Partida Rol por web

Hacía días... semanas... meses... en realidad no teníais ni idea de cuanto hacía que viviais encerrados en aquellas mazmorras de fría piedra a las afueras de Glamour, la capital imperial. 

Esperábais ser vendidos algun día y cuanto antes llegara ese día mucho mejor, pues os parecía imposible tener un destino peor del que ya sufríais. 

Un nuevo amanecer.
La cálida luz del astro rey colándose entre los barrotes para lamer la fría y húmeda piedra tímidamente, como con vergüenza, pero sin la fuerza necesaria para calentar el oscuro y mugriento cubil en el que se encontraban. El norteño agarró las mismas gachas apestosas que cada día, desde hacia ya demasiado tiempo, aquel carcelero les llevaba como escaso aporte nutritivo. En ocasiones había suerte y les permitían pelearse, como ratas callejeras en un combate de navajas a muerte, por las sobras de la comida de los soldados: apenas unos huesos caídos en un rincón entre heces y orina.
Miró a su derecha escudilla en mano y esa sensación que últimamente tanto lo invadía, aquélla que le hacía pensar que había perdido su humanidad, se magnificó al encontrarse con la figura de aquel extraño ser. Quizás él mismo también acabaría abandonando el cuerpo de hombre con el que había nacido para tomar una nueva forma.
—Ey, pato —llamó al ser mascullando, ofreciéndole de su propia comida, y dedicándole una sonrisa—. ¿Cuánto hace que nos conocemos? Es posible que llevemos aquí... meses. —Sacudió la cabeza con cierta resignación trágica—. El carcelero ha dicho que es posible que hoy tengamos suerte, que quizás abandonemos por fin este cubil infecto para deslomarnos en una cantera, y aún no sé nada de ti.

…después de tomar tan rica y agradecida comida, veo que el humano que yacía a mi lado hacia ascos a la suya, pero con un gesto de gran bondad me la ofrece a mi, o porque a mi, le he caído en gracia a tan agradable caballero, la verdad es que no había muchos así, pero tampoco podía quejarme, pues tenia un sitio donde dormir con su paja bien mullidita, y comida, lo único que añoraba de verdad era a mi familia y ver la luz del día, eso si que lo echaba de menos..... aun recuerdo cuando saltaba alegre y libre por el campo, cuando caí en un foso para los animales salvajes, y esos hombres rudos, no sabían si cocinarme y usarme como moneda de cambio, cosa que no sabia que era yo, una moneda de cambio... es curioso las cosas que se aprender sin quererlo....pero vi volviendo a que mi compañero de celda me tendía su comida y me la ofrecía, yo gustoso, la tome y diciendo un simple gracias, procedí a comérmela.... solo escuche preguntar por mi nombre, que gesto de deferencia hacia mi, nadie se había dirigido a mi de esa manera.... Claro señor, soy Gaius Appius de los Appius Gaius de toda la vida, en la aldea donde nací y me crié, es muy bonita en esta época del año, pero que muy bonita, y mi familia le gustaría conocerle cuando tenga unos días para venir... aunque ahora mismo no se donde estoy, seguro que en pocos días llegaríamos allí, es verde, con el cielo azul cuando no llueve, gris si esta nublado, y un hombre fuerte como usted seguro que podría ayudarnos, pues siempre necesitamos personas fuertes para ayudar con los quehaceres cotidianos y solventar pequeñas disputas con una persona de buena voluntad como es usted señor, que por cierto como tendría que dirigirme a usted, que nombre le dieron sus padres, acaso le ha comida la legua un gato, por que mi abuelo si se lo comió un gato, pobre abuelo porque seguiría esas huellas, que decía le conduciría a atrapar la mejor y única montura que jamás un pato haya soñado, de hecho los patos nunca hemos llevado monturas, porque le entraría es idea a mi abuelo....... esto por donde iba?

Otro apestoso día mas aquí pensaba con resignación, ¿Cuántos días mas me quedarán aquí? La noche no había sido precisamente calurosa y las pesadillas no hacían mas que torturarle con especial crueldad. Ya había perdido la cuenta de los días que llevaba encerrado en esa mazmorra pero lo que si sabia con certeza era que cada día que pasaba era como una vida entera.
Se miró las heridas que los desgraciados esclavistas le hicieron cuando le atraparon allá en su tierra, estaban cicatrizando bien, un milagro prácticamente, pero todavía notaba el dolor punzante en aquellas que fueron profundas.
Tras examinar sus heridas alargo el brazo para coger la “comida” que les había llevado el carcelero, Es posible que los cerdos coman mejor se decía mientras degustaba aquella asquerosidad. Mientras maldecía su comida, al carcelero y a todo ser vivo escucho como dos esclavos que compartían celda con el parloteaban y sin pensárselo se acerco.
-Disculpad que os interrumpa pero ya estoy harto de escuchar solo a mis pensamientos y no estaría mal conversar con alguien mas.

—Eres bienvenido, amigo... aunque es posible que nuestro pequeño compañero no te permita contarnos tu historia. —Un guiño cómplice—.  Habla por los codos el condenado y, bueno, el engendro se llama Gaius y mi nombre es Isorn... ¿con quién tenemos el placer de compartir esta insulsa comida?

-Te doy la razón, no nos aburriremos teniendo a nuestro lado a Gaius- Le dijo a Isorn-. Mi nombre es Endir y bueno, mi vida antes de que me trajeran a este sitio era, por así decirlo, poco honrosa… digamos que vivía liberando a los demás de sus pesadas posesiones y dando paz a los que la necesitaban jeje. -Tras esto se quedo meditando un instante hasta que volvió en si-.¿Cual es tu historia Isorn?.

El norteño miró a los ojos de Endir, como midiendo hasta dónde podía llegar a contar, rindiéndose finalmente con una amplia sonrisa a la evidencia de que ningún mal podía ocasionarle compartir su historia con la extraña audiencia que conformaban sus oyentes. Un ser al que un par de días atrás había meditado famélico si devorar, la única razón por la que no se había decidido a retorcerle el pescuezo al pato es que éste hablase, y un individuo al que sin duda habría castigado de haberlo capturado cometiendo tales fechorías en sus tierras.
—No sé si has oído hablar de Naglimund. —Una pausa para engullir unas gachas particularmente repugnantes—. Allí es donde me crié y donde mi familia, junto con las demás que se sentaban al Consejo, velaban por la seguridad y el porvenir de la comunidad; yo era lo que aquí en el Sur denominan un noble. —Hizo que reía aunque sólo sonriese—. Tengo cuentas pendientes con el Imperio, sí, y también con aquél que me traicionó entregándome a la legión... supongo que uno no puede elegir a sus hermanos, ¿eh?
Y rompió a reír con la promesa en su mirada de que pensaba cobrarse esa deuda.

Siempre has desconfiado de los extraños. Pero las fatigas sufridas en común unen más que algunas amistades así que decides hablar por primera vez en mucho tiempo. En el fondo todos los que te rodean no parecen tan distintos de tí.

- No eres el único que tiene cuentas con el imperio Isorn; esos canallas llevan intentando conquistar el pais de donde vengo desde hace tiempo, pero las montañas son demasiado duras para ellos. Parece que se están ablandando; ahora se conforman con hacer incursiones para destruir poblados y hacer prisioneros para convertirlos en esclavos. Mucho me temo que ese es nuestro fin si algún día se acuerdan que estamos aquí.

- Lo único que deseo ahora es volver a respirar aire puro y ver la luz del sol aunque sea atado a unas cadenas.

—¿Esclavos? —Escupió la palabra con desdén—. Hará falta algo más que unas cadenas para retenerme cuando me saquen de aquí. —Una larga mirada al recién llegado a la conversación—. Mi nombre es Isorn, él es Endir, y el pato que está rebañando la escudilla responde al nombre de Gaius... ¿cuál es el tuyo y de qué montañas hablas? Me cuesta identificar tu acento.

Llevaba tiempo escuchando en silencio al resto de mis compañeros de infortunio que, hasta ese momento, se habían mantenido tan silenciosos como yo, todavía incrédula por la nueva situación que me tocaba vivir. La primera vez que me capturaron había tenido suerte, pero ahora... las cosas parecían muy distintas.

- Hace tiempo sólo se llevaban a las mujeres y los niños -mi voz sonó suave, más para mí que para ser escuchada por el resto- pero parece que ahora el imperio necesita dinero y mano de obra gratis. Por ese motivo seguramente han ampliado el negocio.

Isorn miró a la mujer, era hermosa y en sus negros ojos ardía un fuego incontenible, lanzando después a una esquina la escudilla vacía.
—Es posible que la mano de obra barata —comenzó en un hilo de voz encogiéndose de hombros—, termine por resultarles mucho más cara de lo que jamás llegaron a pensar. ¿Alguien sabría decirme cuántos esclavos hay en esta maldita ciudad por cada noble? —Un gesto altivo—. ¿Con qué tropas cuenta el Imperio aquí, en la capital, cuando  la mayor parte de la legión se encuentra esparcida por el mundo satisfaciendo las ansias de conquista de los sátrapas?

...tomando mi ultima cucharada de comida me limpio con la manga de mis vestiduras raídas, uuummm pero trabajar es bueno y regocija el alma, además así por lo menos vemos el cielo y las estrellas, el aire limpio, los pájaros y los conejos por el campo, además que bueno aquí estamos casi como invitados, pues a parte de no poder salir tenemos techo y comida, y sobre todo techo, que es mas que lo que nos quedaba a nosotros en la aldea después de las tormentas.... si ir mas lejos hace dos años los vientos del este arrasaron media aldea y no dejaron cabaña  en pie, estuvimos reconstruyéndola durante semanas, pero terminamos a tiempo para las lluvias de abril... esto no esta tan mal, pero la verdad es que uno se cansa de estar sin salir.... pero mañana será otro día, y veremos el cielo y las nubes y el aire limpio, y si hay sol, no podremos regocijar con sus rayos, no creen ?

Una mirada de soslayo hacia el pato fue aderezada por una cálida y sincera sonrisa.
—Si alguna vez salimos de aquí, y es algo que pretendo hacer, prometo llevarte a las Montañas Gemelas, Gaius. Allí podrás sentir el sol del Norte y también tendrás un techo y comida... pero sin perder tu libertad.

- Es cierto, hay muchos esclavos pudriéndose en esta ciudad, pero… ¿Cuántos lucharan?, es mas ¿Cuántos sabrán luchar? – le dijo a Isorn -. Aunque los guardias de la ciudad sean unos cerdos atiborrados de vino no hay que olvidar que tienen mas preparación y organización que la gran mayoría de nosotros. Por supuesto, si tienes algo en mente te apoyare pues, como bien ha dicho él - dirigiéndose a Vastyr -, no eres el único que tiene cuentas pendientes con el Imperio.

Cita:

Todavía piensas si puedes confiar en tus nuevos compañeros de infortunio. Tu pueblo tiene carácter indómito y las continuas luchas con el imperio os han hecho aislaros del resto de vuestros vecinos, pero algo te hace confiar en tus nuevos compañeros.

- Me llamo Vastyr y soy un Heortlinga, un pueblo al sur del imperio. Esos perros llevan generaciones intentando conquistar nuestras sin conseguirlo del todo aunque ahora vivimos refugiados en las montañas. Un día salí de caza y una tormenta me separó del resto de mis compañeros. Cuando encontré el camino de vuelta una patrulla de la legión me sorprendió y me capturó. Me sorprende que me dejaran con vida; lo normal es que me hubieran degollado allí mismo y arrojado mi cadáver a los cuervos, es lo mismo que yo he hecho a algunos de ellos algunas veces (dice mientras esboza una sonrisa lobuna). No tengo ni idea de por qué me han traido prisionero. Quizás algo está cambiando cono dice la chica.

La puerta del sótano donde os tenían encerrados se abrió de forma repentina

- ¡Nos vamos a Glamour! - anunció

El era el responsable de ese "negocio", el era el esclavista. Sus hombres, una pequeña fuerza mercenaria, se encargaban de manejaros siempre que debíais salir encandenandoos y metiendoos en carruajes con jaulas.

- ¡Preparaos! - lo que básicamente significaba, que os dejarais encadenar pacificamente si no queríais ser azotados

La aparente tranquilidad que siento se torna en miedo al oír el portazo y la voz del esclavista. Me levanté de un salto y me apoyé en la pared, intentando desesperadamente fundirme con las sombras.

El sonido metálico de las puertas de las celdas abriéndose así como de las cadenas sólo consiguieron que mi frente se perlara de sudor producto del pánico que estaba sintiendo. Esta vez no tendré tanta suerte y nadie vendrá en mi ayuda. Elevé una plegaria silenciosa a los dioses implorando por nuestra salvación.

Recuerdo las palabras de mi padre "El buen cazador es paciente". Así que espero sin hacer ningún movimiento amenazante.