Partida Rol por web

Verónica oye el comentario de Rafael y se siente identificada, se levanta rápidamente y se acerca a él Rafael si vas a la biblioteca voy contigo, que sepas que no eres el único que va despistado con tanta información. Le dice sonriendo A ver si así nos ponemos al día

-No te preocupes, chaval, estoy para eso, es mi responsabilidad que sobrevivas en este mundo hasta que puedas forjarte un nombre ¿sabes? -respondió, sonriendo con sinceridad casi por primera vez- ¡Ja! -rió ante las siguientes preguntas- Ángela es la que te ha abierto la puerta y te ha dejado entrar en este lugar jejeje... Por cierto, por ser invitados aquí, en teoría todos vosotros podéis entrar en la Biblioteca cuando gustéis, pero si vais a llevaros algo, mejor pedidle permiso... se pone hecha una furia cuando ve que algo no está en su sitio y nadie la ha avisado, no me imaginaría ser su chiquillo, debe ser una experiencia abrumadora... -terminó, abriendo mucho los ojos a modo de broma, susurrando lo más bajo posible.

"Te he oído" sonó a su alrededor de pronto una voz de hombre. Diego, que la reconoció, miró con rostro culpable a los que estaban reunidos al fondo de la habitación. El hombre de la gabardina y el pelo largo* los estaba mirando con la cabeza ladeada, lanzándole a Diego una mirada fulminante. Éste se encogió de hombros y el hombre lanzó un suspiro, esbozó media sonrisa y volvió a la conversación, negando con la cabeza. 

-Helena no podrá atenderos hasta dentro de un rato, Diego -un hombre acababa de aparecer de no se sabía dónde y estaba hablando con los dos que esperaban a la Príncipe- podéis descansar, yo os avisaré... -entonces se dio cuenta de que no conocía a uno de sus dos interlocutores- hola, puedes llamarme Álex, todo lo que va a la Príncipe pasa por mí, si quieres saber cualquier cosa relacionada con ella, con Ángela o con este lugar, me la puedes preguntar a mí, encantado de conocerte -le tendió una mano en gesto bastante formal. 

Álex, que vio su intención de buscar algo en la Biblioteca, les abrió una de las puertas laterales que había allí; al atravesarla (gracias, hay que matizar, a un manojo de llaves que el hombre llevaba) se encontraron en una sala casi más grande que la anterior, una biblioteca decorada al estilo antiguo.

-Seguramente Diego os ha dicho que podéis buscar aquí cuando queráis… no es del todo cierto; últimamente han pasado cosas… tenéis que pedirme a mí que os abra, Ángela ya no quiere que pueda entrar cualquiera. Claro que en principio os abriré todas las veces que lo necesitéis… si yo no estoy, pedídselo a Ángela, pero si estoy, mejor decídmelo a mí –comenzó a explicarles mientras los guiaba por entre los pasillos y las baldas repletas de libros, pergaminos, papiros, papeles…- No toquéis nada sin mi permiso -les advirtió, haciéndoles un gesto para que lo siguieran entre estanterías y estanterías de libros nuevos y viejos, algunos recién elegidos best seller del año, otros antiguas obras de colección-, o no seré yo quien os proteja de la ira de Ángela si rompéis algo. Sé que tenéis algunas preguntas básicas… ¿Dónde está...? veamos...

Tras un par de giros de esquinas y un par de vistazos rápidos, Álex encontró lo que buscaba. Un grueso volumen, encuadernado en cuero negro, tan grande que era necesario cogerlo con dos manos y sin título alguno por ningún lado. Álex lo sopló para quitarle el polvo y se lo llevó a una zona de lectura donde había mesas. Lo colocó en una de ellas con cuidado y les hizo a ambos un gesto para que se sentaran enfrente. 

-Hay que hacer las cosas como se deben hacer. Empecemos por el principio...

El hombre se dedicó varios minutos a pasar páginas, buscando algo en concreto. Finalmente lo encontró, cogió aire y comenzó su narración. Fue una narración larga y extensa, casi como si les estuviese contando un cuento. Básicamente, lo que ambos jóvenes sacaron en claro de todo aquello fue lo siguiente:

Evidentemente los habían mordido vampiros o, como decían allí, los habían abrazado cainitas. Por lo visto, había vampiros en la tierra desde que el mundo es mundo, de hecho, se llamaban a sí mismos cainitas porque el primer vampiro fue Caín. ¿Eso de la quijada de un asno? Patrañas. Caín mató a Abel porque se lo merendó. De él surgieron los primeros cainitas, ahora catalogados como Antediluvianos, que se suponía que en estos momentos estaban durmiendo. La historia decía que cuando llegara una cosa llamada Gehena*, los Antediluvianos se levantarán y convertirán el mundo en un erial, consumiendo a vástagos -otra forma de llamar a los cainitas- y mortales por igual. Luego están los Antiguos o Ancillae, como muchos de los que estaba en la sala y con los que habían interactuado ellos hacía un rato. Además, había vampiros más jóvenes, la gran mayoría de cainitas, de hecho, y luego estaban ellos, los neonatos, que no serían reconocidos como verdaderos vástagos hasta que no probaran su valía ante su Príncipe. Además les matizó que los vampiros no eran lo único que convivía con humanos como seres pensantes en el mundo, pero claro, todos estaban escondidos. 

Luego estaban los diferentes cargos, había miles y seguramente tendrían que preguntar varias veces, pero básicamente el Príncipe es alguien muy poderoso que controla una ciudad. Tiene a su lado un Senescal, su mano derecha -Álex-, un Sheriff, su mano controladora de las normas -el tal Aarón-, generalmente un Guardián del Elíseo, el refugio seguro de la ciudad -Ángela-, y luego tiene varios llamados Justicar que son la mano ejecutora del Príncipe, los que hacen cumplir sus órdenes -Rafael, el tipo de la gabardina, es uno de los mejores de Helena- y por último, si el Justicar es su mano ejecutora, los Arcontes son los dedos -las dos muchachas, Eileen la pelirroja y Azara la de la katana eran las arcontes de Rafael en este caso-. 

Por último, Álex les explicó también, de una manera bastante gráfica, que había dos facciones enfrentadas a lo largo y ancho del mundo: la Camarilla y el Sabbatt**. Al parecer, la Camarilla era donde estaban ellos, eran un grupo de vampiros que trataban de mantener lo que ellos llamaban la Mascarada, o sea, que no se supiera que existían y coexistir con los humanos para ello, con normas como por ejemplo, tratar de no matar a los humanos de los que te alimentas, etc. Por otro lado, el Sabbatt se dedicaba a hacer todo lo contrario. En aquellos momentos, Madrid era una ciudad completamente gobernada por el Sabbatt***, la Camarilla se había cansado, querían recuperar la capital, habían designado a un Príncipe con toda su tropa -Helena- y le habían encomendado recuperar la ciudad. Helena estaba reclutando neonatos para engrosar sus filas y algunos de los mencionados ya se habían puesto con algunas cosas; en concreto, Rafael, Azara, Eileen y Aarón llevaban la voz cantante en este tema. Además, había clanes, algo así como "líneas sucesorias" de cainitas. Al parecer, según el clan que los hubiese abrazado tendrían desarrolladas ciertas habilidades u otras. Álex no les explicó todas, ni mucho menos, sólo les dijo que los Toreador y los Brujah, los clanes de Verónica y Rafa respectivamente, eran normalmente de la Camarilla y que los Ventrue, su clan, eran el mejor clan que existía. 

-Y eso es todo. Si queréis alguna matización más, bueno... -se lo pensó un poco- como ya supondréis, vuestros sires son las personas que os han abrazado; no sólo hay una relación de obediencia o responsabilidad entre sire y chiquillo sino que también se crea algún tipo de lazo... Por otro lado, entiendo que toda esta información es un aluvión enorme y que habéis conocido a muchas personas hoy. ¿Hay algo en concreto que queráis saber de alguna de ellas? Si está en mi mano aclararos dudas, lo haré gustoso.

Sonrió visiblemente satisfecho, como un escolar con un caramelo de dos metros -con toda esta información tengo para bastante tiempo. Gracias por el esfuerzo Álex, es todo tan... impresionante -miró a Verónica de manera interrogante para ver si la muchacha quería algo más -¿nos vamos Verónica?

-Linda, Zoe y nuevo chiquillo, deduzco -sonrió la niña- bienvenidos a mi Elíseo, pasad, por favor, ya sabéis por dónde es.

Las gemelas entraron, seguidas de Patrick y la niña cerró la puerta, no sin antes mirar a ambos lados de la calle, vigilante. 

-Perdona mi rudeza -le dijo entonces a Patrick directamente, según los guiaba escaleras abajo-, mi nombre es Ángela y estás en mi Elíseo. Sigue mis normas, no llames la atención, no descubras este lugar a nadie y todo irá bien. 

"Pero si incumples alguna..." aquello sonó en la mente del joven, porque Ángela no estaba pronunciando palabra alguna, y sonó de tal forma que daba miedo "...yo misma me encargaré de echarte a patadas a la calle a plena luz del día". 

-No sabría deciros el humor de la Príncipe ahora mismo... -les comentó mientras atravesaban el subterráneo del local, abrían una puerta secreta al fondo de éste como si nada y la volvían a cerrar tras ellos- ... ha venido Diego, al fin... pero resulta que tiene un nuevo chiquillo. Aarón está cabreado pero la Príncipe aún no ha salido.

El pasillo en el que entraron los llevó a una nueva habitación, amplia, iluminada. Las paredes lisas, no muy recargadas, daban paso a varias puertas, la mayoría cerradas. Ángela los condujo hasta el centro de la habitación y les pidió que esperasen. 

Patrick se sorprendió al ver a más gente allí. ¿También ellos habían sido sorprendidos por el destino inesperadamente? ¿O por contra eran parte de todo aquello? No, sin duda tampoco ellos terminaban de asimilarlo, podía apreciarlo en los ojos de algunos. Pero se mantuvo en silencio, incómodo ante la situación, esperando a que alguien hablara. Sin embargo, pese a su inquietud, no pudo dejar de maravillarse frente a una biblioteca de esa magnitud. Sin duda era hermosa, y debía contener algunos libros que no resultarían fáciles de encontrar en cualquier sitio. Su aspecto antiguo añadía más misterio a todo el asunto.

Muchas gracias por todo Alex, por mí nos podemos ir Asiente Verónica dando a entender a Rafael que se podían ir. Estaba pensando en lo que les había explicado Alex y aún había más... ya que tenían mucho por leer Está bien pertenecer a la Mascarada, no sé qué hubiera pasado si hubieran sido de otra manera... Verónica seguía a Rafael mientras cavilaba sobre todo.

Verónica y Rafa salieron de la puerta lateral de la biblioteca a la gran sala. Allí, en el centro, vieron a dos mujeres, gemelas para más inri*, que acompañaban a un joven, nuevo también, que miraba a todas partes, nervioso. 

Patrick vio salir de una de las puertas laterales de aquel gran salón a tres personas, una de ellas cerró con un manojo de llaves y las otras dos se quedaron mirándolo. Parecía como si la chica hubiese reconocido a las dos mujeres que lo acompañaban a él.

En aquel momento, el hombre mayor que había terminado de dar vueltas a la gran llave de la biblioteca, se despidió con un... 

-Creo que voy a tener que ir a buscar a la Príncipe, se le acumula el trabajo.

...mientras caminaba en dirección a la puerta opuesta. 

Verónica ve al otro lado de la sala a un joven que parece acabado de convertir, se dirige a Rafa y le dice Rafa voy a saludar a ese chico que parece un poco despistado y ahora vengo, hasta luego Cruza la sala y se acerca al trío Hola Zoe..Linda veo que estais acompañadas. ¿Cómo te llamas? Verónica veía reflejado en él el mismo sentimiento que había padecido ella hace pocos días...aunque a ella ahora le parecía que había pasado mucho más ya que había vivido muy intensamente estos días.

A Patrick, sin embargo, no le dio tiempo a contestar a la joven que se le había acercado. Una de las puertas laterales se abrió y la Príncipe Helena, vestida de guerra, apareció por ella, subió al estrado y se sentó en el único asiento que había allí, su sillón. 

-Linda, Diego, creo que tenéis algo que decirme, ¿no? -preguntó con voz autoritaria.

Diego se acercó rápidamente a su chiquillo y, medio a empujones, lo acercó hasta el estrado, pero permaneciendo debajo. Linda, de forma mucho más educada, hizo avanzar también al suyo. 

Así, tanto Rafa como Patrick se encontraron de pronto frente a una mujer que fácilmente podía tener setenta años, vestida con uniforme militar, que los miraba desde lo alto de su asiento, con aire autoritario. Sus manos estaban manchadas de negro en aquel momento* y en sus ojos se reflejaba una sombra peligrosa e impredecible. 

Tanto Linda como Diego hicieron una leve reverencia, mientras Álex, el otro hombre mayor que había cerrado la puerta de la biblioteca con llave, se colocaba de pie al lado del asiento de la mujer.