Partida Rol por web

─Poco más puedo fazer para ayudarvos. ─dijo con resignación. Su destino parecía sellado; era o una muerte en la hoguera, o ser torturado probablemente hasta la muerte a manos de aquel infame que cubría su rostro con una máscara macabra. En cualquiera de ambos casos, el sufrimiento estaba asegurado.

─Quizá... ─sus ojos por un momento se iluminaron ─quizá Matilde pueda arrojar luz sobre aqueste asunto.

Y entonces os habló sobre la tal Matilde, una mujer que nació hace treinta y cinco años en Partearroio, y que desde niña forjó una gran amistad con Ordunete, la esposa del posadero Imanol. Hasta tal punto llegó esa amistad, que cuando Ordunete se casó con el posadero, ella se vino a vivir con ambos y trabajar como moza en el Fogón. Su desparpajo y salero aún son recordados.

Al tiempo tuvo un hijo llamado Lucas, y cuando éste desapareció, Matilde enfermó de fiebres quedando tarada. Imanol la llevó al monasterio de San Emeterio y San Celedonio donde fue internada, pues su mermada sesera le impedía valerse por si misma. Al parecer, en sueños, Matilde habla sobre niños arrebatados de sus madres y peligrosos demonios disfrazados de humanos que acechan el Valle de Mena. Severo conoce tal historia por el Abad Ervigio, que un día se la contó como una simple anécdota.

─Después de todo, es posible que Matilde albergue más cordura que muchos.

Entonces se encogió de hombros esperando la resolución de su destino.

Y que mientras escuchabas a Severo hablar, y recordabas lo expuesto en sus anotaciones, te vino algo a la mente que habías pasado por alto: Los rumores sobre la muerte de una moza en la torre de los Ortiz mentaban un nombre; María.

No le habías puesto asunto hasta ahora, y es que atendiendo a los nombres de las madres contenidas en los documentos, y haciéndo memoria sobre lo acontecido aquestos pasados días, sólo restan dos de ellas aún con vida...

-Credo saber quiénes pueden ser las siguientes víctimas -dijo el Urraca, tras facer algo de memoria et exprimirse la sesera-. Dorotea, la mujer que aquesta mañana denunciara la desparición del suyo hijo, et la propia Matilde.

-Los rumores sobre la muerte en la torre de los Ortiz fablaban de una tal María. ¡Non puede si no tratarse de la misma María que mentan los papeles de don Severo! ¿Non véis la relación? Todas las mujeres citadas en aquese documento non sólo han sido encontradas muertas , si no que además son madres: María, la sirvienta de la torre de los Ortiz, Magdalena, la mujer que vi a aquella bestia llevarse en el fogón, Susana, encontrada en Mercadillo muerta de manera salvaje junto a su hermana, et finalmente Blanca, encontrada asesinada en Anzo.

-Non cábeme duda de que bien Dorotea o bien Matilde serán la siguiente en morir. Et non cábeme duda tampoco agora que aquese engendro que atacó aquella noche el fogón, et cuya guarida que vistamos la Belarda et yo mesmo pareciere el mismo averno, está relacionado con toda aquesta trama de asesinatos.

Asentí a las palabras del Urraca.

- Tal es mi conjetura. Y que todos los hijos destas no son sino hijos del Barón. - añadí - Bien convendríanos hablar con la tal Matilde, aunque antes hay otra cosa que quisiera fazer... - miré al Cortalenguas - Dijisteis que habíais entrau en la torre del Barón de Ortiz, en los aposentos de Doña Blanca. ¿Creéis que podríais conducirme hasta allí?

Respecto al Severo, añadí:

- Quede aqueste bajo nuestra custodia, por lo que pudiere pasar... mas sabed que Angulo vendrá tras nosotros por estu. - bien gustábame la idea de xingar al castrón del Angulo ¡Mi Mari, lo que faríale yo, si dábase ocasión! Que los recuerdos de mi Asturies aún vivían en mi, vaya que sí...

OoOoOoOo Entré -respuse a la Belarda-, y allí los cuervos llevaron a Blanca la hoja que os traje. Mas no es posible que vos podáis... -"acceder" (me refería), echándole un vistazo a la mujer-. Con un gancho trepé por la muralla, y en el adarve tuve que vérmelas con un soldado. Et casi no la cuento. Además, aquello estará ahora bien vigilado.

Miré para otro lado, la relfexión tanto de Belarda como del Urraca eran aceptables. Más que aceptable, casi reveladoras.

Matilde está a salvo. Sería mucha molestia adentrarse en un monasterio por una necia sin memoria. Dorotea es la siguiente víctima: bien de la bestia o del Barón, quién sabe si son la misma cosa. ¿Sabéis? Yo mismo he soñado cosas extrañas en estos días, cosas relacionadas con niños y hombres ensombrados... Se nos quiere decir algo, quizá sea eso. Et que quizá todo aquesto me haya hecho saber... quién era Josu -apunté finalmente ojeando nuevamente uno de los nombres de los papeles de Severo-.

Fuime entonces a la Belarda y el Urraca.

Haced lo que queráis con aqueste. He de ir a ver a esa Dorotea a Trambasaguas. Puede que en breves muera, puede que ya esté muerta. Tengo que impedirlo. Será mejor que ambos os quedéis con él, quién sabe si...* -les dije- oOoOoOoO

Comenzaban a entumecersele las piernas a Tancredo. Queria moverlas y marchar hacia algun lado. Cualquiera que decidiera moverse de aquel sitio, contaria, sin dida, con la compañia de él.

Facer lo que gusteis, pero facer algo ya, y marchemos pues 

-Marchad raudo, Cortalenguas, pues el testimonio de aquestas mujeres es lo único que puede desenmascarar todo aqueste entramado. El de Matilde non tendrá crédito alguno, mas quizá el testimonio de Dorotea tenga algún peso.

El Urraca olvidóse rápidamente de aquello, que tiempo tendrían de darle vueltas cuando el Cortalenguas volviese, con la mujer o no. Ahora le preocupaba Severo, pues non sabía qué facer con él.

-Tancredo, quedáos con nosotros. Non sabemos qué va a suceder et si verémonos inmiscuidos en problemas con el santo oficio. En tal caso habremos de huir, et a buen seguro ayudarános a mí et a la Belarda contar con el vuestro experto filo.

Giróse entonces a la mujer para plantearle el suyo moral dilema.

-¿Qué facemos? Aqueste omne parece inocente, mas si non entregámosle, non hayaremos otra cosa que la muerte, o quién sabe si algo peor.

Si he de facer de escolta vuestro y della, pues habremos de facerlo.

El cortalenguas asintió a las prisas de sus compañeros. Al fin y al cabo, tenían toda la razón.

OoOoOoOo Antón, el de Anzo -les dije al Urraca y a la Belarda-: el nos condujo hasta el lugar y momento en que vimos correr y morir al Josu; en caso de duda o abatimiento, tiradle de la lengua. Tancredo: ahora eres vos la espada. Cuidad a ellos dos -miré a la mujer y al mendigo Diego- de cualesquier cosa -efectivamente, me refería a la prioridad de todo el tema: que no nos salpicase por querer indagar en la llaga-. oOoOoOoO

Presto salíme de allí, ojeando una última vez a Severo (et no sabiendo si fuera la última vez que viéralo o no). Una vez en la calle, llamé a Becerrillo, que estaba mirando la entrepierna de los guardias de la puerta (como queriéndoselos echar encima). Fuíme entonces a aprovisionar de caballos y fardos. Mi hacha iba a mis espalda.

- ¡Esperad! - díxele al Cortalenguas - ¿Qué faréis si encontráis a solas con la creatura que asola el Valle? No dudo de vuestra maestría, mas contra tal bestia pudiere no bastar aquestu... - miré a los demás - Piensu yo que más valdría permanecer juntos, pues he la sospecha de que este es el único modo en que podemos conservar el pelleju en esta empresa, y no acabar escoburciaus.

Miré al Severo.

- Aqueste que salga por la de atrás, y como que no lo hubiéremus visto aquí.

Y añadí:

- Querré yo fablar con la Matilde esa, aunque haya perdíu el juicio, empero podemos dejar aquestu para la vuelta, que si damos caza al perro, bien habrá valido la pena el esfuerzo.

Negué con la cabeza a la Belarda antes de marchar. Ni era por faltar, ni por menospreciar, pero ninguna élite de batalla eramos todos nos, aun estando juntos. Ni tan siquiera yo mesmo, que heridas mi cuerpo albergaba y daños recientes...

...sufrí -le dije a la mujer-. No voy a luchar contra nadie, voy a proteger a alguien que quizá tenga respuestas. Traeré a Dorotea a Vallejo, lejos de las garras de... -pensé en referirme al Barón o a la Bestia-, quien sea oOoOoOoO

Agradeció Diego la resolución de la Belarda, mas agora cavilaba qué explicación dar a la desaparición del Cortalenguas cuando el inquisidor preguntara por el suyo paradero. Quizá pudiere llamar la atención que Severo non apareciere et a su vez el siniestro enmascarado quitárase de en medio...

Asentí, viendu que no habría otro modo de proceder. Parescíame a mi que el Cortalenguas sería por siempre un solitario, y nada quedaba por fazer, más que esperar que volviere con vida.

Sin más demoras ni palabras, partió raudo el Enmascarado en busca de la tal Dorotea...

Aún herido y maltrecho, no tardaste en llegar a Trambasaguas. A allí se llegaba siguiendo el camino principal que cruzaba el Valle de Mena de Oeste a Este y que se extendía a la vera del río Cadagua. La senda era amplia y de fácil cabalgadura en comparación con los caminos secundarios que se extendían por el Valle de Mena. Agradeciste aquello...

Una vez Trambasaguas, que no era más que un pequeño grupo de casuchas arremolinadas alrededor de un viejo pozo, no pudiste más que maldecir tu suerte tras enterarte que se te habían adelantado: Al parecer, hace poco más de una hora, un grupo de hombres se llevaron a Dorotea. Dijeron aquestos actuar en nombre del Santo Oficio y su intención no era otra que esclarecer la desaparición de Gorka, el hijo de la mentada. No opusieron los parroquianos objeción alguna, evidentemente, aunque a la mayoría no les dió buena espina aquella "invitación" a acompañarles.

Te extraña no haberte cruzado en el camino con un grupo como el formado por la comitiva del "Santo Oficio", así que por fuerza, estos debieron tomar otro camino para volver a Villasana. Poco más puedes hacer aquí, y tras haber "perdido" a una de las dos posibles víctimas, sopesas la posibilidad de partir al Monasterio de Taranco antes de que para Matilde también sea demasiado tarde...

Quiso la fortuna, o tal vez no, que no hiciera falta que os devanarais los sesos en busca de excusa para el inquisidor, y es que aqueste y los suyos se hallaban saturados de trajín tras lo último ocurrido en Villasana.

Un pesado y oscuro humo que apenas es visible entre espesa niebla y el toque de las campanas y los cuernos de alarma avisarón una reciente tragedia...

Al parecer el "engendro" había atacado a plena luz de día, ¡baje Dios y lo vea!, entrando ni más ni menos que en la torre de los Ortiz mal hiriendo al propio Barón. No contento con ello buscó a la Baronesa, como olfateando el mismo aire narran algunos criados aterrados, y tras dar con ella abajo, en las celdas de la torre, apunto ha estado de darle muerte. Suerte que por allí andaba don Nuño, quien con bravura defendió a la señora haciendo huir a la bestia. Quiso la mala fortuna que, aparte de ser también herido el de Barriuso, varias lámparas de aceite cayeran y se produjera un terrible fuego en las celdas. Por suerte éste fué sofocado por los criados antes de que se extendiera...

Allí reunidos ante las puertas de la propiedad de los Ortiz os enteráis de la disposición de don Nuño de salir a cazar al "engendro" sin demora. No tardan en llegar don Mateo, el Regidor Don Gonzalo, el curandero Albert y el párroco Eulogio junto a dos hombres de armas de la Inquisición y un dominico, entre otros muchos, interesándose por lo sucedido y ofreciendo su ayuda en lo que pudieran.

Alarmados por lo ocurrido, y atentos a sabienda de que en Mena nada es lo que parece, varios hechos os llaman poderosamente la atención:

La primera es la cara de preocupación de Albert cuando descubre varias marcas de enormes garras y la negativa de dos guardias que Don Nuño ha apostado y que se niegan a dejarlo pasar al sótano por su propia seguridad, pues es donde se produjo el incendio y no está fácil el acceso.