Partida Rol por web

Después de varios días de descanso. Por fin Harding se ha puesto en contacto con vosotros. Al parecer hay una nueva misión que, por su tono de voz, parece ser que no es de su agrado. Pocos días después, os reunís en el cuartel de Imperial, en una sala destinada a reuniones militares. Una gran pantalla plegable adorna la pared. Y una gran mesa de madera para unas quince personas, es el único mueble que hay. La habitación está iluminada por dos ventanales en el mismo lado, en el opuesto a donde está la puerta. El suelo y debajo de la mesa, hay una alfombra con un detallado mapa de Luna.

Sois los primeros en llegar.

El Brigada llega vestido de paseo. Con los pasadores de sus medallas y los guantes. Como si fuera a hacer una presentación. Era una reunión informativa, y en estas dependencias solo entraban con el equipamiento de combate, si así se requería, fuera por un despliegue inmediato,  o porque se ordenaba así.

Al llegar no había nadie. Ni el operario que preparaba la sala para la reunión. Solo, vacío y en silencio, se hacía una sala muy grande. Se sentó con parsimonia tras buscar su nombre.

En cuanto llegó Donovan se puso en pie y mostró una alegre cara al verle. Incluso alargó la mano para estrechársela.

Respiré hondo en la puerta de la sala asignada, tras los extraños sucesos de hacía unos días, el descanso me había venido npbien, aunque no me había autorizado a salir de la base, así que nada de copas, ni chicas. Así que había sido un descanso con gimnasio y lectura.

Al abrir la puerta ver a Murray me produjo sentimientos contradictorios, me alegraba de estar con un tipo fiable como él, y por otro se temía una misión relacionada con la primera.

Joder, me alegro de verle mi brigada. Espero que esto no sea una misión rara de cojones.

Se le escapó al brigada una risa sin contención, pero que duró muy poco.

- Hola chavalín, me alegro de verte. Y le alargó la mano para chocársela. Estaba contento de ver alguien conocido, pero que le demostraba su inocencia. - ¿Misión rara dices? ¡Ja! Se burló, mientras le sonrería. - Eso es que no has escuchado nada, ¿Verdad? Se acercó y bajó la voz, para aumentar la confidencialidad entre ellos. Algo he oído de Venus. Añadió tapándose la boca con la mano izquierda, como si fuera a amagar un estornudo.

- Espero que vengas descansado, ya que los informes que vienen de allí son monstruos, zona de guerra constante y todos los tucos que los hermanos oscuros son capaces de inventar. Y las nuevas perrerías las ponen allí en práctica. Todo una delicia, para ir de vacaciones.

Entro en la sala, vestida como siempre con mi camiseta de tirantes roja pegada al cuerpo y mi pantalón baquero corto. Las cartucheras de mis dos pistolas asoman en mis costados, un poco más altos de mi cintura. Sus ataduras cruzan mi espalda y mi pecho. Mis manos, metidas en los bolsillos de mi pantalón, no las saco para terminar de abrir la puerta entreabierta. Simplemente pego una patada suave para que se abra, y entro con la cabeza agachada a la sala. Sin esperar a reconocer a nadie en ella. 

Este nuevo trabajo no me tenía contento. Además, no sabía quién o quienes le habían recomendado al loco de Harding para esta misión. ¡No conocía a nadie en el ejercito! Por un momento, cuando se pusieron en contacto conmigo pensé que era para meterme en la cárcel. Pero no. Era para una jodida misión. Y no podía negarme. Con mi situación actual, sin trabajo y una delincuente reconocida, tenía que aceptarla por mi libertad. Un intercambio razonable.

Al entrar veo a una cara conocida. Al otro no tenía ni idea de quien era. Ambos hombres hablan amigablemente. Seguro que se conocen. 

- ¡Eh capullo!

Saludo levantando la cara al tío de gatillo fácil y más loco que yo.

Le doy un achuchón amigable con el codo a Leiser y le comento por lo bajo, pero sin disimular lo más mínimo: - Eso es que me queda poco para ser una flor. Y sin esperar respuesta se acercó a la majareta aquella.

Que dura la pedazo de zorra esta. - Hola cacho trozo carne. Su sonrisa era afable y sincera. - Cuando te dejé con la simpática de tu amiga, y aclaró, la monja, no tenías tan buena cara. Se paró en seco. - Incluso me sorprendió que tu "amiga" fumara.

Una frase le vino a la mente: "Ni el abito hace al monje ni siempre fue monje antes de tomar el abito".

- Ya me contarás de que os conocíais antes.

Se giró un poco de lado, descubriendo al soldado y les presentó. - Donovan, esta señorita es Lyona, y sin ser una robotija, es la tipa más dura que he visto en mi vida. Lyona, el Soldado Leiser, un tipo fiable, que parece que controla, pero en realidad sabe lo que hace.

Chocó las manos, con el típico gesto, para espantar el frío, pero, no es lo que allí hacía precisamente y preguntó: - ¿Y eso que estás aquí?¿Cómo terminó tu estancia en la Catedral?¿Tu amiga no me llamó y dijo que lo haría cuando supiera algo de como estabas? Y enfatizó: - Pues la muy ... se mordió la lengua ... monja no me ha dicho nada y me zapateó de allí poco después de que te dejara ... bastante "abollada".

Ya no estaba tan seguro que no hubiera pasado por las manos de cibertronic y la hubieran ... "remodelado" como a la otra zorra.

Levanto las cejas sorprendida. ¿Aquél tipo me llevo a la Hermana Yolanda? ¿Que coño hace entrando y saliendo allí? Mi cara no dejaba de estar asombrada, y no disimulaba el gesto. Es más, quizás parecía muy exagerado. Cuando me presenta a Donovan, levanto la cabeza a modo de saludo. Luego me dirijo a una silla y me siento, dejando caer mi cuerpo pesadamente sobre el respaldo de la silla, casi arrastrando los pies por debajo de la mesa hasta el otro extremo.

- No es mi amiga. - Digo con cara de asco. - Y tampoco te tenía que llamar para indicar que estaba bien. En cuanto a lo que hago aquí... quizás vosotros me podáis explicar más. No tengo ni zorra de lo que hago aquí. Solo que tengo que venir por no se que mierda de mi vida y libertad. Una putada, joder.

Entro en la sala con paso rápido, nervioso como todo lo que hacía. Al entrar miro las caras de los presentes. Solo conocía al soldado Donovan, y de oídas a Murray. Saludo militarmente a todos y luego, estrecho la mano a Donovan.

- ¿Como vas compañero? ¿Has descansado?

Luego me giro hacia Murray.

- Encantado de conocerte, soy Quon, de tu misma unidad. Nunca hemos coincidido.

Y por último a la chica, que para nada parecía un militar. Miro de reojo a los dos presentes en busca de preguntas. No era normal que una civil entrase a formar parte de un equipo militar a una misión. Aunque quizás no sea una civil...

- Quon. - Me presento a ella.

- Encantando soldado. Le estrecho la mano. Sólo los que no tenían rango, se presentaban por su nombre, así que...era lo que tenía que ser. Y si era un asimilado, no dejaba de ser lo mismo. Un soldado.

Luego contestó: - No nosotros tampoco tenemos ni monja de qué hacemos, y los rumores no son precisamente lo más indicado ni fiable.

Entro con paso decidido en la sala, golpeando con mis botas el suelo, haciendo un ruido involuntario y sonoro. Cuando llego a un extremo de la sala, me cuadro para saludar a los presentes. Seguidamente suelto unas carpetas sobre la mesa y miro los presentes.

- Falta Field.

Comento. Siempre llega tarde y era algo que no iba a corregir en la vida. Menos mal que la conocía de mucho tiempo y sabía que no había problemas con ella y que en momentos difíciles siempre estaba ahí justo en el momento en que se necesitaba.

Miro al mishimés con interés. ¿Como es que alguien de otra corporación ha conseguido entrar en el ejercito de otra? Esto se torna cada vez más complicado para mi. A pesar de ello, saludo estrechando la mano al desconocido Quon.

- Lyona.

Cuando entra Harding sigo en mi postura, no muestro señal ninguna de conducta militar y mucho menos de modales.

Cuando entra Harding me cuadro ante él y me siento en mi sitio. La actitud de aquella mujer de desconcertaba. ¿Quien era? ¿Que hacía aquí en medio de militares? La miro aprovechando que está distraído limpiándose las uñas de las manos.

El brigada espera en pie. Un soldado disciplinado espera órdenes, a no ser una situación que precise de iniciativas, y esta, solo requiere de educación.

Saludo en silencio a  Lyona con una inclinación de cabeza.

Por supuesto que la reconozco. Se lió a palos con aquella androide.

Por unos instantes tiemblo al pensar que Glec va a apercer por la puerta y estoy metido en otra de esas misiones especiales con pasamontañas como atrezzo principal. Pero no, aparecen Quon, a quien saludo amistosamente y un poco después Harding. 

Me cuadro, casi agradecido de que el asunto venga de sus manos.

Entro en la sala con paso ligero. Llego tarde, pero he tenido que pararme a ir al servicio. El mareo esta vez ha sido muy intenso y reconozco que temí perder el conocimiento. Respiro hondo cuando estoy en la sala. Nuevas caras y otras ya conocidas. Sonrío a los presentes de forma forzada, y me cuadro antes Harding. En mi mirada hay un perdón explícito. Menos mal que me entendía y sabía mi problema.

- Pues ahora que estamos todos Viva la Madre Superiora.

Esperaba que Harding les permitiera sentarse y empezaran con los disgustos.

Por la forma en que en los últimos años he prestado atención a las cosas de la Oscuridad, he perdido interés por los cargos, mandos y demás cosas del ejercito. Y eso se me notaba, aunque yo no me diera cuenta. Iba a lo importante y por lo tanto no presté atención a que alguno de mis hombres permanecían de pie, esperando ordenes de sentarse. Me froto la frente y con un gesto desinteresado, ordeno que se sienten.

- Podéis sentaros.

Yo permanezco de pie. No puedo estar quieto mientras cuento la misión.

- Debemos viajar a la ciudad venusiana de Heimburg, el centro de poder de Bauhaus. Imperial lleva tiempo ampliando sus actividades en Venus, y últimamente están interesados en desarrollar para uso industrial varias zonas de la jungla profunda. Para conseguirlo, nuestra corporación ha adquirido grandes zonas de terreno a precios de saldo. La compra más reciente, situada en el Anillo de Fuego de Venus, es una antigua propiedad de  una noble familia Bauahus, la Casa Renauld.

Viajar a Heimburg. La idea me entusiasma. Levanto la cabeza para indicar a Harding que quiero hablar, y él me da paso levantando el brazo y señalándome, mientras se deja caer sobre sus manos en la mesa.

- ¿Sería una misión de reconocimiento del terrero? ¿No lo han realizado antes los que han comprado la propiedad?

Mi expresión refleja que no me creo que sea tan sencillo. No era lógico reunir a un grupo del ejercito para reconocer una zona comercial. Cierto es que estamos hablando de la selva de Venus, pero lo han comprado con dinero privado, suena raro que tengamos que ser nosotros quienes vayamos.

- Parece demasiado sencillo. 

Miró al soldado con un tanto de desprecio: - ¿Es que no ha escuchado nada sobre venus? La corrupción campa a sus anchas por la zona. Se dice que hay por lo menos tres ciudadelas, que monstruos de 5 metros de altura portan cañones tan grandes como coches, y que los bichos infestan cada pantano. ¿Limpiar aquello cosa del ejército? No muchacho, no. Aquello no es cosa del ejército, aquello es cosa de limpieza general que podrían llamar exterminio. Se frotó la cara con la mano derecha incrédulo de que nadie sepa lo que hay en aquel planeta. - Mi rimo ha servido dos veces allí, y dice que la única solución sería quemarlo todo, y tras eso, buscar a los resistentes que no hubieran ardido, entre las cenizas para exterminarlos del todo. - Insensato. La que nos va a caer encima.