Partida Rol por web

En ese momento se abrió la puerta de la estancia del comedor, dejando entrar el frío aire del resto del castillo. En el centro de la puerta apareció Manel de Mormont, agitado, cansado, y visiblemente borracho. El portazo y la corriente de aire despertaron a Carles, que no parecía consciente de haberse quedado dormido hacía unos minutos.

Movisteis vuestros ojos en dirección a los de Manel, y él, con los suyos enrojecidos y cansados, os devolvió la mirada. En ese momento, habló.

¡BANDIDOS! Unos bandidos han atacado a la caravana comercial que venía de Portbou. Después de informar me dirijo a mis aposentos para prepararme.

Dios mío bandidos en estas épocas, es que no aprenden.

Se me nota que lo figo con resignación y cansado de esos malditos desagradecidos con el varón.

Aunque por dentro empiezo a pensar, espero que no sea una fantasía de una borrachera, porque si es así, creo que su hermano le matara por este revuelo. Que las cosas están muy tensas ahora, como para venir con fantasías.

Una fría corriente entró en la sala cuando la puerta se abrió. Allí, frente a todos los presentes se encontraba el tío Manel con claros signos de ir pasado de alcohol , cansado y bastante agitado... Vaya maneras de irrumpir... Pensé para mí mientras miraba a mi alrededor.

¡BANDIDOS! Unos bandidos han atacado a la caravana comercial que venía de Portbou.

¿Sería verdad? ¿Habrían vuelto a hacerlo? O eran solamente los desvaríos de un hombre pasado de alcohol... Esperé, esperé pacientemente a ver las reacciones de padre y de madre... Después de todo él era el señor del lugar y madre la voz de la razón... 

- ¿Os encontráis bien, tío? - Me atrevo a decir en tono preocupado. 

Si querida sobrina, me encuentro perfectamente, alguna copa de más llevo dentro de mi, pero en estos temas nunca bromeo.

Un hombre herido de flecha en el hombro ha entrado en la taberna y nos lo ha contado, voy a comprobarlo en seguida, si es mentira será ajusticiado, si es verdad tendremos que hacer algo con esos bandidos para demostrar quienes somos en esta familia y lo que les haremos a quienes osen desafiar la varonía de mi hermano. 

Estaba rumiando la forma sutil de despertar a mi señor esposo cuando su hermano Manel entró como una exhalación, ahorrándome la papeleta. Parecía ser que aquella era la noche de las irrupciones. Se le veía bastante agitado y sus nuevas solo hicieron por confirmar que aquella noche solo podía ir a peor.

¡BANDIDOS! Unos bandidos han atacado a la caravana comercial que venía de Portbou

-¿Sabemos algo más de esta chusma? ¿Se trata acaso de infieles? -dije con voz serena, manteniendo la calma. No era un hecho del todo infrecuente encontrarse con partidas de bandidos sureños, que actuaban como si aquellas tierras les perteneciesen. -¿Y mi hijo Vicenç? ¿No se hallaba con vos? -pregunté a mi cuñado, con un atisbo mayor de duda. Estaba empezando a preocuparme de verdad.

Manel expresó su deseo de ir a comprobar los hechos y yo asentí en respuesta. Es un hombre más que capacitado para resolver asuntos como ese. Sus últimas palabras me recuerdan a las que yo misma había pronunciado tan solo unos momentos antes, sobre el deber familiar. Observé a mi hijo Joan, tan emocionado como estaba hace unos instantes por ver algo de acción y le pedí:

-¿Por qué no acompañáis a vuestro tío? -quizás alguna pequeña aventura nocturna bastaría para quitarle sus peregrinas ideas de la cabeza.

Visiblemente excitado y contento, el heredero de la casa Mormont se levantó y asintió, diciendo:

- Sí, mi señora madre, como ordenéis. Será un placer servir a la casa. Voy a ensillar mi montura y preparar mis enseres.

Y salió corriendo sin esperar a que nadie, ni siquiera su padre, dijera nada para impedírselo.

Así eran los hombres de armas... Así eran los hombres que gustaban tanto de combatir sin apenas parecer importarles lo que las mujeres de sus hogares pensaran o sintieran... Bueno, después de todo ellas sólo debían esperarles y hacer que el hogar funcionase como debía, ¿no? 

Mi rostro con una mirada algo preocupada observaba a Manel y Joan mientras que volvía el rostro hacia mi padre, esperando su respuesta, su reacción... ¿Realmente iba a permanecer callado e impasible ante la situación? Y como había dicho madre... ¿Dónde estaba Vicenç? Se suponía que estaba con el tío Manel... Espero que todo saliera bien... 

- Tío, Joan... Tened cuidado y volved sanos y salvos... - Digo con cierto tono de preocupación. 

Que tu preciosa cara no se frunza ni un segundo y menos por una infundada preocupación por mi querida sobrina, tu eres lo más importante de esta casa, y pronto verás que todo lo que digo tiene un sentido más literal que figurado, tu eres el futuro de esta nuestra casa y sino da tiempo al tiempo. Me despido con una reverencia y me voy hacia mis aposentos para enfundarme en mi traje de batalla.

¿Vincent? Siento no saber dónde está mi sobrino pero no vino conmigo esta noche.

Mi rostro se colorea de vergüenza ante las palabras de mi tío. No entiendo sus palabras, no comprendo qué importancia puedo tener yo en el futuro de la casa en comparación con mis dos hermanos mayores... Ellos serán quienes aportarán el orgullo y el honor con sus gestas... Yo, yo sólo deberé ser una buena esposa y mujer como madre... 

Sonrío ligeramente aún algo avergonzada y sorprendida ante las palabras de Manel. ¿Por qué diría algo así? ¿Qué me esperaba? Sabía que no era bueno pensar más allá del presente o el futuro cercano, aún así las palabras de mi tío habían quedado grabadas en mi mente... ¿Acaso podría ser cierto? ¿Acaso podría llegar a aportar tanto a la casa? Supongo que habría que esperar para verlo... 

Mi señor, mi señora, creo que yo me retirare he iré preparando ungüentos y vendas, por si pasa el peor de los casos.

Me levanto lentamente, hago una pequeña reverencia y me voy dirigiendo a la salida, mientras voy farfullando cosas.

¿Dónde estará este?, ahora como tenga que salir a buscarle, se va a enterar.

Al llegar a la salida, me giro y hago una otra reverencia y salgo.

Me dirijo a mi estancia a preparar vendas y ungüentos frescos por si pasa lo peor a los guardias que vayan a capturarlos.

Como tantas otras veces, mi señor se mantenía a un lado y lo que yo disponía era lo que se hacía. Una imprevista amenaza aparecía y la casa noble de Alós debía responder. Sabía que esa era la prioridad, pero no pude evitar murmurar:

-Mi hijo... -casi inaudible, otro momento de duda, ¿dónde estaría mi pobre hijito?. Casi se me pasaron por alto las extrañas palabras de Manel hacia mi hija. Ya habría otra oportunidad de averiguar si estas escondían otras intenciones...

Casi sin ordenar nada, la casa se puso en marcha, todo el mundo consciente de sus deberes y obligaciones. Era en momentos como aquel cuando más orgullosa me sentía de mi familia. Antes de que los muchachos partieran, añadí en tono seco:

-Llevaos los guardias y los hombres que necesitéis. No cometáis imprudencia alguna. -quería que mi hijo viera algo de acción de primera mano, pero tampoco era necesario que corriese ningún peligro real.

Voy despidiendo uno a uno a los hombres con sencillas reverencias hasta que en la estancia solo quedamos mi señor, aparentemente impasible, mi hija y yo.