Partida Rol por web

La tarde ya hacía rato que se había dejado caer. Erzsen, se encontraba en perfectas condiciones, si no fuera por el copioso agape que se había metido entre pecho y espalda. El joven noble, era un comensal de exquisito gusto, como su alcurnia exigía, y Kendra una anfitriona exigente y una cocinera capaz.

Habían pasado ya un par de horas desde que Ishaya había marchado. El calor de la estancia, y la buena compañía, habían activado al hasta entonces apagado muchacho. Atrás quedaban las fiebres, el mal cuerpo y los sueños rotos por los efectos del veneno. Ahora, Erzsen era un hombre nuevo. Degustaba una pequeña copa de cristal con unos dedos de brandy. Suculento, cálido y capaz de soltar su locuacidad. Kendra escuchaba las historias de sus últimas vivencias junto a su nueva familia, y el papel que había adoptado junto a ellos. En varios puntos de la conversación, la dama no pudo reprimir su risa, ante algún que otro detalle hilarante. A pesar del buen rato que ambos estaban pasando, cierto resquicio de angustia se cernía sobre ambos. Mientras ellos estaban allí, arrán del calor de la lumbre, sus amigos hacía horas que se debatían en busca de respuestas...

De pronto, algo golpeó la puerta principal. Esto fue suficiente para que la charla se quebrara como la rama de un árbol reseco. Nuevamente, algo volvió a golpear con insistencia la puerta... ¿Serían sus hermanos que volvían después de un duro día?...

- No te molestes Erzsen. Voy a ver si son ellos.- Dijo la muchacha al tiempo que se levantaba para dirigirse hacia la puerta.

Erzsen, aún con la copa en la mano, fué tras Kendra, unos pasos por detrás. Sin embargo, no la siguió hasta el recibidor, sino que se mantuvo juanto al quicio de la entrada, entre el salón principal y el recibidor. Allí, apoyado en el arco de madera de la entrada, cruzó una pierna y adoptó una pose de espera. Deseaba que fuesen sus hermanos, aunque una parte de él también esperaba que no lo fuesen. Encontrarlo allí, "casi" disfrutando de la tarde mientros ellos podrían haber estado sufriendo no se le antojaba digno ni honroso, aun sabiendo que se quedaba allí por deseo, y aún orden, de Ishaya, cabeza, voz y juicio del grupo.

El muchacho se arregló la bata, atusó un poco el rojo cabello, dió otro ligero sorbo al brandy, y se dispuso a descubrir quién llamaba a la puerta del difunto Lorrimor...

Kendra abrió la puerta, y entonces quedó claro que aquel lugar se encontraba maldito...

El cuerpo de piel pálida y violácea de un hombre de aproximadamente 1'70 m, engalanado con polvorientas ropas de luto, y un rostro destrozado sin mandíbula, se tambaleaba en el porche de la mansión, cerca de la jamba de la puerta principal...

- ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH!!!- el grito de Kendra quebró la noche de una forma más penetrante que la mismísima punta de una daga. Aquello, no era posible... ¡¡El profesor Lorrimor había vuelto!!

La copa cayó al suelo, desparramando trozos de cristal y brandy por el suelo. LORRIMOR!! MUERTO EN VIDA!!! Los ojos de jade de Erzsen se abrieron como platos, a la par que su boca. Que clase de pesadilla era aquella? Que horror se cebaba en aquel pueblo maldito? Toda clase de preguntas acudieron como un rio desbocado a la mente del muchacho, pero al igual que un dique contiene la bravura de las aguas, el grito desgarrador de Kendra detuvo las dudas y los temores. Sin pensar en lo que hacía, Erzsen se abalanzó como un relampago sobre aquel horror. Sin armas, sin su equipo, ataviado con un batín y unas alpargatas Erzsen Bathory se lanzó al combate para salvar a su anfitriona, que sin duda quedaría paralizada por el momento imposible que estaban viviendo.

- CORREEEE KENDRAAA!! HUYE A LA COCINAAA!!!

Con la velocidad del rayo, Erzsen pasó delante de la armadura decorativa que adornaba el pasillo, y con un gesto fluido la arrancó de los guanteletes que la sostenían. En cuanto la sostuvo, supo que era demasiado aparatosa para el, pero no era momento de nimiedades, la seguridad de Kendra era lo primero. Al llegar junto a la criatura (no podía pensar en aquello como Lorrimor, no, no podía) lanzó la espada hacia deante, en un intento de estocada a media altura.

Los restos tambaleantes de Lorrimor se abalanzaron tórpida y lentamente contra Erzsen. Por suerte, la criatura no-muerta no mostró excesivo tino cuando lanzó un poderoso golpe que arrancó astillas de una de las columnas de madera, las cuales sostenían el techado que cubría el porche...

Erzsen esquivó facilmente el garrazo del envilecido Lorrimor, dio un ligero paso atrás y volvió a acometer con aquel pedazo de acero ornamental, tratando esta vez de alcanzar aquel rostro nauseabundo, con la intención, quizas, de evitar recordar que aquel fuese una vez el amado padre de sus nuevos hermanos...

Pero aquel armatoste inutil era casi un estorbo en las felinas manos del noble muchacho.

Nuevamente, el muerto andante intentó atrapar entre sus demacradas y marmoratas garras al joven noble, pero una vez más su extrema lentitud fue suficiente para que Erzsen esquivara sin demasiados problemas...

Erzsen siguió con el baile desesperado que mantenía con aquel ser ultraterreno, enfrascado en evitar aquellas garras macilentas y tratando de ensartarlo con la espada de broma de la mansión...aquello prometía ser largo largo...

Viendo la total futilidad de la lucha con aquel trozo de hierro, Erzsen trató de azuzar a la aturdida Kendra para que le echase una mano:

- Kendraa!! Traeme un cuchillo, por los dioseees!! No aguantaré mucho más asii!! - recordó de pronto el reciente banquete que se había dado en el salón, y le vino a la memoria los cuchillos para a carne que usó, no muy aptos para desjarretar a un no-muerto, quizás, pero de seguro más útil para él que aquella espada ruin.

Ese momento... Ese instante de vacilación, de intento de sacar a la joven dama de su absolutamente justificada postración, fue suficiente para que las garras de aquel terrible ser encontraran el cuerpo del conde de Anactoria, rasgando la carne con vehemencia y una ansia ultraterrena...

Por unos instantes, el contacto con la gélida esencia de aquel muerto en vida, desbordó nuevamente el cúmulo de sensaciones que la mente de Erzsen había encerrado, como se encierran la gemas y el oro en un cofre. Nuevamente volvió a notar el contacto con el más allá...

- ¡¡TOMAAAA!!... - gritó Kendra lanzando un cuchillo para filetear el pavo asado, que se hundió en una de las columnatas del porche. Un nuevo asalto por la vida se iniciaba en aquel lugar. El ímpetu de Lorrimor, si podía ser llamado así, no cejaría hasta devorar al herido pícaro...

¿Acaso había lugar par el terror?

Sacando algo positivo del terrible zarpazo de la bestia no-muerta, Erzsen fué a parar junto al cuchillo clavado de la columna con el impulso del golpetazo. Agarrandolo, aprovechó la poca inercia que restaba del impacto y se giró en una vuelta completa sobre si mismo, acuchillando al ser en su muerto vientre, acompañando el golpe con un grito de rabia. Ahora manejaba lo que mejor sabía, y creia que las cosas iban a cambiar...pero tenía que ser raudo.

La puñalada del joven conde fue magistral, pero cuando hendió la hoja del cuchillo carnicero en la piel abotargada de la criatura, supo que las cosas no iban bien... La criatura era demasiado correosa para ni tan siquiera retroceder ante el ataque de Erzsen. El ser ultraterreno se tornaba implacable y sin puntos débiles ante el pícaro de sangre noble...

- ¡¡ENTRA DENTRO!!- gritó Kendra ante la poca efectividad de los ataques proferidos por Erzsen. - ¡¡ENTRA Y AYÚDAME A BLOQUEAR LA PUERTA!!- añadió nerviosa aceptando la derrota. El cuerpo animado del profesor Lorrimor era suficiente para intimidar a su hija...

Mientras tanto, un nuevo intento de apresar al escurridizao ladrón falló nuevamente.

Erzsen sopesó sus posibilidades. Aunque estaba practicamente recuperado, un combate así, vestido de aquella guisa, con un cuchillo inapropiado, y un adversario con aquella fuerza sugerían que le costaria un rato acabar con el. A disgusto, se dispuso a retroceder y ayudar a la bella Kendra a atrancar la puerta. Quizás si se encaramaba a una ventana alta o al balcón, podría acuchillar desde allí arriba al maldito no-muerto.

Con una serie de fintas y giros imposibles de seguir con la vista, Erzsen trató de desembarazarse del acoso de la bestia podrida dirigiendose hacia la puerta donde se halaba Kendra.

El joven conde rodó por el suelo evitando el golpetazo de la criatura lo alcanzara. Por suerte, su agilidad seguía siendo su mejor aliada. En un par de rápidas zancadas, llegó hasta la puerta y cruzó el umbral casi sin respirar, mientras el malvado ser miraba con sus ojos glaucos en dirección por la que se había escabullido el ladrón.

Kendra, cerró las enormes puertas de roble mientras le indicaba a Erzsen que moviera un vetusto mueble. De repente, las puertas se zarandearon, cuando la criatura chocó contra ellas, emitiendo el sordo sonido de huesos rotos.

No cesaría en su empeño...

Con un gruñido final, y la ayuda de Kendra, Erzsen colocó aquel mueble antiguo apoyado en la puerta. Supuso que con el grosor mismo de la puerta, y la mole del mueble, la entrada aguantaría bastante tiempo los embates del muerto en vida. Pero "bastante tiempo" no era "siempre", y aquel ser tenía toda su maldita eternidad para acabar tumbando la puerta, mueble o no mueble. En cuanto la entrada quedó atrancada, Erzsen subió a grandes trancos hacia donde estaba su cuarto. Mientras trotaba por las escaleras el joven vociferó:

- Kendra!! No te muevas de ahí. Que ese ser note que estás ahí... grita algo de vez en cuando. Intentaré acribillarlo desde arriba, si encuentro una buena posición!!

Con sus dagas en la mano, el muchacho de pelo de fuego estudió los ventanales del piso superior. Había algunos que le permitirían trepar hasta los tejadillos de las ventanas inmediatamente superiores a la puerta principal, donde el infausto Lorrimor aporreaba con todo su cuerpo. Triste y aciago el azar que solo permitió a Erzsen conocer al que fuese padre y mentor de sus hermanos en este cochambroso aspecto y no en vida, cosa que le habría resutado de lo más grata. Sacudiendo estos futiles pensamientos, el joven sacó el cuerpo por una ventana y se dispuso a trepar hasta la posición que le permitiese darle el eterno descanso que aquel hombre sabio sin duda merecía.

No sin cierta dificultad, principalmente porque unas pantuflas no eran calzado para grimpar por los tejados, Erzsen alcanzó una posición propicia para descargar su lluvia de acero. Alli estaba, aquella burla de Lorrimor, estampandose cual ariete de putrefacta carne sobre la puerta de la que fuera su casa. Más piedad que ira empujaban al muchacho a acabar con aquello de una vez. Sin pensarlo más, cogió la primera daga y la hizo volar.