Partida Rol por web

Mientras avanzabais en el caballo por los bosques, sumidos en pleno despertar, en plena vuelta a la vida, Caterina intentaba responder a tus preguntas lo mejor que podía:

-- ¿Prohibido? Sin duda. Las leyes de los hombres son especialmente duras sobre nosotras, las mujeres. Nuestra familia espera obtener una buena posición con las casas vecinas utilizándonos como monedas en un trueque en el que ni siquiera nos van a preguntar la opinión. Claro que, al menos en mi caso, parece que se han despistado y llegan algo tarde --lanzó una risita privada. Desconocías esta manera de hablar de Caterina, clara y concisa cuando quería.

>> Ahora bien, ¿imposible? Sin duda no. ¿Recuerdas aquello que solía decirnos el padre Bernat? "Cuando todo se acabe y seas llevada ante Su presencia, no vas a ser juzgada en base a tu poder terrenal, ni a tu posición social, ni tu riqueza ni tu belleza. Serás juzgada por el amor que hayas compartido en el mundo. Dios es amor."

>> Y yo no quiero a ninguno de esos nobles rechonchos y borrachos, prima.

Entretanto, llegasteis al viejo cementerio perdido en el bosque. No pudiste evitar compararlo con el cementerio gris que había en el pueblo, ni la pequeña capilla familiar en el castillo. Aquí, la vida había vuelto a ganarle la partida a la muerte: la hiedra crecía alrededor de las lápidas (sin cruz, como bien habías notado antes) y los árboles echaban raíces entre las tumbas. Aquí y allá, la separación entre vida y muerte se hacía confusa, borrosa, fluida. Pensaste en tu padre otra vez, pero con un tono ligeramente diferente. Sin duda, si algo le pasaba, querrías que estuviera en este cementerio pagano antes que en aquella capilla gris que olía a polvo y a muerto.

Y de repente, la viste otra vez. Una rosa roja en una tumba, en este cementerio en mitad de la nada.

Tan pronto como me fue posible, mandé a una criada a buscar al padre Rodrigo para que acudiera a los aposentos del señor, y así pudiera conocerle. El barón yacía convaleciente en su lecho, yo aguardaba junto a él, sentada en una silla de respaldo alto, erguida, mis manos entrelazadas sobre un libro cualquiera, expectante. La luz entraba ténuemente entre las gruesas cortinas en la habitación y junto con el olor a incienso que enmascaraba la enfermedad y a cera derretida de las velas nocturnas, daría la impresión de que uno estaría acudiendo al velatorio del señor, más que a conocerlo por primera vez.

La tarde ya se cernía sobre Alós con su manto dorado cuando logré dar con Manel en sus aposentos. Era una habitación que me resultaba cuasi desconocida en mi propio hogar. Llamé a su puerta con un ligero golpe y pedí permiso para entrar. Maese Pèire me acompañaba, pues me interesaba su opinión y cualquier cosa que pudiera aportar para despejar las dudas que me acosaban.

-Asumiré que ya habéis hablado con mi hija de cualesquier asunto que consideraseis tan importante. -le interpelé. Su relación tan cercana me resultaba extraña y desde luego, no me pasaba desapercibida. -Necesito que ahora me prestéis un momento para hablar del torneo. Como bien recordaréis, os encomendé la tarea de proteger Alós de aquellos misteriosos asaltantes que van y vienen por los caminos. Desconozco si habéis hecho algún progreso en este tiempo para desenmascararlos, pero no es eso de lo que quiero hablaros hoy. -Al fin y al cabo, yo misma era la que había aceptado enviarle como embajador a la corte, apartándolo de su misión. -Temo -recalqué esta palabra con una breve pausa- que las festividades que se acercan inciten a nuestros enemigos a salir de sus escondites. Cualquier incidente en un momento así supondría una mancha inescusable en el honor familiar, creo que me entendéis. -miré a ambos hombres, esperando su respuesta.

Mi señora, siempre es un placer recibiros, pero si me mandaseis llamar iría presto a su encuentro como su más fiel servidor, me levanto de la cama y me abrocho la camisa.

Su hija Clara demostró ser toda una dama en la ciudad, y no pasó desapercibida para muchos nobles con hijos casaderos, pero si permitís el atrevimiento de hablar sinceramente, Clara puede pecar de inocente. Hago una pausa para evaluar dónde me estoy metiendo.

Justamente acabo de hablar ahora mismo con ella, ¿No se han cruzado por el pasillo? Bueno, simplemente hemos hablado para que pudiese advertirle de los peligros que se ciernen en la corte, la maldad intrínseca en los nobles que sólo desean medrar en sus aspiraciones. Así como advertirla sobre los peligros de los deseosos jóvenes que la intentarán conquistar a lo largo del torneo y de ahora en adelante.

Si me he propasado en mis funciones como tío le pido a mi señora honesta y sinceramente perdón, no pretendía inmiscuirme en asuntos que no me competen. Si es su deseo le diré a Clara que no podré ser su consejero ni su guardia personal como me ha pedido.

En cuanto al asunto de proteger Alós de los asaltantes no ha habido progresos, se han ocultado y no han vuelto a atacar. De todas formas no he tenido mucho tiempo para ello, aún así la informaré de cualquier asunto que se relacione, como señora del castillo debe saber todo lo que es competencia de mi hermano enfermo. 

Un ataque durante el torneo sería una mancha, perdonad pero no lo veo así, un ataque durante el torneo nos daría la oportunidad de demostrar varias cosas. Hago una breve pausa y bebo de un vaso de cerámica que tengo en el cabecero de mi cama.

Primero, nuestro compromiso con la seguridad de nuestros vasallos, haríamos alarde de toda nuestra fuerza.

Segundo, ajusticiaríamos a esos asaltantes delante de todos demostrando nuestro compromiso con la justicia.

Tercero, podríamos usar eso como moneda de cambio con otros nobles y daríamos a los demás nobles de la región algo de lo que hablar, puede que bien, o puede que mal, eso no lo sabremos hasta que paguemos a los trovadores y juglares pertinentes.

 Mmmm… Ciertamente es una situación desfavorable, ya que no tenemos ninguna pista de lo que van hacer.

Pero lo que está claro es que van con la intención de perjudicar Alos, o al menos eso dicen sus acciones. Tratándose de un grupo normal de bandidos, simplemente robarían una y otra vez, en una zona o en diversos puntos, pero abrina dado más señales de vida o al menos a montado un alboroto o dos en la ciudad.

Se nota que esta entrenados y eso me preocupa ya que solo veo dos opciones y no me gusta ninguna.

La primera es que sea un grupo de exploración para ver nuestras debilidades y como reaccionamos para atacarnos, a sus escaramuzas para movilizarse más tarde.

Y la segunda que sea un grupo contratado por otro varón o noble que este en riña o disputa con nuestros señores y quieren difamarle creando estas escaramuzas, en cuño caso el torneo estaría en peligro y eso sería un escándalo de proporciones casi bíblicas para Alos.

Me quedo un momento pensando con la mano en la barbilla.

Se me ocurre una tercera opción, pero es muy rebuscada mi señora. Podría ser hayan rechazado alguna propuesta para vuestra hija o halláis descartado ya algún candidato. Porque se me ocurre que lo esté haciendo para venir y hacerse el héroe, para que le pongáis el primero en la lista de candidatos.

-No, no es ofensa. Conozco a mi hija -¿la conocía en realidad? Un breve instante de duda recorre mi rostro, ante las palabras que debo pronunciar. -sé que su jovial curiosidad podría traerle consecuencias imprevistas en un futuro. Y por eso sería hipócrita por mi parte encargaros la protección de esta tierra y luego negaros la custodia y guardia de su mayor tesoro. -Sin permiso ni ofrecimiento, tomo uno de aquellos vasos de cerámica y bebo de su contenido. Atiendo con atención a las palabras de mi cuñado. Es un punto de vista diametralmente opuesto al mío, pero habla con sensatez. Escondo mi sorpresa al oír unos argumentos tan convincentes y tan claramente expuestos.

-Por supuesto, habláis con razón... -hice una pausa algo dramática. -Siempre y cuando seamos capaces de controlar cualquier altercado, pero eso queda en vuestras manos y en las de la guardia de Alós. Me gusta esto que decís acerca de los trovadores. Siempre ha sido sabido que las artes son la más útil de las herramientas del poder.

A continuación, escucho la opinión de maese Pèire, quien propone diferentes orígenes para los asaltantes. -Si aquellos tienen su origen en alguna disputa con algún noble, ésta escapa a mi entendimiento. Pero quizás el torneo sea una oportunidad magnífica, como bien dice Manel, para que se revelen. Sobre algún candidato despechado por mi hija, puedo certificar que no es así. El señor barón y yo hemos hablado de algunos nombres, pero nada en firme. Precisamente el torneo iba a servirnos para empezar a arrojar luz sobre este asunto. Empieza a ser hora de que aquellos que aún están por desposar encuentren su correspondencia. -afirmé con rotundidad. Joan, Clara, Vicenç, las hermanas del barón y, claro, el propio Manel. Muchas cosas podían cambiar durante aquellos días que estaban por venir.

En ese momento, todos y cada uno de vosotros recordáis que cuando sucedió el ataque, os avisó un superviviente. ¿No sería interesante ver si sobrevivió y si tiene información al respecto? Habíais estado ocupados todo el invierno y os habíais olvidado de él con el trajín de la convocatoria del obispo...

Sonrío ante las palabras de Caterina

- Me alegro entonces por ti... Y él tiene suerte de que una mujer tan grande y buena como tu lo ame... Yo tampoco quiero a ningún noble seboso ni borracho... ¿Los hombres como tío Manel son tan raros entre los nobles? O como Ponç de Empúries... Tía... Tu... Ya sabes... - su piel se enrojece de vergüenza - Ya sabes... con el bardo aquel... - La miro algo avergonzada - ¿Qué se siente? - Digo casi en un susurro aunque audible para ella - Y... ¿Por qué tío Manel aún no ha contraído nupcias? Tampoco lo he visto con demasiadas mujeres... O es como Joan... Más pendiente de guerras y cruzadas que de mujeres... 

Cuando llegamos al cementerio respiro la tranquilidad del lugar, acaricio la fría piedra y me deleito con el paisaje tan hermoso, evocador y pacífico del lugar.

- Es un hermoso lugar en donde descansar eternamente... ¿No? 

Entonces volví a ver una rosa en una de las tumbas, me acerqué con cuidado a ella para ver si se leía algo en ella. Acaricié la fría piedra y contemplé la rosa

- Creo que no somos las únicas que hemos visitado el lugar recientemente... 

Sería interesante hablar con el superviviente del ataque, si es que logró sobrevivir de sus heridas, si me dais permiso le buscaré de inmediato y lo invitaré a una audiencia con usted cuando me diga.

No se preocupe por mi mi señora, no quiero desposarme, mucho menos tener descendencia, mi único objetivo en la vida es proteger a Clara y aconsejarla hasta que ella me libere de ese honor cuando ya no necesite los consejos de su tío.

Creo que entenderá mis motivos una vez explicados, pero hasta este momento no pude sincerarme con usted mi señora. He elegido a Clara por mis sueños, desde hace años veo una desgracia en la casa d'Alós, Joan y Vincenç son demasiado parecidos a mi de joven y no podría ser de utilidad en sus caminos, más que influirles en malas decisiones de guerra. Sin embargo, Clara es... Si me permitís decirlo... Tomo una bocanada de aire.

Creo que es el futuro de esta casa y por eso quiero estar ahí para ayudarla. 

La lápida, ganada por el musgo, está casi ilegible. El caso es que no es tan vieja, el problema no es ese: es como si alguien hubiera intentado volver ilegible el nombre, está rascada, atacada, medio rota. Damnatio memoriae, estas palabras pasna por tu mente desde las brumas de las clases de latín que el padre Bernat te impartió, hace años.

Lo que puedes ver son sencillamente dos iniciales y alguna letra más: Ge [...] M [...] t.

Miro con atención la lápida

- ¿Por qué alguien querría borrar el nombre de quien descansa aquí? No es como condenarlo al olvido... Si eliminas a alguien de la memoria su existencia es como si se perdiera para siempre... ¿no? ¿Quién haría algo así? ¿Y por qué?

Miro extrañada la lápida y me fijo bien en la rosa, para ver su tacto, si está bien cuidada o si sé de donde ha podido salir. 

Me parece correcto dejar el asunto en sus manos, señor Manel, pero si necesita algo de ayuda no me importaría ayudarlo, bueno cambiando de tema.

Respecto al torneo recomiendo doblar la vigilancia, e incluso a poner algunos grupos de guardias disfrazados entre la multitud, cerca de las tabernas y posadas.

Pero lo que vería más importante, seria mantener la información respecto al torneo, lo más compartimentada posible. Así podremos evitar que se filtre la información.

Si necesito cualquier clase de ayuda serán los primeros en enterarse puesto que les pediré permiso y consejo. Siempre necesitaré su ayuda Peire, de eso no existe duda ninguna si de alguien quiero aprender continuamente es de usted. 

Doblar la vigilancia, me parece bien, pero dejaríamos muy pocos efectivos preparados en caso de algún imprevisto y si ponemos a algunos grupos de guardias disfrazados entre la multitud, cerca de las tabernas y posadas todavía habrá menos.

Recomiendo hacer un poco ajustado eso mismo, es decir unos pocos guardias en las zonas conflictivas, como bien ha dicho maese Peire, pero lo suficiente para que en caso de ataque saquen un cuerno de llamada y llamen para pedir refuerzos, no para que puedan hacer frente a ninguna situación conflictiva, de esa forma podremos proteger y abarcar más espacio con los números que disponemos.

En el post anterior etiqueté a clara, borrad el etiquetado antes de que lo lea porque no está en la escena ya.

No ves nada fuera de lo normal: es una rosa en una tumba destrozada de manera intencionada en mitad del bosque. Te das cuenta de que tía Caterina ha seguido hablando todo este tiempo:

-- Tía Joana viene aquí a veces, dice que así se distrae del tedio mortal de los muros del castillo. Durante un tiempo creí que venía a verse con algún amigo que desconocíamos --aquí, la tía Caterina, siempre tan romántica-- pero obviamente no era el caso. 

>> En cualquier caso, a mí también me transmite esa misma sensación de calma y paz. Aquí el tiempo pasa de otra manera, ¿no te parece?