hecho que no te refieres a ti a tu vagina, sino al hombre para el que trabajas. 

Violet enarcó una ceja. No le gustaba el tono con el que se había referido a su jefe. 

-Mi vagina no pinta nada en esta conversación, Señor Standford. Pero sí, el Señor García desea que acuda a la celebración, por eso preparó esa invitación. 

Al parecer, la parejita que antes se besaba había decidido también empezar a discutir. La joven parecía regañar a su novio con cara de muy pocos amigos mientras éste miraba su taza con desidia. Violet sonrió por la coincidencia. Aquello la calmó y le devolvió su anterior estado de ánimo. 

-Se me hace tarde -comentó la bailarina mientras miraba su reloj. Eran cerca de las doce y quería visitar al modisto antes de comer. Si iba con el estómago lleno corría el peligro de que el vestido no le cupiese-. Ha sido un placer compartir un café con usted, Señor Standford -Violet le acarició delicadamente el mentón mientras se levantaba -. Si me permite darle un consejo, venga esta noche. Estoy segura de que conseguirá un gran material para su reality. Y además podrá apreciar todo lo que he ayudado a preparar, va a ser todo un espectáculo. 

Y, con una calmada sonrisa como despedida, se encaminó hacia la puerta. 

No había nada como marcharse primero para conseguir que la invitasen. 

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06/12/2012, 22:17
David Stanford [Superviviente]

David Stanford respondió, mudo, ante las palabras de Violet. Tres veces. Asintió y negó al mismo tiempo con la cabeza ante el comentario de la botella, pues no sabía muy bien cuál hubiese sido su reacción ni hasta donde llegaban las habilidades de su interlocutora. Tras ello, soltó una carcajada al oír el comentario sobre su pene. Lo cierto es que había sido de lo más ingenioso, y aquello era digno de ser contado a su agente. David no solía alardear sobre su miembro, o al menos, no si no era en un tono claramente cómico, pero la gente se generase expectativas sobre su cuerpo era todo un halago. Bien podía mentir y decirlo para agradarle, pero no dejaba de ser hilarante. Aquella risa rota propia de un cincuentón frenó en seco al oír su siguientes palabras. Comprendía la reacción de la tailandesa al mentar sus genitales, por lo que se limitó a asentir con la cabeza, cortés, educado y satisfecho mientras seguía bebiendo su alcoholizado café. David había ofendido a demasiada gente como para no saber encajar a la perfección que la había ofendido sin querer. Tampoco le dio más importancia, pues aquel era su lenguaje habitual y aquella una prueba para ver de qué pasta estaba hecha la mujer.

Inocente y puro como los ángeles, David sonrió cual chiquillo ante el roce de Violet en su mentón. Aquel hombre estaba acostumbrado al sexo y a las caricias, pero las segundas no solían ser gratuitas y tan maternales. Era una clase de afecto que no solía recibir, pues la gente solía tenerlo idealizado de una forma ligeramente distinta. Aquello, por tanto, era un soplo de aire fresco.

Esperó unos segundos mientras Violet se dirigía hacia la puerta, y no perdió ángulo ni visión de la visión trasera de la mujer. Barrió de pies a cabeza, incluyendo piernas y trasero, para sonreír mientras se tomaba el café. David no era ningún salido, pero encontraba cierta belleza idílica y digna de ser admirada en cuerpos como los de aquella mujer. Por supuesto, aquello no dejaba de ir ligado a una mente a la altura.

Abrió la cartera, dejando un par de billetes sobre la mesa. Tras guardársela en el bolsillo, puso rumbo a la puerta, intentando alcanzar con un par de zancadas y movimientos propios de un cincuentón creyéndose aún joven, a la muchacha. La alcanzó en la puerta, y no pudo evitar dedicarle unas últimas palabras. No es que estuviese acostumbrado a tener la última réplica, pues aquello poco le importaba, pero en vista a los acontecimientos le quedaba una cosa por hacer.

- Creo que un número de contacto sería bastante educado- atinó a decir con una sonrisa propia de un padre al ver a su hija en un campeonato. Podría parecer que se refería a el número de la chica, por vete a saber qué razones de entre todas las posibles, pero no. Ese ya lo tenía, pues ella le había llamado-. Mi agente me matará de lo contrario- añadió, dando a entender que no le bastaba con el número de teléfono de la chica. Quería algo que poder darle a Charlie para que le dijese "buen chico" en lugar de "no hagas reuniones de trabajo sin mi permiso". Si es que aquello podía calificarse como una reunión de trabajo real.

David abrió la puerta del local, dejando pasar a la chica. Bien podía ignorarle o darle una negativa y largarse sin más. Bastante acostumbrado estaba, pues no todo en la vista era como uno deseaba. Si así fuese, el novelista jamás habría escrito ningún libro.

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06/12/2012, 23:01
Violet

El aire frío la recibió al abrir la puerta. El cappuccino la mantendría caliente unos minutos más, lo suficiente para tomar un taxi y poner rumbo hacia la Tierra Prometida de la Moda, el Nirvana de la Tela: el taller de Brawl. Tenía que reconocer que la estampa era realmente bella: decenas de parejas y familias disfrutando de una de las pistas de hielo de la ciudad, o simplemente disfrutando de un agradable paseo matutino. 

Violet tendría una vida así en el futuro, cuando colgase las pezones. Hasta entonces, era una mujer de la noche y disfrutaba de ello cada día. 

El escritor la alcanzó en la entrada. Aquello era signo de que había hecho bien su trabajo. 

- Creo que un número de contacto sería bastante educado. Mi agente me matará de lo contrario -sonreía Definitivamente Violet había cumplido con su cometido.

La muchacha sonrió y abrió su bolso, dispuesta a sacar un bolígrafo y una pequeña tarjeta donde apuntar el número de la oficina de Electrosand, pero entonces se lo pensó mejor. 

-¿Sabe qué? -dijo mientras volvía a guardar el bolígrafo en el bolso- Pensándolo mejor, no le voy a dar el número. Así tengo una excusa para que venga a visitarme esta noche -Violet le guiñó un ojo, pero con más complicidad que picardía-. Y si quiere puede traerse a su agente, aunque los espectáculos serán bastante sensuales y una compañía femenina es mucho más apropiada -la joven se abrochó el abrigo y colocó su cabello para que le protegiese del viento que venía desde su espalda-. Le ofrecería compartir taxi, pero me temo que eso rompería todo el misterio, y ambos sabemos que es esencial conservarlo hasta el final de la trama -esperaba que aquel símil literario le gustase-. Nos vemos esta noche, David -era la primera vez que Violet lo tuteaba. 

Con la misma serena sensualidad con la que había llegado, la joven se adentró entre la multitud del Rockefeller Center. 

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07/12/2012, 00:37
David Stanford [Superviviente]

Una cosa menos.

David, satisfecho, salió al frío invernal, a pecho cubierto pero enseñando una pequeña porción de vello. No le molestaba el frío, pues siempre había sido un hombre con buena tolerancia al contraste de temperaturas. Era lo que tenía estar acostumbrado al nudismo.

Sacó un cigarrillo del paquete que se mantenía abierto en su bolsillo, cual revolver desenfundado. Lo colocó sobre los labios y le prendió fuego con aquel mechero de metal, dorado y con cierre. Mientras disfrutaba de su calada y las vistas de unas nalgas tailandesas alejándose, se dejó apoyar de espaldas contra la pared del local, apoyando un pie contra la misma.

Aquella mujer era una dominatrix exótica más. Aquel estilo oriental encajaba con una fachada seria y un relleno del más blando caramelo. Era débil, como tantos otros humanos. Sólo había que saber qué tuercas apretar, lo cual no significaba que David tuviese una llave inglesa maestra para ese tipo de cosas. Era bueno, muy bueno, pero no infalible. Pero aquello no importaba. El vividor tenía cosas mucho más importantes en qué pensar más allá del sexo y las mujeres. No se sentía con ganas de volver a ver a Violet, pero tampoco era una idea que le desagradase. Sencillamente, le daba igual. Era una conocida más. Maravillosa y agradable, encantadora a su manera y bella como sólo una mujer sabe ser. Cada una tiene algo que la hace especial y diferente de las demás, pero no podía andar perdiendo el tiempo. Lo entendía, pero no podía andarse con juegos. Por una vez necesitaba ir directo al grano en lugar de fingir que no quería jugar mientras se dejaba hacer. Debía moverse y tomar las riendas del mundo por una vez.

Sacó el teléfono del bolsillo y rebuscó el número de Samantha entre las llamadas. Le sabía mal tener que llamar a esa chiquilla, pero la necesitaba. No podía recurrir a Sasha, pues tenía más años y otra mentalidad. La chiquilla era la mujer más parecida a su hija que había visto nunca, y aunque el pensamiento rozase lo enfermizo no dejaba de ser verdad. La necesitaba para seguir adelante. Era de su generación, más o menos, y de su estructura mental. Si alguien podía ponerse en el lugar de su hija, era ella. Aquel sentimiento de vacío y necesidad las invadía a ambas, y David se había quedado sin hilos. Necesitaba de la empatía de Samantha, y, si bien no tenía ninguna pretensión sexual, necesitaba un abrazo. Un abrazo de la mujer que le había robado su libro y le había pegado. Porque se parecía a su hija, y necesitaba abrazar a su hija. Así de sencillo. Bueno, también es cierto que se sentía mal en el fondo por lo de ayer. La forma en la que le había saludado y como se la había encontrado era muy triste. Se compadecía de la chiquilla por ser una de las chicas de Lew, la verdad, aunque ha sido ella quien decidió aceptar la oportunidad de acercarse a alguien más rico y famoso que tú.

Llamó al número de Samantha mientras se desprendía de la colilla con un gesto de la mano, haciéndola revolotear en el aire hasta caer en una papelera. Con un cigarro y los pensamientos en regla, ya podía seguir con su trabajo. Era hora de ir adonde se encontrase la niña y hablar con ella.

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07/12/2012, 11:21
Director

El teléfono sonó unas cuantas veces mientras esperaba a la entrada, viendo pasar al interior a grupos y grupos de domingueros. David no podía asegurar si Samantha estaría haciendo otras cosas o quizás solo lo miraba mientras vibraba sobre la mesita, haciéndose de rogar. El vaho de su aliento se arremolinaba con el humo del cigarro y el viento lo arrastraba sobre el aparato, que le enfriaba la oreja.

Pero al fin pudo oir su voz. Paradójicamente, el filtro del teléfono neutralizaba ese tono frio que intentaba mantener a veces, transformándolo en ua voz más, metálica y crispada por los altavoces.

- Ey, David. ¿Como va lo de Clare? preguntó, casi como una vidente. Tampoco tenía mucho mérito, pues la desaparición de su hija había sido el faro que había guiado los pasos del escritor erráticamente durante aquel día tan movido. Pero decir que Samantha no conocía a David bastante más que el resto del mundo "civilizado", y no solo en el sentido en el que mal pensaría la sociedad, sería faltar a la verdad,

Irónicamente, Samantha podía llegar a ser lo más parecido a David. Pero con un par de buenas tetas.

- Si me llamas por Lew, se ha pirado a hablar con no se que agente de policia que es fan suyo a ver si mueve algunos hilos para movilizar las cosas. dijo, tras un par de segundos de silencio, creyendo saber cuales eran las intenciones de David. Al fin y al cabo, sería un violador, pero uno preocupado por sus hijas.

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07/12/2012, 13:56
David Stanford [Superviviente]

David sacó las laves del coche prestado con la mano libre, y comenzó a darles vueltas mientras se dirigía hacia el mismo. No se revolucionó demasiado con el saludo de la chica al otro lado del teléfono, pero sentía cierta compasión. Parecía que Samantha se intentaba poner en el lugar del escritor, pues hacía gala de un tacto que no siempre tenía.

- No sabes cuanto me alegra oír eso- confesó-, pero llamaba por ti. Necesito verte. Por lo de Clare, pero también para que no te me desmadres demasiado- mintió al final para quitarle hierro, pues Sam podía hacer muchas tonterías, pero a la hora de la verdad sabía a qué árboles arrimarse-. No queremos que al bueno de Lew le entierren sin poder cerrar la tapa. No antes de que encuentre a la cría.

La chica podría ser algo cortada para con David desde lo de Clare, era lógico, pero, tras pegarle, robarle su libro, publicarlo gracias a Dani y acostarse con Lew quedaba bastante claro que era tan monstruosa como los demás. Cierto es que, sin éxito, le apoyó en su juicio por abuso de menores, por amor al escritor y al sentido de la justicia poética, pero cuando publicas una novela cargada de escenas con sexo y autocompasión le dices al mundo que ese esos son tus dos pies cojos.

Era cierto, por supuesto, que la vería por la noche, en la discoteca, pero ni por asomo iba a poder hablar ahí de Clare con la calma y seguridad que daba cualquier otro entorno. David se temía que por la noche acabase pegando a algún ricachón por soltarle algún comentario machista a Sasha, y quizá así fuese. El karma tenía que poner al novelista a su hábitat natural dentro de la comisaría.

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07/12/2012, 16:37
Director

Hubo cierto silencio al otro lado, como si las palabras de David hubiera pillado de imprevisto a la chica. O no se esperaba su repentina atención o el necesito verte había destruido su gran fortaleza de hielo como un volcán en erupción. Hacía tiempo que David y ella lo habían dejado, por llamarlo de una manera: Samantha era ahora la grupie más habitual de Lew, y era algo que estaba absolutamente asumido por el trio.

Además, aunque a David le importase poco la opinión pública, no podía haber demasiada relación tras el juicio sin volver a caer en una polémica sin sentido. Samantha parecia estar al tanto de aquella situación, y ella misma se había distanciado bastante del escritor tras el juicio.

La chica volvió a la carga con pies de plomo justo cuando David abrió la puerta de la Cucaracha para pasar dentro de nuevo. El coche se estaba dando unos cuantos kilometros después de varios meses encerrado sin ver la luz del sol...

- No tengo nada que hacer, asi que...vale. Samantha nunca tenía nada que hacer, salvo pasar el rato con el hombre que tocase en aquel momento...y Lew ahora estaba ocupado.

Su libro (y nos referimos a David) le había solucionado la vida durante al menos un tiempo (y ahora nos referimos a Samantha): sus pocos "deberes" incluían disfrutar del minibar, la piscina y la cama de Lew cuando este se lo ordenase. Pero la joven bien podría haber mandado a la mierda al escritor con total naturalidad. Total, había hecho cosas peores.

- ¿Donde nos vemos?

David ya estaba en el cálido interior de la Cucaracha, disfrutando de sus cómodos asientos. El volante ahora estaba en sus manos en más de un sentido: al parecer Samantha también se iba a dejar llevar...al menos en parte.

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07/12/2012, 19:53
David Stanford [Superviviente]

- En casa de Lew. En las tumbonas- contestó como si el sitio no tuviese verdadera importancia-. Y gracias, la cría me está costando la salud- añadió sin pensarlo, pues la "cría" era más mayor que Samantha, y la salud ya se la dejaba en muchas otras cosas. Pero el menaje estaba claro, y su tono no era crítico, sino propio para explicarse y que la chica no se anduviese con fantasías de adolescente. Otra cosa era que funcionase.

El sitio era en la piscina del rockero, por supuesto. Entre macetas y baldosas blancas tenía ese hombre aquel pequeño paraíso de agua, rodeado de sillas reclinadas. Sam debía de pasarse mañanas enteras ahí, tomando el sol, como ya acostumbraba a hacer en casa de su padre. Un hombre que debía estar bastante cabreado, por supuesto.

A David no le importaba aquel detalle. La gente irrumpía en casa del novelista como si fuese el metro, y un día se encontró a su agente, Charlie, en la cama, completamente desnudo, tumbado al lado del rockero. Y la mujer en medio. Así normal que cerrasen tratos, total, no se acordaban de un carajo al despertar.

Pues lo mismo con las casas de los demás. Tenía un poco de respeto con la de Charlie cuando su mujer no estaba en rehabilitación, porque ella aún se portaba bien con ese tema cuando estaba sobria, pero la casa del millonario era Central Park. Calculaba que, de media, tenía que haber cinco prostitutas pululando de normal, como si aquella fuese la casa de Play Boy. Súmale los mil un invitados y los que se autoinvitaban por exceso de confianza. No era imposible que Lew te echase de su casa, pues una vez, harto y con una resaca del quince, sacó la escopeta y le disparó a una de sus lámparas de arañas para provocar una estampida, pero de normal estaba encantado de no estar solo. Porque así es como se sentiría en una casa tan grande sin invitados. Solo. Soltero, sin hijos, y solo.

Así pues, David colocó las llaves del vehículo al lado del volante y giró, haciendo rugir el motor. Primera marcha y acelerador.