Partida Rol por web

El grupo había conseguido terminar el trabajo para el que fue contratado, pero por el camino hubo una baja, el bueno de Alonso de la Pinta y Guzmán había caído en las manos del barón o de la guardia.

El trabajo del grupo no ha terminado, y ahora se trataba de algo personal. Con el dinero obtenido por la carta a buen recaudo en las manos de Julián el resto salió a las calles de Madrid en busca de Alonso.

Julián se había quedado en la casa de Don Marcos cuidando el dinero conseguido en el encargo de andar por casa, mientras que Alejandro, Bruno y Marcos habían salido a las calles de la villa nocturna para encontrar al bueno de Alonso.

Con la madrugada bien entrada el grupo había caminado ya durante más de cinco minutos en dirección a la casa del barón, pero... ¿es ahí donde encontrarían alguna pista?

De repente, Bruno frena sus pasos y se atusa el bigote, pensativo.

-Esperen vuestras mercedes... Dudo que encontremos a nuestro buen amigo allí. Si tiene dos dedos de frente, y me consta gratamente que los tiene -mirando a los otros y afirmando con la cabeza, por sis e lo habían tomado a mal-, habrá huido. Por la mañana algún mercachifle o viandante nos podría contar, de no encontrar a nuestro camarada, si hubiere sido aprehendido o no. Preferiría visitar su domicilio, viva donde viva, y después hacer ronda por los galenos de menor reputación y boca cerrada. ¿Que les parece a vuesas mercedes?

Marcos miraba el lugar pensando en lo que podía haber sido de su amigo cuando las palabras de Bruno le trajeron de vuelta:

- Os llevaré a la casa de Alonso, fui a verle una vez hará un año cuando estuvo enfermo. Seguidme... - Dijo guiandoles por las callejuelas menos vistosas de la ciudad para evitar miradas indiscretas.- La verdad es que imagino que habrá conseguido quitarse de la vista, supongo que andará en alguna casa de médico o en la suya propia. Si no, mañana por la mañana iremos a algunas tabernas frecuentadas por nosotros en estos casos, quizás así le encontremos Dios quiera que vivo aún.

Estaba pensando que su amigo habia sobrevivido por fuerza, aunque una ligera duda iba acrecentándose en su cabeza... ¿Qué pasaría si estaba muerto? O peor, ¿Y si lo hubieran capturado? Salvarle sería una misión casi suicida, ciertamente, aunque Don Marcos no se iba a quedar quieto viendole morir. Alonso merecía algo más que eso...

Alejandro asintió ante las ideas de ambos de sus compañeros los cuales, pensaba, no podían ser más diferentes: uno dicharachero, lenguaraz y siempre sonriendo; el otro malencarado, serio y siempre atento a la mínima señal de peligro.

El viejo espadachín sonrió. No podía tener mejores compañeros guardando sus espaldas.

- Vayamos a donde Alonso. Si ha ido a lamerse sus heridas, sin duda estará en su morada.

Decidís cambiar el rumbo y poneros en dirección a casa de Alonso, la cual se encontraba en los barrios pobres de la villa, aunque no de los peligrosos, simplemente era donde la gente más humilde podía vivir.

La casita de Alonso era muy sencilla, tenía un par de habitaciones, el dormitorio y el comedor. Aunque a él le daba igual, ya que se las pasaba siempre en las tabernas y en la calle.

Caminasteis varios minutos hasta llegar a la zona, y un par más en encontrar la casa pues todas eran muy parecidas.

Pero por fin la teníais delante. La ventana y la puerta estaban cerradas.

Bruno se rasca el mentón unos instantes, evaluando la casa.

-Bueno, dudo que en su estado don Alonso se pusiera a abrir las ventanas. Incluso puede que esté inconsciente o mareado, y no pueda abrir la puerta. Será mejor prevenir, ¿no les parece a vuestras mercedes?

De uno de los bolsillos de su camisa aparece un aro repleto de herramientas y ganzúas. Se sonríe unos instantes y marcha hacia la puerta, mira a todos lados y, cuando está seguro que nadie salvo sus dos compañeros observa, se pone a forzar la cerradura.

-Y mejor no llamarle -susurra-, no sea que despertemos a los vecinos y arrojemos sospecha donde no habría de haberla.

En la oscuridad se adivinan sus dientes en otra sonrisa lobuna.

Antes de que Alejandro o Marcos pudieran hacer ninguna replica o tan siquiera un mínimo gesto el Achispado ya había abierto la cerradura, nunca deja de sorprender a nadie.

La casa era muy pequeña, y en el comedor sólo cabía la mesa para comer junto a la chimenea y la ventana, y la puerta que daba al dormitorio.

Todo estaba a oscuras, desde fuera sólo se podía ver la mesa del comedor y la puerta de la habitación, la cual también estaba cerrada. Al lado de la mesa habían un par de sillas, y encima de esta una jarra y un cuenco con una cuchara.

Bruno entra silenciosamente y busca alguna fuente de luz. Si no la encuentra, espera a que sus ojos se acostumbren a la oscuridad. Si aun así la oscuridad es total, caminará a tientas hacia la puerta de su compañero.

Bruno encuentra una vela de sebo zarrapastrosa que estaba tirada por ahí, todos sabíais que Alonso no era el más cuidadoso ni limpio de todos vosotros.

- No parece que nuestro amigo ande por aquí. El desorden no implica que saliera de aquí con prisas... sino que, como todos sabemos, no es muy pulcro - añadió Alejandro - sin embargo, tal vez encontremos pistas de su paradero por aquí.

Alejandro se dispuso a buscar por toda la casa la más mínima señal que delatara el paradero de su amigo.

Marcos estaba vigilando que nadie estuviera echando un ojo a la casa desde fuera, algo poco probable pero que podía pasar y joderles todo el plan.

- Yo estoy echando un ojo por si algun indeseable estuviera intentando espiar o quisiera entrar... Son tiempo dificiles y nunca se sabe. - Dijo más para sí que para el resto mientras miraba por las ventanas de modo discreto.

"Mi buen amigo Alonso, ¿Donde estas en estos momentos?"

Pensó con aire de duda y tristeza mientras hacia su cometido.

Bruno le pasa la vela a don Alejandro y sale de la casa mirando en todas direcciones, respirando con fuerza el frío aire de la sierra. Parece muy acelerado, impaciente. Se peina el bigote con el dedo índice. Primero a un lado, luego al otro.

-¡Nada! Dudo que esté aquí. Eso significa, mis socios, que debemos hacer otra infame ronda por los galenos más mudos de la villa... Aunque comienzo a pensar que, en el lamentable estado en que lo dejamos, no lo haya conseguido. Espero que sí, pues me consta que don Alonso es alérgico al cáñamo de una buena cuerda y le causa sarpullidos en el cuello -sonríe de forma maliciosa, aunque no dura ni un segundo-... Como a todo hombre de nuestra condición.

Se lleva la mano al cuello con pavor, como sintiéndola en los momentos finales sobre el cadalso. De repente, siente una sensación de calor... Serán las llamas del infierno.

Alejandro entra en la habitación de Alonso mientras Marcos y Bruno esperan fuera. Pero no hay nadie en esta, simplemente una cama vieja y un pequeño mueble bajo la ventana ocupan la pequeña habitación.

Al no escuhar réplica de sus compañeros, Bruno se acerca a la puerta de la casa y observa el vacio en la cama de don Alonso y las expresiones de frustración en los rostros de los otros. A juzgar por sus anteriores palabras, aquello no le pillaba desprevenido.

-Bien -susurra en la oscuridad de fuera de la casa-. Recuerden vuestras mercedes dónde les arreglaron cada mojada o fiebre, pues tenemos que encontrar a todo galeno, barbero o practicante de la villa.

Marcos andaba dandole vueltas a todo lo que estaba pasando en estos momentos en el grupo de hombres de fortuna que eran, mientras Alejandro atonito pensaba igual que él pero mirando la habitación, y Bruno iba escudriñando la casa por si hubiera una pista relevante:

- Empecemos a buscar, quizás haya algun lugar... Alejandro, ¿Se te ocurre a ti alguno así frecuentado por Alonso? - Dijo con voz dubitativa.

Fuera como fuera debian ponerse en marcha de modo inmediato, las horas iban en su contra... Y con lo que tenian encima ya era suficiente.

- Se me ocurre que el viejo Rodrigo podría estar remendándole - dijo al recordar un antiguo médico militar discreto y fiable ya retirado, que se dedicaba a trabajos de ese calado - pero, sinceramente, lo dudo. Lamento ser agorero, pero debemos empezar a pensar en posibilidades más tenebrosas... ¿tenemos algún modo de saber si la ronda lo ha capturado? en el estado de Don Alonso, y a pesar de que era perro viejo y duro, dudo que hubiera llegado muy lejos.

Bruno mira hacia afuera, hacia la calle. No es que resultara especialmente atractiva, sobre todo con aquel frío y a esas horas en las que ya ni siquiera las tusonas más desesperadas les alegrarían la vista.

-¿Saber si lo ha enganchado la guardia? Eso es fácil, pero no conveniente ahora mismo, amigo mío. Lo suyo sería ir a una hora de buen cristiano a la zona y preguntar a los mercaderes y viandantes. Con todo el espectáculo que montamos, dudo que nadie olvide nuestra visita a la mansión del baroncillo. La cuestión es, socios -entrecierra los párpados, sus ojos se convierten en oscuras rendijas-... ¿Es inteligente hacerlo?