Partida Rol por web

-Entiendo -asintió-; bueno, no sé si te lo han dicho, pero aquí tienen algunas habitaciones para los neonatos, hasta que logran adaptar sus casas... y eso. 

Luego escuchó la otra pregunta de Jack y sonrió. Aquel joven le caía bien y desde el primer momento le había resultado agradable. Sospechaba lo que intentaba hacer y, en el fondo, se lo agradecía, pero era demasiado orgullosa como para decirlo en voz alta. Además, ahora mismo en su cabeza sólo cabían dos personas y las dos estaban en apuros: John y Victoria. Por no hablar de que...

-Mi refugio desapareció ayer -se sinceró.

No sabía por qué, pero Jack era alguien a quien tenía ganas de contarle las cosas. 

-Mis excompañeros de manada lo atacaron, asesinaron a mi ghoul, que cuidaba de Victoria y casi la matan a ella también... es lo más preciado que tengo. No sé si la has visto. Es aún una niña, no sabe nada de este mundo y se piensa que soy su madre. Aunque en realidad soy su varias-veces-tatara-abuela -soltó de golpe-. Así que ahora duermo también aquí, con Victoria, en una de las habitaciones de los neonatos. Ella está descansando ahora mismo. Por lo tanto -entonces su expresión se dulcificó y le sonrió- me temo que no voy a poder invitarte a mi refugio ni aunque quisiera. 

En ese momento su expresión se endureció ligeramente y, como si no hubiese podido contenerse, añadió:

-Gracias por no haberte compadecido de mí. 

Isaac llegó con margen de sobra al apartamento. Una vez dentro y tras asegurarse de que los cristales estaban todos en posición de opacos, cerró las cortinas (toda precaución le parecía poca) y se dispuso a descansar.

El peso del mundo le cayó encima. Se sentía cansado y enfermo como si de pronto hubieran pasado cien años. Todos los acontecimientos de la noche pasada caían ahora sobre su conciencia, viéndolos pasar como si estuviera observando una película... el elíseo, Aaron y los assamitas, la prueba... Rodrigo, tan distante... Linda... La pelea en el elíseo...

John... en medio de todo, sin comprender, actuando por instinto... ¿Y si me hubiera pasado a mi? No conseguía quitarse la imagen de John siguiendo a Rafael a su ¿muerte?

Todas las imágenes daban vueltas a su alrededor, se sentía como si su mente fuera a estallar. A duras penas llegó al dormitorio, pero los pensamientos no cesaban.

Entonces una imagen se formó en su mente... Lucy... sintió como se relajaba, el mundo volvía a girar lentamente... pobre Lucy no mereces que te haya metido en este mundo de tinieblas, no te merezco...

El ultimo pensamiento se desvaneció como el humo en el aire. Un nuevo día había llegado, pero Isaac nunca vería ese nuevo sol.

Su refugio destruido, su descendiente en peligro, su ghoul muerto, su chiquillo culpable de amaranto... desde luego Lola no había tenido lo que se dice suerte. Y digo "se dice" pues nunca he creído en la "suerte". La Suerte de verdad está para quien la busca.

Negué con la cabeza. - Compadecerse de alguien de nada sirve. Ni sirve al compadeciente ni al compadecido. - Lo dije convencido, pues así lo pensaba. 

- Varias veces tatarabuela. - Pensé, intentando abarcar la dimensión de esa afirmación. - Todo lo que puede aprenderse en una existencia tan larga... - Pronto me di cuenta que no sería capaz de hacerme a la idea, así que regresé al pensamiento pragmático.

- Así pues, deberé encontrar una habitación para mí. - Me puse en pié. - ¿Te importaría mostrarme dónde están? - Sonreí. No dejaba de ser una oportunidad para caminar junto a ella y hablar por el camino, pues sin duda ella también se dirigía hacia las habitaciones.

Lo cierto es que no creía que fuera de mi interés relacionarme demasiado con una vampira tan ceniza, pero prefería hablar con ella que con Rafael, por ejemplo. Me daría información útil. Muchas veces, en mi historia humana profesional, me había acercado a los más perdedores en la empresa, para conocer de cerca qué era lo que no debía hacerse. Ello me había librado de cometer muchos fallos por mí mismo.

-Claro -sonrió, levantándose también- voy a ver cómo está Victoria y me acostaré yo también. Las habitaciones de todo ese pasillo donde ella está dormida están vacías y son para invitados, puedes usar cualquiera. Sígueme.

Lo llevó por una de las puertas, a través de unas escaleras que descendían más incluso y, después, detrás de otra puerta, que no tenía cerrojo. Allí había un pasillo de paredes de piedra antiguas, enmoquetado de rojo carmesí. Lola se acercó a la primera puerta, la abrió, entornándola apenas unos milímetros y miró a través de la rendija. 

-Duerme plácidamente -se dijo a sí misma antes de volver a cerrar y darse la vuelta para mirar a Jack con una expresión de gravedad-; éste es el pasillo, cualquiera de esas habitaciones te vale. ¿Sabes Jack? -cuando parecía que no iba a decir nada más, tuvo que añadirlo-: todo esto es culpa mía. Lo que te he contado... El Sabbat... mi manada... era una espiral de la que quise salir. Fui valiente, y me escapé. Vine aquí. En lugar de tenerles miedo, les conté todo lo que sabía. Y ellos, a cambio, protegen a Victoria... pero ¿hice bien? Victoria está en peligro precisamente porque esa manada a la que traicioné quiere vengarse de mí... ¿lo habría estado igualmente si yo siguiera allí? Nunca lo sabré. Tomé las decisiones que tomé y aquí estoy. Nuestras decisiones forjan nuestro destino. 

La miré con gravedad, que acentuaba el silencio sepulcral de aquellas mazmorras revestidas de terciopelo. Por tanto, si lo había comprendido bien, Lola era del Sabbat y los traicionó vendiéndolos a la Camarilla. Interesante. Ahora los del Sabbat la buscan a ella y la harán padecer los siete infiernos si se lo permite. Uno de esos infiernos, seguramente el más espeluznante, sería vengarse en el cuerpo de su descendiente viva, a la que trata y ama como su hija.

Asentí.

- Más bien, nosotros forjamos nuestro destino bajo el mallo de nuestras acciones. - Le respondí. - Y una vez el mallo ha asestado su golpe sobre el hierro candente, poco más puede hacerse para corregirlo, a menos que se actúe deprisa y no se deje enfriar el metal. - La analogía no era muy clara, pero me salió así. Supongo que fue porque hacía un par de días había visto un documental donde establecían paralelismos entre oficios antiguos y las modernas técnicas de márqueting y branding. En su momento me pareció una bazofia, pero alguna idea debió calar.

- La traición es una apuesta muy alta. - Dije luego de una nueva pausa. - Hay que tener muy buenos naipes en la mano. Supongo que a estas alturas estás jugando tus cartas, y ellos las suyas. La suerte está echada y nada puede hacerse, salvo apretar los dientes y presentar batalla. - Algo me estaba pasando, cuando ponía en juego retórica tan anticuada. Quizá algo dentro de mí me decía que era la mejor manera de hablar a alguien que había vivido durante siglos y me salía así, como por instinto. - Si la decisión que tomaste fue la acertada o no, carece tanto de sentido a estas alturas como discutir sobre moda de baño en el Polo.

Lola escuchó al joven atentamente. Finalmente, tras unos segundos más en silencio, sonrió. El joven Jack había logrado que se calmara un poco, aunque sólo fuera porque había alguien que la había escuchado. 

-Tienes razón. Supongo que no merece la pena pensar ahora en lo que podría haber sido y no fue. Como tampoco cabe cuestionarse lo que fue. 

Se dio la vuelta, dispuesta a marcharse a su habitación, pero antes se volvió y le dirigió una última mirada al joven.

-Gracias -repitió.

Entonces sí, entró en su cuarto y cerró la puerta tras de sí. Jack pudo escuchar cómo echaba el cerrojo desde dentro. Se quedó solo en el pasillo de los invitados, con algo de tiempo para cavilar y meditar sobre lo sucedido. Sus párpados se notaban ya pesados, aunque no tanto como para no poder resistirlos si era necesario, sin embargo, iba ya siendo hora de elegir una habitación y tratar de echar una cabezadita. 

Asentí ante la puerta cerrada.

- Buenas noches... o días. - Le dije a la madera ante mis narices justo antes de encaminarme a otra habitación.

Me alejé pensando en lo que me había dicho. Según parecía, todo aquel revuelo había sido por causa directa de Lola. También me parecía extraño que los de la Camarilla aceptasen la palabra de Lola sin más, cabía suponer que alguna garantía les había dado de sus palabras, pues de lo contrario sería temerario meterse en un lío como aquel, máxime sabiendo que el Sabbat es suficientemente poderoso como para tener que reunir varias especies nocturnas para poder atacarles.

Había partes de la historia que aún no sabía y debí averiguar.

Sea como fuere, eso sería problema para mañana. Los párpados me pesaban, parecía mentira que aquello fuera como era y hubiera cambiado de hábitos de repente, pero era así. La proximidad del amanecer me imbuía de un sueño inexorable.

Abrí la habitación contigua a la de Lola y la observé. Después salí y fui a la siguiente. Y así con todas las habitaciones que estaban abiertas. Las comparé antes de elegir una y entregarme al placer del sueño. Mi primer sueño como Vampiro.

El día cayó finalmente sobre la ciudad de Madrid. Patrick e Isaac dormían plácidamente en sus respectivos refugios. John dormitaba, sobresaltándose de vez en cuando en medio de sus sueños, en la fría y dura madera del camastro de la celda, que más que una celda, parecía una mazmorra del siglo XV. Jack dormía también en el Elíseo, en una de las habitaciones de invitados contigua a la de Lola y Victoria. Y de Verónica y Rafa no sabían aún nada. 

El día cayó y todos fueron cayendo, uno tras otro, en el Sopor que les traía aquel frío día de otoño. 

En sus sueños se removían, inquietos, como si algo o alguien tratase de advertirles de algo. Tenían muy claro que no eran sino eso, sueños; meros jirones, retazos, de nubes de pensamiento olvidadas, relegadas a los más profundos recovecos de sus mentes inconscientes. 

Y, sin embargo, algo los agitaba, algo los removía. Una voz, que era del sueño, pero no lo era. Una voz que conocían bien, una voz muy joven, aguda, sutil, autoritaria. Pero no entendían sus palabras... aún no...

John siente una voz que se comunica con el, algo incomprensible, sin embargo intenta acceder a sus sueños.

Él corría, pero no alcanzaba nunca el final del pasillo. Corría y corría y el final siempre se alejaba. Cada vez más difuminado, cada vez más inalcanzable. Pero no era el final del pasillo lo que quería alcanzar, era a él, a sí mismo. Un sí mismo joven, esbelto, agraciado. En las paredes del pasillo había espejos. Espejos altos y brillantes y, por más que apartaba la vista, no podía dejar de mirarlos. Y sólo veía un rostro demacrado, de piel cuarteada y ojos enrojecidos... un rostro, el suyo, desgraciado hasta tal punto, que le producía pavor...

Y entonces, de pronto, una voz empezó a sonar en aquel extraño lugar. Una voz conocida, suave, casi... infantil. La voz tenía, sin embargo, un tinte autoritario, casi como si, a la vez, fuera una voz sabia, anciana. Sólo había escuchado una voz así en toda su vida y no-vida: Ángela. Y entonces, de pronto, cuando supo quién era la que le hablaba, entendió las palabras. Sólo había cuatro, que se repetían constantemente: "Despertad" y "atacan el Elíseo".

Y entonces John Summers abrió los ojos. 

Un sueño, un sueño muy extraño, casi la manifestación de lo que John estaba logrando al haber consumido el alma de aquel desdichado ser, un reflejo de si mismo que no era para nada grato, todo lo que nunca aspiraba lograr, una bestia, un demonio, alguien que solo vivía para satisfacer sus instintos primarios más básicos, sin duda, el aviso que este esperaba y de la manera más adecuada y luego:

Despierta, Atacan el Elíseo!!! Ese fue el susurro sentido en el sueño por John, Angela lo estaba llamando, con tanta fuerza que logro despertarlo, pero era solo un sueño? No es posible, no fue un sueño!, pensó Joh para sí, y haciendo un esfuerzo de extremo a extremo, logro incorporarse, era difícil, el sopor, escapar a eso era casi humano, una condición que había expirado en él! Recordó la habilidad de Evan, aquella forma de comunicarse telepaticamente, tras sentarse, levanta su mirada y logra ver a escasos metros las  espadas que pertenecían a Zaina, Angela intentaré ayudar, estoy en los calabozos pero saldré de aquí, esperame!.

John se levanta tan rápido como puede, intenta recordar donde coloco Rafael la llave de su celda y pensando en una manera por medio de la cual salir, mira toda el área buscando algo de lo cual valerse!!!

John no soporta la imagen que ha visto en su sueño. Una vez despierto, intentó buscar a su alrededor para encontrar cómo salir de allí. Sin embargo, la imagen de su yo de los espejos volvía a él de manera casi impertinente. El joven político sacudió la cabeza con frenesí, no obstante; no podía permitirlo. Echó esos pensamientos de su cabeza, aparentemente con éxito por el momento, y miró a su alrededor... no había nada, evidentemente, que pudiese utilizar para abrir la celda, pero quizás con la suficiente fuerza...

Observó detenidamente la puerta de la celda. Las barras de hierro parecían hechas a prueba de cainitas; sin embargo, el constructor había pasado por alto una cosa: en los extremos, las junturas de la puerta estaban soldadas y atornilladas a la piedra de la pared... quizá, aplicando la fuerza suficiente en ese punto... era una posibilidad remota, pero cabía esa posibilidad. 

Tras dispersar la imagen de su mente John logra enfocarse en la celda.

Al revisar detalladamente los extremos de la celda John logra identificar lo que puede llegar a ser un punto débil de la construcción y con una fuerza ya sobrenatural quizás pueda hacer el suficiente daño  como para falsearla y lograr salir.

Sin dudar enfoca todo su poder en los extremos para tomar las espadas y así poder ayudar.

El sueño inquieto comenzó a hacerse cada vez más irreal, tanto que mi consciencia pasó a tomar el control y desperté bajo la premura de aquella voz autoritaria pero infantil al tiempo. ¿A quién me recordaba? Aún no estaba suficientemente despierto como para armar el puzzle en mi mente.

Me senté en la cama y pensé en qué hora sería y si ya sería nuevamente de noche.

John hizo presión y logró forzar las juntas y los goznes de la verja, los que estaban encajados en la pared de piedra. En realidad, aquella celda no estaba hecha para vampiros, era una mazmorra antigua que éstos habían encontrado, abandonada en la ciudad oculta bajo la nueva Madrid. Realmente el joven político no forzó el metal, sino que lo arrancó directamente de la pared, haciendo que la piedra se quebrase. 

Una vez fuera de la celda, John se acercó hasta donde Rafael había dejado sus espadas y las aferró rápidamente. Subió las escaleras y se encontró en un largo pasillo. Tenía dos opciones: en una dirección estaban las habitaciones de invitados. En la otra, la sala común. De ambos lados le llegaban gritos, golpes y sonidos claros de pelea. 

Y entonces, de pronto, una voz empezó a sonar en su cabeza. De nuevo la misma voz, suave, casi... infantil. La voz tenía, sin embargo, un tinte autoritario, casi como si, a la vez, fuera una voz sabia, anciana. Sólo había escuchado una voz así en toda su vida y no-vida y tampoco la había escuchado demasiado: Ángela, la Malkavian, la Guardiana del Elíseo. Y entonces, de pronto, cuando supo quién era la que le hablaba, entendió las palabras. Sólo había cuatro, que se repetían constantemente: "Despertad" y "atacan el Elíseo".