Partida Rol por web

Aquello cada vez sonaba más a coña. Tenía que ser una broma... tenía que serlo. A pesar de la mezcla de miedo y sorpresa que me embargaba las ganas por saber más, al fin y al cabo había nacido siendo periodista y eso nunca cambiaría, me impelían a indagar más en el tema. Pero... no tuve oportunidad de seguir hablando.

Parecía que en aquella ¿nave? no éramos los únicos en tener problemas. Los chisporroteos, la explosión y ver cómo parte de la nave estallaba en el aire me dejaron casi sin decir palabra.

- Pero... ¿qué está pasando ahora?

La voz se había referido a ellos en un par de ocasiones, explicando una situación que a cada minuto parecía más extraña, y no más sencilla como cabía esperar. Las compañeras de Javier no daban crédito... y con razón... ¿Aquellos "aliens" habían extendido la plaga zombie? ¿Y ahora les querían para utilizarles como monos de feria...? Javier se había quedado alucinado al escuchar aquello...

Aunque también habían dicho que eran aptos para aquella función... y en cierto modo no pudo evitar sentirse algo contento por haber sido elegido...

Sin embargo, empezaba a sentir que quería escapar de aquella situación, asi que se acerco a sus compañeras y les susurró al oido:

-Vamos a aceptar lo que nos está contando... sin más...?

Asentí confusa a las palabras de los "aliens" que afirmaban que ellos habían provocado todo el desastre para robarnos nuestro agua, exterminarnos y llevarnos a nosotros a su planeta, a su peculiar zoológico.

Espera, espera. ¿Me estáis diciendo que unos tipos capaces de surcar el espacio, crear plagas capaces de destruir civilizaciones enteras y que tienen millones de años no son capaces de producir agua sintética? Venga ya, eso no se lo creé nadie. ¿Como iban a ser tan estúpidos unos aliens como para destruir su propio planeta y tener la necesidad de robar los recursos de otros planetas una y otra vez, repitiendo la misma catástrofe durante siglos? -pregunto, aún incrédula ante las palabras del extraño.

La nave empieza a zozobrar tras la explosión y un pitido agudo desagradabilísimo hace que se os inflen las sienes y os den unos pinchazos tan fuertes que apenas podéis caminar, el interfono se enciende y se apaga, tan sólo conseguís distinguir - ... sdadasfd aw.d. ... gfsd.gsgg .. .. .  fsdgsg .... . jodidos humanos, nos han infectado- una risita nerviosa y el fin de la transmisión.

Os golpeáis contra el suelo, contra la cristalera y contra las paredes. Media docena de segundos después, la nave deja de retumbar y la única puerta de la sala se abre deslizándose hacia el lado derecho.

Aquel pitido se metía por mis oídos traspasándome el cerebro. Intenté taparlos con mis manos para aislar el sonido pero era casi imposible, además los bandazos que pegaba la nave me hicieron perder el equilibrio, golpeándome contra las paredes y el suelo consiguiendo que mi piel desnuda empezara a enrojecer.

Mientras el zarandeo proseguía lo único de lo que era capaz era de proteger mi cabeza, o por lo menos lo intentaba, ya que un mal golpe acabaría seguramente desnucándome. Después de un tiempo que me pareció interminable, la nave se estabilizó y, para mi sorpresa, pude comprobar que la puerta se abría. Me sujeté a lo que pude para ponerme en pie, pero la debilidad y el mareo dificultaban cualquier movimiento, por mínimo que fuera. Esperé hasta ser yo la que se estabilizara y sin prestar atención a mi desnudez, comencé a dar vacilantes pasos hasta aquella puerta.

- Ey... mirad... se ha abierto la puerta.

Sus compañeras no le habían hecho mucho caso pero era lo normal, teniendo en cuenta que le había pasado toda su vida... el rechazo constante... lo raro ocurrió momentos después... un pitido horrible nos hizo chocar y zarandearnos... y la voz del interfono se desvaneció dejando una puerta abierta a un lado de la sala.

-Lo he visto, ¿Que hacemos? ¿Nos largamos de aquí?

¿Que? No, no se. Tenemos que salir de aquí de algún modo o moriremos. Pero han dicho que los hemos infectados, deben de ser monstruos también, zombis -contesté, confusa, sin decidirme -Seguramente podamos coger alguna cápsula o algo para salir de aquí y descender a la tierra pero allí nos esperan más zombis. Pero no nos podemos quedar aquí esperando a que nos maten. Vamos -dije al final, acercándome a la puerta y mirando hacia afuera.

Los tres salísteis por la puerta, preocupados por la situación pero contentos de escapar de los tanques y de la tétrica sala, enfiláis un corredor con el suelo metálico y "arrejillao" que muere en una única puerta que abierta de par en par desemboca en una sala que parece ser una enfermería, pues hay casi una docena de camillas pequeñitas , como si estuviesen hechas para niños, junto a las cuales hay bandejas de un metal dorado que inexplicablemente parece acuoso, como si estuviese relleno de líquido, al tocarlo os dáis cuenta de que es duro como el metal más duro que conocéis. Sobre la bandeja hay extraño instrumental que Ana os identifica como quirúrjico pero que no termina de entender. En los extremos de la sala, que por cierto es circular, hay un par de puertas más una a cada lado.

Lo mejor de la sala está en el centro como no podía ser de otra manera, se trata de un hombrecillo de color verde, del tamaño de un niño, 1, 20 - 1, 40 aprox sin nariz ni pestañas o cejas, con el cráneo alargado y tres dedos en manos y pies, inconfundiblemente humanoide, desnudo, sin vello corporal y ... abierto horripilantemente en canal, dejando a la vista una masa que os cuesta mirar...

Por más que miraba y veía todo a mi alrededor menos me creía las cosas. Tenía la sensación de estar dentro de una película de marcianos de serie B y tuve que contener un ataque de risa, producto más bien de los nervios y el pánico, para no sobresaltar a los otros. Si hasta teníamos al extraterrestre de Roswell y todo.

Aunque fueran mentira, aquellas vísceras sacadas del cuerpo del hombrecito verde, daban bastante asco, así que me centré en las dos puertas que había enfrente. A algún lado tendrían que dar... ¿no?

Camino con cuidado por el pasillo, aún desnuda, sabiendo que sea lo que sea que nos encontremos en la nave será algo que nunca hubiera imaginado, algo terrible, y que, posiblemente, mi vida estaría en peligro.

Pese a esa disposición me costó reaccionar cuando vi a ese extraño ser, abierto en canal, en medio de una sala que parecía sacada de una película de terror.

Al ver aquella abominación Lucía inexplicablemente, pudo controlarse se quedó en el sitio y apretó los dientes fijándose bien en los detalles. Javier empezó a murmurar algo ininteligible que quizás fuese una oración mientras todo el cuerpo le temblaba incontroladamente, pero Ana, que en realidad debía ser la persona a la que menos debía afectar aquello, se descontroló y tropezó con una de las camillas cayéndose hacia detrás.

Vísteis cómo quedó colgando hacia abajo y unos brazos chiquititos verdosos emanaron de debajo de la camilla contigua y agarraron a Ana del pelo...

Aquella visión le había dejado congelado, en shock durante unos instantes. Javier no fue capaz de moverse ni siquiera cuando Ana fue agarrada por unas manos verdes después de tropezar. Lo único que podía hacer era murmurar y balancearse sin mover los pies, eso sí, sin dejar de mirar aquella cosa despedazada frente a sus ojos...

No sabía si era por las veces, pocas eso sí, que me había tocado cubrir ciertas noticias sobre crímenes o qué, pero aquel cuerpo no me impresionó. En cambio lo que sí lo hizo fue ver el tropezón de Ana, con el ruido que eso conllevaba, y los brazos que salían disparados para agarrarla.

Busqué desesperada algo que me sirviera para golpear aquellos asquerosos bracitos verdes y que soltara a la pobre Ana. Y mejor sería que la pudiera matar... por si acaso.

Lo que vi rompía con todo lo aprendido en la facultad y mi corazón se aceleró, nerviosa, confundida y, para que negarlo, atemorizada. Tropecé tontamente y caí al suelo, dañándome las rodillas. 

¡Ahhhh! -grité cuando noté que algo me tiraba con fuerza del pelo, arrastrándome.

Los bracitos eran pequeños pero agarraban a Ana con una fuerza sobrehumana, tan era así, que la arrastraron debajo de la camilla de donde provenían y tan sólo pudísteis oir cómo gritaba la pobre muchacha, daba tales alaridos que os descompusísteis. Lucía no se daba por vencida y mientras la pobre Ana era devorada, localizó y se armó con un enorme cuchillo de aspecto desconocido pero con aspecto de estar más afilado que una katana japonesa.

No veía nada, tal vez por la oscuridad producto de estar bajo la camilla, por el miedo o las pérdidas de consciencia. Algo me estaba devorando, lo sentía, sentía un dolor inmenso. No pude más que gritar mientras pataleaba de forma estúpida, tratando de quitarme a lo que fuera de encima.

¿Aquello será un cuchillo? Había visto el destello de un objeto metálico que, a pesar de su extraña forma, parecía un gran cuchillo y corrí hacia él agarrándolo con fuerza del mango. Sin perder un segundo, ya que Ana iba desapareciendo bajo la camilla, me abalancé sobre aquellos asquerosos brazos que sujetaban el pelo de Ana y empecé a dar cuchilladas a diestro y siniestro, intentando desesperada que aquella cosa la soltara.